Capítulo 9 – Juega conmigo
Un extraño pitido molestaba a la somnolienta yegua, quien buscando su origen a tientas con sus cascos en la oscuridad encontró la manera de detenerlo al tocar un pequeño botón, e hizo un intento por retomar aquel sueño tan agradable del cual disfrutaba hacía unos pocos segundos. Un brazo la rodeó por la espalda y la cobijó entre sueños, y ella se dejó llevar por aquella nueva comodidad y calidez que había hallado, pero se giró contra su nueva almohada para evitar la molestia que le causaba el resplandor del sol, que se colaba a través de las ventanillas del sótano alcanzando la habitación secreta, y al hacerlo rozó su rostro con una superficie extraña.
Al abrir uno de sus ojos se encontró con algo color verde pálido, y al mirar hacia arriba vislumbró el rostro del dragón tapado por el vientre del cachorro quien, en algún momento de la noche, había descubierto un nuevo lugar donde dormir. Sonrió ante la escena, divertida, preguntándose cómo reaccionaría Spike al despertar y descubrir que alguien había apagado el sol.
Luego se percató de que, recostada contra él y reposando la cabeza en su pecho, el dragón la había rodeado por la espalda con el brazo derecho. Si bien cualquiera que los hubiera encontrado en aquella postura hubiera tenido ideas incorrectas al respecto, el único pensamiento que cruzó por la mente de Sweetie fue que el pecho de Spike constituía una almohada más cómoda de lo que esperaba, aparte de cálida y agradable. Fue entonces que tuvo la sensación de estar olvidando algo muy importante. Sabía que, en medio de su sueño, había trepado por el cuerpo del dragón para alcanzar el punto de origen de un molesto pitido y así darle fin. Ese pitido era...
—Mmm... ¿Eh? —Al percatarse, rápidamente volteó hacía el brazo de su amigo que recaía en su costado derecho y buscó el reloj con la mirada, para descubrir que ya eran más de las seis treinta de la mañana—. ¡Rayos! —gritó exaltada, golpeando involuntariamente el abdomen de Spike con sus cascos al levantarse. El dragón se sentó abrazando su vientre al ser arrancado de su sueño de una manera tan abrupta, y la bola de pelo marrón cayó en su entrepierna añadiendo un extra de dolor a la situación.
—¡Ow! ¡Sweetie! ¿Qué demo...?
—¡Lo siento, lo siento! —se disculpó, saliendo con prisas de la habitación secreta.
—¡¿Qué mosca te picó?!
—¡Me quedé dormida! Si no estoy en la estación en diez minutos no llegaré a clase. ¡Y hoy tenemos examen de "Elementos de armonía aplicada" a primera hora! —explicaba con desespero mientras subía las escaleras al trote. Tod y Toby, con su costado vendado, fueron tras ella.
—¿Les enseñan a usar los elementos de la armonía en esa escuela? —preguntó el somnoliento dragón, extrañado.
—¡No es esa clase de armonía, Spike! —gritó desde lo alto, abriendo la puerta de un golpe.
—Cielos, ¿qué más da? —se incorporó con dificultad, sabiendo que no sería capaz de volver a dormir.
Se dirigió al estante secreto y guardó allí los documentos y el libro que antes habían usado, y lo cerró al presionar la parte lateral del fondo falso. De la misma forma, pisó con fuerza la parte superior de la estantería adjunta, la cual se elevó ocultando la sección de la habitación donde se encontraba la escotilla. El dragón esperaba que todo aquello continuara siendo un secreto, al menos hasta que hubieran desentrañado el misterio y pudieran compartir los resultados con sus amigas. Fue entonces que subió en busca de su invitada.
Al llegar al recibimiento encontró a Tod y a Toby intentando extraer con fuerza el mismo ejemplar del día anterior, mientras que Sweetie de seguro estaba en el baño de su habitación acicalándose. Luego de colocar bien el libro en su lugar una vez más, entró a la sala central con el ortro bajo el brazo. En ese momento, Twilight estaba bajando por la escalera con su melena algo desalineada, dando un pequeño bostezo.
—¿Qué es todo ese alboroto? —preguntó, aún somnolienta.
—Tal parece que Sweetie debía levantarse hace casi una hora, y va tarde para un examen —explicó Spike.
—Cielos, no tenía idea —respondió ella con preocupación, mientras la potra bajaba las escaleras con gran agitación—. Sweetie, ¿quieres que...?
—¡Lo siento, lo siento, voy con prisa! ¡Gracias Twilight! ¡Gracias Spike! —se paseó frente a ellos con prisa, abrazando a la alicornio, al dragón, y acariciando con fuerza al cachorro que éste cargaba—. Adiós chicos, ¡los veré esta tarde! —se despidió al partir, cruzando la puerta con la velocidad de un rayo.
Twilight y Spike permanecieron allí parados, somnolientos y sin saber si debían regresar a la cama o iniciar con su día normalmente. Sin necesidad de un extenso intercambio verbal al respecto, ambos optaron por la segunda opción.
—¿Desayunamos? —preguntó la alicornio.
—Seguro —convino al soltar al can, y ambos partieron rumbo a la cocina con una sonrisa divertida, pero el ortro permaneció mirando en dirección a la entrada de la biblioteca, ladrando y gimoteando después.
—Tranquilo, volverá en la tarde —lo consoló Spike al voltearse.
Luego de parar en su hogar durante escasos minutos para recoger sus alforjas y saludar a su madre y padre que en aquel momento desayunaban, Sweetie galopó a toda velocidad por las calles de Ponyville y no tardó mucho en llegar a la estación con un gran cansancio a sus espaldas. Llegó casi arrastrándose hasta la ventanilla, y sosteniéndose del borde con sus cascos, mientras el encargado la observaba sin expresión aparente, poco sorprendido por la forma en la que se había presentado.
—Un boleto para... Canterlot, por favor —habló ella, jadeando en busca de aire y notando que el tren ya estaba en el andén, pronto a partir.
—Son dos bits —Sweetie extrajo de sus alforjas el monto solicitado y lo depositó en el mostrador—. Aquí tiene, tenga un buen día —saludó el poni mayor, pero la yegua lo ignoró al voltearse con prisa.
En cuanto oyó al encargado anunciar la pronta partida del tren, la unicornio tomó impulso y galopó a través del andén con desespero. Dado su agotamiento le resultaba casi imposible acortar la distancia entre ella y la puerta del primer vagón, pero la potra no iba a darse por vencida y desaprobar el examen que le esperaba en la capital. Y sacando fuerzas de donde no las había, saltó a través de la primera puerta, cayendo de bruces al suelo.
—¡Lo logré! —exclamó al incorporarse, adolorida, pero la puerta seguía abierta.
En efecto, el tren aún no iba a salir hasta pasados un par de minutos. El resto de los pasajeros, en tanto, la observaba con curiosidad y extrañeza. La joven yegua quiso por un momento que la tierra la tragara mientras se dirigía a uno de los vagones contiguos, y tomaba asiento frente a un semental mayor, el cual estaba segura, no había sido testigo de su "proeza".
Spike ya había sacado la tetera sin apagar el fuego, pues había hecho uso del mismo para preparar algunas tostadas con el pan que sobraba, en una placa de metal especial para ello. Sirvió el té en las dos tazas puestas en la mesa de la cocina, frente a la cual Twilight permanecía sentada leyendo el periódico matutino, una costumbre que había tomado en los últimos años. Ninguna de las noticias era especialmente interesante ese día, pero le gustaba estar informada de los pequeños sucesos que ocurrían a lo largo de toda Equestria.
Su taza fue llenada casi hasta el borde, y el dragón dejó sobre la mesa el frasco de jalea de fresa que hubiera comprado el día anterior, la mantequilla, y un cuchillo de untar. Habiendo apagado el fuego, sacó las tostadas y las sirvió en un plato hondo que colocó en el centro de la mesa, luego sentándose y untando la primera con mantequilla. Fue entonces que se percató de que el cachorro no había estado a su lado, rogando por una rodaja de pan. Buscó en los alrededores, y se sorprendió al no encontrarlo en las cercanías.
—Twi, ¿has visto al ortro?
—Creí que estaba contigo —levantó su vista del periódico.
—Debe estar explorando la sala de nuevo, aún no se ha acostumbrado aquí del todo —razonó—. Creo que lo sacaré a pasear en un rato apenas termine aquí. Sería buena idea que pasáramos algo de tiempo con él, así que… ¿Te apuntas?
—Seguro, tengo algo de tiempo antes de que empiecen las clases —aceptó sonriente, regresando a su lectura. Spike engulló su tostada rápidamente y se dirigió a la sala central.
—¿Tod, Toby? —llamó silbando, pero no hubo respuesta. La sala central estaba en completo silencio—. Tod, Toby, ¡vengan aquí! ¡Tengo algo para ustedes! —continuó llamando al entrar al recibimiento. Tampoco encontró allí al cachorro, pero si alcanzó a avistar que la ventana lateral izquierda estaba apenas abierta, dejando entrar el fresco aire de la mañana con aroma a césped recién cortado—. Oh no, no otra vez… —se lamentó, alertando a Twilight.
—¿Qué sucede? —preguntó ella al asomar por el marco de la cocina. El dragón se aproximó a la ventana y, olfateando el marco, notó el aroma del cachorro.
—Se escapó —dijo, y Twilight se acercó al instante.
—¿Cómo que escapó? ¿A dónde?
—Tengo una idea. ¡Vamos! —invitó, y ambos salieron de la biblioteca con prisa por la puerta frontal.
El cachorro, en tanto, corría a través de las calles del pueblo siguiendo el rastro del aroma de su protectora. Debió tomar varios desvíos, doblar en varias esquinas y esquivar a la gran multitud matutina de ponis trabajadores que se dirigían a la estación de Ponyville. Subió las escaleras que llevaban al andén y, siguiendo su pista, ingresó en el vagón cuando el maquinista no miraba. No muy lejos de allí, la alicornio lavanda seguía al trote al dragón que, cada tanto con la nariz pegada al suelo, rastreaba a su peludo amigo. Aquella pista les llevó en un abrir y cerrar de ojos a la estación donde alcanzaron a avistar al cachorro subiendo al primer vagón.
—¡Ahí está! —advirtió el dragón, momento en que el tren cerraba sus puertas e iniciaba su lenta pero poderosa marcha—. ¡Santo cielo!
—¡Espera! —llamó Twilight, y ambos comenzaron su carrera a través de las vías del ferrocarril, siendo notados únicamente por el semental que atendía la boletería.
El tren comenzaba a ganar velocidad, y ambos debieron dirigir una fuerza mayor a sus piernas para intentar igualar al mismo. Cuando cayó en la cuenta de que no lo alcanzaría a casco, Twilight implementó sus alas y tomó vuelo hacia la parte trasera del vagón de carga, aterrizando sin problemas ante la puerta que daba acceso al interior.
—¡Vamos Spike! ¡Tú puedes! —gritó ella con aflicción fingida, extendiendo su casco por sobre la barandilla como si de una de sus novelas dramáticas se tratase.
—¡Déjate de tonterías y ayúdame! —reprochó, falto de aliento y apretando el paso mientras el tren se internaba más y más en los extensos campos más allá del pueblo. Empleó el resto de sus fuerzas en saltar a la barandilla, y cuando estuvo a punto de resbalar fue auxiliado por la alicornio para llegar a suelo seguro—. Uh, hablando de ejercicios matutinos… —jadeó mientras se sentaba contra la pared, agitado.
—No está mal de vez en cuando, Spike. Después de todo, Equestria ha estado en paz durante mucho tiempo... —respondió mientras admiraba el paisaje que se extendía frente a sus ojos. Aspiró el fresco aire de la mañana y exhaló con una notable tranquilidad, antes de dirigirse al dragón—. Tal vez estamos fuera de forma —bromeó.
—Habla por ti, yo paso todas las tardes golpeando manzanos. Ejercicio es algo que no me falta.
—Lo sé, lo sé. Ahora vamos, entremos y encontremos a esos traviesos —invitó al abrir la puerta, pero ambos fueron detenidos en el umbral por el vigilante.
—Oh no, ¡no lo harán! No voy a tolerar polizontes en el... ¿Princesa Twilight? —su expresión cambió al apenas caer en la cuenta de la poni que se encontraba frente a él—. Oh cielos, lo... lo siento mucho, princesa. No la reconocí a través del cristal —se excusó al reverenciarla, y Twilight sintió que nunca se acostumbraría a situaciones como aquella.
—Está bien, nosotros lo sentimos. Nuestra mascota escapó y entró en este tren. ¿Cree usted que podamos echar un vistazo? —preguntó con amabilidad.
—Por supuesto, su alteza. ¡Por favor, pasen! —se hizo a un lado, dando acceso al dragón y a la alicornio. Y al haber casi llegado al final del vagón, el primero habló por lo bajo.
—Pertenecer a la realeza tiene sus ventajas, ¿eh?
—Silencio, Spike —musitó.
—Por supuesto, mi princesa.
—Basta —respondió, divertida.
Una puerta después se encontraron en el primer vagón de pasajeros, lugar en el cual había entrado el cachorro, pero no había ni rastro de aquel allí. Avanzaron al siguiente, pero tampoco estaba. Finalmente, al apenas abrir la puerta del tercer vagón encontraron a su amiga unicornio sentada a la mitad del transporte. La misma levantó la mirada del libro que estaba repasando, percatándose de la poni y el dragón que habían ingresado en aquel momento.
—¿Twilight? ¿Spike? —se extrañó.
En ello pasó por debajo del dragón un cachorro de dos cabezas a toda prisa, saltando sobre el asiento y apartando el libro para lamer el rostro de su protectora una vez más. Aquella lo recibió entre sus brazos con felicidad, pero aún confundida.
—¡Chicos! ¿Qué están haciendo aquí?
En un momento, la princesa y su asistente se sentaron frente a ella y le explicaron lo que había sucedido, mientras que el semental que les acompañaba permanecía ajeno a la conversación, ensimismado en el periódico que leía. El cachorro no parecía tener intenciones de dejarla partir tan fácilmente.
—Parece que deberemos estar más atentos con ustedes —dijo Sweetie, mientras les acariciaba.
—Pues sí, a los animales pequeños les resulta difícil estar lejos de sus madres —bromeó Twilight, y Sweetie respondió con una pequeña risa—. Pero si es cierto que debe estar con nosotros también. Si Spike no lo hubiera notado a tiempo, podría haberse perdido en el camino.
—No exageres, Twi. Estaba siguiendo su olor, era imposible que se perdiera. Como mucho hubiera hecho que Sweetie se perdiera las clases de hoy... —razonó, recordando que la yegua en el presente día tenía un examen muy importante—. Aunque eso también hubiera sido malo. Lo siento.
—¿Qué deberíamos hacer? —preguntó a la princesa, preocupada.
—Podríamos llevarlos a pasear —sugirió el dragón, captando su atención—. Hay varios lugares en Canterlot donde las mascotas pueden correr y jugar. Además, como dije antes, sería una buena ocasión para que se acostumbre a nosotros. ¿No lo crees, Twi? —preguntó a la princesa quien sonrió ante la sugerencia, pero desde el vamos era obvio que no tenía intenciones de aceptar.
—Lo siento, Spike. Me encantaría, en serio, pero los niños llegarán a las nueve en punto y ya no... —explicaba, cayendo en la cuenta del tiempo que les había tomado alcanzar el tren—. Espera, ¿qué hora es?
—Las... siete cuarenta —respondió al revisar su reloj.
—¡¿Siete cuarenta?! Cielos, ¡aún tengo que preparar la clase de hoy! —exclamó, aterrada—. ¿Cómo pude ser tan irresponsable? Salí de casa sin reparar en... cielos, ¡¿Qué clase de maestra se supone que soy?!
—Una demasiado neurótica —dijo, más como una afirmación que como una pregunta.
—¡No tengo tiempo para tus sermones, Spike! ¡Esto es serio! —se incorporó al instante, saliendo al pasillo—. Lo siento chicos, pero tengo que irme. ¡Ahora!
—¡Espera, Twi! —la detuvo—. Si la ves, dile a Applejack que hoy me tomaré el día.
—¿Estás seguro?
—Luego lo hablaré con ella, no te preocupes.
—Entendido. ¡Cuídense! —respondió al partir con rumbo al vagón de equipaje, desde el cual emprendería vuelo de regreso al pueblo. Spike, Sweetie, y el travieso cachorro quedaron solos una vez más, tal y como la noche anterior.
—No tendrás problemas, ¿verdad? —preguntó Sweetie, preocupada.
—Claro que no. Ayer era mi día libre y fui a trabajar de todas formas, así que no creo que haya problema en cuanto a eso —explicó relajado, recostándose contra el asiento en la manera más cómoda que encontró, ojos cerrados.
—Gracias, Spike —le sonrió, y el dragón abrió uno de sus ojos, extrañado.
—¿Por qué?
—Por lo de Tod y Toby, por cuidarlos así.
—No deberías darme las gracias, después de todo se me escaparon otra vez —respondió apenado—. Pero no te preocupes, no volveré a bajar la guardia. ¿Me han oído? —cuestionó a las cabezas del cachorro, quienes no parecían entender una sola palabra. Sweetie negó con la cabeza, divertida.
—Sólo digo que no era tu obligación ocuparte de ellos, y sin embargo estás haciendo todo esto —continuaba, mientras el cachorro husmeaba en las alforjas de la estudiante—. Es muy tierno de tu parte.
—Es lo menos que puedo hacer después de todo lo que sucedió —repitió, y ambos quedaron en silencio durante breves segundos, hasta que la menor habló.
—Oye, recuerdas cuando bajamos por aquel cañón para... —decía, pero Spike la chistó al instante, volteando sus ojos con disimulo al semental mayor que leía el periódico a su lado, ajeno a la conversación.
—Si Sweetie, lo recuerdo. ¿Qué pasa con eso?
—Dijiste que la próxima vez que saliéramos, yo elegiría donde ir. ¿Verdad?
—Eso creo —respondió con cierta duda.
—Sí, fue lo que dijiste. Y bueno, ya lo decidí.
—¿A dónde?
—Nop, te lo diré después de clase —le guiñó un ojo, con una sonrisa enigmática—. Seguirás aquí para entonces, ¿cierto?
—¿A qué hora terminan tus clases?
—Mi profesora de canto no viene hoy, así que... si, a las dos de la tarde.
—Está bien, pero te advierto que no traigo dinero. La verdad, no traigo nada de nada. Salí corriendo de casa tras estos pequeños bastardos —acarició sus cabezas con fuerza, sus ojos invisibles bajo las garras del dragón y sus lenguas afuera, claramente disfrutando de aquel afecto.
—No te preocupes, no hace falta —aclaró, siguiendo la línea del misterio. Su compañero la observó con cierto recelo.
—¿A dónde piensas llevarme? —preguntó, pero la potra recorrió sus labios con su casco simulando un cierre y el dragón suspiró con resignación.
Una hora y media después, el tren arribó a la estación de Canterlot con normalidad. Los pasajeros descendieron de los vagones y emprendieron su marcha con rumbo a la ciudad, la gran mayoría iniciando su jornada laboral. Sweetie Belle caminaba con el ortro a su lado, quien igualaba su paso y cada tanto corría a su alrededor.
Spike, en tanto, permanecía cerca de aquel círculo formado por el can, observando las miradas curiosas que la gente dirigía al pequeño animal a lo largo del camino. Claro, los canes de dos cabezas no solían formar parte del paisaje urbano, pero el mismo se estaba portando mejor de lo que el dragón hubiera esperado. Estimaba que el infierno se desataría una vez el cachorro se hubiera separado de su cuidadora, para lo cual no faltaba mucho tiempo.
Tres calles en línea recta, dos a la derecha, y dos más a la izquierda después, se encontraron frente a los enormes edificios que constituían la Little Nightingale Academy, para talentos musicales. Allí, los estudiantes se reunían en los jardines a su alrededor y emprendían el camino hacia sus respectivas clases, mientras que otros se dirigían hacia la cafetería, no dispuestos a dar inicio a sus cursos con el estómago vacío. El grupo de tres se acercó hasta el marco de hierro finamente decorado que indicaba la entrada a la academia, y Spike se dirigió a Sweetie.
—Bueno, parece que aquí nos separamos.
—Te veré después de clase, ¿cierto?
—No faltaría por nada en el mundo, y lo sabes —respondió mientras que Sweetie desviaba la mirada hacia el cachorro quien, detrás del dragón, intentaba con todas sus fuerzas arrancar una raíz de la tierra.
—¿Crees que podrás manejarlo?
—Haré el esfuerzo —suspiró—. Pero a cambio, yo elegiré nuestra próxima salida.
—Oye, eso no es justo —dijo con fingida disconformidad.
—¿Y quién dijo que la vida es justa? —le siguió el juego, y ambos rieron. La potra entonces se paró sobre sus cascos traseros, abrazando al dragón con cariño.
—Cuida a nuestros chicos —le dijo al apartarse, divertida, para luego acercarse al cachorro que aún mordisqueaba la raíz, llamando su atención—. Chicos, tengo que irme ahora, pero los veré en unas cuantas horas. Spike va a cuidarlos muy bien, asique sean buenos con él, ¿quieren? —pidió con una amabilidad que bien podría haber venido de Fluttershy.
Las cabezas escucharon atentas el pedido de la unicornio, pero quedaba en duda si lo habían comprendido o no. Sin esperar una respuesta de su parte, la potra les acarició con delicadeza una vez más y partió con destino a la entrada del edificio. Una vez su silueta se había perdido en el interior, Spike se dirigió a los cachorros.
—De acuerdo, ya escucharon a su dueña. Hora de... —volteó hacia el ortro, pero el can ya no estaba allí. El dragón creía haber sufrido en aquel instante un principio de paro cardíaco por segunda vez en el día—. ¡Rayos! ¿Ahora a donde...? —se preguntaba, y lo encontró a unos cuantos metros de distancia, restregando su lomo en el césped y disfrutando de la placentera sensación que el roce sobre su pelaje le producía—. Creo que necesitaremos un collar con una pequeña campana al terminar el día —se relajó.
Al cruzar la puerta principal, la unicornio contempló el bello escenario que se extendía ante sus ojos, siendo la sala del recibimiento una obra de arte dedicada a las figuras musicales más conocidas en la historia de la academia. Los cuadros de artistas famosos que años atrás habían estudiado en aquellos mismos salones adornaban las paredes tanto del primer piso como de la planta baja, y cada día que Sweetie Belle asistía fantaseaba con que su rostro un día formara parte de tal paisaje.
Dirigiéndose al primer piso, se encontró con varios ponis conocidos que asistían con ella a varias de sus clases mientras se dirigían a los casilleros. Los mismos quedaban a unos pocos pasillos de su ubicación actual, pero dado que había llegado a tiempo, no tenía intenciones de apresurar el paso.
—¡Sweetie! —una voz familiar la llamó a sus espaldas, con gran alegría.
Al voltearse, se encontró con el feliz rostro de su amiga de ojos azules, pelaje rosa y melena turquesa con aguamarina, quien le abrazó al apenas anunciarse. Exhibía en sus flancos una marca con tres gemas de diferente color.
—¡Aquamarine! —devolvió el gesto, llevando un solo brazo a su espalda—. ¿Cómo estás? ¿Cómo fue todo? —preguntó con gran emoción, recordando que su amiga pasaría el anterior fin de semana con la familia de su pareja.
—¡Mejor de lo que esperaba! —exclamó con alegría—. El padre de Strike es un terrón de azúcar, ¡y su mamá me adora! Almorzamos todos juntos el sábado al mediodía, y al atardecer fuimos todos a la fiesta de uno de sus primos. ¡Fue fabuloso!
—Me alegra que la hayas pasado tan bien —le sonrió Sweetie.
—¿Y qué hay de ti? ¿Hiciste algo interesante?
—Bueno, tuve un domingo algo complicado.
—¿En serio? ¿Qué sucedió?
—Es una larga historia —dijo, con una sonrisa cansada—. Verás, el sábado fui con Apple Bloom a Cajun Swamp, un pueblo asentado en un pantano al sureste de Equestria, y ayer en la mañana cuando salimos nos internamos entre los géiseres de fuego para rescatar a un cachorro de ortro. Lo llevamos al veterinario tan rápido como pudimos, pero como mis padres no me permitirían adoptarlo, un amigo lo hizo por mí.
—¿En verdad salvaste a un cachorro de ortro? —preguntó Aqua, sus ojos iluminándose ante la historia que Sweetie le relataba.
—Pues, si. ¡Y es muy adorable!
—¡Tienes que mostrármelo! ¡Por favor!
—El problema es que mi amigo también vive en Ponyville.
—Oh... —se desilusionó—. Bueno, si algún día decides traerlo a la escuela espero ser la primera a quien se lo enseñes —le hizo prometer, guardando la esperanza de conocer a la pequeña criatura.
—Seguro —aceptó, pues no estando segura si Spike estaría a tiempo en la escuela a la hora de la salida, prefería no darle a su amiga falsas esperanzas—. Por cierto, ¿pudiste estudiar para el examen?
—Algo así... —dijo con cierta duda—. Sólo pude estudiar el viernes por la noche y ayer por la tarde. Pude leer todos los textos, pero aún así no me siento preparada. Cielos, ¡y si no apruebo este examen mis padres no me dejarán ir a la fiesta de Boysenberry el sábado en la noche! —relataba dramáticamente, con sus ánimos decayendo hasta los suelos—. Pero tengo que tener fe en que voy a aprobar. Si comienzo a mentalizarme con lo contrario, ¡estaré perdida! —exclamó sonriente mientras ambas enfilaban con destino hacia sus casilleros, ubicados uno al lado del otro—. ¿Y qué hay de ti?
—Espero estar lista —contestó, insegura.
—Tranquila, lo harás bien. Sólo haz caso a mi consejo y no te pongas nerviosa. Sé que puede sonar irónico dado que la que siempre se pone nerviosa soy yo, pero tú haz caso a lo que digo y no a lo que hago. Creo que así dice el dicho, ¿No? —rió por causa de sus propios comentarios mientras Sweetie giraba los ojos hacia otro lado, divertida.
—Sip, así lo dice. Entonces, ¿irás a la fiesta con Strike?
—¡Por supuesto! No voy a ningún lado sin él, excepto a la escuela. O a menos que él deba trabajar, pero como nuestros horarios coinciden casi en todo, nunca tenemos problemas para salir —respondió sonriente.
Finalmente, las dos potras arribaron a sus respectivos casilleros. Allí, Sweetie guardó sus alforjas y se dispuso a retirar los útiles de los cuales haría uso durante las siguientes horas. Mientras que su casillero exponía un orden y limpieza impecables, el contenido del de Aquamarine parecía estar a punto de desmoronarse encima de ella en cualquier momento, pero de alguna manera la pila de objetos que allí guardaba se mantenía estable. Tan solo a simple vista, las dos eran muy diferentes la una de la otra.
Ambas potras se habían conocido unos meses atrás en aquel lugar por pura casualidad, cuando la unicornio de melena rosa y púrpura había defendido a aquella poni, una completa desconocida en aquel momento, del abuso de otra que ella conocía realmente bien, y cuyo casillero se encontraba justo frente a los suyos. Ninguna se sorprendió al momento en que oyeron su arrogante y pomposa voz por primera vez en el día.
—Vaya, vaya, vaya. ¡Pero si es el par de perdedoras! —habló la equina a sus espaldas.
Sweetie suspiró cansadamente antes de voltearse, encontrándose con una poni terrestre de pelaje gris oscuro, melena trenzada de dos tonos de gris más claros y ojos violáceos, luciendo sobre ellos lentes de marco celeste. Su marca era una elegante cuchara de plata.
—¿Silver Spoon? ¿Aún no te han expulsado?
—Ten por seguro que te expulsarán mucho antes que a mí, en el momento en que rompas las ventanas del auditorio con lo que tu llamas "canto" —respondió, resaltando su asco al final—. Al igual que a tu amiguita. En serio, no entiendo cómo pueden permitir a semejantes fracasos el estudiar en una academia de renombre como ésta.
—Curioso, yo sigo sin entender cómo pueden aceptar a alguien que no puede ajustar bien las cuerdas de su violín —replicó, rememorando el momento en que había pasado cerca del salón de la poni terrestre, donde la vio ser asistida por su profesor para ello. Esta situación la había apenado enormemente, y Silver Spoon sentía su sangre hervir en el interior al saber que esa asquerosa poni pueblerina había sido testigo de ello.
—Sigue hablando, consentida de la princesa. Pero al final del quinto año, yo seré la única que salga de aquí con un título verdadero.
—¿Ah sí? Déjame adivinar. ¿"Peor violinista de todos los tiempos"?
—Ja, ja, ja, muy graciosa. Yo en tu lugar no dejaría que esa cutie mark se me suba a la cabeza. Después de todo, no te asegura que vayas a triunfar aquí —habló mientras tomaba de su casillero una hoja de papel con una gran "A+" escrita en azul—. Estas notas son las que lo aseguran. Y por cierto, de seguro el fin de semana te dedicaste a estudiar todos los sonetos de los capítulos siete a trece del manual Concerto para el examen de mañana, ¿verdad?
—Por supuesto. ¡Varias veces, para estar segura! —exclamó ella.
La verdad era que apenas los había ojeado el sábado por la mañana, y luego en la noche, después de la celebración en Cajun Swamp. El domingo fue un día demasiado atareado y había sido incapaz de tocar sus apuntes siquiera. Aquella misma tarde debería prepararse bien si lo que deseaba era aprobar.
—Ya lo veremos —habló con confianza, cerrando la pequeña puerta de metal, colocando los libros en su lomo y poniéndose en camino hacia su aula—. Espero que su profesora de canto no haya olvidado traer los tapones de oído hoy —concluyó mientras se retiraba por el pasillo con porte elegante.
—De verdad es insoportable —dijo la unicornio, negando con la cabeza.
—Pasa de ella, Sweetie. ¡Eres la poni más lista que conozco! De seguro el examen de mañana no será difícil para ti. ¡Lo mismo que este! —intentó animarla, pero Sweetie consideraba que en el último tiempo no se estaba esforzando tanto como debería.
De lunes a viernes, hacía un viaje de un total de tres horas en tren para asistir a clases. El resto del día se pasaba en un abrir y cerrar de ojos, y no le dejaba un margen de tiempo útil para otra actividad. ¿Sus fines de semana? Aprovechados para estudiar magia con su princesa favorita, habiéndose dispuesto a alcanzar su máximo potencial mágico. ¿Pero en donde entraban las tareas para el hogar en toda esta ecuación? La misma Sweetie creía que en el último tiempo había corrido con mucha suerte a la hora de dar los exámenes, pero como bien ella bien sabía, la suerte no dura para siempre. Y ahora, al recordar el tema de los sonetos, ella sabía que la suya estaba pronta a alcanzar un límite.
Cinco minutos después, ambas se encontraban en el salón que en el presente día sería utilizado por la clase de "Elementos de armonía aplicada" la cual, gracias a las princesas, no compartían con su enemiga en común. La misma contaba con treinta pupitres individuales y hoy, siendo día de examen, no era de extrañar que apenas quedaran lugares disponibles. Sweetie Belle tomó asiento en primera fila, mientras que Aquamarine debió sentarse en una de las sillas del fondo. No pasaron más de unos cuantos segundos cuando ingresó en el aula la profesora Fleur de Verre, una yegua de porte elegante con melena de cristal rosa oscuro, manto amarillo claro, ojos fucsia y marca en forma de flor de lis. La misma tomó asiento en su escritorio frente a la clase y carraspeó un poco antes de hablar.
—Buenos días, alumnos. En un momento mi colega traerá los exámenes. Quiero informarles que el mismo estará dividido en cuatro temas, y que un considerable número de preguntas en cada tema tiene variaciones dentro del mismo, por lo que espero sean lo suficientemente listos como para no intentar copiar a sus compañeros. Cuentan con dos horas desde que reciban su correspondiente hoja para contestar las veinte preguntas, y no está de más decir que cada pregunta bien respondida vale por medio punto. Dicho esto, les deseo suerte a todos —concluyó, cuando en el silencioso pasillo Sweetie alcanzó a oír los pasos del segundo profesor quien se aproximaba a la puerta. Aquella sería una larga mañana.
Mientras esto sucedía, Spike había caminado con su inusual compañero unas cuantas calles con destino a la librería Knowledge Shelves. Era una suerte que la misma estuviera tan cerca de la academia, pues también tenía cerca un pequeño parque al cual podía ir a pasear con Tod y Toby, pero aún era muy temprano para ello. Aún le sorprendía el hecho de que el cachorro no hubiera intentado ir tras su cuidadora apenas hubiera entrado en la academia. ¿Acaso habían entendido sus palabras? ¿Qué tan inteligentes eran las cabezas de esa extraña criatura?
Tanto los libros como la experiencia misma de ver a uno con sus propios ojos le indicaban que los ortros eran peligrosas criaturas salvajes, agresivas y difíciles de controlar, además que no solían obedecer orden alguna por parte de nadie. Pero el cachorro frente a él no cuadraba en lo más mínimo con aquella descripción. ¿Estaba quizá frente a la única excepción de su especie? ¿O su forma de ser cambiaría con el tiempo? Realmente, esperaba que fuese la primera opción.
No les tomó mucho tiempo arribar a la librería, cuyo exterior aparentaba ser el de una tienda de antigüedades dada la exhibición de ciertos tomos en la vidriera, y los diferentes tonos de marrón en los muebles visibles. La campana de la puerta sonó y una Amethyst Star que lucía lentes de grueso marco negro descendió de las escaleras a toda velocidad con gran eficiencia.
—¡Bienvenido a Knowledge Shelves! ¿En qué puedo ayudarle? —levantó la mirada, sonriendo inevitablemente al encontrar allí a su querido amigo—. ¡Spike! ¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó al dirigirse hacia él.
—¿Esa es tu forma de atender a los clientes? Santa Celestia. ¡Quiero hablar con el gerente! —anunció cómicamente, siendo atrapado bajo los brazos de la yegua, quien presionó su cabeza contra su pecho con un gran cariño, apartándose después al notar algo que empujó su pierna izquierda con fuerza moderada. Al bajar la mirada se encontró con un cachorro de dos cabezas ladrándole, amenazante.
—¡Cielos! ¿De dónde salió esta cosita? —puso sus cascos sobre la tierra, intentando acariciar al cachorro después pero el mismo le rehuyó al instante, corriendo a esconderse tras la pierna izquierda de Spike, desde allí vigilando a la yegua desconocida con gran cautela.
—Larga historia resumida: Sweetie Belle lo salvó en un pantano y lo llevó a Ponyville. Como ella no podía conservarlo, Twilight y yo lo adoptamos.
—¡Es precioso! ¿Tiene nombre? —preguntó, perdida en los tiernos ojos del can que la observaban.
—Nombres, en realidad. Tod es la cabeza derecha, y Toby la izquierda. —explicaba al tiempo que un fuerte sonido recorrió la estancia, proveniente del estómago del dragón—. Lo siento. —se disculpó, rascándose la nuca.
—No tienes por qué. En la mesa de la trastienda hay una bolsa con bizcochos, si gustas.
—Genial —dijo Spike, partiendo al lugar indicado y siendo seguido muy de cerca por el cachorro.
—¡Tú ven aquí! —dijo a la criatura, levitándola hacia ella y capturándola en sus brazos.
La misma gruñía en un principio, pero luego de unos minutos de sesión de caricias con aquella unicornio, se dejó llevar. En tanto, Spike trajo consigo los bocadillos.
—Entonces, ¿Cómo van las cosas por aquí? —preguntó, con la boca llena.
—Tú sabes, no hay mucha actividad hasta las once más o menos. Por cierto, creí que dijiste que vendrías el martes. O sea... ¿mañana? —preguntó, y el dragón tragó antes de hablar.
—Si molesto, no tengo problema en irme.
—Tonto, sabes que no lo decía por eso.
—Quería sacar a pasear a esa bola de pelo, así que voy a llevarlos al parque central.
—¿Y viniste hasta aquí, sólo para llevarlos al parque central? Tienes campos extensos e increíbles rodeando Ponyville, cerebrito.
—Sip, pero los planes cambiaron cuando se escaparon de casa, y fueron a buscar a su dueña. Yo los seguí, de camino acompañé a Sweetie Belle hasta la academia, y vine aquí.
—Vaya... se ve que tuviste una mañana muy agitada —dijo, mientras soltaba al cachorro en el suelo y retomaba el orden de uno de los estantes inferiores—. ¿Y... cómo está Sweetie? Hace tiempo que no la veo.
—Creo que bien. Se está esforzando mucho en la academia, y también en las clases que toma con Twilight. Francamente, no sé de dónde saca las energías para estar al día con todo —comentó mientras tomaba asiento en el sillón de dos cuerpos ubicado junto a la entrada, con Tod y Toby acompañándolo segundos después—. Oye, deberíamos salir todos juntos algún día. Estoy seguro de que las dos podrían ser muy buenas amigas si llegaran a conocerse. —sugirió alegre.
—Eh... claro, no veo porque no.
—Por cierto, ¿necesitas algo de ayuda por aquí? —preguntó, solícito.
—Mmm... ahora que lo mencionas... —comentó mientras llevaba su casco al mentón, dirigiendo su mirada a los estantes superiores sin ordenar. Y así, Spike pasó varias horas ayudando a organizar la librería, siendo su fuerza y altura bien aprovechadas por la agradecida unicornio.
Dos horas después, Sweetie Belle salía del aula trece en el segundo piso del edificio principal habiendo completado su examen, y esperando junto a la puerta a que su amiga también lo hiciera. Frente a ella pasaban los rostros derrotados de los ponis combatientes que con valor habían afrontado difíciles preguntas, tal vez incluso más difíciles que las que ella acababa de responder.
A lo lejos, en el edificio anexo que funcionaba como auditorio, podía oír a la orquesta de turno tocando una bella y clásica melodía. La misma animaría los vacíos pasillos de la academia por los siguientes veinte minutos, luego de los cuales se cumpliría el tiempo límite para dar los exámenes y los salones se vaciarían en aquellos corredores. Antes de lo que Sweetie hubiera imaginado, la puerta se abrió y Aquamarine salió del aula en extremo nerviosa.
—¿Estás bien? —preguntó, preocupada por su expresión.
—Lo estaré si la profesora me aprueba. Cielos, no esperaba que fuera tan difícil. ¡Incluso había puntos sobre temas que no estaban en los manuales! —exclamó con exaspero.
—Pero había hablado de ellos en clase —corrigió mientras ambas se ponían en camino a las escaleras, a la planta baja, y de ahí al patio central.
—¡Pero eso no es justo!
—Está bien, ¿por qué no mejor olvidamos un poco todo esto, y vamos a comer algo antes de que empiece la clase de Ensamble?
—¡Me leíste la mente! —exclamó al rodearla por el cuello con un brazo de manera cariñosa.
Al salir por la puerta principal, ingresaron al inmenso terreno que constituía el patio de la academia Little Nightingale, donde los alumnos disfrutaban de su breve receso antes de las siguientes clases. Algunos aprovechaban las mesas para comer en compañía de sus pares, o incluso parejas. Los había también quienes preferían disfrutar de un pequeño picnic sobre una manta en el césped o, como ellas, quienes hallaban en la cafetería un lugar tranquilo en el cual pasar el tiempo de ocio.
Cinco minutos de fila después, ambas partieron con la unicornio cargando las dos bandejas mediante levitación mientras buscaban una mesa libre dentro de la estancia. En la bandeja de Sweetie había un sándwich de margaritas, un vaso de jugo de manzana y una malteada de fresa, mientras que en la de su amiga había un plato de heno frito, refresco de cola, una gran galleta de chocolate y una malteada de chocolate doble. Ambas se sentaron en una mesa pequeña junto a la ventana, la cual daba una agradable vista de los jardines.
—Oh sí, ¡esto es vida! —dijo Aquamarine con gran alegría mientras frotaba sus cascos, antes de probar el primer bocado de heno.
—Tu estómago debe estar suplicando ahora mismo —comentó Sweetie, con gracia.
—Que suplique cuanto quiera. Nadie que evite almuerzos como éste está disfrutando la vida —respondió a su compañera, quien le devolvió una mirada inquisitiva—. Y sí, estoy hablando de ti.
—Vamos, me gusta comer sano. De verdad.
—No lo sé, tengo mis dudas. Pero me alegra que me acompañes con la malteada —continuó sonriente.
—Cuando quieras —le correspondió. Por un momento dedicaron especial atención a su almuerzo, antes que Sweetie rompiera el silencio una vez más—. Entonces, ¿qué preguntas te dieron problemas? —Aquamarine consideró su respuesta por un momento.
—¿Cuántas preguntas había en el examen? —Un incómodo silencio gobernó la mesa, antes de que ambas rompieran en risas por causa de la poni terrestre.
El almuerzo continuó su rumbo normal, y ambas dieron gracias de no haberse encontrado con su enemiga en común en la cafetería. Al salir encaminaron hacia el edificio principal nuevamente, esta vez debiendo subir al tercer piso en busca del aula cuarenta. Sorpresa y dicha fue la suya cuando, luego de una estresante mañana de examen, se encontraron con un aviso en la puerta de su aula vacía, indicando que su profesor de Ensamble no asistiría a clases por razones personales.
—¡Gracias Celestia! —dijo su amiga con un tono exageradamente dramático—. ¡Genial!
—¿Qué harás ahora? —preguntó la unicornio, interesada. Aquamarine se detuvo a pensarlo un momento.
—Strike debe estar ahora en el trabajo. Creo que caeré de sorpresa a visitarlo. —Sonrió—. ¿Y qué hay de ti?
Esa era una buena pregunta. Sweetie Belle había acordado con su amigo que se encontrarían en la puerta de la escuela a las dos de la tarde, pero aún faltaban dos horas y media para ello. Lo único que sabía era que el dragón había llevado a pasear al cachorro. ¿A qué lugar podrían haber ido?
—Creo que iré al parque central a dar una vuelta. ¡Hace un lindo día! —razonó finalmente.
—¿Quieres que te acompañe? —preguntó, no deseando abandonar a su querida amiga.
—No te preocupes, está bien. Aprovecha y ve a visitar a Strike.
—Pero... ¿Estás segura? —inquirió con cierta duda. La mirada de Sweetie, sumada a su ceja arqueada, no necesitaba de más palabras para hacerse comprender—. Está bien, está bien. Sólo decía.
Ambas salieron a la calle por la puerta principal del establecimiento, atravesando el amplio jardín frontal, partiendo las dos con rumbos diferentes desde el marco de hierro luego de despedirse. El parque central de Canterlot quedaba a pocas calles de la academia, por lo que no requeriría de un taxi para llegar a destino. De cualquier forma, el cálido sol de primavera resultaba agradable durante aquella caminata, en la cual cruzó a dos de sus compañeros de curso que habían terminado el examen antes que ella. Aquellos la invitaron a unírseles para visitar un árcade que solían frecuentar, pero la potra se negó. A decir verdad no le llamaban la atención los videojuegos, y no alcanzaba a comprender que atractivo le encontraban los potros de su edad.
Pero lo que de verdad le agradaba era poder disfrutar de aquel tiempo libre del cual su ocupada vida carecía, dado que eran contadas las veces en que tenía la oportunidad de salirse de los rieles de su estudio, tanto de música como de magia, y disfrutar de un tiempo solo para ella, en el cual no debiera preocuparse por nada ni nadie más. La falta de aquel profesor a su clase le facilitaba un tiempo que ella podría aprovechar para lo que quisiera, un momento en el cual se sentía realmente libre, y en el cual un mundo de infinitas posibilidades se revelaba para ella.
Al dar la vuelta en una esquina, alcanzó a avistar una puerta de madera con un diseño bastante particular al otro lado de la calle, algo oculta en medio de dos grandes y llamativas tiendas de ropa. Sobre la misma, un tímido letrero marrón oscuro exponía la leyenda "Canterlot Song" en elegantes letras plateadas, algo que llamó la atención de Sweetie. Siendo que nunca había visitado el parque a través de aquel camino, no era extraño que nunca hubiese topado con aquel lugar, y siendo que contaba con un tiempo considerable antes de encontrarse con Spike, decidió que no perdía nada con echar un vistazo. Cruzando la calle, la leyenda que antes había avistado fue más clara.
Canterlot Song
Lunes a Viernes – 10:00 a 00:00 hs
Sábado – 10:00 a 2:00 hs
—No había más información, ¿cierto? —se preguntó en voz alta, antes de dirigir la mirada a una pizarra negra junto a la puerta que antes había pasado por alto.
"Plato del día: Lasaña de margaritas con jugo de piña..." ¿Un bar? —con curiosidad, la yegua giró la perilla con su magia, abrió la puerta y cruzó el umbral.
Al ingresar, un pasillo con paredes de ladrillo se extendía algunos metros frente a ella, descendiendo por una escalera hacia el subsuelo. Al bajar, vislumbro lo que parecía ser un bar común y corriente, bien iluminado y con un escenario con las cortinas cerradas sobre él. A simple vista, podía decir que había al menos treinta mesas bien distribuidas, de las cuales sólo seis estaban siendo ocupadas.
Allí había dos camareras atendiendo: una de ellas era una pegaso de manto marrón claro, melena marrón oscuro, ojos azules, y una marca en forma de dos cucharas cruzadas. La otra, una unicornio de manto blanco, melena roja oscura, ojos color miel y marca en forma de tres destellos. Ambas vestían una playera negra con la leyenda de "Canterlot Song" en letra cursiva en el pecho. Finalmente, Sweetie decidió tomar asiento en una de las mesas, acomodándose, y la camarera de ojos miel se dirigió a ella al acercarse.
—Bienvenida a Canterlot Song, ¿puedo tomar su orden?
—Uh, si... um, ¿Podría pedirle un café cortado, por favor? —pidió con amabilidad.
—Desde luego. ¿Algo más? —preguntó la yegua mayor, anotando la petición en una pequeña libreta con una pluma mediante su magia.
—Así está bien, gracias.
—De acuerdo, estará listo en un momento —iba a retirarse pero, dudando un poco antes, volvió a dirigirse a ella—. Disculpa la intromisión pero, ¿de casualidad vienes de Little Nightingale?
—Sí, ¿cómo supo? —preguntó, sorprendida.
—La hija de mi amiga va allí también, y lleva uno igual —señaló el broche en forma de un ruiseñor plateado en las alforjas que Sweetie había dejado al lado de su asiento —avísame si necesitas algo.
—Gracias, señorita —la despidió.
La yegua de manto blanco partió a una mesa al otro lado de la estancia, donde el semental que la llamaba se disponía a pagar la cuenta. Mientras tanto, Sweetie se dedicó a recorrer con la mirada la bella decoración del bar durante breves segundos, antes de que una voz conocida cortara con toda línea de pensamiento.
—Parece que ya has conocido a Scarlet Autumn —dijo aquella voz.
Al voltearse extrañada, Sweetie se encontró con el pegaso de manto gris claro y desaliñada melena gris oscuro a quien se disponía visitar el fin de semana próximo, llevando un morral azul oscuro en su lomo.
—Hey Sweetie, ha pasado tiempo.
—¡Rumble! —saludo alegre al incorporarse, rodeándolo por el cuello con un solo brazo por un breve momento, pero con un gran cariño—. ¿Qué estás haciendo aquí?
—Es la hora del almuerzo —continuó sonriente—. Y este lugar queda bastante cerca de mi trabajo. ¿Te importa si me siento contigo?
—Por supuesto que no, ¡anda! —invitó, y ambos se sentaron a la mesa, enfrentados.
—Gracias.
—Por cierto, ¿ahora estás trabajando?
—¿Tan difícil resulta de creer? —cuestionó, divertido
—No, no es eso. Es sólo que la última vez que nos vimos dijiste que estabas abocado a tu banda. ¿Qué sucedió con eso?
—Continúo abocado, obviamente. Pero no quería que mi hermano siguiera manteniéndome, así que... bueno, se lo pedí y finalmente me consiguió trabajo en la sede en Canterlot de la Wonderbolts Academy. Es un trabajo más que nada administrativo, pero por suerte tengo compañeros que lo hacen más llevadero.
—Vaya, felicitaciones. ¿Y... vienes aquí a menudo?
—Todos los días —respondió la yegua de manto blanco y melena roja oscura al acercarse.
—Siempre es un placer, Scarlet.
—No para mí, tú y los otros dos me dan mucho trabajo. Aquí tienes, linda —se dirigió a Sweetie, pasando el café solicitado mediante su magia.
—Vamos, ¿no cuenta el hecho de que te hagamos compañía? —preguntó Rumble.
—Sólo un poco —respondió sonriente, y volvió a dirigirse a Sweetie—. Por cierto, Scarlet Autumn —extendió su casco, siendo tomado por el de la potra.
—Sweetie Belle, ¡mucho gusto!
—El gusto es todo mío —correspondió, y volvió a dirigirse a Rumble—. Entonces, ¿qué le sirvo, señor? —preguntó, exagerando su papel y provocando que Rumble soltara una pequeña carcajada.
—Un sándwich de heno con zanahoria y una soda, por favor.
—Un sándwich... y una soda, listo —anotó en su libreta—. Por cierto, ¿tocarán el sábado en la noche?
—Por supuesto, ¿te quedarás a vernos?
—Estaré en primera fila, como siempre —aceptó, notando entonces que un nuevo cliente ya había tomado asiento—. Ahora vuelvo.
—Tómate tu tiempo —la despidió, permitiéndole partir y ahora centrándose nuevamente en la potra frente a él—. Nos ha apoyado a mí y a mis amigos prácticamente desde que comenzamos a presentarnos aquí.
—¿Aquí es en donde tocan? —preguntó ella, curiosa.
—Así es. No es un lugar muy concurrido en la mañana, como verás, pero en la noche hay mucha gente que viene aquí a cenar o a pedir un trago. Se podría decir que ya tenemos nuestro "público" —se recostó contra el respaldo, orgulloso.
—Genial. Entonces... pudieron conseguir un vocalista, ¿Verdad?
—No, pero aún no hemos tirado la toalla —se irguió nuevamente, cruzando los brazos sobre la mesa—. El problema es que muy pocos ponis se presentaron a las audiciones hasta ahora, y quienes lo hicieron nunca en sus vidas se habían acercado a un micrófono.
—Oh, cielos —respondió ella, imaginando la escena. Rumble sonrió al recordar lo que habían hablado durante su último encuentro.
—La propuesta que te hice ese día sigue en pie, si estás interesada —le dijo, y por un momento Sweetie no supo qué responder. Ella sabía que no tenía tiempo para ello, pero entonces... ¿Por qué siquiera lo había considerado?—. Es broma, tranquila. Por cierto, ¿entraste a la academia?
—Eh... si, es un bonito lugar. Mis profesores de verdad sienten pasión por lo que enseñan, y lo hacen muy bien. El lugar es espacioso, y a veces me paseo por el auditorio a oír a los ponis ensayando con toda clase de instrumentos. Había entrado también con intenciones de aprender violín... pero perdí los deseos cuando me enteré de que Silver Spoon estaba haciendo la carrera de violinista.
—¿Silver Spoon? Cielos, eso es mala suerte. Ustedes se llevaban realmente mal en la escuela —recordó, lo cual le llevó a otro nombre familiar—. Espera, no me digas que Diamond Tiara también fue allí.
—Para nada, su padre espera que se ocupe del negocio familiar llegado el momento. Y de hecho, desde que actuó con Apple Bloom y las demás chicas en la fiesta de la Noche de los Corazones Cálidos ha cambiado mucho.
—¿Diamond Tiara? ¿Cambiada? Lo siento, pero debo verlo para creerlo —rió al considerarlo, no siendo capaz de creer que tal poni hubiera cambiado para mejor—. Pero volviendo a ello, aquel debe ser un buen ambiente para estudiar.
—Si... supongo. A decir verdad, cuando me inscribí pensé que allí contaría más la práctica, pero casi todo lo que hacemos es estudiar historia de la música. A veces es algo aburrido, pero ya sabes, no hay rosas sin espinas —bromeó ella.
—Sí, sé lo que es eso. Cuando iniciamos la banda, creí que nos volveríamos conocidos al poco tiempo. Nunca estuve tan equivocado en toda mi vida. Pero eso no significa que nos rendimos, sólo que debemos seguir esforzándonos. Si conseguimos lanzar un solo éxito, habremos puesto el casco en el primer escalón de la escalera hacia la fama.
—Llegarán muy lejos, ¡estoy segura!
—Gracias Sweetie, es muy amable de tu parte.
—Por cierto, ¿cómo se llama esa banda?
—Hearts & Wings —reveló con orgullo, claramente satisfecho con el nombre que habían elegido.
—Suena bien. ¿Se te ocurrió a ti?
—A decir verdad... no —se rascó la nuca con el casco, recordando la situación durante la cual había surgido—. Fue un día en que decidimos, finalmente, sentarnos a decidir el nombre de la banda de una vez, dado que si continuábamos esperando a que un buen vocalista apareciese para ello, de seguro nunca lo haríamos. Todo empezó bien, estábamos debatiendo como equinos razonables, pero a la media hora el debate se había convertido en una... discusión acalorada. Chip insistía en que la banda se llamara "Hearts" porque "tocábamos con el corazón", pero Daze y yo pensábamos que se oía demasiado femenino. Yo insistía en que nos llamáramos "Wings" dado que los tres éramos pegasos, pero el nombre les sonaba muy común y poco original. Fue idea de Daze el combinar ambos, y así nació "Hearts & Wings". Pero ya es suficiente de nosotros, de seguro te estoy aburriendo.
—Para nada —negó con la cabeza, justo cuando Scarlet hizo acto de presencia, trayendo consigo el sándwich y la soda encargados por Rumble.
—Aquí tienes.
—Gracias otra vez —dijo el semental mientras que la yegua mayor tomaba de su bandeja un plato extra, dejándolo frente a Sweetie. El mismo contenía tres galletas grandes, con tres caras sonrientes hechas en jalea.
—Los amigos de Rumble también son mis amigos —le susurró, guiñándole un ojo y provocando que Sweetie se ruborizara.
—Gracias, señorita.
—Por favor, dime Scarlet.
—De acuerdo. Gracias, Scarlet.
—Por nada, Sweetie —respondió sonriente, antes de retirarse una vez más.
—Parece bastante agradable —dijo la potra, viéndola atender una mesa al otro lado del bar.
—En verdad, ha sido muy buena con nosotros. Incluso fue ella quien nos comentó que podíamos presentarnos aquí la primera vez que vinimos, cuando oyó que teníamos una banda. Por cierto, oye... ¿Ya almorzaste?
—¿Eh? Oh, sí. Hace un rato, en la cafetería de la escuela.
—Es una lástima, la comida de aquí es simplemente deliciosa.
Sweetie tomó una de las galletas con su magia y dio una pequeña mordida, concordando con su acompañante al poco tiempo.
—Lo es. Puede que mañana venga por aquí otra vez, después de clase.
—Bueno, entonces quizá nos encontremos de nuevo. Claro, si no te molesta almorzar con el guitarrista de una banda poco conocida —dijo Rumble, y Sweetie rió ante sus palabras.
—En absoluto.
Las horas se volvieron segundos para aquellos dos ponis que, sentados a una mesa casi en el centro del bar, platicaban sobre sus vidas, sus aspiraciones, sus amistades, y su familia. Hacía años que no pasaban tanto tiempo juntos, desde la escuela, y aún así se sentía como si su amistad no hubiera cambiado desde entonces. Finalmente, Sweetie decidió hacerle compañía a Rumble con su sándwich y pidió uno igual. El joven semental no exageraba cuando decía que la comida allí era deliciosa, y el toque cálido que la amable Scarlet otorgaba con su presencia lo hacía aún más agradable. Habiendo pasado tan buen rato, resultaba obvio para la potra el hecho de que volvería allí muy pronto.
Y así, entre anécdotas y risas, ninguno de los dos jóvenes notó cuánto tiempo había pasado hasta que Sweetie desvió la mirada hacia el reloj de pared, notando que faltaban diez minutos para las dos de la tarde, momento en que ella se encontraría con Spike para ir al lugar del cual le había hablado. En poco tiempo y luego de pagar la cuenta y despedirse de su servicial mesera, ambos ya estaban en el exterior disponiéndose a retomar sus actividades.
—Fue un placer verte de nuevo, Sweetie. De verdad, hace mucho que no me divertía tanto —dijo el semental al cargarse el morral al lomo.
—Lo mismo digo. Quizá nos veamos de nuevo por aquí, este lugar resultó ser muy agradable. Y la comida, muy deliciosa.
—Si... bueno, vengo aquí todos los días, así que es muy probable.
—¿A qué hora vienes?
—Más o menos a estas horas. Tengo turno en el trabajo de siete a once, y de tres a siete. ¿Y tú?
—Bueno, hoy mi profesora faltó a clase y por eso pude venir tan temprano. Normalmente luego de la segunda clase, más o menos a las dos, tengo una hora para almorzar.
—Si quieres, puedo esperarte para entonces —ofreció.
—No tienes por qué Rumble, está bien. No voy a pedirte que sufras hambre por esperarme —bromeó la potra.
—No hay problema, en verdad —insistió, y la potra lo consideró un momento mientras Rumble se sentía apenado por dentro, sin demostrarlo.
—De acuerdo, entonces... ¿Mañana a las dos?
—Mañana a las dos —aceptó, y Sweetie llevó un brazo a su espalda, abrazándole con cariño durante un breve momento.
—Cuídate Rumble —le saludó, luego apartándose y disponiéndose a partir.
—T-tú también, Sweetie. ¡Suerte! —agitó su brazo, pronto volteándose y retomando su camino de regreso al trabajo. Sweetie le observó sonriente hasta que el pegaso giró en la esquina, y siguió su propio camino con destino a la escuela.
Mientras tanto en la librería Knowledge Shelves, el dragón y la unicornio lila, luego de haber almorzado un plato de heno frito extra-crujiente de la garra del hábil reptil, habían puesto cascos y garras a la obra para organizar las estanterías restantes. Tod y Toby permanecían en el cómodo sillón junto a la entrada, su apetito satisfecho y su sueño pronto a también estarlo.
Ahora, como era usual en el último tiempo, Spike le había permitido a Amethyst subir a sus hombros para organizar los estantes más altos de la biblioteca, dado que la escalera que allí tenían no contaba con la extensión necesaria y acercar los libros mediante levitación para luego colocarlos a tal distancia una vez más, uno por uno, resultaba en una tarea realmente extenuante. Aún así, la actividad que ahora estaban realizando era en verdad peligrosa, dado que la escalera a la cual estaban subidos los dos estaba hecha de una madera bastante antigua, apenas alcanzando a soportar el peso de ambos, pero ni el dragón ni la poni parecían preocupados por esto.
—Perfecto, creo es el último —indicó la unicornio al completar la hilera de ejemplares de una enciclopedia. Con mucho cuidado, la yegua descendió por la espalda del dragón y luego por las escaleras—. Gracias por ayudarme con esto, Spike.
—Oye, no fue nada. Pero a decir verdad... a este lugar le vendría bien una escalera más alta —comentó mientras descendía.
—Lo sé, se lo he dicho a mi tío pero insiste en "no cambiar la estructura general de la biblioteca" —habló pausadamente, imitando la voz de Leaden Dream. Spike la observó extrañado por la forma de expresión—. Así lo dice él. Básicamente, quiere mantener el mismo mobiliario que estaba aquí cuando su padre se la heredó. Si me lo preguntas, no haría mal agregar unas cuantas cosas más, hacer cambios que hagan más agradable el ambiente, y que inciten a más gente a entrar aquí. Pero ve tú a decírselo.
—Lo sé, el señor Leaden no es muy fácil de convencer que digamos —dijo él, mirando por el rabillo del ojo con disimulo el reloj de pared y encontrando que no faltaba mucho para las dos de la tarde—. En fin, ¿necesitas algo más?
—Mmm... nah, creo que estaré bien por ahora. Ya me has ayudado bastante —le agradeció, dirigiéndose a la trastienda y siendo seguida por el dragón—. Por cierto, espero no hayas olvidado lo del viernes.
—¿De verdad crees que sería capaz de hacerlo?
—Me gusta estar segura —sirvió dos vasos de jugo de manzana del refrigerador, pasándole uno de ellos con su magia—. ¿Y ahora qué harán?
—Ahora mismo, debía encontrarme con Sweetie cuando saliera de la academia. Dijo que quería mostrarme algo, así que ella elegirá a dónde iremos.
—Ustedes dos son muy amigos, ¿verdad? —preguntó burlonamente, aunque en realidad la pregunta tenía otro objetivo. Aún así, el dragón tampoco notó su insinuación.
—La verdad es que sí. Nos conocemos prácticamente desde que me mudé a Ponyville, y... bueno, me ayudó mucho cuando estaba enamorado de su hermana mayor.
—No estarás intentando ir por la menor ahora, ¿cierto? —intentó nuevamente. Spike se sorprendió ante la pregunta, no concibiendo aquella idea.
—Por supuesto que no. Es mi mejor amiga.
—¿Mejor amiga? La última vez que revisé, yo era tu mejor amiga.
—Puedo tener dos mejores amigas —respondió el dragón como si de algo obvio se tratase, pero la unicornio desvió la mirada con desinterés por sus palabras. A Spike le costaba saber si estaba fingiendo, o si realmente estaba ofendida por ello—. ¿Qué sucede?
—Nada —respondió, cortante.
—Vamos Amethyst, ¿no estarás...?
—En serio, no es nada.
—Amethyst, por favor.
—¿Qué no tenías que irte?
—No me iré si estás enojada conmigo.
—Pues no lo estoy, ya puedes irte.
—¿Y no vas a saludarme?
—Adiós.
—¿Así va a ser? —preguntó dolido, sin recibir más respuesta que la unicornio dándole la espalda—. De acuerdo, no volveré a molestarte. —Se retiró de una manera extremadamente lenta hacia el marco que daba a la librería—. Adiós, Amethyst —saludó por última vez, retirándose. Segundos después, la unicornio oyó sonar la campana de la puerta, y supo que su invitado se había marchado.
—¿Spike? —llamó, sin recibir respuesta. ¿En verdad se había ido?—. Es un idiota. ¡Oye! —llamó al cruzar el marco esperando que el mismo la escuchara desde la calle, cayendo demasiado tarde en la cuenta de que el cachorro seguía en el sillón de la librería. Apenas había alcanzado a razonar lo que esto significaba cuando el dragón la capturó por la espalda, levantándola fácilmente.
—¿A quién llamaste idiota? ¿Eh? —cuestionó alegre, atacando con cierta dificultad los costados de la yegua quien, inmovilizada, era incapaz de defenderse de sus cosquillas.
—¡Spike, no! ¡Basta! ¡Detente! ¡Suéltame! ¡No, por favor! —alcanzaba a gritar entre risas descontroladas, pataleando y sacudiéndose de un lado a otro en un intento por zafarse. Aquel era el punto débil de la yegua y, por desgracia, Spike tenía conocimiento del mismo.
—Oh no, me vengaré por eso. Y no hay nada que puedas hacer para... —le decía, interrumpido en el momento en que recibió un fuerte cabezazo en el hocico por parte de la unicornio, liberándola al instante para llevar sus garras a la zona afectada mientras caía sentado al suelo.
—¡Já! Te dije que... —Paró en seco al notar el gesto del dragón—. Spike, ¿estás bien?
—Si... sacando el hecho de que casi me rompes la nariz, si. Creo que lo estoy.
—Rayos Spike, sabes que no me gusta que me hagan eso —intentó excusarse, mientras apartaba las garras de su amigo para revisarle—. No sé mucho que digamos sobre anatomía draconiana, pero creo que está bien. Es sólo el dolor por el golpe. ¡Espera aquí un segundo! —se apartó, yendo a la cocina en busca de un trapo y colocó en su interior varios cubos de hielo—. Con esto será suficiente… espero —musitó, y rápidamente llevó el mismo al dragón, manteniéndolo sobre su nariz—. Lo siento.
—Descuida, me lo merecía —respondió con una sonrisa—. Y no te preocupes, no necesito el hielo. Soy un dragón, ¿recuerdas? Sangre fría.
—Lo siento, a veces olvido que soy amiga de una de las criaturas más peligrosas sobre la faz de la tierra. Pero luego te veo usar delantales y vuelvo a olvidarlo —bromeó ella. El dragón simplemente arqueó una ceja, y comenzó a incorporarse.
—Está bien, ya debo irme.
—¿Seguro que estarás bien?
—Me ofende el hecho de que lo preguntes siquiera. Vamos chicos, es hora de irnos —llamó, y el cachorro se incorporó, se sacudió un poco y se dirigió hacia el dragón, apoyando sus patas delanteras contra su pierna—. Te veo el viernes temprano, ¿cierto?
—Por supuesto que sí. Es más, llegaré con el primer tren de la mañana para asegurarme de que soy la primera en golpearte. Esta vez por tu cumpleaños —le sonrió.
—Siempre tan cálida.
—Por supuesto.
—De acuerdo, entonces... nos vemos el vier... —Se vio capturado bajo los patas de la unicornio nuevamente, correspondiendo al abrazo al poco tiempo.
—Cuídate —le dijo ella.
—Tú también —respondió, apartándose poco después y abriendo la puerta del local para permitirle al cachorro salir al exterior—. Dale mis saludos al señor Leaden cuando le veas —le dijo a la yegua, mientras la misma acariciaba al cachorro en señal de despedida, antes de permitirles partir.
—Seguro. ¡Cuídense mucho! —saludó, y les vio partir con rumbo a la academia. La unicornio permaneció allí, parada frente a la puerta del local mientras veía al dragón perderse calle abajo entre la multitud.
El sol ya estaba alto en el cielo cuando Spike y el cachorro iniciaron su caminata, y al levantar la vista el dragón encontró que no había una sola nube en aquel lienzo celeste. El canto de los pájaros tan propio de la estación era mucho menos notable con respecto a Ponyville, pero allí estaba. Y mientras caminaban, el dragón dedicó una mirada curiosa al cachorro que caminaba junto a él. El mismo le devolvió el gesto, curioso, y Spike negó con la cabeza. No podía sacar de su mente el pensamiento de que el mismo can comprendía más cosas de las que aparentaba.
Cuatro calles más tarde, ambos se encontraron parados frente al marco de hierro finamente decorado que daba acceso al patio frontal de la academia, y el dragón aprovechó para sentarse a una de las bancas de piedra mientras el ortro jugaba a revolcarse en el césped a pocos metros de distancia. Spike intentó relajarse, recordando que no había dormido bien la noche anterior, y pensó en lo útil que le resultaría una siesta en aquel mismo instante. En un momento dado, cerró sus ojos por un momento y dejó que los segundos pasaran, hasta que oyó una voz que le arrancó del sueño en el cual había estado a punto de sumergirse.
—¡Este no es lugar para dormir! —vociferó alguien a una escasa distancia.
El dragón se sobresaltó como pocas veces en su vida, tomándose del pecho involuntariamente por causa del susto, y fue pocos segundos después cuando notó el rostro de una divertida pero apenada Sweetie Belle.
—¡¿Acaso quieres matarme del susto?! —inquirió, aún agitado.
—Lo siento, no pude evitarlo —se disculpó.
El cachorro subió a la banca y le ladró alegremente apoyándose contra su pecho.
—Y ustedes no hicieron nada para detenerla, vaya compañeros resultaron ser —les reprochó.
—Anda, levántate. ¡Aún tenemos que ir a otro lugar! —animó ella, dándole un casco y auxiliándolo para incorporarse. El dragón dio un largo bostezo antes de aceptar la ayuda.
—¿Y... a donde vamos?
—Ya te lo dije, es una sorpresa —recordó ella—. Peeeeero sí debes estar seguro de querer seguir adelante.
—¿Qué? —preguntó Spike, confuso.
—El lugar a donde vamos está más allá de los límites de la ley. Pero créeme, valdrá la pena —le aseguró al final.
—¿Vamos a robar una joyería? —fue lo único que la mente del dragón pudo razonar ante tales advertencias.
—¡Por supuesto que no! —negó ella, comenzando a caminar y siendo seguida por el cachorro de dos cabezas. El dragón permaneció allí unos instantes más, rascándose la nuca, antes de seguirla también.
—Si no vamos a robar una joyería, no estoy seguro de que vaya a valer la pena —murmuró con cansancio.
Y así, los tres iniciaron su caminata a lo largo de la ciudad, pasando por las tiendas más conocidas de Canterlot, atravesando las manzanas donde generalmente vivía la gente adinerada, e incluso pasaron frente a la casa donde actualmente residía Rarity en compañía de su amado prometido. Su hogar era básicamente una mansión con todas las comodidades, y un amplio y espacioso jardín frontal. Tras las rejas que delimitaban el terreno había dos ponis unicornios vestidos de traje y con lentes oscuros oficiando como guardias, pues dado que Fancy era un conocido empresario, resultaba más que obvio que debía contar con una seguridad eficaz, al igual que su pareja. Por más que hubieran querido pasar a saludar era seguro que ninguno de los dos estaría dado que el semental trabajaba a esta hora del día, y la yegua de seguro estaba dando los últimos toques y arreglos antes de la inauguración de la Canterlot Boutique al otro lado de la ciudad la semana entrante.
Finalmente, y luego de caminar una veintena de calles, llegaron a su destino, uno que Spike no esperaba. En un lugar deshabitado, dada la ausencia de ponis circulando en las calles, se encontraban parados frente a una puerta de reja algo oxidada, la cual se ubicaba entre dos edificios más grandes. A un lado de la misma, un viejo cartel con letras borrosas ponía "179 Paradise Av.", aunque para Spike eso no se parecía a ningún paraíso, a decir verdad.
—¿Aquí? —preguntó extrañado, y la potra asintió con ojos cerrados, sonriente—. Uh... de acuerdo. Tod, Toby, vamos. Veamos a dónde quiere llegar. —Los llamó para que lo acompañaran y ambos siguieron a la potra quien, abriendo la cerradura con su magia, los invitó a internarse en el interior—. Estás segura de que nadie vive aquí, ¿verdad? —preguntó preocupado, pero Sweetie no respondió, y Spike suspiró con cansancio.
Frente a ellos se extendía un largo pasillo de paredes agrietadas, cubierto por un techo provisorio de madera vieja. A simple vista, podía decir que aquella estructura había estado descuidada durante años, y seguía sin comprender con qué motivo la unicornio le había guiado hasta allí. El corredor contaba con una gran extensión, y doblaba en dos esquinas hasta llegar a una puerta de madera la cual no requirió de magia para abrirse, dado que la unicornio sólo necesitó empujarla para revelar el destino final.
Tras aquella entrada se apreciaba un extenso terreno cubierto por la hierba alta, con algunos árboles poblando ciertos puntos y proporcionando una sombra fresca y agradable. Tras la pequeña barandilla que separaba el terreno del límite de Canterlot, podía apreciarse una esplendida vista completa del reino de Equestria. Tener la oportunidad de contemplar una vista así sin necesitad de ingresar en el castillo era por demás inusual, por lo que Spike no estaba dispuesto a desperdiciar la oportunidad. Se acercó a la barandilla sobre la cual apoyó sus garras, y contempló aquel espectáculo para nada recomendable a ponis con vértigo. Sweetie y su cachorro se acercaron a hacerle compañía en aquel momento.
—¿Qué es este lugar? —preguntó Spike.
—Aquí jugábamos con Apple Bloom y Scootaloo cuando veníamos a Canterlot de pequeñas. La vista es genial y el lugar bastante amplio, asique supuse que sería un lugar ideal para que Tod y Toby estiraran las patas, y también, para que tú descansaras —reveló ella, sonriente.
—Es muy lindo de tu parte, pero estás segura de que esto no es... ¿Ilegal?
—Este terreno ha estado abandonado desde hace mucho tiempo. Además, como las ventanas de los vecinos no dan en esta dirección, nadie puede saber que estamos aquí —explicó despreocupada, pero el dragón no podía ignorar aquella sensación de que el solo estar ahí era incorrecto, algo que fue notado por la unicornio—. ¿Qué sucede, Spike? ¿Acaso tienes miedo? —cuestionó con tono de burla, y el dragón se apresuró a responder.
—¿Miedo? ¿Yo? No me hagas reír.
—¡Entonces relájate! —Sweetie le empujó con su casco y se volteó hacia el cachorro, invitándole a jugar con ella cuando levitó una rama pequeña en las cercanías.
Unos pocos minutos después Spike reposaba contra el tronco de uno de los árboles que poblaban el lugar, resguardándose del fuerte sol de la tarde. Sweetie Belle, en tanto, jugaba a las atrapadas con el cachorro de ortro, cuyo costado parecía estar en un estado óptimo para aquel entonces. Esto no habría sido posible si se hubiera tratado de un cachorro normal, pero como Sweetie ya sabía, los ortros contaban con una capacidad regenerativa totalmente fuera de lo ordinario. Ella misma había comprobado la quemadura bajo sus vendas antes de comenzar a jugar, velando por su bienestar por sobre todas las cosas, y de la misma apenas quedaba rastro.
Las risas de la unicornio y los alegres ladridos del ortro a una cierta distancia, resultaban de alguna forma relajantes para el dragón quien, lejos de dormirse, mantenía los ojos cerrados y las garras sobre su pecho, aprovechando la ocasión para relajarse y olvidar sus responsabilidades por un rato. En un momento dado abrió los ojos y alcanzó a ver a sus amigos muy cerca de la barandilla, y les advirtió que tuvieran cuidado. Pensando en sí mismo como un padre cuidando a sus hijos, Spike soltó una pequeña risa antes de incorporarse y acercarse a ellos.
—¿Te nos unes? —preguntó Sweetie, el sudor ya presente en su frente.
—Claro, no es como si fuera a dejarles toda la diversión a ustedes. Además, me vendría bien un poco de ejercicio en cuatro garras —explicó mientras estiraba sus brazos y arqueaba la espalda, haciendo sonar varios de sus huesos.
—¿En cuatro garras? —inquirió, extrañada.
—El hecho de que pueda, no significa que deba ser bípedo todo el tiempo —respondió al dejarse caer hacia adelante, sosteniendo su cuerpo mediante sus piernas y brazos de la misma forma que un poni, sonriendo a la yegua con malicia.
—Oh no —dijo al prever sus intenciones, volteándose rápidamente—. ¡Corran! —ordenó al cachorro que, en extremo excitado, no requirió de mucho esfuerzo para iniciar una rápida carrera, adelantándose a la potra con facilidad—. ¡Chicos, no me abandonen! —suplicó teatralmente
—¡Pueden correr, pero no pueden esconderse! —rió malvadamente, poniendo a la potra como su primera presa y comenzando a perseguirla al instante. No le tomó más de unos cuantos segundos acortar distancias con ella, y cuando tuvo la oportunidad, se lanzó en su caza— ¡Te tengo! —exclamó con sus garras extendidas hacia ella, pero sus garras y rostro se encontraron impactadas de lleno en un campo de magia color verde claro—. ¡Oye, eso es trampa! —dijo al despegarse.
—¡Pues yo creo que estamos parejos! Tú puedes correr a una gran velocidad, y yo... —Aumentó la intensidad del aura mágica que cubría su cuerno, y el campo estalló apartando el dragón a una distancia de varios metros, cayendo con su espalda doblada, pecho a tierra y piernas y cola sobre su cabeza, con una mirada que expresaba la desaprobación por sus acciones—. Y yo puedo crear campos defensivos y expansivos. Creo que estamos parejos, ¿No lo creen, chicos? —preguntó al ortro que, con un exceso de energía, dio la vuelta al dragón a una gran velocidad de carrera, rápidamente regresando al lado de la potra, donde esperaba a que el reptil se recuperara.
—Esta vez no te lo dejaré tan fácil —advirtió mientras se incorporaba.
—No podría esperar otra cosa —correspondió Sweetie, con una mirada de confianza. Los segundos pasaron mientras los tres amigos presentes se mantenían inmóviles en sus posiciones, esperando que el otro diera el primer paso. Spike se valía de sus sentidos y cualidades físicas, Sweetie de su magia y de su astucia, y Tod y Toby de su tamaño y velocidad.
—Preparados… —empezó el dragón.
—Listos… —siguió la unicornio.
—¡Woof! —inició el ortro.
Sin intención de darles tiempo a reaccionar, Spike tomó carrera contra su amiga y su mascota, quienes corrieron a una buena velocidad hacia el lado contrario del terreno, con dirección al árbol donde Spike intentaba tomar una siesta minutos atrás. Claro, el cachorro lograba correr mucho más rápido que la potra, lo que colocaba a esta última como el primer blanco del dragón. Según sabía, Sweetie podía formar un campo de fuerza bastante eficaz para protegerse, pero tenía la desventaja de que no podía mantenerlo para siempre, ni tampoco podía crear uno inmediatamente cuando el primero se desvanecía. Aquella sería su oportunidad.
Con el dragón prácticamente pisándole los cascos traseros, Sweetie iluminó su cuerno no para crear un campo, sino un lazo de magia. Cuando llegó al árbol, abriéndose paso entre la hierba alta del terreno, sabía que el dragón saltaría hacia ella sin dudarlo, viendo que contaba con la oportunidad perfecta. Esto claro, no era así, ya que lejos de permitirle capturarla con tal facilidad, la unicornio lanzó el rígido lazo creado hacia una de las ramas altas del árbol, dio un gran salto, e hizo un giro en u que habría resultado imposible si sólo se hubiera valido de sus cascos.
La potra sentía la adrenalina recorrer su cuerpo dado que tenía a un ferviente cazador tras ella, no pudiendo permitirse caer en sus garras. Tod y Toby iban justo delante de ella, y cuando la unicornio los alcanzó ambos se vieron perseguidos por la bestia de escamas púrpura. Viendo que el cachorro ya no corría a la velocidad de antes, supo que había agotado la mayor parte de sus energías. Pero Sweetie no quería permitir que el dragón le diera caza, y cuando vio que el cachorro comenzaba a quedarse atrás y que Spike se acercaba, se arrimó mucho más a él para crear un campo de energía verde. El dragón se detuvo frente a ellos de golpe, sus garras dejando marca en el suelo.
—Vaya, parece que la presa ha superado al cazador —se burló Sweetie.
—¿Eso crees? —preguntó con una ceja en alto, sentándose en el suelo—. Tal y como lo veo, ustedes dos están atrapados. Podrías usar un campo expansivo para tener una oportunidad, pero estoy a la distancia justa para que la explosión no toque una sola de mis escamas. Y por último, no podrás mantener ese campo durante mucho tiempo. Tan solo debo esperar. —Sonrió confianzudo, pero la expresión de Sweetie no se había visto afectada.
—¿Eso crees? —preguntó ella, imitándolo. De un momento a otro y contra el pronóstico del dragón, la burbuja estalló con gran fuerza, derribándole con facilidad—. ¡El que no lo hiciera, no significa que no pudiera hacer un estallido más grande! —gritó alegre, mientras ella y el ortro corrían en la dirección contraria, hacia el árbol más alto. Spike se incorporó sin mucha dificultad y, poniéndose en cuatro garras, reinició la carrera.
—¡Esta vez los atraparé! —gritó, y empleó una mayor fuerza en sus extremidades, aumentando su velocidad. Atenta a ello, Sweetie iluminó su cuerno y elevó tras ella un muro de tierra sobre el cual el dragón impactó, reduciendo su velocidad y manchando con tierra los espacios entre sus escamas, realmente difíciles de limpiar—. Oh no, ¡ahora si estás en problemas!
—¡Lo dudo! ¡He visto caracoles más rápidos que tú! —se burló ella, lo cual no hizo más que encender mucho más el espíritu competitivo del dragón.
—¡Tú te lo buscaste! —exclamó, dirigiendo el total de sus fuerzas a sus piernas para dar un gran salto hacia adelante. Valiéndose de su agilidad Sweetie se agachó y esquivó hacia la izquierda las garras de su contrincante, mientras el can le esquivaba hacia la derecha. Spike no dudó ni por un segundo el ir tras la unicornio, lanzando su cola contra ella con intenciones de atraparla. Viendo sus intenciones, la potra iluminó su cuerno y cabeceó su extremidad, rebotando el ataque con gran efectividad tal y como hubiera hecho con el cuerno de su maestra el día anterior.
—¡Demasiado lento! —le dijo sonriente, usando su magia para darle vida a las hierbas bajo el dragón, las cuales rodearon sus miembros a modo de enredadera, pero el mismo no corrió con muchas dificultades a la hora de arrancarlas de raíz mientras la yegua pasaba galopando a su lado, no habiendo contado con ello. Cuando Spike volteó a su derecha, justo detrás de Sweetie, Tod y Toby pasaron a la carrera, y el dragón no perdió la oportunidad. Sin dudarlo un instante, se abalanzó sobre Sweetie capturándola con ambos brazos, y cuando ambos estuvieron en el aire, dándole la espalda al suelo, el dragón empleó su cola para capturar al cachorro desprevenido, el cual no esperaba tal arremetida.
—¡Los atrapé! —exclamó lleno de júbilo al girarse, los tres cayendo sobre la tierra del muro que la unicornio había levantado.
Ahora, Spike permanecía con la espalda contra el suelo, Sweetie con la cabeza contra su pecho, y Tod y Toby a su lado, ambos mordiendo la cola de Spike con objeto de liberarse. El trío entero estaba ahora en extremo extenuado por la actividad, habiendo consumido la mayor parte de sus energías. No pasó mucho tiempo antes de que el dragón y la poni rompieran en risas por causa de ello, no esperando que el juego diera tal giro. Ninguno lo dijo en aquel entonces, pero hacía mucho tiempo no se divertían de aquella manera.
—Te dije que lo conseguiría —dijo Spike, agitado. Dada su posición, sobre la parte superior de su abdomen podía sentir los latidos furiosos del corazón de su compañera, quien aún jadeaba en busca del necesitado aire.
—No lo dudé en ningún momento —respondió aún riendo, mientras se levantaba un poco al apoyar sus cascos sobre el pecho del dragón, tirando su cabeza hacia atrás para sacar los mechones de pelo de su campo visual—. ¿No crees que es genial tener a una amiga que te ayuda a mantenerte en forma?
—Estás bromeando, ¿cierto? Hago ejercicio todos los días.
—Con los brazos —le corrigió.
—Es lo mismo, ¿no? —preguntó Spike, quien no se había percatado de que unos segundos atrás el ortro se había liberado de su cautiverio. El mismo ahora trepaba su cabeza ayudándose con sus púas, y Sweetie sonrió al notarlo.
—Ellos también quieren algo de cariño, ¿sabes? —le dijo con una mirada y tono sugerentes, luego disfrutando del divertido espectáculo que constituían las mejillas rojas de Spike al caer en la cuenta de la postura en la cual se encontraban, con el dragón aún tomando a la yegua por la cintura con sus garras. Sin mucho disimulo, Spike se apartó con sobresalto, el cachorro aún sobre su cabeza.
—Cielos, no quería... sólo estaba... tú sabes que... uh… —intentaba explicarse, en extremo apenado, y Sweetie no pudo evitar reír con fuerza ante la escena—. ¡Oye!
—Lo siento, pero te ves muy tierno cuando te sonrojas —se enterneció, provocando que el dragón se apenara aún más.
—Creo que... me recostaré un rato más —dijo dándole la espalda, mientras bajaba al cachorro de su cabeza—. Avísenme si necesitan algo —dijo sin mirarla, y partió con dirección al árbol más alto sin esperar respuesta, mientras que Sweetie era incapaz de dejar de sonreír. Para cuando se sentó contra el tronco del árbol, disfrutando de la fresca sombra, el ortro ya estaba junto a él, apoyando sus patas delanteras contra su pierna mientras ladraba con alegría.
—Aw... aún quieren jugar contigo —dijo Sweetie al aproximarse, sentándose del mismo lado que el ortro—. Te lo dije, les caíste bien.
—O sólo están esperando el momento adecuado para atacarme.
—No estamos hablando de Opal —bromeó Sweetie—. Ya, en serio. Es una suerte que se haya acostumbrado a nosotros tan rápido. Recuerdo que cuando Opal era pequeña, tardó semanas en aceptar que Rarity estuviera cerca suyo, o la acariciara siquiera.
—Para ser una gata de callejón, es algo exigente. ¿No crees?
—Es posible, pero es una buena mascota.
—Nadie puso en duda eso —dijo Spike, para luego dar un largo y cansado bostezo mientras llevaba sus garras a la nuca, tomando una posición más cómoda. El ortro notó esto, y se acurrucó a su lado con intenciones de acompañarle en su siesta, y no pasó mucho tiempo antes de que Sweetie siguiera su ejemplo y dejara caer su cabeza en el pecho del dragón, hallando una posición más cómoda para conciliar el sueño.
Platicaron unos cuantos minutos más, con el cachorro reposando en el espacio entre ellos, hasta que finalmente cayeron dormidos. Siendo que el día anterior habían pasado por tantas emociones, y el hecho de que se habían quedado despiertos hasta altas horas de la noche intentando resolver el enigma de la escotilla, uno en el cual ninguno de los dos había dejado de pensar hasta entonces, no era de extrañar que les resultara tan fácil dormir en un lugar como aquel. Una suave brisa de la primavera recorría aquel espacio de sombra bajo el árbol, trayendo consigo el aroma de las hierbas y flores de la estación. En el terreno habitaba un calor agradable, pero no excesivo, que permitía una relajación que difícilmente conseguirían en un caluroso día de verano, un fresco día de otoño, o un helado día de invierno. Era una de las razones por las cuales la primavera era la estación favorita de ambos, aunque ninguno de los amigos conocía este dato del otro.
Las horas pasaron a un ritmo lento pero seguro, y para cuando ambos abrieron los ojos el sol ya había descendido en el horizonte. El cálido atardecer tocaba aquel espacio escondido en un rincón perdido de la gran ciudad de Canterlot en el cual, finalmente, ambos habían podido encontrar un momento de paz, alejados de todos los problemas que les aquejaban, y sonreír a un sol dormitante que indicaba el final del día, pero que preveía una hermosa noche por llegar. Sin importar las adversidades que debieran enfrentar más adelante, años después, ambos regresarían a aquel lugar, y recordarían con cariño el que habría sido uno de los días más felices de sus vidas.
Desde aquel particular inicio de semana, el resto de los días pasaron en un abrir y cerrar de ojos de una forma peculiar para ambos. En el caso de Sweetie, ella se encontraba con Rumble en el Canterlot Song para almorzar y platicar. Hablaban más que nada sobre música, el gusto por el cual sentían una gran pasión, de los planes que ambos tenían a futuro, o incluso de recuerdos de cuando eran compañeros de clase. Quizá hubieran estado mucho tiempo separados, pero la potra sentía que aún había buenas vibras entre ellos, y en ningún momento comentó el hecho de que el sábado próximo iría a ver el ensayo de su banda en compañía de Apple Bloom, pues deseaba que fuera una sorpresa.
En el caso de Spike, él mismo comenzó a indagar más en el caso de la Rosa Eterna. Sabía que había algo más detrás de la historia del diamante, y el enigma que constituía el espacio tras la escotilla no hacía más que robarle el sueño. Durante la mañana, asistía a la princesa de la armonía en sus trabajos personales y en el dictado de sus clases, sin descuidar al pequeño cachorro de ortro que correteaba por todo el lugar y cuyos nervios explotaban cuando había demasiada gente en la sala central. Luego de almorzar se dirigía a Sweet Apple Acres donde, en compañía de los tres hermanos Apple, cosechaban cuantas manzanas podían, y al atardecer los cuatro se sentaban a una de las mesas de jardín platicando y riendo mientras bebían un fresco jugo de manzana, acompañados por una Granny Smith que dormía en su cómoda mecedora la mayor parte del tiempo, pues su cuerpo ya no estaba en condiciones de participar en las labores de su familia.
Al regresar a la biblioteca, Spike encontraba que Sweetie ya estaba allí, habiendo salido de su hogar al poco tiempo de regresar de Canterlot, deseosa por pasar tiempo de calidad con su profesora favorita y su cachorro favorito, sin mencionar a su dragón favorito. Cuando ella y el ortro jugaban, incluso, Twilight y Spike solían unirse a ellos con la primera creando un pequeño campo de energía de larga duración que servía como una pelota para su mascota, y con el dragón jugando a "busca y atrapa" movilizándose sobre sus cuatro extremidades. Llegada la hora de la cena, Sweetie partía a su hogar para pasar tiempo con su familia, luego encerrándose en su cuarto con motivo de estudiar. No podía descuidar su carrera; debería trabajar duro si lo que deseaba era ganarse el título de cantante profesional.
Y mientras ella estudiaba y Twilight dormía, Spike bajaba a la habitación secreta del sótano en medio de la noche y, en compañía de Tod y Toby, retomaba su investigación hasta bien entrada la madrugada. Leyendo en paralelo un libro sobre criptografía, creía ser capaz de descifrar cualquier código que se escondiera en el libro del diamante púrpura, si es que lo había. Así, los días pasaron en un abrir y cerrar de ojos, y para cuando ambos se dieron cuenta ya era viernes, el cumpleaños de Spike, y el día en que éste y Amethyst partirían rumbo a Fillydelphia a presenciar el concierto de Wildfire. Pero antes, sus amistades le organizarían una fiesta dada la ocasión, pero mucho antes, apenas una hora después del amanecer, una alegre unicornio blanca de melena rosa y púrpura tocaría a la puerta.
—¡Feliz cumpleaños! —saludó Sweetie Belle al abrazarle en la entrada de la biblioteca, y el dragón bostezó mientras le correspondía.
—Sweetie, que gusto verte. Pero... ¿No es algo temprano? —preguntó, notando que el sol apenas se estaba elevando en el cielo.
—Oh... lo es, ¿verdad? —pensó al apartarse—. Lo siento, ya me había levantado para ir a la academia, pero considerando que hoy tendría pocas horas, decidí saltarme el día para venir a ver a mi dragón favorito —explicó sonriente, sonrisa que Spike correspondió.
—Anda, entra —la invitó, y al apenas pasar Sweetie le hizo entrega del paquete que llevaba en su lomo—. ¿Qué es esto?
—¿Llegará el día en que abras mis regalos antes de preguntarme? —cuestionó con gracia.
Negando con la cabeza, Spike procedió a quitar el envoltorio con cuidado, encontrando bajo el mismo una caja de madera oscura tallada a casco. Al abrirla, un pequeño disco dorado en el interior comenzó a girar, produciendo una bella melodía con tintes melancólicos. El dragón permaneció allí, contemplando el girar del disco mientras apreciaba la preciosa música. Cuando la misma comenzó a repetirse por cuarta vez, el dragón la cerró finalmente y dirigió su atención a la unicornio expectante a su lado.
—Entonces, ¿qué te pareció?
—Es preciosa... muchas gracias, Sweetie —se aproximó a abrazarle, la potra parándose sobre sus cascos traseros para lograr tal acción.
—Me alegra que te haya gustado. ¡La hice yo misma! —reveló con orgullo.
—¿En verdad?
—Empecé a prepararla a principios de año, luego de la Noche de los Corazones Cálidos.
—Sabes que no hacía falta. Me encanta, de verdad, pero no tenías que esforzarte tanto.
—Lo hice porque así lo deseaba. Quería agradecerte de alguna forma todo lo que habías hecho por mí.
—Si vamos al caso, tú hiciste mucho más por mí en aquel entonces. Me estás poniendo en falta... —Fingió vergüenza, provocando la risa en su compañera—. Disculpa, ¿quieres desayunar?
—Oh no, no vas a prepararme el desayuno. ¡Yo debería ser quien lo sugiriera!
—¿De qué estás hablando?
—¡Hoy es tu cumpleaños! Lo que significa que yo prepararé el desayuno esta vez.
—Vamos, eso es una tonte... —Fue interrumpido cuando la potra levantó el casco con gran seriedad.
—No para mí. Insisto.
—De acuerdo... si tanto lo deseas, todo tuyo.
Sin perder tiempo, Sweetie se dirigió a la cocina para comenzar con su labor, mientras que Spike subía a su cuarto para dejar la caja de música en un lugar adecuado, oyendo al pasar por el pasillo la pausada respiración de una durmiente Twilight, así como del durmiente cachorro que la acompañaba en su cama.
Dado que la mencionada caja tenía un gran espacio en el lado izquierdo junto al disco dorado perforado, aprovechó el mismo para colocar la gema en forma de corazón que le había sido regalada por aquella potra cuatro meses atrás. Sonrió al contemplar la imagen que aquellos dos regalos proyectaban, y pensó que para el cumpleaños de Sweetie, para el cual no faltaban más de dos meses, también debería preparar algo especial. Habiendo dejado su cuarto completamente en orden, procedió a regresar a la cocina, encontrándose con una potra pensativa frente a un bol de cerámica cuyo interior ardía en llamas.
—¡Sweetie Belle! Santo cielo, ¿qué sucedió?
—Lo siento.
—¿Qué había ahí dentro? ¿Combustible?
—Cereales y leche.
—Te das cuenta de que eso no tiene sentido, ¿verdad? —preguntó, aún sin encontrar lógica alguna a la situación frente a él. Sweetie permanecía con la cabeza gacha, decepcionada de sí misma—. Anda, no te pongas así. Siéntate, prepararé unas tostadas para los dos, ¿está bien? —la potra levantó la vista entonces, con un asomo de sonrisa.
—Gracias —le dijo, mientras el dragón soplaba el bol para apagar el fuego.
—Twilight de seguro dormirá hasta tarde, ya que canceló las clases de hoy por mi cumpleaños, así que tenemos bastante tiempo para desayunar —dijo, y Sweetie se sentó a la mesa, viendo al dragón trabajar desde ahí.
—Spike, ¿puedo hacerte una pregunta?
—Seguro, dispara.
—¿Estás durmiendo bien?
—¿Por qué?
—No lo sé, te veo algo... cansado. Y no creo que sea sólo porque es algo temprano.
—He estado bajando al sótano cuando Twilight se va a dormir para investigar los documentos del estante secreto. Es por eso que he estado descansando muy pocas horas.
—Entonces, ¿hubo algún avance con la investigación?
—Uh... ¿por qué no desayunamos antes? Te lo contaré todo allá abajo.
El dragón preparó cuatro tostadas en una placa metálica luego de hervir el agua de la tetera. Sirvió café para los dos, esperando que ello le ayudara a despabilarse, y dejó sobre la mesa dos frascos de jalea y un pote de mantequilla para acompañar. Se tomaron no más de media hora para disfrutar de aquel desayuno mientras hablaban de trivialidades, la unicornio bromeando sobre para qué cosas aprovecharía el haber alcanzado la mayoría de edad. Finalmente, luego de disfrutar de su tranquilo desayuno y luego de comprobar que la princesa de la armonía aún durmiese profundamente, ambos descendieron por las escaleras del sótano.
—Entonces, ¿qué fue lo que averiguaste? —preguntó Sweetie, una vez se encontraron en el interior del cuarto secreto.
Spike retiró el libro y los documentos del estante y los colocó sobre la mesa del candelabro ubicada en el centro del sótano.
—Es un callejón sin salida —dijo abrumado, mientras sostenía el libro y lo ojeaba frente a Sweetie—. Ni el libro ni los escritos mencionan nada respecto a las tres llaves, y no parece haber un código oculto que conduzca hacia ellas. El mapa no tiene más indicaciones que las que llevan al templo donde estaba guardada la Rosa Eterna, y…
Mientras hablaba, el alto peso y baja resistencia del antiguo libro jugaron en su contra finalmente, y Spike quedó sosteniendo una parte de la tapa en cada garra mientras un revoltijo de hojas caía a sus pies. Exasperado, dejó caer las dos mitades de la tapa.
—Rayos, ¡nada está saliendo bien! —dejó escapar al apoyarse en la mesa del candelabro.
Sweetie se preocupó por él al notar que aquel misterio le estaba consumiendo, y pronto comenzó a juntar las hojas desparramadas mediante su magia.
—Tranquilo Spike, sólo tenemos que seguir investigando. No hay enigma que no tenga...
Se detuvo luego de haber juntado las hojas, cuando al levantar una de las tapas el mapa cayó a sus cascos, la tela bajo la cual se guardaba, desgarrada. Por un momento creyó que lo había imaginado, pero realmente había visto algo en el momento en que la levitó. Y así, al acercarla a ella, arrancó con cuidado la tela de la tapa, revelando una leyenda escrita con una fina caligrafía
—¿Spike? Tal vez quieras ver esto.
—¿Qué? ¿Qué sucede? —preguntó al voltearse, alcanzando a vislumbrar la escritura en la tapa abierta—. Me estás tomando el pelo…
—"La luz indicada nos guía en la oscuridad, pero demasiada luz nos enceguece. A." —Leyó en voz alta Sweetie, y Spike frunció el ceño, extrañado.
—¿Un acertijo?
—Es posible.
—¿Pero qué significa eso?
—Significa que... ¿No debes quedarte mirando al sol por mucho tiempo? —bromeó Sweetie, no encontrando otra posible respuesta.
—La luz indicada nos guía en la oscuridad, pero demasiada luz nos enceguece... ¿de qué clase de luz habla? —intentó razonar, mientras que Sweetie tomaba la tapa y la observaba a la luz del sol que se colaba por la ventanilla, esperando encontrar algo—. Estoy seguro de que no es esa clase de luz, Sweetie.
—¿Y cuál es tu idea?
—La luz indicada... sabemos que no puede ser la del sol, sería demasiado fácil. Tampoco es la luz eléctrica, o la luz del fuego, ya que habríamos visto algo en el libro o en el mapa hace mucho tiempo —continuó pensativo, pronto una posibilidad presentándose ante él—. ¿Qué tal si habla de la luz ultravioleta?
—¿Luz ultravioleta?
—Es un tipo de radiación con una longitud de onda diferente a la luz visible —explicó él, pero Sweetie sintió que le habían hablado en un idioma completamente diferente al suyo, algo que Spike notó con facilidad a través de su expresión—. Es una luz negra que permite ver cosas que no verías a la luz normal, y se ha usado mucho en los últimos años. Quizá en aquel entonces su uso no era tan conocido como lo es ahora.
—Valdría la pena intentarlo. Pero... ¿cómo conseguimos luz ultravioleta?
—Creo que hay una tienda en Canterlot que vende lámparas que la producen, así que podríamos averiguar allí —decía Spike, cuando lo recordó—. Espera un minuto…
El dragón subió a la planta baja y buscó entre los estantes de la sala central, hallando un libro en especial y extendiéndolo a Sweetie al apenas bajar.
—"Hágalo usted mismo. Hechizos que te sacarán de más de un apuro." —Leyó en voz alta la unicornio, sorprendiéndose por la conveniencia—. ¿En verdad?
—Así es. Está por... aquí. Dice que mediante el hechizo adecuado puedes emitir este tipo de luz mediante tu propio cuerno. ¡Genial! —se alegró, pero poco después su expresión denotó cierta duda.
—¿Qué sucede?
—Tiene una advertencia: "El presente hechizo es de nivel avanzado. Se recomienda precaución ante su uso." —Reveló—. Puede que necesitemos de la ayuda de Twilight esta vez.
—¿De qué estás hablando? ¿Acaso no sabes frente a quien estás parado? —preguntó Sweetie, pero la expresión de Spike no cambió—. Vamos, ¡soy la pupila de la genial Twilight Sparkle! Creo que puedo manejar esto.
—¿Estás segura de que quieres intentarlo?
—He llegado demasiado lejos en mis estudios de magia y no creo que emitir una luz diferente sea tan complicado —intentó mostrar una gran confianza, aunque nunca en su vida había intentado llevar a cabo un hechizo de nivel avanzado. Pero aquello sólo implicaba emitir luz, y estaba segura de que no podía ser tan difícil—. Anda, no te preocupes. Veamos... —Levitó el libro hacia ella, leyendo la sección indicada—. Sí, creo que puedo hacerlo.
La potra cerró sus ojos delicadamente y relajó su cuerpo. Su cuerno comenzó a emitir el típico resplandor verde que hacía acto de presencia cuando pretendía utilizar la levitación o cualquier otro hechizo, pero el mismo no tardó en comenzar a oscurecerse, cambiando su tonalidad verde clara a una gris verdosa. Spike comenzó a preocuparse cuando notó en la mueca de Sweetie que la misma se estaba esforzando en sobremanera para lograr su cometido, alcanzando a vislumbrar unas pequeñas gotas de sudor formándose en su frente, pero guardó silencio para evitar romper su concentración.
—Spike, ten listo el libro. ¡Estoy a punto de lograrlo! —ordenó ella.
Spike tomó las hojas reunidas del libro y las puso frente a ella, no dispuestos a perder su oportunidad si la yegua no podía mantener el hechizo por un tiempo prolongado.
—Aquí está, cuando tú digas.
El resplandor en el cuerno de Sweetie se había vuelto completamente oscuro, pero aún no emitía luz alguna. La unicornio estaba empleando todas sus energías en alcanzar el punto que el libro señalaba para emitir aquella radiación especial, no debiendo rebasar el límite establecido dado que ello podría dar lugar a "complicaciones" en el proceso. Pero ella había logrado completar con éxito hechizos similares, y el que fuera un hechizo "avanzado" no cambiaba las cosas en lo más mínimo. O al menos eso era lo que ella creía, ya que de un momento a otro, la estabilidad que había mantenido hasta entonces en la magia de su cuerno se perdió, así como cualquier control que mantuviera sobre la misma, y aquel destello mágico se convirtió en un impacto de fuego negro que dio de lleno sobre el dragón y el libro, incinerando en poco tiempo cada una de sus páginas.
—¡No! ¡No, no, no, no, no! ¡Rayos, no! —intentó apagar las llamas con sus garras tan rápido como pudo, pero no fue capaz de extinguir a tiempo aquel extraño fuego generado. Antes de lo que hubiera creído, las cenizas del libro yacían frente a él sobre un ennegrecido suelo de madera, apenas restando trozos de la tapa terminados en negro. De aquella versión de la historia, ahora no quedaban más que recuerdos—. No... —susurró Spike por última vez, arrodillado frente a los restos de aquella leyenda. A una escasa distancia del dragón, una unicornio con el rostro y sus cabellos manchados de hollín permanecía petrificada, incrédula del terrible error que acababa de cometer.
—No puede ser... Spike, lo... lo siento. ¡Lo siento mucho! —se lamentó, su voz quebrándose al poco tiempo—. Por favor, perdóname.
Sólo entonces, el dragón volteó con expresión incrédula a ver a su compañera y amiga quien mantenía la mirada baja. Su cuerpo estaba manchado por el hollín proveniente del libro y del hechizo, y las lágrimas brillaban en sus mejillas sucias. Aunque no hubiera estado en aquel estado, el dragón nunca hubiera podido enojarse con la unicornio. Simplemente no era capaz.
—Sweetie... e-está bien, no tienes por qué ponerte así.
—¡Claro que sí! —exclamó, sobresaltando al dragón—. ¡Quemé el libro! Era la única pista que teníamos para descifrar el misterio... y yo la destruí.
—No lo hiciste con intención.
—Ese es el punto. Se suponía que esto debía ser fácil para mi... pero aún no puedo manejar mis poderes. Ni siquiera pude crear un campo lo suficientemente fuerte para proteger a Apple Bloom, a Tod, a Toby —recordó su falta anterior, cometida unos días atrás.
—Esas cosas llevan tiempo, ¡pero lo lograrás! Sólo tienes que...
—No es así —negó ella, sollozante—. Twilight no va a decírmelo, pero esos campos son de un nivel intermedio y ya no debería tener problemas con ellos, pero aún no soy capaz de crear uno decente siquiera para mí. No soy más que una fracasada, pretendiendo ser algo que no soy —continuaba lamentándose, su corazón realmente afectado al creer ser incapaz de estar a la altura de la unicornio que, ella creía, debía ser. Sin darle tiempo a pensar en nada más, Spike la tomó por los hombros, captando su atención.
—¡Oye, deja eso de una vez! No voy a dejar que te sigas menospreciando así —le dijo finalmente, las lágrimas de la potra aún presentes en sus mejillas—. En primer lugar, apenas llevas casi un año entrenando tu magia, no puedes esperar a tener un dominio como el de Twilight en tan poco tiempo. Ella entrenó toda su vida para llegar a ser la unicornio que es hoy, y no tengo duda de que algún día tú también alcanzarás ese nivel, quizá incluso uno mayor —intentó animarla.
Sweetie sonrió con tristeza, enjugándose las lágrimas y provocando una mancha incluso más notoria.
—Sólo lo estás diciendo para que deje de llorar como una potrilla —rió, contemplando su casco manchado.
—Claro que no... aunque la verdad desearía que no lo hicieras —dijo al abrazarla con cariño, esperando que ello fuera suficiente para tranquilizarla—. Me duele oírte llorar, Sweetie. Así que, por favor, no lo hagas.
La potra permaneció petrificada durante breves instantes, antes de decidir corresponder al abrazo, dejando que el cariño y comprensión de su compañero se llevaran consigo la tristeza en su corazón. Permanecieron así durante un largo rato, sólo apartándose cuando el nudo en la garganta de la potra había desaparecido casi por completo.
—Gra... —intentó hablar, tragando saliva—. Gracias, Spike.
—Oye, no es nada. Sabes que mi hombro siempre está disponible, por si lo necesitas —dijo al golpearlo con sus nudillos, y la unicornio le sonrió.
—Eres un gran amigo.
—¿Sólo un gran amigo? Creo que a estas alturas soy más que eso —corrigió él, haciéndola reír—. Solo... prométeme que no volverás a ponerte así. ¿De acuerdo?
—Creo que te hice prometer lo mismo en la Noche de los Corazones Cálidos, ¿No es así? —recordó ella.
—Entonces será mejor que cuidemos más el uno del otro, de ahora en adelante —razonó él, mientras la potra desviaba la mirada hacia el montón de cenizas.
—Siento lo del libro.
—Descuida, estoy seguro de que podremos hacerlo sin necesidad de ello. De hecho, aún nos queda el mapa.
—Será mejor que me aleje de él entonces, no queremos quemar lo poco que queda.
—No seas tonta —le respondió, notando entonces que el cuerno de la unicornio en sus brazos había comenzado a brillar con aquella aura negra una vez más—. ¿Sweetie?
—Spike, ¡apártate de mí! ¡Es un remanente! —exclamó ella, empujándolo—. ¡Cúbrete!
Ante la orden, el dragón se dejó caer cuerpo a tierra, la mesa del candelabro cayendo a su lado, junto con el mapa. El aura negra estalló una vez más, pero ésta vez las llamas provenientes de la misma no alcanzaron un nuevo objetivo. Spike se incorporó rápidamente, y vio a la potra de manto blanco manchado jadeando exhausta, aún sentada sobre sus cuartos traseros.
—¡Sweetie! ¿Estás bien? —se aproximó a ella, preocupado.
—Eso creo...
—¿Qué rayos fue eso?
—Fue un remanente del hechizo... supongo que no había liberado toda la magia acumulada en esas llamas —rió tragicómica, mientras Spike volteaba a sus espaldas con cierta duda—. ¿Qué sucede?
—Creo que vi algo.
—¿De qué hablas?
—En el mapa —señaló el papel en el suelo, junto a la mesa—. No estoy seguro, pero cuando el remanente de tu cuerno se manifestó, vi algo extraño en el mapa —continuó, considerando lo que ello significaba. ¿Qué tal si la pista que la tapa indicaba se encontraba en el mapa?—. Oye... ¿crees que puedas hacer el hechizo de nuevo?
—¡¿Qué?! ¡No estoy loca! Incendié el libro hace un momento, ¿qué tal si esta vez incendio la biblioteca? ¡Twilight nunca me lo perdonaría!
—Tranquila, me aseguraré de que eso no suceda —intentó tranquilizarla, pero Sweetie no estaba segura de ello. Bien podrían haber solicitado la ayuda de la princesa de la armonía, pero Spike consideraba que Sweetie, con la práctica que había ganado antes, esta vez podría realizar el hechizo correctamente, y de aquella manera recuperar su autoconfianza perdida en el asunto—. Anda, te prometo que no sucederá nada esta vez, tomaremos todas las precauciones. ¿De acuerdo? —preguntó nuevamente.
La unicornio dudó por un momento, pero terminó por acceder. Ambos asumieron sus posiciones una vez más, Spike manteniendo el mapa y cualquier otro objeto que pudiera arder en llamas a una distancia considerable de la ubicación de Sweetie, mientras que ella se preparaba mentalmente para intentar el hechizo.
—¿Estás seguro? —preguntó por última vez, con cierta duda.
—Estaremos preparados esta vez —le aseguró.
—De acuerdo —aspiró y exhaló profundamente—. Si algo llega a suceder... será tu culpa —advirtió. Spike sonrió y asintió.
Recordando las indicaciones del libro que Spike le había mostrado, Sweetie hizo un nuevo intento por cambiar la naturaleza en la luz de su cuerno, esta vez sin incinerar nada en las cercanías como daño colateral. El aura verde claro fue cambiando su tonalidad gradualmente a un negro completo esta vez, dado que ahora sabía cómo llegar de una forma más directa al punto indicado, en el que el tipo de radiación emitida cambiaba a la necesaria. No dispuesta a meter el casco una vez más, empleó su mejor esfuerzo en mantener el control del aura oscura, la cual aparentaba ser en extremo inestable.
Spike suponía que un hechizo de tal naturaleza debería ser uno de los más simples del libro, pero requería de un alto control de la magia para lograr el resultado deseado. Finalmente, el aura negra fue absorbida enteramente por el cuerno, y en la línea espiral que el mismo exponía fue resaltando una extraña luz violácea, la cual alcanzó con sus rayos la totalidad de la estancia. Al ver que nada a su alrededor estaba ardiendo en llamas, Spike supo que el hechizo había tenido éxito.
—¿Lo... lo logré? —preguntó con timidez, abriendo uno de sus ojos.
—Vaya que sí —le dijo sonriente. La potra abrió ambos ojos y miró hacia arriba, sonriendo ante su éxito—. ¡Te dije que podías hacerlo! —felicitó mientras extendía el mapa sobre la mesa, y Sweetie se acercó para iluminar el mismo con la nueva luz de su cuerno.
—¡Mira, es un círculo! —señaló el trazo brillante a causa de la luz, notando que el mismo se ubicaba en un punto en el bosque al suroeste de Canterlot—. ¡Esto se está poniendo cada vez más emocionante! ¿Qué crees que hay allí? —preguntó al desactivar el hechizo, mientras Spike remarcaba el lugar indicado con un lápiz roto que tenía a la mano.
—Espero que no una mantícora gigante —suspiró el dragón, y la potra rió al creer que era una broma, pero el mismo no la acompañó.
—¿Qué sucede, Spike? Vamos, ahora tenemos una nueva pista. ¡Deberías estar feliz! —intentó animarle
—Lo sé, pero... cuando fuimos en busca de la Rosa Eterna, estuviste en peligro en muchas ocasiones por mi culpa —dijo, rememorando los sucesos que acompañaron aquella noche—. No quiero que eso se repita.
—Que no se te olvide que yo fui contigo por cuenta propia. Y que los dos estuvimos arriesgando nuestras vidas, no sólo yo —le recordó mientras tomaba la franela naranja que Spike usaba en los libros para limpiar su pelaje, su melena y su rostro—. Si crees que voy a permitir que te lleves toda la diversión para ti, ¡estás equivocado! —aseguró al terminar, dejando el trapo sobre la mesa y aproximándose a él, extendiendo su casco—. ¿Qué dices? ¿Equipo? —preguntó sonriente. Spike no tardó mucho en corresponderle, chocando su garra.
—Hasta el final —acordaron con una gran confianza el uno en el otro—. Bueno, dudo que tengamos oportunidad de ir hoy. Y mañana irás a ver a Rumble. ¿Estás libre el domingo?
—¿Estás invitándome a salir? —preguntó, con la misma mirada que el dragón recordaba unos días atrás.
—Ni en un millón de años. Entonces, ¿qué dices?
—Que será mejor que lleves algo para comer —le sonrió—. Le diré a mis padres que iré de día de campo contigo y con Tod y Toby, así no sospecharán.
—Es una buena idea —aceptó, cuando ambos oyeron la voz de la alicornio lavanda escaleras arriba.
—¡Spike, Sweetie! ¡Necesito que me den un casco con algo! ¿Pueden subir un segundo? —llamó la princesa desde la planta baja.
—¡Yo sólo tengo garras, pero ahora subimos! —respondió el dragón—. De acuerdo, ayúdame a limpiar esto —le pidió, y la unicornio levitó con su magia los restos del hechizo anterior, llevándolos al cuarto secreto para que luego Spike empujara el mueble, cerrando la entrada y escondiendo las evidencias a simple vista. Pusieron también la mesa del candelabro sobre el área ennegrecida del suelo, esperando que Twilight no tuviera necesidad de moverla de aquella posición.
—De acuerdo, ¡está todo listo! —exclamó la potra.
—No todo... —respondió el dragón, señalando su mejilla izquierda aún sucia.
—Oh, cierto.
—No te preocupes, lo tengo cubierto —tomó de la mesa la franela que la unicornio había usado antes, pasando su lengua viperina en una de las puntas, y limpiando aquella mancha del rostro de Sweetie mientras la misma arqueaba una ceja, cuestionando tan solo con la mirada si aquello era en serio—. Perfecto. ¿Lo ves? ¿Qué harías sin mí? —comentó mientras ambos subían las escaleras, con la unicornio negando con la cabeza tras de él.
Y así, al abrir la puerta, Spike se sorprendió al tener la visión repentina de una inusual combinación de colores decorando la biblioteca, globos, gorritos de fiesta, dos grandes mesas de bocadillos y, no menos importante, a una gran multitud de ponis frente a él. Entre los mismos podía distinguir a las portadoras de los elementos y las parejas de dos de ellas, además de su hermano y su cuñada, entre otros. Todos con los gorros de fiesta que Pinkie solía hacer con sus propios cascos.
—¡Sorpresa! —gritaron los presentes al unísono.
