-Este fic es una precuela de mi historia "El Sentir de Un Uchiha" centrada en Sasuke, Sakura y Sarada. Ni los personajes ni la historia me pertenecen en lo absoluto sino que son de la completa autoría de Masashi Kishimoto más la narración, historia y pasados de los personajes (Fugaku, Mikoto, Itachi y Sasuke) son de mi absoluta responsabilidad para la dramatización, sentido y cronologia de la historia :3
Con expresiones serias o aparentemente estoicas, resignadas y cargadas de pesar personal por haber sido descubiertas, Mikoto Uchiha y Kushina Uzumaki se encontraban fuera del despacho del Hokage, en realidad no deseaban estar ahí, pero había sucedido algo que era una rutina para la Uzumaki desde hace años; nuevamente alguien había penetrado las defensas de la aldea e intentado secuestrarla para apoderarse del Biju que ella llevaba en su interior, había sido toda una suerte que los "secuestradores" no fueran muy listos o no muy fuertes, eso y que Mikoto se encontrase cerca para ayudarla a pelear, pero el problema no era ese, ya que de ser ese el caso, no estarían ahí, pero los secuestradores no habían sido tan tontos, arrastrando su pelea hacia la aldea, casi dejando en evidencia de los civiles la amenaza que representaba tener entre los habitantes de la villa a una Jinchuriki, exponiendo a Kushina, claro que ella y Mikoto habían logrado neutralizarlos, pero no antes de que un grupo de Jonin interviniera. Ahora, ambas estaban en problemas, de pie fuera de la oficina del Hokage, quien se encontraba ausente, llevando a cabo negociaciones de paz con enviados de Sunagakure, o intentando no entrar en guerra, por lo que a ellas no les habría de quedar otra opción salvo tratar con lord Danzo, que era mucho menos empático y tolerante, además de cruel y vengativo, pero ni Kushina estaba preocupada por eso, ni mucho menos Mikoto, quien se mantuvo cruzada de brazos, la verdad le preocupaba más que Fugaku no hubiera llegado aún, tratándose del líder del clan y capitán de la policía militar, el debería ser el primero en hacerse presente ante semejante amenaza a la aldea, no por ella, sino por la aldea.
—¿Quieres recordarme como nos metimos en esto?— preguntó Kushina en apenas un susurró.
—Ya lo olvide— contestó Mikoto, eligiendo no pensar en eso y encogiéndose de hombros.
—Lord Danzo las recibirá— informó un Jonin en ese momento, sacándolas de su ensueño.
Irrumpiendo en su conversación, un Jonin se hizo presente, instándolas a pasar al interior del despacho del Hokage, donde en condiciones normales se mostrarían como dos jóvenes inocentes y que no habían hecho nada malo, luego el Tercer Hokage las regañaría suavemente y ellas prometerían no volver a causar problemas, pudiendo dejar atrás aquel feo malentendido; pero no era al Tercer Hokage a quien observaron al cruzar el umbral del despacho, no, se trataba del severo lord Danzo, líder de ANBU Raiz, alguien completamente intimidante y a quien no podrían convencer de su inocencia con palabras dulces y miradas cargadas de falso arrepentimiento, por lo que calladas y escuchando la puerta cerrarse tras de sí, ambas ingresaron en la habitación, aproximándose al escritorio frente al que se detuvieron, observando la espalda de lord Danzo, quien se encontraba viendo a través de los amplios ventanales. Cruzando cualquier limite, desde siempre Danzo había protegido a la aldea con la inquebrantable convicción de que ningún sacrificio era demasiado grande ni demasiado pequeño en tanto engrandeciera a la aldea, por ello había sido el primero en sugerir que se protegiera a Kushina Uzumaki como la Jinchuriki del Zorro de las Nueve Colas, pero al mismo tiempo la consideraba una amenaza por el peligro que representaba que alguien fuera de la aldea supiera quien y que era realmente, pero por otro lado era quien más se oponía a que la Chunin conocida como Mikoto Uchiha ascendiera a Jonin sin importar cuan excelsas fueran sus habilidades, era una Uchiha después de todo y para Danzo no había nadie dentro de ese clan que fuera digno de confianza para ascender tanto siendo tan joven.
—Esto es tan inusual, que no se me ocurre un castigo apropiado— comentó el Shimura al voltear a verlas.
—Como Jonin me gustaría decir...— intentó discutir Mikoto, ya que según su perspectiva, Kushina y ella no habían hecho nada malo.
—Aun no eres Jonin, Uchiha, tu promoción no se ha oficiado, por lo que eres una Chunin— reprendió Danzo severamente, haciéndola callar. —Ambas actuaron con imprudencia y estupidez, pusieron a la aldea en peligro— recordó intercalando su mirada entre ambas, —no es sensato ni apropiado poner a un Biju en bandeja de plata para nuestros enemigos, que no son pocos y amarían destruirnos— Konoha era una villa fuerte, y muchos deseaban verla caer en la ruina, algo que no podían permitirse.
—Yo fui quien insistió en pelear, Mikoto quería que regresáramos a la villa y pidiéramos ayuda…— discutió Kushina con voz suave, sabiendo comportarse.
—Un ninja entrenado sabe lo que se debe hacer— diferenció él con inclemencia, interrumpiéndola.
—Lord Danzo— se anuncio una voz, interrumpiendo cualquier posible veredicto.
Como si tuviera un detonador o interruptor en la nuca, Mikoto volvió inmediatamente el rostro hacia la puerta que en ese momento se cerró tan pronto como Fugaku ingreso, igual de estoico e indiferente como siempre, inclinando la cabeza con—aparente—respeto a lord Danzo, apenas y encontrando su mirada con la suya, pero su presencia fue un bálsamo para Mikoto, al menos así sabía que Kushina y ella no estaban solas, después de todo la seguridad de la Jinchuriki era igualmente responsabilidad del Clan Uchiha, le pesara a quien le pesara. Cuando Fugaku había sido informado del incidente ocurrido, y que casi había involucrado a los civiles de la aldea, no quería creerlo, es decir, después de una guerra ganada por Konoha—ante la deserción de sus enemigos—, lo último que alguien pensaría en hacer seria atacar la aldea, pero lo habían hecho, y le tranquilizaba que Mikoto hubiera hecho algo al respecto, tanto en nombre de la aldea como de su clan, pero en ese momento, imposibilitado a demostrar sentimientos, el Uchiha cruzó ambas manos tras su espalda, estoico y evitando la mirada de ella, que regreso su mirada a lord Danzo sin otro remedio. No intimidado sino que obligatoriamente restringido en su juicio debido a la presencia de Fugaku Uchiha, Danzo centró su mirada en ambas jóvenes, aparentemente inocentes y carentes de riesgo en apariencia, pero él sabía mejor que nadie que ambas eran un peligro; una poseía en su interior a una bestia que podía destruirlo todo, y la otra era descendiente del hermano del mayor enemigo pasado de la aldea, Madara Uchiha…ambas eran un peligro, pero que debían proteger y a sí mismos, Hiruzen no toleraría que él las hiciera encarcelar, eran solo adolescentes después de todo, aunque una de ellas estuviera a un año de convertirse en adulta.
—Kushina Uzumaki, no debes olvidar lo que representas y el objetivo que eres, la supervivencia de la villa esta en tus manos, al igual que su caída, y no podemos permitir que algo así vuelva a pasar— determinó Danzo, centrando su mirada en la Uzumaki, quien asintió en silencio, consciente de su lugar en la aldea. —Si no quieres estar bajo custodia preventiva de manera indefinida, estos juegos tontos deben terminar, y eso incluye mantenerte lejos de Mikoto Uchiha— estableció desviando su mirada hacia la aludida, quien no se atrevió a alzar la mirada ni mucho menos contestar.
—Si se me permite hablar— detuvo Fugaku, acercándose al escritorio, sin encontrar objeción a su solicitud. —He observado largamente el vínculo entre Kushina y Mikoto, y me atrevo a sugerir que no hay nadie más dentro del clan que pueda proveer a Uzumaki de seguridad, es la Chunin más destacada de su generación, hija de un prodigio, y su lealtad así como la de todo nuestro clan está clara— difirió con seriedad, pensando únicamente en preservar la seguridad de la Jinchuriki y mantener a salvo a la aldea al mismo tiempo. —Jamás haríamos nada para poner en peligro a la aldea, somos hijos de Konoha tanto como los civiles— acotó con humildad, forzado a acatar su decisión final.
—Confió en tu palabra, Fugaku— asintió el Shimura ante sus palabras, —pero esto no anula el hecho de que Mikoto es peligrosa, rebelde...— esas palabras eran poca cosa ante el atrevido y tempestuoso temperamento de la Uchiha.
—¿Insubordinada, vulgar?— completó él con una actitud igualmente critica, aunque a decir verdad no le importaban los defectos de Mikoto, de hecho eso le fascinaba más.
—Estoy aquí, gracias— mencionó ella con una tenue sonrisa, alzando una mano en señal de vida.
—Pero el número de ninjas capacitados para enfrentar enemigos ha descendido tras la última guerra— mentó Fugaku con perspectiva únicamente militar, —no podemos perder ni desperdiciar a los ninjas que tienen todo de su parte para garantizar la seguridad de los civiles, y Mikoto es una de esos ninjas— existían muy pocos ninjas capacitados para forjar a las nuevas generaciones, y Mikoto era una de ellos, —yo me ocupare de que no den problemas, y tomare toda la responsabilidad— prometió sinceramente.
—Está bien— suspiró Danzo con resignación, —pero nada de actividades extra, nada de fiestas, socializar, ni nada que parezca divertido— puntualizó, sosteniéndoles la mirada ambas adolescentes.
No tenía otra opción, por ahora, y lo último que se necesitaban era alarmar a los habitantes de la villa, controlar a dos adolescentes locas no debía ser tan difícil, y en última instancia al menos haría que algunos de sus afiliados ANBU se encargaran de que no hicieran nada sospechoso, preocupante, ni extraño. Sin necesidad de observarse entre sí y conocer la opinión que la otra tenía con respecto a estas restricciones, tanto Mikoto como Kushina asistieron en silencio, despidiéndose de lord Danzo con una respetuosa reverencia a imagen de Fugaku detrás de ambas, y que personalmente las escolto fuera de la torre Hokage, ya luego regañaría a Mikoto por su proceder, pero no ahora…
Ser una Genin no era motivo de despreocupación, menos cuando lo que tenía sobre si era el peso de uno de los clanes civiles más prestigiosos, puede que los Yamanaka no fueran tan poderosos como los Uchiha o los Hyuga, pero no por ello eran menos importantes, de hecho, estaban permanentemente vinculados o relacionados con cada decisión importante dentro de la aldea, y el padre de Miyuki era el consejero y mano derecha principal del líder del clan, pero debido a una reciente enfermedad había tenido que dejar de lado sus responsabilidades y legárselas a su única hija, que si bien era una Genin próxima a ascender a Chunin, destacaba por su talento diplomático, revisando en ese momento una serie de documentos entre sus manos, de camino al hogar de lord Isao Yamanaka, releyéndolos antes de regresarlos al archivo en que habría de entregarlas. Su familia siempre había estado vinculada al líder del clan Yamanaka, se decía que tenían un mismo ancestro en común, datado de la época del primer Hokage, pero no era eso lo que impulsaba a Miyuki a comprometerse tan seriamente con una labor tan seria pese a su joven edad, no, la razón era el guapo hijo y heredero de lord Isao, su mejor amigo desde que ella era una niña pequeña; Inoichi, el chico más guapo y amable que hubiera podido conocer, pero que—ella sabía—jamás se fijaría en ella, ¿por qué? Tenía muchas chicas de donde escoger, primero era unos meses mayor que ella, y segundo era uno de los mejores partidos de la aldea, hija del consejero principal o no, Miyuki sentía que no tenía ninguna oportunidad, pero poder ayudarlo y asesorarlo en su labor futura como líder del clan era mucho más de lo que podía pedir.
—Miyuki— llamó una voz a su espalda, pero ella estaba demasiado concentrada en sus pensamientos como para atender al llamado. —¡Miyuki!— volvió a llamar la voz, pero sin esperar a que ella voltease, corriendo hasta detenerse frente a ella, que se sorprendió al encontrar sus ojos con los de él. —¿Saldrías conmigo?— preguntó directamente y casi con un hilo de voz.
—Claro, cuando quieras— contestó ella de inmediato y con una sonrisa.
—No, salir conmigo— diferenció Inoichi, o eso intento ya que no podía olvidar que ella era algo despistada.
—¿Quieres que te acompañe a algún lado?— cuestionó Miyuki, un tanto confundida por el sentido de su pregunta.
—Sera más difícil de lo que pensé— comentó él en voz alta, con una seca sonrisa. —Miyuki— llamó seriamente, sorprendiéndola por su tono de voz y la atención que le dirigía, —¿aceptarías tener una cita, conmigo?, y si no me odias, ¿quizás aceptar ser más que amigos?— preguntó ya más claramente, deseando que ella dijera sí.
—¿Hablas de tomarnos de la mano, vernos a los ojos durante horas y poder decirte a cada momento lo perfecto que eres?, porque en verdad eres fantástico, Inoichi— contestó ella, hablando más de la cuenta únicamente a causa de la emoción. —Soy la chica más afortunada del mundo— declaró casi sin aliento, incapaz de creer que aquello fuese real.
—Yo también soy afortunada…— secundó Inoichi, antes de golpearse mentalmente por decir aquello, —afortunado, suertudo— se corrigió con una sonrisa nerviosa, temiendo arruinar el momento.
Era algo precipitado, aunque no demasiado, ambos tenían quince y dieciseis años, el tiempo estaba comenzando a pasar y él ya tenía claro con quien quería compartir todas las alegrías e sinsabores de la vida que tenía por delante, como futuro sucesor de su padre y líder del clan, y para tomar tan gran responsabilidad necesitaba de una mujer a su lado y Miyuki era absolutamente perfecta, no era como el resto de las chicas de su generación que solo lo seguían porque lo consideraban guapo o por su talento como Shinobi, no, Miyuki era completamente diferente, ella siempre había sido su mejor amiga desde que tenía uso de razón y memoria, la niña con la que jugaba de niño y a quien siempre podía contarle todo como ni siquiera podía hacer con Shikaku o Choza, además, era la chica mas inteligente, alegre y amable que hubiera conocido, todo cambiaría si ella estaba a su lado, todo sería diferente, ellos harían que todo fuera diferente. Sin siquiera pensarlo demasiado y en un arranque de emoción pura—sin soltar el archivo que sostenía en una de sus manos, claro—, Miyuki abrazó efusivamente a Inoichi sin importarle que estuvieran en plena calle y cualquiera pudiera verlos, no, nada de eso le importaba, se sentía absolutamente maravillosa, como si estuviera dentro de una especie de sueño, él, el chico más guapo y amable que conocía, el futuro líder del clan, su mejor amigo y a quien tanto admiraba acababa de pedirle que tuvieran una cita juntos y que incluso—si todo salían bien—se convirtieran en novios, ¿cómo no creer que estaba soñando?, pero pensando precisamente en ello y en medio de aquel maravilloso abrazo, Miyuki recordó el archivo que aún tenía que entregar, motivo por el rompió lentamente el abrazo, sonriendo a modo de disculpa.
—¿Te parece si paso a buscarte más tarde?— preguntó Inoichi, pudiendo leer en sus ojos y saber que ella tenía algo más por hacer en ese momento.
—Me encantaría— asintió Miyuki, aún muy emocionada, despidiéndose de él con una sonrisa antes de finalmente seguir con su camino, volteando a verlo de vez en vez.
—No puedo creerlo…— suspiró el Yamanaka nada más encontrarse solo, o hasta que sus dos amigos llegaron a su lado, abrazándolo por la espalda
—Bien hecho, amigo— felicitó Choza, tanto en su nombre como en el de Shikaku, quien solo sonrió en respuesta.
—Gracias, chicos— sonrió Inoichi, agradecido por poder contar con ambos. —¡Sí!— gritó por pura emoción, sin importarle si alguien lo veía raro por ello o no.
Brincando espontáneamente a causa de la emoción, volteando a ver a sus amigos mientras corría por las calles, seguido por ellos que intentaron darle alcance, Inoichi alzó la vista al cielo, lleno de esperanza por el futuro al igual que la mayoría de los habitantes de Konoha, porque la guerra había terminado y el tiempo que pasaba ante todos era motivo más que suficiente para alentarlos a disfrutar de la existencia, al menos hasta que se librara una nueva guerra.
Tras la reprimenda o castigo de lord Danzo, Kushina había decidido aislarse de todo y todos por un tiempo, al menos voluntariamente, Mikoto sabía dónde encontrarla y todos los demás en cierto modo estarían mejor si no se vinculaban con ella, ¿verdad?, era una Jinchuriki después de todo, un peligro potencial para cualquiera, y ella quería evitar ser un problema mayor del que ya por si era. Al principio, cuando sus padres habían muerto, se había sentido sola de una forma en que no podía explicar, abandonada y perdida, sin poder encontrar el rumbo hasta que, durante uno de sus entrenamientos en solitarios, había descubierto una serie de pequeñas cuevas o catacumbas en medio del bosque, hoy estaba segura de que nadie conocía aquel lugar ya que estaba bajo tierra, lo que le brindaba toda la privacidad y aislamiento que necesitaba, abastecida de alimentos suficientes y teniendo aquel pequeño rincón del mundo perfectamente acondicionado para ella, acomodando un par de mullidos almohadones sobre la alfombra a ras de suelo, en una improvisada cama, acomodando dos linternas a baterías en el centro de la cueva como medio de iluminación. Ahí, a solas con sus pensamientos, reflexiones y sentimientos, de brazos cruzados y sentada sobre la alfombra, Kushina fue incapaz de advertir la llegada de alguien, no tenía por qué estar atenta, se suponía que nadie más que ella o Mikoto conocía ese lugar, pero en ese momento eso no fue un impedimento para que Minato ingresara a través del angosto pasadizo, teniendo cuidado con cada paso que daba, ágil y cauto para no ser escuchado, observando el interior de la cueva antes de centrar su mirada en la Uzumaki.
—No hay dibujos míos, ¿o sí?— preguntó Minato con un deje de broma, examinando los dibujos que cubrían parte de las paredes.
—Minato— reconoció Kushina, levantándose del suelo y volteando a verlo, sorprendida porque él supiera de este lugar, o bien la había seguido.
—Kushina, si cometí algún error sin darme cuenta, en verdad lo siento— se disculpó el Namikaze, temiendo que ella saliera corriendo con tal de alejarse de él, —lo quiero reparar, si me das la oportunidad— pidió esperando que ella pudiera perdonarlo.
—No hiciste nada malo, Minato, ¿cómo podrías?— cuestionó la Uzumaki con una inevitable sonrisa. —Solo…soy yo, esta soy yo, esta es mi vida y no planeo que lo entiendas— era una Jinchuriki y solo le causaría mal si intentaban estar juntos, por eso últimamente se estaba alejando de él. —Nunca podre ser lo que tú necesitas, soy una Jinchuriki y no hay realidad alguna en la que podamos estar juntos— él era el prodigio de la aldea y ella el demonio del que tanto temían los niños.
Ella había querido creer que todo lo que él tan amablemente le ofrecía era posible, él que siempre era atento y amable, que le sonreía y pasaba tiempo con ella, que era el primero además de Mikoto en acercarse a ella sin miedo o inquietud, pero era algo demasiado hermoso como para ser verdad y ella había acabado por darse cuenta, con lentitud pero lo había hecho. Él era un ninja muy prometedor, alumno del mismísimo Jiraiya, alumno del Tercer Hokage, tenía toda una vida por delante, repleta de logros, ¿y ella que? era solo una simple marioneta, un Jinchuriki, alguien que no se merecía realmente nada en el mundo, arruinaría la vida de Minato si seguía involucrada con él y lo mejor que podía hacer si realmente sentía algo por él, era alejarse, puede que les doliera a ambos, pero era lo mejor. Inquieto y sin saber qué hacer en ese momento, Minato aparto la mirada, mordiéndose el labio inferior y llevándose una mano al mentón de forma pensativa, ¿qué podía hacer? Si, su carrera como ninja apenas estaba comenzando y ya era prestigiosa, su propio maestro estaba muy orgulloso de él, ¿pero era eso un impedimento para que Kushina y é pudieran tener algo juntos? De ser así, estaba dispuesto a renunciar a todo, a su vida como ninja pese a lo joven que era, todo con tal de ver feliz a la chica que le había robado el corazón desde el primer momento en que la había conocido, no quería perder el tiempo, solo quería verla sonreír, no quería que estuviera sola ni triste, ¿pero había algo que realmente pudiera hacer? Si él era el problema, al menos sabía o quería creer que había algo que pudiera hacer para cambiar las cosas, debía haber algo.
—Entonces, yo seré distinto, dejare responsabilidades, me divertiré más…— comentó Minato con naturalidad, dispuesto a cambiar si eso permitía que estuvieran juntos
—¡No!— protestó Kushina, sin desear que él hiciera nada, porque era perfecto para ella. —Yo soy una mala influencia, ¿cómo es que no lo entiendes?, solo es cuestión de tiempo antes de que haga algo tan malo que la aldea y todos estén contra mí— siempre habría alguien detrás de ella, intentando apoderarse del Zorro de Nueve Colas, siempre sería una amenaza para la aldea hasta que hicieran algo respecto y se deshicieran de ella.
—El resto del mundo puede pensar lo que quiera, pueden irse al diablo, no me importa— protestó el Namikaze para incredulidad de ella ante la certeza de sus declaraciones. —Te amo— confesó sin duda alguna, sin dejarse guiar por los nervios, sino que solo dejando hablar a su corazón. —¿Por qué habría de pensar en lo que opinarían los demás?— preguntó, viéndola bajar la mirada. —Solo quiero verte feliz, si me aceptas— añadió con un nudo en la garganta, por la incertidumbre. —¿Tú no me amas?— preguntó con angustia ante una posible negativa, pero la aceptaría.
—¿Cómo podría no amarte?— preguntó la Uzumaki con una sonrisa, sorprendida y divertida por su inseguridad, —si eres el hombre más maravilloso que he conocido, el único que me ha visto cuando me sentía invisible— confesó sin apartar sus ojos de los de él, sabiendo que solo existían unas palabras capaces de expresar lo que sentía. —Yo también te amo— confesó ligeramente avergonzada, luchando por no bajar la mirada.
Llevaba callando esos sentimientos desde hace mucho tiempo, porque el tonto rubio flacucho medio afeminado que al comienzo le había parecido irritante, hoy era el chico más guapo y maravilloso que hubiera conocido, no podía simplemente estar en el mismo lugar que él y no verlo a cada momento, no sonreír con su presencia ni sentir que lo tenía todo por solo estar a su lado, quería que estuviera juntos y que caminaran por el mismo camino de la mano, porque mientras él estuviera feliz, ella estaría feliz, y no podía negarlo por más tiempo. Sintiendo que se le quitaba un enorme peso y agonía de encima, sonriendo y sin apartar sus ojos del rostro de Kushina, Minato acortó respetuosamente la distancia entre ambos, envolviendo uno de sus brazos alrededor de la cintura de ella y la otra alrededor de sus hombros, abrazándola contra su pecho y sin encontrar oposición alguna a su muestra de afecto ahora, como no había sucedido en el pasado, porque siempre había existido algo que simplemente les había impedido acercarse como tanto deseaban, alguna línea invisible que ellos no habían querido establecer, que siempre había estado ahí, pero ya nada de eso importaba, todo lo realmente importante es que ambos eran felices estando juntos y que se amaban sin importar que aún tuvieran toda la vida y el futuro frente a ellos, amenazando con separarlos, ellos tenían muy claro lo que sentían y nada ni nadie era más importante que lo que sentían, nada.
Lo que tuviera que ser, sería, y si iban a enfrentar el futuro, iban a hacerlo juntos.
Socializar estaba sobrevalorado, eso es lo que Mikoto quería pensar, sentada en una mesa solitaria frente a Kushina en su pub favorito, desearía que sus otras amigas Mebuki, Yoshino, Miyuki y Hana estuvieran ahí en ese momento, así al menos no se sentiría tan sola ni nerviosa a causa del silencio que tenía pegado a su persona al salir de casa y también al regresar, ya que su madre estaba trabajando como de costumbre y estaba sola la mayor parte del tiempo, pero todos estos pensamientos eran nada en ese momento mientras la Uchiha, apoyando ambos brazos sobre la mesa, sonreía llena de alegría y sin quitarle los ojos de encima a su mejor amiga, suspirando una vez que la Uzumaki concluyo su relato de cómo había sido la confesión de Minato y la propia. La verdad, existían personas con mucha suerte y una de esas personas era Mikoto, estaba enamorada del chico más guapo de la aldea y él de ella, ambos eran la pareja perfecta, ¿qué más se podía pedir? Mikoto hasta se sentía celosa, en tanto Kushina bajaba la mirada hacia sus manos, no sabiendo que hacer o pensar, claro, había correspondido a los sentimientos de Minato, pero, ¿había hecho bien?, ¿estaba bien ser egoísta o debería haber fingido que no sentía nada por él? No, no podría hacer de tripas corazón y dejar que él creyera que no lo amaba, pero también sabía que su relación estaba destinada a ser una especie de tragedia, ella era una Jinchuriki, ¿qué más prueba se necesitaba? Estaba muy insegura y nerviosa, además, jamás había tenido novio, siempre había detestado completamente las vinculaciones románticas, ¿y si se equivocaba?, ¿y si lastimaba a Minato? Por Kami, no sabía qué hacer.
—Que romántico— suspiró Mikoto soñadoramente, casi sintiendo celos por la suerte de su amiga.
—No sé si es romántico o no— negó Kushina, intentando pensar con la cabeza y no con el corazón, —ni siquiera sé que pensar— confesó sintiéndose cada vez más perdida.
—Oye, ¿el rubiecito te gusta o no?— preguntó la Uchiha directamente, dejándole claro lo simples que eran las cosas. —No lo pienses tanto y solo se feliz— aconsejó con una amable sonrisa, viendo la expresión de preocupación de Kushina tornarse en una sonrisa.
—Lindas piernas, Uchiha— comentó una voz, situándose a su diestra y que ella reconoció al instante.
—Atrévete a decírmelo a la cara— alentó Mikoto como desafió, volviendo el rostro hacia Hizashi, controlando su ira ante su "halago" no deseado.
—Oh, lo hago— asintió el Hyuga sin miedo, sosteniéndole la mirada. —Oigan todos, ¿quieren oír algo divertido?— preguntó llamando la atención de los demás presentes, para clara extrañeza de la Uchiha y su amiga. —Mi hermano Hiashi estuvo con esta belleza anoche, parece que el clan Uchiha no es tan prestigioso como se cree— se burló con toda intención de molestarla, viéndola casi palidecer ante su declaración.
—¿Qué?— preguntó la Uchiha, sin poder creer que él la acusara de algo así, ¿es que no sabía quién era?, oh, cierto, los Hyuga no pensaban.
—¿Duele la verdad, linda?— retó Hiashi, respaldando la declaración de su hermano, aunque fuera mentira.
Como una Uchiha, Mikoto siempre se había considerado a sí misma como un ser de sangre caliente, tenía fuego en las venas, el emblema del abanico en su espalda representaba todo eso…pero estaba dejando de ser una niña, dentro de un año cumpliría dieciocho, ya no podía simplemente pelear porque alguien dijera algo que no iba de acuerdo con ella o que fuera una mentira, el dialogo debía ser primordial, más tras el último incidente que había implicado a Kushina y que aún la estaba sancionando por tiempo indefinido, por lo que sin otro remedio apretó fuertemente ambas manos contra los shorts blancos que vestía, sosteniéndole airosamente la mirada a Hizashi, haciéndole saber que no iba a tener la gloría de verla humillarse ni bajar la cabeza, mas si ella no lo hizo, Kushina si, levantándose de su asiento en ese preciso momento y, bajo la vista de todos, estampando su puño contra el rostro del Hyuga, apenas y dándole tiempo a Mikoto de reaccionar. Intercalando su mirada entre los presentes y dándose cuenta de que estaban llamando la atención de la forma en que lord Danzo les había prohibido hacer, bajo pena de reclusión inmediata, por lo que Mikoto envolvió sus brazos alrededor de la espalda de Kushina, forzándola a separarse de Hizashi entre protestas, justo cuando el hermano de este, Hiashi, pretendía intervenir, halando de ella con todas sus fuerzas hacia la salida del pub sin importar que la Uzumaki protestara como una autentica fiera, presta a abalanzarse contra ambos hermanos, mas no pudo hacerlo ya que, por muy grande que fuera su cólera, Mikoto era más fuerte que ella, soltándola y tomándola por los hombros tan pronto se encontraron fuera del pub.
—Kushina, ya sabes que no podemos meternos en problemas— regaño la Uchiha, pero pese a esto su amiga no dudo en intentar soltarse de su agarre y regresar adentro. —No puedes golpear a todos los que nos ofenden— insistió alzando más la voz, resignada a no hacer nada, al menos por ahora.
—Puedo intentarlo— discutió la Uzumaki, sosteniéndole la mirada y dejándole claro que iba a pelear ya sea que le gustara o no.
—No, no puedes, no te dejare— volvió a protestar Mikoto, activando su Sharingan a modo de amenaza, viéndola bajar la cabeza y rendirse, después de todo contra ella no podía pelear. —Somos amigas y es mi responsabilidad protegerte— recordó, teniendo muy presente la anterior amenaza de lord Danzo, —no valen la pena, piensa en ellos así, será más fácil— aconsejó, haciendo igual ya que de otro modo nada la detendría de regresar al interior del pub y golpearlos hasta el cansancio. —Esto no es una amenaza, pero pienso que si hay otra— alguien había orquestado esto, y no podían ser Hizashi o Hiashi, ellos no tenían cerebro para eso, —yo me encargo, tranquila— añadió ante la curiosa y preocupada mirada de su amiga.
Forzada a asentir y estar de acuerdo con lo que decidiera Mikoto, igualmente restringida en su actuar dados los últimos acontecimientos, Kushina únicamente asintió en silencio, respirando aire profundamente y controlando sus emociones, en tanto Mikoto se llevaba una mano a la frente para masajearse las sienes, negando en silencio para sí, ¿cómo había pasado esto?, ¿cómo es que Hizashi y Hiashi habían podido acusarla a ella de algo así? Nunca se habían llevado mal, ¿qué estaba pasando? Tan pronto como algunos de los clientes del pub comenzaron a salir, claramente comentando respecto a ella al verla, Mikoto comenzó a preocuparse, ¿y si los rumores llegaban a Fugaku?, entonces si sentiría muchísima vergüenza, después de todo, la única opinión que quería tener era la suya…
Deteniéndose ante la puerta del hogar de Miyuki, Inoichi se reprendió mentalmente por no prestar mayor atención a su apariencia, alisándose ominosamente la ropa antes de decidirse a llamar a la puerta, acomodando su largo cabello rubio recogido en una coleta, ¿no se estaba olvidando de algo? En su mente llevaba una exhaustiva lista que comenzó a tachar, revisando que el ramo de rosas rojas que llevaba en la mano derecha estuviera perfecto, ya había revisado su ropa…¿debería haber comprado flores más bonitas?, ¿debería haberse puesto otra ropa? Mil y un ideas comenzaron a dar vueltas en su mente, confundiéndolo más a cada momento, estar enamorado no era algo sencillo, quizás debería haberles pedido a sus dos amigos Shikaku y Choza que actuaran como chaperones para asegurarse de que nada saliera mal, pero si lo hacía entonces si quedaría en ridículo. Antes de siquiera darse cuenta de que hacía, se encontró llamando a la puerta sin poder evitarlo, y sin otra opción salvo esperar a que esta se abriera como respuesta, ¿qué había hecho?, ¿debería salir corriendo?, se sentía demasiado nervioso, ¡solo tenía dieciseis!, ¿era tarde para salir corriendo? Honestamente se lo estaba planteando y muy seriamente. Tras segundos de espera que para él se tornaron interminables, la puerta finalmente se abrió, revelando a la señora Ayame Yamanaka, quien sonrió nada más verlo, amable como siempre y haciéndolo sentir un tanto más seguro o a salvo, por un par de segundos, aunque solo se sentiría realmente así cuando viera a Miyuki y tuviera la certeza de que no se estaba comportando como un completo tonto.
—¿Sí?, ¿hay algo en lo que pueda ayudarte, Inoichi?— consultó Ayame con voz suave, permanentemente dulce.
—Mamá— llamó Miyuki a su espalda, apareciendo en la entrada, —tengo una cita— anunció al situarse a su lado, sin dejar de observar a su cita.
Inoichi sintió como si fácilmente pudiera congelarse en ese lugar en ese preciso momento, mordiéndose interiormente la lengua para no quedarse boquiabierto al contemplar a Miyuki, quien portaba un sencillo vestido esmeralda de escote en V con cortas mangas por encima de los codos, cerrado por una serie de pequeños botones hasta la altura del vientre, larga falda hasta los tobillos, sandalias ninja azules y una pulsera de cuentas turquesa en la muñeca derecha, con su largo cabello castaño claro cayendo sobre su hombro derecho en una cascada de rizos; era la primera vez que, al verla, Inoichi podía ver la diferencia entre hermosa y maravillosa, Miyuki siempre le había parecido la chica más encantadora que hubiera podido conocer, pero ahora le resultaba simplemente perfecta, sonriendo como un bobo mientras encontraba sus ojos con los de ella. En un momento de debilidad y como adolescente que era, Miyuki deseó regresar por sobre sus pasos y correr hacia su habitación, para observarse una vez más ante el espejo y cerciorarse si se veía bien, para corroborar si el vestido era el indicado o si su cabello se veía bien peinado de esa manera, quizás debería haberse maquillado un poco más…no, se reprendió mentalmente, negando para sí, prefiriendo no hacerlo ni sentirse tan insegura, apretando sus piernas bajo la tela del vestido al sentir que se iba a desmayar tan pronto como encontró sus ojos con los de Inoichi, ambos observándose largamente entre si y sin decir nada frente a la señora Ayame, que los observo con una ligera sonrisa, tan despistada y alegre como siempre pese a tener a ambos jóvenes delante de sus ojos.
—Una cita, ¿en serio?— se sorprendió Ayame, viendo a su hija asentir en respuesta, —¿tú también tienes una?— preguntó, regresando su atención a Inoichi.
—Sí— asintió él con una tenue sonrisa, sin apartar sus ojos del rostro de Miyuki ni de sus ojos.
—Que alegría— sonrió la Yamanaka, conmovida ante el amor joven, antes de finalmente reparar las miradas compartidas entre su hija y aquel muchacho, —¿ambos?— inquirió, viéndolos asentir bajo su mirada. —Oh, que esplendido— celebró con idéntica alegría, aún más emocionada.
Aunque resultase difícil de asimilar, Ayame era consciente de que su inocente hija de quince años estaba dejando de ser una niña, dentro de tres años tendría al edad suficiente para ser una adulta, dejar su hogar y formar su propia vida, por lo que la Yamanaka sonrió al observar a la joven pareja, porque de poder elegir, entregaría su seguridad y bienestar a Inoichi, quien era de su entera confianza. Sonriendo con algo de nerviosismo, Inoichi tendió el ramo de rosas a Miyuki, quien lo acepto con una inmediata sonrisa, mordiéndose el labio inferior y bajando la mirada al sentir que se estaba ruborizando, pero pronto ignoro esto, y sin siquiera pensarlo, se sujetó del brazo de Inoichi, apoyando su cabeza contra el hombro de él, quien si bien se sorprendió, pronto sonrió en respuesta ante la confianza de Miyuki, sin apartar sus ojos de los de ella.
Nadie había dicho que enamorarse fuera algo fácil, pero lo mejor era ir un paso a la vez, después de todo, ambos estaban aprendiendo.
Sentada a solas en medio de un claro del bosque, que usaba como campo de entrenamiento cada vez—a menos que él estuviera trabajando, entonces recurrían al cuartel de policía—que Fugaku y ella entrenaban, Mikoto suspiro sonoramente en silencio, intentando pensar en las palabras correctas a decir y en las acciones bien realizadas a hacer cuando Fugaku llegara, hasta ahora él la había tomado especialmente bajo su tutela, la estaba entrenando para cuando el Tercer Hokage decidiera someterla a las pruebas para ascenderla a Jonin, pero en ese momento lo que anteriormente había sido motivo de consuelo o alegría para ella se había convertido en una especie de yugo sobre su persona, ¿qué debía decirle a Fugaku?, ¿él creía que era inocente o estaba creyendo en los rumores como algunos a quienes ella conocía? La opinión de él era la única realmente importante para ella en ese momento, la única que contaba y que definiría si su autoestima podía estar por las nubes, tranquila y serena o bien por los suelos, preocupada y humillada. Recriminándose por pensar o sentirse así, a merced de otra persona, Mikoto negó en silencio para sí, levantándose del suelo y comenzando a pasearse en círculos, con las manos en las caderas e inhalando aire profundamente. Aprovechando su descanso, Fugaku se internó en solitario en la espesura de aquel bosque, despojándose de su chaleco Jonin mientras observaba la espalda de Mikoto quien, ajena a su presencia, parecía estar reflexionando, ¿en qué? Fugaku prefería no pensarlo, ya tenía suficiente escuchando los desagradables rumores y que él prefería no oír.
—Decidí practicar aquí afuera, lejos de todo— declaró Fugaku, dejando su porta shuriken sobre el suelo.
Técnicamente no era ninguna mentira, entrenar al aire libre en lugar de en el campo de entrenamiento del cuartel de Policía le resultaba más agradable, pero también quería evitar que sus propios subordinados comenzaran a hablar, el rumor que los Hyuga habían empezado involucraba al clan entero, Mikoto era la mejor Kunoichi que tenían y quien probablemente a la larga—él seguía alejándose para marcar terminantemente las distancias—se convertiría en la esposa del líder del clan, era una ofensa demasiado grande e incluso imperdonable, pero por muy serios y discretos que fueran, aún los mismos Uchiha estaba interesados en si este rumor era falso o no. Fugaku, en particular, elegía creer en lo que sabía de ella, y todo le decía que el rumor era falso, y aunque fuera verdadero, él no tenía derecho a cuestionarle o recriminarle nada, ni aun cuando fuera su superior. Nerviosa, o más bien ansiosa y preocupada junto con muchas otras emociones entremezcladas, Mikoto se apretó nerviosamente las manos, deseaba decirle mil y un cosas a Fugaku, principalmente que lo que Hizashi y Hiashi habían esparcido como verdad era completamente falso, que ella no había pasado la noche ni nada remotamente similar con ninguno de los dos, porque sentía que tenía la responsabilidad de desmentir semejante estupidez y porque no quería que Fugaku creyera algo así, no era correcto que la posible futura esposa del líder del clan se viera involucrada en rumores tontos y perniciosos, y ella estaba tratando de mantener su reputación lo más intacta posible para ser digna del rol que Fugaku aún no le pedía que ocupara, pero que ella estaba determinada a adjudicarse desde hacía ya bastante tiempo.
—Fugaku, sé que debiste escuchar rumores…—mencionó Mikoto, preocupada por lo que él estuviera pensando.
—Toda esa basura se queda por allá, no aquí— interrumpió él, no teniendo porque recibir explicaciones o disculpas de su parte. —Aquí solo existe la vida o la muerte— diferenció arrojando un kunai al suelo, frente a Mikoto quien no pudo evitar sobresaltarse. —No le tengas miedo, además del Sharingan, las armas son tu única defensa contra el enemigo, pero debes estar dispuesta a matar— obvió en tanto ella se inclinaba para recoger el kunai.
—Asesinar enemigos es el tema principal, ¿no?— concluyó ella sin mucho entusiasmo, aparentemente.
—Muchos antes fueron ninjas leales, pero algunos cambian de ideales por ambición personal o algo más, aquello que no se conoce, algunos incluso pudieron haber sido tus amigos— enumeró Fugaku, abalanzandose contra ella, que se concentró en evitar cada uno de sus ataques en lugar de confrontarlo. —¿Matarías a alguien que conociste?— cuestionó, presionando el filo de su kunai contra el cuello de ella una vez se distrajo.
—¿Y si fueran ellos…o yo?— preguntó Mikoto, bajando la guardia y dudando en si podría hacer eso.
—Titubeaste, y titubear puede matarte, debes tener presente en todo momento que fueron quienes conociste— recordó él, volviendo a maniobrar su kunai a modo de ataque contra ella, que sin otro remedio se encargó de bloquear cada uno de sus golpes, sin darle oportunidad de herirla, y en una fracción de segundo apunto el filo de su kunai contra su yugular, a modo de amenaza. —Bien, muy bien— felicitó con una sonrisa ladina, sabiendo que ella valoraba su reconocimiento. —No pretendo minimizar lo que sucedió, los Hyuga se sobrepasaron— confesó, brindando su opinión sincera, —como siempre— añadió, haciéndola sonreír por su honestidad.
—Pero baje la cabeza, es lo que tenía que hacer, aunque no me guste— asintió Mikoto, comprendiendo bien cuál era su lugar y lo que se esperaba de ella. —En momentos como este, me gustaría no sentirme tan sola, mi madre es gran ayuda, pero no le dije lo que paso para no preocuparla, ni he contactado a mis amigas ya que lord Danzo dejo claro lo de "no socializar"— admitió pese a saber que él no tenía por qué escucharla hablar sobre los sentimientos, tenía cosas más importantes en que pensar, —y el único padre que he tenido es…la aldea— su padre había muerto cuando ella había sido muy pequeña, y no lo recordaba salvo por fotos.
—Tu madre es una de las Kunoichis más temidas y respetadas de la aldea— recordó él, intentando hacerla sentir mejor, y la sonrisa en el rostro de ella le hizo saber que lo apreciaba. —¿Qué sabes de tu padre?— preguntó ya que, para muchos, Itachi Uchiha había sido una gran leyenda, un prodigio digno de admirar.
—Que debió tener ojos profundos y un cabello excelente— mentó ella con una sonrisa, jugando con sus largos cabellos entre sus manos, pudiendo jactarse de aquello como su marca de belleza personal, —cuándo ascienda a Jonin tendré que contarlo, ¿verdad?— preguntó interiormente disgustada o preocupada por la idea. —Lo siento, soné muy niña— se disculpó, regañándose mentalmente por pensar así.
—Consérvalo— aconsejó Fugaku seriamente, para nada de acuerdo con que ese hermoso cabello se perdiera.
—¿No se supone que nada debe ser un estorbo en batalla?— inquirió Mikoto, sorprendida por su respuesta, al mismo tiempo que halagada.
—No lo cortes nunca, recógelo— sugirió él, sin poder evitar ser egoísta y pedirle aquello, aunque no directamente.
Tal vez no debería hacer eso, tal vez no debería ser tan abierto con respecto a sus sentimientos, dado que todo lo que estaba decidido a hacer era alejar a Mikoto de él, pero no podía simplemente estar a su lado y escucharla hablar de su propia belleza, decidida incluso a terminar con ello con tal de ser un ninja mejor, no, ella no necesitaba nada de eso y eso él lo sabía bien, ella era perfecta tal y como era, no necesitaba cambiar, aunque quizás él debería haberlo dicho de otra forma para no parecer tan fascinado con ella. Sonriendo ligeramente y eligiendo fingir que no había escuchado aquello, Mikoto aparto la mirada, tomando su botella de agua para refrescarse, aparentemente indiferente al halago de Fugaku, aunque por dentro estaba sonriendo como una niña pequeña, conteniéndose para no jugar con su largo y sedoso cabello azabache azulado, la verdad es que no quería contarlo, mas una Kunoichi…no, un ninja, debía pensar objetivamente y no en frivolidades.
Pero, si Fugaku decía que le gustaba con el cabello largo, entonces ella tenía mayores razones para no cortarlo.
PD: Saludos, queridos míos, prometí que actualizaría esta semana y lo cumplo, dando todo de mi por hacerlo cuanto antes, aprovechando todos los momentos libres, agradeciendo su apoyo y deseando que cada nueva actualización sea de su agrado :3 las próximas actualizaciones serán ""Kóraka: La Sombra del Cuervo" la próxima semana, luego descansare la semana de año nuevo, y regresare con "El Siglo Magnifico: El Sultan & La Sultana" la segunda semana de Enero, lo prometo :3 como siempre este nuevo capitulo esta dedicado a mi querida amiga DULCECITO311 (dedicándole todas y cada una de mis historias por sus maravillosos comentarios) a Yi Jie-san (agradeciendo su presencia a lo largo de la creación de esta historia a través de sus comentarios), LadyBlue21 (agradeciendo sus palabras y dedicándole la historia por ello), y a todos los que siguen, leen o comentan todas mis historias :3 Como siempre, besitos, abrazos y hasta la próxima.
Contexto: los eventos de este capitulo suceden tres meses de meses después del capitulo anterior, Mikoto tiene diecisiete años y esta a solo un año de ser mayor de edad, de ahí que se tome con tanta madurez el tema del matrimonio, ya que se casara poco antes de los diecinueve. Fugaku tiene casi veintiún años y, al igual que en el capitulo anterior, esta decidido a no casarse con Mikoto, porque no quiere arrastrarla a una vida de deberes como loe s ser la esposa del líder del clan, pero eso no significa que no este enamorado de ella. Los demás personajes como Kushina, Minato, Miyuki, Inoichi, Choza y Shikaku tienen quince y casi dieciséis años, en tanto Hiashi y Hizashi Hyuga tienen diecisiete. Algo que he notado en muchos fics o historias que he leído, sobre el clan Uchiha, es que siempre representan al clan como rivales de los Hyuga, ideológicamente hablando o por temas de alcurnia y poder, pero ese no es el motivo por el que los gemelos Hyuga han iniciado el falso rumor sobre Mikoto, sino que se trata directamente sobre Kushina, aunque más adelante explicare mejor el asunto. En este capitulo aborde la relación sentimental entre Miyuki e Inoichi, los padres de Ino, y también la escena final entre Mikoto y Fugaku es una referencia a la creencia sobre que a Sasuke le gustaban las chicas con el cabello largo.
También les recuerdo que además de los fics ya iniciados tengo otros más en mente para iniciar más adelante en el futuro: "Avatar: Guerra de Bandos" (una adaptación de la película "Avatar" de James Cameron y que pretendo iniciar pronto), "La Bella & La Bestia: Indra & Sanavber" (precuela de "La Bella & La Bestia"), "Sasuke: El Indomable" (una adaptación de la película "Spirit" como había prometido hacer), "El Siglo Magnifico; Indra & El Imperio Uchiha" (narrando la formación del Imperio a manos de Indra Otsutsuki en una adaptación de la serie "Diriliş Ertuğrul") :3 Para los fans del universo de "El Conjuro" ya tengo el reparto de personajes para iniciar la historia "Sasori: La Marioneta", por lo que solo es cuestión de tiempo antes de que publique el prologo de esta historia. También iniciare una nueva saga llamada "El Imperio de Cristal"-por muy infantil que suene-basada en los personajes de la Princesa Cadence y Shining Armor, como adaptación :3 cariños, besos, abrazos y hasta la próxima :3
