Capítulo 11: Bajo el mismo techo


Instalarse en una cabaña abandonada fue idea de Scrooge. El pato más rico del mundo había construido esa cabaña durante sus días en el Klondike y había dicho que era el mejor lugar para hospedarse. Goldie no le creyó, en el fondo los dos sabían que era una excusa para ahorrar dinero y pasar algo de tiempo a solas.
—¿No vas a dormir? —le preguntó Goldie.
—¿Y darte una oportunidad para escapar? No, gracias.
—No lo haré, ya te dije que te necesito para acceder al tesoro.
Scrooge no le creyó por lo que Goldie para evitar problemas sugirió que durmieran juntos. Alegó que ambos debían encontrarse en sus cinco sentidos y que eso solo lo harían si descansaban lo necesario. Ninguno durmió. La cercanía del otro bastaba para alterarlos y el pensamiento de lo que podría pasar si se dejaba el orgullo atrás hacia imposible que conciliaran el sueño.
En esa pequeña cabaña había recuerdos muy significativos para ambos. Fue allí donde Scrooge la llevó para obligarla a trabajar durante un mes y fue allí donde consiguió su posesión más valiosa, uno de los mechones del cabello de Goldie. Discutieron con mucha frecuencia, se gritaron y lanzaron cosas, fueron momentos muy intensos. (1)
Scrooge no estaba seguro si hubo o no una reconciliación. Tratándose de Goldie nunca estaba seguro de nada. Ella era tan impredecible y por más que se repetía que no era de confianza, no lograba evitar caer en todas sus trampas ni dejar de amarla como lo hacía. Se habían besado, ella fue quien inició cada uno de sus besos, fue demandante, tanto que Scrooge no sabía sabia tomarlos como muestra de afecto o como una manera de marcarlo como suyo. No era algo que realmente le importara.
Se lanzaron todo lo que había en la cocina, incluyendo los muebles. Quienes pasaron cerca imaginaron que uno de los dos debió haber asesinado al otro. No estaban muy lejos de la realidad. Ambos eran de corazón frío, orgullosos y dispuestos a todo con tal de mantener su orgullo intacto.
También se besaron y los besos eran cada vez más demandantes. Scrooge pudo sentir las uñas de Goldie enterrarse en la piel de su espalda. No hizo nada para detenerla. Sus picos se separaron y él comenzó a mordisquear la zona de la mandíbula y el cuello. Goldie olía a sudor y a otro aroma que no logró identificar, pero que podía reconocer en ella cada vez que la veía.
Se separon por unos instantes para desvestirse. Ninguno fue cuidadosa. El enojo seguía presente en ambos y ninguno estaba dispuesto a permitir que el otro tomara el control de la situación.
Scrooge continuó besando a Goldie, descendiendo hasta su pecho y lamiendo cada zona expuesta. Sentir uno de los dedos de Goldie tratando de adentrarse en su trasero lo hicieron detenerse. En el momento en que su mirada se topó con la de Goldie supo exactamente lo que pasaba por su mente.
A ese dedo se le sumó otro. Los ojos de Goldie nunca se apartaron de los suyos y su mirada nunca dejó de tener ese brillo desafiante que había visto en sus ojos desde la primera vez que la vio, cuando sus miradas se encontraron por casualidad. En esa ocasión no se dirigieron la palabra. Scrooge estaba más preocupado por hacer dinero y labrar una fortuna, meta que había tenido desde que dejo Glasgow a los trece años de edad.
—¿Asustado? ¿Te molesta que una mujer tome un rol más activo? —le preguntó Goldie y podía notarse la burla en sus palabras —, ¿o es que temes por tu frágil masculinidad?
Scrooge gruñó de manera desafiante antes de continuar besando a Goldie. Contener sus gemidos fue difícil, no quería que Goldie supiera que estaba logrando lo que deseaba. Fue ejerciendo más presión sobre ella de modo que terminara apoyada sobre su cama sin colchón y una vez que estuvo sobre ella comenzó a rozar su miembro con el suyo. Aunque una parte de él se avergonzaba por la forma en su cuerpo reaccionó, sabía que no poseía las fuerzas para ocultar su erección ni quería hacerlo.
La forma en que Goldie gemía le permitía saber que ella también disfrutaba de lo que hacían, pero era la humedad entre sus piernas la que le confirmaban que el placer que ella sentía era tan real como el que él estaba sintiendo. La urgencia de adentrarse en ella era cada vez mayor y sentía que no podría contenerse por más tiempo.
—Hazlo —le ordenó Goldie —, si no me penetras en este momento juro que te lo corto y luego te mato.
De haberse dado en otras circunstancias, Scrooge McDuck no habría obedecido e incluso le habría gritado por haberse atrevido a darle una orden. Pero en ese momento eran la pasión y la lujuria quienes gobernaban en su cuerpo y tenían el control de sus pensamientos. Se adentró en ella con brusquedad y sus estocadas fueron rápidas desde el comienzo.
Escuchó a Goldie maldecir y amenazarlo con hacerle mucho daño si se detenía o disminuía la velocidad de sus movimientos. Ella nunca había sido una mujer frágil y delicada, algo que le dejó muy en claro cuando la obligó a trabajar en esa mina y cuando tenían sexo. Con ella la ternura no funcionaba, al contrario, la hacían sentir ofendida.
Scrooge buscó a Goldie con la mirada en varias ocasiones. Goldie también lo hizo, pero sus miradas jamás llegaron a encontrarse. Ninguno de los dos supo que el otro pensaba en el tiempo que pasaron juntos y ciertamente ambos lo preferían de ese modo. Pese a los años, ninguno estaba listo para enfrentar al otro.
—¿Dormiste bien? —fueron las primeras palabras de Goldie al amanecer.
—He tenido mejores noches —respondió Scrooge, incapaz de admitir el efecto que tenía esa mujer en él.
Había dormido muy poco y cuando lo hizo, soñó con ella.
—No creas que te ayudaré si te quedas dormido.
—Nunca esperaría eso de ti —respondió Scrooge, sin embargo no creía del todo en usted palabras, recordaba que durante el incendio en su bar se había desmayado y cuando se despertó, Goldie estaba a su lado, agradeciéndole por haberla salvado. Tenía fuertes sospechas de que ella no había sido sincera —. Será mejor que comencemos cuanto antes.
Scrooge se encargó de preparar el desayuno. Sirvió una lata de sopa de tomates para los dos y le entregó a Goldie una parte muy pequeña de las provisiones. No estaba siendo caballeroso o atento, solo quería asegurarse de que ella lo necesitara y que no pudiera irse demasiado lejos sin él.
—¿Estás segura de que aquí hay un tesoro? Por que te recuerdo que pasé años minando en esta zona.
—Estoy segura y no es algo que puedas encontrar si no tienes la llave y esta solo puede ser usada por dos personas.
Scrooge no dijo nada. Las palabras de Goldie le hicieron pensar en su viaje al castillo McDuck y al lugar al que solo pudo acceder con ayuda de su padre. Mentalmente se preguntó si ese lugar tendría un mecanismo similar y se dijo que sí, pues de lo contrario ella no lo habría buscado. O al menos eso fue lo que él pensó.


(1) Referencia al cómic "The prisioner of White Agony Creek". El fic se sitúa en los hechos ocurridos después del final, cuando Goldie y Scrooge tienen una de sus peleas.