Capítulo 6: El tesoro de Scrooge

—Cuéntame sobre tu misión —le ordenó Della.

—Tenía que entregar un paquete.

—¿Qué era?

—¿Qué era qué?

—El paquete ¿qué era?

—Información clasificada —Donald notó que Della estaba por insistir así que agregó —, tampoco lo sé, mi trabajo era entregarlo, solo eso.

—¿Eso es todo?

—Sí, me reuní con B-Black y me quedé unos días para desviar la atención sobre el paquete. Ya atraparon a los espías así que no hay nada de lo que deba preocuparme ¿Qué hacen en Brasil?

—Es información clasificada.

Donald le dedicó a Della una mirada de reproche.

—Era broma. Scrooge descubrió el mapa de un templo en la montaña Pao, íbamos a ir por ella después de recogerte.

Donald supo el motivo por el que Della quiso ayudarlo a hacer el equipaje cuando la vio comenzar a jugar con la pistola que Gizmo le había dado. Normalmente no solía hablar de sus misiones y eso incluía a otros agentes, pero Della le había dicho que ella era una espía y era su hermana por lo que estaba dispuesta a hacer una excepción.

Le mostró las herramientas que Gizmo le había dado y notó que, además de la curiosidad que tenía, parecía no saber mucho sobre Gizmo y eso le pareció muy extraño. No recordaba que se tuviera que hacer alguna prueba para conocer al técnico. Lo dejó pasar, asumiendo que su hermana debió haberlo olvidado, algo natural tomando en cuenta que estuvo más de diez años en la luna.

—¿Están listos para irnos? —le preguntó Scrooge.

Donald y Della se apresuraron en guardar el equipo de DoubleDuck. Ambos trataron de aparentar inocencia, pero lo único que lograron fue crear la impresión equivocada.

—¿Qué están planeando? —preguntó Scrooge, la sospecha era palpable en su voz.

—Nada —respondieron Donald y Della al unísono, ninguno de los dos logró sonar convincente.

—Los estaré observando.

Poco después Donald se encontraba escalando una montaña con una pesada mochila sobre su espalda. No era nada nuevo para él, de hecho era bastante habitual que se le encargara de llevar todo lo que pudieran necesitar para la misión.

—Date prisa, sobrino perezoso —le regañó Scrooge McDuck. Él, Della y los niños se habían adelantado considerablemente.

—Intenta correr con todo el equipo y luego me dices.

—Yo solía cargar con mochilas dos veces más grande que esa durante el klondike y eso nunca me detuvo.

—No me extrañaría, si en ese entonces también tenías la cabeza llena de aire, apuesto a que flotabas.

Cuando Donald vio a Scrooge acercarse, creyó que lo ayudaría, pero lo que hizo fue limitarse a golpearlo con su bastón. Donald se reproche por haber esperado algo diferente de su tío, tenía años de conocerlo y solía golpearlo con su bastón cuando se equivocaba en algo o le respondía de mala manera.

—Date prisa, o te dejaremos atrás.

—Ambos sabemos que no lo harías, necesitas de tu equipo.

—Puede ser, pero te haré desear el que lo hubiera hecho.

Donald pensó que en ese momento su tío se parecía demasiado al estereotipo de los villanos en las caricaturas. El sombrero de copa negro y la forma en que sonreía eran lo que más acrecentaban esa imagen.

Se apresuró en seguir a su familia. No podía ir demasiado rápido, pero se sentía aliviado de no perderlos de vista. Parte de él hubiera deseado que lo esperaran, pero no los culpaba, estaban demasiado emocionados como para notar la situación en la que él se encontraba.

Donald vio a Huey sacar su guía de Los Jóvenes Castores y comenzar a comparar las pinturas en las paredes del templo con las que estaban en su libro. Scrooge y Louie se dedicaron a buscar tesoros mientras que Della, Dewey y Webby buscaban aventuras. Ellos eran lo que más le preocupaban. Los tres normalmente eran imprudentes, juntos lo eran más, en especial por Dewey que quería impresionar a su madre.

Dewey fue el primero en activar una trampa. Entró corriendo y pisó uno de los interruptores. Donald pudo evitar que Dewey se quemará, pero las plumas de su cola no tuvieron el mismo destino. El trillizo de azul ni siquiera notó el peligro en el que estaba, solo salió corriendo y subió el pilar más cercano.

Della y Webby lo felicitaron. La menor fue la siguiente en accionar una trampa. Se apoyó en un bloque falso y hubo una lluvia de flechas. Donald logró desviarlas con un escudo que encontró en el suelo.

Un zombi entró a la habitación, Donald no supo que trampa lo liberó, pero sí que era el momento de usar la pistola que Gizmo le había dado. Mentalmente se felicitó por haberla llevada, aunque se tratara de un pequeño descuido de su parte.

Nadie lo notó. Si bien un zombi era algo que difícilmente podía ser ignorado también lo era que encontraron algo mucho más llamativo.

—¡Encontré la entrada a la cámara de los secretos! —gritó Scrooge McDuck y todos lo siguieron de inmediato.

Donald apenas pudo atravesar la puerta antes de que la piedra regresara a su posición original. No logró hacerlo intacto, tuvo que saltar, su aterrizaje fue bastante torpe. Eso sí lo notaron.

—Debes prestar más atención a lo que pasa a tu alrededor, sobrino.

—Lo tendré en cuenta.

Donald tuvo que hacer grandes esfuerzos por no mostrar el enojo que esas palabras le provocaban o lo poco apropiadas que sonaban viniendo de Scrooge. Él había desactivado varias trampas e incluso detenido a un zombi al que probablemente ellos ni siquiera habían observado. Prefería lidiar con la amargura de las palabras que no fueron dichas que con los regaños de su tío o peor aún, sus bastonazos.

Decidió observar la cámara en la que se encontraban en un intento por controlar su temperamento. Fue más efectivo. En las paredes eran de piedra y en ella se encontraban talladas imágenes que hacían referencia a sus rituales más importantes. También había estatuas, muchas hechas con jade y cubiertas con todo tipo de joyas.

—Comienza a recolectar el tesoro —le ordenó Scrooge McDuck —. Iré con Della y los niños a buscar el corazón del templo.

No dejaron la habitación, pero tampoco permanecieron cerca de Donald. Aquella habitación era grande y espaciosa a pesar de todos los tesoros que albergaba. Todos se separaron de inmediato, con la esperanza de dar con la joya que Scrooge tanto anhelaba.

El corazón del templo era en realidad un cetro, el cual, según les había dicho Scrooge, era utilizado en muchos rituales. Su núcleo era una piedra de obsidiana y su mano estaba cubierto por pequeños diamantes. Scrooge se los había mostrado con tanta insistencia que Donald estaba seguro de que podría reconocerlo en cuanto lo viera.

Donald comenzó a trabajar de inmediato. Años de experiencia le habían enseñado a reconocer todo tipo de joyas, aunque, debía admitir, no era tan bueno como Huey en ello y solía equivocarse más veces de lo que le gustaría admitir. Ver todos esos tesoros lo hicieron horrorizarse, pues sabían bien lo que significaba. Tendría que cargar con todos ellos y pulirlos en cuanto llegara a casa.

Su familia siguió buscando el cetro, revisando principalmente los pilares y monumentos dedicados a los tesoros más valiosos. Al final fue Scrooge quien lo encontró. Donald lo supo de inmediato pues solo le dio veinte minutos para recoger la mayor cantidad de piedras preciosas.

Scrooge McDuck fue muy cuidadoso a la hora de tomar el cetro. Buscó entre el equipaje que Donald llevó una piedra que tuviera el mismo peso que el cetro y la reemplazó de manera minuciosa. Sus movimientos eran extremadamente lentos y su concentración comparable a la de un médico cirujano. Le tomó cuarenta minutos hacer el reemplazo y ninguna trampa fue activada.

—No puedo creer que me hicieras cargar piedras —le reclamó Donald, incapaz de contener el enojo que sentía.

—Fueron necesarias, sobrino poco listo —le dijo Scrooge con tono burlón —. Trata de pensar en todas las trampas que se hubieran activado si no hubiera tomado el cetro adecuadamente. Te daré una pista, serían muchas y todas ellas mortales.