-Este fic es una precuela de mi historia "El Sentir de Un Uchiha" centrada en Sasuke, Sakura y Sarada. Ni los personajes ni la historia me pertenecen en lo absoluto sino que son de la completa autoria de Masashi Kishimoto más la narración,historia y pasados de los personajes (Fugaku, Mikoto, Itachi y Sasuke) son de mi absoluta responsabilidad para la dramatización, sentido y cronologización de la historia :3
Era sabido por todo aquel que se presumiera inteligente que Konoha era una de las aldeas más orgullosas del sistema de aldeas por lo que inmediatamente tras la declaración de guerra de parte de Amegakure casi ninguno de los líderes de los clanes—con el beneplácito del Hokage y los miembros del consejo—dudo en dirigirse al frente que pronto se estableció entre la frontera de ambas aldeas, más al margen de lo que se pensase Konoha no disfrutaba de la guerra desde que habían perdido a su anterior Hokage, Tobirama Senju, al final de esta, una aldea o un país entero no debía disfrutar de la guerra pero si debía estar listo para ella siempre. Movilizar a la mitad de los Shinobis de la aldea no había sido particularmente difícil, pero plasmar una estrategia a través de la cual atacar…eso era otra historia, tal vez Amegakure hubiera dado el primer gran golpe al enviar de regreso los cadáveres de los emisarios que habían sido enviados meses atrás, pero ninguno de los ninja de Konoha se consideraban lo suficientemente bárbaros como para devolverles el "gesto", ni tampoco querían hacerlo. En el interior de una enorme tienda destinada por completo a ser el centro de reuniones de los líderes es que todos los patriarcas de cada clan estaban reunidos alrededor de un colosal plano del terreno que existía entre Konoha y Amegakure sobre la larga mesa que ocupaba el centro de la habitación. Era necesario decidir qué hacer cuanto antes, porque ninguno de ellos deseaba que más cadáveres inocentes llegaran a Konoha, por lo que era necesario tener un plan de contingencia en caso de que sucediera lo peor.
-Son kilómetros de tierra yerma, no hay ninguna villa importante o presencia de civiles— explico Hiroshi, enviado de lord Danzo, —podrían sepultar a todos nuestros shinobis allí y no lo sabríamos— no era una comparación precisamente bonita pero era la verdad.
-Más desvían sus fuerzas hacia el sur, hacia villas pequeñas en el País de la Lluvia— menciono Fujitama, para nada de acuerdo en quedarse sin hacer nada.
-Los civiles no son nuestro problema— desestimo él, especialmente porque no eran de su propia aldea.
-Lo son— contrario el Uchiha de inmediato, escuchando vago murmullos de apoyo hacia su persona, —si los detenemos ahora evitaremos que intenten atacarnos a nosotros, matar a civiles es cruel pero desvía la atención— ni siquiera necesitaban tomar vidas, solo atacar y causar la sorpresa suficiente.
-¿En que se basa su teoría?— pregunto Hideo Sarutobi, el hijo mayor del Hokage a un par de pasos de distancia, interesado si eso ayudaba a proteger a los civiles.
-Es lo que yo haría— contesto Fujitama sencillamente, como buen estratega, —si tuviera más evidencia no tendríamos que hablar de esto— obvio al ver que pocos tomaban importancia a su planteamiento, pero quienes si lo hacían concordaban por completo con él.
-¿Quiere que movilicemos a la mitad de nuestros hombres en base a un presentimiento?— menciono Hiroshi, evidenciando él porque estaba en desacuerdo con esa estrategia. —Esperaremos, todos, consultaremos nuestra estrategia de movilización con el Hokage y el Consejo— concluyo finalmente, recorriendo con la mirada a todos los presentes.
Ya de por si era peligroso que la mitad de los Shinobis de la aldea tuvieran que encontrarse fuera de la aldea como medida preventiva en lugar de estar protegiendo a los civiles que era lo que sentían que deberían de estar haciendo, ya de por si era difícil aceptar librar una guerra que no querían luego de los amargos recuerdos que—algunos—tenían de la Primera Gran Guerra Shinobi así como de todo lo que habían perdido. Tras aquellas palabras es que todos los lideres acataron el dispersarse ente murmullos y palabras bajas sin mayor importancia, meros comentarios al azar o bien alusiones de la estrategia que se estaba tramando y por la que el líder Uchiha recorrió con la mirada a los presentes, analizando la situación en su mente como es que todos ellos podían ser tan descuidados como para ignorar el peligro donde él si lo veía, mas no tuvo otra opción que retirarse, no contando con la autoridad suficiente como para establecer que hacer y qué no hacer. Por supuesto que Fujitama eligió mantener silencio en lugar de sumirse en una debacle para hacerles entender a estos tontos de mente pequeña que si algún civil más moría es que realmente estarían en peligro, ¿y si atacaban Konoha por el simple gusto de deshacerse de mujeres y niños, de infligir una herida que desconcertara lo suficiente para propinar un golpe y hacerlos retroceder? Los Uchiha comprendían el arte de la guerra mejor que nadie pero ni siquiera siendo el líder del Clan es que Fujitama no deseaba pelear, deteniéndose en la mitad del camino en dirección hacia su tienda haciendo que su joven escolta, Yashiro Uchiha, se detuviera a la que él.
-No me conformo con esa decisión— murmuro Fujitama, apretando fuertemente la mandíbula ante la ceguera de los burócratas. —Quiero que todos nuestros hombres en Konoha cubran un radio de quince kilómetros alrededor de la aldea, día y noche, pero sin ser detectados— explicó a su escolta, volviendo el rostro por encima de su hombro. —Si la aldea cae, es el fin de todo— añadió tanto para él como para sí mismo.
-Sí, mi lord— contesto Yashiro de inmediato.
Dicho esto, Fujitama siguió con su camino con la frente en alto; él tomaría sus propias decisiones, bien, los líderes y los malditos burócratas no se decían a actuar por temor a perder sus fuerzas militares, pero él contaba con Uchihas a su lado y en Konoha para resguardar a los civiles, claro que no sería fácil desobedecer las instrucciones y no quedar en evidencia pero era necesario, cualquier riesgo a correr en ese momento era sobradamente necesario.
Entretanto los líderes de los diferentes clanes Shinobi se encontraban discutiendo sobre qué era lo correcto o prudente a hacer en tanto el enemigo no hiciera un ataque frontal y directo, los hijos de lord Fujitama se encontraban disfrutando de su temporal periodo de descanso o inactividad en la que era la tienda que compartían, acompañados por Kiyoshi quien—con una venda en los ojos—arrojaba kunais a la serie de blancos dispersos en el interior de la tienda y que se encontraban pendiendo del aire por obra de cuerdas. Lo que bien podría parecer un juego desde el exterior en realidad era una estrategia de entrenamiento; contrario a Fugaku que tenía el Sharingan, ni Kiyoshi ni Teyaki lo habían despertado por lo que era preciso afinar sus sentidos de batalla para atacar en cualquier situación sin importar que fuera en medio de la noche o ciego en el peor de los casos. Aumentando el reto es que Fugaku—quien se paseaba en círculos alrededor de Kiyoshi, esquivando los kunais que lanzaba y estudiando su postura le arrojo uno con el propósito de tenerlo entre la espada y la pared, mas satisfactoriamente el Uchiha cambio su posición de un brinco con una voltereta en el aire, aterrizando casi en la entrada de la tienda y de espadas a ambos, irguiéndose con el kunai en la mano y girándolo mientras se quitaba la venda de los ojos. Cualquiera que los viera pensaría que era irrisorio tener a tres muchachos de menos de veinticinco años en un frente de guerra, desperdiciando o arriesgando sus vidas como si no valieran nada, pero en tiempos de guerra el curso natural de las cosas se invertía a tal punto que muchas veces los padres tenían que enterrar a sus hijos.
-La postura está mal, hay que corregir el ángulo— aprecio Fugaku al analizar los kunais que habían impactado contra los blancos de prueba.
-¿Doce grados?— supuso Kiyoshi, ejecutando el cálculo en su mente mientras retiraba los kunai de los blancos al igual que Teyaki.
-No, menos, ocho— corrigió él, comenzando a extraer los kunai cuanto antes, prefiriendo mantener su mente ocupada y seguir practicando.
-Sip— respaldo Teyaki que si bien no disfrutaba de la guerra ni del entrenamiento, sabía lo suficiente de ello.
No era lo ideal para Teyaki hacerse el tonto y estar en una guerra que no le interesaba, es decir, si, le interesaba porque se trataba de sus hermanos de sangre, de su propio clan y de personas inocentes como lo eran los civiles de Konoha y que podían peligrar en el peor de los casos, pero también no quería perder su vida—no por una causa egoísta como lo era tenerle miedo a la muerte—, le había dicho a Uruchi antes de dejar la aldea que quería tener un futuro con ella y ambos habían acordado casarse cuanto antes en cuanto él regresara a Konoha, ¿pero y si no volvía? No podría hacerle eso, no podría abandonarla, egoísta o no pero tenía que cumplir con su palabra, no merecía considerarse hombre si no lo hiciera. Pensando en el matrimonio es que Teyaki volvió el rostro hacia su hermano, Fugaku se había concentrado de lleno en entrenar, entrenar y entrenar cada día desde que habían sido destinados al frente junto a su padre, no pensaba en otra cosa que en aprender el arte de la guerra y en mejorar en sus habilidades de forma casi obsesiva, y Teyaki tenía razones de sobra para estar preocupado, su hermano era callado, hablaba poco y e le dificultaba expresarse pero a él siempre se lo contaba todo, y por todo se refería al enfrentamiento que había tenido con Mikoto tras contarle toda la verdad con respecto al compromiso entre ambos. Podían haber transcurrido meses desde que habían dejado Konoha, meses desde que estaban en el frente de guerra pero Fugaku no recibía ninguna carta ni tampoco enviaba ninguna, ¿Cómo no podía darse cuenta de que Mikoto era perfecta para él? Incluso Teyaki podía verlo, pero no existía peor ciego que el que no quería ver.
-¿Cómo va todo?, ¿Alguna carta de Mikoto?— pregunto en voz alta aunque sin saber muy bien porque si ya se hacía una idea de la respuesta, y no recibió ninguna. -No me digas que…¿aún no le has escrito?— más que una pregunta aquella fue una afirmación mientras entornaba los ojos con fastidio, preguntándose como su brillante hermano menor podía ser tan tonto. —Han pasado meses, ya deberías haberle enviado al menos una nota— obvio al ver a su hermano apartar la mirada como si intentase evadir el tema, pero él no lo permitiría, —no sé, una bandera blanca, hacerle saber que estas vivo— habían pasado meses, perfectamente él podría haber muerto y Mikoto no lo habría sabido.
-Mi nombre no aparece en la lista de muertos así que eso es suficiente— desestimo Fugaku, por fin volviendo su rostro hacia el de su hermano mayor, agotado de tener que debatir con el tema. —No pedí que esto pasara, ¿sí? No fui yo quien acordó casarse— Mikoto estaba disgustada con la idea del matrimonio, se lo había dejado claro, ¿Por qué acercarse a ella entonces? Porque estaba enamorado, no, eso no era suficiente.
-Fugaku, tiene que estar con algún hombre y mejor que seas tú— obvio él en caso de que su hermanito olvidase que Mikoto ya no era una niña.
-Si estuvieras muerto y encontraras a un completo desconocido haciéndoselo a tu chica, ¿no volverías solamente para partirle el alma?— planteo Kiyoshi con su particular sentido del humor, eligiendo estar del lado de Fugaku si eso era lo sensato.
-Kiyoshi, no molestes— regaño Teyaki, para nada de acuerdo con esa forma de pensar sin importar que pudiera o no resultar para hacer entrar en razón a Fugaku.
-Yo volvería tan rápido…— completo él, dejando la última parte de la oración en el aire por el simple placer de hacerlo.
Escuchando a Teyaki y Kiyoshi discutir sobre las formas, el respeto, el cortejo, una cosa y la otra, Fugaku solo se mantuvo en silencio, apenas y escuchando los comentarios que ellos emitían, casi percibiendo sus voces como un eco lejano, apenas perceptible mientras jugaba un con kunai, haciéndolo rodar entre sus dedos, observando a la nada. ¿Cómo dirigirse a Mikoto? La última vez por poco y se habían matado el uno al otro librando una disputa física y verbal que jamás habrían imaginado sostener, además Mikoto había sido muy clara, jamás podría haber nada entre ambos, ¿Por qué acercarse a ella entonces? Lo mejor era trazar las distancias.
Por otro lado y a decenas, de decenas de kilómetros del frente de guerra, en la aldea, los habitantes de Konoha sostenían una rutina prácticamente igual a la que habían sostenido antes de que se desatase el conflicto, y tampoco es como si tuvieran mayores razones para cambiar su comportamiento, ciertamente entre la mitad ¼ de los shinobis existentes en la aldea habían sido destinados al frente pero el resto aún permanecían en la aldea y protegiendo a los civiles por lo que no había mucho que temer. En medio de esta rutina es que Kizashi se paseó nerviosamente como un animalillo enjaulado en las inmediaciones de la puerta principal del hogar de los Haruno mientras a un par de pasos—fingiendo ver algo en una de los puestos de la calle frontal a donde él se encontraba—se hallaban sus dos amigos Arsen y Raiden. No era un Shinobi ni pretendería serlo nunca, solo era un forastero, alguien de otra tierra que había llegado a Konoha junto a sus padres, alguien indigno pero que estaba enamorado como un tonto de la chica más bella de la aldea—para él—y que apenas y advertía su presencia, pero pretendía cambiar eso confesándole lo que sentía por ella, pero todo el plan en la mente de Kizashi se esfumo en cuanto vio la muerta abrirse y la vio aparecer a ella. Acomodándose la corta chaqueta blanca sobre la camiseta borgoña de un solo hombro, Mebuki guardo en el bolsillo la chaqueta el dinero para hacer las compras como su madre le había indicado, desconcertándose al ver frente a la entrada de su casa a un chico con expresión de tonto y que la estaba viendo como si le faltara el aliento, lo que de inmediato la hizo sonreí ladinamente. ¿Ella había causado esa impresión? Pues le gustaba saberse el centro de atención ya que no acostumbraba serlo.
-Por Kami…— suspiro Kizashi, como si pudiera perder el alma y el aliento en esa simple acción.
-Mebuki— dio a saber la Haruno con las manos en las caderas, observándolo con interés ante el efecto que tenía sobre él, —¿Y tú?— al menos merecía saber quién era ese tontuelo.
-Kizashi— contesto él con un hilo de voz, como si una mano se ciñera alrededor de su cuello y le impidiese hablar.
Puede que Mikoto le hubiera enseñado la importancia de la autoestima y de sentirse hermosa aunque no se sintiera así, pero Mebuki tenía tanto que hacer en casa y ayudando a su madre con el negocio de la estética que no disponía de mucho tiempo para salir o conocer chicos, y a decir verdad tampoco es como si fuera su mayor interés, era demasiado joven y tenía otras cosas que hacer y en que pensar, pero en ese momento y observando a ese tierno y carismático tontuelo de arriba abajo como quien contemplara a pequeño ratoncillo, Mebuki no pudo evitar esbozar una ligera carcajada, sonriéndole y divirtiéndose al ver cómo está sola acción contribuía a hacer que pareciera aún más inestable de lo que parecía, como si se fuera a desmayar. Mas ella prefirió ignorarlo, pasando junto a él sin apartar su mirada de la suya y siguiendo con su camino, teniendo algo importante que hacer. Con voz de hombre, con voz de hombre, se recrimino Kizashi tan pronto como Mebuki paso junto a él que cual vasallo la siguió con la mirada, apenas y notando a sus dos amigos que se habían situado a su derecha e izquierda, golpeándole el hombro ligeramente en un intento por hacerlo reaccionar, pero se sentía perdido. Si, su declaración de amor se había ido por el caño pero esa sonrisa…que sonrisa. Mientras veían a su amigo con una sonrisa más boba de lo que ya era en el rostro, incapaz de hablar o moverse siquiera, Arsen y Raiden comenzaron a preocuparse seriamente por él y por lo que envolvieron sus brazos con los de él y lentamente lo guiaron para ayudarlo a caminar; tal vez necesitase alejarse un poco del sol, y de esa chica.
Atontado, siguiendo con la mirada a esa particular belleza de cabello miel dorado y ojos esmeralda que volvió su rostro hacia el de él por encima de su hombro con una sonrisa tan arrogante como encantadora y que le quito el aliento por completo, Kizashi se dejó guiar solícitamente por sus compañeros de equipo como si de un muñeco de trapo se tratase pero sin apartar en ningún momento su mirada de los bellos ojos de ella tanto como le fue posible. Era un maldito tonto, un imbécil por no ser capaz de decirle lo que sentía a la chica que le gustaba, pero era un tonto enamorado y ante eso no existía remedio alguno.
Aun cuando Fugaku se encontrase ausente, no se hubiera declarado oficial el compromiso ni nada parecido, como parte importante de la rutinaria sesión protocolaria a cumplir como prometida del futuro líder del Clan Mikoto hubo de tolerar con mal disimulada frustración la prueba de un posible kimono de boda. Quizás fuera pronto para tomar decisiones así ya que Mikoto aún no cumplía siquiera dieciocho años, pero la modista encargada de tal labor—lady Akane—era muy perfeccionista y no esperaba menos que lo mejor para la futura esposa del hijo de lord Fujitama a cuya esposa, lady Ayame, había vestido en sus nupcias veinte años atrás, recordando con especial aprecio a aquella mujer tan hermosa y bondadosa pero que en nada se asemejaba a la joven rebelde y cascarrabias que con el ceño fruncido asistía a su prueba de vestuario. Se trataba de un kimono sumamente original como todas la creaciones de aquella excelsa modista; de escote conservador, alto y redondo, ajustado por un fajín crema y plateado bajo el busto, falda de dos capa abierta bajo el fajín y mangas agitanadas, ceñidas en las muñecas con un estilo innovador, y ribeteado en el mismo material plateado del fajín para reproducir el emblema de los Uchiha en sitios estratégicos de la tela, especialmente en la espalda y resaltado por su largo cabello azabache azulado que se encontraba recogido ladinamente para caer sobre su hombro izquierdo. El kimono era precioso sin importar que el rostro de la joven novia estuviera permanentemente remarcado por un gesto de disgusto, cumpliendo tal función únicamente por cumplir y no porque realmente tal labor fuera de su agrado, eso ni dudarlo.
-¿Te gusta?— inquirió Mikoto a su madre, con evidente sarcasmo y desgano. —Apenas parece quedar tiempo para más arreglos— refunfuño, quieta cual estatua.
-Y su paciencia se agota— suspiro la modista, exasperada por las idas y venidas de la adolescente.
-Eres la novia más hermosa que he visto, Fugaku es muy afortunado al estar comprometido contigo— adulo Eshima con total sinceridad, de pie a solo unos pasos de distancia de su hija a quien observaba fascinada. Un sutil deje de incomodidad hizo que Mikoto se encogiera, petrificada en su lugar mientras veía a la amiga de su madre, lady Asa, aparecer con un paquete en sus manos y que desenvolvió sobre la cama, pero Mikoto no quiso voltear a verlo, nada perteneciente a su temporal ajuar de novia llamaba su atención. —Llevé este mismo velo en mi boda— aludió, conmovida ante ese recuerdo haciendo que la estoica mirada de Mikoto se quebrara sutilmente, —deseo que también lo lleves en la tuya— viendo como colocaban el velo sobre el cabello de su hija, Eshima se sintió maravilla al ver a esa niña comenzar a dejar atrás sus días de adolescencia y volverse una mujer, la más hermosa que hubiera visto jamás.
Estaba convencida de que su fallecido esposo Itachi estaría feliz, cual infante, si viera a su hija que relucía cual flor de cerezo en primavera, como un cisne que extendía sus alas y poseyendo una belleza incomparable, quizás en el mundo Shinobi existieran otras mujeres igual o más hermosas pero dentro del Clan Uchiha nadie era tan hermosa como su hija, no solo en la inocencia que albergaba su corazón, e la alegría y sentido de libertad que brillaba en sus ojos y en su agudo intelecto. Aunque sonara vanidosa al pensarlo, Mikoto sabía que no necesitaba verse al espejo, sabía que era bella, se lo habían dicho por largo tiempo como para que ella ya lo creyera y confirmaba tal cosa ante la mirada soñadora de su madre que solo tenía ojos para ella, pero sintiéndose incomoda es que Mikoto se deshizo del velo, dejándolo sobre la cama y aproximándose hacia la ventana que abrió para poder respirar y sentir que no se estaba sofocando ante el calce de la tela del kimono sobre su cuerpo, necesitando del aire fresco, del sentir planteado por su madre de que no iban a arrebatarle su libertad e independencia solo por contraer matrimonio como parecía ser hasta ahora, aunque faltara demasiado tiempo.
Negando para sí únicamente, comprendiendo perfectamente los temores que su hija sentía en ese momento, Eshima le indico a Asa y a la modista que se retiraran, necesitaba hablar con su hija a solas y sin la presencia de terceros de por medio, algo ante lo que ninguna de las dos mujeres dudo en acceder. Como mujer libre que había podido vivir el amor y la alegría de ser correspondida, Eshima comprendía el sentir de su niña de corazón libre y carácter impetuoso, tan parecida a su esposo Itachi que si bien había sido un héroe para el Clan y Konoha, muchas veces había sentido que era un forastero entre su propia gente por su particular forma de pensar. Por ello es que Eshima sabía que el hombre que no amara a su hija con solo verla estaría loco, era una joven excepcional en todos los sentidos y sabía que de una u otra forma sería feliz, tenía un espíritu valeroso como ninguno, dispuesto a librar cualquier dificultad, pero se empeñaba en negarse la posibilidad de ser feliz. Lo había visto desde hace años; Fugaku amaba a Mikoto, su razón de confesarle el compromiso existente entre ambos era que ya no podía acallar su propio corazón, más su hija era demasiado terca como para aceptar que quizás ella también le correspondiera, sabía que ambos estaban destinados a ello, los conocía desde niños, era ridículo no darse cuenta de eso. Ya a solas y escuchando la puerta cerrarse, Eshima se acercó con lentitud a su hija que se giró a encararla con el ceño fruncido y las manos sobre sus caderas, solo le faltaba activar el Sharingan para lucir más intimidante porque ciertamente ya echaba fuego por los ojos con solo frustrarse del modo en que lo hacía.
-No puedes seguir viendo este compromiso como una condena— sonrió Eshima, ligeramente divertida por el comportamiento de su hija.
-¿Por qué no?— discutió ella, airadamente. —¿Acaso a nadie le importa mi felicidad?— a Mikoto no le interesaba si era egoísta o no, no quería un matrimonio por conveniencia, deseaba sentir amor y temía que bajo un protocolo tan riguroso no fuera capaz de sentir nada salvo frialdad.
-Ser la esposa del líder del Clan Uchiha es el mayor honor que puede existir— recordó su madre, con un tono de voz entre dulce y autoritario, más despertando de ipso facto las dudas que su hija tanto intentaba acallar.
-¿Y si no llego a amarlo? La última vez que nos vimos, peleamos, estuve a punto de herirlo, y ser infeliz me provoca tanto temor…— Mikoto hubo comenzado a divagar por sus propios nervios, tanto de inquietud como ansiedad, no sabiendo si realmente le disgustaba la idea de ser la esposa de Fugaku algún día o no.
-Él te respetara y valorara en todos los sentidos— sosegó Eshima, sujetando los hombros de su hija, y haciéndola entender la realidad de las cosas y que no eran tan dramáticas como ella quizás pensaba que lo serian. —Sé cómo te sientes, recuerdo haber pasado noches en vela, rogando porque el hombre con quien me casara algún día fuera tan apuesto como yo deseaba que lo fuera— empatizo, no siendo ajena a las inquietudes de su hija.
-¿Cómo se conocieron?, ¿Qué sintieron al verse por primera vez?— inquirió Mikoto, presurosa y aprovechando la ocasión.
Su padre Itachi había muerto cuando ella aún era muy pequeña como para siquiera recordar su rostro o su voz, ni siquiera recordaba algún momento compartido con él en su infancia, claro que lo amaba por todo lo que había crecido escuchando de él por obra de todos quienes la rodeaban, era imposible no admirar ni idolatrar a un hombre como él, pero muchas veces se sentía perdida sin su presencia, aunque su madre Eshima hubiera sido una madre y un padre para ella, dándole todo el amor que ella hubiera podido desear, siempre se añoraba el amor de un padre por ende una persona tenía un padre y una madre, por ello es que ahora necesitaba saber más de su pasado para saber qué hacer en el futuro, necesitaba dejar de caminar a tientas. La petición de su hija resulto entrañable para Eshima quien de inmediato sintió como si viera toda su vida pasar frente a sus ojos en una serie de páginas que se antojaban tan recientes, como si Itachi hubiera muerto apenas ayer, como si su hija hubiera nacido apenas ayer, como si se hubiera conocido y amado apenas ayer…nadie amaba como un Uchiha, eso era cierto a tal punto que la ausencia de ese amor se convertía en una maldición, no se podía vivir sin amor, eso era inimaginable. Al igual que hoy Mikoto tenía quince años, ella había sido igual de joven e inocente al momento de conocer Itachi que había sido un año mayor, pero su juventud en nada había afectado a su relación porque desde el primer momento ambos habían sabido que la otra persona a quien amaban era con quien deseaban pasar el resto de sus vidas juntos y cuando alguien encontraba a esa persona, todo lo que podía desear era que el resto de la vida comenzase ya.
-Éramos jóvenes, yo tenía más o menos tu edad y tu padre dieciséis— inicio, rememorando todo en su más profundo detalle. —Mis compañeros de equipo y yo debíamos informar al Hokage del resultado de una misión…y entonces lo vi, fue como si el tiempo se hubiera detenido para ambos, nos vimos a los ojos y solo quienes nos acompañaban pudieron romper con esa magia— el tono en sus palabras claramente era de amor puro al igual que al sonrisa nostálgica en su rostro, como si su esposo aun viviera.
-¿Y…qué sucedió después?— pregunto Mikoto tras un instante de silencio, impaciente pese a intentar disimularlo
-Desde el primer momento en que lo vi, sentí como si lo hubiera conocido desde siempre y en cuanto tuvimos la oportunidad nos encontramos y conocimos en profundidad— contesto Eshima, suspirando de forma casi inaudible al decir esto, volviendo a la realidad como correspondía. —¿Por qué no habría de suceder lo mismo contigo?— pregunto al aire, acariciando una de las mejillas de su hija amorosamente.
Mikoto solo pudo encogerse de hombros, no sabiendo que contestar, desde luego que soñaba con un amor de fábula como lo haría cualquier chica de su edad, pero sabía que era infructuoso tener pensamientos tan lejanos sobre un futuro que era incierto e incluso casi imposible de realizar, claro que siempre se había sentido atraída por Fugaku, siempre le había resultado una visión semejante a la de los héroes que aparecían en las historias que su madre le había relatado desde su más tierna edad, pero…sentía temor, ¿No faltaría a la memoria de su primer amor al entrar tan dispuesta a un compromiso por conveniencia? El antiguo amor sentido por Ren aún permanecía en su pecho pero Fugaku igualmente evocaba sentimientos que llegaban a incluso superar cualquier felicidad sentida anteriormente, confundiéndola como nunca habría podido siquiera soñar en sentirse alguna vez, ¿Cómo saber que estaba bien y que estaba mal? Bueno, por ahora al menos acataría las ordenes y lo que se esperaba de ella, ya Kami diría después lo que sucedería tanto con ella como con Fugaku porque la guerra los mantenía actualmente separados, más…
Llegaría el día en que volverían a verse.
Puede que la verdadera contienda por la supervivencia por la supervivencia estuviera sucediendo a decenas de decenas de kilómetros de distancia, en tierra de nadie por solo decir algo, pero mientras los Shinobis se movilizaban y preparaban vencer definitivamente a sus enemigos en campo abierto, en Konoha los llamados burócratas se la pasaban discutiendo sobre cómo proceder. Sentado delante de su escritorio, leyendo y firmando documentos como ya le resultaba habitual—cosa que afortunadamente no había variado con el transcurso de la guerra—Hiruzen discutía el racionamiento destino a los Shinobis destinados en el frente para que ninguno de ellos careciera de todo cuanto necesitasen, con las manos manchadas de sangre o no es que todos los hombres en tierra de nadie eran héroes, los más valientes entre los valientes del mundo Shinobi porque a nadie lo habían obligado a combatir, todos se habían ofrecido a participar voluntariamente y en masa, a tal punto que habían tenido que limitar el despliegue de hombres hacia la frontera con Amegakure o esto ya de por sí sería una declaración de guerra más concienzuda que meras palabras, eso y que podría incitar a otras aldeas a unirse a la guerra con el prospecto de obtener algo. Fue en medio de esta reunión del Hokage con sus leales consejeros que repentinamente la puerta se abrió, permitiendo el ingreso de un joven de a lo sumo veinticinco años y que parecía estar a punto de sofocarse como si hubiera corrido inaguantables kilómetros para llegar allí, e irrumpiendo la discusión.
-Lord Hokage…— el joven de inmediato se aproximó al escritorio del Hokage, ajeno a la conversación que había interrumpido.
-Espero que sea algo importante, estamos discutiendo temas importantes aquí— obvio Danzo duramente, viendo con malos ojos que se actuara con semejante desatino.
-Lo es— contesto él, cabizbajo en señal de respeto, —lord Hokage, la guerra término— declaro con contenida satisfacción ante la presencia de los consejeros.
-¿Termino?— repitió Hiruzen, creyendo haber oído una mala broma, incluso volvió su rostro hacia Danzo que hizo igual, tan confundido como él. —¿Cómo es eso?— no es como si hasta la fecha hubiera estado perdiendo pero no habían mostrado avances.
-Amegakure se rindió— el joven le tendió un pergamino sellado que el Hokage no dudo en abrir de inmediato para leer su contenido.
-Es cierto, se rindieron— corroboro el Sarutobi, casi sin habla…había imaginado muchas posibilidades en su mente, pero esa no.
-Son razonables— menciono Danzo, camuflando su sorpresa con su característica arrogancia, —nadie quería seguir librando un conflicto donde tantos han muerto, todos hemos perdido demasiado— los sacrificios eran esperables en una guerra, pero inclusive él estaba feliz con la rendición.
-¿Es la lista de bajas?— pregunto el Hokage, haciendo a un lado su reacción inicial y señalando el reporte que el joven a un sostenía en su mano derecha.
-Sí, señor— asintió él, sintiéndose como un tonto por olvidarlo antes de hacerle entrega del documento.
En cuanto recibió el documento, Hiruzen se preparó mentalmente para lo que iba a leer, ¿Qué era cifras escritas en papel? Un millón de muertes era una mera estadística, pero en ocasiones una sola muerte se convertía en una tragedia, para Hiruzen leer cada reporte era una tortura inimaginable porque su hijo mayor estaba en el frente de guerra, Hideo tal vez ya tuviera dieciocho años y técnicamente pudiera ser considerado un adulto pero de haber sido posible Hiruzen no le habría permitido unirse a todos los voluntarios que luchaban en tierra de nadie, por lo que de inmediato recorrió con la mirada la lista de nombres de los caídos en espera de que el nombre de su hijo no estuviera escrito ahí…y afortunadamente no lo estaba, lo que de inmediato lo hizo sentir más tranquilo. Ante la inoportuna presencia de aquel joven que aún permanecía de pie ante el escritorio del Hokage, Danzo se aclaró ligeramente la garganta, sacando al joven de su ensueño y que de inmediato observo con incomodidad al Shimura, al Homura y a la Utatane que con una sola mirada le hicieron saber que su presencia no era requerida, aguardando a que abandonara la oficina, y así lo hizo en un parpadeo. Silente, Hiruzen recorrió la lista en caso de que algún conocido suyo estuviera anotado en ella, lo cual no sería para nada de extraño, pero el nombre que encontró lo desconcertó tanto que dejo el documento sobre el escritorio, enterrando su rostro entre sus manos…en una guerra se esperaban bajas, muertes, era la esencia de la guerra, pero de líderes expertos no de hombres aun jóvenes.
-¿Qué sucede?—pregunto Homura ante la reacción de su amigo y Hokage.
-Fujitama Uchiha murió—contesto Hiruzen por fin, alzando la mirada más manteniendo una de sus manos a la altura de su mentón.
-Siempre se lamenta la pérdida de un líder y esta vez no es diferente— obvio Koharu, comprendiendo su pesar ya que ellos eran mayores que el fallecido líder Uchiha. —Hemos de suponer que su hijo Fugaku será el líder ahora— tenían conocimiento de que Teyaki no quería ser el líder del clan, había declinado de ese rango hacia años, por lo que solo existía una opción, su hermano menor.
-Es demasiado joven, demasiado impredecible como para controlarlo— contrario el Shimura con una opinión bastante menos tolerante que la de sus amigos. —Ya aprenderemos a lidiar con él— menciono sin otro remedio, después de todo tenían formas de mantener el orden, fuera con quien fuera.
-Cuida tus palabras, Danzo, si queremos vivir, debemos dejar vivir— recordó el Sarutobi muy seriamente, para nada de acuerdo con su extremismo. —Los Uchiha no son nuestros enemigos— siempre llevaría en su memoria a Kagami Uchiha, un héroe, un Shinobi integro que había demostrado que la lealtad era más importante que el clan al que pertenecer. —Hablare con Fugaku cuanto antes, debe saber que el Clan Uchiha cuenta con nosotros, todos somos parte de la aldea— recordó para sí mismo, ya que en tal crucial rol el joven Uchiha debía contar con toda la ayuda posible y él se la proporcionaría.
No era la primera vez que Hiruzen escuchaban palabras de ese tipo, por causa de las enseñanzas de su fallecido Sensei y Hokage Tobirama Senju es que los cuatro tenían conciencia del gran poder que poseían los Uchiha y que podía ser un arma a favor de Konoha o en su contra, pero con una diferencia de gran importancia; Danzo, Homura y Koharu sostenían que las amenazas debían ser neutralizadas, eliminadas de raíz como la mala hierba aun cuando no se hubiera comprobado que esta amenaza era real, ellos lo llamaban prevención pero Hiruzen tiranía, para él los Uchiha solo serían un peligro si ellos los veían de ese modo, para él los Uchiha eran un Clan leal a la aldea, leal a los principios Shinobis y su mayor defensa ante el peor de los escenarios. Peligrosos o no, si querían vivir, debían dejar vivir.
La muerte de Fujitama Uchiha resulto ser un golpe duro y directo al corazón del clan Uchiha, para ellos que sostenían una jerarquía patriarcal la idea de perder a quien por veinte años había sido un padre para todos los niños, un hermano para todos los hombres, una inspiración para futuras generaciones, afrontar su partida no era cosa fácil, ese hombre había probado sus credenciales de liderazgo en sus últimos días, dirigiendo al Clan para proteger las vidas de los habitantes de Konoha en el frente de batalla y en cada frente de la aldea, pero increíblemente los habitantes de la aldea ni siquiera se habían manifestado tras su muerte, ¿merecía la pena sacrificar tanto por la aldea?, ¿la aldea reconocía siquiera que muchos de los habitantes no estarían vivos de no ser por los Uchiha? Hasta hoy los Uchiha habían sostenido ocasiones desavenencias con los civiles de la aldea pero nunca como ahora, es como si la muerte de lord Fujitama hubiese establecido un margen infranqueable entre ambas partes. En ese momento y lejos de las miradas de los habitantes de la aldea, todos los hombres que integraban el clan Uchiha se encontraban reunidos en la sala privada del templo Nakano, bajo toda la estructura que se apreciaba del exterior y que hasta hoy había sido usada solo en reuniones especiales. Los Uchiha conformaban un sistema patriarcal, los hombres siempre tenían la primera y última palabra en todo, por lo que en este rito funerario privado no había una sola mujer presente…si el heredero del clan estuviese casado, su esposa si podría estar presente, pero ya que el Fugaku no estaba casado es que ninguna mujer se encontraba presente, con el silencio tan solo roto por el crepitar del fuego de las antorchas.
Recostado a lo largo sobre una plataforma que simulaba un féretro abierto yacía el cuerpo del antes líder del clan y que todos tenían ocasión de ver por última vez en completo silencio como muestra de respeto. De pie a la derecha del féretro se encontraban Teyaki y Fugaku, ambos habían sido parte de la guerra, habían luchado en ella como haría cualquier hombre de su clan pero con una diferencia; Teyaki estaba decidido a desertar de la carrera Shinobi, deseaba llevar una vida tranquila junto a Uruchi a quien recientemente le había pedido matrimonio pero por supuesto que eso en nada afectaba su lealtad a su clan y a su gente. Por otro lado Fugaku había sido el segundo al mando durante la guerra, había aprendido del liderazgo de su padre, lo había suplico y apoyado en decisiones importante, había peleado entre sus hermanos de sangre con toda su alma, nutrido en el calor de la batalla, se había vuelto uno con la sangre de sus enemigos y de sus aliados, no tenía opción de elegir, no podía escapar del peso de ser el líder del Clan como su hermano mayor si, él solo podía seguir una dirección; hacia adelante. En ese momento y rompiendo con el silencio existente es que una serie de pasos resonaron en las escaleras que conectaban la entrada secreta con la sala, lo que de inmediato los alerto a todos, ¿Quién podía saber de ese lugar?, ¿Quién podría haber violado su privacidad de ese modo? La respuesta llego sola en cuanto Mikoto, recuperando el aliento que había contenido en su premura por llegar al templo, evadió con la mirada a todos los presentes, concentrándose de lleno en Fugaku que del mismo modo encontró su mirada con la de ella de inmediato.
¿Cómo conocía el lugar secreto de reuniones de su clan? Mikoto no era tonta, era la hija de un Shinobi destacad de Konoha y de la historia de su clan, así como la hija de una de las pocas mujeres del clan que no había abandonado su carrera militar pese a ser madre, alguien como ella aprendía a vivir de la información, los rumores y susurros, por lo que pronto había unido los puntos y se había dirigido cuanto antes al templo cuando había tenido conocimiento de que los hombres enviados al frente habían regresado. Por fin su mente estaba clara; si, había tenido sentimientos por Ren, fascinación y enamoramiento juvenil, pero ahora…sería tonto de su parte no asumir que desde el primer día su corazón había elegido a Fugaku, lo amaba de verdad pero no era hasta ahora que se daba cuenta de ello, por lo que en ese momento y al ingresar en la sala su inmediato impulso fue avanzar hacia él y abrazarlo con todas su fuerzas. Ella también había perdido a su padre, también se había sentido sola desde que tenía memoria, pero él en nada habría de temer porque ella esperaría el tiempo que hiciera falta pero se convertiría en su esposa cuando tuviera a edad apropiada, por fin comprendía cuál era su deber y que es lo que deseaba su corazón, ambas aristas se unían en una sola, ¿Por qué luchar contra el destino entonces? Aferro sus brazos alrededor del cuerpo de Fugaku, refugiándose en su aroma, descargando las desbocadas ansias—inconscientes—que había sentido todo ese tiempo, rogando que regresara, temiendo saber que había muerto o algo peor, pero afortunadamente no estaba muerto, estaba vivo, estaba con ella que lo estaba abrazando.
Sin dudarlo, prefiriendo no pensar en nada en ese momento, Fugaku envolvió sus brazos alrededor de la cintura de Mikoto, alguien como él que se veía obligado a mantener las apariencias todo el tiempo desde que tenía memoria, forzado a ser lo que otros esperaban que fuera no podía claudicar, no podía decir que estaba harto, agotado o cansado, no había podido hacerlo como un adolescente cualquier y mucho menos ahora como el líder del Clan Uchiha…y ni siquiera tenía diecinueve años, pero esa era su vida, no la había elegido, solo había podido resignarse a intentar vivir lo mejor posible, ni siquiera había podido elegir enamorarse pero lo había hecho. Si, estaba enamorado de Mikoto, pero sabía que no tenía derecho a ser egoísta, ella era una niña inocente llena de libertades, ¿Cómo obligarla a adecuarse a la misma realidad que él? No podía pedirle eso, no podría pedírselo a nadie, trazaría las distancias pero la protegería, prefería que ella fuera feliz junto alguien más y siendo libre que verla sufrir y padecer a su lado, cargada de responsabilidades demasiado pesadas e insostenibles. Todos los presentes guardaron silencio, no teniendo necesidad alguna de pronunciar siquiera media palabra, todos sabían quién era Mikoto, que ocultaba su sangre y su linaje, era la única mujer idónea dentro del clan para convertirse en la esposa del futuro líder del clan y por ende en ese momento merecía el respeto de todos los presentes porque se convertiría en la esposa del líder del clan, no lo decían Fugaku, no lo decía ella, eso era algo que estaba escrito en su destino y que tarde o tempranos e cumpliría.
Lo único que restaba por ahora era esperar, ser pacientes y tener esperanzas en el futuro, un futuro que vendría de mano de esos dos jóvenes, sobre ellos recaía el futuro del Clan Uchiha.
PD: Saludos, queridos míos, tengo que confesar que por poco y sentí no seria capaz de completar el capitulo esta semana, el día antes de comenzarlo me falto tanto la inspiración que incluso tuve problemas con la creación de los diálogos, que yo considero la parte crucial de toda historia, pero afortunadamente obtuve inspiración de no se donde :3 Este es mi único escape ante el difícil momento emocional por el que estoy pasando, por lo que me encantaría ver lindos comentarios que me suban el animo, si no es mucha molestia :3 ahora comenzare a escribir las actualizaciones de "El Velo del Amor" y "Queen: The Show Must Go On", y si no hay grandes obstáculos la actualización de "La Bella & La Bestia" :3 Este nuevo capitulo esta dedicado a mi encantadora amiga y lectora DULCECITO311 (dedicándole cada una de mis historias por sus infaltables e incomparables comentarios) a Yi Jie-san (agradeciendo su presencia a lo largo de la historia hasta a través de sus comentarios) y a todos que siguen, leen o comentan todas mis historias :3 Como siempre, besitos, abrazos y hasta la próxima.
Contexto: no existen demasiados datos en cuanto a la Segunda Gran Guerra Shinobi, no hay información sobre cuanto duro o quienes participaron en ella además de los tres legendarios Sannin, por lo que me base en la Cuarta Gran Guerra Shinobi para representar el comportamiento y el tiempo que hombres y mujeres pasaron librando este conflicto. Si bien Hideo Sarutobi es un personaje creado por mi, en este contexto es el hijo mayor del Tercer Hokage y el padre de Konohamaru, nunca se estableció en la serie el nombre de su padre o su madre por lo que aproveche para involucrarlo en la historia. Siendo honesta no sabia como representar la historia de Mebuki y Kizashi Haruno, quería representar sus personalidades lo mejor posible y siento que lo hice bien o eso espero, al igual que ocurrió en el caso de Sai que adopto el apellido de Ino al casarse con ella, en esta versión Kizashi obtendrá el apellido Haruno al casarse con Mebuki. Itachi Uchiha, el padre de Mikoto en esta historia esta basado en la figura de Winston Churchill que fue conocido por su particular personalidad directa, estricta pero carismática al mismo tiempo y que es un hombre al que admiro como líder militar y de hecho Eshima—la madre de Mikoto—también estaba basada en su esposa Clementine. No hay muchos detalles en cuanto a la jerarquía del Clan Uchiha pero ya que este Clan representa a la sociedad japonesa tradicional—donde las mujeres no ejercen cargos de gran importancia—es que en la vida de este Clan elegí representar a las mujeres como un rol de apoyo pero no de protagonistas, o por lo menos no en esta historia pero si lo haré en la historia "El Origen Del Clan Uchiha" a través de la descendencia de Indra. Además ya comencé a representar el resentimiento del Clan Uchiha por los habitantes de Konoha que no valoran su labor de proteger a los civiles, y el tiempo no hará mas que acrecentar este hecho.
También les recuerdo que además de los fics ya iniciados tengo otros más en mente para iniciar más adelante en el futuro: "Avatar: Guerra de Bandos" (una adaptación de la película "Avatar" de James Cameron y que pretendo iniciar pronto), "La Bella & La Bestia: Indra & Sanavber" (precuela de "La Bella & La Bestia"), "Sasuke: El Indomable" (una adaptación de la película "Spirit" como había prometido hacer), "El Siglo Magnifico; Indra & El Imperio Uchiha" (narrando la formación del Imperio a manos de Indra Otsutsuki en una adaptación de la serie "Diriliş Ertuğrul"), como algunas ya habrán notado por mis historias "El Sentir de un Uchiha" y "El Clan Uchiha", también tengo la intención de explicar el porque de determinados acontecimientos, explicando sus motivaciones y auténticos sentimientos, como yo creo o siento que sucedieron, por lo mismo tengo la idea—si ustedes lo aprueban—de iniciar un fic llamado "El Origen del Clan Uchiha" centrado en el padre de todos los Uchiha; Indra Otsutsuki, porque considero que también merece su propia historia, si ustedes están de acuerdo, claro :3 Para los fans del universo de "El Conjuro" ya tengo el reparto de personajes para iniciar la historia "Sasori: La Marioneta", por lo que solo es cuestión de tiempo antes de que publique el prologo de esta historia. También iniciare una nueva saga llamada "El Imperio de Cristal"-por muy infantil que suene-basada en los personajes de la Princesa Cadence y Shining Armor, como adaptación :3 cariños, besos, abrazos y hasta la próxima :3
