Capítulo 3: No son celos
Donald nuevamente tuvo que retirarse. No dio ninguna excusa, pero resultaba más que evidente que tenía prisa.
—Nos vemos en la cena —se despidió Donald.
—Apuesto a que tío Scrooge lo llamó, siempre es lo mismo.
Disraeli no le prestó atención, estaba demasiado ocupado eligiendo la ropa que compraría.
Gladstone observó a Disraeli con enojo. Su primo no había hecho nada malo, pero estaba seguro de que lo haría en cualquier momento y es que dudaba que pagara por toda la ropa que había elegido.
—¿No crees que es mucha ropa para unos días?
—Duckburg me gusta y planeo mudarme con Donald —respondió Disraeli con una tranquilidad que le pareció insultante.
—¿Qué te hace pensar que estará de acuerdo?
—Creo que ambos sabemos que es el pato más manipulable del mundo.
Gladstone lo miró con enojo. No era porque le hubiera molestado lo que dijo de su primo, era algo en lo que él también había pensado y que en más de una ocasión había usado para su propio beneficio.
—¿Celoso?
—Que tontería —Gladstone pretendió reírse, aunque ciertamente no le parecía divertido, al contrario, lo encontraba bastante molesto.
Para Gladstone era absurdo siquiera pensar en la posibilidad de que estuviera celoso. Él nunca sentía celos porque siempre tenía lo que quería. Gladstone era el que provocaba celos y envidias con su buena suerte. Ver la envidia en el rostro de Donald era una de las cosas que más disfrutaba.
—Donald es el que se siente celoso cada vez que gano un premio o que Daisy me prefiere a mí.
—Entonces no te molestara que dormimos juntos, la cama para invitados estaba rota y no soy tan grosero para dejarlo dormir en el sofá.
Gladstone estaba molesto, pero no era algo que estuviera dispuesto a admitir en voz alta y menos si se trataba de Disraeli.
—Eres muy ingenuo, a Donald le gusta Daisy, todos lo sabemos.
—Yo no estaría tan seguro de eso.
—Sé que terminaron hace un tiempo, pero sé que todavía hay cosas pendientes.
Gladstone pasó por otro momento desagradable cuando llegó el momento de pagar por la ropa. Disraeli no tenía dinero, algo que no debería extrañarle.
—Creo que me han robado —comentó con tono lastimero —, no encuentro mi billetera y de verdad necesito esa ropa.
—Primo —intentó advertirle Gladstone, pero no tuvo la oportunidad de hacerlo.
Disraeli comenzó a llorar con más fuerza. Varias miradas se posaron sobre ellos y eso lo hizo sentir bastante incómodo.
—Disraeli...
—Sé que debí ser más cuidadoso y que debí revisar que tuviera el dinero, pero estaba seguro de que la guardé antes de salir de la casa.
Gladstone escuchó varios comentarios mal intencionados y supo que debería pagar por la ropa de Disraeli si no quería quedar mal delante de toda la gente. Tenía el dinero suficiente para pagar, poco antes había encontrado dos billeteras y varias joyas por lo que dieron más de una buena recompensa.
—Pagaré por ti, luego me lo devuelves.
—Gracias, primo.
Gladstone no era el pato más listo del mundo, pero incluso él sabía que Disraeli no le devolvería ni un centavo.
Gladstone y Disraeli llegaron a casa de Donald poco antes de la cena. Los ttillizos estaban haciendo la tarea y Donald cocinando por lo que Gladstone decidió invitarse a comer.
—Disraeli —lo llamó Dewey —, ¿nos ayudas con la tarea?
Gladstone no esperaba que Disraeli accediera a ayudar a los niños y por varios minutos estuvo esperando a que se inventara alguna excusa, algo que no llegó a pasar. Los cuatro estuvieron estudiando hasta que Donald les dijo que era de comer.
—Microbios, ya es hora de que desocupen la mesa.
—¡Aye, tío Donald!
—Tú también, Gladstone.
—Esa no es forma de tratar a los invitados.
—Tú te invitaste solo así que no cuenta. Si quieres comer, gánatelo.
