AQUI LES TRAIGO MI NUEVA ADAPTACIÓN ESPERO LES GUSTE
Los personajes le pertenecen a Stephenie Meyer al final les digo el nombre del autor
Capítulo Siete
Edward permanecía junto a Bella en la parte de atrás de la casa, donde todo estaba a oscuras y unas largas sombras se proyectaban sobre la entrada trasera.
Un leve susurro les indicó que no estaban solos y apareció entonces Sombra, apenas discernible en aquella oscuridad, como su nombre indicaba.
—Mike, Liam y Caballero han explorado todo el perímetro y parece ser que han mordido el cebo y están siguiendo a Volturi y a Tanya.
—¿Qué demonios está haciendo Caballero aquí? —exigió saber Edward. Sombra le miró entonces.
—Si crees que a él le importa más el dinero que a nosotros a la hora de hacer este trabajo, ya puedes irte al infierno.
—Yo no he dicho eso.
—¿Ah, no? ¿Entonces por qué esperas que no estemos trabajando cuando uno de los nuestros está en peligro y hay unos canallas persiguiendo a una mujer inocente a la que ya le han dado una paliza?
—Les agradezco todo lo que están haciendo.
—Métete tu gratitud por donde te quepa —gruñó Sombra. Edward rio entre dientes.
—¿Nunca te han dicho lo bien que sabes aceptar unas gracias?
—Aunque esta mujer no estuviera herida y su seguridad no estuviera en juego, te ha salvado la vida. Con eso ya tengo suficiente. Y todos pensamos igual. Tanto si quieres como si no, vamos a protegerla.
Edward estuvo a punto de volver a darle las gracias, pero sacudió la cabeza sonriendo.
—Es bueno saberse respaldado —dijo en cambio—. Jamás he dicho que voy a rechazar ayuda.
Sombra miró el reloj.
—Ya es hora de irse. Volturi lo ha arreglado todo para que vengan a buscarnos, pero hay que recorrer unos metros a pie.
Tenemos que mantenernos entre las sombras y hacer el menor ruido posible.
Edward se volvió y entrelazó los dedos con los de Bella.
—¿Estás preparada?
Bella parecía aturdida, conmocionada, como si todavía estuviera intentando procesar todo lo que había ocurrido. Asintió después. Pero, cuando dio un paso hacia delante, a Edward no le pasó desapercibido su gesto de dolor, por mucho que ella intentara disimularlo.
—A la mierda —musitó
La levantó en brazos, la estrechó contra su pecho y comenzó a caminar detrás de Sombra.
—Edward, ¿qué haces? —preguntó Bella perpleja.
—Estás herida y por nada del mundo pienso obligarte a caminar a oscuras por el bosque.
—No puedes llevarme durante todo el camino —la vergüenza teñía sus palabras.
—¿Que no puedo? —la desafió—. Cariño, no pesas nada.
Apenas noto que llevo un peso extra encima. Además, así nos moveremos más rápido y cuanto antes lleguemos al punto de encuentro más segura estarás. En cuanto estemos a salvo, pienso asegurarme de que te vea un médico. Me preocupa que puedan haberte roto una costilla. Y, por cierto, tendrás que contarme cómo te han hecho todas y cada una de esas heridas.
Su tono resultó más fiero de lo que pretendía y Bella se tensó en sus brazos, aunque Edward no supo si era por miedo o por vergüenza.
—Yo jamás te haría ningún daño, Bella —le dijo con suavidad—. Y no hay nada de lo que tengas que avergonzarte.
Jamás. ¿Lo comprendes?
Bella enterró el rostro en su pecho, evitando contestar, pero a Edward no le importó porque al estrecharse contra él había mostrado un gesto de confianza, tanto si ella era consciente de ello como si no.
Un vehículo negro asomó por delante de ellos e Edward aceleró el ritmo de sus pasos, deseando alejar a Bella del peligro lo antes posible. Pero, entonces, resonó el inconfundible silbido de una bala golpeando el metal y Sombra gimió de dolor a su lado.
—¡Mierda, mierda! —gimió Edward.
Saltó hacia la puerta trasera de la furgoneta y dejó a Bella en el asiento de atrás, donde Caballero amortiguó su caída y la empujó directamente al suelo, alejándola de la línea de fuego.
—Sombra, ¿estás herido? —preguntó Edward mientras su compañero de equipo se lanzaba hacia el asiento delantero del todoterreno.
—No importa —gruñó Sombra—. Vámonos de aquí de una maldita vez.
El hombre que Volturi había enviado para que les llevara a la casa de seguridad no perdió ni un segundo. Salió disparado, haciendo rugir el motor a través de la zona boscosa mientras Liam, que iba sentado en la tercera línea de asientos junto a Mike, alzó la cabeza y fijó la mirada en el asiento delantero.
—Sombra, tío, ¿te han dado?
—¡Ya he dicho que eso no importa! Ahora mismo tenemos cosas más importantes de las que ocuparnos —le espetó Sombra—.
Esto no es nada.
A pesar de los intentos de Caballero de mantener a Bella en el suelo, tumbada entre Edward y él, ella alzó la cabeza y miró a Sombra con el rostro convertido en una máscara de tristeza. Las lágrimas acudieron a sus ojos y Sombra soltó una maldición, pero no se enfadó con ella, ni siquiera levantó la voz. En cambio, suavizó la voz para contestar con un tono que Edward nunca le había oído a su compañero de trabajo:
—Estoy bien, bonita. Te aseguro que he estado mucho peor.
Ahora no te levantes hasta que alguno de nosotros te diga que ya puedes hacerlo sin correr peligro.
Ignorando aquella delicada orden y apartando las manos de Caballero e Edward, que intentaban hacerla volver a su lugar, Bella se inclinó hacia el asiento delantero y alzó con delicadeza la camiseta de Sombra mostrando la sangre que fluía de un costado, ya fuera por el roce de una bala o por un impacto directo.
—Lo siento —le dijo desolada y con las lágrimas arrasando sus preciosos ojos.
Antes de que alguien pudiera aclararle que no tenía nada de lo que preocuparse, alargó la mano y la posó extendida sobre la herida. Cerró los ojos y su rosto adquirió una evidente tensión.
Los demás la observaban fascinados, pero Edward ya había sido testigo del milagro y no le gustaba que tuviera que pasar de nuevo por todo aquello. Aunque fuera necesario.
La expresión grave de Sombra se suavizó. Relajó el rostro y fijó la mirada en Bella con fascinada incredulidad. Después, cerró los ojos e Edward podría haber jurado que las profundas líneas de expresión que eran un rasgo permanente en su rostro desaparecían mientras le invadía la paz. Parecía atrapado en la más agradable de las experiencias. Para mayor asombro de Edward, cuando por fin abrió los ojos, reconoció en ellos el brillo de las lágrimas, que desaparecieron antes de que nadie pudiera verlas.
Bella dejó caer la mano y se reclinó de nuevo contra el asiento desde el que se había inclinado para atender a Sombra. Las fuerzas parecían haberla abandonado.
Vacilante, Sombra posó la mano en su pelo y la acarició como si quisiera ofrecerle al menos una mínima parte del consuelo que ella le había proporcionado.
—Es la experiencia más increíble que he tenido en mi vida, Bella—le dijo con la sinceridad acompañando cada una de sus palabras—. No sé cómo darte las gracias. No solo por esto, sino también por lo que has hecho por Edward. No había estado tan relajado desde que era un niño y eso es algo que tengo que agradecerte.
He sentido un calor que nacía desde el fondo de mi alma, desde lo más hondo, en lugares que llevaban helados desde antes de que tú nacieras. No voy a fingir que entiendo tu don, pero sé que necesitas saber que lo posees. Es un don especial.
Mucho más de lo que nunca podrás imaginar y tengo la sensación de que también mucho más de lo que te han hecho pensar. No estoy mintiendo, Bella. No soy de los que dicen cualquier cosa para que la gente se sienta mejor. Ni tampoco de los que se andan con rodeos. Soy un hombre sincero y digo las cosas tal y como son.
Siempre. Y voy a decirte que eres una persona hermosa por fuera y por dentro y que, además, tienes el alma más bella con la que me he cruzado en mi vida. Esta es la segunda vez que salvas a alguien a quien no conoces sin importarte correr un gran riesgo. Sé que estás asustada, que es probable que no confíes en nadie y que tampoco puedas permitirte el lujo de hacerlo. Pero voy a hacerte una promesa. Por mi vida, Bella. Edward te protegerá, yo te protegeré. Todos estamos dispuestos a protegerte. Edward es un buen hombre, uno de los mejores, y siempre contarás con mi gratitud por haberle salvado en vez de haberte salvado a ti misma.
Puedes confiar en él. Nunca te abandonará. Y los demás le respaldaremos en todo momento. No estás sola en esto. Puedes confiar en todos nosotros porque vamos a asegurarnos de que esos miserables no vuelvan a ponerte las manos encima.
¿Entiendes lo que te estoy diciendo?
Bella estaba temblando, tanto por la emoción como por su extrema debilidad. Tenía los ojos arrasados por lágrimas sin derramar mientras miraba alternativamente a Edward y a Sombra.
—Quiero creerte —susurró con voz ronca.
Edward no era capaz de seguir siendo un observador pasivo.
Cerró las manos alrededor de sus hombros, la hizo volverse hacia él y la estrechó contra su pecho, escuchando su aliento cansado mientras guiaba su rostro empapado hacia su cuello.
—Entonces créelo, cariño —le susurró al oído—. Todo el mundo tiene que creer en algo. En tu caso, yo quiero ser ese algo.
—Todo el mundo termina yéndose —respondió con la voz atragantada—. Nadie se queda. Nadie cumple sus promesas. Siempre mienten. Nunca dicen la verdad. Me hacen daño…
Enmudeció, negándose a revelar nada más. Edward hervía de rabia. Sabía condenadamente bien lo que había estado a punto de decir. Le habían hecho daño.
Dios, la habían hecho sufrir durante toda su vida. La habían tratado como a un animal. La habían utilizado en beneficio de otros, de eso no cabía ninguna duda. Todo ello le encolerizaba y le rompía el corazón al mismo tiempo.
—Hablaremos de toda esa gente que te ha hecho daño —le aseguró con firmeza—. Pero ahora mismo estás agotada después de haber sanado a Sombra y todavía nos queda una hora de viaje, así que quiero que intentes relajarte y descansar. Intenta no pensar ni preocuparte por nada. Vamos a protegerte, pequeña. Aunque no creas en eso, aunque no creas en nada más, guarda esta verdad en tu corazón. Vamos a protegerte y a cuidarte y yo no hago promesas a la ligera. Es posible que otros no hayan sido sinceros, pero yo lo soy. Todos nosotros lo somos. No damos nuestra palabra a la ligera y a ti te la estamos dando.
Sin preocuparse de que los demás pudieran verle ni de que lo único que supiera sobre aquella mujer que estaba en sus brazos fuera que tenía problemas y era un ángel, posó los labios en su pelo para sellar aquella promesa.
Bella se tensó en un primer momento, pero terminó relajándose en sus brazos. En cuestión de segundos, se quedó completamente rendida. Cálida, flácida e inconsciente entre sus brazos, apoyando su tan preciado peso contra él.
Durante largo rato, nadie dijo nada, aunque hubo muchas miradas dirigidas a Sombra y a Bella. Al cabo de una media hora, el primero se volvió en su asiento, miró a Bella, todavía dormida, y alzó después la mirada hacia Edward con la emoción al descubierto en aquellos ojos siempre insondables.
—Dios mío, Edward, no me contaste cómo… —sacudió la cabeza—. Diablos, ni siquiera tengo palabras para explicarlo, ¿cómo puedo esperar que las tuvieras tú?
—En ese momento estaba demasiado confundido y casi convencido de que había muerto y ella era la que estaba dándome la bienvenida al cielo —respondió Edward sombrío.
—Ha sido lo más… —volvió a sacudir la cabeza—. Ni siquiera tengo palabras para describirlo. Es lo más hermoso y más sereno que he experimentado en mi vida. Ha sido como sentir un rayo de sol líquido invadiendo mi cuerpo y caldeándolo desde lo más profundo, borrando cualquier dolor, cualquier preocupación y cualquier sentimiento de culpa. Ha acabado con el dolor y el sufrimiento de toda una vida y los ha sustituido por lo más precioso que he tenido nunca. Esa mujer es un milagro, tío.
—Lo sé —respondió Edward con voz queda. Su milagro, pensó Edward.
No pudo evitar aquella posesiva reclamación que burbujeaba desde lo más profundo de su corazón. Era una locura, la más increíble de las locuras, algo salido de una película de ciencia ficción, pero, aun así, una simple verdad prevalecía: era suya y había sido suya desde el momento en el que había posado las manos en él y había sentido su caricia abriéndose camino hasta su alma. Le había salvado y no iba a permitir que nadie volviera a hacerle daño.
Los ojos de Sombra mostraban preocupación cuando fijó en Edward su intensa mirada.
—¿Puedes imaginar cómo será su vida? ¿Cómo será siempre? Siempre habrá canallas intentando secuestrarla y utilizarla. Y, aunque tenga la posibilidad de llevar una vida normal, en el momento en el que se sepa lo que es capaz de hacer, no tendrá un solo momento de paz. Nunca la dejarán tranquila. Siempre habrá alguien pidiéndole que salve a algún ser querido, a un enfermo, a alguien a punto de morir. Y cada vez que lo hace, pierde un pedazo de sí misma. Lo he sentido. Lo he notado mientras me estaba entregando lo más hermoso que me han dado en la vida. Y si esto continúa ocurriendo a menudo, al final no quedará nada de ella, terminará rota.
Edward sintió una opresión en el pecho y un nudo en la garganta al asimilar las palabras de Sombra. Bella ya estaba muy dañada. Sombra tenía razón. Le quedaba poco que dar y, aun así, no había vacilado a la hora de entregárselo a Sombra y a él, a pesar de que no les conocía ni les debía nada.
—Dijiste que la protegeríamos —dijo Liam tras él—. ¿Pero podemos? ¿De verdad estamos en condiciones de hacerlo? Esto es mucho más serio que lo que Alice, Victoria, Rose y Bree son capaces de hacer. Es algo que nos supera a todos.
¿Cómo demonios podemos garantizarle ninguna clase de seguridad? ¿Cómo vamos a hacerle promesas que no sabemos si podemos mantener?
—Yo la protegeré —gruñó Edward—. Jamás la abandonaré a la clase de vida que has descrito. No permitiré que su vida siga siendo el infierno que ha soportado hasta ahora.
—¿Y puedes prometérselo? —le desafió Mike, hablando por primera vez—. Sin saber nada sobre ella, ni quién es, ni quién anda tras ella, sin saber siquiera lo que quiere. ¿Estás seguro de que es eso lo que quieres? ¿Comprendes de verdad a lo que te estás comprometiendo?
—Por esta vez lo dejaré pasar, pero solo por esta vez. Porque, si vuelves a preguntarme esa idiotez otra vez, tú y yo vamos a tener un serio problema. Nadie te está obligando a participar en esto. Esta ni siquiera es una misión oficial, así que, si quieres abandonar solo tienes que decirlo. Vuelve a las oficinas de WSS y pídele a Riley que te asigne otra misión.
—Mira, tío, yo solo estoy pensando en ti. Tiene una pesada mochila emocional y dos de los nuestros ya han estado a punto de convertirnos en daños colaterales. Lo único que necesito es saber que continúas teniendo la cabeza sobre los hombros y que estás pensando bien lo que haces —contestó Mike con calma.
—A partir de ahora soy yo el que lleva esa mochila y todas su cargas — replicó Edward, lanzando fuego por los ojos con cada una de sus palabras—. En ningún momento he dicho que vaya a ser fácil. Pero no pienso darle la espalda a Bella y lanzarla a los lobos.
—En ese caso será mejor que diseñemos un plan en cuanto lleguemos al escondite de Volturi —dijo Mike—. Teniendo en cuenta la velocidad a la que nos han localizado, me preocupa mucho saber contra qué nos estamos enfrentando. Es evidente que no pierden el tiempo, y también que les importa muy poco quién se interponga en su camino o si tienen que quitar a alguien de en medio para conseguir su objetivo.
—Tendré más información cuando hable con Bella—aseguró Edward mientras la estrechaba todavía más contra él—. En cuanto oiga todo lo que tiene que contar podré hacerme una idea de a lo que nos estamos enfrentando para poder actuar en consecuencia.
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