Capítulo 8 – Al caer la noche
Los últimos rayos del sol de atardecer se colaban a través de las nubes al final de lo que había sido un día con mucho movimiento para la joven estudiante de música quien, cargando una caja de madera en su costado con un cachorro en su interior, caminaba sin prisas a través de las calles del pueblo, cuya actividad comenzaba a disminuir con el paso del tiempo.
Desde la mañana, había pasado por una situación de peligro mortal con objeto de salvar al pequeño que ahora la acompañaba, habían galopado hacia la veterinaria para tratarlo, visitado la casa de una de sus más queridas amigas, almorzado con ella y pasado la tarde ayudándole con el cuidado de sus propios animales, por lo que no era extraño el bostezo que ahora dejaba escapar.
Luego de unas horas, Apple Bloom decidió que debía descansar bien su casco si lo que quería era retomar sus labores normales lo más pronto posible, por lo que luego de almorzar con la unicornio y la pegaso, había partido con destino a Sweet Apple Acres a echarse una buena siesta, dejando la caja que había construido con Sweetie Belle para transportar a su nueva "mascota".
Ahora ella se encaminaba hacia la biblioteca Golden Oak donde había concertado sus clases con la princesa de la armonía y donde, con suerte, encontraría un hogar para su pequeño amigo. El ortro ladró con vehemencia para llamar la atención de Sweetie quien, al voltearse, notó que este intentaba sin éxito escapar de la caja.
—Tranquilo amiguito, te sacaré de ahí apenas hablemos con Twilight. ¡Te encantará, ya lo verás! —dijo, e intentó llevar su casco izquierdo sobre su hombro derecho para acariciar sus dos cabezas y así calmarlo, algo que le resultó difícil en sobremanera dada la estructura y posición de la caja.
Mientras reiniciaba su paso, una sombra de duda apareció en su rostro cuando consideró si de verdad conseguiría lo que se proponía: convencer a sus amigos de adoptar al pequeño. Aquella era, de seguro, su última oportunidad para mantener al cachorro cerca de ella, por lo que pondría todas sus energías en aquel intento.
La princesa y el dragón eran sus únicos amigos con un hogar lo suficientemente amplio como para albergar a un animal semejante en cuanto creciera, y siempre había alguien en aquella morada, por lo que el pequeño nunca estaría solo. Y en lo que pensaba en ello, de un momento a otro se encontró frente a la biblioteca; había llegado la hora de la verdad. Abrió la puerta, y entró en el recibimiento con porte alegre.
—¡Twilight! ¡Spike! ¿Hay alguien en casa? —preguntó Sweetie Belle con gentileza.
Se extrañó al no encontrar ni al dragón ni a la princesa en las cercanías, pero si las luces encendidas. Consideró que sólo habían salido por un momento, por lo que se tomó la libertad de cerrar la puerta tras de sí y de cruzar la estancia, dirigiéndose a la sala continua. No había una sóla alma en las cercanías.
El cachorro ladró una vez más para llamarle, y Sweetie entendió que el can ya estaba cansado de quedarse allí mientras ella le llevaba de un lado a otro. Sonriéndole, se dispuso a desajustar las correas, retirando la caja de su costado al colocarla en el suelo, y dejando salir al pequeño, quién echó a andar con gran emoción para explorar el lugar. Sus ojos curiosos recorrieron toda la sala mientras caminaba con cautela sobre el extraño suelo de madera tallada, grabando en su mente la imagen de todo objeto que llamara su atención.
Y mientras el cachorro hacía esto, Sweetie Belle buscó en las estanterías los libros que había estado estudiando la tarde anterior bajo la tutela de Twilight: "Levitación, ¡Un poder fuera del límite físico!", "¡Mantenlo dentro! Campos de fuerza avanzados" y "Compendio de magia: Volúmenes 1 a 36". Le tomó un poco de trabajo extra retirar este último del estante dado el gran peso que suponía, pero al lograrlo, estuvo a punto de caerle encima. Pero antes de que se hubiera movido para evitar el golpe, dos garras púrpuras detuvieron el gran tomo en el aire. Sobre ella, el dragón de ojos verdes le dedicaba una mirada divertida.
—Podrías haberte hecho daño, ¿sabes? Ten más cuidado la próxima vez —advirtió, mientras lo llevaba sin mucho esfuerzo hacia la mesa circular del centro.
—Oye, lo tenía todo bajo control.
—No desde mi punto de vista.
—Entonces deberías ir con el oculista —lanzó ella, a lo que el dragón soltó una pequeña carcajada.
Sweetie notó entonces el aspecto de su amigo, quien lucía una pañoleta sobre las púas de su cabeza, y un delantal rosa con un corazón bordado en el centro. Intentó contener su risa mientras éste se volteaba.
—Lamento decepcionarte, pero Twi aún no ha llegado. ¿Quieres que te prepare algo para merendar?
—Estoy bien, gracias. Pero... si me vendría bien sentarme un poco —dijo ella, tomando asiento frente a la mesa circular—. Estoy algo cansada.
—Oí que en la mañana tuvieron algunos problemas en el camino de regreso —comentó el dragón, curioso, apoyándose contra una de las estanterías con brazos cruzados. La unicornio suspiró, sonriente.
—¿La versión corta, o la larga?
—Sorpréndeme —respondió de la misma forma, pero antes de que Sweetie comenzara a relatar su historia, Spike notó por el rabillo del ojo una caja de madera que antes no estaba allí—. ¿Eso es tuyo? —señaló, y la estudiante se percató entonces de que el cachorro no se encontraba en los alrededores.
—Oh cielos, lo olvidé por completo —se incorporó, inquieta—. ¿Dónde se metió ahora?
—Espera, ¿quieres decir que...? ¡Aw! —exclamó, más por sorpresa que por dolor.
Al levantar el brazo derecho, los dientes de un can con el costado vendado permanecían firmemente clavados en la garra del dragón mientras que su otra cabeza le gruñía con desconfianza. El asistente, al levantar su brazo a la altura de los ojos, le dirigió una mirada con cierto fastidio.
"De acuerdo, ese no fue el mejor de los comienzos", pensó Sweetie, en extremo nerviosa.
—¿De casualidad buscabas esto? —preguntó, ahora dirigiéndose a ella, y la unicornio intentó lucir lo más natural posible, sin éxito.
—Si, verás… estuve llevándolo conmigo todo el día mientras se recuperaba de una pequeña herida, y como este es un lugar cerrado creí que no habría problema si lo soltaba. Eh... ¿te molesta? —preguntó, ahora exponiendo una expresión lastimosa, táctica que Spike había aprendido a reconocer con los años. En ese momento los dientes del ortro resbalaron de sus escamas, dejando tras de sí un rastro de espesa saliva.
—¡Ugh! Sweetie, ¿puedes mantenerlo afuera? Acabo de limpiar y de seguro dejará baba en todos lados —habló mientras el ortro iba a refugiarse tras los cascos delanteros de la yegua, asomando su rostro con más desconfianza que temor.
—¡Claro que no! Aún no es tan grande como para babear así —dijo al acariciar sus cabezas con cariño—. Además no puedo dejarlo salir. Si sale, correrá, y no puede hacerlo porque aún no se ha recuperado —aclaró para apartarse un poco, dejando a la vista del dragón al can herido, sentado sobre sus cuartos traseros.
A los ojos de la unicornio la criatura exponía una tierna, cautivadora y triste mirada, capaz de incitar a los sentimientos más recónditos en el corazón de cualquier poni. Frente a los ojos del dragón, en cambio, sucedía algo muy diferente.
—¿Acaba de orinarse? —preguntó.
Al bajar la mirada, el cachorro ya se había incorporado, caminando hacia el recibimiento de la biblioteca con intenciones de explorar y dejando tras de sí un rastro de pisadas mojadas, además de un charco que había alcanzado el casco izquierdo de la potra.
—Uh...
—De acuerdo, ¡se acabó! —sentenció, partiendo rumbo a su dormitorio en el primer piso, con la unicornio caminando tras de él.
—Spike, por favor, ten algo de paciencia. ¡Es solo un cachorro!
—Lo sé, Sweetie. Pero hoy no tengo un buen día para lidiar con cachorros. Acabo de limpiar la casa, y no voy a volver a hacerlo por causa de un perro revoltoso de dos cabezas.
—¡No es revoltoso! —negó ella, mientras ambos cruzaban la puerta.
—Si no lo fuera, no habría ensuciado el piso de la sala. ¿No crees?
—No fue su culpa, yo lo lleve en esa caja todo el día. ¡Es normal que no pueda aguantarse! —continuaba su explicación, cuando Spike extrajo de uno de sus cajones una correa azul, regresando a las escaleras—. Espera, ¿No vas a...? ¡Spike!
—Tranquila, lo ataré cerca de la puerta para que no escape y puedas tenerlo vigilado.
—Aún así, ¡podría romper la correa y escapar!
—Claro que no, son muy resistentes. Antes usaba de estas con las mascotas de las chicas, y nunca tuve problemas.
Al bajar las escaleras, el dragón encontró al cachorro intentando extraer con sus dos juegos de colmillos uno de los libros de un estante inferior en el recibimiento, por lo que pudo atraparlo sin mayores dificultades. Colocó el collar en la cabeza izquierda y, al abrir la puerta, ató el otro extremo al pie del letrero de la biblioteca. Habiendo asegurado bien la correa, regresó al interior cerrando la puerta tras de sí, encontrándose con la severa mirada de la unicornio, una seria mirada en la cual podía notar enojo y tristeza.
—¿Qué? —preguntó, sin recibir respuesta—. No, no voy a caer en esos ojos otra vez Sweetie, y no voy a dejar que ese perro ande suelto por aquí. Así como lo has visto hace un momento, bien podría dañar o ensuciar los libros que estén a su alcance —explicaba, mientras regresaba del baño de la planta baja con el secador en brazos, limpiando el charco del suelo.
—Podrías entrenarlo —sugirió sin medir sus palabras, y el dragón levantó la mirada del piso, interrogante, hasta que al fin descifró las verdaderas intenciones de la potra al llevar a esa criatura a aquel lugar—. Oh no, no. No. No, claro que no —negó con la cabeza—. No va a quedarse aquí. Olvídalo.
La unicornio había sido descubierta. Bien podría haber negado la acusación y continuado con aquella treta intentando llegar a Twilight pero, para su desgracia, Spike contaba con la muy inconveniente habilidad de saber cuando alguien le estaba mintiendo, y ella era una pésima mentirosa. Ir contra aquel detector de mentiras de hábiles ojos y oídos era un callejón sin salida.
—¿Por qué no? —preguntó finalmente.
—Para empezar... sabes en dónde estamos, ¿verdad? —inquirió, y Sweetie le mantuvo una mirada interrogante, haciéndole saber que no comprendía su punto. Francamente, Spike no esperaba otra reacción—. Mira a tu alrededor. Ésta es la única biblioteca del pueblo. Aquí es a donde vienen los pequeños cuando necesitan buscar información para sus tareas de escuela, aquí vienen los cocineros y pasteleros a buscar recetas que les sirvan como guía para crear sus propios platillos, e incluso los artesanos vienen a buscar manuales para llevar a cabo sus propios proyectos. Este lugar es muy, muy importante en el pueblo —explicaba y, nuevamente, la unicornio tenía aquella mirada con ceño fruncido, que decía no entender a qué iba—. Ahora, los ortros son, en esencia, criaturas salvajes. No son como Opal o Winona; no reciben órdenes de nadie, hacen sus propias reglas. ¿Qué lo detendrá de destruir los libros de aquí? ¿De ensuciar en cualquier lugar de la casa sin controlarse siquiera? —preguntó, y la unicornio permaneció con la cabeza gacha. Frente a ello, el dragón habló de una forma más pausada y calmada—. Escucha Sweetie, lo siento, pero no creo que ese cachorro tenga lugar aquí.
—Está bien, he escuchado eso mismo varias veces el día de hoy —reveló ella.
—¿Qué? —cuestionó sin comprender, y la unicornio suspiró, sentándose contra uno de los estantes.
—Mis padres no lo aceptarían en nuestra casa, por más que insistiera. Pregunté a Apple Bloom si su familia podía cuidarlo, y luego a Fluttershy. Ninguna de las dos aceptó. Pinkie Pie no le pondría límites, Rainbow no podría llevarlo con ella, y mi hermana siempre está demasiado ocupada y no podría ponerle atención —terminó de relatar, con tristeza en su voz—. Siento lo del piso.
Spike odiaba aquello, el hecho de que la unicornio siempre encontrara la forma de tocar su fibra sensible, algo que le llevó a tomar asiento junto a ella, por un instante manteniendo el silencio.
—¿Estuviste buscando a alguien para cuidarlo toda la tarde? —preguntó, y la unicornio asintió—. ¿Por qué? Ese cachorro no tiene nada que ver contigo —se extrañó el dragón, y Sweetie suspiró una vez más.
—¿Acaso eso importa? Estaba solo, Spike. Solo y lastimado. Y si lo devolviera al lugar donde lo encontré seguiría solo.
—Muchos animales viven sus vidas solos, sin ponis que los cuiden. Es normal —intentó convencerla, pero sabía bien que la unicornio nunca respondería ante tales razones, lo sabía incluso antes de que la misma le dirigiera aquella triste mirada, con una sonrisa casi imperceptible de por medio—. ¿Qué?
—Si te lo digo, te reirás de mí.
—¿Me crees capaz? —preguntó con seriedad.
Sweetie permaneció callada un momento, considerando si debía hablar o no. Finalmente se decidió.
—Cuando vi sus ojos por primera vez... sentí que me necesitaba —reveló finalmente—. Llámalo como quieras: coincidencia, destino, la voluntad del universo, pero creo que lo encontré porque debía ser así, porque debía cuidar de él —concluyó, y la habitación quedó en silencio. En el exterior, la luz se había extinguido casi por completo, dando paso a la oscura noche—. Lo sé, no tengo remedio.
—De verdad te importa, ¿eh?
—Solo quiero protegerlo, y estar cerca de él. Siento que... que soy lo único que tiene, y no quiero que esté solo. Lo sé, quizá suene tonto, pero...
—No lo hace —cortó él, esbozando una sonrisa comprensiva—. Tal vez sea lo mismo que yo sentí cuando salvé a Peewee de esos bravucones. Quería protegerlo, y estar cerca suyo... pero luego encontramos a su familia, y no hizo falta que me lo protegiera. El creció para ser un majestuoso fénix, tan bello como sus padres, y siguió con su vida, mientras que yo seguí con la mía, pero no hay un sólo día en que no lo eche en falta —dijo, y la habitación quedó en silencio, los dos sin saber cómo continuar. Al cabo de un momento, el dragón se incorporó, disponiéndose a regresar a la sala central—. Déjalo entrar.
—¿En verdad? —se incorporó Sweetie, con ilusión. El dragón agitó el brazo en señal de aprobación mientras se disponía a limpiar el resto del charco. Mantendría el secador cerca de su garra el resto del día, solo por si acaso—. Gracias Spike.
—Ni lo menciones —dijo con desgano.
La unicornio se precipitó a la puerta con emoción, y la abrió con fuerza en busca del cachorro. Su aliento, perdiéndose un instante, y su prematura felicidad desvaneciéndose. En el suelo yacían los restos de la correa azul, cuyo extremo aún seguía atado al letrero de la biblioteca.
—No... oh no —musitó.
Spike se volteó, extrañado, y al acercarse vislumbró delante de Sweetie la escena que ella estaba contemplando.
—Oh, rayos —maldijo al regresar a la entrada, desprendiéndose de la pañoleta y el delantal en el camino.
—¡No puede estar suelto, Spike! Si corre hacia el bosque... —decía ella, con gran temor. Sintió su corazón latir con fuerza de forma inusual, dada la desesperación que ahora la invadía.
—No te preocupes, lo encontraremos antes de que todo quede a oscuras. Tú ve hacia la entrada este y de ahí rodea hacia el sur y al oeste, yo iré hacia la oeste y rodearé hacia el norte y este. Nos reuniremos aquí en veinte minutos, ¿De acuerdo? —indicó. La yegua asintió al instante, y ambos partieron al destino establecido.
El manto de estrellas en el cielo nocturno comenzaba a resaltar más y más con el pasar de los minutos. Pronto la oscura noche se abriría paso, y entonces difícilmente podrían encontrar al can antes de que éste saliera del pueblo. El pequeño les llevaba unos cuantos minutos de ventaja, pero al tratarse de un cachorro herido, tal vez aún tenían una oportunidad.
Agudizando tanto su vista como su olfato, el dragón examinó con detenimiento el área circundante, manteniendo un paso apresurado. La poni, por su parte, usaba su cuerno para iluminar el camino mientras llamaba al can con desesperación. Sus esfuerzos no estaban dando frutos, pues habían llegado a los extremos del pueblo, y no había un solo rastro del pequeño.
Con la agobiante idea presente de que el cachorro había escapado hacia los bosques y ahora estaba a merced de cualquier predador que rondara el área cercana, la unicornio se apresuró a rodear el pueblo tal y como Spike le había dicho, ahora galopante. Tenía que tener fe de que el can aún seguía en las cercanías, debía tenerla, pues la otra opción no era confortante.
A Spike no le estaba yendo mucho mejor en su búsqueda, pues era incapaz de hallar el rastro del ortro, así como de percibirlo mediante su vista u oído. Cuando llegó al puente que daba acceso a los bosques, investigó concienzudamente si había un rastro de huellas o de olor que pudiera llevarlo a sus galerías, sin éxito.
"Es mi culpa, yo tuve la idea de dejarle afuera." —pensaba el dragón—. "Maldición, si no encontramos a ese cachorro... Sweetie nunca me lo perdonará."
Negó con vehemencia ante aquella idea, y se apresuró desde aquel punto hacia el norte del pueblo. No había tiempo que perder.
—Disculpen, ¿han visto a un cachorro andando por aquí? —preguntó la unicornio a una pareja que cruzaba la calle.
—No, lo siento —respondió la pegaso, con gesto amable.
—Está bien, gracias —continuó su camino por el medio de la calle, deteniéndose a llamar una vez más—. ¡Perrito! ¡Ven perrito! —gritó, y sin intenciones de esperar en aquel lugar por demasiado tiempo, continuó su camino—. ¡Tiene que estar por aquí! —continuó su búsqueda, con el pulso de su corazón en extremo acelerado.
—Es marrón claro, con manchas café. ¡Y tiene dos cabezas! —lo describía el dragón a un joven semental con frenos y lentes de carey, desconcertado.
—No he vizto nada azí en mi vida —contestó con desgano, antes de retomar su camino.
—Gracias de todas formas —suspiró con cansancio—. Cielos, ¿en dónde te has metido?
Cuando llegó a la calle frente a la alcaldía, sus piernas ya estaban cansadas. Las repercusiones del desgaste físico que había sufrido a lo largo del día ahora le pasaban factura, encontrando que sus extremidades se rehusaban a obedecer la misma orden una vez más. Necesitaba detenerse un momento.
Dio un paso adelante, y su oído percibió las inconfundibles vibraciones de dos gruñidos al mismo tiempo.
—Es él —se puso en alerta, volteando en todas direcciones—. ¿Dónde está? —se preguntó y, justo después, sus ojos se centraron en una de las bancas de piedra cercanas al edificio. Bajo ella, dos pares de ojos resplandecientes a la luz de los últimos rayos del atardecer le observaban con recelo.
Spike suspiró aliviado; lo único que debía hacer era llevar al pequeño de regreso a la biblioteca, y todo estaría bien. Se aproximó sin prisas a la banca ignorando los gruñidos del can, y se agachó para extender su garra hacia el pequeño animal.
—Vamos, es hora de... —Se vio interrumpido cuando una de las cabezas lanzó un mordisco a su garra.
El dragón retiró el brazo, sorprendido, pero incapaz de despegar la vista de los rostros del cachorro. Allí, fue capaz de distinguir con claridad al can. La mirada de sus dos cabezas permanecía clavada sobre él al igual que antes, amenazante. Pero, más allá de la expresión amenazante que este exponía, el dragón vio algo más: miedo. ¿Pero a qué? ¿Le tenía miedo a él? De seguro, en parte. Pero el origen del miedo no era ese.
Recordaba haber notado esa misma mirada muchos años atrás, cuando sus amigas intentaron relacionarse con Peewee. El fénix se había mostrado temeroso de acercarse a alguien más que no fuese el pequeño dragón, por lo que siempre se mantenía cerca de él, y el ortro ahora se encontraba en esa misma situación, atemorizado, y alejado de la única potra en quien confiaba. Y eso sin contar que provenía de un lugar muy diferente a ese pueblo. ¿Y de repente una correa? Poniéndose en el lugar del animal, Spike también hubiera querido escapar, regresar a lo que él conocería como su antiguo hogar.
Pero no lo había hecho. Estaba demasiado cerca del bosque, así como de los llanos e infinitos campos que rodeaban el pueblo de Ponyville, pero aún así no había escapado. ¿Por qué? No lo era en un principio, pero luego de apenas reflexionarlo la respuesta estuvo tan clara como el agua.
—Quieres estar cerca de ella —musitó el dragón.
Lo había notado antes cuando, luego de morderle por primera vez, el pequeño se retiró a esconderse detrás de Sweetie. No creía posible que el animal se escondiera detrás de alguien en quien no confiara, después de todo. No solo era cariño lo que los unía, no solo la confianza, o la dependencia. Era un lazo de amistad que, en muy poco tiempo, los había unido a ambos.
—Siento haberte hecho eso, pequeño. Pero Sweetie no tuvo la culpa de nada, y ahora está galopando por ahí, preocupada por ti, buscándote por todas partes —le dijo en voz baja, riendo después—. Sé que no me entiendes, pero... solo espero que te des cuenta de que le importas, de que quiere ser tu amiga, y de que quiere estar junto a ti.
El cachorro continuaba con sus ojos clavados en el dragón, esperando algún ataque por su parte, una arremetida repentina, y se puso en guardia una vez más cuando le vio moverse.
—Te prometo que no volveré a atarte —declaró, riendo al incorporarse.
El cachorro había dejado de gruñir unos segundos atrás, ahora asomando la cabeza con cierta duda, intentando no perder de vista al dragón que ahora había comenzado a alejarse de la banca, y quien luego volteó hacia él.
—Anda, vamos. La noche suele ser fría en estos días.
Aún tenso, el cachorro salió de su escondite y allí permaneció, sentado frente a la banca, compartiendo una mirada mantenida con el dragón. Las palabras del mismo no eran entendidas por la criatura, pero Spike esperaba que sus sentimientos si lograran llegar a él, y entendiera que podía regresar con la unicornio. No hubo necesidad de ello cuando el can oyó el inconfundible llamado de la poni que había cuidado de él a lo largo de todo el día.
—¡Pequeñín! —llamó Sweetie a la carrera, a la izquierda de la fuente.
El cachorro ladró por dos en respuesta mientras corría a toda velocidad hacia la yegua, quien se sentó sobre sus cuartos traseros para recibirle entre sus brazos, y recibiendo el doble de lamidas en forma de un infinito cariño mientras ella reía de forma descontrolada, rebosante de felicidad.
—¡Me tenías preocupada! ¿Dónde te habías metido?
Al acercarse, Spike no podía hacer más que observar la escena con una ternura indescriptible. No hizo falta decir nada más; el vínculo de amistad que el dragón preveía se exponía justo frente a él, casi tangible.
Para cuando llegaron a la biblioteca, con Sweetie llevando al ortro en su lomo, la noche ya había caído, y aún así la alicornio lavanda aún no había regresado a casa. Spike consideró que el tren probablemente se había retrasado por problemas en las vías, lo cual sucedía de vez en cuando.
Ambos ingresaron en la sala central, y de ahí a la cocina. El dragón solo necesito revisar la alacena un momento para hallar lo que buscaba: una hogaza de pan que había quedado en la mañana. Partiéndola a la mitad, cedió un pedazo a cada cabeza, las cuales aceptaron con gusto el bocadillo. Y una vez con alimento en sus hocicos, el cachorro se refugió bajo la mesa circular de la sala central para cenar.
—Tienes que admitirlo, es muy tierno —añadió ella, mientras ambos le seguían el rastro.
—Creo que cada uno tiene su propio concepto de ternura —pensó en voz alta, viendo que una de las cabezas había soltado su porción en el suelo para pelear fervientemente por la mitad restante con la otra cabeza—. ¿No crees que necesita un nombre?
—Sip, pero en realidad debería tener dos nombres. Fluttershy me contó que cada cabeza piensa de forma distinta, por lo que básicamente serían dos perros en uno. Cada uno debería tener un nombre.
—Podrías llamar a los dos con el mismo nombre, ¿Quién se daría cuenta?
—No lo sé, no me parece correcto —dudó ella, sonriéndole después con decisión—. Sip, le pondré dos nombres.
—De acuerdo. ¿Puedo sugerir "Inde" para uno, y "Seable" para el otro?
—No es gracioso —le reprendió, sin ni siquiera voltearse.
Pensar en un nombre no era fácil, y siendo la presente su primer "mascota", la elección lo era incluso menos. Pero al final se decidió por uno, el nombre del perro protagonista de un cuento para potrillos que había leído años atrás.
—Toby me gusta, siempre quise tener un perrito y ponerle Toby —reveló ella, sonriente.
—¿Y cuál de los dos será el afortunado?
—Mmm... tú. Tienes más cara de Toby. ¡Eres un buen chico, Toby! —acarició la cabeza izquierda, cuando ambos habían terminado de cenar.
"¿Está bromeando? Los dos tienen casi la misma cara", pensó el dragón.
—Spike —llamó mientras acariciaba al can, y el dragón se sobresaltó. ¿Acaso lo había dicho en voz alta sin darse cuenta?— ¿Quieres elegir el nombre del otro? —preguntó amablemente.
—Soy malo para los nombres, Sweetie. Creo que lo sabes mejor que nadie.
—Anda, haz un intento —pidió ella, casi suplicante, y viendo que el dragón dudaba, puso en marcha su arma secreta—. ¿Por favor? —preguntó con una mirada que de seguro superaba los límites de ternura permitida y, luego de unos segundos de meditación, Spike soltó el primer nombre que le vino a la mente.
—Tod.
—¿Tod? —preguntó ella, curiosa.
—Tod. Suena bien, ¿no lo crees? Tod, Toby. Tod y Toby, el dúo imbatible. ¿Qué te parece?
—¡Me encanta! —respondió sonriente, ahora dirigiéndose a la cabeza derecha—. Entonces, tú serás Tod. Y tú, Toby. ¿Les gusta? —les preguntó, entusiasta.
Spike no sabía si realmente habían entendido de que iba todo ello, o si tan solo fue casualidad, pero ambos ladraron al unísono con alegría.
—Yo creo que sí —convino el dragón.
De un momento a otro, la puerta de la biblioteca se abrió de golpe, y la alicornio lavanda entró en el cuarto al oír las voces de su alumna y su asistente.
—¡Hola chicos! Siento el retraso, pero el tren se detuvo por un bloqueo de ovejas en el medio de las vías. ¿Todo bien por aquí? —preguntó alegre, cargando con dos pesadas alforjas. Fue entonces que notó al ortro quien, al verla, salió de su escondite y corrió hacia ella sin dudar un instante.
El dragón estuvo a punto de gritar para advertirle, pero fue demasiado tarde. El cachorro saltó contra el pecho de Twilight, que le atrapó en un fuerte abrazo, mientras el pequeño lamía su rostro con un gran cariño y con ambas lenguas. La princesa de la armonía no podía hacer más que reír por causa de ello.
—Oye, oye, ¡tranquilo pequeñín! —intentaba apartarlo, aún sorprendida.
Spike no sabía cómo sentirse al respecto, pues a él le había mordido y gruñido al apenas conocerlo. ¿Y ahora saltaba a Twilight con alegría? ¿Así sin más?
"Tal vez tengan más aprecio por los ponis que por los dragones. O tal vez contigo debió darse cuenta de inmediato que no lo querías cerca. ¿No lo crees?" —habló una voz en su mente, pero Spike la ignoró.
—¿De dónde salió esta lindura? —preguntó la alicornio, no teniendo deseos de soltar semejante bolita de ternura.
—Es... una larga historia —sonrió Sweetie.
Y así, mientras el dragón preparaba té para ambas yeguas, la menor, con el cachorro en brazos, le relató a la princesa todo lo que había sucedido en la mañana. Por suerte, su asistente dragón no necesitaba estar presente en la habitación para oírle con claridad desde la cocina.
—Es muy cariñoso —continuó Twilight sin despegar sus ojos de él, mientras se dirigía al dragón en la cocina—. ¡Spike! ¿Crees que haya algo que podamos darle de comer?
—Está bien, hace poco se comió una hogaza de pan él solo. O ambos. Aún no lo tengo claro.
—¡Es tan lindo! —se enterneció una vez más—. ¿Vas a adoptarlo, Sweetie?
—Eso quería, pero mis padres no me lo permitirán. Cuando crecen se vuelven muy grandes, y no tendrá espacio para moverse en casa. Les pregunté a Apple Bloom y a Fluttershy, pero ninguna de las dos puede ocuparse de él —explicó ella, y la alegría que hasta ese entonces tenía se desvanecía con cada palabra. El ortro notó el cambio de tono en su voz, y miró hacia arriba con curiosidad en busca de su rostro—. No sé qué es lo que haré… pero no quiero alejarme de él.
—Bueno, esta biblioteca es bastante espaciosa —sugirió la alicornio, y Sweetie levantó la mirada, sorprendida e ilusionada—. La verdad, ha estado bastante silencioso aquí desde... bueno, desde hace un tiempo. Y creo que me vendría bien algo de compañía cuando Spike no anda por aquí. Claro, si estás de acuerdo con ello.
Spike dejó de servir las tazas en la mesada de la cocina al oírle, y suspiró. Sabía de lo que hablaba. Había pasado ya un año desde la partida de Owlicious, evento que había golpeado fuertemente tanto a la princesa como a su joven asistente. Ambos habían adoptado al ave como parte de su pequeña familia, por lo que su ausencia había dolido en el corazón de ambos.
Claro, el ortro nunca podría ocupar el vacío que el pequeño búho había dejado atrás, pero sin duda ayudaría en sobremanera a la alicornio. Por esa razón, si ella tenía intenciones de adoptar a aquel cachorro, él no se opondría.
—Puedo cuidarlo, y podrás estar aquí con él siempre que lo desees —continuó ella, algo emocionada también por la idea.
—¿En verdad? —preguntó la menor con gran ilusión.
—¡Claro!
—Aw gracias, ¡gracias! ¡Gracias Twilight! —exclamó ella, abrazando al cachorro con fuerza.
—No es nada, en serio —respondió, sonriente y con ojos cerrados.
Una vez la alicornio había comunicado esto al dragón oficialmente mientras tomaban el té sentados a la mesa circular, con los tres libros hechos a un lado, ambos iniciaron los planes para el acomodo del pequeño can en su humilde hogar. En la mañana, Spike se encargaría de comprar tanto un plato de comida como otro de agua, una cama pequeña, y algunos juguetes para roer. Conociendo la naturaleza de la criatura, era inevitable que el mismo tuviera la necesidad de morder el mobiliario, por lo que esperaban que esto fuera suficiente para reducir aquel impulso al mínimo. Por lo pronto, eran sus propios platos los que habían dejado en el suelo para alimentarlo, uno de ellos aún cargado hasta el borde con agua. Y para descansar, un viejo y cómodo cojín que una vez había pertenecido a la mismísima princesa Twilight.
Antes de que el dragón se diera cuenta, la alicornio y su estudiante ya habían comenzado a hablar de sus propios asuntos al terminar el té, con el cachorro acurrucado junto a la unicornio. Spike se incorporó para llevar a la mesada de la cocina los platos y tazas que antes habían usado, y mientras se encargaba de lavarlos oía a Sweetie hablar del incidente de la mañana una vez más, y de su frustración al ser incapaz de mantener el campo de energía que tenía como objetivo proteger a su amiga y al cachorro.
—Es normal, aún no has logrado mantener una esfera completa para ti misma, por lo que abarcar a un grupo de tres con una esfera completa por más de unos cuantos segundos era imposible —explicó la maestra a su pupila.
—Creí que había llegado lo suficientemente lejos para lograrlo, pero… ¿qué tal si de verdad no tengo madera para ésto? —respondió, con gran frustración.
—Sweetie... no tienes que pensar en eso. Como Star Swirl el Barbado dijo una vez: "Un unicornio sabio debe ser consciente tanto de sus fortalezas como de sus debilidades". Has avanzado mucho en lo que a levitación y hechizos de transformación respecta, pero aún te resulta muy difícil controlar los campos de fuerza. En ese momento, podrías haber manipulado los troncos para crear un puente, pasar por encima de los géiseres y rescatar a este pequeño.
—Ni siquiera lo había pensado —intentó rememorar la situación, el tiempo con el que contaba, y la distancia a la cual se encontraba. En efecto, la solución que su maestra le presentaba hubiera sido mucho más eficaz que la que ella había puesto en práctica—. Pensé que solo tendríamos una oportunidad si nos protegía de esa forma, ya que tanto Apple Bloom como Tod y Toby estaban heridos.
—Está bien Sweetie, todo sucedió muy rápido y actuaste con el objetivo de protegerlos a todos, no tienes que sentirte mal por ello. Todo salió bien, después de todo —explicó Twilight al incorporarse, dando por terminado el tema y disponiéndose a iniciar la clase—. Mi profesora de primer año en la Escuela de Magia me dio hace mucho tiempo un excelente consejo, y es uno que por mi parte debería transmitirle a mi joven alumna también: "Cada hechizo en su momento" —habló pausadamente, esperando que la unicornio grabara aquellas palabras en su memoria, y Sweetie asintió—. De acuerdo, ¿quieres que hoy empecemos por los campos de magia para protección y defensa, o expansión y ataque?
—¡Protección y defensa, por supuesto! —respondió al instante, como si de algo obvio se tratase, mientras se incorporaba y se acercaba a Twilight.
Habiendo terminado de lavar los platos, Spike se dispuso a comenzar a preparar la comida, pues ya eran más de las ocho de la noche. Revisó la alacena y no encontró más que enlatados y algunas verduras que habían sobrado de los últimos días.
—Mañana debo hacer las compras —susurró, haciendo una pequeña anotación en su libreta mental.
"Qué vergüenza, visitas en casa y no hay algo apetitoso que ofrecer. Aunque…"
—¿Tarta de espinacas? Servirá.
Retiró del mueble en efecto dos atados de espinacas, dos cebollas, tres huevos, y un pote de queso para nachos que había quedado de la noche anterior, dejando todos los ingredientes para el relleno sobre el lado derecho de la mesada, pues el izquierdo estaba ocupado por la vajilla limpia. Devuelta a la alacena, tomó en sus garras también un paquete de harina, otro huevo, el pote de mantequilla, y el salero.
—La forma está perfecta, pero estás esforzándote más en ello que en darle resistencia. Si continúas así, el escudo no durará más que unos pocos segundos —explicaba Twilight, desde la otra habitación. Sonriente, Spike consideraba que su hermana mayor era una excelente profesora, aunque una muy exigente también—. Perfecto, ¡eso está mucho mejor!
Volviendo a sus asuntos, tomó uno de los boles ya lavados y vertió en él la mitad de la harina, el huevo, una cucharada sopera de mantequilla, una pizca de sal, y un poco de agua del grifo. Dentro del mismo, con sus garras comenzó a integrar los ingredientes, los cuales poco a poco se convirtieron en masa. Una vez listo este paso, debería dejar reposar el preparado en tanto se ocupara del relleno. Fue entonces que, a su lado, algo llamó su atención.
—¿Eh? —volteó a la izquierda, y miró hacia abajo. Se trataba del cachorro, que le mantenía la mirada como si esperara algo—. No tengo nada para darte ahora mismo, tendrás que esperar a las sobras. ¿Crees que puedas? —preguntó, y el cachorro inclinó ambas cabezas hacia la izquierda, sin cambiar su expresión. Spike nunca lo admitiría, pero aquella imagen si que le proyectaba algo de ternura—. Tomaré eso como un sí. Veamos, ahora necesito...
Dejó al cachorro un momento mientras se disponía a preparar el relleno de la tarta. Al haber ubicado los ingredientes y el orden en el cual debía de utilizarlos, volteó una vez más a ver al cachorro, pero no lo encontró a su lado.
—¿Dónde se ha metido?
Al voltear a su espalda por pura casualidad, alcanzó a ver a Tod y a Toby subidos a la alacena, intentando abrir el frasco de galletas de la cocina con sus fauces, antes de resbalar, y siendo capturado por el brazo del dragón un instante antes de tocar el suelo. Spike suspiró con alivio, y observó con resignación el hecho de que, habiéndose tomado del estante de madera para no caer él también, hundió sus garras en el mismo.
—Twilight se va a molestar por eso. Eh, supongo que no podré confiarme contigo… o con ustedes, mejor dicho —dijo al sostener a la criatura frente a él. Ambas cabezas lamieron su nariz con cierto cariño, y el dragón cerró los ojos con una sonrisa en los labios—. Eso no te servirá conmigo.
En tanto, Sweetie se encontraba en la sala central con la princesa de la armonía frente a ella, ambas mirándose a los ojos con determinación en sus miradas. En la mesa, los libros que la potra antes había alcanzado seguían abiertos de par en par.
—¿Estás segura de que quieres poner todo en práctica? —preguntó Twilight.
—Sí, estoy segura.
—¡Oigan, no se atrevan a hacer un desastre en la sala! ¡Acabo de limpiar! —oyeron la cansada voz del dragón desde la cocina.
—¡Entendido! —respondió Twilight, antes de iluminar su cuerno con una luz violácea, la cual se expandió hasta cubrir toda la sala, cerrando las salidas y protegiendo el mobiliario. De un momento a otro, la estancia resplandecía con aquel color característico de la alicornio—. Un unicornio entrenado debe saber valerse de sus conocimientos, y saber cómo ponerlos en práctica en la situación adecuada. Si miras a tu alrededor, verás que no puedes depender del entorno para enfrentarme, sólo cuentas con tu magia y tus aptitudes físicas. ¿Lo entiendes?
—Sí —respondió, confianzuda, y emocionada.
—Cuando estés lista, Sweetie —declaró, expectante.
—¡Nací lista! —exclamó, dando un salto hacia atrás e iluminando su cuerno con un resplandor verde claro, disparando un rayo que impactó de lleno con un nuevo escudo violáceo que protegía a la princesa.
"Un campo dentro de un campo", pensó ella.
—Tus ataques aún no tienen la fuerza suficiente —dijo, desvaneciendo el escudo a su alrededor con ojos cerrados, antes de abrirlos de repente—. ¡Veamos cómo está tu defensa! —exclamó al lanzar un rayo púrpura contra el escudo recién formado de la unicornio menor.
El campo de Sweetie apenas resistió el impacto del poderoso ataque de su maestra, estallando en partículas mágicas casi al momento, y dejándola indefensa por un breve instante, instante en que la princesa se teletransportó justo a su lado, lanzándose al ataque y cruzando cuernos con su pupila. Ambos brillaron, estallaron en magia, y separaron a las dos yeguas.
—¡Un unicornio entrenado siempre debe estar listo para reaccionar ante cualquier amenaza! —exclamó Twilight, claramente emocionada, mientras se lanzaba al ataque una vez más, no teniendo intenciones de darle a Sweetie espacio alguno para respirar. Debería actuar en instinto.
No teniendo tiempo para conjurar hechizo alguno, la menor recurrió a su única arma, girando su cabeza con fuerza para chocar su cuerno contra el de su maestra una y otra vez, como si de espadas se tratasen. Y el hecho de que Twilight no estuviera utilizando hechizo alguno en ese momento era para ella evidencia de que un combate cuerpo a cuerpo era justo lo que quería, idea que confirmó cuando un barrido de la pata derecha de la mayor la hizo trastabillar, para acto seguido girar para patearla con sus cascos traseros, movimiento que Sweetie imitó sin perder un instante, resultando en un sonoro choque luego del cual ambas se voltearon para quedar enfrentadas.
Sweetie Belle no podía evitar sorprenderse al ver que su maestra, luego de tales movimientos, apenas daba señal alguna de agitación, mientras que ella era incapaz de recuperar el aliento. Y frente a los ojos de Twilight, estaba claro que la sesión había llegado a su fin, por lo que desvaneció el escudo que protegía el espacio.
—¿No vamos a continuar? —cuestionó Sweetie, extrañada.
—Debes seguir practicando —explicó ella, optando por aquella opción por no decir que aún no estaba lista para enfrentarla seriamente. Aún así, Sweetie Belle fue capaz de deducir esto último, mostrándose algo afectada por ello.
—Twilight... ¿De verdad crees que puedo mejorar? —preguntó con cierta duda, y la alicornio le sonrió al aproximarse.
—Estoy segura —respondió, colocando un casco en su hombro derecho en señal de apoyo—. Nunca, nunca, nunca te des por vencida. ¿De acuerdo? —le dijo, y la unicornio menor asintió repetidamente, con seria mirada.
Ambas ponis continuaron la clase con uno de los clásicos preferidos de Twilight: "Levitación, ¡Un poder fuera del límite físico!". En tal texto se explicaban los métodos para entrenar tal técnica de forma que el usuario pudiera ser capaz de levantar varias veces su propio peso, sin sentir el cansancio que esto podría causar sobre su cuerpo.
Tanto maestra como alumna se encontraban conversando sobre él, sacando conclusiones y deduciendo cuál era la mejor manera de avanzar desde aquel punto, para que Sweetie Belle pudiera aprender tales técnicas a su propio ritmo. Y cuando el campo de energía que protegía la habitación se había disipado, Tod y Toby habían ido en busca de la potra, al lado de quien se acurrucaron para descansar desde entonces.
Los segundos se hicieron minutos, los minutos se convirtieron en horas, y para cuando se dieron cuenta, el reloj marcaba ya las diez de la noche, y el dragón advirtió que la cena pronto estaría lista. Haciendo caso a sus palabras, pronto desocuparon la mesa de la sala central, devolviendo los libros a su estante original y colocando en su lugar los respectivos platos para todos, cubiertos adecuados, vasos, y una jarra con jugo de manzanas cosechadas por el propio dragón. Al poco tiempo, el grupo estaba disfrutando de una deliciosa tarta de espinacas, como una gran familia.
—Entonces, ¿qué tal fue la lección? —preguntó el dragón, degustando el primer bocado de su porción.
—Ha estado muy bien. Había un detalle con el cual no había contado esta mañana al crear el campo de energía, pero ahora lo tengo claro —respondió Sweetie, orgullosa.
—Has mejorado mucho. El sábado próximo veremos un nuevo libro sobre campos de fuerza expansivos. ¿Te parece bien? —sugirió Twilight, tomando un nuevo bocado.
—¡Genial! —exclamó ella, sus ánimos calmándose por un segundo—. Pero... uh, olvidé mencionarlo. El sábado quizá llegue un poco más tarde. Iré con Apple Bloom a Canterlot en la mañana, y quizá me tarde un poco.
—¿Vas a audicionar? ¿En verdad? —preguntó Spike, sorprendido.
—¿Cómo sabes... cuándo dije...? No, en realidad... —tropezaba con sus propias palabras, confundida.
—Calma, no tienes que ponerte nerviosa. Vi el anuncio de una banda pegado en la base de la caja en la que trajiste al cachorro. ¿De verdad vas a audicionar?
—No, no, claro que no. La escuela no me deja tiempo para ocuparme de esas cosas, y además los fines de semana tengo clases también. Sólo iremos a ver el ensayo. ¿Recuerdas a Rumble, nuestro compañero de escuela? Es el guitarrista de la banda, y nos invitó a Apple Bloom y a mí a verle cuando quisiéramos.
—¿Las invitó, o te invitó? —preguntó de forma sugerente, mientras bebía un poco de jugo.
—Es lo mismo, ¿o no? —respondió Sweetie, ligeramente ruborizada.
—Nop, no es lo mismo —continuó el dragón, divertido al notar el nuevo tono en las mejillas de la unicornio.
—Solo voy a verlo por cortesía, ¿está bien? —dijo ella, desesperada por cerrar el tema.
—Claro, no estoy asumiendo ninguna otra cosa. ¿Por qué estás tan a la defensiva? —devolvió él, con un gesto y sonrisa que se antojaban insoportables para la menor.
—Oigan chicos, calma —los detuvo Twilight, al notar la tensión creciente—. Entonces, ¿vendrás más tarde a las clases?
—Estoy segura de que podré estar a las seis, a más tardar.
—Perfecto. ¿Y tú, Spike?
—Quizá regrese por la tarde también, eso sí a Amethyst no se le ocurre algún otro lugar a donde ir cuando despertemos.
—¿Amethyst? —preguntó Sweetie, con curiosidad.
Sabía que se trataba de la unicornio que de vez en cuando veía los fines de semana, cuando la misma venía desde Canterlot para visitar a su amigo dragón. Y entonces pensó que aquel podría ser su punto débil.
—El viernes es mi cumpleaños, y en la noche iremos a Fillydelphia a ver a Wildfire en vivo. Volveremos a Canterlot al amanecer, y de ahí veremos que sucede.
—Suena a que son muy buenos amigos —habló la unicornio con el mismo tono que el dragón había usado, su estrategia en extremo obvia para los presentes.
—De hecho sí, somos muy buenos amigos, en extremo cercanos, más de lo que te puedes imaginar. ¿Quieres que te cuente con lujo y detalle que tan cercanos somos? —preguntó con una ceja arqueada, mientras las mejillas de Sweetie Belle pasaban de un rosado claro a un rosado fuerte.
—¡No! No, no, no. ¡Prefiero no saber! —negó con vehemencia, frente a lo cual tanto Spike como Twilight rieron—. Pero hablando en serio, ¿de verdad están…? —preguntaba, interesada.
—Mi abogado dice que no tengo que responder esa pregunta —declaró, tomándose su tiempo para beber el resto del jugo.
—¡Vamos Spike! ¡Sabes que subsisto con esa clase de chismes! Además, ¿una poni a la que le gustan las escamas? Eso suena bastante interesante, si me lo preguntas.
—Oye, eso duele —dijo Spike, llevándose una garra al pecho de manera teatral.
—Por cierto, dale mis saludos a Rumble cuando lo veas. No lo he visto por el pueblo en una eternidad —comentó Twilight, regresando al tema original, pues fue cuando recién se había coronado como princesa la última vez que le había visto en el pueblo.
—Sí, me contó que se mudó con su hermano a Canterlot cuando éste se convirtió en Wonderbolt. Terminó la escuela, y ahora está en el negocio de la música.
—¿Y cómo le está yendo?
—A decir verdad, no lo sé. No llegué a preguntárselo la última vez que lo ví, así que supongo que lo averiguaré el sábado.
—¿No le dirán a Scootaloo que las acompañe?
—Scoot ha estado ocupada preparándose para entrar a la Wonderbolts Academy. La verdad, no la hemos visto mucho últimamente.
—Es cierto, Rainbow me contó que haría el examen de ingreso dentro de dos semanas.
—Sí, la vi hace unos días comprando barras y bebidas energéticas en el mercado del pueblo. Se ve que preparó un entrenamiento bastante pesado para estos días, —comentó Spike.
—Cielos, y le dijimos que no se sobre exigiera. No hace más de medio año se había dislocado el ala derecha, y aún no ha aprendido la lección —suspiraba ella, cuando algo rozó su costado. Se trataba del cachorro una vez más—. ¿Qué sucede, chicos? —preguntó, pero sus ojos suplicantes no dejaban duda alguna—. Aw... aquí tienen —les cedió parte de la rebanada de tarta, algo que Spike no se tomó a bien.
—No le des de comer en la mesa.
—No seas aburrido —reprendió ella, despreocupada.
—Si lo haces, cuando quieras darte cuenta estarán sobre la mesa —dijo él, y Sweetie suspiró cansadamente.
—De acuerdo —asintió, acariciando a ambos—. Les daré de comer después, ¿Si? —advirtió, y ambos partieron rumbo al cojín de nueva cuenta, donde dieron algunas vueltas hasta encontrar una posición cómoda, y allí se quedaron, espectáculo que los tres presentes admiraron con atención.
—Hay que cambiarle las vendas mañana, ¿verdad? —preguntó Twilight.
—Así es. Aunque, si están ocupados, no se preocupen. Yo misma puedo hacerlo al regresar.
—Claro que no, no hay ningún problema.
—Por cierto, Twilight. ¿Está bien si me quedo? Es algo tarde para regresar a mi casa, y no quiero despertar a mis padres.
—Seguro. Tus padres saben que estás aquí, así que no creo que haya problema —respondió la alicornio.
—Puedes dormir en mi cama, tengo una bolsa de dormir para mí —ofreció el dragón.
—Gracias Spike, eres muy atento —le sonrió ella.
—Ni lo menciones.
La cena siguió su curso normal en ese entonces, con los presentes platicando sobre sus planes para el resto de la semana, con su nueva mascota llamándoles la atención cada tanto. Finalmente, el cachorro regresó y encontró lugar sobre las patas de Sweetie, deseando ser parte de aquel círculo.
Para cuando terminaron, vieron que el reloj estaba a punto de marcar las once de la noche, y supieron que ya era hora de dormir. Twilight, por su parte, se despidió apropiadamente de los tres presentes y partió escaleras arriba rumbo a su habitación. Siendo que ella debía levantarse a las ocho de la mañana, contaba con varias horas de sueño para reponer sus energías. Mientras tanto, Spike levantaba los platos con ayuda de la unicornio, seguida por su fiel can.
—Está bien, puedo con esto —dijo, mientras se dirigían a la cocina.
—Soy una invitada. No me sentiría bien si no ayudara al menos con esto.
—De acuerdo, como quieras —aceptó—. De cualquier forma, no hay mucho que hacer por aquí. Yo iré lavando, y tú puedes ir secando si así lo quieres.
—Por supuesto —aceptó, tomando el paño de cocina, lista para el trabajo, y observó por el rabillo del ojo que el cachorro se había retirado una vez más al cojín de la sala—. Parece que Doble T no tiene intenciones de ayudarnos.
—¿Doble T? —se extrañó—. ¿No habías dicho que no era correcto llamar a ambos de la misma manera?
—Porque sus dos cabezas piensan diferente la una de la otra. Ahora mismo, no parece que estén en desacuerdo —razonó ella, aunque Spike aún no alcanzaba a encontrar la lógica de aquel sistema, así que lo pasó por alto.
Una vez habían terminado con los quehaceres, Sweetie guió al can al exterior de la biblioteca para hacer sus necesidades, mientras que Spike iba en busca del saco de dormir guardado en el armario, extendiéndolo a los pies de su cama. Siendo que Tod y Toby no contaban con una cama adecuada para la ocasión, el dragón accedió a que el cachorro durmiera esa noche en compañía de la unicornio. Y habiéndose deseado las buenas noches, ambos se recostaron disponiéndose a dormir, pues aquel había sido un largo día.
Cuando el reloj marcó la medianoche, la unicornio y su peludo nuevo amigo yacían en el mullido lecho del dragón, mientras que el mismo reposaba no dentro, sino sobre la bolsa de dormir que hubiera ubicado a los pies de la cama. Tanto Spike como Tod y Toby habían quedado profundamente dormidos, pero Sweetie era incapaz de conciliar el sueño mientras acariciaba el lomo del cachorro durmiente.
Al cabo de un rato, y aún sabiendo que a la mañana siguiente tendría clases muy temprano, encontró que sería incapaz de dormirse en aquel momento. Se alejó con lentitud y cuidado, intentando no despertar al cachorro, y se arrimó al borde inferior de la cama, reposando su cabeza en la sección de la manta que cubría la estructura de madera. Allí, se detuvo a observar al dragón con detenimiento. Estuvo a punto de hablarle, buscando a un compañero de charla en aquella noche de insomnio, pero al verlo tan tranquilo le era difícil atreverse a perturbar su sueño.
—¿Qué sucede, Sweetie? —preguntó el dragón, sin abrir los ojos.
—¿No estabas durmiendo?
—Lo intentaba, y tú también deberías. ¿No tienes clase mañana? —preguntó, abriendo los ojos.
—Sí, pero sigo pensando en todo lo que sucedió. Estoy cansada, pero no puedo dormir.
—Fue un día bastante largo, sí.
—¿De verdad no te molesta que Tod y Toby se queden aquí?
—¿Hablas de la cama o de la biblioteca?
—De ambas —aclaró la unicornio.
—Claro que no. Solo espero que no vaya a ensuciarla.
—¿Hablas de la cama o de la biblioteca? —devolvió Sweetie, sonriente.
—De ambas. Principalmente de la cama.
—No lo hará. Además, estoy segura de que despertará mucho después que tú o yo —razonó, dirigiéndole la mirada al can durmiente—. Es una de las cosas más bonitas que he visto.
—Por mi parte, no puedo decir lo mismo —dijo el dragón, somnoliento. La unicornio se volteó hacia él, extrañada—. Nada, solo estoy pensando en voz alta.
—Oye... no estás coqueteando conmigo, ¿verdad? —sonrió ella.
—Por supuesto que no.
—No lo sé. Viéndolo desde afuera estoy recostada en tu cama, frente a ti. Dices algo como eso...
—No estaba pensando en ti, si es lo que te preocupa.
—¿No? —preguntó, con desilusión fingida.
—No tienes remedio —dijo divertido, con su amiga riendo desde las alturas—. Deberías dormir. A este paso no despertarás a tiempo.
—Tengo que levantarme a las seis para tomar el tren, así que no te preocupes, incluso llegaré temprano. Aunque me costará estar lejos de mis chicos durante todo el día —explicó ella.
"Mis chicos", resonó la frase en la mente de Spike, soltando una pequeña risa ante ello.
—¿Qué es tan gracioso? —preguntó al notarlo.
—No es nada. Vendrás a verlos al regresar, ¿no es así?
—¿Acaso soy tan predecible?
—Creo que ambos somos bastante predecibles, y es obvio que les has tomado mucho cariño —dijo, y recordó entonces que solo saldría de casa en la tarde, para ir con Applejack. El resto del día lo tendría libre—. Estaré aquí en la mañana, así que los cuidaré mientras Twilight da sus clases matutinas.
—Luego te daré el dinero para los platos y los juguetes.
—¿De dónde sacarás dinero?
—Tengo una mesada por parte de mis padres.
—Está bien, guárdala. Ahora también son mi responsabilidad, después de todo.
"Mi responsabilidad", pensó ahora Sweetie, sonriendo ante ello.
—¿Por qué me miras así?
—Creo que me perdí entre el momento en que los sacaste afuera, y los tomaste como tú responsabilidad.
—Oh, por favor —se volteó algo molesto, y Sweetie rió al ver que había logrado fastidiarlo—. Por cierto, esta tarde... antes de que llegaras, encontré algo interesante en el sótano. Iba a decírtelo, pero luego sucedió lo del cachorro —Sweetie ya iba a cuestionar al respecto, casi con desespero, pero Spike la detuvo en seco—. Nop. Te lo contaré, pero debes guardar el secreto y jurar que nunca, pero nunca, se lo dirás a nadie. ¿De acuerdo?
—Sí, sí, de acuerdo. ¿Qué es? ¿Qué es? —inquirió, curiosa y emocionada.
—Ven, sígueme —le dijo al incorporarse.
Cuando Sweetie se levantó, las dos cabezas del cachorro bostezaron largamente, antes de seguirles el paso escaleras abajo. Un par de puertas y un par de escaleras después, y los tres se encontraron frente al estante que conformaba el pasadizo secreto del subsuelo. Spike lo hizo a un lado sin mucho esfuerzo, develando la misma habitación en penumbras que Sweetie recordaba, solo que esta vez algo había cambiado. A la luz de las velas del candelabro que Spike había acercado, un nuevo sector de la habitación había sido revelado.
Un pequeño cuarto tras el lugar donde ella recordaba, estaba el estante, ahora se extendía un hueco de aproximadamente un metro de profundidad, en cuyo centro se hallaba alguna especie de escotilla metálica gris con una manivela plateada en la parte superior, y un triángulo dorado grabado alrededor de la misma, con un hueco de cerradura en cada una de las tres esquinas. La unicornio estaba sin habla frente a la imagen que semejante lugar proyectaba.
—Lo sé, increíble. ¿Cierto? —animó Spike.
—No lo sé, creo que... me inquieta un poco. ¿Qué hay ahí abajo?
—No tengo ni la menor idea. Está cerrado, y hay tres huecos de cerradura.
—¿No has probado forzándolos?
—Son para llaves pequeñas, tipo candado. No hay forma de que pueda forzar eso con mi garra meñique. Y si trato de derretir los mecanismos con mis llamas y fallo, podría quedar cerrado para siempre. No voy a arriesgarme —explicó el dragón, mientras Tod y Toby se acercaban al extraño objeto metálico, olisqueando con cautela.
—¿Cómo lo hallaste?
—En la parte de atrás del estante donde estaba el libro sobre el diamante púrpura, había un símbolo grabado con el motivo de la Rosa Eterna. Resultó ser que no era un símbolo, sino un interruptor que activaba la estantería tras la cual estaba esto.
—Interesante, suena como a algo sacado de "Daring Do y el Cáliz del Grifo".
—¿Has leído a Daring Do? —preguntó, sorprendido.
—Luego de nuestra pequeña aventura en el bosque, me entró la curiosidad. Aunque estoy leyendo tan solo el tercer libro desde hace unos días —aclaró ella, quedando pensativa unos segundos después—. La Rosa Eterna... hace un tiempo dijiste que era una de las joyas más codiciadas que existían, ¿no es así? Pero, si bien el diamante estaba oculto en el bosque, en un lugar prácticamente inaccesible sin las indicaciones adecuadas, no estaba tan asegurado como esto —dijo al acercarse a la escotilla que el cachorro olisqueaba, examinándola con detenimiento a la luz de su cuerno—. Y a simple vista se ve que ambos, el diamante y esta escotilla, están relacionados.
—¿En qué estás pensando?
—Si la Rosa Eterna se guardó en aquel templo, ¿qué fue lo que guardaron aquí? —se volteó a preguntar, sonriendo ante el enigma que aquella entrada representaba.
—No lo sé, pero vamos a averiguarlo. ¿Qué dices? —ofreció su puño cerrado, el cual la unicornio chocó al instante con su casco.
—Estoy adentro. ¿Por dónde empezamos?
—Espera, ¿ahora?
—¡Por supuesto! Cuando la aventura llama, debes atender el llamado —dijo ella, citando a Daring do. El dragón se alegró de tener a su compañera una vez más a su lado para resolver aquel misterio.
—Bien, de acuerdo —se aproximó al lugar nuevamente—. Para abrirla necesitamos tres llaves, pero no tenemos idea de donde están. Lo primero que deberíamos hacer es buscar pistas.
—Quizá haya algo sobre esto en el libro de la Rosa Eterna. Debemos estar atentos a cualquier indicio, frase u oración en la que se mencione alguna llave —explicó mientras tomaba el libro del estante secreto.
—Es probable. En cualquier caso, si no encuentras nada en él, puede que hallemos algo en el resto de libros y rollos de aquí —aceptó, ahora buscando entre los mencionados documentos del estante anterior uno por el cual empezar—. No te levantarás en la mañana. Lo sabes, ¿cierto?
—Por supuesto que sí. Ni siquiera tengo sueño, puede que incluso vaya a la escuela sin dormir. ¡No hay ningún problema!
—Te tomaré la palabra. Bien, empecemos.
Al instante, ambos amigos pusieron cascos y garras a la obra. Aquel misterio, su secreto mutuo, sería algo que ellos mismos resolverían por su cuenta, sin necesidad de intervención por parte de sus hermanas mayores y amigas.
Mientras Sweetie investigaba el libro que hablaba sobre la Rosa a la luz de su cuerno, examinando con detenimiento los espacios borrados por el tiempo en la escritura, Spike inspeccionaba los rollos a la luz de las velas, intentando no pasar ningún detalle por alto. Cualquier signo fuera de lugar, cualquier analogía, cualquier mensaje críptico. Deberían analizar aquel material de lectura con suma minuciosidad para desentrañar el enigma de aquella puerta.
El tiempo en aquella habitación pasó casi sin que ninguno de los dos se hubiera dado cuenta. La mayor parte del tiempo estuvieron sentados en el suelo, espalda contra espalda mientras el dragón sostenía los viejos rollos en sus garras, y la unicornio levitaba el libro abierto frente a ella, con el cachorro ahora durmiendo sobre sus piernas. En un momento dado, Spike se dio cuenta de que Sweetie estaba cabeceando, ahora con el libro apoyado contra la parte baja de sus piernas. Su levitación había perdido fuerza.
—¿Tienes sueño?
—Un poco —dijo, antes de bostezar largamente—. ¿Qué hora es?
—Son las tres de la mañana.
—Rayos...
—Te lo advertí.
—No importa, no importa. Con tres horas de sueño será más que suficiente.
—¿Estás segura?
—Claro. No es como si necesitara ocho horas diarias, como cierto dragón.
—Mi desgaste físico es mucho mayor que el tuyo —alegó.
—Pero no creo que sea mayor al psicológico —se defendió, y bostezó una vez más—. Después de todo debo soportar al menos a tres profesores terriblemente exigentes por día.
—Entonces me alegra no haber intentado ser músico.
—¿Sabes tocar algún instrumento? —preguntó divertida, con voz somnolienta.
—Nop. Aunque debería considerarlo algún día, estas garras tendrían cierta utilidad en ese ámbito. ¿No lo crees? —preguntó alegre, no recibiendo respuesta—. ¿Sweetie? —preguntó una vez más, recibiendo de respuesta una serie de fuertes ronquidos que, de alguna forma, no alcanzaban a despertar al cachorro tendido sobre sus piernas. Sonriente, Spike finalmente enrolló los escritos. Sabía que no podrían avanzar mucho más aquella noche.
Habiendo antelado la situación, había traído consigo dos almohadas y dos mantas. Alcanzando con su brazo la primera, se reemplazó a sí mismo con la almohada con extrema delicadeza, dejando que Sweetie reposara su cabeza en la misma, y sin mover al cachorro que dormía sobre ella. Habiéndose apartado, procedió a guardar su libro, y a cubrirlos a ambos con una manta gruesa, asegurándose de que no pasaran frío en la noche. Luego, acomodó su almohada contigua a la de la unicornio, recostándose junto a ella con objeto de hacerles compañía en las pocas horas que quedaban hasta el alba, además de asegurarse de que la su amiga despertaría a la hora indicada al colocar la alarma correspondiente en su reloj de muñeca.
Bien podría haber cargado a la unicornio y al ortro hasta su lecho, encontrando un lugar más cómodo para dormir, pero luego de lo que le había costado a su amiga el poder cerrar los ojos por un momento, Spike pensó que no había necesidad de arriesgarse a despertarla por ello. Además de que en la comodidad del lecho y la bolsa de dormir, probablemente ninguno de los dos despertaría a tiempo.
Solo un pequeño vestigio de luz de luna se atrevía a irrumpir en la oscuridad de la habitación secreta, donde tres seres completamente diferentes el uno del otro descansaban aquella madrugada. El dragón permaneció despierto unos pocos minutos, contemplando el bulto que representaba el ortro bajo la sábana de Sweetie, luego pasando al rostro de su amiga, vagamente iluminado por aquella gentil luz. Intentó divisar las facciones que recordaba en la oscuridad parcial, luego sonriéndole, aún sabiendo que ella no podía verle, antes de partir al mundo de los sueños. Sin darse cuenta, se había acostumbrado a los ronquidos de la unicornio.
