Capítulo 18: Paranoia
Para Dewey, Webby no era solo una buena amiga, era parte de la familia. A veces le gustaba decir que ella era la cuarta trilliza y que juntos eran el mejor dúo de la historia y sabía que no era el único en verla como parte de la familia. Recordaba la primera vez que había llamado tío a Donald y la felicidad que su tío había mostrado y el orgullo con el que Della aseguraba que era su hija. Tenerla como enemiga no fue nada agradable, de hecho se trataba de una experiencia que calificaría como traumática y que, aseguraba, podría marcarlo de por vida.
Webby comenzó a aparecer en el momento y sitios menos inesperados, pero nunca atacaba y eso, irónicamente hacía todo mucho peor. Dewey y Huey estaban aterrados por la idea de que Webby les haría mucho daño. Ambos sabían que Webby podía herirlos, después de todo había sido entrenada por la señora Beakley y Dewey tenía motivos para creer que la Agente 22 era la más peligrosa de las espías.
Al final rendirse parecía lo más sensato. Huey había llegado a la conclusión de que la enseñanza de aquel ejercicio era no dejarse asustar por el enemigo y Dewey también llegó a pensarlo. No le gustaba la forma en que se estaban tornando las cosas. Pensó en su tío Donald y el enojo que sentía se hizo mayor.
Donald se había revelado como parte de F.O.W.L y Dewey sospechaba que había influido en gran manera en la paranoia de la señora Beakley. Eso no era lo que más le molestaba. Bradford lo había enviado a él y a su familia a otra dimensión y no dudaba que quisiera eliminarlos, el que su tío trabajara para ellos le resultaba tan doloroso como difícil de comprender.
Siempre había pensado que su tío era el pato más aburrido del mundo, en ese momento prefería que lo fuera. Saber que fue un agente secreto y un entrenador de lo paranormal era asombroso, pero todo palidecía cuando pensaba que no conocía realmente a su tío y que este había decidido formar parte de una organización criminal.
Sus pensamientos fueron interrumpidos cuando vio a la señora Beakley comenzar a pelear con Webby. Los movimientos de ambas eran agresivos, pero el trillizo de azul no podía asegurar que ninguna de las dos se estuviera conteniendo.
—Somos una familia, podemos lidiar con esto —intentó razonar Webby.
—¿Cómo podemos estar seguros? F.O.W.L es peligroso y Donald pudo darles información confidencial. No sabemos que tanto saben.
Dewey quería creer en Donald, pero cada vez le era más difícil hacerlo, en especial porque Donald no hacía nada para deshacerse de esa imagen. Dewey había visto a su tío luchar contra Scrooge McDuck y robarse el guantelete en compañía de Red Primerose, lo había escuchado decir que estaba del lado de Bradford y pedir que lo llamaran Cold Shadow.
—Si no peleamos, no ganamos y si no ganamos, moriremos.
—Esa no es la manera. Hemos pasado por cosas difíciles, vencido a muchos enemigos ¿por qué tiene que ser diferente ahora?
Los trillizos intentaron convencer a Bentina, hacerle entender que estaba llevando todo demasiado lejos, pero todas sus palabras fueron ignoradas. Ellos no podían entender a la ama de llaves ni el temor que le había provocado el regreso de F.O.W.L, no sabían lo que había perdido y los sacrificios que había hecho.
—¡No quiero perderte, no quiero que se repita lo de Bianca!
Era extraño ver a Bentina perdiendo la compostura. Ella siempre solía mostrarse calmada y, cuando algo le molestaba, también solía mostrarse en perfecto control de sus emociones.
—¿Me estás ocultando algo? —le preguntó Webby y realmente se veía afectada.
—No, Webby, cariño. Sabes que eres lo más importante para mí.
Dewey no estaba seguro de lo que debería hacer. Todo eso se sentía como la lanza de Selene, pero con diferentes personajes. Dewey se sintió un tanto culpable al recordar la forma en que se había comportado con Scrooge.
—¿Quiénes son mis padres? —preguntó Webby con tristeza.
Por unos instantes parecía que Bentina no iba a decir nada, pero repentinamente la expresión en su rostro cambio y adquirió una expresión más dulce.
—Tu madre era una artista, tu padre era un bibliotecario, y según todos los indicios, un hombre muy agradable. La triste verdad es que estaba tan enfocada en mi trabajo como espía que ni siquiera supe que tenía una nieta hasta que... hasta que fue demasiado tarde y ellos se habían ido. Pero una vez que te vi todo cambió. Quería mantenerte a salvo, lejos de mi antigua vida... me retiré y estuve de encubierto con el señor McDuck. Cuando encuentras a tu familia, lo dejaras todo para ayudarles. Porque tú eres lo más importante en todo mi mundo, Webbigail.
La expresión en el rostro de Webby se suavizó. Ya no había reclamo, solo una profunda tristeza y el inmenso cariño que sentía por su abuela, la mujer que había cuidado de ella desde que era una bebé y, por un tiempo, la única familia que tenía.
Huey, Dewey y Louie se unieron al abrazo. Permanecieron en esa posición por varios minutos, creyendo ingenuamente que todo estaba solucionado.
La señora Beakley se ofreció a entrenar a los niños, llevándolos a la isla en la que solía entrenar con Webby, dando inicio a un nuevo tipo de terror. Los trillizos se quedaron solos en medio del bosque, sin nada que pudieran usar para sobrevivir.
—¿Otra prueba? —preguntó Louie mientras que buscaba, inútilmente, algo que pudiera decirle en dónde se encontraba la señora Beakley y Webby.
—Me temo que sí.
—Volvemos al principio.
—No, es mucho peor —comentó Louie —, ahora no solo debemos preocuparnos por un posible ataque de Webby.
—Soy un Joven Castor, este tipo de situaciones son un juego de niños para mí.
Dewey no era el más atento de los hermanos, pero incluso para él era evidente que Huey estaba tan asustado como ellos y que ese orgullo con el que hablaba era falso.
Huey puso sus conocimientos a prueba. Los guió para que construyeran un refugio y les indicó cuáles frutos eran comestibles y cuáles eran venenosos. Huey cuidó de sus hermanos y aquella hubiera sido una situación agradable de no ser por la incertidumbre que les provocaba el no saber lo que Bentina y Webby pudieran planear.
Louie se apartó en más de una ocasión. Huey y Dewey se quejaron al ver a Louie durmiendo, de haber sido un poco más observadores habrían notado que no estaba durmiendo.
—Debemos construir un refugio antes de que anochezca, no sabemos que clase de animales podría haber en el bosque —le regañó Huey.
—¿Creen que tío Donald realmente sea un espía?
Huey y Dewey callaron. Ambos intercambiaron miradas sin saber qué responder.
—Beakley dice que debemos estar preparados para esa posibilidad.
—Es tío Donald, no creo que sea especialmente bueno en las cosas de espías.
—¿Vieron su pelea contra tío Scrooge? —Louie se notaba molesto —, parecía alguien completamente diferente.
Huey improvisó unas cuerdas con las lianas de un árbol y obligó a sus hermanos a unir las ramas de los árboles. Si Dewey no hubiera estado tan molesto habría notado que esa era su forma de mantenerlos ocupados para que no pensaran en todo lo que estaba pasando.
La noche llegó y los trillizos se alimentaron con los frutos que habían recogido. Ninguno estaba realmente hambriento, pero eso no evitó que comieran. Todos ellos sabían que necesitarían energías.
—¿Creen que Beakley y Webby vengan por nosotros?
—Sí, pero no sé si lo hagan como amigas o enemigas.
Dewey quería confiar en ellas, pero cada vez le era más difícil no sentirse paranoico. Bentina había dicho que todo lo hacían para protegerlos y le creía, el problema es que sus métodos le parecían peligrosos y estos lo asustaban mucho, probablemente más que F.O.W.L.
Los trillizos se levantaron poco antes del amanecer. Ninguno había dormido realmente, incluso Louie, quien había sido el primero en levantarse. Siendo el más observador de los tres le era inevitable no notar ciertas cosas, como el oso que los había estado observando.
Los tres subieron al árbol más cercano y esperaron allí durante horas hasta que el oso se alejara. Eso no pasó hasta el anochecer por lo que Huey propuso que se quedarán allí hasta que amaneciera y buscar una salida después.
Webby y Bentina aparecieron, ambas con las ropas sucias y cubiertas de raspones. Dewey no quiso pensar en lo que pudieran haber estado haciendo hasta entonces. Ambas eran aterradoras así que no les extrañaría que se hubieran encargado de la mayoría de las creaturas salvajes del lugar.
—Es hora de ir a casa —les dijo la señora Beakley —, la verdadera guerra está por comenzar.
