Capítulo 13: Luna sangrienta


Pese a que Scrooge McDuck había estado en innumerables aventuras no pudo evitar sorprenderse al ver un enorme castillo frente a él. Años atrás había estado en el Yukon y le parecía improbable que se hubiera construido uno durante su ausencia, en especial en una zona tan apartada.
—No te quedes ahí parado —le regañó Goldie —, el castillo y todo lo que esté dentro desaparecerán cuando termine la luna roja.
Goldie comenzó a correr en dirección al castillo y Scrooge no tuvo más opción que seguirla. Scrooge sabía que si Goldie no había mentido, algo poco probable, solo tenían esa noche para dar con el tesoro y abandonar es castillo pues de lo contrario tendrían que esperar años, probablemente décadas, antes de que el castillo apareciera nuevamente.
Entrar fue fácil. Solo había un muro protegiendo la entrada y ambos eran buenos escalando por lo que dicha tarea solo les tomó unos pocos minutos. Scrooge notó que la madera estaba en buenas condiciones, con algunos rasguños, pero nada que pudiera indicar la fecha en que ese castillo había sido construido.
—¿Cuándo esperabas decirme que solo podremos acceder a ese castillo durante la luna sangrienta? —le preguntó Scrooge McDuck sin poder ni querer disimular lo molesto que estaba.
—Detalles sin importancia.
—Hoy es la última noche ¿qué te hace creer que no tiene importancia?
—¿Acaso importa? Sé que quieras terminar con esto cuanto antes.
Aunque una parte de Scrooge quería terminar con eso cuanto antes, había otra parte que no lo deseaba, una que quería alargar ese momento al máximo y disfrutar de la compañía de Goldie antes de que ella desapareciera. Ella siempre lo hacía así que no creía que fuera la excepción, incluso sospechaba que le robaría como solía hacer.
—¿Te molestaría quedarte conmigo por unos años? —le preguntó Goldie bromista —. No sería la primera vez que pasara y en esta ocasión podríamos movernos.
A Scrooge no le molestaba estar en compañía de Goldie, incluso una parte de él lo deseaba. Cuando estuvieron atrapados todo parecía ser más sencillo, pero en ese momento tenía motivos para regresar. Della había regresado después de muchos años y finalmente pudo conocer a sus sobrino nietos quienes junto a Webby le habían devuelto su espíritu de aventura, uno que por años creyó perdido. También estaba Donald, con él no sabía que esperar. Discutían con frecuencia por usted opiniones diferentes, pero Donald había demostrado que confiaba en él y que lo quería. Habían pasado por tanto juntos, aventuras, encuentros amorosos, tanto que le era difícil catalogar lo que sentía por él.
Quería volver a su familia, estaba seguro de ello. Quería volver a ver a Donald y tener una cita con él. Como Donna sabía que era posible tomar su mano en público sin que se les criticara, poder besarla y hacer muchas de las cosas que suelen hacer los enamorados.
—Una moneda por tus pensamientos.
—Tal vez no lo creas, pero tengo familia que espera mi regreso.
Scrooge pensó en los trillizos y en Della, en las aventuras que les esperaban y las que habían tenido. Pensó en Donald y se preguntó qué estaría haciendo. Sintió celos al recordar quien estaba cerca de Donna y lo cercanas que se veían.
—Eso no responde mi pregunta.
—Al contrario, Goldie, yo ya no soy el pato que conociste.
—¿Estás seguro? Porque para mí sigues siendo el mismo Scrooge de siempre. Ambos lo somos y ese es el problema.
Scrooge sabía a lo que se refería Goldie. Ambos tenían un corazón frío y poco propenso a mostrar afecto. El oro era muy importante para ellos, en especial para Goldie que no dudaba en acudir al engaño para obtenerlo, sin importar quien estuviera involucrado. Ambos se amaban, pero ninguno de los dos era capaz de dar el primer paso.
—Y eso es algo que nunca cambiará.
Goldie sacó un mapa de su bolso y comenzó a leerlo. Scrooge se acercó a ella para ver más sobre el sitio en el que se encontraban y al que se dirigían. En el fondo sabía que ese no era el único motivo por el que se acercaba a ella, pero nunca admitiría que amaba la forma en que sus ojos brillaban cuando localizaba un tesoro, la suavidad de su cabello y el aroma que este desprendía. Su orgullo nunca se lo permitiría.
—Ya te dije que se necesitan de dos para acceder al tesoro, no tienes que desconfiar.
—No trates de engañarme, Goldie, te conozco demasiado bien para creer en tus palabras.
—Deberías tener más cuidado con tus palabras, podría sentirme ofendida.
—Para la reina del hielo esas palabras son cumplidos.
Ambos continuaron leyendo el mapa. Para Scrooge no fue extraño ver tantos pasadizos ocultos. Le recordaban al castillo McDuck, sus muchos secretos y el tesoro que había en su interior, uno que hasta el momento había sido incapaz de conseguir y que buscaría hasta el momento en que pudiera dar con él.
Después de varios minutos habían decidido la ruta a seguir. Las desviaciones eran muchas, la luz poca y los caminos engañosos por lo que tuvieron estar juntos en todo momento. Ocasionalmente la mirada de Scrooge se posaba sobre Goldie, preguntándose si sería una buena idea tomarla de la mano. Con ella nunca sabía que reacción esperar, era tan orgullosa que incluso los gestos amables podía tomarlos como ofensas. Pensó en Donald y en la relación que ambos habían tenido desde que se besaron por primera vez. Él había aceptado cada una de sus caricias e incluso respondido con otras y permitido que estas se convirtieran en algo más. Cada vez que estaban juntos podía notar su deseo por complacerlo y su disposición a obedecer. Con Goldie no era así, incluso hacer el amor se convertía en una guerra donde ninguno de los dos estaba dispuesto a ceder.
Pensó en Donna, en lo coquetos de sus gestos y en lo sensual de sus movimientos, especialmente cuando bailaba. Recordó su sonrisa y los bailes que compartieron. Cada momento que había compartido con ella era significativo.
—¿En qué estás pensando? —le preguntó Goldie con expresión divertida.
—Presta más atención al camino, no podemos darnos el lujo de perdernos —Scrooge no estaba dispuesto a compartir sus pensamientos con ella, en especial los relacionados con Donald y eso incluía a Donna.
"Ella fue creada para mí", pensó Scrooge, recordando el día en que todo había empezado. Saber que había firmado un contrato con Alistair le había molestado, más cuando apareció Minnie, sabía que ella era su ex y que a Donald le había lastimado la ruptura. Luego decidió dejarlo pasar, Alistair le aseguró que la película sería un éxito en la taquilla y pudo notar lo feliz que era Donna en el escenario. El único problema era que no podía evitar pensar que estaba perdiendo control sobre ella.
—¿Es sobre la chica con la que bailabas? —le preguntó Goldie, no había celos en su voz, solo diversión por la idea de atraparlo.
—¿Qué te hace pensar eso?
—La sacaste a bailar y la presentaste a tu familia ¿has hecho eso por alguien más?
—Eso no es asunto tuyo —respondió Scrooge a la defensiva.
—Dulce e inocente Scrooge, fastidiarte siempre será asunto mío.
Después de tropezar y extraviarse en más de una ocasión fue que finalmente accedieron a tomarse de las manos y aún así no dejaron de mostrarse incómodos hasta que llegaron al lugar señalado por el mapa. En el fondo del salón había una enorme puerta de piedra con dos estatuas a los lados, estas tenían la forma de grifos y ambas tenían la misma posición, variando en la pata que mantenían levantada.
Fue en ese momento que Scrooge fue consciente de uno de los motivos por los que Goldie lo había llevado.
—Ambas palancas deben ser accionadas al mismo tiempo —no era una pregunta, la seguridad con la que Scrooge hablaba era más que evidente.
—Me alegra no tener que explicarlo, ahora, date prisa.
Ambos se colocaron a un lado de las estatuas y bajaron la pata del grifo que se encontraba levantada como si esta se tratara de una palanca. Los ruidos de la puerta al abrirse les hicieron saber que habían activado el mecanismo correctamente.
La luz no tardó en llenar el lugar. En las paredes de esa habitación habían unos cristales que se alimentaban de la luz y la amplificaba cientos de veces.
Una exclamación de gozo fue lo que Scrooge y Goldie emitieron al ver los tesoros que habían en ese cuarto. Rápidamente buscaron los más valiosos y los guardaron en su bolso. En más de una ocasión dieron con la misma joya y siempre pelearon por ser quien la tomara, siendo Goldie quien ganaba la mayoría de las veces.
Ninguno notó cuando llegó el amanecer, pero sí que estaban atrapados cuando intentaron abrir la puerta y lo único que encontraron fue la nada.