Aqui esta mi nueva adaptación espero les guste.

**Los personajes son de Stephenie Meyer al final les dicho el nombre del autor.


Capítulo Veinticuatro

Cuando Edward regresó al cuarto de estar, toda su actitud exigía respuestas, aunque no dijo una sola palabra. Tayler alzó la mirada hacia él y a Edward no le gustó lo que vio en sus ojos.

—Es comprensible que se haya derrumbado y haya entrado en estado de shock —dijo Tayler sombrío.

— Estaba cambiando de canales y disfrutando con todo lo que estaba descubriendo, sin sospechar en absoluto que una apisonadora salida de la nada estaba a punto de arrollarla.

—¿Qué se supone que significa eso? —exigió saber Edward,

—Lo más rápido y lo más fácil será que lo veas —dijo Tayler—. Ni siquiera estoy seguro de que pueda explicar todo este lio. Lo peor de toda esta historia es que ahora mismo no sé si es algo bueno o malo. Podría ser cualquiera de las dos cosas.

—O podría ser una maldita trampa —gruñó Liam.

—¡Por Dios! Déjense de especulaciones y pónganme esa maldita cosa.

Mientras estamos aquí discutiendo, hay una mujer en el dormitorio con tanto dolor y confusión en la mirada que se me pone un nudo en el estómago al verla y no puedo hacer nada hasta que no sepa qué demonios ha visto que le ha resultado tan traumático.

—No es muy largo —murmuró Tayler—. No tardarás en descubrir que su reacción está bastante justificada.

Ni siquiera habiendo sido testigo del ataque de nervios de Bella y después de haber oído las reacciones de los hombres que habían estado viendo la noticia mientras él se ocupaba de Bella estaba preparado para la escena que desveló el aparato de televisión que tenía frente a él. Jamás habría imaginado que podía suceder algo así y no tenía la menor idea de qué pensar o cómo sentirse al ser testigo de las súplicas de aquella mujer.

Recordó entonces a Bella diciendo «mamá» con la voz de una niña, como si hubiera reconocido a aquella mujer o tuviera un vago recuerdo de ella. Durante las breves conversaciones que habían mantenido respecto a su pasado no había hablado apenas de su madre. Tenía algunos recuerdos concretos de su padre, pero, cuando intentaba conjurar alguna imagen o algún recuerdo de su madre, parecía costarle.

¡Dios santo! No le extrañaba que se hubiera sentido tan perdida, tan confundía y perpleja. El cómo había llegado hasta aquella secta era una pregunta que había perseguido a Bella desde que había tenido edad suficiente para planteársela. ¿La habrían querido alguna vez? ¿Sus padres la querían? ¿La habrían secuestrado o la habrían entregado sus padres voluntariamente al cuidado de aquella secta y todavía estaban vivos?

Había conservado recuerdos felices de su padre hasta entonces y de pronto descubría que le habían matado cuando estaba intentando evitar su secuestro. No era extraño que estuviera desolada, pero, aun así, el saber que la habían querido debería proporcionarle algún consuelo. Sus últimas palabras antes de dejarse arrastrar por el sueño habían sido que la habían querido.

A Edward le entraban ganas de llorar por ella y, al mismo tiempo, quería respuestas. ¿Cómo encajaba su madre en aquella ecuación? La parte más recelosa de su personalidad consideraba que era demasiada coincidencia que hubiera aparecido en aquel momento suplicando información sobre su hija, justo cuando un poderoso narcotraficante estaba desesperado por convertirla en su más preciada posesión.

Pero también era cierto que la aparición de su madre y la consiguiente súplica podían estar vinculadas al hecho de que la secta hubiera ocupado los titulares de la prensa en todo el país ya que se había informado de aquella tragedia en todos los medios, locales y nacionales, por igual. Al menos superficialmente, la historia parecía bastante verosímil, pero… ¡mierda! ¿Qué se suponía que tenía que hacer? ¿Prohibir que Bella se reuniera con su madre porque el momento en el que había aparecido era sospechoso y su maldito trabajo consistía en sospechar de cualquiera que intentara acercarse a ella?

Diablos. Ni siquiera sabía lo que sentía Bella al respecto. Había recibido un impacto que no habría esperado ni en un millón de años y había llegado justo después de haber soportado otros acontecimientos extremadamente estresantes en muy poco tiempo. ¿Hasta cuándo podría aguantar sin derrumbarse bajo el peso de aquellas tragedias que iban cayendo constantemente sobre ella?

La frustración se agitaba y bullía en su interior, amenazando con explotar.

Odiaba aquel sentimiento de indefensión. De no saber qué hacer para ofrecerle a Bella lo mejor. Para darle la clase de vida que se merecía, una familia que la amara.

—Esto es muy fuerte —susurró Sombra.

— ¿Qué demonios piensas hacer? Edward suspiró y se pasó la mano por la cara.

—Eso depende de lo que decida hacer Bella con la bomba que acaba de caerle. Nuestro trabajo consiste en asegurarnos de tenerlo todo bajo control y protegerla a toda costa. Antes de dejar que Bella albergue alguna esperanza, o de frustrársela, creo que sería una buena idea que lleváramos a cabo una investigación discreta sobre su madre y nos aseguráramos de que todo está en orden. Tenemos que ser extremadamente cuidadosos hasta que hayamos acabado con Jaysus para siempre.

No podemos presentar a Bella en público para que se reúna con sumadre. Eso podría terminar en un baño de sangre.

—Ahora mismo nos pondremos a ello —le aseguró Sombra—. Tú ocúpate de Bella, de averiguar cómo está llevando la noticia y qué pretende hacer con esa información.

Edward asintió con el pánico serpenteando en su estómago. Aquello no le hacía ninguna gracia y, menos aún, el momento en el que había sucedido, aunque pudiera ser razonable, teniendo en cuenta la cobertura que se le había dado a nivel nacional a aquella masacre.

Volvió al dormitorio a grandes zancadas y, cuando vio a Bella hecha un ovillo, el corazón se le encogió en el pecho. Estaba acurrucada en la cama, con los ojos cerrados, pero incluso dormida la perseguían las preocupaciones y las pesadillas.

Sin vacilar, Edward se deslizó a su lado, la abrazó y la acercó a su pecho para envolverla con su fuerza y su calor. Ella pareció relajarse un poco, como si le reconociera en sueños, exhaló un leve suspiro y se relajó de nuevo cuando volvió a reclamarla el sueño.

Edward no supo cuánto tiempo permaneció allí, abrazándola, pero él fue incapaz de dormir. Permaneció despierto, en guardia, para proteger a su precioso ángel. No cerraría los ojos ni sucumbiría al sueño por muy cansado que estuviera porque no podía arriesgarse a que Bella se despertara y él no se enterara.

Al cabo de lo que le pareció una eternidad, Bella comenzó a moverse otra vez. Dejó escapar un suave murmullo contra su cuello, un murmullo que sonó como un «papá». El corazón se le partió en dos. ¿Cuántas pérdidas más podría soportar cuando ya le habían arrebatado todo lo que tenía en el mundo en una ocasión?

Bella alzó la cabeza y se apartó para poder mirarle a los ojos.

—¿Edward?

—Sí, pequeña —respondió él, consolándola con una caricia en la mejilla.

—¿Es verdad? ¿Lo que he visto es verdad?

Edward resopló, desando poder darle una respuesta definitiva.

—Todavía no lo sé. Ahora mismo estamos comprobándolo y en cuanto averigüemos algo tú serás la primera en saberlo.

—No me acuerdo mucho de ella —dijo Bella preocupada—. ¿Se enfadará?

—No, cariño —se precipitó a contestar—. Solo eras una niña y desde entonces has sufrido mucho. Nadie puede esperar que recuerdes con claridad la vida que perdiste veinte años atrás.

Bella bajó la mirada un momento y jugueteó con su camisa.

—¿Qué te pasa, pequeña?

Bella volvió a mirarle con una capa de humedad cubriéndole los ojos.

Después, se humedeció los labios. Su inseguridad se evidenciaba en cada uno de sus gestos.

—¿Deberíamos ponernos en contacto con ella? —preguntó vacilante.

—¿Debería ponerme en contacto con ella?

—Esa es una decisión que solo puedes tomar tú, cariño.

—¿Es una estupidez que me dé miedo conocer a mi propia madre?

—Claro que no. Cariño, estaría más preocupado si no estuvieras nerviosa ante la perspectiva de conocerla. Pero escúchame, ¿de acuerdo? No tienes por qué tomar hoy una decisión. Ni mañana. Tómate todo el tiempo que quieras y, cuando creas que estás preparada, organizaremos algo, pero tiene que ser algo que para ti sea seguro, porque si no, no lo haremos.

Bella asintió y tragó saliva de forma visible.

—Quiero verla. Tengo que verla. Tengo algún vago recuerdo de una mujer que se parecía mucho a ella. Pero la mayoría de los recuerdos son de mi padre.

Los ojos se le llenaron de lágrimas que se deslizaron en un llanto silencioso por sus mejillas.

—Y ahora él está muerto —dijo con voz atragantada—. Durante muchos años, me aferré a la frágil esperanza de que, quizá, algún día, llegaría a verle otra vez.

Imaginaba que se acordaba de mí, que me echaba de menos y quería que regresara a casa. Pero le mataron. Dios mío, ¡les he salvado la vida a esos monstruos una y otra vez! Me alegro de que estén muertos —siseó, apretando la mandíbula con fuerza.

— Ojalá hubieran sufrido más.

Edward volvió a abrazarla y le frotó la espalda sin decir nada, haciendo lo único que podía hacer en un momento en el que ella estaba tan profundamente herida.

—Si quieres tener un encuentro con tu madre, podemos organizarlo, Bella.

Pero solo si es eso lo que quieres y después de que hayamos hecho algunas averiguaciones para asegurarnos de que es quien dice ser.

Bella asintió.

—Lo comprendo. Creo que es algo que tengo que hacer, aunque solo sea para tener por fin la certeza de que había personas fuera del culto que me querían.

La certeza de que tenía una familia, personas que lloraron mi ausencia después de que me encerraran. Siempre me he sentido muy sola en el mundo, como si no tuviera a nadie.

—Me tienes a mí —le aseguró Edward con fiereza—. Siempre me tendrás a mí.

Jamás volverás a estar sola. Jamás, Bella. ¿Comprendes lo que te estoy diciendo?

Bella le dirigió una sonrisa trémula, pero asintió y se inclinó después para rozar sus labios con los suyos.

—Lo sé —susurró—. Y gracias. Eso significa para mí mucho más de lo que llegarás a saber nunca.

—¿Sigues estando segura de que esto es lo que quieres? —le preguntó el.

Ella asintió lentamente.

—Tanto si quiero como si no, es lo que necesito hacer. Si de verdad quiero llegar a ser libre alguna vez, tengo que reconciliarme con esa parte de mi vida.

Edward la besó, fue un beso cálido, delicado y leve para no abrumarla en un momento en el que era tan vulnerable. Solo quería que recordara que estaba a su lado, que siempre lo estaría y que la amaba con todo su ser.

—Entonces iré a decírselo a los demás —le dijo después de separarse de ella—.

Una vez hayamos hecho todas las comprobaciones, organizaremos el encuentro en cuanto seamos capaces de idear un plan que no sea peligroso para ti.

—¿Vendrás conmigo? —le preguntó vacilante—. No quiero encontrarme con ella a solas.

Edward posó la mano en su mejilla y la miró a los ojos.

—Cariño, escúchame bien. Iré a donde tú vayas, siempre. Y eso es un hecho. No habrá un solo momento en el que no esté a tu lado, vayas a donde vayas. Si puedo evitarlo, jamás te perderé de vista.

Bella se relajó de manera visible y al menos parte de su desasosiego, de su inquietud, abandonó su rostro.

—Gracias —susurró—. Tengo miedo de encontrarme con ella y no sé por qué.

Estoy tan nerviosa que tengo ganas de vomitar. Pero el corazón me dice que es algo que tengo que hacer y si tú estás a mi lado soy capaz de hacer cualquier cosa.


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