AQUÍ LES TRAIGO MI NUEVA ADAPTACIÓN ESPERO LES GUSTE
Los personajes le pertenecen a Stephenie Meyer al final les digo el nombre del autor
Capítulo Dieciséis
Bella permanecía inerte en el frío y duro suelo de la habitación a la que la habían arrojado sin ninguna clase de cuidado una hora atrás.
Le habían atado los pies y las manos con tanta fuerza que temía llegar a perderlos. Alzó las rodillas con movimientos rígidos y torpes mientras intentaba infundir el máximo calor posible a su cuerpo entumecido.
Le dolía la cabeza por el golpe que había recibido, pero, gracias a Dios, sus captores habían estado preocupados por asegurar su cautividad para así poder planificar la manera de llevarla a un lugar más alejado. Un lugar no muy alejado de donde había estado con Edward y los otros miembros de WSS.
Se le llenaron los ojos de lágrimas, pero se negó a ceder a las ganas de llorar. No iba a darles la satisfacción de saber que tenían la capacidad de hacerla derrumbarse. Lo único que agradecía era que, al menos de momento, la habían dejado en paz mientras preparaban el próximo movimiento. Esperaban represalias por parte de Edward y los otros miembros de WSS y ella no iba a contarles que Edward no sabía dónde estaba. Si se concentraban en una amenaza inexistente, la dejarían en paz. Por lo menos de momento.
Aunque la consumía la tristeza por lo que había hecho, por haber dejado que Edward y los demás pensaran de ella lo peor, había tenido la certeza de haber hecho lo que debía en el instante en el que había visto su temporal prisión. Había decenas de hombres armados patrullando la zona y el interior del edificio. Aquello no se parecía nada al culto. Aquella propiedad tenía alambre de espino alrededor de toda la tapia, había múltiples televisores mostrando las diferentes zonas en todas las habitaciones por las que habían pasado y todos los hombres hablaban por unos aparatos diminutos que parecían micrófonos. ¡Y aquella solo era una prisión temporal!
Según el loco que le había informado de que había pasado a formar parte de su propiedad y que cuanto antes lo aceptara mejor sería para ella, el lugar al que la llevaban estaba mejor fortificado.
A pesar de la tristeza que la afligía por culpa de todo aquello que tan brevemente había disfrutado y que había perdido para siempre, sabía que había hecho lo que debía.
Edward y sus hombres no estaban a la altura de los guardias armados que patrullaban su prisión. Les sobrepasaban en número y si intentaban rescatarla serían masacrados. Bella jamás superaría el saber que la respuesta a unas personas que habían sido tan buenas y protectoras con ella había sido la muerte.
Había tardado años en escapar de los ancianos y sus segundos carceleros estaban mucho mejor preparados que los primeros para hacerla prisionera. Sabía que jamás volvería a ser libre, pero al menos tenía el recuerdo de aquellos escasos días para perderse en ellos, cuando antes no sabía nada del mundo, salvo lo que su secta había decidido que supiera.
Cerró los ojos y buscó consuelo en los hermosos recuerdos que había forjado. En el nuevo y sorprendente mundo que había descubierto.
En la amabilidad con la que la habían tratado las esposas de los miembros de WSS y en cómo, al observarlas, se había dado cuenta de que lo que había compartido con Edward, aunque hubiera sido tan breve, había sido muy especial.
Besar. Diferentes clases de besos. Los labios de alguien a quien realmente importaba lo que pudiera ocurrirle presionados contra su cabeza. Y los besos de alguien que la deseaba. Que la deseaba a ella.
Pero recordar los besos de Edward, los diferentes tipos de besos que le había enseñado en tan poco tiempo, fue insoportable y al final perdió el control sobre la batalla que estaba librando para mantener las lágrimas a raya. Comenzaron a rodar por sus mejillas mientras pensaba que no todos los hombres eran como los ancianos o como aquellos otros que traficaban con las drogas y la muerte y que la habían comprado como si no fuera nada más que un objeto.
Edward y los hombres con los que trabajaba le habían revelado un nuevo conocimiento sobre los hombres y las relaciones sentimentales, le habían demostrado lo erróneo de todos aquellos ejemplos de los que había sido testigo en el pasado. El corazón le dolía ante la pérdida de algo tan bello como lo que le habían entregado durante aquellos días. Durante un breve instante, se dejó arrastrar por el arrepentimiento, pero lo rechazó con fuerza, sabiendo que no había lugar para él ni en su cabeza ni en su corazón. Los hombres que la habían secuestrado habían llegado muy cerca de la casa de seguridad. Si no se hubiera marchado cuando lo había hecho, habrían entrado a por ella y el resultado habría sido una masacre.
No, no volvería a ser libre y jamás volvería a experimentar el amor que Edward tan generosamente le había entregado, pero sobreviviría a aquella pérdida porque, mientras ella no fuera libre, Edward y todas aquellos que se relacionaban con él estarían vivos y a salvo. Y, aunque solo fuera por eso, estaba dispuesta a soportar cuanto sus captores hubieran planeado.
oooooo
Edward esperaba con impaciencia, envuelto en la oscuridad, fuera de aquella antigua fábrica fuertemente fortificada que parecía haber sido renovada por dentro aunque conservaba por fuera un aspecto decrépito, como si estuviera abandonada. Edward y los demás estaban esperando a que Sombra terminara con aquello que tan bien se le daba y completara un reconocimiento de la zona para poder saber exactamente a qué se enfrentaban y, con un poco de suerte, localizar el lugar exacto en el que se encontraba Bella.
Desde el momento en el que Victoria se había repuesto lo suficiente como para darles información más específica, Edward había sido presa del miedo. Aquel canalla que había perseguido a Bella desde que había escapado de la secta tenía todo un historial en la compraventa de determinada sustancias. Más en concreto, drogas.
Había eludido la cárcel durante años porque cualquiera que se mostrara dispuesto a testificar contra él terminaba desapareciendo de forma misteriosa o aparecía asesinado de alguna forma espantosa, un claro mensaje para cualquiera que pretendiera atacar a aquel despiadado narcotraficante.
Se hacía llamar a sí mismo Jesús y presumía de ser el hijo de Dios.
Un perfil muy apropiado para un hombre que había ido a buscar la inmortalidad a una maldita secta y había tenido la suerte de encontrarla. Había encontrado a alguien que podría mantenerle con vida indefinidamente. Hasta el día que muriera Bella. Saberlo había servido para animar un poco a Edward. Jesús, o Jaysus, como le llamaban las fuerzas del orden y todas aquellas dedicadas a tareas especiales que habían pasado años intentando ponerle tras las rejas, protegería a Bella con tanta fiereza que mataría a cualquiera que intentara arrebatársela. Porque si Bella moría, o conseguía escapar, Jaysus estaría perdido. Y en aquel momento Edward estaba dispuesto a destrozar a cualquiera que hubiera tenido algo que ver con el secuestro de su ángel.
Por desgracia WSS no tenía ni el tiempo ni la cantidad de hombres necesarios para asaltar la fábrica y hacer justicia. Una misión como aquella les llevaría días, por no mencionar que necesitarían reunir a muchos más hombres y coordinarse con las fuerzas locales. Y tampoco estaría de más llamar a los militares, puesto que aquel narcotraficante tenía un ejército de hombres leales hasta la locura, todos ellos dispuestos a morir por su líder.
Así que aquella tenía que ser una misión secreta y nadie podría saber que habían estado allí hasta mucho tiempo después de que hubieran rescatado a Bella. Pero estar esperando a recibir la señal le estaba haciendo un agujero en el estómago tan grande como el Gran Cañón.
Hasta el último hombre de WSS se había ofrecido voluntario para aquella misión, incluso aquellos que no habían conocido a Bella y no sabían nada sobre sus circunstancias. Edward estaba profundamente agradecido por la lealtad y el arraigado sentido del honor de los hombres del equipo porque, incluso con todos los agentes movilizados, todavía les superaban cuatro a uno. Y mientras Edward permanecía allí perdiendo el tiempo, solo Dios sabía lo que estaba soportando Bella. No, Jaysus no la mataría, pero convertiría su vida en un infierno para asegurarse su absoluta obediencia. Sería igual que en aquella maldita secta, con un nombre diferente y diferente tarea, pero la misma locura insoportable.
Durante un instante, Edward se permitió dejar de obsesionarse por lo que se había convertido en lo más importante de su vida, alzó la cabeza y cerró los ojos para rezar.
«Sé que tú y yo no tenemos mucha relación», le dijo a Dios. «No he vuelto a hablar contigo desde que era un niño y me enfadé, me enfadé amargamente, porque no habías respondido a mis ruegos cuando que te pedí que salvaras a mi familia. Me dejaste solo, muy solo. Pero Bella no ha perdido la fe a pesar de la imagen retorcida y degenerada que le han ofrecido de ti. A su lado me siento humillado.
Si ella todavía es capaz de creer y confiar en ti, ¿cómo voy a ser menos? Bella me está enseñando. Viéndote a través de sus ojos estoy empezando a comprender que todo sucede por alguna razón, aunque esas razones no las comprendamos en el primer momento, aunque no sean atendidos nuestros ruegos tal y como queremos, pero eso no significa que no vayan a ser contestados algún día. Por favor, mantenla a salvo por mí. No puede haber nadie más bueno en este mundo. Ella es uno de los tuyos y yo te prometo que la protegeré con mi vida y que nunca haré nada que pueda arrojar ninguna duda en su fe en ti, en tu misericordia y en tu gracia. Yo no merezco nada, pero ella sí y por ella te pido que la salves, no por mí, aunque soy un egoísta y la quiero con todo mi aliento, con todo mi corazón y toda mi alma. No sé si puedes oírme, o si dejaste de escucharme cuando te di la espalda muchos años atrás, pero te suplico que salves a uno de tus ángeles. Quiero pedirte también una cosa más: que me la confíes, que me salves salvándola a ella, porque sin Bella estoy perdido. Y por fin me he dado cuenta de que si no atendiste mi súplica no fue para dejarme solo y sin nadie que me amara, porque ahora me has dado a Bella. Estoy aprendiendo a ser paciente, Dios mío, y me resulta difícil, pero, si Bella es la recompensa a esa paciencia, no volveré a pedirte nunca nada más.
Ella es lo único que quiero».
Edward bajó la cabeza, impactado por las lágrimas que empapaban su rostro y el intenso dolor que sentía en el pecho. Pero sintió de pronto un rayo de esperanza descendiendo hacia él, reconfortándole como si fueran los rayos del sol iluminándole en medio de la tarde.
—Gracias —susurró.
No fue capaz de decir nada más a través de sus temblorosos labios.
De pronto, tenía el corazón lleno de tanto alivio y amor que sintió vértigo. Iban a conseguirlo. Lo supo con la misma certeza con la que sabía que Bella era la única mujer a la que amaría. Volvería a tenerla en sus brazos, el lugar al que pertenecía, antes de que acabara la noche. Y, si tenía que cumplir su promesa de terminar atándola a la cama, no se sentiría culpable, porque no iba a permitir que se alejara de él nunca más.
La vida, la sensación de tener un objetivo, crepitaba a través de él, reemplazando el miedo anterior y la terrible sensación de condena que le había calado hasta los huesos mientras observaba la prisión de Bella. Comenzó a esperar con expectación que Sombra diera la señal de que el terreno estaba despejado para que sus hombres pudieran unirse, entrar y sacar a Bella sin ser descubiertos. La llevarían después hasta un lugar seguro, un lugar reservado en el que pudiera aclararle unas cuantas cosas y donde insistiría en que jamás volviera a urdir ningún plan descabellado diseñado a protegerle a él y a los otros.
Estuvo a puno de soltar un bufido burlón ante la mera idea. Sabía que también a sus hombres les gustaría cruzar unas cuantas palabras con su ángel, pero tendrían que esperar a que saliera de su cama y, bueno, iban a tener que esperar un largo rato.
Aunque no habían tenido tiempo para planificar un asalto a gran escala, habían contado con las mentes más brillantes y estrategas, por no mencionar a Collin Whitlock, el más pequeño de los hermanos Whitlock y un monstruo de la informática que había sido capaz de acceder a los planos de la fábrica e incluso les había proporcionado imágenes infrarrojas obtenidas por vía satélite.
Gracias a ellas podían ver el interior de aquella estructura renovada por dentro para saber así de cuántas habitaciones y rutas de escapada disponía. Y, lo más importante, cuál era la zona en la que era probable que Bella estuviera retenida.
Lo tenían todo planificado al milímetro. Había una furgoneta lo bastante grande como para que cupieran todos ellos aparcada en una zona de espera, a un kilómetro y medio de distancia, que les posibilitaría una fuga rápida. Tayler, un antiguo piloto de carreras que trabajaba para WSS desde el inicio de la empresa, permanecía dentro de ella a la espera de que le dijeran si debía acercarse o permanecer alerta y preparado para la huida.
Edward se permitió cierta arrogancia pese a que minutos antes ni siquiera se había atrevido a esperar que pudieran tener éxito porque la posibilidad de fracasar le había parecido tan aplastante que apenas era capaz de mantenerse en pie.
Al guerrero protector que había en él le irritaba la idea de no poder destrozar inmediatamente a aquel hijo de perra que había hecho daño a Bella, pero tendría que esperar porque la seguridad de Bella era lo más importante. Ya tendría otra oportunidad de hacerlo. Y, sí, lo estaba deseando. Sabía que aquel loco no iba a limitarse a renunciar a su obsesión por Bella por el mero hecho de haber fracasado en su primer intento de ponerla bajo su control. Entonces podría vengar lo que era suyo, se aseguraría de que aquel narcotraficante se arrepintiera hasta de haber pensado el nombre de Bella, y mucho más del maltrato que le había infligido.
Sonó un clic en el auricular, la señal que habían acordado para anunciar que Sombra había entrado. Sonaron más clics en una rápida sucesión mientras, uno a uno, los hombres iban ocupando sus posiciones, confiando en que Sombra no les estuviera conduciendo hacia un serio problema. Edward sacudió la cabeza mientras se deslizaba a través del hueco que Sombra había cortado en la cerca.
Los nuevos miembros del equipo se habían reído al oír el nombre que Sombra había elegido como alias, pero este les había silenciado con su inquietante capacidad para moverse a voluntad y hacerse invisible para cualquiera que no quisiera que le viera.
Quil y Riley se reunieron con Edward en una de las entradas traseras que, sabían, conducían a una zona que había sido antes la de la cocina. La antigua lavandería estaba a su lado, pero no tenía salida al exterior y necesitaban entrar en aquella habitación. Mike había sonreído cuando Alec les había enviado los planos originales, además de los actualizados, y, cuando había señalado los múltiples conductos que bajaban a la lavandería, todos ellos procedentes de habitaciones de los pisos superiores, los demás habían comprendido por qué.
El resto de los miembros del equipo fue llegando desde diferentes direcciones, pero el objetivo común era llegar a la habitación en la que estaban los conductos de la lavandería. Alec había deducido que las únicas habitaciones posibles en las que podía estar Bella eran dos habitaciones sin ventanas situadas justo en el centro de aquel edificio de forma rectangular. Se podía acceder a ellas a través de los conductos.
Edward, Riley y Quil fueron los últimos en llegar al punto de encuentro.
Caballero les miró aliviado.
—Necesitamos movernos rápido —susurró Liam—. Tenemos a tres vigilantes moviéndose hacia aquí a paso rápido.
Riley se volvió hacia Eric.
—Habla con Tayler y dile que desplace la furgoneta hacia el cuadrante sur, donde está cortada la cerca. No lo verán si permanece entre los árboles y hay una pista transitable que conduce desde allí hasta la autopista, de modo que podremos ahorrar mucho tiempo en cuanto tengamos a Bella.
Los demás asintieron mostrando su acuerdo. Se colocaron las armas de manera que no hicieran ruido mientras subían por los dos conductos, pero fuera fácil alcanzarlas en el caso de que hubieran elegido mal y les sorprendiera un encuentro inesperado.
Una vez en la antigua lavandería, Edward utilizó las palmas de las manos para ascender y darse impulso apoyándose contra las paredes del estrecho conducto. Repitió la operación varias veces hasta llegar a la trampilla por la que accederían a la habitación. Alzó la mano para que los hombres que iban tras él se detuvieran y les hizo la señal convenida para prepararse para el acceso. Contó con los dedos y cuando llegó a tres, reventó los tablones que cerraban el acceso a la trampilla y se lanzó rodando al tiempo que sacaba la pistola y escrutaba la habitación con la mirada, buscando un posible objetivo.
Cuando posó por fin los ojos en una persona tumbada en posición fetal a varios metros de distancia el corazón estuvo a punto de salírsele del pecho.
¡Bella!
—Cubranme —les susurró a los otros mientras se levantaba y corría hacia ella.
Sacó el cuchillo a toda velocidad para cortar las cuerdas con las que le habían atado las manos y los pies.
Le hervía la sangre en las venas mientras quitaba la tensa cuerda y descubría unos círculos en carne viva alrededor de sus muñecas y tobillos. Tiró de Bella hacia sus brazos y la estrechó con fuerza contra su pecho. Después, la apartó para buscar otras posibles heridas, ignorando que Bella le estaba mirando boquiabierta y con los ojos abiertos como platos por la sorpresa.
Tenía el pelo enmarañado y al fijarse en el moratón oscuro de la mejilla y la sangre seca en el lugar de la herida, la furia de Edward fue tal que se le inflaron las aletas de la nariz. Pero, Dios, al menos estaba viva. Sí, estaba allí, estaba viva y la tenía entre sus brazos.
Por primera vez desde que se había despertado solo en la cama y había descubierto su ausencia, se sintió relajarse y pudo, por fin, respirar sin que eso le supusiera un gran esfuerzo.
Bella curvó los labios en un sorprendido «¡oh!» y su mirada pasó del impacto a la perplejidad.
—¿Qué estás haciendo aquí? —susurró.
Pero parte del asombro desapareció y su tono de su voz se hizo más imperioso al ver a los otros miembros de WSS entrando en la habitación.
—¡No puedes estar aquí! —exclamó nerviosa—. ¡Dios mío, los matarán!
¡Tienen que marcharse! ¡Deprisa! Te lo suplico, Edward, ¡vete!
Se retorció las manos, llamando así la atención sobre su piel desgarrada. Todos y cada uno de los hombres que había en la habitación fijaron la mirada en su rostro y en las marcas que le habían dejado en brazos y piernas. Sus expresiones se tornaron asesinas y el hecho de que Bella les suplicara que se marcharan pareció enfurecerlos todavía más.
—Si crees que vamos a irnos sin ti es que estás loca —le espetó Edward mientras la empujaba, pese a su resistencia, hacia el conducto de la lavandería.
Bella le dirigió a Riley una mirada suplicante.
—Los buscarán y los encontrarán —le advirtió con la voz entrecortada.
—Mejor —respondió Riley violentamente—. Estoy deseándolo.
—Desde luego —gruñó Liam.
Bella se les quedó mirando con incredulidad y dejó caer los hombros con un gesto de derrota.
—No vamos a dejar a nadie atrás —le explicó Sombra, agarrándola por la cintura para darle un abrazo—. Así es como funcionamos nosotros. Y ahora ven antes de que nos descubran.
Rígida por el miedo, miró frenética y temerosa hacia la puerta de la habitación. Se alzó una oleada de maldiciones, los hombres estaban cada vez de peor humor. Casi gruñían, furiosos no solo por el hecho de que Bella estuviera tan asustada y no tuvieran manera de saber lo que había tenido que aguantar después de que Victoria hubiera interrumpido la conexión con ella. Saber lo que le habían hecho durante el escaso período de tiempo en el que Victoria había sido capaz de ponerse en contacto con ella les resultaba insoportable.
Pero también les irritaba que, incluso en aquel momento, les estuviera suplicando que se marcharan y se salvaran, como si fueran un puñado de cobardes que pudieran abandonar a una mujer incapaz de defenderse, entregándola a una vida de dolor y degradación.
La rodearon, formando un círculo impenetrable para protegerla.
Cuando Bella desvió la mirada de la puerta y vio lo que habían hecho, le brillaron los ojos, se le enrojecieron los párpados y sorbió en silencio.
—Ya es hora de irse —dijo Riley secamente—. Talyer está en su posición. Tenemos cinco minutos para llegar al punto de encuentro.
Así que cargamos y nos vamos.
Incapaz de permanecer sin hacer nada mientras Bella les decía que se marcharan para que así pudieran salvarse y que la dejaran en aquel agujero abandonado de la mano de Dios, Edward la levantó en brazos y corrió hacia el conducto.
Sombra se le adelantó.
—Yo iré primero para poder agarrarla cuando lleguemos abajo y para asegurarme de que no hay nadie esperándonos.
—Yo te seguiré —se ofreció Riley sombrío—. Si oyes cualquier cosa que no sea mi aviso de que pueden salir con Bella, busca otra salida inmediatamente.
Sin esperar ni un segundo más, Sombra metió los pies por la trampilla y deslizó su cuerpo enorme a través de aquella estrecha puerta sin vacilar. Edward llevó a Bella hasta allí y la hizo volverse para que metiera primero las piernas.
Bella le agarró con fuerza, cerró los dedos alrededor de su camisa y buscó desesperada su mirada.
—¿Adónde lleva esto?
—Es uno de los conductos de la lavandería y no tienes que preocuparte. Sombra y Riley te agarrarán abajo. No permitirán que te ocurra nada. Y yo iré justo detrás de ti, te lo juro.
Ella le soltó reluctante, pero las manos le temblaban mientras descendía unos centímetros más.
—Utiliza las manos para controlar el descenso —le aconsejó Edward en tono tranquilizador—. Presiónalas contra los laterales y ve bajando lentamente.
Bella miró con tristeza a los hombres que estaban detrás de Edward, todos ellos en alerta, con las pistolas en posición de en guardia, apuntando hacia la puerta y pendientes de cualquier sonido procedente del pasillo.
—Lo siento —les dijo con voz atragantada—. No deberían haber venido.
Mientras los demás expresaban con gruñidos su desacuerdo e Edward sentía que la tensión le subía de tal manera que estaba a punto de explotar, Bella se dejó caer y desapareció de su vista. Edward avanzó hasta el borde de la trampilla con los oídos alerta, pendiente de cualquier sonido.
—Ya la tengo —le dijo Sombra con voz queda—. Vamos contrarreloj.
Uno a uno, los hombres fueron descendiendo precipitadamente por el conducto y entrando en la lavandería, una estancia mohosa y abandonada cuya antigüedad se hacía evidente en la falta del yeso de las paredes y las grietas del suelo y el techo.
—¿Cada cuanto pasan a vigilarte? —le preguntó Riley a Bella con delicadeza mientras se dirigían todos hacia la cocina por la que habían conseguido acceder al interior del edificio.
—Me han dejado sola después de la primera vez que… —se interrumpió y se sonrojó avergonzada.
Los demás se miraron sombríos. Sabían a qué se refería y, a pesar de lo furioso que estaba Edward con el hijo de perra que le había puesto a Bella las manos encima, fue un alivio saber que desde entonces nadie había vuelto a molestarla.
—Me han atado y me han dejado en el suelo —dijo, alzando la barbilla y con un brillo desafiante en la mirada.
Era casi como si se estuviera reprendiendo por haberse avergonzado de algo sobre lo que no tenía ninguna clase de control. Ojalá pudiera hacerla entrar en razón también en otras cosas, pensó Edward.
—No creo que les preocupara que pudiera escaparme. Estaban ocupados planificando el traslado hacia una zona más segura.
Bajó de nuevo la cabeza, pero Edward vio la furia que ardía en aquellos ojos del color del hielo. Resultaba asombrosa aquella contradicción: fuego y hielo.
—No puede decirse que les haya supuesto un desafío. Jesus se ha reído de mí y me ha dicho que había sido tan fácil capturarme que les había resultado casi decepcionante. Después me ha dicho que era posible que hubiera sido capaz de escapar una vez de quienes me tenían bajo custodia, pero que iba a llevarme a un lugar en el que no volvería a ver nunca nada que no fueran las paredes de mi prisión. Y parecía resultarle muy divertido. Me ha dicho que podría incluso considerar la posibilidad de torturar a cualquiera que le desafiara y enviármelo para que pudiera contar con su compañía durante una temporada.
Bajó la voz hasta convertirla en un lloroso susurro.
—Pero también me ha dicho que no me permitiría curarles.
Planeaba vejarles en mi presencia, dándoles a conocer mi don para que supieran que tenían la curación y la vida a solo unos centímetros de distancia. Quería que les viera morir porque sabía lo que eso significaría para una persona como yo.
Se estremeció e Edward le pasó el brazo por los hombros para reconfortarla.
Caballero inclinó la cabeza hacia delante y miró hacia el pasillo en ambas direcciones con intención de dirigirse a la cocina, su objetivo.
Le hizo un gesto a Edward con la cabeza y urgió a Bella a avanzar, deseando salir cuanto antes de aquel lugar.
Y justo en el momento en el que Bella y él estaban a punto de salir al pasillo, donde serían visibles para todo el mundo, Edward sintió un escalofrío de aprensión descendiendo por su espalda. Sin confirmar siquiera lo que le decía su intuición, empujó a Bella hacia atrás y se colocó delante de ella. Bella se tambaleó, pero Sombra la sostuvo contra él y le tapó rápidamente la boca con la mano para silenciarla.
El resto de los hombres del grupo se apartaron de la puerta y se apoyaron contra la pared para que no pudieran verlos. Solo les descubrirían si la persona que estaba cruzando a paso veloz el pasillo decidía entrar en la lavandería.
Mierda. Edward esperaba que los demás hubieran salido ya de la cocina y estuvieran esperando fuera porque, en caso contrario, la habrían fastidiado. Edward observó la silueta de un hombre alto pasando por la lavandería y deteniéndose en la puerta de la cocina.
El hombre miró hacia el interior de la cocina y soltó un gruñido.
Después, miro el reloj y maldijo de nuevo antes de acercarse un radiotransmisor a un lado de la cabeza.
—¿Cuándo demonios piensa ponerse Chopper a cocinar algo?
—No va a cocinar, idiota —se oyó la réplica acompañada del sonido de la estática por el radiotransmisor.
—¿Y por qué no? Me muero de hambre y estoy seguro de que los demás también.
—A lo mejor deberías preocuparte de hacer lo que te han dicho y cumplir órdenes en vez de estar pensando en la próxima vez que vas a tener oportunidad de seguir engordando tu grasiento trasero —respondió una voz sedosa y burlona.
Bella se quedó rígida y se llevó la mano a la boca como si fuera a vomitar. Tenía la mirada triste y se mordió el puño justo antes de que una náusea sacudiera su cuerpo.
Sombra la rodeó con el brazo para ofrecerle apoyo y después, con mucha delicadeza, le sacó el puño de la boca y frotó las marcas que habían dejado los dientes.
—Creo que esas manos ya han sufrido suficiente —le susurró al oído—. Ese hombre no puede hacerte daño, Bella. Jamás lo permitiríamos.
Bella le miró a los ojos. Su tristeza era tan intensa que a Edward se le encogieron las entrañas.
—¿Qué te ocurre? —preguntó Sombra, frunciendo el ceño ante lo extremo de su reacción.
—Le matará —dijo ella, sin poder apenas articular palabra.
Volvió a revolvérsele el estómago, pero en aquella ocasión se dominó y apretó los puños a ambos lados de su cuerpo.
—Tenemos que darnos prisas. Esa es una de las personas de las que les he hablado. Uno de los hombres a los que piensa torturar por haberle desafiado. Después le llevará a mi lado como me ha prometido y para que muera ante mis ojos.
Las lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas y todos se miraron estupefactos. Había demasiada convicción en sus palabras para estar hablando de algo que ni siquiera había sucedido.
Un ruido en el pasillo desvió la atención de Edward, que se concentró en el hombre que había pasado por allí unos segundos antes. Otros dos hombres le flanqueaban y el que antes se estaba quejando de hambre estaba suplicando y blanco como una sábana.
¡Dios! ¿Qué demonios estaba pasando? Le dirigió a Bella una mirada penetrante, consciente de que habían pasado muchas más cosas de las que Victoria había visto y de las que habían asumido cuando Bella les había dicho que nadie había vuelto a por ella.
—¡Tenemos que salir ya! —susurró Bella con urgencia—. Solo disponemos de unos minutos antes de que se den cuenta de que no estoy.
La bilis le subía a Edward a la garganta y Sombra no parecía encontrarse mejor tras haber comprendido lo que estaba pasando.
En cuanto el pasillo quedó despejado, Edward tiró de Bella hacia él y le agarró la mano. Sombra se colocó al otro lado mientras los demás se situaban delante y detrás de Edward, Bella y Sombra.
Corrieron hasta la cocina y salieron por la puerta de atrás, sabiendo que si aquella salida se hubiera visto comprometida Riley les habría alertado. Este último alzó la mirada aliviado al verles adentrarse en la noche desde su posición de vigía. Los demás estaban en idéntica posición de guardia, pero al verles se volvieron todos hacia la zona de la cerca por la que habían entrado.
—¡Tenemos que largarnos cuanto antes! —le gritó Edward a Riley.
Optando por la velocidad frente al sigilo, comenzaron todos a correr mientras Edward levantaba a Bella , se la colocaba al hombro como si fuera un bombero y comenzaba a correr manteniendo el ritmo de los otros mientras soportaba el ligero peso de la joven.
—¿Qué demonios le ha hecho ese loco? —le susurró Sombra, que corría a su lado.
Edward cerró los ojos y contestó con voz también queda para asegurarse de que Bella no le oyera.
—Creo que es bastante evidente y no quiero hacérselo revivir ahora.
Cuando me he dado cuenta de lo que ha pasado, a mí mismo me han entrado ganas de vomitar. Dios mío, Sombra, ¿has visto sus ojos?
Las facciones y los ojos de Sombra se tornaron glaciales.
—Voy a encontrar a ese canalla aunque sea lo último que haga en mi vida. Al oír la queda expresión de Sombra, a Edward le saltaron las alarmas.
—Necesito que te quedes conmigo, Sombra. No vas a ir a buscar a Jaysus. Él vendrá a por nosotros y voy a necesitar toda la ayuda que pueda reunir para proteger a Bella.
Sombra le dirigió a Bella una mirada fugaz. Esta iba apoyada sobre el pecho de Edward, que la sostenía con extremo cuidado para que rebotara lo menos posible mientras recorrían la distancia que separaba el lugar en el que la habían hecho prisionera del lugar en el que Tayler estaba esperando para llevarles a un lugar seguro.
—La mía ya la tienes —contestó Sombra en una queda promesa.
