Capítulo 2: Un inicio accidentado
A Donald no le gustaba despertarse temprano, pero tuvo que hacerlo en esa ocasión. Ese día se haría un casting para la nueva película del Sirepato y sabía que era de gran importancia llegar temprano para conseguir un lugar. Siendo un estudio pequeño sabía que de llegar en otro momento resultaría sospechoso y eso era lo que menos deseaba.
Eligió usar un kimono, el mismo que había usado la primera vez que usó el nombre de Donna Moo Goo. También usó un corsé bastante ajustado, pese a lo incómodo que le resultaba y la poco a movilidad que le daba. En cuanto se paró frente al espejo se puso la peluca e inició con el maquillaje. Esa fue la parte más difícil. Sus conocimientos sobre cosméticos eran bastante limitados e incluso tuvo que remover el maquillaje en dos ocasiones.
Al final el resultado le pareció satisfactorio. Sentía que se veía mejor cuando actuó en Kung Fu Love, pero le resultaba confortable saber que nadie lo reconocería con ese atuendo. Se aseguró de salir sin que nadie lo viera y se dirigió aseguro al estudio de filmación de Scrooge McDuck.
A pesar de lo temprano que era, la fila para audicionar era considerablemente larga. Con cada minuto que pasaba, eran más los aspirantes a formar parte de la nueva película de los estudios McDuck. Todos se veían ansiosos y nerviosos, Donna sintió pena por ellos, pues sabía que sin importar lo bien lo máximo que podrían conseguir era ser un extra.
—¿Qué hace una creatura tan bella en un lugar como este? —le preguntó un perro vestido con traje y corbata, a Donald no le gustaba la forma en que lo veía.
—Esta es la fila para el casting de la nueva película del Sirepato—respondió Donna tratando de ser amable y contener su enojo.
—No debería decirte esto, pero como me pareces linda lo voy a hacer. Soy el director de la película y puedo conseguirte el papel de protagonista.
Donald no le creía. Aunque sabía que había casos en los que directores le ofrecían a las actrices papeles importantes a cambio de sexo, sabía que ese no era el caso. Había visto una fotografía del director antes de ir al casting, aunque no creyó encontrarse con un trabajador del estudio queriendo engañar a las participantes del casting.
—Hace poco paso un guarda advirtiendonos de trabajadores que se hacían pasar por el director de la película ¿debería confiar en usted?
El hombre no se molestó en responder, solo salió corriendo. Donna había mentido, ningún guarda había advertido nada, pero mientras él creyera que era así podría confiar en que no tratara de engañar a otras mujeres por un buen tiempo. Mentalmente se dijo que hablaría con su tío Scrooge. Ese tipo de situaciones le parecían repugnantes.
Tuvo la oportunidad de dormir. El casting no empezaba hasta el día siguiente y había llevado una bolsa para dormir. Hubiera preferido usar una tienda de campaña, pero estas habían sido prohibidas después de que se descubrieran a varias parejas intimando o a personas usándolas para consumir sustancias ilegales.
Cuando despertó, la fila había comenzado a avanzar y su maquillaje se había arruinado, algo de lo que Donald no sería consciente hasta el momento en que se encontrara frente a los jueces. Lo que sí notó fue que su peluca se había movido y que, de no haberlo hecho, alguien más se habría percatado, lo que podría arruinar su plan.
—Espero ser la protagonista.
—Siempre he sido fan del Siropato, por eso debo ser protagonista.
—Yo me conformo con estar en la filmación, incluso si es como extra. Amo a Sirepato, es mi suuperheroe favorito.
Escuchar esos comentarios hicieron que Donald recordara sus días cómo actor. Él y sus amigos habían asistido a varios castings y llegado a participar en varias películas importantes, muchas veces, la mayoría como extra y muy pocas veces tuvo algo de protagonismo. Pensar en su ex novia le provocó nostalgia. La última noticia que tuvo de Minnie fue en un artículo de la revista "Estrellas Estrelladas" en la que hablaban sobre su noviazgo con Mickey, su compañero y co-protagonista. Pese a que la extrañaba prefería ignorar lo que decía la farándula, consciente de que esta no necesariamente se preocupaba de informar, sino que su prioridad era entretener, incluso si para ello debían arruinar la reputación de alguien en el proceso, a veces incluso llegando a alterar los hechos.
—Estoy seguro de que me admitirán, después de todo estudie seis semestres de artes dramáticas en la San Duckrino.
—Si la fila no avanza, me voy. No voy a gastar todo el día aquí para que luego no me llamen.
Después de varias horas logró entrar al edificio. Pretendiendo que iba a usar el sanitario, se desvió de su camino para ir al lugar del casting falso. Todo el lugar estaba acomodado de forma que se viera real, tanto que Donald llegó a preguntarse si en algún momento lo habían usado de es a forma. Se apresuró apresuró llamar a Scrooge para notificarle que todo estaba listo.
El dueño del estudio de filmación llegó casi de inmediato. Tomó asiento en una de las sillas situadas al centro y le pidió que actuara. Donald hizo exactamente lo que le pidió y se aseguró de aseguro cuarto cómo si el casting fuera real. Solo pudo pronunciar una línea del libreto falso que se encontraba en Internet cuando fue interrumpido.
—Ya he visto suficiente, que pase la siguiente.
—Haría cualquier cosa por el papel.
—¿Cualquier cosa?
—Sí, lo que sea.
—Si te pidiera que te desnudaras ¿lo harías?
—Puedo hacer eso y mucho más.
—Entonces demuestrame lo que puedes hacer y quizás cambie de opinión.
Donna se acercó a Scrooge y colocó sus manos sobre el borde de su gabardina. Comenzó a jugar con los botones que sujetaban la prenda de ropa antes de reiterar lo desesperada que estaba por un protagonismo y lo mucho que anhelaba ser famosa. Desabotonó cada uno de ellos con su pico, dejando pequeños besos en las zonas que quedaban expuestas.
Cuando el pato mayor se encontró únicamente vestido con su sombrero de copa, lentes y zapatos, Donna comenzó a lamer la zona del abdomen. Ocasionalmente lo mordía, pero siempre con el cuidado de no dejar ninguna marca o hacer demasiado ruido. A pesar de contar con un buen disfraz, ambos sabían que no era precisamente algo bueno el que los descubrieran.
—¿Qué prefieres? ¿Mis manos o mi boca?
—Tu dicción fue terrible, veamos si esa boca te sirve para algo.
Donna se puso de rodillas y acercó su rostro al pene del pato mayor. Comenzó a lamerlo, desde la punta hasta la base, dejándolo completamente mojado. Cubrió con su pico la punta, moviendo su lengua sobre esa zona. Cuando se separó, había un hilo de saliva que los conectaba.
Rodeó con su boca el miembro de su amante, siendo su aliento lo único que lo rozaba. Permaneció en esa posición por varios minutos. Levantó la mirada encontrando impaciencia en el rostro de Scrooge. Sabía que quería que continuara chupando, pero él tenía otros planes en mente.
—Del uno al diez ¿Qué calificación me das?
—Cinco y será tres si sigues hablando.
Lamió desde la punta hasta la base, trazando pequeños círculos con la lengua. Retiró el líquido preseminal que lo cubría y cuando estuvo seguro de que no quedaba nada, lo rodeó con su boca, tratando de cubrir la mayor cantidad posible. No había prisa en sus movimientos, solo el deseo por hacer que su amante disfrutara al máximo de sus atenciones.
—¿Qué posibilidad hay de que pueda aparecer en un filme?
—Más de las que imaginas, aunque no sé si sea de tu agrado.
El teléfono celular de Scrooge McDuck comenzó a sonar. Donna estaba por detenerse cuando sintió las manos del pato mayor sujetar su cabeza. Decidió continuar, consciente de que ambos debían ser más cuidadosos y silencios de lo que ya eran. Rodeó con sus manos la base y la movió de forma sincronizada a sus lamidas.
—Creí que la reunión era en una hora —comentó Scrooge, la respuesta que obtuvo no fue la que esperaba —. Bien, estaré allí de inmediato.
Donna planeaba levantarse cuando Scrooge la detuvo. Parecía molesto y Donald no sabía si era con él o con quien los había interrumpido. De lo único que estaba seguro era que no deseaba que se marchara en ese momento, pues tenía otros planes que lo involucraban directamente.
—No puedo presentarme con esto a una junta de negocios.
La atención de Donna volvió al miembro de su amante y comprendió sus palabras. Estaba inchado y las venas se marcaban considerablemente. Lo tomó con su mano y lo llevó hasta su pico. Movió su pico de arriba hacia abajo, mientras que aumentaba el poder de succión que aplicaba.
Pocos tiempo después Scrooge se encontraba listo para cumplir con su agenda y Donald listo para regresar a su casa y seguir con las reparaciones de esta. La suerte no estuvo de su lado, un guarda de seguridad lo vio vagando por los pasillos. Poco podía imaginar el impacto que tendría ese encuentro en su futuro.
—¿Qué hace aquí?
—Vine al casting para la película del Sirepato, pero me he perdido —Donna le mostró la ficha que le dieron en el momento en que entró al edificio.
—En ese caso puedo ayudarla.
El guarda de seguridad la llevó hasta la fila. Donald hubiera pretendido que estaba cansado de esperar de no ser porque faltaba muy poco para que llegara su turno. Dos chicas pasaron y él supo que era el momento de continuar con su papel. Se salió de la fila unos momentos para conseguir una bebida esperando que eso ayudara a su garganta.
Respiró profundo y mentalizó la identidad que estaba usando. Normalmente su voz era difícil de entender, pero era bueno imitando voces y la voz de Donna Moo Goo no era la excepción. La había tomado prestada de una antigua compañera de la universidad y esperaba que nadie lo descubriera.
No tuvo que pretender ser fan de Sirepato. Desde pequeño había disfrutado leer de cómics y aunque la Liga de los Superamigos no eran sus favoritos, tenía varios tomos en su colección y sabía lo suficiente como para no ser considerado un posser y poder entender al personaje para el que estaba adicionando.
Comenzó a interpretar su escena, asegurándose de hacerlo de la mejor manera. Estar en el escenario le hizo rememorar el pasado, una época, que había creído jamás volvería, cuando era un joven pato deseoso de comerse al mundo, soñando con triunfar en el mundo de la música y de la actuación.
—Debo reconocer que su elección de maquillaje es bastante arriesgada y la celebraría, si estuviéramos filmando una película de Batduck y si audicionara para el Ducker.
Donald buscó un espejo para poder confirmar su apariencia, pero no encontró ninguno. Cómo Donald no los usaba y ciertamente no creyó que como Donna pudiera necesitarlo. Recordó lo que había hecho con Scrooge y tuvo miedo de que hubiera algo en su rostro o vestimenta que pudiera delatarlo. Había intentado dejar el estudio con tanta prisa que apenas tuvo tiempo de limpiar las señales más evidentes de lo que había hecho.
—¿Buscaba esto? —uno de los jueces le extendió un espejo de mano y Donna se sintió horrorizado al ver su imagen.
No podía negar que se veía como el rey payaso del crimen. Su rostro se comenzó a teñir de rojo, por la vergüenza y el enojo que sentía. Poco fue lo que le faltó para destruir todo el sitio del casting. Apenas pudo contenerse y retirarse con lo más cercano a una reverencia. Lo único que agradecía era la ausencia de manchas de dudosa procedencia sobre su rostro.
Devolvió el espejo y se preparó para salir. Cuando estuvo fuera del salón de casting tomó una de las toallitas desmaquillantes de su bolso y comenzó a retirar los excesos de maquillaje. Estaba tan distraído que no pudo evitar chocar con Scrooge McDuck. Se puso de pie con rapidez y sonrió a modo de disculpa, tal y cómo lo haría Donna.
—Soy Donna Moo Goo, un gusto conocerlo.
—Scrooge McDuck.
Donald no esperó que Scrooge McDuck tomara su mano y menos que la besara con delicadeza. No estaba acostumbrado a esa clase de detalles de su parte. Si bien era cierto que habían tenido relaciones sexuales también lo era que no solía ser especialmente afectivo. No era algo de lo que se quejaba, Donald sentía que estaba bien que solo fueran amigos con derechos.
—Le gustaría ir a tomar un helado conmigo —comentó tratando de parecer casual —, así podrás compensarme por la caída.
—Creo que tengo algo de tiempo libre, pero no conozco un buen lugar. Hace mucho que no estaba en Duckburg.
—¿Puedo saber en dónde estabas?
—En un pueblo tan lejano que ni siquiera tiene nombre, quería volver a mis raíces antes de emprender el largo camino de una actriz.
—Deje que yo me encargue de eso.
La heladería que visitaron era una de las favoritas de Donald. El helado que vendían era bueno y también barato por lo que solía llevar allí a sus sobrinos cuando se trataba de una situación especial o quería premiarlos por su buen comportamiento. Saber que Scrooge la conocía fue algo que lo tomó por sorpresa.
Pidió una ensalada de frutas, era lo que siempre acostumbraba pedir cuando iba a ese sitio. Scrooge solo pidió un cono sencillo, la opción más barata del menú. Durante un largo rato se dedicaron a conversar. Scrooge le contó sobre sus aventuras y los miles de viajes que había hecho en búsqueda de tesoros alrededor del mundo. Donna le contó sobre su experiencia en la primera y única película en la que había actuado, algo que había ocurrido recientemente.
—¿En serio la película fue filmada en tres días?
—Ya tenían algunas escenas filmadas cuando comencé a actuar, pero no no creo que la producción durara más de un mes.
—No sería mala idea comprar ese estudio, en especial si pienso expandir el mío.
—Debe ser fascinante tener un estudio de filmación.
—Para nada, especialmente cuando la familia quiere usar tu estudio para sus sueños de fama.
—No parece agradarte mucho tu familia —respondió Donald sin disimular lo mucho que le molestaron esas palabras, en especial porque sabía la ilusión que le causaría a Dewey ser el protagonista de un musical.
—En eso te equivocas, la familia es el tesoro más importante, es solo que prefiero separar lo profesional de lo personal para evitar problemas.
Donald continuó comiendo su ensalada de frutas, notando que el helado comenzaba a derritirse. Su enojo había disminuido. Entendía a Scrooge, amaba a sus sobrinos, pero ellos le habían causado problemas en muchos de sus trabajos. No siempre era algo malo, a veces obtenía ascensos para trabajos que prefería evitar.
—¿Qué hay de ti? Háblame de tu vida, debes tener muchas historias que contar. Corrígeme si me equivoco, pero no fuiste tú quien encontró el tesoro del Atlantis.
—Y una ciudad vikinga pérdida en el tiempo.
—Suena interesante, cuéntame más —respondió Donald con una sonrisa forzada. Sabía de lo que hablaba Scrooge, él había estado allí y terminó en el interior de un bloque de hielo por varios días.
—Di mi palabra de no contárselo a nadie, pero a una cara tan bella como la tuya no se le puede negar nada.
Aquel encuentro se hubiera alargado por más tiempo de no ser porque la heladería estaba por cerrar. Donna estaba a punto de pagar cuando Scrooge McDuck se le adelantó. Insistió en que al menos podía pagar su parte cuando el pato mayor lo detuvo amablemente. No tuvo que fingir sorpresa, era raro que Scrooge pagará algo, especialmente cuando podía tomarlo gratis.
—¿Qué clase de hombre sería si no invito a tan maravillosa creatura a un helado?
Donald cubrió su rostro con sus manos, pretendiendo estar ruborizada. Vio a varios clientes en el local y las acciones de su tío le parecieron obvias. Estaba seguro de que agregaría los helados a su lista de deudas en cuanto tuviera la oportunidad. Continuó con su papel y tomó una servilleta. Con el lapicero que llevaba en su bolso se apresuró a escribir su número de teléfono.
—Llámame, me gustaría volver a verte.
Tres días después Donna recibió un correo electrónico de parte del director de casting. Cuando lo abrió creyó que sería un mensaje genérico en el que se le notificaba que sus servicios no eran requeridos. No fue así, era una citación para trabajar cómo extra. Por unos instantes tuvo sus dudas, ser actriz podría causarle más problemas de los que tenía. Esos pensamientos fueron opacado por el aburrimiento que sentía y la necesidad de hacer algo diferente. Con los niños yendo a aventuras, sentía que perdía espacio en sus vidas y que debería empezar a pensar más en sí mismo.
