Aqui esta mi nueva adaptación espero les guste.

**Los personajes son de Stephenie Meyer al final les dicho el nombre del autor.


Capítulo Treinta y Uno

Los dos grupos de operaciones encubiertas se reunieron con Riley y los agentes de WSS mientras los hombres de Demetri y Eleazar tomaban posiciones en las otras dos únicas entradas. Estaban esperando a que Sombra terminara su sigiloso reconocimiento para averiguar en qué lugar se encontraba Bella de aquel edificio y saber a qué se enfrentaban exactamente. A los pocos minutos de haber desaparecido, Sombra regresó para comunicar los resultados de su exploración.

—Dios, esto va a ser como quitarle un caramelo a un niño —se burló Liam mientras escuchaba el poco impresionante relato sobre las medidas de seguridad que Sombra había analizado.

— Ese sinvergüenza tiene un ego mucho mayor que su ejército y su fuerza.

Deberíamos poder entrar y salir en veinte minutos como mucho.

Furioso, Edward agarró Liam por el chaleco antibalas y le empujó contra un árbol que tenía tras él.

—Cierra esa maldita boca —rugió—. Cuando todo tu mundo dependa de un torturador y un maltratador que está completamente desquiciado, avísame para que vea cómo fanfarroneas diciendo que es más fácil que quitarle un caramelo a un niño.

Hasta que no llegue ese día, cierra el pico, mantenlo cerrado y limítate a cumplir órdenes. Cuando necesite o quiera algún comentario, yo mismo lo pediré.

Ni un solo hombre intentó calmar a Edward o se interpuso entre Liam y él.

Todos sabían que el comentario de Liam había estado fuera de lugar y no parecía haberles hecho más gracia que a Edward.

Liam cerró los ojos.

—Lo siento, tío. Ha sido una estupidez. Lo único que puedo decir en mi defensa es que para mí esta tiene que ser una misión como otra cualquiera o perderé la perspectiva y no haré bien mi trabajo porque se convertirá en algo demasiado personal. Mi comentario ha sido desafortunado y ha estado fuera de tono, pero es lo que diría en cualquier otra situación en la que un descerebrado se hubiera dejado a sí mismo prácticamente indefenso. ¡Pero si hasta ha acabado con parte de sus hombres solo para obligar a Bella a verles morir! Y, por lo que Sombra está diciendo, el resto de los que parecían sus tan leales seguidores está comenzando a pensárselo.

Ahora mismo incluso hay algunos que están escapando y abandonando el barco antes de que los convierta en su próxima víctima.

Edward soltó a Liam y resopló.

—Lo entiendo, de verdad. Pero, en lo que a Bella respecta, no sé ver las cosas con distancia. Y, mientras esté ahí dentro y no en mis brazos, donde sepa que por fin está a salvo, no pienso tener ninguna maldita perspectiva.

—Yo tampoco pretendo que la tengas, hermano —susurró Sombra, dirigiéndole a Liam una mirada sombría.

Riley estuvo haciéndoles unas consultas a los dos jefes de los grupos de operaciones encubiertas y se volvió después hacia sus hombres.

—Los grupos de operaciones encubiertas van a entrar para abrir un camino de la forma más sigilosa y desapercibida posible. En eso son los mejores. Nosotros tenemos que esperar y dejar que vayan haciendo su trabajo. Cuando me den la señal, todo el mundo comenzará a entrar al mismo tiempo. Edward, por los informes de Sombra, sabemos que Bella todavía está en el ala este con Jaysus. Nuestro objetivo es despejar cualquier otro posible obstáculo o amenaza hasta que lleguemos al lugar en el que la están reteniendo. Tú irás con el primer grupo de operaciones mientras el segundo retrocede para darnos y apoyo y asegurarse de que no aparezca alguien de repente y nos sorprenda por la espalda.

Sombra y yo te protegeremos a ti y todos los demás permanecerán detrás, en posición de protección y defensa.

Edward asintió. La impaciencia le estaba haciendo un agujero en las entrañas.

Por lo menos Riley no le había dejado fuera del operativo, algo que podría haber hecho después de su elocuente discurso.

En cualquier otro momento, le habría dejado en el banquillo antes de que hubiera podido pestañear siquiera, pero, probablemente, todos sabían las consecuencias de que lo intentara siquiera.

Edward se enfrentaría en solitario a su enemigo, le destrozaría con sus propias manos, al igual que a destruiría cualquier obstáculo que se interpusiera entre él y su intento de liberar a Bella y ponerla a salvo.

—Preparados —dijo Riley mientras el primer grupo se ponía en funcionamiento, seguido por el segundo.

—¡Mierda! Odio tener que esperar —gruñó Edward.

—Todos lo odiamos —le espetó Riley en un tono hostil al que Edward no estaba acostumbrado.

— Me fastidia profundamente tener que pedir que me devuelvan hasta el último favor que he hecho porque no somos capaces de hacer este maldito trabajo solos. Pero la situación va a cambiar. Si no tenemos suficientes efectivos para proteger a nuestras mujeres, es que estamos haciendo algo mal. Y me importa un comino lo que cueste, pero vamos a ampliar nuestros operativos y a añadir nuevos miembros, y eso significa que vamos a contratar siempre a los mejores de entre los mejores. Y, si tengo que robarle al ejército alguno de sus mejores tipos, lo haré, y si tengo que pagarles yo de mi bolsillo, también. Es intolerable que nuestras mujeres tengan que sufrir porque nos han pillado con los pantalones bajados y nos superan en número.

—Tú no tendrás que pagar nada —gruñó Jasper, sorprendiendo a todo el mundo con su llegada.

James y yo estaremos más que encantados de correr con los gastos. Nuestro padre tiene más dinero del que te puedas imaginar y, probablemente, ha sido más sinvergüenza que el propio Jaysus, así que es de justicia que se utilice su dinero para algo bueno para variar.

—¿Qué demonios estás haciendo aquí, Jasper? —preguntó Riley en un tono bajo y amenazador.

—Mira, esto no me hace más gracia que a ti, pero permanecer al margen mientras el resto de ustedes lo está arriesgando todo por la mujer que salvó lo más precioso de mi vida estaba siendo insoportable. Había que decidir entre Alice y yo, así que creo que pueden entender los motivos por los que estoy yo aquí y no ella.

Las mujeres están enfadadas porque las estamos cuidando como si fueran niñas y hemos decidido mantenerlas al margen de la acción. Por el amor de Dios, qué mujer tan cabezota. Acaban de meterle un tiro, ha estado a punto de perder a nuestro hijo y yo he estado a punto de perderlos a los dos y está enfadada porque quería participar para vengarse personalmente de ese cretino que se ha atrevido a poner a su hijo en peligro.

—No sé qué puede tener eso de malo —admitió Liam.

—Está más que justificado —fue la respuesta de Mike.

—Alice te envía un mensaje, Riley, porque sabía que te pondrías histérico cuando supieras que contabas con una persona menos para proteger a las mujeres.

James está allí, pero mi hermano no puede competir con los poderes de Alice, así que, si al final hace falta proteger a alguien, serán Alice y Tanya las que lo hagan.

Créeme, está muy enfada. Solo he conseguido que se quedara amenazándola con decírselo a su padre, aunque, mientras nosotros hablamos, ya está buscando con su madre la manera de vengarse, así que, de una u otra forma, estoy fastidiado. Me ha pedido que te diga que las mujeres están bien, que muchas gracias, y que si pasaras tanto tiempo concentrándote en tu misión para rescatar a esa mujer como el que dedicas a preocuparte por ellas, Bella estaría a salvo y en casa antes de que saliera el sol. Y yo solo añadiré que sería una maldita estupidez enfrentarse a Alice y a Tanya a la vez.

Se oyeron una serie de toses amortiguadas y risas deprimidas. Riley se limitó a resoplar y a sacudir la cabeza.

—Dios mío, Jasper, ¿es que no eres capaz de controlar a tu mujer?

Jasper le enseñó el dedo índice en respuesta.

—Tú espera a que sientes cabeza, don Perfecto. Entonces ya veremos quién controla a su mujer y quién no. Ni siquiera sé todavía quién va a ser, pero ya puedo apostar a que va ser ella la que te controle, eso es de cajón.

—Dios mío, me alegro de que Tanya no haya estado aquí para oír ese comentario, Riley, o ahora mismo estarías castrado y cantando como una soprano.

Has tenido suerte de que Bree haya conseguido convencerla con su dulce labia para que se quede —le dijo Tayler, mirando con recelo a su alrededor, como si temiera que Tanya fuera a ser la próxima sorpresa y pudiera oírle.

Riley miró a Tayler con el ceño fruncido, la lanzó a James un chaleco antibalas y le dio un puñetazo en el pecho.

—La próxima vez que quieras participar en un operativo como este será mejor que vayas preparado. Podrían haberte metido un tiro mientras venías hacia aquí y Bella no habría podido llegar a tiempo para salvar tu triste trasero.

—Creo que alguien necesita que le recuerden quién es el que firma esos malditos cheques —farfulló Jasper mientras comenzaba a ponerse el traje.

—Que les den a ti y a tus cheques —replicó Riley en tono desagradable.

—Exacto —se sumó Mike e Edward se limitó a asentir mostrando su acuerdo.

Ya había tenido suficiente charla y estaba impacientándose por segundos.

Sabía que apenas habían pasado unos pocos minutos desde que los grupos de operaciones encubiertas habían penetrado en el edificio, pero tenía la sensación de que había pasado una eternidad. Permanecía allí, muriéndose un poco más con cada respiración, tenso y esperando aterrado a que llegara el primer sonido de combate.

Pero el silencio continuó alargándose hasta que tuvo la sensación de que su cordura iba esfumándose y desintegrándose pedazo a pedazo.

Cerró los ojos y se concentró en la sonrisa de Bella. En la belleza de aquellos ojos tan especiales, en sus facciones angelicales, en su llamativa palidez y en aquel pelo castaño, que descendía por su espalda en una cascada de rizos ingobernable.

Adoraba su pelo, el estado salvaje de aquella melena que jamás conseguía dominar y lo bien que le quedaba.

«Voy a por ti, pequeña. Por favor, te lo suplico. Aguanta por mí. No me dejes solo en este mundo sin ti. Jamás sobreviviré. No quiero sobrevivir sin despertarme a tu lado durante todos y cada uno de los días del resto de mi vida».

De pronto, Riley se llevó la mano al audífono y aguzó la mirada mientras se concentraba en el informe que estaba recibiendo. Una décima de segundo después, agarró su rifle de asalto, se colocó en una posición que indicaba que había llegado el momento de la verdad y dijo:

—Preparense para la acción. Han despejado el piso de abajo y están esperando a Edward en las escaleras. Bella no se ha movido del ala este, y tampoco Jaysus.

Se volvió mientras todo el mundo tomaba posiciones y les dio otra orden a Demetri y a Eleazar para que sus hombres se dirigieran al ala oeste, la aseguraran y se aseguraran también de que nadie podía escapar desde el interior.

Edward tenía los músculos en tensión por los nervios y las ganas de acabar por fin con aquel hijo de perra que había dado caza a Bella y se había apropiado de ella como si fuera un objeto precioso, una obsesión. Y sabía que seguía obsesionado con su posible inmortalidad. Bella había dado en el clavo cuando se había burlado de su búsqueda de la inmortalidad como si fuera un completo idiota por creer que podía existir algo así y que, cuando tuviera poder sobre su don, le mantendría vivo por toda la eternidad. ¿Acaso no demostraba el punto débil de su razonamiento lo desequilibrado y lo estúpido que era? Al parecer, se le escapaba el hecho de que Bella no fuera a vivir eternamente y, cuando ella faltara, también él, afortunadamente, desaparecería de la tierra.

No, Bella no viviría una eternidad, pero iba a disfrutar de una vida muy larga porque Edward iba a convertir en su propia obsesión el mantenerla a salvo, protegida y feliz. Si para ello tenía que encerrarla en una burbuja a prueba de bombas, se encerraría con ella y permanecería allí durante el resto de su vida.

Intentó tragarse su repentina inseguridad, porque, ¡Dios santo!, estaba tan loco y tan obsesionado como el propio Jaysus.

La única diferencia era que Edward estaba obsesionado con hacerla reír, sonreír, con darle todo lo que su corazón deseara, por grande o pequeño que fuera, hasta el fin de los tiempos. Y después se limitaría a seguirla hacia la otra vida, donde continuaría incordiándola como, seguramente, la incordiaría durante toda su vida. Y no sentía ni el más mínimo remordimiento, ni tampoco se disculparía nunca por aquella obsesión.

Y le importaba un comino lo que pensaran los demás, o que hubiera gente que pensara que había perdido la cabeza en lo relativo a Bella. Alguien podría incluso establecer comparaciones entre Jaysus y él, siendo la única diferencia la motivación de su fijación en la misma mujer. Lo único que le importaba era lo que Bella pensaba y, también, que fuera feliz y le quisiera lo suficiente como para soportar su agobiante y sobreprotectora manera de demostrarle todo el amor que sentía por ella.

Aquellos pensamientos le acompañaron mientras entraba en el no muy bien fortificado ni defendido edificio y se acercaba hasta la escalera que conducía hacia el ala este, en la que permanecían los dos equipos de militares. El jefe del primer equipo inclinó la cabeza y se llevó la mano a la sien, haciendo un saludo militar. A continuación, hizo un gesto para que les siguiera mientras sus hombres comenzaban a subir las escaleras. Tal y como Riley había prometido, Sombra y él le cubrieron la espalda mientras los demás se abrían en abanico para asegurarse de que nadie pudiera subir tras ellos por las escaleras y dejarles encerrados entre las fuerzas de Jaysus que todavía le fueran fieles y quienquiera que pudiera ir tras ellos para acorralarlos.

Edward tenía una confianza absoluta en sus propios compañeros de equipo, de los que sabía que darían la vida por otro sin vacilar, en los dos grupos de operaciones encubiertas que Riley había conseguido arrastrar a aquella misión y en los hombres que Demetri y Eleazar habían puesto sobre el tablero. Hacía tiempo que conocía a Demetri y Eleazar y tenía un respeto total por el poder que ostentaban y por el hecho de que pusieran la protección de sus seres queridos por encima de todo lo demás. Y en aquel momento estaban extendiendo aquella protección a Bella. Ellos decían que habían contraído una deuda que nunca podrían saldar, pero era Edward el que estaría enterrado bajo una montaña de deudas contraídas con tantas personas que no podría liberarse de su peso.

Estaban salvando literalmente su vida, todo su mundo.

Cuando se acercaron a la puerta tras la que, según Sombra, Bella estaba retenida por un desquiciado Jaysus, el jefe del primer equipo de operaciones alzó la mano para que los demás se detuvieran. Presionó un dispositivo contra la puerta y posó la oreja en ella para escuchar con atención. Frunció después el ceño.

Alzó la mano y les hizo a sus hombres una rápida señal.

—Está diciendo que todo está demasiado silencioso para su gusto —le tradujo a Edward el hombre que estaba más cerca de él.

A Edward estuvo a punto de explotarle el corazón. ¡Dios santo! ¿Qué significaba eso? ¿Habían llegado demasiado tarde? ¿La habían matado?

El hombre que estaba junto a la puerta movió los labios indicando que comenzaba la cuenta atrás, pegó un explosivo a la puerta e hizo un gesto a todo el mundo para que retrocediera.

—Sin piedad —musitó—. Entren rápido y acaben con cualquiera que no sea Bella Swan. Después de haber llegado hasta aquí no vamos a darle la oportunidad de matarla, ¿entendido?

Dios, claro que lo entendía, pensó Edward. Tenía las manos empapadas en sudor y el corazón estaba a punto de explotarle en el pecho por la fuerza de sus latidos.

Después, el cabecilla de la misión hizo algo inesperado. Arqueó una ceja y curvó los labios con un gesto de diversión.

¿Qué demonios estaba pasando?

—Tiendo a olvidar que no todo el mundo cierra las puertas con cerrojo — musitó.

—No es necesario utilizar explosivos para abrirnos paso y arriesgarnos a que Bella muera si podemos limitarnos a abrir y optar por un ataque más sigiloso. Ese idiota está demostrando no tener muchas luces.

Hizo un gesto para que todo el mundo tomara posiciones, dando indicaciones a cada uno de los hombres y ordenándoles que se distribuyeran por la habitación de tal manera que pudieran cubrirla de forma simultánea. Después, alzó la mano y contó con los dedos hasta tres antes de abrir la puerta sin hacer ningún ruido, de manera casi imperceptible.

Estaban todos paralizados mientras la puerta iba abriéndose poco a poco, esperando el momento de entrar corriendo en la habitación, cuando algo rompió el silencio.

—En realidad no quieres hacer eso.

Edward frunció el ceño mientras intercambiaba una mirada de perplejidad con Riley y con Sombra. Era Jaysus, un muy nervioso y tan asustado Jaysus que se diría que estaba a puto de orinarse encima. ¿Qué demonios estaba pasando?

Volvieron a detenerse todos cuando estaban a punto de cruzar la puerta, pero aquella vez fue al oír la voz alta y clara de Bella, una voz tan carente de emoción que Edward sintió un miedo atroz.

—En eso es en lo que te equivocas —dijo ella con una voz que Edward ni siquiera reconoció.

—No tienes idea de lo que quiero, pedazo de escoria.

—¿Qué quieres, entonces? —le preguntó tartamudeando. Parecía extremadamente nervioso. Después comenzó a suplicar y fue entonces cuando Edward supo que de verdad estaba pasando algo.

—Por favor, te daré lo que quieras. Cualquier cosa. Dinero, poder. Dime lo que quieres y será tuyo.

—¡Santo Dios, ese tipo está llorando! —dijo el jefe del grupo.

Se oyó entonces el sonido de una pistola siendo amartillada.

¡No, no! El pánico de Edward se disparó. ¡Tenían que entrar inmediatamente!

—Lo que quiero es que te mueras —respondió Bella con voz débil y temblorosa, pero cargada de convicción.

No hubo un solo hombre fuera de aquella habitación que no la creyera.

—¡Vamos, vamos! —susurró precipitadamente el jefe de equipo.

Irrumpieron en la habitación. Jaysus se volvió entonces y pareció incluso aliviado. ¿Pensaría aquel idiota que habían ido a salvarle?

Y entonces Edward localizó a Bella con la mirada y el estómago se le cayó a los pies. Estaba amoratada, herida y cubierta de sangre. Había media docena de cuerpos a su alrededor y la sangre cubría el suelo en un macabro escenario. Ella estaba de pie, rígida, recostada contra la pared en busca de apoyo, sosteniendo una pistola con la que apuntaba directamente a la cabeza de Jaysus.

Edward corrió hacia ella, dejando que se ocuparan los demás de cualquier posible amenaza.

—¡No, Bella, cariño! Soy yo, Edward. Estoy aquí, pequeña. No hagas eso. Por favor, no es eso lo que quiero de ti —le dijo con voz delicada.

— No tienes por qué matarle. Deja que nos ocupemos nosotros de él, pero, sobre todo, deja que yo me encargue de ti.

Voy a sacarte de aquí. No tendrás que volver a preocuparte por este hijo de perra nunca más —le prometió Edward.

Bella tenía los ojos arrasados por la tristeza y las lágrimas comenzaron a desbordar sus párpados mientras se volvía ligeramente para mirar a Edward.

—No sabes lo que ha hecho —siseó.

— Tiene que morir. Se merece morir.

—Lo sé, pequeña. Estaba aquí mientras tú has pasado por todo eso y no hay una sola persona en esta habitación que niegue que merece la muerte —le aseguró Edward con tristeza.

— Siento mucho haberte decepcionado. Pero, por favor, cariño, baja la pistola, ven conmigo y déjame apartarte de todo esto para siempre. No tienes por qué ser tú la que imparta justicia.

—Soy yo la que tiene que hacerlo —susurró ella.

Jaysus, comprendiendo que estaba perdido, procedió a hacer lo más estúpido que podía haber hecho. Sacó la pistola que escondía en una pistolera colocada en el interior del muslo en un momento en el que Bella se distrajo y apuntó con ella a Edward con la clara intención de disparar. O a lo mejor solo fue un intento de negociar con Bella. En cualquier caso, no podía haber hecho nada peor cuando la mujer a la que había estado atormentando durante horas estaba decidida a hacer justicia por su cuenta.

Antes de que ninguno de los hombres tuviera oportunidad de abatir a Jaysus con una de las muchas armas con las que le estaban apuntando, Bella apretó el gatillo y le disparó en la sien. Jaysus cayó como una pieza de dominó y Bella torció los labios en una mueca de odio y repugnancia mientras le dirigía una mirada cargada de desprecio antes de ir deslizándose contra la pared. Las piernas ya no eran capaces de sostenerla. Con mucho cuidado, dejó la pistola a un lado y enterró el rostro entre las manos mientras sacudían su cuerpo unos sollozos desgarradores.

Edward se sentó a su lado, la abrazó, la sentó en su regazo y la estrechó contra su pecho mientras la mecía sintiendo las lágrimas arder tras sus párpados y Bella lloraba como si tuviera roto el corazón.

—Pequeña, tienes que dejar de llorar —le pidió Edward con la voz atragantada.

— No puedo soportarlo. No soporto verte llorar. Me vuelve loco. Tienes que saber que me siento completamente indefenso contra tus lágrimas. Haré todo lo posible para que dejes de llorar, pequeña. Dios mío, te quiero. No sabes el miedo que he pasado desde que desapareciste del cuarto de baño. Dejó de latirme el corazón, cariño. Y no ha vuelto a latir como es debido hasta… hasta ahora. Ahora que te tengo entre mis brazos por fin puedo respirar otra vez. Puedo volver a vivir.

Por favor, mírame, pequeña. Dime que estás bien. Dime qué puedo hacer por ti.

Estaba suplicando y le importaba muy poco que los demás lo vieran. Ignoró a todos los demás, que estaban supervisando la carnicería que había perpetrado Jaysus con toda su rabia.

Bella abrió por fin los ojos mostrando tanta tristeza y desolación que a Edward le entraron ganas de morir allí mismo.

—Les… les ha matado —sollozó Bella, señalando los cadáveres todavía recientes. Aún no había comenzado el rigor mortis.

— Y no me dejaba sanarlos. Quería que les viera morir y lo único que deseaba yo era verle morir a él —susurró como si estuviera confesando un gran pecado.

Edward la acunó con delicadeza y después, tembloroso, se puso en pie, decidido a sacarla de aquel cuarto de los horrores. El hedor de la sangre y de los numerosos muertos se le pegaba a la nariz y no había nada que deseara más que el que pudieran liberarse los dos de aquella experiencia.

Sombra esperó a que estuvieran fuera. Una vez allí, detuvo a Edward y posó la mano en la mejilla de Bella.

Mírame, cara de ángel —le pidió con delicadeza.

Cuando ella alzó la mirada renuente hacia la suya, Sombra se inclinó y le dio un beso en la frente.

—No hay una sola persona que te culpe por desear verle muerto o por haberle matado. Había sacado la pistola y podría haber disparado contra Edward. Le has salvado la vida a Edward y has salvado la tuya. No sé cómo demonios has conseguido adelantarte.

¡Ni siquiera nos has necesitado! Pero te aseguro que, en cuanto estés preparada para hacerlo, me gustaría oírte contar cómo lo has hecho.

Bella le ofreció una temblorosa sonrisa.

—Quizá algún día. Ahora mismo solo quiero ir a casa —alzó la mirada hacia Edward con expresión suplicante.

— ¿No puedes llevarme a casa ahora? A nuestra casa…

Si no la hubiera tenido en sus brazos en aquel momento, Edward habría permitido que le cedieran las rodillas y habría terminado besando el suelo en señal de alivio. A pesar de que le había fallado una y otra vez, lo único que Bella le pedía era que la llevara a casa: a su casa.

—Pequeña, si hay algo que yo pueda darte, ni siquiera tendrás que pedírmelo —le prometió.

— No hay nada que desee más que llevarte a casa para que puedas descansar en mis brazos durante todo el tiempo que necesites. Siempre tendrás cuanto necesites. Te daré todo lo que tengo para hacerte feliz, ángel mío.


MUCHAS GRACIAS POR SUS REVIEWS

DobleRose

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