Capítulo 6 — La propuesta
Aquel no había sido un buen fin de semana para Spike, pues tan solo el día anterior se había enterado de que el gran amor de toda su vida iba a comprometerse aquella misma noche, casi había perdido a su mejor amiga más de una vez en la búsqueda de un regalo para tal amor, y una bestia milenaria le había abierto un agujero en el pecho que aún escocía bajo los vendajes. El dragón había visto días mejores, pero creyó que, al menos esa noche, podría olvidar por un breve momento los problemas que le aquejaban. El problema es que resultaba difícil olvidar los problemas cuando la causa de uno de ellos le estaba saludando con tal calidez.
—Buenas noches, Spike —le dijo amablemente el unicornio a su lado, vistiendo un elegante traje de etiqueta. Spike entonces volteó con sutileza, encontrando que Big Mac ya no estaba en su asiento. Estaba solo.
—Ey Fancy, ¿qué hay? —saludó al erguirse, forzando la mejor sonrisa que fue capaz de mostrar.
—¿Sucede algo malo? —preguntó, extrañado por la expresión de Spike, cuyo rostro mostraba algo que podía ser o una sonrisa muy mala, o un ataque.
—No, ¿por qué debería? —dijo, intentando mantener aquella máscara.
—Bueno, para empezar estás en medio de una de las mejores fiestas del año, pero te noto algo desanimado, mi estimado. Me da una pequeña pista de que algo no va bien. ¿Te importa si me siento aquí? —Señaló el asiento de junto.
—Adelante —invitó.
Se enderezó y relajó su rostro, no viendo motivo en mantener esa falsa expresión.
—¿Acaso no te sientes a gusto en eventos como este? —preguntó, comprensivo.
—No es la fiesta en sí, sino el hecho de que casi no conozco a nadie aquí. Las chicas aún no han llegado, así que no me queda más que esperar.
—Entiendo. ¿Sabes? Puedo presentarte con la gran mayoría de los ponis aquí presentes, si así lo quieres. Estoy bastante seguro de que formar nuevas relaciones te servirá en el futuro —ofreció con amabilidad.
—Gracias, pero no hace falta. De hecho, no tengo muchos deseos de platicar… sin ofender —se disculpó.
—No hace falta —asintió, solemne—. Pero si puedo hacer algo para ayudarte, siéntete libre de pedírmelo —continuó.
—Lo siento Fancy, pero… no es algo en lo que puedas ayudarme —respondió, bebiendo una cuarta copa de jugo de manzana, dejándola después sobre la mesa—. De hecho, es algo en lo que nadie puede ayudarme.
—¿Problemas de corazón, acaso?
El dragón sintió un puntazo en el pecho ante la repentina pregunta del semental. El mismo se percató, por la reacción de Spike, que había dado en el clavo.
—Podría decirse —aceptó, esquivo.
Spike tenía los ojos perdidos en el público, guardando la esperanza de que alguna de sus amigas se presentase y le sacara de aquella incómoda situación, pues dada su educación le resultaba muy difícil, si no imposible, el simple gesto de abandonar la mesa, o decirle al propio semental que se metiese en sus propios asuntos.
—Vaya, así que se trataba de eso. ¿Y lo sabe?
—¿El qué?
—Lo que sientes —apuntó con delicadeza, y el dragón tragó saliva ante aquellas palabras, mientras que sus nervios iban en aumento con cada segundo que pasaba allí—. Disculpa, sé que no hablamos mucho, pero siendo que eres un gran amigo de Rarity me gustaría que tú y yo algún día pudiésemos compartir una buena amistad también. Y está bien si no quieres hablar de ello conmigo, después de todo...
—No, no. Está bien —negó el dragón, maldiciendo sus palabras después—. Sí, ella... sabe cómo me siento. Se lo dije hace algún tiempo.
—¿Y cómo lo tomó? —preguntó con curiosidad.
—Me dijo que me amaba —Al repetirlo, sintió que un nudo estaba a punto de formarse en su garganta. Se detuvo un momento para asegurarse de recuperar la compostura lo suficiente antes de continuar—. Que me amaba como a un amigo, como a un hermano menor, como alguien en quien sabía podía confiar su vida. Que esperaba que ese tipo de amor también contase.
—Cielos, lo siento mucho.
—Descuida, en el fondo siempre supe que era imposible —decía el dragón.
Comenzaba a temer poder soltar pistas sobre la poni sobre la que hablaba, pero para su suerte alguien fue en su rescate antes de que eso ocurriera.
—¡Fancy Pants! ¿Qué hay? —saludó una alegre Twilight Sparkle al aproximarse a la mesa circular.
La alicornio lucía un vestido fucsia de falda larga, con bordados del mismo color ligeramente más oscuro, además de una melena recogida por un broche con motivo de su cutie mark.
—Oh Twilight, querida. ¡Te ves deslumbrante! —festejó con sorpresa.
—Gracias —dijo al hacer una exagerada reverencia ante el cumplido—. Rarity diseñó el vestido, de verdad es muy hermoso.
—En eso concordamos. ¿Sabes dónde está ella ahora?
—En un minuto bajará con las demás. Spike, escuché que este año la princesa ordenó preparar una mesa con piedras preciosas para dragones. ¿Qué te parece si vamos a echarle un vistazo? —Le guiñó un ojo, sonriente.
—¡Seguro! —aceptó al instante, antes de comenzar a levantarse—. Disculpa.
—No tienes por qué, Spike —asintió el semental—. Pero intenta olvidar esos pensamientos por esta noche, y disfruta de la velada —aconsejó, comprensivo.
—Claro, ¡nos vemos después! —se despidió y, cuando ambos se alejaron, el dragón se dirigió a la alicornio con un susurro—. No hay una mesa de gemas, ¿verdad?
—Por supuesto que no —respondió Twilight, perfectamente consciente de la situación de la que le había salvado.
El dragón dibujó una pequeña sonrisa en su rostro por causa de ello.
—Gracias. Pero... ¿No crees que es demasiado obvio? Digo, ¿una mesa con piedras preciosas? —cuestionó, resaltando lo ridículo en la excusa.
—No creo que lo haya notado, de seguro está preocupado por cosas más importantes como para siquiera considerarlo —comentó la princesa, riendo.
Un rastro de preocupación apareció en su mirada por un instante, el cual fue notado por su familiar más cercano.
—¿Qué clase de cosas? —preguntó el dragón con curiosidad fingida.
—¿Eh? ¡De negocios! Supongo. Recuerda que es un empresario importante. —La repentina respuesta de Twilight la delataba: era la forma clásica en que respondía cuando intentaba ocultar algo, sin éxito.
Estaba claro que Fancy le había contado sus planes para esa noche, tal vez incluso le pidió ayuda para llevarlos a cabo. Aún así, el dragón dejó pasar esto por alto, pues no había razón para indagar más en el tema cuando ya conocía la respuesta.
—Oye, ¿y por qué no bajaste con las chicas? —preguntó Spike.
—Necesitaba saber cómo marchaba todo por aquí. Hubiera venido antes, pero Rarity no quería dejarme ir hasta que mi presentación "estuviera a la altura".
—¿Por qué no me extraña?
—Bueno, no importa. Anda, no habrá una mesa de gemas, pero sí hay suculentos bocadillos para satisfacer a cualquier dragón —apuntó sonriente, pasando a través de la pista de baile.
Se dirigían a las mismas cuando, por las escaleras a escasos metros de ellos, comenzaron a descender las mejores amigas de la alicornio, todas ellas vistiendo los diseños originales de la modista del grupo.
Applejack lucía un vestido en dos tonos de verde diferentes, flecos marrones en la parte inferior, con montura incluida y falda larga (además de su característico sombrero, y un adorno con forma de manzana en su pecho), a diferencia de Dash, que llevaba un vestido de encaje de bordes dorados, con una tela que hacía alusión a los colores del arcoíris.
El de Fluttershy era celeste con bordes de un tono más fuerte, adornos florales y una gran mariposa en su pecho. Pinkie Pie lucía un vestido amarillo y blanco de falda larga, con varios adornos vistosos e innecesarios añadidos en cintura y cola, así como en su melena, con forma de dulces, helados, y globos (y aún así, en verdad se veía bien). Y por último, la modista lucía un vestido color rosa carmín de cuello rosa claro y pecho abierto, donde lucía un colgante en forma de su cutie mark, similar a sus pendientes.
—Chicas, ¡lucen impresionantes! —comentó el dragón, aunque realmente solo estaba fijándose en una de ellas.
—Gracias Spike, eres todo un caballero —aceptó Rarity por ella y las demás, mientras que algo parecía estar sucediendo con la poni rosada, cuyo cuerpo se estremecía y temblaba con violencia—. Pinkie Pie, ¿estás bien? —preguntó la unicornio a su lado, preocupada.
La pastelera no hizo más que extender una sonrisa imposible de oreja a oreja frente a todos mientras balbuceaba algo inentendible, que parecía sonar vagamente a "pista, banda, comida", antes de gritar con todas sus fuerzas.
—¡Fiesta! —exclamó con una alegría infinita, antes de zambullirse entre los invitados, saltando entre ellos sin ningún miramiento, y tomando los cascos de una poni al azar para compartir un baile que probablemente la misma no hubiera deseado. Ya no había vuelta atrás. Las yeguas y el dragón rieron ante aquella actitud azarosa que tanto caracterizaba a una de sus mejores amigas.
—En fin, ¿todo en orden por aquí, chicos? —preguntó AJ.
—Todo marcha sobre ruedas. ¡Los invitados se la están pasando de maravilla! —convino Twilight, a lo que la granjera se aproximó a Spike casi al instante.
—Menos mi cosechador estrella —dijo al oprimir las mejillas del dragón con ambos cascos—. ¿Qué ocurre, dulzura? ¿Por qué la cara larga? —preguntó con preocupación, y su amigo apartó los cascos con sus garras para poder emitir al menos un sonido entendible.
—Digamos que no dormí muy bien anoche. Estoy algo cansado.
—Oh, no te preocupes por eso. Ven, vamos a mover un poco esos pies. ¡Estarás como nuevo en un santiamén! —exclamó con alegría la granjera, tomándolo de su garra y arrastrándolo contra su voluntad a la pista de baile.
—¡Twilight, ayuda! —suplicó, recibiendo una divertida sonrisa por su parte.
—¡Lo siento! —respondió ella, ahogando una carcajada. En tanto, Rainbow notó que sus compañeros de equipo le saludaban al otro lado de la pista, por lo que se dirigió a la pegaso de melena rosa.
—Oye, ¿quieres venir conmigo y con los chicos? Se ve que les caíste muy bien —dijo al darle un amigable codazo, frente al que Fluttershy ahogó un quejido antes de responder.
—Claro, ¡suena bien! Pero primero debo ir con Big Mac, le prometí que cenaríamos juntos. —dijo ella, pronto cambiando su expresión—. ¿Te... te molesta? —preguntó, preocupada.
—Por supuesto que no, tonta. Vamos, de seguro te está esperando. Y... luego iremos con los chicos —la animó a moverse mientras hacía un gesto con el casco a los pegasos, quienes respondieron con el mismo al entender la señal.
—Twilight, ¿has visto a Fancy? Dijo que vendría a la fiesta luego de atender unos asuntos —preguntó la modista.
—No te preocupes, ya llegó. Está esperándote en nuestra mesa.
—Gracias, querida. ¿Vienes conmigo?
—¡Seguro! —aceptó, poniéndose en camino en su compañía.
Mientras tanto, a unos cuantos metros del lugar y cruzando a una gran multitud, una poni terrestre de melena roja y una pegaso de manto naranja bailaban alegremente la una con la otra, mientras que su amiga unicornio se encontraba junto a una de las mesas de buffet cercanas sirviéndose un gran vaso de ponche, pues sabía por medio de cierta poni rosada que consumir una buena cantidad de azúcar era justo lo que necesitaba en aquel momento para despejar el sueño que le agobiaba.
Apple Bloom lucía en ese entonces un vestido rojo oscuro de falda corta con una carga exagerada de lentejuelas, y en su pecho un colgante con motivo de su cutie mark. Scootaloo, en cambio, había optado por un vestido de encaje color violeta, con bordes negros y un adorno rosa oscuro en forma de estrella tras su oreja derecha. Y finalmente, Sweetie Belle llevaba un vestido dorado de falda corta con bordes color amarillo claro, y su melena recogida con una cinta del mismo tono.
Con el vaso vacío frente a sus ojos, siendo levitado por el aura mágica verde clara que su cuerno emanaba, la potra se encontraba perdida en sus pensamientos, esperando que la "dosis" ingerida fuera suficiente para sobrellevar la noche. Aunque también sabía que la mayor parte del problema desaparecería cuando pusiera sus piernas en movimiento, pero claro, debía de tener cuidado con su casco trasero, el cual aún no había sanado por completo.
—¿Y a ti qué te sucede? —preguntó Apple Bloom al aproximarse, preocupada.
—Solo estoy algo cansada. No fue un viaje tranquilo desde Ponyville, sabes... —respondió al voltearse, habiendo dejado el vaso al borde de la mesa.
—Más tarde tendrás mucho tiempo para dormir. Anda, ¡vamos a divertirnos! —le dijo al tomarla del casco, arrastrándola a la pista de baile y sin darle tiempo a responder, levantando los ánimos de la unicornio.
En aquel momento, no muy lejos de las tres amigas, la granjera mayor se encontraba intentando reanimar el espíritu del dragón para aquella ocasión, bailando con él al son de la balada de rock clásico que ahora interpretaba Winds of Change, la banda sobre el escenario compuesta por cuatro pegasos cuyas melenas, con flequillos y copetes bien peinados, permitían diferenciarlos con facilidad. No era difícil imaginar que, durante aquella danza de cascos y garras, era la granjera quien tomaba las riendas de la situación, asumiendo un papel dominante en una batalla de pasos que al dragón, no muy experimentado en el asunto, le resultaría imposible ganar.
Al pararse sobre sus cascos traseros mientras que Spike prácticamente se aferraba a los delanteros para seguirle el ritmo, y coincidiendo con el final de la canción, la poni concluyó sosteniendo al dragón recostado en su brazo derecho, mientras el mismo aún se aferraba con su garra derecha al casco correspondiente de la poni terrestre quien, confianzuda, le sonreía con una gran alegría. En tanto, el dragón pronto notó que algunos ponis a su alrededor se habían detenido a observar a la particular pareja, alcanzando a oír las risas por lo bajo de al menos tres en las cercanías.
—Applejack, esto es vergonzoso —susurró, sonrojado, mientras se incorporaba con ayuda de su compañera.
—¡Vamos, anímate! Estamos entre amigos —decía ella, cuando la banda iniciaba una nueva canción. Ambos comenzaron a danzar muy cerca el uno del otro, pero sin tocarse en un principio.
—Nosotros, no los ponis a nuestro alrededor.
—Solo ignoralos —respondió ella al pararse sobre sus cascos traseros y apoyando los delanteros contra su pecho, invitándole a mirarla a los ojos.— Anda, somos solo tú y yo esta noche. ¡Muéstrame lo que puedes hacer! —ordenó, y Spike sonrió una vez más.
—De acuerdo, ¡tú lo pediste! —replicó al tomarla de sus cascos delanteros.
Y así, cuando la canción había tomado impulso, ambos habían retomado el animado baile, perdiéndose entre la multitud y las luces de variados colores cuyo brillo aumentaba y disminuía al ritmo de la música.
Al dirigir una mirada a sus alrededores, vio al resto de los ponis bailando tal y como él, bañados por los destellos de una bola de espejos, y a la DJ de Ponyville ultimando preparativos en su puesto de trabajo, en compañía de otro unicornio de crin gris oscura y manto azul cielo, con lentes negros.
Vio también a Winds of Change, una de sus bandas favoritas tocando sobre el escenario y, segundos después, a la unicornio de melena rosa y púrpura, divirtiéndose tanto como él en compañía de sus amigas a pocos metros de distancia. Supo entonces que aquella noche, terminara de la forma en que lo hiciera, sería inolvidable.
No había pasado mucho tiempo cuando la joven potra cruzó mirada con el dragón por primera vez en la fiesta, deteniéndose un breve instante para sonreír y saludarle, gesto que el mayor correspondió con una sonrisa.
—Oye vaquero, mis ojos están por aquí —bromeó Applejack.
—Lo siento —respondió apenado, negando con la cabeza.
—Estás un poco distraído esta noche, ¿no crees? ¿Seguro que sólo sueño?
—¿Qué otra cosa podría ser? —dijo el dragón, incapaz de verla a los ojos—. Es solo que no he dormido bien, ya te lo he dicho. —se explicó, y la granjera apartó sus garras, parándose en cuatro cascos una vez más.
—Ven, vamos a la mesa. La noche aún es joven, ¡y no quiero que te la pierdas por estar cansado!
—Gracias AJ —respondió a la yegua que, sin perder tiempo, le guió a través de la muchedumbre. En tanto, a espaldas del dragón alguien le seguía de cerca, esperando paciente el momento para atacar. Fue segundos después, cuando vio a su objetivo desprevenido, que se precipitó hacia él con rapidez.
—¡Spike! —gritó con alegría quien lo tomaba por el cuello, ejerciendo una gran fuerza en la llave. El dragón no necesitó de mucho tiempo para saber de quién se trataba, al igual que la granjera.
—¡¿Star?! Aw, ¡tu ganas, tu ganas! ¡Tranquila! —Suplicó a la poni. Se trataba de una yegua unicornio, de manto lila, crin morada y ojos púrpura, que lucía un adorable vestido de encaje color carmesí con lentejuelas, y montura incluida.
—¡Amethyst! ¿Qué haces por aquí? —preguntó Applejack, sonriente.
—Lo que ustedes. ¡Divirtiéndome! —replicó efusivamente al aflojar la llave y descender de la espalda del dragón, que se volteó hacia ella.
—Creí que habías viajado a Ponyville para estar con tu familia —se extrañó Spike.
—¿Eh? ¿Quién te lo dijo?
—Tu tío. Pasé por la biblioteca ayer en la mañana.
—Entonces, ¿recibiste mi paquete?
—En tiempo y forma.
—Genial, entonces ya sabes lo que me debes —le guiñó un ojo—. En fin, debí volver porque a mi hermana se le olvidó mencionar el minúsculo detalle de que actuaría en la representación de la fundación de Equestria este año.
—Es cierto, la vimos en la obra. ¡Su actuación de Clover la Lista fue genial! —Comentó AJ.
—Tiene madera de actriz, así que espero que haga algo con ese talento —bromeó.
—¿Ella también vino contigo? O...
—Ugh, ni me lo recuerdes. Tuve que soportarla en mi departamento junto a sus dos amigas mientras se preparaban. Y yo creí que ya no tendría que cuidar niños.
—Vamos, no seas tan dura con ella. Además ya no es una niña —dijo Spike, comprensivo.
—Físicamente —retrucó la unicornio, provocando la risa del dragón. AJ, no deseando ser la tercera rueda entre los dos amigos, se dirigió a su empleado.
—Oye Spike, iré a la mesa a saludar a Big Mac. Los veré después, ¿de acuerdo?
—Claro, no te preocupes. No tienes que estar cuidándome.
—No lo sé, ustedes los jóvenes tienden a hacer desastres en las fiestas si se les deja solos.
—Quieres decir, ¿cómo tú y las chicas hace unos años?
—Yo en tu lugar me guardaría esa lengua viperina para alguien que no pueda patearme el trasero, jovencito —respondió con ojos entrecerrados, amenazante, antes de recuperar su tono amigable—. Compórtate, ¿quieres? —le despidió con una sonrisa, pronto perdiéndose entre la multitud.
—En cualquier caso, me vendría bien despejarme un poco —continuó Amethyst Star al retomar la conversación, sugerente.
—¿Qué tienes en mente? —preguntó el dragón, siguiéndole la corriente.
—¡Solo sígueme! —tomó su garra, arrastrándolo en dirección contraria, y el menor sólo se dejó guiar por su particular amiga.
No les tomó mucho tiempo el llegar a una pequeña barra establecida en una de las esquinas de la sala, tras la cual podían verse estantes con una gran variedad de botellas de múltiples contenidos y colores, en el medio de los cuales se acomodaba un gran barril que, sabía con seguridad, contenía sidra de la familia Apple. Tuvieron también la suerte de que, al apenas llegar, dos taburetes habían sido desocupados por una joven pareja, que regresaba de nueva cuenta a la pista de baile.
—¡Oye, Berry! —saludó la unicornio, al tiempo que tomaba asiento en compañía del dragón.
—¡Spike! ¡Amethyst! ¿Qué hay? —respondió una poni terrestre de manto lavanda y melena fucsia, con vestido negro de encaje.
—Vaya, ¿ahora eres barmare? —preguntó el dragón, sorprendido.
—Hice un curso hace algunos meses aquí cerca. Hoy, tengo turno hasta las dos de la mañana. ¡No hay quejas! Son pocas horas y me pagan una buena cantidad de bits. —explicó, mientras se inclinaba sobre la barra, pasando una franela en forma circular para limpiar—. Oh, por si acaso, no puedo darle sidra a los niños. ¡Lo siento pequeñín! —se disculpó con el menor, provocando la risa de Amethyst y un cansado suspiro por parte de Spike—. En fin, ¿qué van a beber?
—Fiesta Frutal, para mí y el pequeñín.
—¡Salen dos! —anunció, tomando con rapidez y agilidad los implementos necesarios.
—¿"Fiesta Frutal"? —Preguntó Spike, curioso.
—Confía en mí —le guió un ojo, mientras frente a ellos la poni terrestre iniciaba su preparación.
Con un descenso rápido y conciso del cuchillo que ahora sostenía con su boca, cortó en pequeños trozos las rodajas de naranja, durazno y manzana que tenía sobre la tabla de picar, colocándolas en la coctelera y vaciando sobre las mismas una pequeña fracción del contenido de una botella roja, una naranja y otra amarilla. Agregó después cuatro cubos de hielo con una pinza que sostenía en su boca y colocó la tapa del recipiente, el cual agitó con sus cascos a una fuerza y velocidad moderadas. Al abrirlo, ubicó el colador oruga en la boca del recipiente, evitando de esta forma que los trozos de fruta o el hielo pasaran junto con el resto del contenido a los dos vasos long drink. Aquel trago presentaba un color naranja tirando a rojo, y un fuerte olor a fruta. Finalmente, los vasos fueron decorados con un gajo de limón al borde de cada uno.
—Aquí tienen, chicos. ¡Disfruten!
—Gracias Berry —dijo Amethyst.
—Ni lo menciones —respondió, pronto dirigiéndose a un grupo de tres sementales jóvenes que se habían acercado al final de la barra—. Y ustedes, galanes, ¿Qué van a beber? —se alejó, continuando su labor.
—Bueno, lucen geniales —comentó Spike, contemplando los tragos.
—También saben geniales —le dijo, levitando el suyo hacia su hocico. El dragón dio un pequeño sorbo, saboreando detenidamente el preparado, asintiendo en señal de aprobación.
—Exquisito.
—Entonces... ¿Qué te pareció "El origen de la vida"? —preguntó, ansiosa.
—Aún lo estoy leyendo, pero por lo que vi hasta ahora... bueno, la teoría de ese grifo es muy interesante.
—¿Solo "interesante"?
—Opinaré mejor una vez lo haya terminado.
—Uf, está bien —respondió, algo decepcionada—. De cualquier forma, me tomé la libertad de investigar un poco al autor, Darouin Blake. ¡Es un tipo increíble! Él...
—Acosadora —habló por lo bajo mientras tosía, para luego llevar el vaso a su boca.
—Perdona, ¿dijiste algo?
—Por supuesto que no, tenía algo en la garganta. Por favor, continúa.
—Bien. Como te decía, investigué un poco sobre él. Parece que viajó con su familia alrededor del mundo durante años, recopilando datos de cada especie conocida y su hábitat, antes de llegar a las conclusiones que presenta en su obra. ¿Puedes imaginarlo? ¡Viajó durante toda su vida para escribir ese libro!
—A eso le llamo dedicación.
—Y aquí va lo mejor: ¡El tipo es el hermano menor de Asrah, el emperador de Griffonia!
—¿En serio? —preguntó, fingiendo interés. La verdad era que no le interesaba mucho saber sobre los autores de las obras que leía, a diferencia de Amethyst.
—¡Claro! Imagínate, tenía todas las comodidades posibles viviendo en el castillo de Balthosna, la capital del imperio. Pero prefirió viajar por el mundo con su familia para realizar su investigación y, cuando regresó a su hogar, tomó el trabajo de profesor de biología en la universidad más importante del continente, donde antes había sido estudiante.
—Siendo sinceros, viajar por el mundo no es algo muy sacrificado que digamos. El tipo tuvo todas las facilidades y... ¡Aw! —fue golpeado en su costado, sonriendo al notar la mueca de fastidio de la unicornio.
—¡No me lo arruines! —reclamó.— En fin, ¿En qué estábamos?
—Estábamos en que aún no has leído "Daring Do y el Imperio del Diamante Lunar".
—Disculpa, es que estuve muy ocupada con...
—¿El de tu amor platónico? —bromeó.
—Cierra el pico, Spike.
—Lo siento, pero me lo estás dejando bastante fácil.
—De acuerdo, ¿y qué me dices del tuyo? —devolvió ella, apenas cayendo en la cuenta de lo que significaban sus palabras para él—. Uh... creo que se me fue el casco.
—No, claro que no —dijo sin cambiar su expresión, mientras continuaba degustando aquel trago.
—Cielos Spike, lo siento.
—Ya te lo he dicho, no importa —repitió el dragón, molesto por el hecho de que sus amistades más cercanas le tuvieran pena por causa de aquel tema—. Por otro lado, creo que tenemos algo pendiente —sugirió, intentando dejar atrás aquel incómodo momento.
—¿Estás pensando lo que yo?
—Seguro que sí.
—¡Fondo! —exclamaron al unísono para luego beber los tragos de una sola vez, golpeando los vasos contra la barra, y exhalando con fuerza después.
—¡Ok, vamos! —tomó su garra con los cascos, bajándose del taburete y dirigiéndose a la pista una vez más. La noche aún era demasiado joven.
—Oye, ¿quieres bailar? —preguntó tímidamente a Scootaloo un joven semental de manto blanco, melena gris claro y ojos celestes que lucía un elegante traje de etiqueta, de camisa blanca y chaqueta negra.
La pegaso, que hasta entonces se había atiborrado de una gran cantidad de canapés en una de las mesas de buffet, se atragantó con ellos, y mientras que sus dos amigas observaban avergonzadas desde la esquina de la mesa, ella tragó la comida de una sola vez y aclaró su garganta un poco antes de contestar. Si, el decoro no era uno de los fuertes de la joven pegaso.
—¿Yo? Uh... —se percató de que un trozo de manzana decoraba su barbilla, limpiándose al instante con el casco—. Sí, claro. ¿Por qué no? —fingió elegancia y desinterés haciendo un ademán delicado con su casco, para luego caminar a su lado en dirección a la pista de baile, guiñandole un ojo a sus amigas a su espalda con gran emoción, quienes le sonrieron gustosas mientras la despedían.
—¿No crees que es algo mayor para ella? —preguntó AB, sin dejar de mirar a la potra y sin cambiar su expresión.
—Solo van a bailar, Apple Bloom. ¡Deja de preocuparte tanto! —respondió Sweetie despreocupada, volviéndose a la mesa junto a la poni terrestre.
—No me preocupo. Es solo que... uh, no importa —dijo al suspirar, tomando un pastelillo de una de las bandejas—. Entonces, ¿te queda energía para una segunda ronda?
—A decir verdad... creo que iré a la mesa con el resto de las chicas.
—¿Eh? ¿Por qué? El que Scootaloo esté ocupada no significa que no podamos...
—No, no es eso —cortó ella—. Es que mi casco me duele un poco, y me vendría bien sentarme un momento.
—Oh, está bien —respondió con desilusión, ya caminando hacia la mesa.
—¿Un poco de ponche para el camino? —ofreció la unicornio cortésmente, antes de que la pegaso se alejara lo suficiente.
—¡Me encantaría! —aceptó, esperando en el mismo lugar.
La unicornio entonces llevó dos de los vasos a su lado y levitó la cuchara para servirlos, sin darse cuenta de que un semental a su lado había estado a punto de tomar esta última.
—Oh, disculpa —dijo ella, descendiendo el utensilio al interior de la fuente.
—No tienes porque. Por favor, después de... —detuvo su hablar el pegaso de manto gris claro, melena gris oscuro y ojos violeta claro, que vestía un elegante traje de etiqueta, al haber reconocido a la poni—. ¿Sweetie?
—Espera, ¿Rumble? —se sorprendió, cayendo después en la cuenta del potro que frente a ella se encontraba—. Cielos, ¡ha pasado mucho tiempo! —le abrazó con cariño, gesto que fue correspondido por el semental—. ¿En dónde te habías metido? ¡No te he visto en años!
—Vine a Canterlot a vivir con mi hermano cuando se graduó como Wonderbolt. Está por allí, con su novia —señaló en la pista de baile al poni de manto gris y crin celeste en punta, danzando con otra pegaso de cuero gris azulado y despeinada melena azul zafiro—. ¿Y qué hay de ti?
—¿Yo? No, solo estoy de visita. Vine aquí con mi hermana, también.
—Rarity, ¿verdad? ¿Cómo está ella?
—Muy bien, a decir verdad. Es la diseñadora personal de las princesas, e incluso preparó los disfraces de las chicas de la obra y, de hecho, ella me hizo este fabuloso vestido.
—Oh, ¡wow! ¡Es precioso! Se nota que es muy hábil con la aguja —alabó, sonriente.
—Y que lo digas —respondió con orgullo.
AB, que había estado a punto de retirarse en compañía de su amiga, ahora observaba la situación ubicada estratégicamente al otro extremo de la mesa, no habiendo sido notada por el semental que antes había arribado, mientras bebía del vaso de ponche que su amiga había llegado a servir.
—Oye, ¿te invito un trago? Aquí tienen una barra increíble.
—¡Seguro! —se disponía a seguir al semental, deteniéndose al caer en la cuenta de que estaba dejando atrás a su mejor amiga. Se volteó hacia ella, realmente apenada, entablando una corta conversación mediante miradas, caras y gestos que sólo ellas podrían haber llegado a entender.
—¿Olvidaste algo? —preguntó el pegaso, extrañado.
—No, no es nada —se volteó la potra una vez más, acercándose al joven semental—. ¿Vamos? —invitó, comenzando a caminar a su lado.
Una vez la unicornio se había retirado, Apple Bloom recargó su vaso con ponche una vez más. Pero cuando se disponía a tomar el camino de regreso a la mesa que su familia compartía, alguien a su lado le habló con tono inocente.
—¿Por qué la cara larga?
Al voltearse, la poni terrestre se encontró chocando su nariz con la de una joven pegaso de lentes de carey, y una amplia sonrisa, con un precioso vestido que, adivinaba, venía por casco de la hermana de su amiga.
—¡Zipporwhill! —exclamó, abrazando a la pegaso con cariño, afecto que fue correspondido.
—¡Y no vine sola! —dijo al apartarse, dejando ver detrás de ella a Dinky Doo y a Diamond Tiara, además de Pearly Whites, que sonreía tímidamente a espaldas de la unicornio menor.
—¡Chicas, que alegría verlas! Creí que no vendrían —corrió a su encuentro, uniéndose a ellas junto a Zipporwhill—. Especialmente tú, Diamond Tiara. Creí que dijiste que no te gustaba esta clase de fiestas.
—Ni lo menciones. Dinky me insistió para que viniese con todas ustedes.
—Podrías haber dicho "no" —replicó la pequeña con inocencia.
—¡¿Bromeas?! ¡Fue lo único de lo que hablaste en toda la tarde! ¡Y de que "no desistirías hasta que aceptara ir"! —exclamó, exasperada.
—¡Está bien, está bien! Quizá olvidé ese detalle —se disculpó, sonriente—. De cualquier forma, ¡estamos todas juntas! —exclamó con alegría.
—Espera, ¿dónde está Scootaloo? —preguntó Zipporwhill, deseosa de continuar platicando con la pegaso con quien había hecho las pases horas atrás.
—Oh, solo digamos que está un poco... ocupada —respondió, con una sonrisa enigmática. Ante la mirada inquisitiva de sus amigas, señaló hacia un lugar en particular en la pista de baile.
Posicionándose a su lado para dar con la misma dirección, todas las amigas encontraron a la pegaso bailando alegremente con un semental de manto blanco, sorprendiendo a las potras, dos de las cuales gritaron eufóricamente. A diferencia de Diamond Tiara que, aún boquiabierta, se acercó a la mesa para servirse un largo vaso de ponche, bebiendo de una sola vez, incrédula de que la vulgar pegaso consiguiera una cita antes que ella.
—Necesitarás algo más fuerte para bajar eso —bromeó la granjera, divertida por su reacción, pero la irritada poni era incapaz de responder en ese momento.
—Oigan chicas, ¿qué dicen si vamos allá también a mover esos cascos? —sugirió Dinky, en extremo enérgica.
—¡Suena bien! ¿Tú qué dices, Pearly? —preguntó AB a la unicornio, que hasta entonces había permanecido silenciosa, a espaldas del grupo.
—Um, no... más bien... quizás... solo me quede aquí, tranquila, descansando. Y... —comenzó a retroceder hacia la mesa, siendo detenida.
—¡Anda, no seas aguafiestas! —la empujó Zippor con una amplia sonrisa—. Llegamos hasta aquí juntas, y ningún soldado se va a quedar atrás. ¿De acuerdo? —prometió, y ambas se dirigieron en compañía de Dinky hacia la pista de baile, con Pearly tartamudeando por causa de sus nervios, pero AB y Tiara se habían quedado atrás—. Oigan, ¿y ustedes no vienen? —preguntó la pegaso al retroceder en un ágil y rápido vuelo.
—¡Seguro que sí! Pero no sabría decir si Diamond... —replicaba la potra, siendo interrumpida.
—¡Por supuesto que sí! ¡No voy a ser menos que esa pegaso engreída! —respondió al instante, casi ofendida. Buscó en varias direcciones, y al hallar un objetivo, se acercó a él con actitud austera—. ¡Oye, tú! ¿Tienes pareja de baile?
—No... —respondió sorprendido el joven semental de traje, de manto blanco y manchas marrones a lo largo del mismo. Aquel superaba a la potra en estatura, pero parecía haberse visto intimidado por la actitud de Tiara.
—¡Ahora la tienes! —declaró, tomándole del casco para arrastrarlo a la pista de baile, sin darle tiempo a reaccionar.
—Parece muy animada —comentó Zippor, sonriente.
—¡Y que lo digas! —respondió AB, luego de lo cual ambas partieron hacia la pista, al encuentro de sus amigas.
Mientras tanto, Rumble y Sweetie se aproximaban a la barra que atendía una de las viejas conocidas de los jóvenes. Allí, a unos pocos metros, la poni alcanzó a ver al dragón sentado en uno de los taburetes, platicando con una unicornio unos años mayor que ella. Reconoció en ella a una de sus vecinas en Ponyville y, al ver al dragón sonriendo genuinamente por primera vez en la noche en su compañía, sintió que un peso se había levantado de sus hombros. De un momento a otro, aquellos bebieron sus tragos de una sola vez, y se alejaron de la barra con dirección a la pista de baile mientras la potra de melena rosa y púrpura les observaba perderse entre la multitud. Y avanzando entre la multitud, tomó asiento en compañía de Rumble en los asientos que segundos antes el dragón y su amiga habían ocupado.
—¡Disculpa! —llamó el pegaso.
—¡En un momento los atiendo, chicos! Estoy algo atareada —se disculpó la poni. No era exageración, pues estaba ocupado hasta el último centímetro de la barra de aquel bar.
—Entonces, ¿tienes pensado entrar a la academia Wonderbolt como Thunderlane? —preguntó Sweetie, continuando su anterior conversación.
—Nah, a decir verdad seguí un camino algo diferente al de mi hermano. ¡Mi talento está en la música! —señaló su cutie mark, definida como una guitarra eléctrica—. De hecho, hace poco mis amigos y yo decidimos formar una banda.
—¿Una banda? ¡Genial! Y, ¿cómo se llama?
—Bueno, aún no tenemos un nombre. De hecho, decidimos dejar eso para el final, cuando el grupo esté completo.
—¿Cuándo esté completo? —repitió, curiosa.
—Sí, verás... Shady Daze es el bajista, Chip Mint el baterista y yo, como imaginarás, el guitarrista... y cantante, también —explicó, con pocos ánimos en la última parte—. Hago mi mejor esfuerzo, pero el canto no es lo mío. Hemos estado buscando un buen vocalista durante semanas, dejando volantes en cada tienda de Canterlot, haciendo audiciones... pero los pocos que se han presentado no tienen muy buena voz que digamos.
Sweetie Belle, no llegando a ser presumida, era consciente de su gran talento para el canto, pero no se ofrecería para el puesto por el simple hecho de que en breve entraría a la escuela de música Little Nightingale, lo cual no le dejaría un margen aceptable de tiempo libre para ocupar en la responsabilidad que conllevaba una banda.
—De acuerdo chicos, ¿qué les sirvo? —se aproximó una agitada Berry Punch, mientras limpiaba uno de los vasos largos con delicadeza.
—Dos Alas Esmeralda, por favor —pidió Rumble.
—¡Salen dos Alas Esmeralda! —anunció la poni.
Berry tomó con agilidad dos botellas color verde y naranja, vertiendo una fracción de su contenido en la coctelera abierta, y añadiendo después cuatro cubos de hielo. Una vez cerrado el recipiente, comenzó a agitarlo con fuerza, vaciando el preparado de un tono verde claro en dos vasos long drink dentro de los cuales dejó caer media nuez, luego colocando con delicadeza dos hojas de menta en cada uno, que semejaban a alas para aquel fruto seco.
—¡Aquí tienen, chicos! —exclamó alegre.
—¡Gracias! —dijeron ambos al unísono.
—¡No hay de qué! Avísenme si necesitan algo más —respondió, para luego atender a las dos potras sentadas a su lado.
—Adelante, pruébalo —invitó el pegaso.
La unicornio levitó el vaso frente a ella, tomando un pequeño sorbo en un principio, luego relamiéndose los labios para limpiar la espuma verde que había quedado sobre los mismos, riendo con inocencia al notarlo.
—¡Está delicioso!
—¿Verdad? —respondió con orgullo, bebiendo del suyo—. A propósito, aún no me has contado nada de ti.
—No hay mucho que contar, la verdad. Hasta ahora he estado ayudando a mi hermana en la boutique Carrousel, en Ponyville, y en unos meses entraré a la escuela Little Nightingale para estudiar canto —reveló, sabiendo con anticipación la propuesta que posiblemente se le haría.
—Espera, ¿tú cantas? —preguntó con sorpresa.
—Fue así como conseguí mi cutie mark —levitó parte de su falda, dejando ver aquel corazón rodeado por un listón púrpura, con una corchea en el centro. Al apenas caer en la cuenta de lo que acababa de hacer, soltó la misma al instante con gesto apenado—. Hace unos años la banda de la que mi hermana formaba parte, "The Ponytones", iba a presentarse en una obra de caridad con objeto de recaudar fondos para la reparación de la escuela, que había quedado en ruinas luego del gran tornado.
—Lo recuerdo, la noticia corrió por toda Equestria. Fue una suerte que no hubiese heridos.
—Lo fue. De cualquier forma, el día antes de la presentación mi hermana enfermó, por lo que le sería imposible cantar en la obra de caridad. Fue entonces que me pidió a mí que la reemplazara —dijo, deteniéndose un momento, suspirando al recordarlo.
¿Habría sido la suerte? ¿El destino? ¿Habría tenido otra cutie mark si los eventos no se hubiesen dado de aquella manera? Cada tanto aquellas preguntas le surgían cuando admiraba su marca en el espejo, respondiéndose a sí misma que "todos tenemos un destino". Y al despejar su mente de aquella nostalgia, continuó su relato.
—Al principio no quería hacerlo, no soportaba la idea de estar sobre el escenario y que todos los ponis que conocía estuviesen mirándome. Pero Fluttershy me convenció, y terminé por cantar junto con ella, Big Mac, Toe-Tapper y Torch Song no solo para los alumnos de la escuela y sus padres, sino para todo el pueblo. En ese momento me di cuenta de que no lo sufría, sino que de verdad lo estaba disfrutando. Y entonces, cuando la canción terminó y todo el mundo vitoreó a la banda, me invadió una alegría que nunca antes había sentido. Fue en ese momento que mi cutie mark apareció —concluyó, sonriente.
—Es una linda historia. Claro, salvando la destrucción de la escuela, pero aún así sigue siendo una linda historia.
—¡Oye! —protestó, sin borrar la sonrisa de su rostro.
—Pero... ahora lo recuerdo. ¡Sí! The Ponytones se había presentado en nuestra escuela cuando yo aún era estudiante, pero un tiempo después no volví a escuchar de ellos. ¿Qué sucedió con la banda?
—Bueno, se separaron al cabo de unos años.
—¿Por una pelea, o...?
—No, claro que no. Todos eran muy unidos, pero ya no podían mantener la banda. Torch Song quedó embarazada, y se mudó a Manehattan con su esposo. Unos meses antes, Toe-Tapper había recibido una oferta de trabajo en Fillydelphia, con mejor paga, y no dudó en aceptarla. Fluttershy, Big Mac y Rarity siguieron cantando juntos por un tiempo, pero ya no era lo mismo, y ellos también tenían muchas responsabilidades que atender.
—Es una pena. Me hubiera gustado volver a escucharlos alguna vez.
—Así es la vida. No puedes esperar que las cosas duren para siempre, tarde o temprano... solo terminan.
—Pues no dejaremos que eso nos suceda a nosotros. ¡Seremos eternos! —prometió, considerando después sus palabras—. Bueno, nuestros esqueletos quizá no puedan seguir tocando. Pero rockearemos incluso si debemos presentarnos con bastón, ¡eso puedo asegurarlo! —declaró con gran confianza.
—Buena suerte con eso —rió ella ante el buen humor del semental—. Por cierto, no me ofrecí cuando contaste lo de la banda porque... bueno, quiero estudiar para mejorar mi voz antes de cantar profesionalmente —explicó.
—Está bien, lo entiendo. Aunque es una pena, de verdad nos vendría bien alguien con talento ahora mismo, y quien mejor que una poni cuyo talento especial es el canto.
—Gracias.
—De cualquier forma, si cambias de opinión, estamos ensayando en el 713 de Cymbal St. todos los martes y sábados en la mañana. Incluso si solo quieres ir a ver los ensayos, eres bienvenida.
—Lo tendré en cuenta —agradeció.
Fue entonces que oyó gritos desaforados que reconocía con facilidad. Al voltearse hacia la pista, alcanzó a ver a Pinkie Pie bailar con Apple Bloom y Diamond Tiara al mismo tiempo, junto al grupo de actrices de la obra que ahora se divertían en compañía de la pastelera. Rumble se percató de la mirada añorante de Sweetie, y sonrió con calidez.
—Ve con ellas, está bien. Yo también debería hacerlo, iba camino a buscar vasos para Chip y Shady cuando te encontré.
—Somos malos amigos, ¿verdad?
—Los peores —rió el semental—. Bueno, si tienes sed luego, ya sabes cuál es el mejor trago que puedes pedir aquí —le recordó mientras se frotaba la nuca con su casco, sin cambiar aquella optimista actitud, recibiendo una dulce sonrisa por parte de la unicornio.
—Fue lindo verte de nuevo, Rumble —dijo con cierta melancolía, plantando un tierno beso en su mejilla, antes de bajarse del taburete—. ¡Suerte con tu banda! —le despidió, pronto yendo al encuentro de sus amigas.
El joven pegaso se quedó ahí, sentado y boquiabierto, mientras llevaba el casco derecho a su mejilla. Cuando se repuso de aquella sorpresa, levantó la vista una vez más en busca de la unicornio, y sonrió al encontrarla.
En tanto, al otro lado de la pista, el dragón y la unicornio lila bailaban con gran emoción el uno con el otro. Lo que antes podría haberse considerado una batalla de pies y cascos con Applejack, se sentía como una perfecta sincronía con aquella potra cinco años mayor que él, quien se había acostumbrado a danzar sobre dos cascos por causa de su amigo bípedo.
Ella misma lo había habituado a la asistencia de fiestas tales como las que organizaban Vinyl Scratch y Neon Lights, los conocidos DJs de Ponyville ahora presentes en tal ocasión, teniendo ya una práctica considerable en sus movimientos al ritmo de distintos tipos de música, como el rock clásico que ahora resonaba en los grandes parlantes estratégicamente ubicados en el salón, cuya vibración el menor podía sentir en sus escamas y sensibles oídos.
Spike era consciente de que su energía restante era escasa, considerando el hecho de que no había dormido más de dos horas la noche anterior, durante la cual había sufrido heridas de gravedad que aún estaban sanando, y sumado a que Amethyst Star se encontraba al máximo de su capacidad, a Spike le resultaba difícil seguir su ritmo. Cuatro canciones habían transcurrido cuando el dragón comenzó a verse agitado, momento en que la unicornio se dirigió a él con gesto arrogante.
—¿Qué sucede, pequeñín? ¿No puedes seguirme el paso?
—Para llegar a eso, deberías hacer algo mejor —retrucó él.
Sintiéndose desafiada, la unicornio se lanzó en una serie de hábiles movimientos a su alrededor en el transcurso de unos pocos segundos, terminando con ella tomando su garra derecha, elevando su brazo y haciéndole girar sobre sí mismo.
—¿Eso crees? —preguntó, y Spike no pudo hacer más que suspirar, resignandose a admitir que su amiga tenía razón; por lo pronto, ya no era capaz de seguirle el paso—. Creo que yo gano esta ronda —declaró triunfal, y el dragón arqueó una ceja, extrañado.
—¿Estábamos compitiendo?
—Podríamos. De esa forma sería más divertido, ¿no crees?
—Bueno, el solo hecho de que hayas dormido mejor que yo te da una gran ventaja. ¿Sabes?
—Tienes razón, soy toda una tramposa —respondió con exageración mientras chocaba su nariz con la de él, sintiéndose victoriosa—. Entonces, ¿sigue en pie lo del sábado? —preguntó al apartarse, sin cesar sus movimientos.
—Seguro que sí. Esta vez prometo preparar los nachos.
—Con queso extra, ¿quieres?
—Hecho. Para entonces de seguro terminaré el libro de Darouin. ¿Crees poder terminar el de Daring Do?
—¿Acaso olvidas con quién estás hablando? —preguntó, fingiendo ofensa, y Spike suspiró.
—Intento hacerlo.
—Eres un idiota —golpeó su pecho, haciendo que la herida escociese un poco, pero no dejó que Amethyst notara esto. De repente, la unicornio dejó entrever un pequeño dejo de preocupación mientras desviaba la mirada hacia varias direcciones—. Oh cielos. Eh, ¿podrías esperarme un momento? Le prometí a mamá que vigilaría que Dinky no se metiese en problemas, y... bueno, no la he visto desde que llegué.
—¿Y trabajabas de niñera? —preguntó, sorprendido.
—Trabajaba —resaltó—. De cualquier forma, ya no es una potranca como para que esté cuidándola todo el tiempo, pero aún así...
—Ve tranquila —le sonrió, comprensivo—. Yo estaré en la mesa con las chicas. Tampoco he estado con ellas desde que llegué.
—¿Te veo después?
—Seguro que sí —aceptó, chocando su garra con el casco de ella, antes de que la potra se parara sobre sus cascos traseros otra vez, para abrazarlo con fuerza.
—Cuídate, pequeñín —le despidió con calidez.
—Tú también, grandulona.
Una vez Amethyst Star se había perdido en medio de la multitud en busca de su hermana pequeña, Spike partió en dirección contraria de regreso a su mesa asignada. Poco a poco, intentaba movilizarse a través de aquella gran multitud que constituían los ponis en la pista de baile, algunos de los cuales eran molestados por los movimientos del dragón cuyo tamaño resultaba en un gran fastidio en ocasiones como aquella. Y eso, sumado a que sus sentidos agudos se veían afectados en gran medida por las luces estroboscópicas que cobraban protagonismo cada cierto tiempo en la sección que ahora estaba cruzando, le dificultaba aún más el movilizarse fuera del espacio reducido donde antes había bailado con sus amigas.
Al hallar la salida de aquel tumulto, se encontró frente a una de las mesas de buffet con bocadillos salados. Aprovechando la ocasión, se tomó la libertad de picar con sus garras cuatro mini-sándwiches, los cuales procedió a devorar uno por uno directamente de cada garra, bajando los mismos con un vaso de ponche cargado hasta el borde. Una vez satisfecho su apetito con tales aperitivos, siguió su camino bordeando la pista. Fue al llegar a la escalera donde antes había topado con sus amigas cuando alcanzó a ver la mesa de su familia, a no más de veinte metros. Allí encontró que la granjera conversaba alegre con su hermano mayor y su cuñada, al tiempo que Twilight y Rainbow se disponían a regresar a la pista en compañía de otros ponis que vestían trajes de Wonderbolt, mientras que Rarity y Fancy conversaban al otro lado de la mesa.
Estuvo a punto de encaminar hacia allí para reunirse con ellos, pero sus planes cambiaron de un momento a otro. En aquel instante, Fancy señaló la mejilla de la unicornio mientras le hacía un comentario, aprovechando la distracción de la misma cuando bajaba la mirada para plantar un tierno beso en sus labios. Aquel afecto no duró más que unos cuantos segundos luego de los cuales, al apartarse, la yegua de melena azul abrazó al corcel con cariño, dejando reposar la cabeza en su hombro mientras el semental la cobijaba en sus brazos. Luego de unos momentos, el joven dragón consideró que no podría soportar aquel espectáculo por el resto de la noche. Simplemente, no encajaba en aquel escenario de felicidad y dicha por parte de la feliz pareja. Y así, no deseando que alguna de sus amigas lo viese en aquel estado de tristeza, partió escaleras arriba, mientras intentaba dejar atrás aquellas imágenes.
Abriendo la ventana que daba al balcón, el semental de monóculo le cedió el paso a la unicornio de melena azul, cuyos zapatos pronto hicieron contacto con la fina capa de nieve que cubría el suelo de baldosas. Cruzó aquel espacio decorado por macetas cargadas de una bella, colorida y variada flora, cuyas ramas y enredaderas se extendían más allá de su limitado espacio, dándole al lugar el aspecto de un pequeño jardín. Al llegar hasta la barandilla, apoyó sus cascos delanteros sobre la misma, dirigiendo su mirada al horizonte blanco, cuya belleza inspiraba un sentimiento de dicha en su corazón. Cerró sus ojos y sintió la fresca brisa que ascendía desde el nivel inferior, antes de inclinar la cabeza, sintiendo los copos de nieve posarse en sus mejillas.
A paso lento, el semental siguió el mismo tramo que su pareja había recorrido para tomar lugar a su lado, haciendo uso de su magia para quitarse la chaqueta negra, y cubrir con ella el lomo de la yegua. Sus ojos se encontraron por un breve instante con los de la unicornio, cuya mirada melancólica pronto descansó más allá del horizonte una vez más.
—¿Por qué me has traído aquí? —preguntó Rarity con curiosidad al cabo de un momento, volteando hacia el semental.
—Pasé por aquí hace poco y, bueno... creí que te gustaría.
—En efecto, me gusta. De hecho, es mi lugar favorito del castillo… pero nunca te lo había dicho —dijo la yegua, y el semental podía notar cierta sospecha en su voz.
—Una agradable coincidencia, ¿no te parece? —comentó sonriente, con una perfecta cara de poker.
—Claro —aceptó sin convencerse, siguiéndole el juego—. La primera vez que vi este lugar fue cuando Twilight le pidió a la princesa que me permitiera hospedarme aquí, en el castillo. En ese entonces, vine aquí con Opal. Pasé horas sentada en esa banca de allí junto a ella, solo mirando al horizonte. No sabía porque, si eran las imponentes montañas a lo lejos, la magnífica vista de Ponyville que hay desde aquí, o el divino atardecer. El momento en que el sol se pone, y la luna se levanta en el mismo lugar es... mágico —continuaba, perdida en sus pensamientos—. Lo siento, me es difícil explicarlo, pero me inspiró en ese entonces, y sigue inspirándome ahora. Es muy hermoso.
—¿Y si te dijera que puede serlo aún más? —preguntó el unicornio, y la yegua lo observó desconcertada unos instantes, antes de preguntar.
—¿A qué te refieres?
El semental no había dejado de mirar a su pareja cuando, frente al balcón, un resplandor se elevó con gran velocidad hacia el cielo nocturno, expandiéndose en una explosión de chispas color rosa, ganándose por completo la atención de la unicornio. No pasó mucho tiempo cuando varios resplandores similares se elevaron desde distintas direcciones alrededor del castillo hacia el mismo lugar, causando estallidos de diferentes tamaños y colores, poblando el cielo hasta entonces gris y nublado, usado como un lienzo en blanco ahora pintado por aquellos destellos cuya luz se reflejaba en los ojos de la modista emocionada.
—Es precioso —dijo Rarity con ojos humedecidos, sin dejar de mirar.
—Lo es —respondió su pareja, no hablando de los fuegos artificiales precisamente. Al percatarse de la mirada del semental sobre ella, se volteó con una sonrisa pícara.
—De acuerdo, ¿qué sucede?
—¿De qué hablas?
—¿Es en serio? —inquirió, arqueando una ceja—. Este lugar, los fuegos artificiales...
—Un regalo de Noche de corazones cálidos, querida —explicó, sonriente—. Uno con el que deseaba demostrarte cuanto te amo en verdad —dijo, tomando sus cascos entre los suyos.
—Sabes que no hace falta que hagas algo como esto, pues lo sé con certeza —aclaró, mientras acariciaba la mejilla del semental con cariño, luego desviando la mirada hacia el espectáculo—. Aún así, no tengo quejas.
Tiempo después, ambos se dispusieron a reposar en la banca de madera, misma en la cual la unicornio había tomado lugar durante su primera visita, compartiendo un cálido abrazo durante aquella noche fría. Aprovechando aquel momento de paz y tranquilidad, descanso de la agitada fiesta que transcurría unos pisos más abajo, la pareja admiraba con cierto anhelo el cielo nocturno, aún iluminado por los fuegos artificiales.
Hasta entonces, Fancy Pants había estado intentando reunir las fuerzas suficientes para decir lo que había estado repitiendo en su mente a lo largo de toda la semana, pues la noche anterior le había sido imposible conciliar el sueño por causa de la ansiedad. Rió de sí mismo al notar que, aún siendo un semental curtido por los años, se sentía como un joven potrillo conteniendo los nervios de invitar a su compañera de clase al baile de la escuela.
—De acuerdo, ¿qué está sucediendo? —inquirió la yegua de repente, sorprendiendo al semental.
—Ya te he dicho que...
—No finjas, has estado demasiado extraño toda la noche. Y ahora, tu casco...
—¿Mi casco? —se preguntó antes de bajar la mirada para notar que, en efecto, su casco derecho estaba temblando, y rió de sí mismo al ver cuán predecible podía llegar a ser—. Cielos.
—¿Y bien? ¿Vas a decirme? —continuó, impaciente.
Era el momento, ya no podía posponerlo por más tiempo. Fancy Pants tomó aliento por un momento, reuniendo las fuerzas y el valor necesarios, e intentando neutralizar aquellos nervios que, sabía, le acompañarían durante cada palabra pronunciada.
—Pues la verdad es que sí, había algo que quería decirte —aceptó, tomando los cascos de la yegua entre los suyos—. Rarity... mi amada Rarity. No tengo palabras para expresar lo feliz que me has hecho, desde que nos conocimos. —le dijo, resaltando esta última parte con una sonrisa.
—¿Aún lo recuerdas? —decía nostálgica, y algo avergonzada.
—Nunca lo olvidaría —respondió con sinceridad—. Y nunca hubiera imaginado que la joven potra que una vez me hizo un sombrero con la bolsa de plumas y adornos que había comprado para su amiga... un día sería mi razón de ser.
—En mi defensa: tenía un tiempo límite muy ajustado para terminar el vestido de Twilight —respondió a la defensiva, creyendo que el semental le estaba reclamando, y Fancy sonrió una vez más, cautivado por su pareja—. ¿Qué?
—Te ves hermosa cuando te enojas —respondió, haciendo que la unicornio se sonrojara de repente—. Se que hemos salido juntos solo nueve meses, pero en verdad, han sido los mejores de mi vida. Cuando estoy junto a ti siento que no necesito nada más para ser feliz.
—Sabes que me siento igual contigo, no hace falta decirlo —respondió con cariño.
—Necesito decirlo, si. Porque lo que ahora quiero preguntarte, Rarity... —continuó el semental, descendiendo de la banca para luego arrodillarse ante ella, tomando sus cascos de nueva cuenta.
El corazón de la modista se detuvo por un instante al cruzar por su mente la idea de lo que estaba a punto de suceder, antes de comenzar a golpear contra su pecho con una fuerza que no creía posible.
"Oh cielos, ¡por mis estrellas! ¿Esto realmente está pasando?", era todo lo que la unicornio podía pensar.
—Rarity. Amor de mi vida, mi sol y mis estrellas. Nada me haría más feliz que acompañarte en tu camino, de darte felicidad, de ayudarte a cumplir tus sueños. Es todo lo que deseo en el mundo, de hoy en adelante, por el resto de nuestras vidas —concluyó, tomando con su magia una pequeña caja negra del bolsillo de su camisa, revelando en su interior un anillo de diamantes con la forma de la marca de la modista—. ¿Quieres casarte conmigo? —preguntó al final, casi suplicante.
La unicornio, boquiabierta, no era capaz de procesar ni en su mente ni en su corazón lo que ahora estaba sucediendo. No era capaz de pronunciar palabra alguna, mientras mil pensamientos a la vez pasaban por su cabeza, encontrándose con un gran cuello de botella en el proceso. Cuando la modista finalmente reaccionó, solo fue capaz de hablar con un nivel de voz apenas más alto que un susurro.
—Si —respondió, asintiendo débilmente con la cabeza mientras intentaba contener las lágrimas de felicidad que comenzaban a correr por sus mejillas, y una temblorosa sonrisa comenzaba a dibujarse en su rostro—. Si, si, si, ¡si! ¡Si! ¡Claro que sí! —terminó por gritar mientras se lanzaba sobre el semental en un fuerte abrazo, que termino con ambos recostados en el suelo cubierto de nieve del balcón.
Rarity se apartó para acomodarse el cabello que ahora le cubría el rostro, encontrándose a escasa distancia del semental que compartía su felicidad, quien se aproximó para plantar un tierno beso en sus labios. Al pasar unos minutos que para ellos se sintieron como un instante, ambos se incorporaron, y el unicornio alcanzó con su magia la pequeña caja negra que había terminado a unos cuantos metros de ellos por causa del impacto.
—De hoy en adelante... —decía él al tomar su casco, colocando el anillo en el cuerno de su pareja.
—...por el resto de nuestras vidas —completó la unicornio, nuevamente incapaz de contener las lágrimas que ahora corrían por sus mejillas, sellando la promesa de un amor eterno con un beso apasionado, bajo el continuo resplandor de los fuegos artificiales.
Frente a sus ojos draconianos, un espectáculo de luces tomaba lugar en el nublado cielo nocturno, carente de luna y estrellas. Escasos copos de nieve precipitaban sobre sus escamas púrpuras mientras reposaba contra el borde de una fuente congelada, en el centro de aquel paraíso perdido que constituía el jardín en el tejado de la torre, decorado con estatuas de ponis de distinta especie, y árboles y arbustos podados en llamativas formas que combinaban con tales adornos.
Las últimas palabras que alcanzó a escuchar a través de su agudo oído, por parte de quienes se encontraban en el balcón tres pisos más abajo, habían matado hasta la última de sus esperanzas, guardada muy en el fondo de su corazón. Quizá fuese necesario. Quizá oír aquellas palabras era exactamente lo que necesitaba, pues en cierta forma ahora era libre, libre del sueño de un amor imposible. Pero aquello no cambiaba el hecho de que ahora el dolor calaba en lo más profundo de su alma.
Era todo. La noche había alcanzado la conclusión que el dragón había esperado con gran pena desde el día anterior, pero aquello no había reducido ni por asomo el impacto que había recibido en su ya de por sí dolido corazón. Ahora, de seguro Rarity y su pareja habían regresado a su mesa, con la primera enseñando con gran emoción el anillo en su cuerno, mientras Pinkie Pie ya se encontraba planeando la recepción de la boda. No le era difícil imaginar aquel escenario. Twilight de seguro se alegraba por su amiga en sobremanera, pero también se preocupaba por su hermano menor, pues tenía un claro conocimiento de los sentimientos que siempre había guardado por la modista.
—Sabía que te encontraría aquí —dijo una voz a sus espaldas.
El dragón miró sobre su hombro, y encontró con sorpresa a la unicornio blanca de ojos esmeralda, que descendía por la escalinata de la entrada al jardín con un vestido dorado de falda corta y zapatos del mismo color y taco alto.
—¿Sweetie? ¿Qué estás haciendo aquí?
—¡Estaba preocupada! —respondió, como si se tratase de algo obvio—. Apple Bloom te vio subir las escaleras, y dijo que parecías estar en otro mundo.
—No estaba demasiado errada —respondió, devolviendo la mirada al horizonte—. No seas tonta y vuelve adentro, o pescarás un resfriado. —Le advirtió y, en respuesta, la potra abrió el pequeño bolso bordado que llevaba en su costado para sacar una bufanda gris con la que rodeó su cuello—. ¿La conservaste? —preguntó al voltear hacia ella.
—¿No es obvio?
—Aún se notan las manchas de sangre y saliva, Sweetie. Tu hermana llamaría a la policía de la moda si te viera con eso.
—De una forma u otra, sigue siendo bastante cálida —respondió al acercarse, sonriente—. ¿Te importa si me siento?
—Por supuesto que no —la invitó, haciéndose a un lado.
La unicornio tomó lugar allí en silencio, mientras esperaba que fuera el dragón quien siguiera la conversación.
—La última vez que estuve aquí tenía ocho años. Por aquel entonces, siempre acompañaba a Twilight al castillo y, mientras que ella disfrutaba de lecciones personales por parte de la princesa, las cuales por cierto duraban horas, yo aprovechaba para explorar las torres. Recuerdo que de niño caí dentro de esta misma fuente, y creí que me ahogaría —le relataba, con cierta nostalgia en su voz—. Parece que fue en otra vida.
—El tiempo pasa rápido, de verdad. Aún recuerdo cuando nos conocimos... —decía, y se quedó mirándole unos instantes.
Al percatarse, el dragón se sintió algo extrañado, pues era incapaz de descifrar lo que venía tras esa atenta mirada y esa frase.
—¿Qué?
—¡Eras tan pequeño y adorable! —respondió con ternura, acariciando su mejilla.
—Basta —alejó su casco, fastidiado—. No estoy de humor, Sweetie —ante esas palabras, la unicornio tomó una postura diferente.
—¿Quieres hablar de esto? —preguntó sin rodeos, sabiendo cual era el tema que ocupaba la mente del dragón en aquel momento.
Spike sabía que no tenía caso ocultarle lo que había sucedido y, luego del apoyo que había recibido por su parte, sintió que no había razón para hacerlo.
—Ella dijo que sí —reveló, y la unicornio se mostró confundida por sus palabras.
—¿Qué? ¿Cómo...?
—Estaban en un balcón, unos pisos más abajo, y mi oído es más agudo de lo que quisiera —respondió con pesar.
Sweetie sintió que estaba parada sobre un campo minado de las cientos de preguntas equívocas que podría hacer en aquel momento, con una dificultad inmensa a la hora de encontrar la ruta hacia la correcta.
—Cielos... y, ¿cómo te sientes?
"¿En serio? ¿Cómo te sientes? ¿Eso es lo que vas a preguntarle? ¿Cómo crees tú que se siente? Por todos los cielos, hubiera sido mejor si solo te hubieras quedado callada", pensó durante los escasos segundos entre su pregunta y la respuesta del dragón.
—Francamente, no sé que debería sentir ahora mismo. Solo sé... —se detuvo al hablar, haciendo una pausa para luego suspirar—. ¿Sabes? Al principio creí que sería más fácil, que había logrado superarlo hace años y que lo de ayer solo había sido por causa de los recuerdos que eso me trajo. Pero ahora... —decía Spike, consternado y con voz temblorosa al final, y debió detenerse un momento para evitar quebrarse frente a su amiga en aquel mismo instante—. ¿Por qué me siento así? ¿Por qué aún duele? —preguntó, de verdad necesitando una respuesta de ayuda esta vez.
Sweetie supo que no podría dársela en un principio, pues el problema que él era incapaz de ver, estaba muy claro para ella.
—Porque la amas —respondió sin vacilar—. Porque siempre la has amado, y nunca has dejado de hacerlo. Porque nunca la has dejado ir realmente. —Explicó, y cuando el dragón estuvo a punto de replicar para negarlo, Sweetie lo interrumpió al instante—. ¡Pero tienes qué! Spike, esto te está matando, y me está matando a mí el verte sufrir así —dijo al poner un casco en su hombro en señal de apoyo, pero el dragón no era capaz de despegar los ojos del suelo frente a él—. Quiero ayudarte, de verdad quiero hacerlo, pero no podré si tu no empiezas por dar el primer paso —concluyó, y Spike fue incapaz de responder nada para negarlo, pues había verdad en cada una de sus palabras.
—No hay un primer paso para esto.
—Si, lo hay —dijo ella, y Spike la observó sorprendido; era la primera vez que Sweetie mostraba una actitud así, pero ella sabía que era la única forma, y estaba decidida a abrirle los ojos de una vez por todas—. Debes dejarla ir, pero debes hacerlo sinceramente. No solo decirnos que ya lo haz hecho para que dejemos de preocuparnos por tí.
—Te he dicho que...
—No, no lo has hecho —cortó, dejándole sin habla—. ¿Crees que no me doy cuenta de cómo la ves? ¿De cómo te comportas cuando ella está cerca? ¡Eso no ha cambiado en nada desde que llegaste a Ponyville cuando niño! Incluso cuando comenzó a salir con Fancy Pants, aún cuando te dolía, nunca dejaste de entregarte totalmente a ella, tanto como su ayudante, como su amigo, como su confidente. Pero si no cortas esos lazos que te unen a ella, tus necesidades continuarán alimentando a las suyas hasta que solo quede tu contorno dibujado en el suelo —dijo ella, casi quebrando al final.
No era difícil darse cuenta de que de verdad se sentía mal por su amigo, con una actitud que dejaba entrever con claridad su preocupación, su frustración. Spike, rehuyendo a los ojos esmeralda que ahora estaban clavados en él, no pudo hacer más que sonreír con tristeza.
—¿Desde cuándo eres una experta en psicología? —intentó bromear, aún con aquel nudo formándose en su garganta.
—Créeme, cuando tienes que dar consejo a tus amigas tan seguido, terminas por volverte una experta en el tema.
—Curioso, imaginaba que eras tú la que pedía consejos —respondió al levantar la vista, ganándose un codazo en el brazo y una sonrisa que ocultaba casi por completo la ofensa fingida—. ¿Estás diciendo que debo dejar de ser su amigo? —preguntó, intentando ocultar el temblor en su voz mientras formulaba la pregunta.
—Claro que no. Solo estoy diciendo que debes dejar de esperar algo que nunca llegará. Algo que sabes que nunca llegará.
—Es fácil decirlo —dijo al juntar sus piernas, abrazándolas y descansando su mentón en sus rodillas—. No sé si podré hacerlo.
—Claro que puedes. ¡Sé que puedes! Tienes todo mi apoyo —alentó la potra, y al escuchar aquellas palabras volteó hacia ella, que le sonreía mientras frotaba su hombro con el casco—. Para lo que necesites, puedes contar conmigo.
—Gracias.
—Ni lo menciones.
Ambos se quedaron allí, relajados contra la fuente mientras admiraban las nubes, desde las cuales la nieve aún precipitaba. Al cabo de un rato, los fuegos artificiales habían cesado por completo, y la unicornio volteó hacia él, hablándole con calidez.
—¿Mejor? —preguntó la potra.
—Eso creo —respondió con una sonrisa fingida, y Sweetie pensó que el momento era el ideal.
—¿Sabes que podría alegrar esa cara?
—No lo sé, tú dime —le siguió la corriente, y la potra se incorporó por un segundo para sentarse frente a él.
—Cierra los ojos —pidió con inocencia.
—¿Por qué? —cuestionó, extrañado.
—¡Solo hazlo! —insistió.
Al dragón no le pareció menos extraña aquella petición, pero no tenía razones para negarse a hacer algo tan simple.
—De acuerdo —cerró sus ojos, esperando alguna travesura por parte de la potra, pero solo sintió a Sweetie aproximarse, abrir su garra derecha, y colocar algo en la misma.
—Listo. ¡Ahora ábrelos! —permitió.
Al hacerlo, Spike se encontró sosteniendo una pequeña caja envuelta de papel púrpura a lunares blancos, decorada con un listón violeta.
—¿Qué es esto?
—Tienes que abrirlo para saber —devolvió ella, enigmática.
Con delicadeza, Spike procedió a quitar el papel con la punta de sus garras, evitando romperlo. Al abrir el envoltorio por completo, encontró dentro de la caja blanca una gema púrpura, de forma vagamente similar a la de un corazón. El dragón había quedado sin habla al contemplar tal joya.
—¡Feliz noche de los corazones cálidos! —le sonrió ampliamente la potra frente a él, con un gesto tan inesperado que el dragón se había quedado sin habla.
—Sweetie...
—La encontré hace unos meses, cerca de las minas. Sé que mi hechizo para buscar gemas no es tan bueno, pero cumple su cometido. Y... bueno, creí que te gustaría —reveló con timidez, y los ojos del dragón se humedecieron ante aquellas palabras.
—Es preciosa —alcanzó a decir en un susurro, uno que Sweetie escuchó con claridad.
—Por favor, dime que no vas a llorar.
—Eres una tonta —replicó al llevar el dorso de su garra al rostro.
—Aprendí del mejor —devolvió, sin cambiar su actitud.
Mientras lo decía, la unicornio se acercó a su amigo de nueva cuenta, esta vez para abrazarle con fuerza, apoyando el mentón en su hombro. Spike se tensó al sentir el contacto, pero no se negó a aquel afecto, pues en el fondo era exactamente lo que necesitaba.
—Todo estará bien, Spike —lo consoló ella—. ¿Sabes? Hay algo que mi madre siempre dice: la noche siempre es más fría antes del amanecer —dijo ella para luego apartarse, tomándole de sus hombros y sonriéndole con una calidez que se filtraba en la totalidad de su ser sin que fuera capaz de impedirlo.
—Eres mi mejor amiga, Sweetie —dijo el dragón, sintiendo como su corazón sanaba ante esa expresión.
—Y tú el mío. Y de verdad, de verdad que no quiero verte así. ¿Me prometes que no volverás a ponerte así?
—Solo si me prometes estar ahí para evitar que lo haga —pidió él, y la potra se alegró por sus palabras.
—Es una promesa.
—Una Pinkie-promesa —corrigió al ofrecer su meñique.
—¡Con cerrojo y sino arrojo un pastelillo a mi ojo! —entonaron ambos por segunda vez en el día, riendo al final.
—Oh, Sweetie. Lo siento, yo… —se mostró algo incómodo, confundiendo a la unicornio.
—¿Qué sucede?
—No... no traje un regalo para ti —reveló, avergonzado.
—¿Estás seguro? —preguntó, palpando con su casco la bufanda gris que el dragón le había obsequiado con anterioridad. Su amigo sonrió.
—¿Me permites?
—Por supuesto —aceptó ella.
Spike tomó la prenda una vez más, con delicadeza, antes de proceder a acomodarla en el cuello de Sweetie de la misma forma.
—Feliz noche de los corazones cálidos, Sweetie Belle.
—Feliz noche de los corazones cálidos, Spike —respondió al abrazarlo una vez más.
Ambos permanecieron así durante un buen rato, compartiendo el calor mutuo tal y como hubieran hecho la noche anterior, mientras que la nevisca gradualmente se convertía en nevada. Al notar esto, supieron que era hora de regresar al confortable calor del interior del castillo.
—Bien, creo que nos pusimos demasiado sentimentales para una noche, ¿no crees? —preguntó la potra al apartarse.
—Totalmente de acuerdo —aceptó el dragón, a quien le costaría un poco levantarse, luego de permanecer en aquella posición durante tanto tiempo.
—Entonces, ¿qué dices si bajamos allí, y bailamos como si no hubiera un mañana? —ofreció con gran optimismo.
—No hemos bailado juntos desde la boda de Cadence, ¿verdad?
—¡Es hora de cambiar eso! —le invitó a levantarse, ofreciéndole su casco.
Spike no había alcanzado a levantar el brazo cuando la puerta se abrió de repente, y una unicornio de melena azul salió al exterior con gran emoción, tanto en su voz como en su expresión.
—¡Sweetie! —llamó al verla.
La hermana menor se aproximó a ella tan rápido como pudo, mientras que el dragón se detuvo al oír la voz de la modista, sin incorporarse. Desde aquella posición, la misma no era capaz de verlo.
—¡Hermana! ¿Qué sucede?
—¡Sweetie, no vas a creerlo! ¡Vamos a casarnos! ¡Fancy y yo vamos a casarnos! —gritó con gran emoción, tomándola por los hombros.
—Es... ¡Genial! Eh, ¿qué dices si vamos a hablarlo en el piso de abajo?
—Claro, claro. Es solo que estoy tan… —iba a continuar, de un momento a otro rodeando con sus brazos a la unicornio menor, oprimiéndola con fuerza—. Sweetie, voy a casarme. ¡Voy a casarme!
—¡Hermana, me asfixias!
—Oh cielos, lo siento. No creí que... —se disculpó al liberarla, solo entonces notando la figura de una cresta familiar tras la fuente, y reconociéndola al instante—. ¿Spike? —preguntó, esperando con todas sus fuerzas el haberse equivocado.
—Lo siento, no quise interrumpirlas —se disculpó el dragón mientras se incorporaba, y Rarity sintió su corazón comprimirse al caer en la cuenta de lo que estaba gritando a los cuatro vientos, y frente a quien lo estaba gritando—. Estaré abajo. Y por cierto, felicidades —dijo el dragón con una sonrisa forzada al pasar junto a la modista, y había llegado a la mitad del camino hacia la puerta cuando la unicornio mayor habló.
—Spike, espera —le detuvo y, al voltearse, notó que a la modista le resultaba difícil mirarle a los ojos—. No sabía que estabas aquí, y yo... lo siento tanto.
—¿Por qué? No tienes porque disculparte. Que yo sepa, no has hecho nada malo —respondió, sin cambiar su expresión ni tono de voz.
—Sí, lo hice —interrumpió, convencida de lo contrario—. Luego de lo que hablamos ese día, yo...
—Rarity, en verdad, no tienes porque disculparte. Las cosas quedaron muy claras entre nosotros, después de todo —respondió al aproximarse, quedando cara a cara con la unicornio.
Sweetie Belle, que hasta entonces había estado tras la unicornio mayor, de repente sintió que debía de darles espacio para que conversaran en paz. Después de todo, lo quisiera o no, ella no tenía nada que ver con aquel asunto.
—Creo que entraré un segundo, hace algo de frío —se excusó con una sonrisa, encaminando hacia la puerta y cerrándola tras de ella, más no bajó por las escaleras pues se quedó allí, con su oreja contra la madera.
—Lo siento —intentaba continuar la modista, pero la mayor parte de las palabras no llegaban a pasar de su garganta.
Con la mirada baja, apenas se percató cuando el dragón se arrodilló frente a ella, tomando sus cascos entre sus garras.
—Yo soy quien lo siente, Rarity —se disculpó él, tomándola desprevenida.
Había llegado el momento de aclarar las cosas de una vez por todas, y el dragón lo sabía. Era ahora o nunca, y debía enfrentar la situación como el adulto que era ahora.
—Durante mucho tiempo, me negué a aceptar lo que me dijiste aquel día. Era tonto, pero siempre creí que... que lo habías dicho porque prácticamente era un niño, que podrías cambiar de opinión cuando ya no lo fuera. Pero… —dicho en voz alta, se daba cuenta de lo estúpido que sonaba, dado que ella le había dicho que no podía corresponder su amor, pues no sentía lo mismo por él. Nunca le había dado alas—. Hoy entiendo que no puedo seguir esperando algo que nunca llegará, algo que sabía nunca llegaría —se detuvo un momento a contemplar la dolida mirada de la modista, que le oía en silencio—. Yo fui el terco que se negó a entenderlo en ese momento, tú no tienes la culpa de nada Rarity. Eres mi amiga, nunca has hecho nada para lastimarme, y quiero que lo tengas en claro cuando regresemos por esa puerta —concluyó, habiéndose quitado un gran peso de encima, uno que creyó lo acompañaría por el resto de su vida, pero la unicornio no cambió su postura, pues la sombra de culpa en su mirada no había desaparecido.
—No —le detuvo, negando con la cabeza—. Yo supe desde el principio lo que sentías por mí, Spike. Desde que nos conocimos —el dragón se mostró confundido por esto último, recibiendo una dulce y tímida risa por parte de la modista—. No eras muy bueno disimulando, querido. —aclaró, y el dragón se sintió un poco avergonzado mientras se rascaba la nuca con pena, y la unicornio continuó—. Y aún así hubo ocasiones en que me aproveché de esos sentimientos para que me ayudases con mi trabajo, con mis quehaceres, o incluso cuando íbamos de viaje —recordaba, sintiendo vergüenza—. Incluso al día de ayer cuando, aún siendo tu día libre, aceptaste acompañarme de un lado a otro toda la mañana, acarreando mis compras, e incluso acompañaste a Sweetie Belle a la estación. No puedo eximir mi culpa en ello, mi actitud desvergonzada hacia ti durante todo este tiempo, aprovechándome de lo que aún sentías por mí. Solo espero que, algún día, puedas perdonarme.
—No lo haré —dijo con seriedad.
La unicornio quedó sin habla al oírle, boquiabierta, y así quedó cuando el dragón la rodeó con sus brazos, resultando en un fuerte abrazo cuya naturaleza le era difícil descifrar.
—Porque ya te he dicho que no hay nada que perdonar —continuó con calidez, y la modista se dejó llevar por aquel afecto, mientras el dragón hablaba una vez más—. Te quiero, Rarity. Eres mi amiga, eres parte de mi familia, y eso es algo que sin importar lo que suceda, nunca cambiará.
—¿Lo dices en serio? —preguntó, sintiendo la fuerza abandonar sus cascos. El dragón sonrió por sobre su hombro, antes de responder.
—Con todo el corazón —prometió, mientras la unicornio llevaba sus brazos a la espalda del dragón, abrazándolo con fuerza y sentimiento, mientras la nevada a su alrededor comenzaba a arreciar.
Hasta entonces, Sweetie Belle había estado oyendo la conversación de su hermana y de su amigo desde aquel pasillo iluminado por antorchas que conducía a las escaleras, sintiéndose orgullosa del dragón. Pero cuando oyó las pisadas de ambos acercándose a la entrada, se apartó de un salto, intentando mantener la compostura. Rarity cruzó el umbral seguida por Spike, deteniéndose al notar que la menor seguía allí.
—No creí que se tardarían tanto —se excusó, con una risa incómoda—. ¿Todo está bien? —preguntó con inocencia.
El dragón y la unicornio mayor compartieron una mirada confidente, antes de que el primero respondiera.
—Todo está muy bien, Sweetie —respondió, sonriendo con sinceridad.
—Yo volveré a la fiesta, Fancy de seguro se está preguntando en donde me he metido —dijo con gracia, antes de encaminar hacia la escalera.
—Espera, Rarity —le detuvo el dragón, y la unicornio se volteó a él, extrañada—. Había algo que ambos queríamos darte, para conmemorar esta ocasión —dijo él, ahora compartiendo una mirada confidente con Sweetie Belle.
La hermana menor abrió una vez más el pequeño bolso bordado en su costado, y sacó un objeto envuelto en papel azul a lunares blancos, el cual entregó a su hermana mayor, que lo sostuvo frente a ella mediante levitación. Al abrirlo con delicadeza, sus ojos se encontraron con una rosa de diamante color púrpura, del tamaño de un casco. Sin ir más lejos, era incapaz de creer el tesoro que ahora sostenía frente a ella, habiendo quedado sin habla.
—¡Feliz noche de los corazones cálidos! —exclamaron ambos con una amplia sonrisa, mientras que Rarity aún no salía de su asombro.
El diamante mismo tenía la perfecta forma de una rosa, sin incrustaciones y con sus facetas cristalinas, casi como si hubiera sido creado en aquella misma forma. Era la joya más hermosa que hubiera visto jamás.
—Yo... no sé qué decir —alcanzó a hablar, aún boquiabierta.
—Es uno de los diamantes más bellos que existen en Equestria. Lo encontramos hace un tiempo, aunque Spike hizo casi todo el trabajo —intentó resaltar el mérito del dragón, provocando la risa de este.
—Tú fuiste quien lo encontró, yo solo ayudé —retrucó él.
—No empieces de nuevo —dijo ella, y ambos rieron, antes de dirigirse a la mayor otra vez—. Algunos ponis dicen que esta gema es capaz de hacer perdurar los sentimientos más puros a través del tiempo. Es nuestra forma de desearles lo mejor a lo largo de esta nueva etapa que ahora están comenzando juntos. De hacer perdurar tanto sus sentimientos, como los nuestros hacia ustedes —explicó Sweetie con calidez.
—Pensamos que te gustaría —concluyó Spike, con aquel simple comentario.
De un instante a otro, ambos se vieron tomados por sorpresa, tanto el dragón como su amiga unicornio, bajo el cálido abrazo de la mayor. Spike sintió su corazón detenerse un instante frente al tacto cálido en el pelaje de la unicornio, y de tibias gotas que caían en las escamas de su hombro. Lágrimas de la modista.
—Gracias. Sweetie, Spike —susurró con voz temblorosa, sollozando al abrazarlos con más fuerza—. Gracias —continuó.
Ambos correspondieron su afecto, compartiendo un abrazo grupal que duró más de lo que cualquiera de ellos hubiese esperado. Fue en aquel lugar, bajo el resplandor de la luna que se colaba entre las nubes, pasando a través de los ventanales del corredor, en medio de aquel cálido abrazo, cuando Spike y Rarity dejaron atrás aquellos pensamientos que les aquejaban. Sin importar lo que hubiera sucedido en el pasado, siempre serían parte de la misma gran familia, una que esperaban nunca se separaría.
No necesitaron de más palabras, pues tanto el dragón como la unicornio mayor sabían con certeza lo que el otro pensaba, finalmente teniendo claros los sentimientos y lazos que les unían. Aquel instante se sentía como el final de algo que había durado demasiado tiempo para ambos y, sin embargo, se sentía también como un nuevo comienzo.
No mucho tiempo después, lo primero que los tres alcanzaron a ver mientras descendían por las escaleras de regreso al salón principal fue a la enérgica poni rosada, tomando lugar y protagonismo al frente del escenario con gran emoción, hablando por el micrófono del cual antes había hecho uso el vocalista de Winds of Change.
—¡Vamos, todo el mundo! ¡La noche aún es joven, y queda mucha fiesta por delante! —gritó con todas sus fuerzas, saltando con entusiasmo—. Ahora, quiero ver a todos mover esos cascos al ritmo de la música de... ¡Vinyl Scratch y Neon Lights! —señaló a un lado a los dos ponis, los cuales ya estaban en posición en su mesa de mezclas, acompañada de un sistema de sonido con enormes parlantes que aparentaba tener la capacidad de tirar las paredes abajo si era configurado en su máxima potencia.
—¡Oh sí! Espero que no estén cansados, porque llegados a este punto, ¡ya no hay vuelta atrás! —exclamó la unicornio blanca de melena azul terminada en puntas, con gafas violetas.
—Más vale que le crean, ¡porque esta fiesta seguirá hasta el amanecer, sin escalas! —acompañó el unicornio de cuero azul cielo, crin gris oscura en punta, y lentes negros.
Ambos recibieron la ovación del público sobre la pista, mientras iniciaban su labor con un ritmo al cual la multitud volvió a bailar con gran emoción.
—¡Fancy! —llamó la modista, encontrando al semental a pocos metros de ella, y no tardó en llegar hasta él para abrazarlo con fuerza.
—Te estaba buscando, ¿dónde te habías metido? —preguntó con curiosidad al apartarse.
—Fui a buscar a Sweetie, quería contarle —explicó rápidamente, mientras ella y el dragón se acercaban.
—¡Felicidades! —dijeron ambos, con una gran sonrisa.
—Muchas gracias, chicos —respondió Fancy, con gran educación.
—¡Oye, Spike! —llamó su atención la joven alicornio.
—¡Twi! —se volteó hacia ella, abrazándola sin mucha ceremonia—. Cielos, siento no haber estado contigo en toda la noche.
—No te preocupes, está bien.
—Claro que no, ¡no está bien! —dijo AJ detrás de ella con exageración, parándose junto al dragón y dirigiéndole una mirada cargada de furia fingida—. ¿Acaso te parece correcto abandonar a tu hermana mayor así?
—En primer lugar, no estaba abandonada, ustedes la acompañaban. Y en segundo lugar, ella fue quien me abandonó en un principio, ¿no es así? —preguntó a la yegua de manto lavanda.
—No tengo idea de lo que estás hablando —respondió, intentando contener la risa.
—¿A qué te refieres? —preguntó AJ con curiosidad, siendo interrumpida por los saludos de tres ponis que se acercaban.
—¡Hey, Rainbow! —llamó Silver, en compañía de Lightning y Misty.
—¡Chicos! —exclamó, volando a su encuentro—. ¡Creí que se habían ido!
—Por supuesto que no, es solo que a Lightning se le fue el casco con la barra libre, y nos quedamos haciéndole compañía en la puerta del... —explicó Misty, fastidiando al semental.
—¡Oye! No era necesario.
—Claro que sí, la capitana tiene el derecho de saber en qué estado se encuentran sus compañeros —respondió con seriedad, y Lightning suspiró derrotado.
—De cualquier forma, ¿ahora estás mejor? —preguntó Rainbow, comprensiva.
—¡Por supuesto! ¡Puedo volar en línea recta y en reversa si lo dudan!
—De preferencia no lo hagas, confiaremos en tu palabra —dijo Misty, y Lighting sonrió victorioso mientras Silver giraba los ojos.
—En fin, ¿les importa si nos unimos a ustedes? —preguntó Silver a Dash.
—¿Estás bromeando? Mientras más, ¡mejor!
—¡Ese es el espíritu, Dashie! —saltó sobre ella la poni rosada, reuniendo con sus largos y estirados brazos a todo el grupo, incluyendo a la recién comprometida pareja, a la alicornio, y a la unicornio y dragón menores.
—¡Pinkie Pie, estás apretando muy fuerte! —reclamó la pegaso de crin arcoíris, falta de aliento.
—¡Sí! ¡Estamos todos juntos! —exclamó una vez más, ignorando los quejidos y posibles huesos rotos de los ponis a quienes dedicaba tal afecto, cuando un ritmo familiar alcanzó sus oídos—. Oh cielos... ¡Oh cielos! ¡Esta es nuestra canción! —vociferó, eufórica.
—¿Lo es? —preguntaron con gran preocupación los ponis bajo su abrazo al unísono, antes de que la yegua rosada soltara de repente a todos, a excepción de la alicornio lavanda quien, de alguna forma, había quedado adherida al casco de la poni rosa.
—¡Vamos Twilight! ¡Vamos a mostrarles como se hace! —la arrastró de nueva cuenta a la pista de baile, sin darle tiempo a responder.
—¡Spike! ¡Una ayuda por aquí! —llamó al dragón quien, al incorporarse, no hizo más que sonreír con malicia mientras profería dos palabras en voz baja, dejando que su hermana mayor interpretara el movimiento de sus labios.
—Lo siento —musitó, vengativo.
Al instante, sintió el apretón repentino de un brazo que rodeaba su garra izquierda, y al bajar la mirada se encontró de lleno con la sonrisa confianzuda de la unicornio de melena rosa y púrpura, una que el dragón solo pudo corresponder.
—Esto no acabará bien —advirtió, reconociendo sus intenciones.
—Eso seguro, ¡pero no lo pospondremos un minuto más! —tiró de él.
—Eso temía —respondió sonriente, mientras era arrastrado en la misma dirección que Twilight, cuando el ritmo creado por Vinyl y Neon comenzaba a cobrar fuerza. Fue cuando la unicornio quedó frente a frente con el dragón, en el momento en que la canción de verdad inició.
Pony Rock! Yeah! Woo! Let's go!
Scratch and Neon's in the castle tonight — Oh yeah!
Oh yeah, we're gonna have a good time — Yeah!
So grab somepony, don't be shy — Pony Rock!
It's our job to make you feel alright — Clap your hooves!
Let's raise the roof, tonight's the night — Come on everypony!
We're gonna party till the morning light — That's sayin' something!
The house is hot. The beat is tight.
We just wanna see ya... Shake it!
Iluminados por los reflejos de las bolas de espejo, con sus corazones agitados por aquel ritmo embriagador que recorría el cuerpo de ambos desde la cola hasta la cresta y cuerno respectivamente, ambos bailaban entre la multitud, de a ratos separados, de a ratos tomados de los cascos y garras, con una amplia sonrisa en sus labios. En ningún momento Spike podría haber llegado a considerar que, luego de lo que había sucedido aquella noche, ahora podría desenvolverse de tal forma, sonriendo divertido frente a la potra junto a quien había compartido una gran aventura el día anterior. Pero así era, y su amiga no podría estar más feliz por ello. Pero aún cuando demostraban tal vitalidad el uno al otro, la verdad era que ninguno de los dos veía la hora de reconciliarse con su abandonada almohada, a quien debían algunas horas de sueño.
Al cabo de unos minutos, la unicornio dejó de ser consciente de sus movimientos, dejándose llevar con una soltura tal que sorprendía incluso al dragón, quien sonreía mientras intentaba seguirle el paso. Llegó un momento en que, al estar parada sobre sus dos cascos al bailar, tropezó con brusquedad, yendo a parar contra el pecho de su amigo que la capturó en un fuerte abrazo. Al levantar la vista, Sweetie se encontró con la mirada divertida de Spike, antes de que ambos rompieran en risas que apenas alcanzaban a oírse en el transcurso de la canción actual, al ritmo de la cual todos a su alrededor continuaban su danza.
Desde aquel momento, las horas pasaron en un abrir y cerrar de ojos, así como la fiesta. Realmente fue una de las celebraciones más memorables que aquella familia hubiera disfrutado nunca, compartiendo un momento grato y único, cuyo recuerdo les acompañaría a través de los años.
Ahora, en la habitación de la princesa de la armonía, Twilight, Pinkie, Rainbow y Applejack yacían plácidamente dormidas en la gran cama de dos plazas, con objeto de descansar en lo que restaba de la mañana. Big Mac y Fluttershy dormían abrazados en la cama individual del dragón, mientras que Fancy y Rarity habían encontrado un lugar para descansar en el cómodo sillón junto a la cama grande.
De la misma forma, en la habitación de las hermanas unicornio, los menores habían descubierto particulares formas de partir al mundo de los sueños. Scootaloo y Zipporwhill, por alguna razón, ahora descansaban sobre uno de los armarios, dejando caer sus cascos a los lados. En una de las camas individuales descansaban Apple Bloom y Diamond Tiara, quienes cada tanto pateaban contra la otra en medio del sueño, mientras que en la cama restante, Dinky Doo y Pearly Whites dormían plácidamente la una junto a la otra. En cuanto a Spike y a Sweetie Belle, habían movido el sillón grande, colocándolo justo frente al gran ventanal de la habitación, ambos sentados en él bajo el abrigo de un cálido cobertor verde claro. En un determinado momento, el dragón dio un largo bostezo, enjugándose los ojos después.
—Vamos, no te dormirás ahora. ¿O sí?
—En todo caso, recuérdame porque sigo despierto aquí, en vez de estar descansando en mi habitación.
—En primer lugar, porque estoy casi segura de que allí no debe de caber un solo alfiler más. Y en segundo, porque me prometiste que te quedarías conmigo para ver el amanecer —decía la potra somnolienta, bostezando.
—Creo que he hecho demasiadas promesas para una sola noche.
—¿Significa que no vas a cumplirla? —preguntó con una ceja en alto, preparando su casco para atacar el punto débil del dragón, oculto bajo su chaqueta. Spike se percató de ello, y meditó su respuesta cuidadosamente.
—Significa que debo recordar cumplir demasiadas —dijo al final, para luego revisar su reloj—. Es hora —confirmó, dirigiendo la mirada al cielo.
En aquel momento, la luna poco a poco inició su descenso del cielo nocturno, perdiéndose en el horizonte a medida que el resplandor del sol de amanecer asomaba en la misma dirección. Sus cálidos rayos poco a poco recaían sobre sus cuerpos, mientras ambos contemplaban aquel bello espectáculo.
Tanto la retirada de la luna, como la salida del sol no duraron más que unos pocos minutos, pero si bien hay quienes dicen que lo bueno dura poco, también es cierto que hay que saber disfrutar de ese precioso tiempo, tal y como aquellos buenos amigos habían hecho aquella mañana de invierno. O, al menos, uno de ellos.
De un momento a otro, Spike sintió recaer sobre su brazo el peso de la joven unicornio, extrañándose ante ello. Al voltear, encontró que la potra yacía profundamente dormida, y suspiró sonriente ante la tierna imagen que la joven yegua proyectaba, antes de reír para sus adentros. De verdad se debía a ella misma un merecido descanso.
Siguiendo su ejemplo, el dragón bostezó, y se dispuso a incorporarse lentamente para dejarle más espacio y evitar despertarla. No alcanzó a moverse unos pocos centímetros de su lado cuando Sweetie capturó su brazo derecho con el suyo propio. Spike se sobresaltó, creyendo que había fracasado en su intento, pero pronto se percató de que la poni seguía dormida, y comprendió que aquel movimiento había sido una reacción involuntaria por parte de ella, en busca de una fuente de calor ante aquella fría mañana.
El dragón terminó por resignarse, acomodándose una vez más en aquel sillón en compañía de su amiga, y terminando por apoyar su cabeza en la de ella, cerca de su cuerno. Había comenzado a entrecerrar los ojos, cuando un fuerte sonido le obligó a abrirlos de par en par. Desvió la mirada hacia la potra que, en medio de aquel sueño, había comenzado a roncar, no siendo esto notado por el resto de los presentes, más si por el dragón cuyo oído ahora se encontraba a una escasa distancia de su boca. Suspiró con cansancio, y rezó a las princesas para que ello no fuera un impedimento al abordar el tren de los sueños. Horas después, lamentaría que las Diosas del día y la noche no respondieran a esa clase de plegarias.
