AQUI LES TRAIGO MI NUEVA ADAPTACIÓN ESPERO LES GUSTE

Los personajes le pertenecen a Stephenie Meyer al final les digo el nombre del autor


Capítulo Cinco

Edward aparcó en el garaje y corrió hacia la entrada. Allí se encontró con Mike, cuya expresión no le reveló nada.

—¿Cómo está? —preguntó Edward. Mike se encogió de hombros.

—Sigue dormida como un tronco. Ni siquiera se ha movido cuando la he metido en casa y la he llevado a tu cama.

A su cama. En el interior de Edward algo pareció asentarse al oír aquellas palabras, fue como si todo se pusiera de pronto en su lugar. Después, la preocupación volvió a imponerse sobre aquella momentánea distracción.

—¿No se ha despertado en ningún momento? Mike negó con la cabeza.

—Hemos estado observándola por turnos. No queríamos que se despertara y se asustara, así que nos hemos asegurado de que hubiera alguien con ella en todo momento para poder tranquilizarla si se despertaba. Pero ni siquiera se ha movido.

Parece estar completamente agotada.

Edward frunció el ceño y empujó a Mike para acceder a su dormitorio. Liam estaba en el cuarto de estar, viendo la televisión.

Edward se detuvo en la puerta del dormitorio y se volvió hacia los dos hombres.

—Tanya y Volturi vendrán a las siete y nos traerán la cena. Como Tany estará de permiso durante otros tres meses y Volturi es un hombre de muchos talentos, les he pedido ayuda. En la medida de lo posible, quiero mantener a WSS fuera de todo esto.

No quiero que lo que estoy haciendo termine llevando el peligro a la puerta de todos los que trabajan en la organización. Nuestras mujeres ya han sufrido bastante y no quiero ser el culpable de que tengan que sufrir más dolor.

—¿Quieres que nos quedemos aquí para la cena? —preguntó Liam con cuidado.

Edward se le quedó mirando fijamente y miró después a Mike.

—Sí, pero solo si ustedes quieren. Esto no es nada oficial. No les pagarán por ello.

Mike frunció el ceño.

—Vete al infierno. ¿Crees que nuestro ofrecimiento tiene algo que ver con el dinero?

Edward negó con la cabeza.

—No, pero quiero que sepan en lo que se están metiendo y lo que todo esto significa.

Mike negó con la cabeza.

—Cierra al pico antes de que me enfade más de lo que ya estoy. Vete a ver a tu chica para que Sombra pueda descansar un rato. Nosotros le informaremos del plan.

Edward se dio por enterado con un gesto de barbilla, abrió la puerta y entró en el dormitorio.

Contuvo la respiración al posar la mirada en aquel ángel misterioso. Dormía acurrucada, hecha un ovillo en medio de la cama, con su cabello extendido sobre la almohada. Los moretones todavía eran evidentes, pero había desaparecido la sangre y no llevaba la misma ropa con la que la habían llevado hasta allí.

Unos celos irracionales treparon por su nuca y se aferraron a su pecho mientras se volvía hacia el lugar en el que Sombra estaba sentado.

—¿La has desnudado?

Sus palabras salieron como un gruñido antes de que tuviera tiempo de controlar su estallido.

Sombra parpadeó sorprendido.

—No he sido yo, pero, Edward, no podíamos acostarla con esa ropa hecha jirones y el cuerpo cubierto de sangre. Y necesitábamos saber la extensión de las heridas.

No teníamos otra forma de valorar su gravedad. He dado por supuesto que preferirías que pudiera descansar cómodamente y no despertarse creyendo que continuaba encerrada en una pesadilla.

Edward cerró los ojos, deseando poder retirar sus palabras y lamentando haber desnudado su alma delante de su compañero de equipo.

—Lo siento —dijo malhumorado—. ¿Y ella… está bien?

Sombra se levantó y se acercó a Edward, clavando en él su mirada.

—No parece nada grave. Pero da la sensación de estar agotada. Tiene algunos moretones en el abdomen y en la cadera además de los de la cara, pero ha dejado de sangrar hace tiempo. La mayor parte de la sangre… era tuya.

—Dios —musitó Edward—. ¿Quién demonios es capaz de darle una paliza a un ángel?

—Buena pregunta, pero no vas a tener respuesta hasta que se despierte. Y voy a darte un consejo: si no quieres darle un susto de muerte, borra ese ceño. Ya es suficiente que tenga que despertarse en una cama extraña después de todo lo que ha pasado. Si quieres que llegue a confiar en ti, tendrás que tranquilizarte.

Edward soltó un largo suspiro y se frotó la nuca con cansancio.

—Sí, lo comprendo. Y gracias, tío. Te agradezco la ayuda. Liam y Mike te esperan fuera. Ellos te contarán lo que va a pasar a partir de ahora.

Sombra comprendió que le estaba echando y, tras asentir con la cabeza, salió del dormitorio dejando a Edward a solas con la mujer que le había salvado la vida.

Edward se acercó muy despacio a la cama y se sentó a su lado, bajando la mirada hacia sus delicadas y agotadas facciones. La rabia volvió a consumirle.

¿Aquel era el precio que tenía que pagar por su don milagroso? ¿Querían secuestrarla para así poder controlarlos a ella y a su don?

Conocía la respuesta. Claro que sí. Él mismo había sido testigo de lo que habían soportado las otras mujeres de WSS. Todas ellas poseían algún poder psíquico o algún talento paranormal. Incluso en aquel momento, todas ellas eran vulnerables.

Objetivos. Pero tenían la mejor protección posible, unos maridos que las adoraban y que darían la vida por ellas. Contaban con el apoyo de WSS, donde todo el mundo, además de sus maridos, estaría dispuesto a dar la vida por ellas.

Pero aquel ángel no tenía nada. A nadie. Hasta aquel momento.

Incapaz de resistirse, Edward deslizó delicadamente el dedo por su pómulo amoratado y le colocó después un mechón de pelo tras la oreja. Se inclinó hacia delante y posó los labios en su frente.

—Nadie volverá a hacerte daño —le prometió en un susurro—. Jamás tendrás que enfrentarte sola al mundo. Te protegeré con mi propia vida. Una vida que has salvado sin saber nada de mí.

Ella comenzó a moverse e Edward se quedó paralizado, temiendo haberla despertado cuando era evidente que necesitaba dormir. Disfrutar de un sueño reparador.

Aparte de lo que había tenido que soportar antes del incidente del aparcamiento, sanarlo le había robado la poca energía que le quedaba. Gracias a Dios, la había encontrado antes de que lo hicieran otros.

Pero ella se limitó a acurrucarse bajo el edredón y a hundir la cabeza en los almohadones que tenía Edward en la cama. Sin poder reprimirse, Edward se tumbó a su lado y envolvió con el brazo e inmenso cuidado aquel cuerpo tan ligero para atraerlo hacia su corpulenta envergadura.

Ella suspiró cuando la envolvió su calor y se movió para acercarse a él como si quisiera o, por lo menos, como si necesitara la seguridad y el calor que le había prometido.

Apartó la cabeza de la almohada y la apoyó contra su pecho. Su pelo le hizo cosquillas en la nariz y le envolvió su fragancia. Fue un gesto de confianza, aunque ni siquiera fue consciente de ello. O a lo mejor se había visto privada de toda clase de contacto humano, de ternura y delicadeza, durante tanto tiempo que se sentía impulsada a buscarlo.

La acurrucó contra él, y cerró los ojos pensando que estaba perdido. Completamente perdido. Debería haber puesto distancia entre ellos. Había demasiadas cosas que no sabía y no podía permitirse el lujo de entregarse a las especulaciones. Él no era así. Él era un hombre que se enfrentaba a los hechos puros y duros. A la verdad.

Nada de suposiciones. En su trabajo, dar algo por hecho podía significar la muerte.

Le gustaba sentirla contra él. Saberla tan pequeña, tan frágil, despertaba su instinto protector como jamás lo había hecho nunca nada. No pudo resistir la tentación de acariciar aquella piel fina como la de un bebé, aunque se sintió como un cretino por aprovecharse de ella mientras estaba durmiendo.

Deslizó los dedos por su brazo y acarició después su pelo largo. Le producía alegría estar con ella, lo cual era ridículo teniendo en cuenta el peligro en el que estaban todos ellos y el hecho de que no supiera nada de ella. A lo mejor tenía pareja, o una familia.

Su humor se ensombreció al instante. En el caso de que así fuera, no se la merecían.

No habían sido capaces de protegerla y cuidarla como deberían. Fuera cual fuera su pasado, en aquel momento era suya y, aunque fuera consciente de que aquella era una presunción arrogante y pretenciosa, también sabía que era cierta.

Una leve llamada a la puerta interrumpió el curso de sus pensamientos.

—Tanya y Demetri están aquí —le informó Liam en voz baja.

Edward se despego de ella con desgana, echando al instante de menos su calor y su dulzura. Sí, estaba perdido. Pero lo prioritario era mantenerla a salvo. Todo lo demás quedaba en un segundo plano. Incluso lo que sentía por ella.

Esperaba que continuara dormida hasta que pudiera trazar un plan con Tanya y Volturi. Entonces, y solo entonces, la despertaría para explicárselo. Y esperaba que no se resistiera a convertirle en una parte permanente de su vida.

Edward era un hombre que sabía lo que quería y que nunca había vacilado a la hora de conseguirlo. Y no iba a cambiar a aquellas alturas. Aquella mujer era suya y sus futuros estaban unidos. No sería fácil. No esperaba que lo fuera. Pero las cosas buenas nunca lo eran y no estaba dispuesto a dejarla marchar sin dar la batalla, y él nunca perdía.