Capítulo 14: Una buena amiga


No era raro que Scrooge desapareciera por un tiempo sin previo aviso, pero eso no evitaba que Donald se sintiera preocupado. Sabía que estaba con Goldie no lo hacía sentirse mejor. Los celos no eran el único motivo de su inquietud, había convivido con Scrooge por más de veinticinco años y había notado el efecto que Goldie tenía sobre él, temía que lo lastimara una vez más cuando se marchara con el tesoro, porque debía haber un tesoro involucrado, siempre había uno cuando se trataba de ellos.
—Tío Donald —escuchó la voz de Dewey.
Donald se encontró con Dewey y con Webby al voltearse. Ambos tenían la mirada que solían utilizar cada vez que iban a pedirle algo.
—¿Qué necesitan?
Dewey y Webby intercambiaron sonrisas nerviosas al escuchar esa pregunta. Donald los conocía lo suficiente para saber que planeaban algo.
—¿Qué te hace pensar que...? —Dewey calló al notar la mirada de su tío —. Es una sorpresa para ti.
Webby le mostró una venda y Donald le permitió cubrir sus ojos. Estaba cansado del trabajo, pero no le importaba retrasar su descanso si con ello hacía felices a esos patitos. Se dejó guiar por los pequeños y se sorprendió al ver quien lo esperaba en esa habitación.
Minnie lo saludó tímidamente y Donald se dijo que debió esperarlo. Ella había aparecido hace poco en Dewey Dew Night y tanto Webby como Dewey mostraron señales de querer que se diera ese encuentro.
—Hola, Minnie —la saludó, ver la sorpresa en su rostro lo hizo sentir culpable y preguntarse si ella en algún momento llegó a temer que le hiciera daño —. No estoy molesto, hace mucho supe lo que pasó.
—¿En serio?
—Lamento no haberte buscado para aclarar las cosas.
—No lo hagas, estaba viajando mucho y ocupada con la actuación.
Ambos callaron. Minnie parecía incómoda y él se dijo que era más fácil hablar con ella siendo Donna. Rápidamente se regañó por esos pensamientos. Era su ex, no tenía sentido negarlo, pero también su amiga y eso era lo más importante.
—He visto los trailers de tu nueva película —Donald fue quien rompió el silencio.
Sin embargo seguía habiendo cierta incomodidad entre ellos y la tensión era palpable. Ni había resentimientos y ninguno sabía de qué hablar.
—No es la clase de papeles a los que estoy acostumbrada, pero me gusta probar cosas nuevas.
—Eres una rebelde sin causa —agregó Donald con tono bromista.
—Vi los carteles sobre los videos de seguridad que grabaste.
—No todo era actuación —Donald arrugó la cara al pensar en la cantidad de accidentes que había tenido y como estos inspiraron a su tío para grabar esos videos lo que lo llevó a crear su propio estudio de filmación —. ¿Qué te motivo a actuar en un estudio con tan poca trayectoria?
—No me lo creerías si te lo dijera.
Donald y Minnie se voltearon al escuchar una canción. La suave melodía y las letras románticas habían hecho que la situación se tornara incómoda. Dewey fue el primero en notarlo y en apagar la radio. Fue en ese momento que Donald supo que Huey y Louie también estaban involucrados. Mentalmente se dijo que hablaría con ellos luego.
—Pruebame.
—¿Eh? —preguntó Minnie notablemente confundida y algo sonrojada.
—Puedes decirme tus motivos. Soy un Duck y un McDuck, pocas cosas pueden sorprenderme.
—Fue un impulso —respondió Minnie un tanto avergonzada —, no es que tenga problemas trabajando con pequeños estudios o pequeños papeles, pero lo primero en qué pensé era en... que... quería verte.
Esas palabras hicieron que Donald se sintiera más culpable. Él también había pensado en recuperar a su amiga, pero nunca lo intentó. Siempre había algo que lo detenía o lo hacía olvidarse de la idea. Luego llegaron sus niños y todo en lo que podía pensar era en que ellos lo necesitaban.
—Quería recuperar a mi amigo, extraño esos días en que los cinco luchabamos por alcanzar el estrellato.
—Yo igual —respondió —, lo único que no extraño es la guerra. Vi cosas e hice otras de las que no me siento orgulloso.
Tampoco extraña la confusión que llegó a sentir. Minnie fue su primer novia, pero no su primer amor. Poco después de que murieran sus padres y de que se mudara a la mansión McDuck en compañía de su hermana comenzó a desarrollar sentimientos por su tío. Admiraba al pato que había evitado que lo alejaran de Della y que solía llevarlo de aventuras, al hombre que parecía tener la fuerza para cargar con todo el peso del mundo sobre sus hombros y aún así podía dar los abrazos más cálidos.
Luego llegó la atracción. Scrooge McDuck le gustaba mucho y su aprobación se volvió necesaria. Saber que la mayoría de sus elogios eran para Della y que a él solo lo veía como a un patito torpe y asustadizo fue muy doloroso. Cuando llegó la guerra creyó que era su oportunidad para demostrarle su valor. Al principio escribía en cada oportunidad que tenía, luego dejó de hacerlo. Las oportunidades eran escasas hola él no quería hablar de lo que hacía. Sus superiores le decían que era por un bien mayor, pero le era difícil creerlo cuando sus manos estaban manchadas de sangre.
Minnie no fue una forma de escapar de sus sentimientos, lo que sintió por ella fue real y sincero. Su dulzura lo había cautivado. Ella era dulce y gentil, tal vez demasiado optimista. Sentirse traicionado le había dolido profundamente y necesitó de años para poder superar esos sentimientos. Donald esperaba que no le tomara tanto tiempo arrancar de su interior lo que sentía por Scrooge, quería olvidar lo definitivamente.
—Ahora trabajo en la bóveda, haciendo cualquier cosa que haga falta, especialmente puliendo monedas.
—Me alegra que tú y tu tío hicieran las paces.
—Se puede decir que ahora nos llevamos mejor —Donald no estaba seguro de eso, ni siquiera sabía que clase de relación tenían o si había algo entre los dos —. ¿Qué te parece si te invito a cenar está noche? No es por presumir, pero soy un gran cocinero.
—Será todo un placer. Tal vez no me creas, pero te extrañé.
—Eres la segunda persona más sincera que conozco. No te ofendas, pero el primer lugar lo tiene Webby. Sé que fue mi culpa por dudar de ti, pero de verdad me gustaría que volviéramos a ser amigos.
—Lo mismo pienso.
A partir de ese punto las cosas resultaron menos tensas. Minnie le habló sobre su carrera como actriz y de su romance con Mickey, Donald le habló sobre sus sobrinos y lo mucho que los quería. Si bien era cierto que había ocasiones en las que se preguntaba qué habría sido de él si no hubiera dejado la actuación, lo cierto es que sabía que no le importaba renunciar a todo si era por los trillizos.
Donald notó las risas de sus sobrinos cuando se ofreció a llevar a Minnie hasta su casa, pero prefirió ignorarlas. Nuevamente se dijo que hablaría con ellos, lo último que quería era que hicieran de cupido para él. Todavía conservaba algunas marcas de la última cita que le organizaron los niños.
Descubrir que Minnie estaba viviendo con Mickey no le sorprendió, sabía lo enamorada que estaba Minnie así que le pareció natural que quisieran dar el siguiente paso en su relación, lo que no se esperó fue el abrazo de Mickey, casi lo deja sin aire.
—Me alegra tanto volver a verte.
—Lo mismo digo, viejo amigo.
—¿Qué ha sido de tu vida?
—No hay mucho que decir, tome varios trabajos y estuve viajando a muchas partes con mis sobrinos, son los niños que conociste hoy. Apuesto que ustedes tienen historias más interesantes.
—Mickey está pensando en dedicarse a producir sus propias películas —respondió Minnie —, él estará a cargo de la séptima parte de Battle Stars y volverá a interpretar a Han Mouse, yo seré Leia.
—Apuesto a que lo harás bien.
—Tengo mis dudas, es un trabajo muy grande.
—Eres Mickey Mouse —comentó Donald incrédulo —, no hay nada que no puedas hacer y estoy seguro de que esto no será la excepción.
Mickey sonrió un tanto apenado al escuchar esas palabras.
—Solo digo la verdad —continuó hablando Donald —. ¿Recuerdas cuando éramos jóvenes? Tú y Minnie estuvieron a punto de perder la grabación de una película, otros hubieran sido despedidos por los cambios que hicieron, pero ustedes obtuvieron mejores papeles.
—Solo tuvimos suerte...
—El director vio potencial en ustedes dos —lo interrumpió Donald —, recuerdo que escuché a varios decir que eran la pareja más adorable y tenían razón.
—Pero en ese entonces solo éramos amigos —comentó Minnie, su rostro mostraba incomodidad e incredulidad.
—Sí... amigos —agregó Mickey, la forma en que tartamudeaba y el sonrojo de sus palabras hacían que Donald tuviera sus dudas.
Goofy y Daisy llegaron juntos. Ambos llevaban varias botellas, nada de licor para decepción de Donald.
—¿Qué hacen aquí? —les preguntó Donald, no estaba molesto ni pretendió ser grosero, solo tenía curiosidad, eran muchas sorpresas por un día.
—Eres cruel —le regañó Daisy —, y nosotros que estamos tan felices por verte de nuevo.
—Yo también lo estoy, es solo que no esperaba verlos.
—Obvio, si no, no sería una sorpresa —respondió Daisy burlona.
—¿Qué ha sido de ustedes? Siento que no los he visto en una eternidad.
—Yo meretiré de la actuación cuando nació mi hijo Max y desde entonces trabajo como fotógrafo.
Donald y Goofy pasaron un largo rato intercambiando fotografías sobre Max, los trillizos y Webby. Ambos estaban tan orgullosos de esos pequeños y la gran cantidad de fotografías que tenían eran prueba de ello.


Minnie se había sentido especialmente nerviosa cuando se estrenó el corto navideño. Pese a lo mucho que se había esforzado y lo mucho que había disfrutado de la filmación, debía admitir que fue un desastre. El director hubiera rehecho todo el corto de haber contado con más tiempo y probablemente habría buscado un elenco nuevo.
Su mirada pasaba del público a la pantalla. Quería ver el corto, especialmente a uno de los actores, pero necesitaba saber qué opinaban los demás de lo que podría considerarse cómo su debut. Era su primer protagonico y temía arruinarlo. Le preocupaba que una mala actuación o un mal papel hiciera que quedara etiquetada como una mala actriz.
Cuando vio a varias personas comenzar a reírse, se sintió más tranquila. Dudaba que esa hubiera sido la intención original del director, pero se sentía conforme. El público lo estaba disfrutando y se dijo que, al final, eso era todo lo que importaba y uno de los motivos por los que había decidido dedicarse a la actuación.
El corto terminó y Minnie no escuchó ninguna queja ni vio a nadie dejar la sala del cine. Parte de ella quería saber lo que pensaba la gente, pero la otra parte sabía que tendría que conformarse con la opinión de los críticos o esperar que el corto se volviera lo suficientemente popular para tener un club de fans y que estos crearan espacio para dar su opinión.
Cuando la película terminó, el elenco del corto se reunió en casa de Mickey. El protagonista había organizado una pequeña fiesta para celebrar dicha ocasión. Lo único que Minnie lamentaba era que Daisy no hubiera podido tener un papel, pero esperaba que en el futuro eso cambiara y que todos ellos pudieran cumplir esa promesa que se hicieron cuando eran niños, la de actuar juntos y alcanzar la fama juntos.
—Felicidades, Minnie —le dijo Daisy y sus palabras eran sinceras —, disfruta de tu fama ahora, porque cuando tenga mi debut, seré la estrella más brillante.
Minnie no se sintió ofendida o amenazada por las palabras de su amiga. La conocía lo suficiente para saber que estaba bromeando y que, aunque se sentía un poco celosa, no estaba molesta ni le deseaba el mal. Podía notarlo en su mirada y sabía que esos celos se convertirían en un sentimiento de competitividad y una ira que desataría en cada casting y cuando las cámaras la enfocaran.
—Cuento con ello.
—¿Bocadillos? —las interrumpió Mickey, en sus manos llevaba una bandeja y en su rostro algunos rastros de sudor, para ambas actrices resultaba evidente que había estado corriendo de un lado a otro tratando de atender a todos sus invitados.
—Gracias, Mickey —Minnie tomó la bandeja —, pero deja que te ayude.
—No podría, ustedes son mis invitadas.
—Somos un grupo y estamos juntos en esto —Daisy golpeó el abdomen de Mickey con uno de sus dedos, el tono de voz que usó indicaba que nada de lo que hiciera o dijera Mickey podría hacerla cambiar de opinión.
—Sí, Daisy —respondió Mickey un tanto asustado, conocía a su amiga lo suficiente para saber que hacerla enojar no era una buena idea y lo obstinada que podía llegar a ser. Cuando tenía una idea en mente, no había poder o razón que pudiera hacerla abandonar dicha idea.
Minnie le ofreció los bocadillos a Goofy y este estuvo a punto de comerse la bandeja. Desde niño había tenido un apetito colosal el cual le había hecho ganar varios concursos de comelones. Se dirigió a la cocina en búsqueda de más comida, pero notó que Daisy se había encargado del asunto. En una mesa había colocado bocadillos y bebidas.
—Si alguien tiene hambre podrá tomar su propia comida —Daisy sonaba orgullosa de su idea —, la fiesta es para todos así que todos deberán ayudar.
Pasaron pocos minutos antes de que Daisy se arrepintiera de su idea. Goofy y Donald abarcaron toda la comida por lo que ella los puso a repartir y les prohibió que tomaran algún bocadillo hasta que los otros invitados hubieran comido algo. Si bien Donald y Goofy no le obedecieron en su totalidad, permitió resolver el problema de la comida.
La fiesta no había terminado, pero Minnie le pidió a Donald que la acompañara al balcón, alegando necesitar aire fresco. La verdad era que quería hablar con él a solas sobre cierto tema que la había mantenido pensando últimamente. Ver a Daisy, a Goofy y a Mickey desearle suerte la hicieron haber sido más discreta a la hora de salir y cuestionarse si había hecho bien en pedirle consejo a Daisy. La quería, pero también estaba segura de que no había podido guardar el secreto.
—¿Sabes? —le dijo Minnie a Donald en cuanto estuvieron a solas —, aunque me agrada María, yo habría tomado otra decisión.
—¿Habrías intentado regresar al Reino del Rey Ratón con el cascanueces?
—Hablaba de la otra decisión.
—¿De qué hablas? —preguntó Donald confundido —, María no toma muchas decisiones y no creo que te molestara que reparara al cascanueces
—No, era un regalo, yo me refería a algo más.
—¿Te refieres al hada Goofy? Supongo que no sabía que se quedó atrapado con el Rey Ratón.
—Eso también, creo que María y el Cascanueces fueron egoístas al dejarlo atrás, ni siquiera lamentaron su pérdida.
—Entonces no tengo la menor idea.
—Hubiera elegido al otro pretendiente —Minnie sintió su rostro calentarse. No sabía si Donald era distraído o si se estaba burlando de ella. Esperaba que no fuera lo último —. Creo que el villano ganara no hubiera sido tan malo.
—Es extraño escucharte decir eso, creí que preferías a los príncipes dulces y encantadores.
—Lo hago, pero culpo al Rey Ratón por ser tan... sexy —la última palabra provocó que Minnie se sonrojara notablemente.
Donald comenzó a reírse.
—No me esperaba esa clase de comentarios viniendo de ti. Daisy es una mala influencia.
Minnie hizo un puchero. Sabía que no sería fácil, pero no creyó que declarar sus sentimientos le tomara tanto tiempo. Se preguntó qué haría Daisy y la respuesta le pareció obvia. Ella sería directa y no dudaría tanto. Pensar en su amiga le hizo recordar lo que le dijo cuando le confesó cómo se sentía. Daisy le había dicho que era muy transparente, pero que Donald era demasiado tonto como para notarlo y que si no se lo decía, podría perderlo.
—Aunque debería culpar al actor que lo interpretó, sí que sabía como pelear y se veía muy bien con ese traje.
Minnie notó como Donald se sonrojaba y decidió que ese era el momento para besarlo. La falta de respuesta por parte del pato la hizo sentirse desanimada y estaba por retirase cuando notó las manos del actor posarse sobre su espalda. No lo podía creer, Donald la estaba besando de vuelta.
Minnie se despertó un tanto confundida. No entendía porque después de tanto tiempo había soñado con la vez en que se le había declarado a Donald. Cuando Dewey y Webby le dijeron que querían ayudarla a hacer las pases con Donald, creyó que era una señal. Amaba a Mickey, de eso no tenía dudas, pero no había podido olvidar a su primer amor y se lamentaba por la forma en que terminaron las cosas entre ellos. Todo lo que quería era recuperar su amistad y volver a ver al grupo unido una vez más.
Llamó a Mickey, a Daisy y a Goofy y organizaron una reunión improvisada. Le había causado tanta felicidad saber que ellos podían asistir. Mickey fue el primero en llegar. Como tenía las llaves de su departamento pudo esperar en el interior de este.
—Fue así como gané mi último Pato de oro —comentó Daisy orgullosa —, estoy trabajando en dos libros, mi autobiografía y una novela de amor, si soy sincera no sé cuál tenga más drama.
—Felicidades —le dijo Donald.
Estaba feliz por los logros de sus amigos, pero una parte de él se sentía dolida, esa que lo mortificaba haciéndole sentir que no había logrado nada. Hablar de sus sobrinos, incluyendo a Webby, era sencillo, estaba orgulloso de ellos, hablar de su vida personal no tanto, en especial cuando el tema era su incapacidad para conservar un trabajo por un largo tiempo o lo que hizo durante la guerra.
—¿Qué hay de ti? Sabemos que cuidaste a tus sobrinos y que luchaste contra un ejército de sombras, pero eso es todo.
—He estado trabajando para tío Scrooge y acompañándolo en varias de sus aventuras. Hace poco encontramos un barco hundido, el legendario Golden y también viajamos con los habitantes de la luna a las sábanas de Brasil.
—Debe ser emocionante ser un cazador de tesoros. Cuéntanos todos los detalles.
Donald les contó sobre el último viaje con Scrooge, omitiendo cuando lo sacó a mitad de la noche y el momento que compartieron, no les habló de la ansiedad que sintió durante esos días o la sensación de que se estaba alejando de su familia, quedándose atrás mientras que ellos seguían avanzando, quería que lo vieran como a alguien exitoso y no le importaba mentir si era necesario.