Aqui esta mi nueva adaptación espero les guste.

**Los personajes son de Stephenie Meyer al final les dicho el nombre del autor


Capítulo Veintiocho

Bella se vio obligada a mantenerse en pie mientras iba arrastrándose poco a poco. La pistola no abandonaba en ningún momento algún órgano vital de su cuerpo.

Estaba violentamente estremecida por los recuerdos repentinamente recobrados y la maldad revelada por su madre. Le repugnaba algo tan perverso, no entendía cómo se las había arreglado aquella mujer para actuar con tal aparente sinceridad. Había engañado a todo el mundo, pero, sobre todo, a ella.

—No todos los días se tiene la oportunidad de vender a una niña mimada a cambio de una fortuna y yo, no solo he podido hacerlo una vez en mi vida, sino que lo he hecho dos —se regodeó su madre con desprecio.

— Cuando Aro aniquiló la secta, me localizó y me pidió que le ayudara a encontrarte. A cambio de dinero, claro —añadió, riendo para sí.

— ¡Ah, ahí está! —señaló.

La empujó entonces hacia un grupo de hombres que había aparecido desde detrás de unos árboles que separaban la zona comercial de un área residencial,

Aro era el hombre al que Bella conocía como Jesus, o Jaysus, como le llamaban los miembros de WSS para desinflar el ego de aquel hombre que se comparaba con el hijo de Dios.

Antes de que pudiera hacer o decir nada más, Jaysus sacó una pistola y le pegó dos tiros a su madre, dándole primero en el pecho y después justo en la cabeza. Ella cayó al suelo, con el jersey blanco tiñéndose de rojo por la sangre que brotaba de una herida enorme en el pecho. Bella cayó de rodillas, se tapó las orejas y cerró los ojos mientras un grito silencioso retumbaba una y otra vez en su mente.

Ella no era una sanadora que había sido dotada con el hermoso y milagroso don de salvar vidas. Era una mujer sucia, mancillada, portadora de muerte y de sangre, un hecho disimulado por una habilidad que, en principio, parecía ser algo bueno. Jamás debería haber huido del culto. Todas las personas inocentes que habían cometido el error de protegerla y habían sido bondadosas con ella habían terminado marcadas por la muerte. Ella no era más que una sentencia de muerte y la única culpable de todo lo que ocurría. Aquella era su penitencia por haber soñado con una vida mejor y haber deseado tantas cosas que le habían sido negadas.

—Levántate —ordenó Jaysus, agarrándola del brazo y tirando de ella para levantarla—. Me has costado demasiado tiempo, vamos ya con mucho retraso. Lo único que has conseguido ha sido acabar con todas y cada una de las personas a las que has intentado ayudar.

—¡Manos arriba, Jesus! Apártate de esa mujer o tú y todos tus hombres morirán.

Bella oyó la voz de Edward, pero estaba demasiado afectada como para calcular la distancia a la que se encontraba. En lo único en lo que podía pensar era en que su propia madre la había traicionado no una, sino dos veces. Su madre había matado a su padre, la única persona que la había querido cuando era niña. Y ahora iba a hacer que ella perdiera al único hombre que amaba a la mujer en la que se había convertido. Iba a perderlo todo y estaba sentenciada a vivir de nuevo en el infierno.

Bella se descubrió de pronto siendo arrastrada contra el musculoso cuerpo de Jesus, un cuerpo que apestaba a muerte. Para su horror, parecía estar buscando a alguien entre los agentes de WSS que andaban en su busca. Después, vio el brillo triunfal de su mirada mientras alzaba la pistola y comenzó a gritar y darle patadas, resistiéndose con todas sus fuerzas.

Jesus se limitó a apartarla de un golpe y a pedir a sus hombres que la sujetaran mientras él apuntaba y disparaba.

Un grito de horror se elevó en la distancia y de la garganta de Jasper escapó un rugido de tristeza y rabia.

¡No! ¡No! Bella giró, revolviéndose contra sus captores, y vio la barrera que se estaba formando alrededor de Alice. Pero ya era demasiado tarde. Estaba tumbada en el suelo sobre un charco de sangre.

Jasper buscó a Bella a través de aquel caótico tumulto, suplicándole con la mirada.

—Está embarazada —le dijo con la voz rota—. Acabamos de enterarnos. Por favor, ayúdala. Tienes que salvar a nuestro hijo.

Bella luchó contra el efecto de aquellas drogas que parecían haber paralizado el tiempo y el mundo que la rodeaba. Todo aquello parecía salido de una pesadilla y, por un momento, cerró los ojos y rezó para despertarse en los brazos de Edward, para oírle tranquilizarla y decirle que todo era un sueño. Que estaba a salvo. Pero, cuando volvió a abrirlos, comprendió que era real. Y que tenía que actuar rápido si quería salvar a Alice.

Edward hizo un gesto desesperado a sus hombres para que buscaran la mejor posición para enfrentarse a Jesus y a los suyos en cuanto vieran clara la posibilidad de disparar. Veía a Bella resistiéndose a los efectos de cualquiera que fuera la droga que aquella hija de perra le había dado en el restaurante. Pero él era el único culpable. Aquello no le había olido bien desde el primer momento, pero lo peor era que había perdido a Bella de vista, creyendo que, si él estaba fuera, era imposible que le ocurriera algo en los limitados confines del cuarto del baño. Se maldecía por no haber sido más observador. Por no haber insistido en cuidar él mismo de Bella.

Había decepcionado a Bella y a sus compañeros de equipo y jamás se lo perdonaría.

Aquel delincuente había hecho bien sus deberes sobre WSS y, en cuanto había tenido oportunidad, había abatido a la que representaba su mayor amenaza: Alice.

Edward observaba mientras sus hombres le informaban furiosos de que no había posibilidad de disparar y no podían empezar a cargarse a los hombres de Jesus porque Bella moriría.

Bella se enderezó en brazos de su captor y le dirigió a este una mirada de puro odio. Fue una mirada que le indicó a Edward que estaba a punto de actuar. Rezó en silencio para que no le siguiera provocando. Solo necesitaban tiempo. Un desliz y acabarían con aquel hijo de perra y eliminarían al resto de sus hombres.

—Déjame curarla —dijo Bella con frialdad.

Jesus soltó una carcajada.

—No estás en condiciones de pedir nada. Estoy dispuesto a acabar con todos ellos.

—Entonces perderás lo que más quieres: a mí —replicó ella, encogiéndose de hombros con indiferencia, como si no le importara.

Jesus tuvo un momento de confusión, pero terminó soltando una carcajada, aunque parecía nervioso y ya no tan confiado.

—Yo no pierdo, Bella. Nunca —replicó. La agarró del brazo y la sacudió como si fuera una muñeca de trapo.

— Sobre todo cuando me ha costado tanto conseguir lo que quiero.

Liam y Mike tuvieron que agarrar a Edward al verle a punto de perder el control y salir a por Bella.

—Te matarán —siseó Mike—. Intenta contenerte hasta que estemos en condiciones de actuar.

Edward odiaba saber que tenían razón, pero más todavía tener que ver a ese canalla agarrando a Bella.

Esta clavó su fría mirada en Jesus hasta hacerle terminar cerrando los ojos con expresión interrogante. En un tono quedo, pero cargado de advertencias, Bella dijo en voz suficientemente clara y alta como para que todo el mundo pudiera oírla:

—Nada de lo que puedas hacerme me obligará a trabajar para ti. Dejaré morir a todas y cada una de las personas que me traigas para salvarlas de la muerte, y eso te incluye a ti.

—Eso dices ahora, pero para cuando haya acabado contigo estarás diciendo algo muy diferente —replicó él en tono amenazador.

Pero ella no reaccionó a su amenaza y continuó mirándole sin dejarse amedrantar, manteniendo la voz y la postura serenas.

—Los golpes, la tortura, los lavados de cerebro… todo lo que me hicieron mientras estaba prisionera funcionó porque no conocía el mundo de fuera y sabía que tenía que aguantar y seguirles el juego hasta que tuviera la oportunidad de escapar. Si mueren Alice y su hijo, Edward y todos los demás, no tendré ningún motivo para seguir viviendo. Te habrás llevado lo que más me importa, lo único que de verdad aprecio de este asqueroso mundo, así que me da igual lo que puedas hacerme.

Jamás cederé —le prometió con una voz tan fría y desafiante que el narcotraficante pareció ponerse realmente nervioso.

Y dejó a Edward helado hasta la médula, porque sabía que estaba dispuesta a cumplir todas y cada una de sus amenazas. Sabía que desafiaría a Jesus hasta su último aliento. Jamás en su vida había estado tan asustado. Jamás se había sentido tan inseguro, tan impotente e incapaz de salvar a una mujer a la que adoraba por encima de toda medida.

—¿Entonces qué me propones? —preguntó Jesus, arqueando una ceja.

—Un intercambio —contestó—. Tú me dejas sanar a Alice y permites que se vaya todo el mundo sin que haya mayores incidentes. A cambio, me iré contigo y haré todo lo que quieras. Siempre tendrás poder sobre mí porque estoy dispuesta a hacer cualquier cosa para mantenerlos a todos vivos, para mantener a Edward vivo.

—¡Maldita sea, Bella! ¡No! —gritó Edward con voz ronca—. ¡No vas a ir a ninguna parte con ese hijo de perra!

Ella buscó a Edward en la distancia y sus ojos se llenaron al instante de amor, de un inmenso amor.

—Soy yo la que tiene que tomar una decisión y he decidido salvar a Alice, a su hijo y a todos los demás. Son lo mejor de mi vida. Lo único que necesito y necesitaré es saber que estan vivos. Podré sobrevivir a cualquier cosa siempre y cuando sepa que estan a salvo.

Desvió después la mirada hacia el narcotraficante y entrecerró los ojos en señal de advertencia.

—No se te ocurra intentar engañarme, porque, si en algún momento pienso que has incumplido tu palabra, dejaré que mueran tú y todos los demás sin ningún tipo de arrepentimiento, aunque ello implique mi propia muerte.

Apareció una sombra de respeto en la mirada de Jesus, pero también cierta suficiencia, como si pensara que seguía teniendo la sartén por el mango. Era un estúpido.

Bella estaba siendo absolutamente sincera respecto a lo que sentía: no tenía nada que perder si le arrebataban lo que más quería. Edward lo sabía porque si la perdía no habría fuerza alguna sobre la tierra capaz de impedirle vengarla, aunque ello le costara la vida.

Porque sin ella no tenía vida. No tendría ninguna razón para vivir. Ninguna de las razones por las que había trabajado y se había entregado con pasión a su labor en WSS le sostendría si perdía a la persona que más le importaba en el mundo. Al igual que Jasper, que estaba roto, arrodillado sobre Alice, y nunca sobreviviría si perdía a su esposa y a su hijo. Por mucho que odiara que Bella hubiera pactado con aquel asesino que le permitiera salvar a Alice y darles a ella y a su hijo una oportunidad, sabía que si estuviera en el lugar de Jasper él también suplicaría y daría cualquier cosa, prometería lo que hiciera falta al diablo en persona para asegurar la supervivencia y de su esposa y de su hijo.

Al final Jesus asintió.

—Muy bien. Llegaremos a un acuerdo. Puedes curar a esa mujer, pero no del todo —le dijo en tono de advertencia—. No quiero que se recupere hasta el punto de poder utilizar sus poderes contra mí, y soy muy consciente de su capacidad, así que no intentes engañarme minimizando su poder.

Edward miró a James, dirigiéndole una mirada de advertencia. Era evidente que Jesus había estudiado a fondo WSS y sabía de los poderes de Alice, pero ni siquiera había mirado a Victoria ni había pronunciado su nombre. Cuando sus miradas se encontraron, James asintió, haciéndole ver que le entendía, apartó a Victoria para que Jesus no pudiera verla y fue retirándose mientras la atención seguía centrada en Bella y en Alice.

Sí, probablemente, Alice fuera el arma más poderosa de su arsenal, pero solo en lo relativo a la fuerza bruta. Victoria era igualmente poderosa y valiosa y si, Dios no lo quisiera, aquello terminaba saliendo tal y como Bella pretendía y no podían impedir que Jesus escapara y se la llevara, necesitarían a Victoria para localizarla.

Bella miró hacia Bree, situada detrás de Diego, que hacía de barrera entre ella y el peligro, arriesgando su cuerpo por ella.

—Bree—gritó Bella en voz suficientemente alta como para silenciar a los demás, que la miraron con renovada curiosidad.

Algunos de los hombres de Jesus sacudieron la cabeza y musitaron que Bella estaba chiflada. Que era una aliada del demonio y terminaría llevándoles a la muerte.

Aquello enfureció a Jesus, que gritó para obligarles a cerrar la boca.

Pero los hombres de Jesus tenían razón, aunque no sería Bella la que les llevara la muerte y desatara un infierno sobre sus cabezas. Serían Edward y sus hombres los encargados de aquella misión que se convertiría en la más satisfactoria de toda su vida.

—¿Está diciendo la verdad? —le preguntó Bella a Bree en tono solemne.

Bree miró detenidamente por encima del hombro de Diego y, pese a sus protestas, dio un paso a un lado con el que estuvo a punto de hacerle perder el control. Pero Bree había decidido que, si Bella estaba dispuesta a arriesgar tanto para salvar a Alice, no sería ella la única que lo hiciera.

Bree asintió reluctante y fijó la mirada en el narcotraficante con una mezcla de miedo y repugnancia.

—Está diciendo la verdad.

Jesus estaba visiblemente confundido mientras miraba alternativamente a las dos mujeres. Después frunció el ceño, arrugando la frente, y clavó la mirada en

Bree como si por fin estuviera siendo consciente de su capacidad.

—Si estás pensando en cambiar el trato en algún sentido, te aconsejo que no lo hagas —dijo Bella con voz glacial—. Si no cumples con tu palabra, tampoco lo haré yo.

—¿Y cómo puedo saber que me estás diciendo la verdad? —le preguntó él en tono burlón.

Bella señaló con la cabeza hacia Bree.

—Pregúntaselo a ella —respondió desafiante.

Jesus soltó un bufido burlón.

—¡Ah! Y supongo que tengo que creerme que sabe leer el pensamiento.

Bree adoptó una expresión de repugnancia y comenzó a recitar con gran detalle y precisión lo que Jesus estaba pensando en aquel momento. Y lo que Jesus estaba pensando era que cómo habían permitido salirse con la suya hasta ese punto a un puñado de mujeres arrogantes que ni siquiera sabían lo que era un hombre de verdad, sobre todo en lo que se refería a su insolencia con los hombres que tenían poder sobre ellas, y que un auténtico hombre como él debería ponerlas en su lugar.

Bree pareció a punto de vomitar cuando añadió que no había nada que deseara más que darles tal repaso que, para cuando hubiera acabado, tuvieran bien claro quién era su dueño y señor.

Jesus abrió los ojos como platos, pero pareció divertido y en absoluto arrepentido de que se hubieran hecho públicos sus pensamientos. Esbozó una sonrisa de suficiencia, como si quisiera decirle a Bree que, por supuesto, también ella estaba incluida en su lasciva fantasía. Alzó entonces la mano.

—¡Vale, vale! Entonces dime, ¿Bella está diciendo la verdad? ¿Si cumplo con mi parte del trato, le permito curar a esa mujer y los dejo libres y sin daños a todos los demás, se vendrá conmigo sin oponer ningún tipo de resistencia y hará todo lo que le pida?

A Bree se le llenaron los ojos de lágrimas, lo que debería haber sido suficiente respuesta, pero volvió a asentir y dijo con la voz atragantada:

—Sí, jamás incumplirá su palabra siempre y cuando no le des motivos para hacerlo rompiendo la tuya.

—Muy bien —dijo Jesus con ufana satisfacción.

Empujó a Bella hacia Alice. Tanto sus hombres como él apuntaron en su dirección y la tensión se disparó en el ambiente.

—Hazlo rápido —le gritó.

Bella pasó tambaleante por delante del cadáver de su madre con el semblante blanco. Cerró los ojos, cuadró los hombros y continuó avanzando a pesar del dolor que ardía en su mirada. El dolor y los efectos de una traición que repugnaba a Edward. Una traición en la que él también había participado porque no había sido capaz de cumplir la promesa que le había hecho a Bella.

—Que todo el mundo se aleje de la mujer excepto Bella —ordenó Jesus.

—En cuanto alguien haga un movimiento que no me guste abriré fuego y mataré hasta el último de sus hombres.

Bella buscó a Edward en la distancia y le miró a los ojos.

—Te amo —le dijo moviendo los labios.

Antes de que él pudiera responder, se volvió y vio a Jasper, que estaba siendo obligado por sus propios hombres a apartarse del lado de Alice y estaba resistiéndose con todas sus fuerzas.

—Jasper —le llamó Bella con suavidad.

Jasper se detuvo al instante y se volvió hacia ella con los ojos brillantes por las lágrimas y el rostro convertido en la viva imagen de la devastación.

—Les salvaré a ella y a su hijo. Por favor, confía en mí. Haré lo suficiente como para que cuando les lleves al hospital los dos consigan salvarse, te lo juro por mi vida.

—Confío en ti con todo lo que soy, todo lo que tengo y lo que tendré a lo largo de mi vida —respondió Jasper con la voz rota por el dolor—. Por favor, sálvala, Bella.

Nunca sabrás lo que significa para mí tu sacrificio. Jamás. Estoy contrayendo una deuda que jamás podré saldar. Pero te aseguro que haré todo lo posible para intentarlo.

Bella se arrodilló al lado de Alice, le tomó las manos y le habló con suavidad para determinar si estaba o no consciente. Alice abrió los párpados con un débil movimiento y miró hacia Bella con los ojos llenos de dolor y de lágrimas.

—Tienes que salvar a mi bebé —susurró Alice—. Me ha disparado en el vientre. Tengo miedo de haber perdido a mi hijo.

—No renuncies a la esperanza —le pidió Bella—. Necesito que permanezcas quieta e intentes creer, conservar la fe y no renunciar, Alice. No puedes rendirte. Necesito que me ayudes a hacerlo.

Sin retrasarlo ni un segundo más, Bella posó las manos sobre su vientre. La sangre cubrió los dedos y las palmas de sus manos y cerró los ojos, invocando aquel don que en otras ocasiones le había parecido una maldición. Pero en aquel momento lo abrazó como lo que era. Un milagro. Una dulce gracia divina. Sintió la luz que irradiaba en el vientre destrozado de Alice y acunó con delicadeza la pequeña vida que albergaba, recubriéndola de la luz más radiante, cálida y resplandeciente que jamás había conjurado.

Edward y los demás observaban atónitos mientras la luz iluminaba a Bella, dándole el aspecto del ángel que el propio Edward había decidido que era la primera vez que había utilizado su resplandeciente bondad y su luz para salvarle.

Incluso Jesus observaba la curación con asombro, como si en el fondo no hubiera estado convencido de que Bella fuera todo lo que de ella se decía.

El cuerpo entero de Alice apareció envuelto en aquella luz dorada, se elevó y permaneció flotando a unos quince centímetros del suelo en el que estaba tumbada hasta solo unos segundos antes.

Bella comenzó a cantar una delicada nana y fue obvio que estaba reteniendo a aquella diminuta forma de vida, negándose a dejarla marchar. Las conmovedoras notas de la nana se elevaron en el aire y fluyeron en la distancia hasta que no hubo ni una sola persona de las allí presentes a la que no afectara el extraordinario acontecimiento que estaba teniendo lugar ante sus ojos.

—Sé fuerte, bebé —arrulló Bella al futuro bebé—. Dios está contigo. Eres su hijo y él siempre te ofrecerá su misericordia y su gracia. Tienes que luchar como está luchando tu madre y aferrarte a la luz de su vientre. No te apartes de la luz hasta que llegue el momento en el que seas invitado a abandonarla.

Tú eres su elegido —susurró, y continuó cantando aquella dulce nana.

Cerró después los ojos y se inclinó sobre Alice que, poco a poco, descendió de nuevo hasta al suelo. Era obvio que había terminado, pero estaba tan cansada por aquella sesión que continuó tumbada sobre Alice como si la estuviera protegiendo y estuviera todavía demasiado exhausta como para moverse.

Jasper corrió hacia allí justo en el momento en el que Alice estaba abriendo los ojos.

—¿Alice? —le preguntó vacilante.

Alice tenía los ojos llenos de lágrimas.

—No sé lo que ha hecho, pero nos ha salvado a los dos y he sentido la presencia de nuestro hijo. Ha sido algo muy intenso. Lo más hermoso que he sentido en toda mi vida. En ese momento he sabido que todo iba a salir bien. Por favor, Jasper tienes que encontrar la manera de protegerla. No puedes permitir que este monstruo se la lleve. No podría soportar que se la llevaran a cambio de mi vida y la de mi hijo.

Bella se incorporó lo suficiente como para alzar la cabeza, aunque era obvio que apenas le quedaban fuerzas.

—Tienes que llevarla al hospital para que la pongan bajo control —dijo Bella con voz débil.

— He hecho todo lo que he podido para satisfacer las demandas de Jesus.

Su hijo está bien y pronto lo estará también Alice. Te lo juro por mi vida.

—Gracias —musitó Jasper con voz atragantada.

Bella alzó la mirada hacia los demás con las lágrimas deslizándose por sus mejillas.

—Lo siento —susurró.

Después, su mirada se cruzó con la de Edward y este estuvo a punto de caer de rodillas, porque la expresión de Bella era la de una adiós.

—Siempre te querré —le dijo en voz baja—. Eres la razón por la que puedo soportarlo todo. Por la que podré continuar viviendo.

Entonces apareció Jesus a su lado y Edward deseó acabar con él y con todos los subalternos que conformaban su maléfico ejército, pero no estaban en condiciones de ganarles y lo sabía. El único as que tenían en la manga era Victoria y, si hacían cualquiera cosa por mostrarlo en aquel momento, Bella moriría, morirían todos y no habría servido de nada.

—Conmovedor. Creo que hasta a mí me han entrado ganas de llorar —se mofó Jesus—. Ahora, lárguense—ordenó, blandiendo su pistola mientras sus hombres se reagrupaban para reforzar la amenaza.

A Edward y a los demás no les quedó más remedio que retroceder mientras Jasper levantaba a Alice en brazos y corría hacia la ambulancia que ya les estaba esperando.

—Creo que he mantenido mi compromiso hasta el final —se burló Jesus mirando a Bella.

Esta asintió con cansancio.

—Sí, ahora me corresponde a mí cumplir con el mío.

Jesus se volvió, con sus hombres mirando todavía a Edward y al resto de los miembros de WSS, se echó a Bella al hombro y avanzó a grandes zancadas hacia un helicóptero que estaba esperando para llevárselos.

Edward se volvió mientras los hombres de Jesus comenzaban a dispersarse y a escapar y miró a Victoria desesperado.

—¡Victoria! —gritó.

— Dios mío, Victoria, tienes que hacer algo. ¿No puedes tocar algo de Bella para que sepamos dónde podemos ir a buscarla? Tengo el jersey que llevaba en el restaurante y que dejó en la silla cuando fue al cuarto de baño.

James ni siquiera protestó. Sabía que todos habían contraído con Bella una deuda que jamás podrían saldar. Miró ansioso a su esposa, en busca de respuesta, pero esta tenía una expresión de absoluta desolación mientras las lágrimas se deslizaban por sus mejillas.

—Todavía no puedo utilizar mis poderes —le explicó con urgencia, como si estuviera intentando hacérselo comprender—. Lo único que podría saber es lo que está pasando aquí y ahora y todos sabemos dónde están. Están en un helicóptero. No puedo predecir el futuro y si intento utilizar ahora mis poderes, estaría demasiado exhausta para poder utilizarlos más adelante, cuando de verdad puedan servirnos de algo y pueda averiguar dónde la tiene.

Edward perdió por completo el control. Sus hombres intentaron sujetarle, calmarle, pero estaba enloquecido, sin nada a lo que aferrarse y sin manera alguna de encontrar a una mujer que para él significaba más que su propia vida. Tener que esperar solo Dios sabía cuánto tiempo mientras Bella sufría un infierno hasta que pudieran localizarla y organizar la operación rescate cuando quizá ya fuera demasiado tarde era más de lo que podía soportar.


GRACIAS POR SUS REVIEWS

CHICAS LES TENGO ESTAS HISTORIAS CUAL LES GUSTARIA QUE HICIERA PRIMERO

Moments

Un encuentro casual…

La vida no resultó de la forma en que había esperado. Quedé embarazada a los catorce. En el mismo año, mi madre fue diagnosticada con esclerosis múltiple. Papá nos abandonó y mi vida de repente comenzó a salirse de control. Tengo veintiún años ahora, voy a la universidad, trabajo duro, intentando hacer algo de mí misma. No se suponía que estuviera en ese bar burlesque en el día de San Valentín. No se suponía que conociera a Edward Masen, pero lo hice. Y ahora nada volverá a ser lo mismo.

Amor nacido del dolor…

Soy un marine retirado, un luchador de MMA y cuando era más joven me sucedió algo terrible.

La vida es dura y estoy tan cansado de fingir que no lo es. Estoy en un bar burlesque, ahogando mis penas, intentando callar los demonios respirando en mi cuello que siempre me recuerdan que no soy lo suficientemente bueno. Entonces veo a Isabella Swan y algo dentro de mí —algo que hace mucho había pensado muerto—, vuelve a la vida. Me pregunto… ¿puede ella salvarme? Espero que pueda, porque no creo que pueda salvarme a mí mismo.

From Here To You

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Al momento en el que Edward entra al hotel, Isabella sabe que es peligroso. No hay forma de que quiera involucrarse con otro hombre que parece guardar demasiados secretos. Tan encantador y devastadoramente hermoso como es Edward, claramente, no le ha contado todo. Pero a medida que los incendios forestales azotan la montaña y el exprometido de Isabella muestra que no está dispuesto a dejarla ir; pronto, tanto ella como Edward, descubrirán que lo que no sabes te puede hacer mucho daño.

Mas fuerte que el deseo

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PERDIDA

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Cuando Edward y Emmett logran rescatarla, ambos descubren una innegable atracción hacia la asustada pero decidida mujer y cuando la misión se vuelve mortal y encuentran imposible identificar al amigo del enemigo Edward, Emmett y Bella descubren que tienen que depender el uno del otro.

¿Será esa una decisión equivocada que les costará todo?

Este libro contiene escenas de sexo expilicito, lenguaje adulto y situaciones que algunos lectores pueden encontrar censurables practicas de sexo m - m , m-m-f y trios

01 – Where The Blame Lies

A los diecinueve años, la estudiante de universidad Bella Swan fue secuestrada por un lunático y encadenada durante diez meses, en un almacén abandonado, antes de escapar finalmente de la infernal prisión.

Ocho años después, cuando el cuerpo de una mujer joven es encontrado, encadenado en el sótano de una casa desocupada, el detective del cuerpo policiaco, recuerda instantáneamente el crimen cometido contra Bella Swan. Edward era solo un novato en los perímetros del caso, pero nunca olvidó a la mujer traumatizada de ojos atormentados.

Mientras más información emerge, los crímenes adquieren una siniestra similitud inmensa. Pero el atacante de Bella murió por suicidio. ¿Tendrá la ciudad un imitador en sus manos? ¿Un asesino que tomó lo que el perpetrador original dejó? ¿O se enfrentan a algo mucho más insidioso?

Bella ha pasado los últimos ocho años tratando de poner su vida en marcha de nuevo, pero ahora hay una oportunidad real de que pueda ser el próximo objetivo del desconocido sospechoso.

Cuando Edward promete mantenerla a salvo, y Bella se encuentra respondiendo a él en una manera que no había respondido a ningún hombre en casi una década, la investigación adquiere un tono de compleja peligrosidad.

Cuando el pasado y el presente colapsan, Bella y Edward son empujados hacia una verdad sorpresiva y espeluznante. Una revelación que amenaza, no solo la vida de Bella, sino todo por lo que ella ha luchado tan desesperadamente para reclamar.