AQUI LES TRAIGO MI NUEVA ADAPTACIÓN ESPERO LES GUSTE

Los personajes le pertenecen a Stephenie Meyer al final les digo el nombre del autor


Capítulo Nueve

Los demás regresaron demasiado pronto al cuarto de estar y Bella volvió a adoptar una actitud reservada y vigilante, se hundió en el sofá como si quisiera hacerse invisible mientras observaba interactuar a los otros.

Edward había utilizado la necesidad de dejar sitio a los demás como excusa para acercarse a Bella, de modo que estaban sentados el uno al lado de la otra, tocándose con las piernas. Tanya se adelantó a Volturi para recoger los platos de Edward y de Bella, pero antes de que pudiera volver a la cocina, Volturi se los quitó y se inclinó para darle un profundo beso.

—Tenemos que marcharnos —les anunció después a Edward y a sus compañeros—. Pero mis hombres se quedarán vigilando la zona. Si necesitan cualquier cosa no dejen de llamarme.

Bella había estado observando a Tanya y a Volturi con los ojos abiertos por la sorpresa, pero esperó a que se fueran de la habitación para susurrarle a Edward:

—¿Por qué la ha besado?

Edward comprendió que estaba profundamente confundida y, diablos, también lo estaba él.

—La quiere —se limitó a decir—. Es su esposa. En realidad, apenas puede quitarle las manos de encima —añadió riendo para sí.

La expresión de Bella no cambió.

—Los hombres nunca besan a sus esposas —dijo en voz baja—. A mí me decían que no era digna de ser besada, que no era digna de ser tenida en tan alta estima, pero no besaban a ninguna mujer. Solo eran posesiones, estuvieran casadas o no. No sé qué sentido puede tener besar a alguien.

Edward maldijo para sí. ¿Cuántos años tenía Bella? ¿Sería siquiera mayor de edad? Sabía que parecía muy joven y, desde luego, desprendía un aire de inocencia e ingenuidad que no había percibido nunca en chicas mucho más jóvenes que ella. Dios santo, si ni siquiera era mayor de edad, eso significaba que quizá tuviera veinte años más que Bella y no tenía derecho alguno a pensar en ella en los términos en los que lo estaba haciendo.

—Hay muchas razones para besar a alguien —le explicó casi en un susurro para que los demás no pudieran oírlo. Sabía que se sentiría avergonzada si les oyeran.

—. Los besos pueden ser un gesto de cariño, de amistad. Y también una muestra de pasión. De amor. De deseo por alguien. También sirven para indicarle a una persona que es profundamente querida.

La expresión de tristeza y melancolía de Bella demostraba que ella nunca había sido receptora de tales sentimientos.

Edward se inclinó hacia delante, posó la mano en su nuca para atraerla hacia él y la besó en la frente.

—¿Lo ves? No es tan malo, ¿verdad?

Bella le miró de manera extraña. El color tiñó sus mejillas, le brillaron los ojos y se aceleró el ritmo de su respiración, que también pareció hacerse más superficial.

Después, alzó la mano temblorosa para tocar el lugar exacto en el que la había besado, como si estuviera intentando guardarlo en su memoria.

—Y, cariño, si alguien se merece que la besen, o que la abracen, o que la tengan en la mayor consideración, esa eres tú. No sé qué clase de tonterías te han dicho, pero sí que te las han repetido con la suficiente frecuencia como para que te las creas y, aunque sea lo último que haga en esta tierra, voy a demostrarte que estás equivocada.

Bella volvió la cabeza, pero no antes de que Edward pudiera reconocer el brillo traicionero de las lágrimas y la tristeza que pareció cubrir toda su expresión.

¡Maldita fuera! Odiaba tener que luchar contra un enemigo al que desconocía. Pero era todavía peor luchar contra aquel convencimiento tan arraigado sobre su falta de valor.

Sabía que debería presionarla para que contestara a sus preguntas y le proporcionara la información que necesitaba, no solo para mantenerla a salvo y protegerla, sino para proteger también a sus compañeros, que estaban en un peligro más inminente. Sus perseguidores querían a Bella a toda costa. Y viva. Pero tanto él como sus compañeros eran prescindibles, meros obstáculos que se interponían a la hora de conseguir la recompensa final.

Dudaba de que supiera siquiera la clase de horrores a los que Bella había estado sometida, pero lo poco que sabía le provocaba una furia como no la había sentido jamás en su vida. Ni siquiera el haber sido testigo directo de las torturas y tormentos que Alice, Rose y Tanya habían soportado o el espantoso relato de lo que había sufrido Victoria antes de la creación de WSS y de que él hubiera comenzado a trabajar para los hermanos Whitlock le había hecho sentir aquella rabia asesina.

¿Cómo se sentiría cuando por fin lo supiera todo? Tenía que estar fuerte para cuando llegara el momento en el que Bella confiara lo suficiente en él como para contarle lo ocurrido. Tenía que ser una roca en la que pudiera apoyarse. Su refugio, su escudo contra todo aquel y todo aquello que intentara hacerle daño.

Y sabía también que aquello sería lo más difícil que había tenido que hacer nunca. Permanecer sentado escuchando estoicamente y sin perder los estribos mientras Bella resumía lo que había tenido que soportar. Le entraban ganas de emprenderla a golpes con todo lo que tenía a mano, necesitaba desahogar la rabia incontenible que bullía en su interior incluso antes de saberlo todo, pero no podía perder el control y asustarla, haciendo que volviera a encerrarse en sí misma o,peor aún, que se cerrara a él.

Liam habló entonces, rompiendo el silencio.

—Ya sé que Volturi tiene a sus hombres vigilando, pero creo que deberíamos hacer turnos durante toda la noche. No nos vendría mal redoblar la vigilancia.

Mike y Caballero asintieron mostrando su acuerdo.

—Yo haré el primer turno —se ofreció Sombra, levantándose—. Me gustaría comprobar hasta dónde puedo acercarme a los hombres de Volturi sin que se den cuenta.

Si no hacen bien su trabajo, no van a servirnos de nada.

Bella le miró preocupada.

—Por favor, ten cuidado —le suplicó—. Ya les he causado mucho sufrimiento al acercarme a ustedes. No podría soportar que alguien más resultara herido, o que lo mataran por mi culpa.

Sombra se suavizó al instante y le dio un beso en la cabeza al pasar por delante de ella. No había un solo hombre en la habitación al que no le hubiera afectado aquella petición, ni la culpa tan intensa que reflejaba su voz. Todos ellos parecían tener ganas de pelea, y no eran los únicos. Edward estaba deseando liderar aquella maldita guerra y castigar hasta al último canalla que había convertido la vida de Bella en un infierno.

—Los demás pueden irse a dormir. Despertaré a Mike dentro de tres horas.

Edward, tú lo único que tienes que hacer es asegurarte de que Bella esté a salvo.

Bella frunció el ceño cuando Sombra desapareció y se volvió hacia Edward con la confusión y la intriga asomando a sus hermosos ojos azules.

—¿Qué clase de beso ha sido ese? —susurró—. No sabía que había tantas razones para besar. O que hubiera diferentes motivos para dar besos —se corrigió.

—Ha sido un beso de cariño con el que quería tranquilizarte —le explicó Edward.

Al menos, eso esperaba él. Porque había tenido que hacer un serio esfuerzo para no gruñir cuando había visto los labios de Sombra tocándola, aunque apenas hubieran rozado su pelo.

Edward le mostró a Bella una habitación situada al final del pasillo flanqueada por otras dos habitaciones. Él ocuparía una y Mike la otra.

Cuando al entrar encendió la luz, Bella abrió los ojos como platos. Parecía fascinada.

—¿Es aquí donde voy a dormir? —preguntó en un susurro.

—¿Te gusta? —le preguntó Edward, preparado para apagar la luz si la habitación no era de su gusto.

—Es la habitación más bonita que he visto en mi vida —respondió ella, con la voz escapando de sus labios como un suspiro.

Miró después a Edward con ansiedad, haciéndole desear al instante hacer lo que fuera necesario para aliviar aquella angustia.

—¿Qué pasa, Bella? —le preguntó con suavidad.

—¿Te… tengo que dormir en la cama?

Edward esperó unos segundos antes de responder. La furia le nublaba la vista y tuvo que reprimir varias palabrotas. Por desgracia, Bella interpretó aquel silencio como respuesta. Dejó caer los hombros y la desilusión apagó su rostro con una sombra de tristeza.

—Claro que dormirás en la cama. Bella, cariño… ¿dónde crees que pretendía que durmieras?

Bella se sonrojó.

—Nunca me han dejado dormir en una cama, ni siquiera en un catre.

Solo en un colchón en el suelo y, a veces, me lo quitaban para castigarme.

Abrió los ojos horrorizada al tiempo que cerraba la boca y se volvía.

Y fue mejor así, porque la expresión de Edward la habría aterrorizado. Algún día, y no le importaba el tiempo que tuviera que esperar, Edward iba a hacer que todos y cada uno de aquellos miserables que habían maltratado a su ángel lo pagaran. No sería rápido y no habría piedad. Pero sería justo.

Gracias a Dios, Bella estaba tan pendiente de la cama que no reparó en la expresión sombría que oscureció el rostro de Edward. Deslizó los dedos por la colcha con reverencia y acarició después los almohadones con una inmensa nostalgia en la mirada.

Edward no aguantaba ni un minuto más sin perder la compostura.

Quería destrozar algo. Quería sangre. La sangre de todos los responsables de la reclusión de Bella.

—Será mejor que me vaya para que puedas cambiarte para pasar la noche.

Estás agotada y necesitas descansar —dijo malhumorado.

En respuesta a la mirada interrogante de Bella, señaló una camiseta y unos pantalones cortos de pijama que Tanya le había dejado a los pies de la cama.

—Si necesitas cualquier cosa estaré en la puerta de al lado, ¿de acuerdo?

—De acuerdo —susurró—. Buenas noches, Edward.

—Buenas noches, cariño.

Parecía tan vulnerable, allí de pie, en medio de la habitación, que Edward necesitó de todas sus fuerzas para marcharse.

Cuando llegó a la puerta, se volvió por última vez.

—No lo olvides, estoy en la puerta del al lado. Aquí nada puede hacerte daño. Si necesitas cualquier cosa, ve a buscarme.

Bella le dirigió una leve sonrisa y asintió. Edward se despidió entonces asintiendo con la cabeza y cerró la puerta tras él.


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PERDÓN POR LA TARDANZA