Capítulo 10 – En lo profundo del bosque

El sol ya estaba alto en el cielo, y sus rayos se colaban por el espacio en la ventana que las cortinas no alcanzaban a cubrir en la habitación de Twilight. Aún somnolienta, se giró para evitar aquella luz, y abriendo uno de sus ojos con cierta dificultad para divisar la posición exacta de las manecillas del reloj de pared, notó que prácticamente se había perdido toda la mañana.

—¿Las... once y diez? —se sorprendió al haberse quedado dormida durante tanto tiempo. Claro, era domingo, pero aún así la princesa tenía varios compromisos que atender.

Spike y Sweetie habían salido hacía no más de dos horas acompañados por su pequeña mascota, y a causa de ello la biblioteca se sentía demasiado vacía. Finalmente, la princesa decidió que debía comenzar con su día, y al levantarse de la cama se aproximó al espejo del tocador de su habitación para peinar su larga melena. Una vez apartados los mechones de sus ojos, se detuvo a observar con una sonrisa el nuevo retrato que ahora adornaba aquel mueble, con tan solo dos días de antigüedad.

En el centro, un Spike con sus dieciocho años recién cumplidos era abrazado por ella de un lado, y por una Amethyst con una amplia sonrisa al otro lado. A su alrededor también estaban Sweetie Belle, Shining Armor y Cadence, sin mencionar al resto de las portadoras de la armonía, y sus respectivas familias. Rememoró así aquel día, en el que casi pierde los estribos al ser aquella la primera fiesta sorpresa que organizaba en años.


Era un viernes por la mañana, y al apenas levantarse a la hora indicada y con mucha cautela, la alicornio lavanda se dirigió a la habitación del dragón seguida por el cachorro de dos cabezas. Al comprobar que su asistente ya se había levantado, descendió a la planta baja rápidamente y le buscó allí, no encontrándolo ni en la cocina, ni en el baño. Pero al acercarse a la puerta del sótano pudo oír murmullos que venían del subsuelo, casi inentendibles.

Creo que...

¿Segura…?

He llegado... No creo...

Twilight se enfureció consigo misma al encontrar un segundo evento que no había previsto. No solo el hecho de que Spike se había levantado mucho antes de lo que ella esperaba, sino también que Sweetie había llegado más temprano.

"¡Pero ella recibió la invitación por parte de Pinkie! ¡Estoy segura! ¿Por qué vino antes?" —intentaba encontrar la respuesta, luego razonando que quizás la potra hubiera tenido un tema importante que conversar con su asistente, dada la hora a la cual había llegado.

—De acuerdo, aún podemos arreglarlo. Solo debo asegurarme de que no vayan a salir si nos oyen —consideró ella, pronto iluminando su cuerno y cubriendo la puerta con un resplandor lavanda, el cual se desvaneció poco después. El can la observó con curiosidad desde el principio hasta el final del hechizo—. ¡Aislamiento de sonido! Ningún ruido que se haga aquí pasará a esa habitación —explicó sonriente, cuando alguien golpeó a la puerta con gran entusiasmo, sobresaltándola—. Y justo a tiempo —musitó y, al abrirla, no se sorprendió al encontrar frente a ella a Pinkie Pie.

—¡Twilight! ¡Tengo algo mucho, muy, pero muy importante que preguntarte! —reveló, en extremo agitada.

—¿Qué? ¿Qué sucede? ¿Los invitados no pudieron venir? ¿Nos faltó comprar algo? ¿Sucedió algo con la decoración? —inquirió preocupada al chocar su nariz con la de su sorprendida amiga, no concibiendo la idea de que su plan fallara antes de siquiera ponerlo en práctica. Pinkie comenzó a reír por causa de su expresión.

—No seas tontita, Twilight. Todos están esperando ahora en Sugarcube Corner, a excepción de Rarity y Fancy, ellos llegarán en el primer tren dentro de diecinueve segundos. Los bocadillos ya están listos, solo debemos traer las mesas. ¡Y los cañones ya están cargados con la decoración! —respondió alegre.

—¡¿Entonces qué tenías que preguntarme?!

—Oh, solo quería saber si a Spike aún le gustan los sombreros de fiesta celeste claro a rayas azules. Olvidé preguntártelo ayer, ¡y no hay nada peor que tener gorros que no te gustan en tu fiesta de cumpleaños! ¿Te imaginas? Sería como... —continuaba la poni rosada, y Twilight sintió deseos de golpear su frente contra el marco de la puerta por el susto que le había causado.

—Sí, aún le gustan. ¿Falta algo más?

—¡Por supuesto que no! —exclamó, ingresando con rapidez los cuatro coloridos cañones que había dejado fuera, colocándolos en una posición estratégica—. Y ahora… ¡que empiece la fiesta! —dio un grito lleno de energía y felicidad, tirando de las cuatro cuerdas de los cañones y decorando el recibimiento y la sala central de un solo disparo.

Tod y Toby corrieron con temor a refugiarse tras las patas de Twilight a causa de los estruendos, no dándole oportunidad a la misma de reprochar nada ya que, para cuando levantó la vista, la sala estaba adecuadamente arreglada para la ocasión. Y no mucho tiempo después, por la puerta abierta cruzaron Fancy Pants y Big Macintosh cargando con una de las mesas de bocadillos. El primero, vestido de traje y con su característico monóculo, elevaba un extremo de la mesa mediante su magia mientras guiaba al segundo que, solo llevando consigo su arnés, elevaba el otro extremo con su cabeza.

—Buenos días, Twilight. Espero no seamos inoportunos —saludó cordialmente el semental de melena azul.

—Para nada, me alegra ver que pudieron llegar antes —le sonrió.

—¡Oh, querida! —Rarity entró tras los sementales, abrazando a la princesa sin mucha ceremonia—. ¡No nos lo hubiéramos perdido por nada! Aunque aún no entiendo por qué no organizaste la fiesta un poco más tarde. No es que me moleste, claro, pero aún así me resulta extraño.

—¿Que no te lo dije? Twilight quería celebrarlo un poco más temprano porque Spike y Amethyst irían a un concierto más tarde, o algo así —explicó Applejack al cruzar el umbral en compañía de Fluttershy, seguidas de Amethyst y Dinky.

—¡Así es! Saldremos un poco antes para hacer la fila en el estadio. No vamos a estar allí fuera esperando cuando Wildfire empiece a tocar —aseguró, siendo su diálogo cortado por la alegre exclamación de su hermana menor.

—¡Un perrito! —llamó ella y, al verse en la mira de la joven potra, Tod y Toby no tuvieron más opción que prescindir del ala de Twilight para saltar rápidamente a una de las mesas auxiliares, y de ahí al estante más próximo, retrocediendo tanto como pudieron para luego ladrar a los visitantes. La menor quedó decepcionada ante su esquiva actitud.

—Parece que no tiene muchos deseos de jugar ahora mismo —explicó la princesa, cuando vio a su hermano y a su cuñada entrar por la puerta, dirigiéndose a ellos rápidamente al grito de sus nombres.

—¡Pero yo sí! —exclamó Pinkie, mientras oía de fondo el saludo especial entre Twilight y Cadance, una alicornio de manto violeta, melena tricolor y ojos púrpura, con marca en forma de un corazón de cristal—. ¡Vamos, ayúdame a preparar todo tan rápido como podamos, y así tendremos más tiempo para divertirnos!

—¡Suena bien para mí! —aceptó Dinky, acompañando a la poni.

—Por cierto Twi, ¿Spike sigue durmiendo? —preguntó Amethyst al acercarse a una alicornio lavanda ligeramente apenada.

—Con todo este alboroto, de seguro ya está levantándose —comentó Cadence.

—Es cierto, ¿no se suponía que fuera una fiesta sorpresa? —preguntó con cierta duda Shining Armor, un unicornio de manto blanco, melena azul, ojos celestes y marca en forma de escudo.

—Todo está bajo control. Él ya está levantado, pero bajó al sótano con Sweetie Belle. Creo que estaba hablando algo importante con ella. Pero no se preocupen, el hechizo que puse nos avisará si están a menos de diez metros de la puerta. Así podremos prepararnos para recibirlos lo suficientemente rápido si es que...

Twilight continuó explicando su reciente plan ante cualquier imprevisto extra que pudiera suceder, pero Amethyst ya no la escuchaba, pues permanecía mirando en dirección hacia la puerta del sótano. ¿Que Spike estaba con Sweetie allí abajo? ¿De qué debían hablar? ¿Era necesario que lo hicieran en ese lugar, lejos de todos? La unicornio pronto negó con la cabeza con vehemencia, intentando quitarse aquellas preguntas de la cabeza. Si había algo que no estaba dispuesta a permitirse sentir eran los celos por un amigo, aún si ese amigo era Spike.

—...ya lo sé, fue una tontería. ¿No lo creen? —preguntó Twilight, divertida. Amethyst rió un poco siguiendo el ejemplo de Shining y Cadence, pero la verdad era que no había oído ni media palabra de su pequeño discurso.

Todos los invitados ya se encontraban en el recibimiento y la sala central, ultimando los preparativos de la fiesta sorpresa que en poco tiempo tendría lugar. Y así, una vez estuvo todo listo, Twilight dio indicaciones a todos, desvaneció el hechizo de la puerta, y procedió a poner su plan en marcha.

—¡Spike, Sweetie! ¡Necesito que me den un casco con algo! ¿Pueden subir un segundo? —llamó a la puerta, recibiendo una respuesta afirmativa por parte de los menores. No mucho después alcanzaron a oír sus pasos, y al abrir la puerta el dragón fue recibido por el alegre grito al unísono por parte de su querida familia.

—¡Sorpresa! —exclamaron todos los presentes—. ¡Feliz cumpleaños!

—¿U-ustedes…? Oh cielos. No... no sé qué decir —dejó escapar el dragón.

—¡Feliz cumpleaños, cumpleañero! —Pinkie se apresuró a pasar detrás de él, colocándole uno de los gorros para luego regresar a su anterior posición, con todos acercándose para felicitarle personalmente. Y como no podía ser de otra manera, la primera fue Amethyst, quien se dirigió a Sweetie antes de hacer cualquier movimiento.

—No lo has golpeado, ¿verdad? —preguntó, sonriente.

—Uh... no. ¿Por qué lo...?

—¡Perfecto! —la interrumpió, atacando el costado del dragón con gran fuerza.

—¡Auch! ¡Oye!

—Te dije que sería la primera —le recordó, antes de abrazarle con un gran cariño—. Feliz cumpleaños, pequeñín. Anda, ¡ven!

Tomando al dragón por su garra, la potra lo llevó a reunirse con el resto de los ponis. Desde aquel punto, todo fue risas y diversión. Spike pensaba que había sido muy considerado de parte de todos el haber asistido a una fiesta tan temprano por la mañana, pero sobre todo por Twilight, quien la había organizado. Incluso llegó a perder la cuenta de la cantidad de veces que la había abrazado aquella mañana.

Mientras que Dinky aún intentaba atrapar al cachorro con la ayuda de Pinkie Pie, Spike platicaba con Amethyst, Twilight, Cadence, Fancy y Rarity mientras degustaban los bocadillos preparados por los hábiles cascos de la pastelera. Shining, Big Mac, Fluttershy, Apple Bloom, Sweetie y Scoot bailaban animadamente al ritmo de la balada de rock que sonaba en el viejo fonógrafo de la biblioteca, mientras que Applejack y Rainbow comentaban algo sobre Scootaloo al otro lado de la mesa de los bocadillos, luego uniéndose al baile.

No mucho después, el dragón se dispuso a abrir los regalos que los invitados habían dejado en una de las mesas cerca de la puerta principal, no menos avergonzado por ser el centro de atención una vez más. Aún sin etiqueta alguna no era muy difícil saber de quien venía cada obsequio. Un gran juego de pesas y mancuernas por parte de Rainbow Dash y Scootaloo, un smoking a medida por parte de Fancy Pants y Rarity, una pequeña colección de números especiales de sus comics favoritos por parte de Shining Armor y Cadence, y una cálida manta verde claro hecha a casco por Fluttershy. Un collar con una esmeralda en forma de manzana, un sombrero vaquero y un arnés por parte de la familia Apple, y todo eso sin mencionar una caja cargada de "chascos" por parte de Dinky, los cuales le pidio guardara para la ocasión apropiada. Y por último, pero no menos importante, Twilight le regaló algo que significaba mucho para ella.

Y así, Spike aparecía en la fotografía tomada poco después sonriendo ante la cámara con el sombrero, el arnés y el collar puestos, ligeramente apenado mientras abrazaba contra su pecho al peluche llamado Smarty Pants. Twilight abrazó aquel recuerdo enmarcado con un gran cariño y felicidad, recordando la amplia sonrisa de su asistente y hermano menor, antes de devolver el cuadro a su lugar para luego suspirar con anhelo. Era hora de empezar con su día.


Mientras tanto, una unicornio morada de baja estatura, melena dorada, ojos color miel y marca en forma de siete estrellas, circulaba por las calles rebosantes de actividad en la magnífica ciudad de Canterlot bajo el resplandor de un bello día soleado. Aquel domingo no faltaban equinos en cada negocio frente al cual pasaba la joven Dinky Doo, incluyendo la tienda frente a la cual se detuvo.

Luego de unos cuantos minutos tomando los ingredientes que necesitaría más tarde, y unos cuantos más haciendo la fila para pagarlos, la unicornio se dirigió a Knowledge Shelves, la librería de su tío, ahora atendida por su hermana mayor. Había acordado con ella que aquel día almorzarían juntas, y que le prepararía las pizzas que tiempo atrás le había prometido.

—¡Amethyst, ya llegué! —llamó al ingresar a la librería, no encontrando a su hermana en las cercanías—. ¡Amethyst! ¿Estás aquí?

—¡Estoy en el baño, dame un segundo! —oyó su voz aminorada por los muros.

—¡De acuerdo! —aceptó, paseándose por la biblioteca durante un breve momento luego de dejar las bolsas de los víveres junto al sillón.

Sobre el mostrador reposaba un único libro en el cual ponía "El origen de la vida, por Darouin Blake". Dinky se había hartado de oír aquel nombre en los últimos meses, dado que su hermana parecía haber ganado cierto fanatismo por su trabajo. Apenas había comenzado a ojearlo cuando la unicornio mayor salió de la trastienda.

—¡Hermana! —corrió a su encuentro, abrazándola con gran cariño.

—¡Hola hermanita!

—¿Cómo estás? ¿Has visto al tío Leaden?

—Todo bien por aquí. Y el tío de seguro vendrá más tarde.

—¡Perfecto! Mamá envió estos muffins para él —dijo, dejando sobre el mostrador una caja rectangular con tapa transparente.

—Delicioso —comentó al tomarlos mediante su magia.

—¡Y! Dijo que no probaras ninguno hasta que él los abriera —advirtió sonriente.

—Me lo suponía —respondió ella con una sonrisa torcida mientras dejaba la caja en la trastienda, pero hubo algo en su expresión que llamó la atención de Dinky, sin mencionar que estaba más callada de lo normal.

—Amethyst, ¿estás bien?

—En mi mejor momento, ¿por qué lo preguntas? —continuó con el mismo tono, tomando el libro del mostrador para guardarlo.

Había algo extraño allí, y Amethyst nunca se lo diría por las buenas. Pero Dinky tenía un método que no fallaría a la hora de despejar las dudas.

—Por nada —le restó importancia al asunto, mientras se dirigía hacia ella—. Oye, ese es el libro del cual me hablaste. ¿Verdad?

—Así es. Es el último trabajo de Darouin Blake, un profesor de biología de la ciudad de...

—Parece un afeminado —dijo Dinky.

—¿Disculpa? —se sorprendió Amethyst.

—Pues claro. ¡Tan solo mira ese bigote! —señaló Dinky, dejando ver la solapa—. No puedo creer que admires a un tipo como ese —dijo ella, pero Amethyst solo negó con la cabeza.

—Bueno, es una pena que no puedas verlo tal y como yo lo hago. Después de todo es un investigador reconocido, y además...

—De acuerdo, eso es todo. ¿Qué te sucede?

—¿De qué hablas?

—Estoy difamando a Darouin Blake, Amethyst. Darouin Blake. Y aún no me has ahogado con el cojín del sillón. Ni siquiera un coscorrón. ¡¿Qué te sucede?!

—Tal vez estoy madurando —respondió con un asomo de sonrisa.

—La princesa Celestia vendrá a esta librería, se parará en ese mostrador y bailará tap antes de que madures. ¿Vas a decirme que te sucede? —inquirió, exasperada, pero la única respuesta que tuvo por parte de la unicornio lila fue una mirada baja—. Hermana... —dijo con preocupación. Dinky no tenía recuerdo de haber visto a su ser querido en tal estado en toda su vida, pero ella no podía engañarla. Algo había sucedido—. ¿Qué pasó? —preguntó otra vez, y Amethyst suspiró al apoyarse contra el mostrador.

—No es nada grave, no te preocupes. Es solo... un pequeño problema con el que debo lidiar —dijo, mientras la unicornio menor pasaba al otro lado del mostrador, tomando la misma postura.

—¿Quieres hablar de ello? —preguntó. La unicornio mayor estuvo a punto de soltar prenda, pero se arrepintió a último momento y negó con la cabeza.

—No creo que lo entiendas.

—Por favor, dime —insistió—. Si hay algo en lo que pueda ayudarte, quiero hacerlo. ¡En verdad! —tomó sus cascos entre los suyos, haciéndole saber que podía contar con ella. A la unicornio no le tomó mucho tiempo ceder ante su hermana, tal vez porque se trataba de la única poni a quien podía confiarle algo así.

—Está bien —aceptó, pero cuando la menor estuvo a punto de hablar, Amethyst la detuvo una vez más—. Pero con una condición: lo que te diré no puede salir de esta habitación. No puedes decírselo ni siquiera a mamá o a papá. ¿Entiendes? —advirtió, y Dinky asintió con seguridad—. Bien... recuerdas el viernes pasado, cuando Spike y yo nos fuimos de la fiesta a Fillydelphia. ¿Verdad?

—¿Es sobre Spike? —preguntó, extrañada.

—Déjame terminar —cortó, disponiéndose a relatar la historia.


Cuando salimos de su casa tomamos el tren a Canterlot y allí esperamos el que nos llevaría a Fillydelphia. Viajamos durante casi cuatro horas antes de llegar a la estación, y de allí tuvimos unas cuantas calles más hasta la arena. Te digo Dinky, el lugar era inmenso, y así de inmensa era la fila en la que esperamos con decenas de ponis delante de nosotros. Pero fue una suerte que llegáramos temprano, ya que a los pocos minutos la fila se triplicó.

No fue hasta las siete de la tarde cuando por fin pudimos entrar en el lugar, apretados entre una gran multitud tan excitada como nosotros. Tardamos quizá dos horas más en llegar a nuestros lugares. ¡Imagina la cantidad de ponis y grifos! En eso, una potra amable que conocimos allí se ofreció a pintarnos el rostro tal y como a los miembros de la banda. Yo tenía la estrella alrededor del ojo izquierdo tal y como Gina, y Spike tenía la luna creciente en el derecho como Geronime. Estuvimos platicando con aquella poni y su pareja durante un buen rato, y de repente todo se oscureció. Las luces se apagaron súbitamente sin previo aviso, y solo podíamos oír los murmullos de la multitud. Hasta que una preciosa voz, una que nosotros conocíamos bien, arrojó luz sobre aquella penumbra.

Do you remember standing on a broken field?
White crippled wings beating the sky.
The harbingers of war with their nature revealed,
And our chances flowing by...

If I can let the memory heal,
I will remember you with me on that field.

Estaba sucediendo. La hermosa voz de Gina Greyfeather resonó en todo el estadio, causando que la multitud enardecida golpeara el suelo con sus cascos y garras con gran emoción, aclamándola con fervor. Un reflector iluminó a la grifo con el micrófono en sus garras grises. Su plumaje blanco reflejando la luz, y sus profundos ojos azules completamente visibles desde el lugar en donde nos encontrábamos.

Fue cuando el resto de los reflectores iluminaron a Geronime Deathclaw en la guitarra eléctrica, a Gideon One-eyed en la batería, a Gabrielle Dagger en el bajo, y a Genevieve Darkforest en la segunda guitarra. Y entonces, aquel estribillo que erizaba nuestros cabellos, plumas y escamas, aquel ritmo vibrante que resonaba en los cimientos del estadio y que nunca olvidaré mientras viva, mientras el escenario entero se iluminaba de repente, y miles de espectadores rompían en gritos de júbilo.

When I thought that I fought this war alone,
You were there by my side on the frontline.
And we fought to believe the impossible...

When I thought that I fought this war alone,
We were one with our destinies entwined.
When I thought that I fought without a cause,
You gave me the reason why.

—¡Gina, eres lo máximo! —intentó gritar Spike con su poderosa voz draconiana.

Era difícil imaginar que alguien permaneciera sentado en su asiento, ya que hasta donde se podía ver todos estaban parados, chocando sus cascos y garras contra el suelo con aquella misma emoción, o incluso abrazándose por causa de la felicidad. Ninguno de los presentes hubiera pensado nunca que alguna vez verían a aquella banda en vivo y en directo, y no sólo escuchar, sino vivir sus canciones.

Y no creas que por la forma en que te lo cuento yo estaba calmada. Para nada, yo especialmente estaba enloquecida, tan desbordante de felicidad que no cabía en mí misma. Spike me abrazó y comenzamos a saltar de la alegría. Bueno, más bien, él saltaba, yo apenas alcanzaba a tocar el suelo con la punta de mis cascos. Y así pasaron casi tres horas de recital. Una canción genial tras otra, una canción gloriosa tras otra. A decir verdad, no tengo palabras para describir cómo fue todo. Pero... creo que solo estoy dándole vueltas al asunto para no pasar al verdadero asunto del cual quería hablar. Lo que en verdad quería contarte, sucedió después del concierto.

Salimos a las doce y media de la noche entre toda la multitud, con nuestro pelaje y escamas aún vibrando por causa de la mejor banda del mundo entero. De verdad, ninguno de los dos podía creer que hubiésemos estado ahí. A tan solo metros de aquellos grifos, a solo metros de Gina, de Geronime y Gideon. No había sido tan bueno como lo imaginamos, había sido cientos de veces mejor.

Era tarde, pero aún teníamos energía de sobra, así que invité a Spike a un bar cercano a la estación de trenes para que bebiera su primera sidra, como todo un dragón mayor. Por supuesto, yo lo acompañé. Una cosa llevó a la otra, y llegó un momento en que nuestra competencia de tragos se salió de control. Si, no debí haber jugado a algo así con alguien que apenas acababa de beber por primera vez, pero no lo pensé en ese momento ya que para entonces ambos estábamos algo pasados. Bueno, cuando salimos al menos yo estaba bastante consciente, a diferencia de Spike...

—¡Deberíamos ir a otro! ¡Uno que tenga sidra más añejada, y de otra marca! ¡Siento que he bebido sidra hecha con mis propias garras toda mi vida! —gritó al salir a la calle, rompiendo en risas después mientras Amethyst intentaba llamar su atención.

—Spike, estás borracho. Y no hay otro bar abierto por aquí, así que vamos —le tomó por su garra, invitándole a seguirla—. Ya te has divertido bastante.

—¡Pero aún quiero divertirme!

—Te divertirás mañana, pequeñín. Ahora debemos volver a casa y dormir. Fueron muchas emociones para un solo día y... —decía, cuando el dragón tropezó y cayó de frente, gimiendo con dolor por causa de ello—. ¡Spike! —lo ayudó a incorporarse con cierta dificultad—. Ugh, no voy a arrastrarte hasta la estación. ¿Puedes moverte?

—Aún puedo... ¡bailar! —gritó al tambalearse, para terminar tomándose del lomo de Amethyst nuevamente, arrodillado.

—No fue lo que pregunté.

—¿Iremos a Ponyville?

—¡Por supuesto que no! Si Twilight te viera así, me mataría. Iremos a mi departamento, te bañaras y dormirás hasta mañana. ¿Estamos de acuerdo?

—Claro... ¡que sí! —intentó levantarse de golpe, incapaz de mantenerse erguido. La unicornio se apresuró a sostenerle, pero el dragón cayó sentado una vez más.

—Vamos Spike, todavía quedan cinco calles y no voy a caminarlas así —dijo Amethyst, provocando que el dragón cambiara su actitud drásticamente.

—Lo… lo siento mucho, Amethyst. —se entristeció—. Por favor, perdóname.

—Oye... ¡Oye! No estoy enojada, ¿entiendes? Solo digo que tenemos que ir hasta la estación. ¿Podrás hacerlo? —lo invitó a verle a los ojos, intentando rescatar lo poco que restaba de consciencia en aquella criatura.

—¡Seguro! —dijo felizmente, comenzando a levantarse—. ¡Con los ojos cerrados!

—¡Oh no, con los ojos cerrados no! —intentó detenerlo, pero el dragón cayó arrodillado—. Esto va a tomarme toda la vida.

—Perdón —se disculpó el dragón, avergonzado y sin control alguno de sus acciones.

—Ya, te he dicho que no estoy enojada —dijo al pararse frente a él, tomándolo por los hombros—. Además, no voy a dejarte en este estado a la mitad de la calle —le sonrió, comprensiva.

—Gracias, Amethyst.

—No es nada.

—No, en serio... gracias.

—Pues, para qué están los amigos. ¿No?

—Eres mucho más que una amiga, Amethyst. Eres... —permaneció mirándola un largo rato, algo que incomodó ligeramente a la unicornio.

—¿Spike? —intentó llamar su atención, luego de unos segundos de absoluto silencio.

—Te quiero, Amethyst. Te quiero mucho, mucho, mucho... —repetía una y otra vez, y la unicornio debió poner un casco en su boca para detenerle.

—Tranquilo, ya sé que me quieres. Tendrías que ser un tonto para no hacerlo —dijo con gran confianza, pero instantes después notó que el dragón se había acercado aún más a ella, casi como si quisiera decirle un secreto y no encontrase las palabras para ello—. ¿Spike?

—Te quiero —dijo finalmente, dejando caer su cabeza hacia adelante poco a poco. Amethyst se paralizó al ver que el dragón acortaba poco a poco la distancia entre sus rostros, no sabiendo cómo reaccionar. No debió pensar mucho más cuando la cabeza del dragón siguió de largo y recayó en su hombro izquierdo—. Te quiero, muuuuuucho —musitó, para luego caer profundamente dormido. Amethyst se quedó allí, petrificada y sin saber que decir o pensar al respecto.


—Eso... debió haber sido incómodo —dijo Dinky.

—Lo fue, mucho. Pero... —se detuvo, aún dudando con respecto a sus ideas—. En todo caso, creo... que yo también quería hacerlo —rió al mencionarlo—. Lo sé, ¡Es ridículo! ¿Por qué iba a querer...?

—Porque tienes sentimientos por Spike —respondió, y la unicornio mayor quedó sin habla por un momento, antes de reír nerviosamente.

—Dinky, ¿de dónde sacas esas ideas? Es... una locura, como poco.

—¿De verdad lo es? —preguntó, arqueando una ceja.

—Por supuesto que sí. Spike es mi mejor amigo, nunca pensaría en él como...

—Hermana, estamos solas. Si crees que no me había dado cuenta... —comenzó a decir.

La unicornio lila supo que no tendría caso ocultarle ningún detalle a la menor, sobre todo porque la misma podía saber fácilmente cuando ella le estaba mintiendo. Aún así, su propia cabeza seguía resistiéndose a la idea.

—No sé... si siento algo por él, pero...

—¡Claro que lo sabes! Quieres estar a su lado, sonríes todo el tiempo cuando estás con él, y gastarías todos tus ahorros en dos entradas para ver a su banda favorita si con eso consigues hacerlo feliz. ¿Te digo algo? ¡Eso es exactamente lo que sientes! —soltó la pequeña unicornio, exasperada. Amethyst suspiró.

—Hay... más de esa historia.

—Oh cielos… ¿Qué pasó después?


Cuando llegamos a la estación de trenes para regresar a Canterlot, nos dijeron que las vías estaban en mantenimiento de noche durante esta semana, por lo que el tren no volvería a funcionar hasta las seis de la mañana. Sin dinero para un hotel, decidimos ir al parque que quedaba a dos calles de allí y encontrar un lugar donde dormir hasta que el sol saliera, y el tren comenzara a funcionar.

Para cuando el sol comenzó a salir, Spike y yo estábamos recostados contra el tronco de un árbol cerca del estanque del parque. Siendo que aquel era un día relativamente fresco, me extrañó el hecho de no tener frío en absoluto al despertar. Luego me di cuenta de que era porque había dormido abrazada a Spike, y su abrazo me había mantenido caliente hasta entonces.

Fue cuando noté que la estrella negra que tenía dibujada alrededor del ojo había quedado marcada en su pecho. Miré hacia arriba en busca del rostro de Spike que, aún estando dormido, mantenía su cabeza derecha contra el tronco, algo que me resultó bastante inusual. Aunque claro, no era como si él fuese lo más usual que hubiera conocido.

—¿Spike? ¿Estás despierto? —preguntó, sin recibir respuesta. No había duda, el dragón dormía profundamente, y no era probable que pudiera despertarlo en aquel momento. Le sonrió, y aprovechó la ocasión para acurrucarse a su lado, reposando la cabeza en su pecho, esta vez de forma voluntaria, y disfrutando de la calidez de aquella criatura.

—No somos amigos normales, ¿cierto? —preguntó en un susurro, sin esperar una respuesta—. Y pensar que te conozco hace meses... y aún así, siento que te he conocido desde hace mucho más tiempo —musitó, sonriendo mientras admiraba el rostro del dragón.

La unicornio sentía la sangre agolparse en sus mejillas en aquel momento, por lo que debió desviar la mirada aún cuando el dragón no la escuchaba ni la veía. Se sentía en extremo apenada. ¿Por qué? ¿Por qué se sentía así estando en compañía de aquel dragón? En el fondo, ella sabía la respuesta. Pero, ¿por qué negarlo entonces? ¿Por qué esconderse tras su sonrisa confianzuda en aquel momento frente a alguien que no la vería? No tenía caso alguno.

—Tengo miedo, Spike —susurró—. Miedo de que no sientas por mí, lo que yo siento por ti.

En el fondo deseaba que le escuchara, deseaba con todas sus fuerzas que Spike estuviera despierto pues sabía que, de estar parada frente a él, sería incapaz de decir aquellas mismas palabras. Era su oportunidad para desahogarse, para decir todo lo que no se había atrevido a mencionar durante tanto tiempo.

—¿Cuándo fue que comencé a sentir esto? —se preguntó—. ¿Fue cuando entraste por la puerta de la librería por primera vez? ¿Fue cuando te quedaste tardes enteras a hacerme compañía, para enseñarme todo lo que necesitaba saber? ¿O fue cuando te convertiste en el mejor amigo que hubiera podido desear? Alguien con quien comparto mis secretos, mis esperanzas, mis sueños. Alguien en quien puedo confiar. Alguien en quien puedo apoyarme cuando siento que voy a caer. Alguien que se que siempre estará a mi lado. —llevó su casco al pecho del dragón, sintiendo con facilidad el latido de su corazón, y sonrió—. Te amo, Spike. Te amo más que a nada en el mundo entero, y nada me haría más feliz, que correspondieras a ese amor. Después de todo... eres lo mejor que me ha pasado.

Amethyst sintió una lágrima recorrer su mejilla y la enjugó rápidamente. ¿Cuándo había empezado a llorar? La unicornio no recordaba haber llorado en toda su vida, y allí estaba, ensuciando sus cascos con la horrible mezcla que constituían la pintura facial negra con sus lágrimas.

—¿Lo ves? —preguntó al dragón durmiente—. Eres el único que podría lograr algo como esto —sonrió tristemente, sin dejar de mirarle.

Estaba furiosa, furiosa consigo misma al darse cuenta de que era incapaz de expresar estas mismas palabras ante el ser que más amaba. ¿Podría vivir sin hacerle saber esto? ¿Podría abrazarle siempre que se vieran sin que ello implicara algo más? ¿Podría negar sus propios sentimientos, solo para asegurar su amistad? ¿Y qué tal si la rechazara? No podría soportarlo. No podía soportar la idea de que el dragón se alejara de ella. Lo amaba demasiado como para siquiera imaginarlo.

—Quisiera que nos quedáramos así para siempre. Solo tú y yo, nosotros y nadie más —continuaba hablándole, aún cuando sabía que el dragón no la escucharía, la vería, o la sentiría.

Empujó el suelo con sus cascos para retroceder, volteando hacia él con cierta duda. Tragó saliva, y movió la cabeza del dragón ligeramente con su casco para que el mismo quedase viendo en su dirección, sus ojos aún cerrados. Acercó su rostro al suyo, insegura de la acción que ahora estaba tomando, sus labios temblando a medida que se le acercaba. Llegó hasta el punto en que podía sentir el cálido aliento del dragón sobre el pelaje de su hocico, y allí se detuvo, incapaz de seguir adelante. Se prometió a sí misma en ese entonces que si alguna vez le besaba, él no estaría durmiendo. No expresar sus sentimientos constituía ya una gran cobardía para ella, una que nunca llevaría a tal extremo. Y así, cuando el silbido de la locomotora llegó a sus oídos al cabo de unos minutos, Amethyst fingió estar dormida mientras el dragón bostezaba, y encontraba a la unicornio aún abrazada a él. Spike sonrió ante la imagen que ésta proyectaba.

—Oye, Amethyst. ¿Estás despierta? —le preguntó, pero su amiga parecía dormir profundamente.

Viendo su reloj, el dragón dedujo que aún faltaba al menos media hora para que el siguiente tren saliera, por lo que tenían tiempo de sobra para descansar un poco más. Y así, Spike se permitió permanecer en aquella posición durante los siguientes minutos mientras contemplaba el bello amanecer en aquel parque, abrazado a su querida amiga, con los primeros rayos del sol reflejándose en las aguas del estanque frente a ellos.


—No sé qué hacer, Dinky. No he dormido bien desde ayer, mi cabeza no para de dar vueltas a lo que sucedió, y a lo que estuvo a punto de suceder esa mañana —reveló, exasperada. Dinky pensó que su hermana había estado guardándose aquello durante más tiempo del que parecía.

—Bueno, de seguro el hecho de que él sea un dragón y tú una poni no es mucho problema, después de todo él estaba enamorado de Rarity hace unos años. ¿Cierto? —intentó animarla.

—No es solo eso. Es el hecho de que ni siquiera sé si él se siente de la misma forma conmigo —decía, recibiendo un golpe en el brazo por parte de su exasperada hermana, quien no podía ver a la confianzuda poni que ella conocía bien en un estado semejante—. ¡Auch!

—Cielos Amethyst, ¡tú no eres así! La Amethyst que yo conozco patearía la puerta de esa biblioteca y reclamaría a ese dragón, sin importar nada más. No estaría aquí, dudando si sus sentimientos son correspondidos como una potrilla asustada —le gritó con gran enojo. Si alguien podía despertar a la verdadera Amethyst de su letargo, esa era Dinky.

—A veces creo que me conoces mejor que yo misma —le sonrió—. Aún así no es tan sencillo, Dinky. Si voy a hacerlo, debo elegir bien el momento y la forma en que se lo diré. No puedo solo llegar y soltar algo como eso.

—Está bien, entonces pensaremos una buena estrategia para que puedas enfrentarlo y decirle todo, todo lo que acabas de decirme a mí —declaró, mientras caminaba frente a ella con semblante pensativo.

—No lo sé, Dinky. Yo... nunca me he sentido así por nadie. En realidad, nunca había sentido algo como esto. Ni siquiera sé que es lo que se supone que tengo que hacer.

—No te preocupes. Esa es la ventaja de tener dos amigas mayores que te hablan de sus relaciones. ¡Aprendes bastante! —exclamó alegre—. Será un trabajo duro, pero creo que podremos lograr que tú y Spike sean felices por siempre.

—Eso es algo infantil, ¿no crees? —preguntó con una sonrisa torcida.

—¡No me importa! —exclamó con alegría—. ¡Y no temas hermana pues yo, Dinkianna Hooves Doodle, te ayudaré a conquistar al dragón de tus sueños! Con la única condición de que seré la madrina el día de la boda —le guiño un ojo, sonriente.

—¿Por qué siento que acabo de hacer un pacto con un pequeño diablillo?

—Porque es algo más o menos parecido —rió ella, antes de ir en busca de las bolsas de víveres con su magia para luego regresar y tomar el casco de su hermana, guiándola a la trastienda—. Ahora vamos, tienes que ayudarme a preparar las pizzas —dijo Dinky, y Amethyst sonrió con verdadera felicidad por primera vez en el día, al saber que contaría con la ayuda de su querida hermana menor para resolver aquel dilema.


Para el mediodía de aquel domingo, un cálido sol primaveral iluminaba hasta el último rincón del bello reino de Equestria. Al parecer no habría lluvias sino hasta dentro de dos semanas, por lo que aquellos sin duda serían días para salir a pasear en familia. Algo parecido era lo que hacían un dragón y una poni a bordo del tren de Ponyville con destino a Canterlot, el cual había partido media hora atrás.

La unicornio blanca de melena rizada había dejado las alforjas debajo del asiento para recostarse contra el brazo de su compañero, aprovechando el tiempo de viaje restante para descansar, y roncar. En tanto, el dragón permanecía abrazado a una mochila cuyo tamaño había aumentado considerablemente con respecto a su última "excursión", mientras admiraba el paisaje con semblante pensativo.

Aún no alcanzaba a creer que hubiera visto a su banda favorita en vivo y en directo, a tan solo metros de su asiento. Las ovaciones del público, la emoción, la hermosa voz de Gina aún vibrando en sus escamas. Era algo maravilloso, un momento que intentaba mantener vívido en su memoria el mayor tiempo posible. Recordó también la mañana del día prometido, cuando su familia y amigos le habían preparado una fiesta sorpresa de la cual no tenía sospecha alguna, y sonrió una vez más. Aquel había sido un gran día.

No mucho tiempo después, el tren se detuvo a mitad de un campo en medio de la nada. Las puertas de los vagones se abrieron y los únicos que descendieron en el antiguo y abandonado andén fueron nuestros héroes, ambos cargando una mochila en espalda y alforjas en costados, respectivamente. Apenas habían bajado, el tren retomó su marcha con destino a Canterlot, y ellos permanecieron allí un poco más.

El andén en efecto estaba completamente hecho en madera, algo desgastada por el tiempo y la exposición a la lluvia y al sol. Desde aquel lugar, podían contemplar los amplios campos de Equestria en todo su esplendor, y a unos pocos kilómetros podía verse el comienzo del bosque al cual debían dirigirse. Antes de que siquiera pudieran poner un pie o casco en la escalera para bajar de la plataforma, la mochila del dragón comenzó a agitarse. La tapa superior salió disparada hacia arriba y el cachorro de ortro saltó de su escondite, cansado del encierro al cual se había visto sometido para ser transportado.

—¡Oye, espera! —Sweetie se lanzó en su búsqueda tras el ortro que ahora corría a través de aquellos prados a una gran velocidad, maravillado por el amplio espacio verde del cual ahora disponía—. Cielos, es demasiado rápido.

—Tranquila Sweetie, no va a perderse aquí —dijo el dragón al acercarse a ella, mientras tomaba el mapa del bolsillo delantero de la mochila—. Mmm... el círculo señala un punto entre los montes, más allá del bosque. Parece que tendremos que dar un largo paseo.

—Me tranquiliza el hecho de que al menos no se trata del bosque Everfree. No deberíamos correr con mayores complicaciones al cruzarlo. ¿Verdad?

—Yo no estaría tan seguro...

—¿Por qué lo dices?

—Pues porque se trata de un lugar que ha estado escondido durante más de un milenio, Sweetie. De seguro tendrá trampas o alguna forma de proteger la entrada para evitar que nada ni nadie llegue a ese lugar.

—¿Trampas? —preguntó la poni, tragando saliva—. Ya no me siento tan segura. De hecho, tal vez ni siquiera deberíamos haber traído a Tod y Toby.

—Vamos, no son animales domésticos, saben cuidarse solos. Y de cualquier forma, nosotros estaremos a su lado todo el tiempo —la confortó, guardando el mapa—. De acuerdo, ¿vamos? —preguntó.

Viendo que se disponían a partir, el cachorro corrió hacia la potra y saltó sobre su lomo para apoyar las patas delanteras en su cabeza, asomando por sobre su melena con ambas lenguas afuera.

—Parece que estamos listos —respondió sonriente.

En poco tiempo, el equipo ya estaba encaminado con destino a los bosques próximos, habiendo contado con la gran suerte de que aquel era un día nublado y el calor excesivo no resultaba un problema. Media hora después los tres se habían internado en la arboleda, disfrutando de la fresca sombra que daban las ramas de los árboles y del bello canto de las aves tan propio de la primavera, avanzando sin prisas hacia el lugar indicado. Si el mapa seguía teniendo validez, unos kilómetros más adelante encontrarían un gran valle, y un puente que lo cruzaba de lado a lado.

Tal y como debieron esperar luego de más de un milenio, el puente no daba mucha confianza a simple vista. Tanto las sogas como la madera que lo constituían se veían increíblemente degradadas, al punto en que uno llegaba a preguntarse cómo era que el mismo aún se mantenía sostenido en el aire. Si hubiera sido una distancia menor a cruzar quizá la situación hubiese sido distinta, pero se trataba de un puente de casi medio kilómetro de extensión.

—Espera, ¿por ahí? —preguntó Sweetie.

—Eso dice el mapa.

—Uh... debe ser una broma, ese puente podría caerse en cualquier momento. —advirtió.

—Supongo que intentaré cruzarlo primero. Si soporta mi peso, de seguro soportará el tuyo con facilidad.

—Pero... ¿y qué tal si se rompe y te caes? —preguntó, preocupada.

—Hay un río corriendo ahí abajo. Además, recuerda que soy un dragón. Una caída así no me haría mucho daño —intentó tranquilizarla.

—Aún así, sigue siendo bastante peligroso —dijo ella, luego recordando—. Espera, ¡creo que tengo un hechizo que puede sernos útil aquí! —eclamó alegre, posicionándose frente al puente.

—¿Y qué hechizo piensas usar aquí que nos salve de esta encrucijada, oh poderosa hechicera?

—Haré de cuenta que no oí eso. Y respondiendo a lo otro, se trata de un hechizo de inmovilización, y sirve para "mantener las cosas en su sitio". Aunque... —permaneció pensativa, admirando la extensión de su objetivo.

—Es un puente muy grande —convino al adivinar sus pensamientos—. ¿Segura que podrás hacerlo?

—Solo hay una forma de averiguarlo —tomó al cachorro de su cabeza y lo dejó en brazos de Spike—. Sostenlo por favor. Voy a intentarlo.

—Espera —la detuvo—. Cruzaremos todos juntos, ¿verdad?

—Spike, yo... no sé si pueda mantenerlo para los dos —dijo con cierta duda.

—¿Y podrás ejecutarlo dos veces? —replicó.

Era cierto, el hechizo de por sí consumía demasiada energía. Ejecutarlo dos veces seguidas con éxito podría conllevar una dificultad muy grande para una estudiante de magia con su nivel.

—Tienes razón —aceptó finalmente.

El dragón, en tanto, se había inclinado para facilitarle el subir a su espalda, manteniendo abrazado contra su pecho al cachorro.

—¿Cómo en los viejos tiempos? —preguntó la unicornio, sonriente.

—Como en los viejos tiempos.

Sin esperar una invitación formal, Sweetie trepó a la espalda de Spike y se aferró con fuerza a él. Una vez estuvieron listos, puso en práctica el mencionado hechizo, y de su cuerno emergió un resplandor verde claro que cubrió el puente de madera desde un extremo hasta el otro. Aquel puente no se movería un solo milímetro mientras Sweetie mantuviera el hechizo.

—¿Lo tienes? —preguntó Spìke.

—Así es. Pero sólo por si acaso, cruza caminando. No estoy segura de poder mantenerlo si el puente recibe impactos muy fuertes.

—De cualquier forma, sujétate fuerte —dijo, para luego dirigirse al can—. Y eso va para ustedes también.

Spike puso el primer pie con precaución sobre la superficie de madera reforzada con magia, verificando su rigidez. Comprobando al instante que la misma parecía segura, se paró con ambos pies, y acto seguido inició el recorrido a través de aquel camino. En su espalda, Sweetie le agarraba por el costado para evitar dañar el contenido de su mochila, tal y como hubieran hecho durante su excursión al bosque Everfree el día antes de la última celebración de Noche de los Corazones Cálidos.

El dragón agradecía que no tuvieran que internarse en aquel bosque una vez más, pues no tenía buenos recuerdos de su última visita. De hecho, sentía que le faltaban recuerdos del mismo, dado que era incapaz de rememorar lo que había sucedido entre el momento en que había rescatado a Sweetie Belle de caer al abismo cuando eran perseguidos por timberwolves, y su despertar en la cueva con el brazo vendado. Si su conocimiento proveniente de libros médicos con respecto a situaciones similares no le fallaba, era muy probable que el shock por el ataque le hubiese afectado hasta el punto de perder aquellos recuerdos. O quizás...

Una idea se había presentado en la mente de Spike, una que no había alcanzado a figurarse aquella noche. ¿Qué tal si el "suceso" del cual la princesa del sol le había hablado ocurrió en aquel momento? ¿Qué tal si...? No, era imposible. De ser así, Sweetie Belle sin dudas lo habría notado y hubiera dicho algo al respecto. No, de seguro había sido el shock por el ataque recibido en su hombro. Sí, eso debía ser.

—¿Spike? —llamó su atención la unicornio, y el dragón se volteó hacia ella.

—¿Qué sucede?

—Parecías perdido. ¿Está todo bien?

—Claro. Bueno, al menos lo estará mientras este puente mágico no ceda.

—Tranquilo, puedo con esto. Es más fácil de lo que esperaba.

—Has mejorado mucho, Sweetie. Pero es en ocasiones como estas cuando me gustaría tener un buen par de alas en mi espalda. Podríamos haber llegado al otro lado sin ninguna dificultad.

—Es cierto, nunca te lo he preguntado. ¿Por qué tú no tienes alas? Rarity me contó que los dragones bravucones que los habían perseguido cuando salvaste a Peewee las tenían —preguntó, extrañada.

Aquella pregunta había incomodado al joven Spike dado que, gracias a los libros que había conseguido por casco de la princesa, había aprendido que las alas de un dragón suelen aparecer en tres ocasiones: cuando éste alcanza los doscientos o trescientos años de edad, durante situaciones de estrés y peligro extremo que exigen volar para salvar su propia vida, o más comúnmente, cuando el mismo tiene intimidad por primera vez con otro dragón. Y Spike era demasiado pudoroso como para tratar un tema así con ella.

—Eh... de hecho, no lo sé. Quizá sea uno de los pocos dragones sin alas que existen —respondió, riendo nervioso.

—¿Y eso no te molesta?

—Para nada, no son tan necesarias —dijo, mirando hacia abajo y tragando saliva—. Claro, excepto en situaciones como estas.

—Tranquilo, me aseguraré de que no corramos con la suerte de la última vez.

—Me alegra oír eso —le sonrió a la potra, quien le correspondió.

Spike se alegraba en sobremanera de haber evadido con éxito el hablar de la razón de su ausencia de alas. Si bien el tema era algo que llegado a tal edad realmente llamaba su atención, era muy probable que no corriera con suerte hasta los ciento once años cuando la migración de dragones tuviera lugar una vez más. Y eso sin contar que, por lo que sabía, los dragones machos debían incluso pelear por las hembras en muchas ocasiones. Pero eso no le preocupaba, pues tenía más de noventa años para prepararse antes de que la ocasión se diera. Aunque también, claro, esperaba ser lo suficientemente paciente hasta que ese momento llegara.

Antes de que se hubiese dado cuenta, ambos habían logrado cruzar con éxito el puente. La unicornio desvaneció el resplandor de su cuerno y el mismo volvió a su estado original, siendo mecido por las suaves ráfagas de viento que provenían del valle inferior.

—¡Te dije que podía hacerlo! —dijo al descender de un salto mientras Spike soltaba al cachorro, quien fue a reunirse con su ama después.

—No lo dudé ni por un segundo. ¿Vamos?

—¡Por supuesto, compañero! —exclamó alegre, ambos retomando su camino.

—Por cierto, nunca te pregunté cómo fueron las cosas ayer. ¿Apple Bloom y tú se divirtieron? —cuestionó de forma sugerente, pero la unicornio ignoró aquel tono.

—Bastante —respondió cortante, esperando que el dragón preguntara.

—¿Y... quieres contarme? —intentó una vez más, a lo que Sweetie sonrió.

—Todo comenzó ayer al mediodía...


Apple Bloom y yo llegamos en el tren desde Ponyville y fuimos directamente a la dirección que indicaba el volante. El casco de Apple Bloom ya se había recuperado para entonces, así que no tuvimos problemas para caminar hasta allí. Pero cuando llegamos, el lugar no era nada parecido a lo que esperábamos: por fuera parecía un restaurante abandonado, con su letrero dañado y desgastado por el tiempo al punto en que su nombre original resultaba ilegible. Las ventanas estaban tapiadas por dentro, y las paredes estaban sucias y cubiertas de volantes. Por un momento creímos que nos habíamos equivocado de lugar, pero en la pared ponía la dirección indicada. Nos extrañó, claro, pero decidimos entrar y averiguar si realmente se trataba de aquel lugar.

—¿Hola? —llamó Sweetie al asomar en el interior, la granjera abriendo la puerta completamente después—. ¿Hay alguien? —preguntó.

Podía oír un sonido extraño a lo lejos, proveniente del interior, pero fuera de ello el lugar estaba deshabitado.

—¿Segura que es aquí? —preguntó Apple Bloom, examinando el escenario que se les presentaba con una notable ausencia de luz.

El lugar era realmente extenso, dividido por varias paredes. Las mesas y sillas permanecían cubiertas de polvo, y la barra no estaba en mejores condiciones. Varias botellas adornaban la estantería tras la misma, la mayor parte con etiquetas ahora ilegibles, y algunas con menos de la mitad de su contenido original. Todo esto sin mencionar que el suelo estaba cubierto de basura.

—No, en serio. ¿De verdad es aquí? —preguntó AB una vez más.

—Solo hay una forma de averiguarlo, vamos —la invitó a seguirla.

A medida que se internaban en el interior, un sonido se hacía cada vez más claro. Y lo que antes parecían murmullos y ruido, fue tomando forma de música. Venía del primer piso.

...when the winds of the north bring the dark and the cold, I'll flap my wings and go behind my dreams. End the screams and the pain, let's ignite a new flame! The kind of fire that leads you home. A strong bond, it will not fall... —alguien cantaba en el piso de arriba, y Sweetie no tuvo ningún problema para reconocer la voz del semental que buscaba.

—Por aquí —indicó, para luego subir las escaleras y abrir la puerta que daba al interior.

Allí, sobre un escenario que parecía estar a punto de venirse abajo en cualquier momento dada su estructura visiblemente frágil, tres pegasos iluminados por potentes reflectores tocaban una canción que la unicornio recordaba haber oído en algún otro lugar. Rumble estaba parado sobre sus cascos traseros, tocando la guitarra eléctrica y cantando al mismo tiempo. A su izquierda un pegaso celeste de agitada melena azul con cutie mark en forma de bajo tocaba tal instrumento en la misma posición con sus ojos cerrados. Parecía estar realmente concentrado. Y a la derecha de ambos, un pegaso de manto verde claro y melena marrón oscura que cubría por completo sus ojos tocaba la batería. Las jóvenes yeguas se quedaron en el lateral del improvisado escenario con distintos tipos de madera, no siendo notadas por el grupo en efecto.

...It's the edge of the sword what makes us go on, and lose ourselves in the sea of dispair! Let the moon shine at night, and the sun turn off its light. My soul will clear the sky!

La canción finalizó con aquellas últimas palabras luego de las cuales no esperaban respuesta alguna por parte de su "público", unas cuantas mesas rotas y repuestos de la caja de fusibles. Más si recibieron la ovación de dos jóvenes que habían alcanzado a oír la mitad de su interpretación, sorprendidas ante su talento. Y aún así, los más sorprendidos resultaron ser los sementales, quienes no esperaban tal audiencia.

—¡Sweetie! —Rumble bajó del escenario luego de dejar su guitarra junto al micrófono—. ¡Apple Bloom! Hace tiempo que no te veía.

—Lo mismo digo. Te ves bien, Rumble. —dijo ella cuando chocaron cascos.

—Gracias, tú también. Cielos, esto es... bueno, no esperaba verlas por aquí. Siento el desorden, hemos estado algo ocupados últimamente.

—Oye Rumble, ¿no vas a presentarnos a las señoritas? —dijo el bajista al descender, seguido por el baterista de larga melena.

—Es cierto, disculpen. Chicos, les presento a Sweetie Belle, y Apple Bloom. Eran mis compañeras en la escuela. Chicas, ellos son Shady Daze, y Chip Mint.

—¡Mucho gusto! —saludaron ambas.

—El gusto es todo nuestro, chicas —dijo Shady.

—Es un placer conocerlas —siguió Chip.

Una vez fuimos presentados todos bajamos al bar de la planta baja y, luego de sacudir el polvo de los taburetes, nos sentamos a beber un jugo de manzana con tres años de "añejamiento". Shady Daze nos contó que su padre era un tipo adinerado, y había comprado aquel lugar luego de que sus dueños anteriores se trasladaran a un local más "humilde", hacía ya bastante tiempo.

Shady se lo pidió y, luego de unas cientos de respuestas negativas, su padre accedió a dejarles el restaurante a él y a sus dos amigos para ensayar. Claro, se los dejó tal y como estaba, y como podría esperarse de la mayoría de los sementales, ni siquiera se molestaron en limpiar. Solo hicieron la basura a un lado y siguieron añadiendo más a la pila. Claramente, allí hacía falta una presencia femenina.


—No hace falta una presencia femenina. Lo que hace falta es que alguno de ellos madure, y decida limpiar ese lugar como corresponde. ¡Tan solo mírame a mí! —dijo el dragón.

—Lo siento Spike, pero tú no eres precisamente el ejemplo perfecto.

—¿A qué te refieres?

—Pues porque fuiste criado por Twilight, quien tal vez sea la poni más pulcra en toda Equestria. Además de que eres su asistente, dudo que siquiera tengas la opción de ser desordenado mientras vivas con ella aunque quisieras.

—Touché —respondió, cuando un extraño sonido alcanzó sus oídos—. Espera, ¿oyes eso?

—¿Oír qué? —preguntó ella, no escuchando nada más que el canto de los pájaros en las copas de los árboles circundantes.

—El agua... —respondió, desviándose del camino de la galería con destino al origen de aquel sonido, seguido por sus dos compañeros.

No tardaron mucho tiempo en descubrir un claro en aquel bosque, alrededor de un estanque en donde desembocaba una gran cascada con una ascendencia de al menos cincuenta metros.

—Cielos, ¡mira esto! —exclamó Sweetie, acercándose al estanque mientras Spike sacaba el mapa de su mochila para examinarlo—. ¡Este lugar es genial!

—Espera, el mapa muestra un punto parecido a este, con una cascada —dijo el dragón. Al aproximarse, la potra examinó el espacio indicado.

—Sip, es ésta misma. El círculo rodea algún lugar río arriba.

—Parece que tendremos que seguir subiendo...

—¿Subimos a tu espalda de nuevo? —preguntó ella. El dragón se acercó al muro y lo tanteó con sus garras.

—No estoy seguro, esta superficie parece mucho más frágil que las otras que hemos escalado juntos. Quizá deba echar un vistazo primero —dejó su mochila junto a uno de los árboles, mismo lugar en donde Sweetie dejó sus alforjas, y se llevó consigo una larga soga—. Subiré, y les lanzaré esto para subirlos a ustedes y al equipaje.

—De acuerdo, te esperaremos aquí. Tan solo... ten cuidado.

—No te preocupes. Si no llevo nada conmigo, difícilmente vaya a caer.

Spike no tuvo mucha dificultad para hundir sus garras en la piedra lateral a la cascada, escalando con mucho cuidado y tanteando con sus extremidades cada zona de la cual se tomaba y en la cual pisaba, siempre bajo la atenta mirada de sus dos compañeros. Cuando su pie resbaló y la roca de la cual se sostenía su garra izquierda cedió, el dragón quedó colgando de una pequeña roca que apenas sobresalía mientras Sweetie soltaba un grito por el susto.

—¡Spike! ¿Estás bien?

—¡Sí! ¡Tranquila, todo está bien! —intentó calmarla. Ya llevaba recorrida la mitad del camino para entonces, y no estaba dispuesto a volver atrás—. Si, aún puedo lograrlo. Solo necesito apoyarme aquí. Luego aquí, y... —sus garras resbalaron y el dragón cayó sin poder evitarlo.

Sweetie apenas alcanzó a gritar y correr hacia él cuando el cuerpo de su amigo se sumergió en el gran estanque, salpicando a sus compañeros con una monumental cantidad de agua.

—Oh cielos, ¿Spike? ¡Spike! —se acercó al lago, completamente empapada, buscando con la mirada al dragón. El agua era cristalina, pero el movimiento de la misma le impedía divisar nada en ella—. ¡Spike! ¿Puedes oírme?

Y sin darle tiempo a siquiera reaccionar, el dragón emergió de las profundidades frente a ella, capturándola entre sus brazos y llevándosela consigo, sumergiéndola de una sola vez. En tanto el cachorro, apenas al haberse sacudido el agua de su pelaje, corrió hacia el lago y se detuvo frente a él en el instante exacto en que en que la yegua emergía para dar una gran bocanada, tosiendo el agua que había tragado involuntariamente. Frente a ella, Spike asomaba solo la mitad de su cabeza a la superficie, dejando ver una divertida sonrisa a su compañera quien no sabía si enfurecerse, o seguirle el juego.

—Spike... —le sonrió pícaramente.

—¿Si? —preguntó con inocencia.

—¡Vas a pagármelas! —se arrojó sobre él, momento en que Spike volvió a sumergirse, y Sweetie fue tras él bajo el agua.

Los hechizos de la unicornio contra su presa no tardaron en crear una agitación furiosa de las aguas, la cual salpicó fuera del estanque una gran parte de su contenido, mojando al can nuevamente. Y así, no mucho tiempo después, el ganador fue decidido.

El dragón fue el primero en salir del agua, más no con un porte elegante propio de un triunfador, sino que salió disparado hacia arriba al recibir el impacto de uno de los hechizos, cayendo con gran fuerza sobre la tierra, mientras el cachorro corría a lamer su rostro.

La potra, por otro lado, salió del agua caminando como si nada hubiera sucedido, pasando junto al dragón susurrando un divertido "te vencí" mientras se dirigía a sus alforjas en busca de una toalla para secarse, seguida por su peludo y fiel compañero. El mismo no tardó en sacudir el exceso de líquido de su pelaje, causando que la potra riera y se cubriera al mismo tiempo.

—Eso... fue nuevo. ¿Cuándo lo aprendiste? —preguntó el dragón al sentarse en el césped, rascándose la nuca.

—Ayer en la tarde, mientras tu leías en tu habitación —dijo con gracia—. Son hechizos de repulsión, de nivel intermedio. Básicamente tienen el mismo efecto que el campo expansivo, pero tardan mucho menos en cargarse, son más precisos, y sirven principalmente para repeler criaturas salvajes.

—¿Me estás llamando "criatura salvaje"? —preguntó, frunciendo el ceño.

—Funcionó, ¿o no? —preguntó, lanzándole una toalla que el dragón atrapó en el aire.

La caída en el estanque había limpiado la mayor parte de la tierra de sus garras y pies, pero aún quedaba un poco entre los espacios de sus escamas, cantidad que se redujo con la toalla y que, con suerte, Sweetie Belle no notaría hasta que regresara a su hogar. Ahora, mientras se secaba las púas de su cabeza y espalda volteó a la potra quien, aún frotando la toalla contra su melena húmeda, mediante su magia secaba con otra más pequeña al cachorro, quien poco después volvió a sacudirse junto a ella.

La imagen de aquella potra y su mascota le robaba una sonrisa al joven dragón, quien no creía haber conocido a otras criaturas que proyectaran tal cariño y ternura. No pasó mucho antes de que la unicornio sintiera los ojos de su compañero sobre ella, cruzando miradas con él y dedicándole una tierna sonrisa también, antes de continuar con su aseo.


No mucho tiempo después el dragón trepó con la soga una vez más, ahora un poco más alejado de la cascada, y alcanzando la cima sin problemas. Luego de haber llegado a tal punto, subió con cuidado y delicadeza a la potra, quien permaneció abrazada al ortro en todo momento. Estuvieron caminando río arriba durante casi media hora sin descanso, mientras platicaban, y en un momento Sweetie Belle avistó un bello lugar bajo un nogal en donde podían almorzar. Se detuvieron, dejaron su equipaje y Spike tomó del suyo un paquete envuelto en un mantel. En su interior se hallaban seis porciones de tarta de verduras, habiendo preparado una extra la noche anterior cuando cenó con Twilight.

—Delicioso —aprobó la potra al dar el primer bocado.

—Me alegra que te guste —dijo el dragón, solo entonces notando la mirada suplicante del can junto a él—. Ustedes ya tienen su comida —señaló el plato con alimento balanceado no muy lejos de allí, pero el can no cambió su mirada. Sweetie observaba la escena en silencio—. No, no van a convencerme. Punto. Ahora vayan a comer —intentó regresar a su porción, siendo incapaz de morderla al oír un lamento casi imperceptible por parte del can. Sus ojos proyectando una mirada triste y suplicante que provocaban en el dragón una culpa sin explicación. Incapaz de probar bocado sin sentir su corazón comprimirse, finalmente se rindió—. De acuerdo, pueden quedársela —les cedió su parte. Las dos cabezas aceptaron el alimento con gran alegría, comenzando a disputarse la porción al poco tiempo entre gruñidos y mordidas, y la potra sonrió para sus adentros—. Sigo sin entender con qué motivo hacen eso. No es como si tuvieran dos estómagos.

—¿Estás seguro?

—Al menos es lo que dicen los libros. No creo que este sea una excepción a la regla.

—No lo sé... no se parece en nada a lo que Apple Bloom me describió en un principio —dijo con cierta duda.

—¿A qué te refieres?

—Quiero decir, según ella, desde un principio los ortros suelen ser criaturas difíciles de controlar y muy agresivas, pero Tod y Toby no se parecen en nada a eso —decía ella mientras Spike volteaba al cachorro, con sus dos cabezas peleando entre ellas por el último trozo de tarta.

—¿Estás segura? —preguntó, escéptico.

—Mi punto es que no es muy diferente a otros cachorros. Quizá no todos los ortros sean así.

—Quien sabe... —respondió, permaneciendo pensativo por un breve momento con respecto a ello—. Por cierto, nunca terminaste de contarme la historia. ¿Qué sucedió luego de que se encontraron con Rumble y los demás?

—Oh, cierto. Bueno, volviendo a eso, estuvimos platicando allí un buen rato, y luego nos dieron una pequeña presentación privada mientras esperábamos la comida. Cuando llegó, todos nos sentamos a una de las mesas de la planta baja para almorzar una deliciosa pizza de zanahorias.


—Y entonces me paré frente a él, dejé la pila de expedientes sobre su escritorio y le dije: ¿Es esto lo que quería, señor Fenington? —actuó Rumble con seria mirada frente a los presentes.

—Vamos chico, no lo hiciste —negó Shady.

—Sí, sí lo hice.

—No, no pudo hacerlo. Es su jefe, nadie enfrenta a su jefe así —negó Apple Bloom.

—Lo hace si el tipo es un imbécil de manual.

—¿Y arriesgar tu trabajo? No lo sé, no suena muy sensato —comentó Sweetie, con cierta duda.

—¿Chip? —llamó el semental, buscando apoyo del único presente que no había hablado. El pegaso debió ordenar sus ideas antes de responder.

—Me inclino a pensar que tus palabras tuvieron una repercusión psicológica notoria que tu superior expuso en tu presencia luego de ello. Me gustaría saber cual fué —dijo él, y Shady lo tradujo luego de suspirar.

—¿Cómo lo tomó el viejo?

—Me obligó a hacer horas extras toda la semana —reveló Rumble.

—Cielos, Rumble —dejó escapar Apple Bloom.

—¡No seas tonto, chico! —exclamó Shady.

—Chicos, el tipo es un imbécil. Alguien debía decirle algo. Además, siempre puedo pedir el pase a otra sección si las cosas no funcionan.

—Pero tiene contactos en gran parte de la academia mediante los cuales puede afectarte indirectamente. Puede dificultar el normal desempeño de tus responsabilidades si así lo desea, o incluso conducir a tu despido si te vuelves alguien no grato para él —continuó Chip.

—Bueno, ya basta de ese tema. ¡Es fin de semana! Me preocuparé por eso el lunes. ¿Y qué hay de ustedes, chicas? ¿Algo interesante en sus vidas? —se dirigió a las dos yeguas. Ambas compartieron una mirada por un momento, y fue Apple Bloom quien habló primero.

—Bueno, yo soy cosechadora en Sweet Apple Acres. No hay mucho más que decir de eso. Tengo mucho trabajo duro, pero a veces puedo tomarme un momento para descansar y divertirme con mis hermanos y mi abuela. ¡No necesito mucho más que eso! —relataba ella, con un aire nostálgico, y cuando todos creyeron que la granjera había terminado, la misma prosiguió—. Aunque claro, siempre debemos estar atentos. Desde que tengo memoria hemos tenido que defendernos de los ataques de timberwolves, parasprites, trinormitas, murciélagos, vampiros y un sinfín de peligros más que atentan contra la granja, así que siempre estamos preparados para enfrentar lo que venga —concluyó con tranquilidad. Los sementales presentes estaban boquiabiertos, y Sweetie Belle divertida por su reacción.

—Eso es... —iba a hablar Chip, pero fue interrumpido por Shady.

—¡Asombroso! ¡Alucinante! ¿Tu familia de verdad tiene que enfrentar todos esos peligros solo para cosechar manzanas? ¡Eso es genial, chica!

—No suena a una vida tranquila en lo más mínimo —se sorprendió Rumble.

—Nunca dije que lo fuera. Pero con el tiempo nos acostumbramos a tratar con esos problemas. Ahora son meros gajes del oficio —intentó restarle importancia al tema, al darse cuenta de que se había ganado la atención de todos los presentes—. Pe-pero Sweetie debe tener historias más interesantes que las mías. Después de todo, es la pupila de la princesa Twilight Sparkle.

—¿Es cierto? —preguntaron Chip y Shady, asombrados.

—Bueno... si. —contestó, algo nerviosa—. Estoy aprendiendo magia con ella, y también estoy estudiando música en la Little Nightingale Academy.

—¿Y qué estudias? —preguntó Shady.

—Canto —reveló, ganándose la atención de los dos sementales que acababa de conocer. Pero antes de que alguno de los dos abriera la boca, Rumble se les adelantó.

—No se molesten. Intenté reclutarla en un principio pero, como ya han oído, tiene mucho de lo que ocuparse.

—Cielos chica, es una pena.

—Seguramente ya tienes conocimiento de nuestra actual situación, pero estamos en la búsqueda de un vocalista desde hace un tiempo considerable. Rumble posee buenas cualidades para desempeñar tal rol, pero insiste en que necesitamos a alguien cuyo talento sea el mencionado precisamente, y no la guitarra como es en su caso, si lo que pretendemos es "llegar a la cima" —explicó Chip.

—Uno no está atado a su marca, pero nos da una pauta de que es lo que hacemos mejor. Y claramente, el canto no es mi mejor talento.

—¿De qué estás hablando? Te oímos hace un rato. ¡Tu interpretación estuvo genial! —alentó la granjera.

—Muchas gracias Apple Bloom, pero eso no cambia el hecho de que necesitamos a un verdadero cantante con nosotros. Es por eso que seguimos repartiendo volantes desde Dodge Junction hasta Fillydelphia. Tengo fe en que la voz que llevará esta banda al estrellato entrara por esa puerta algún día —apuntó, momento en que la puerta principal cedió de repente, provocando un fuerte retumbe en la estancia casi vacía que sobresaltó a los presentes. El lugar quedó en silencio por un breve momento, siendo este roto por la tímida risa de Apple Bloom.

—Eso si este lugar sigue en pie para entonces —señaló la granjera, dirigiéndose a la puerta y levantándola sin mucho esfuerzo, luego colocándola contra la pared—. Sip, aquí está el problema. Las bisagras estaban completamente oxidadas. Necesitarán unas nuevas.

—Lo apuntaré a la lista de reparaciones que debemos hacer paa que este lugar sea completamente habitable de nuevo —comentó Chip.

—Tranquilo chico, eso no es problema. Un poco de goma de mascar debería hacer el trabajo —sugirió Shady.

—No se preocupen, conozco una ferretería aquí cerca. ¡Ahora vuelvo! —dijo la granjera, saliendo del local con prisa.

Chip y Shady no tardaron mucho en reaccionar, dejando sus taburetes y corriendo a la entrada, atascándose en la puerta.

—Espera, ¡voy contigo! —exclamó Shady, intentando avanzar.

—¡También deseo ayudar! —dijo Chip con el mismo volumen de voz, y ambos salieron del restaurante a la carrera. Sweetie Belle y Rumble permanecieron allí, sorprendidos por la reacción de ambos sementales, y para cuando ambos voltearon al otro no pudieron evitar soltar una pequeña risa.

—Parece que mis amigos... —comenzó a decir Rumble.

—Están bastante interesados en mi amiga —completo Sweetie, ambos riendo luego de ello.

—Hasta que los chicos regresen, ¿qué te parece una visita guiada?

—Claro. Siempre y cuando no me caiga encima ningún otro trozo de este lugar... —dijo sarcásticamente.

—Tomaré eso como un sí.

El restaurante tenía dos pisos, y como ya he dicho el primero lo habían usado para armar un pequeño escenario con la madera de mesas y sillas rotas, según él. La barra en la planta baja daba la impresión de estar en extremo degradada, y de la cocina no quedaba más que un lavavajillas descompuesto, las alacenas, y sus cuatro paredes manchadas.

Aún así, sin importar el estado de aquel local, Rumble estaba feliz ya que contaba con un lugar en donde él y sus amigos hacían sus propias reglas, y donde podían ensayar sin molestar ni ser molestados. Todo esto sin contar la terraza del local, la última parada de la "visita guiada".

Siendo que el restaurante no estaba cerca de los edificios más altos de la ciudad, el mismo permitía una buena vista del reino. Allí también había tres reposeras y varias botellas de jugo de manzana Apple junto a ellas. Más allá del desorden, aquel resultaba un lugar en verdad tranquilo.

—Aquí subimos a relajarnos los fines de semana, luego de los ensayos. ¿Qué te parece?

—Wow... esto es genial —dijo, para luego recostarse en una de las reposeras—. Oh sí, esto es vida.

—Sip, sinceramente no creo que haya algo mejor que esto. —dijo al acompañarla, recostándose en la reposera adjunta—. Por cierto, Sweetie...

—¿Si?

—Esta noche tocaremos en el Canterlot Song, con los chicos. Y me preguntaba, si Apple Bloom y tú no tienen otra cosa que hacer...

—No sé si Apple Bloom, pero yo, eh... tengo planes para mañana temprano. —dijo, algo incómoda.

—Está bien. Será en otra ocasión, entonces.

—Quizás. Aunque... tengo libre el próximo sábado —comentó ella.

—No tocaremos ese día. Aunque bien podríamos salir a pasear a otro lugar, si tu quieres —invitó él.

—¿Solo nosotros?

—¿Te interesa? —preguntó, sonriente. Aquella sonrisa fue correspondida por la potra al poco tiempo.

—Es posible. ¿A dónde iríamos?

—Hace unas semanas abrieron una nueva discoteca cerca del castillo: "Electric Unicorn". Según Shady, es la mejor de toda Equestria.

—¿Es una cita? —preguntó, sonriente.

—Solo si tu quieres que lo sea —respondió de la misma forma. La unicornio lo consideró un momento, y finalmente aceptó.

—El sábado próximo, entonces.

—¿Quieres que pase a buscarte a tu casa?

—Vivo en Ponyville, Rumble —dijo ella—. Aunque, si quieres, puedes pasar a buscarme a la estación.

—Me gusta esa idea —aceptó el pegaso, momento en que la puerta de la terraza se abrió.

—¡Eh, chicos! Creímos que habían salido —dijo Apple Bloom, seguida por los dos pegasos que prácticamente chocaban el uno con el otro para no quedarse atrás.

—Solo estábamos asoleándonos —dijo Sweetie al incorporarse y dirigirse a ella, seguida por Rumble—. ¿Conseguiste las bisagras?

—¡En la bolsa! —señaló la misma, con los materiales en su interior—. Pero no me vendría mal la ayuda de una hábil unicornio, dado que olvidé comprar el destornillador —reveló, algo avergonzada.

—Estoy en camino. ¿Vamos? —preguntó a Rumble.

—Seguro —aceptó, para seguir a la potra rumbo al interior del edificio.

El resto de la tarde pasamos el rato con los chicos y vimos el resto de los ensayos. Conocía varias de las canciones que interpretaban, pero había otras que no. Me apenaba preguntar ya que no sabía si eran sus canciones originales, o era que simplemente yo no las conocía.

Para cuando nos dimos cuenta, el sol ya había comenzado a ponerse, y Apple Bloom y yo regresamos a Ponyville, pero antes acordamos con los chicos que nos reuniríamos para salir todos juntos en las semanas siguientes. Apple Bloom regresó a la granja y yo fui a la biblioteca para mis clases del sábado. Y... fin.


—¿Saldrás con Rumble? —Preguntó Spike, sorprendido.

—¿Por qué no? Es un potro genial, amable, y...

—Y solo lo has visto unas pocas veces desde la escuela.

—No necesito conocerlo para salir, salgo con él para conocerlo —razonó Sweetie, sonriente. El dragón soltó un suspiro, antes de comenzar a guardar los restos del almuerzo en su mochila.

—De acuerdo, si tu lo dices...

—Vamos, no me digas que estás celoso —dijo ella, divertida. Spike no pareció molestarse por causa de ello.

—No tengo motivos para estarlo.

—Claro que sí, soy tu mejor amiga. Yo también podría estar celosa si salieras con alguien.

—Entonces dudo que estés celosa por un largo tiempo —dijo con la mirada baja, cargando la mochila a su espalda y retomando el camino sin esperar a que la unicornio estuviera lista. Sweetie se extrañó por su actitud, por lo que no perdió tiempo en tomar sus alforjas e ir tras él, seguida por Tod y Toby.

—¿De qué estás hablando?

—De nada, Sweetie.

—Spike —llamó ella nuevamente. El dragón se detuvo en el medio del camino, y tardó algunos segundos en voltearse hacia ella—. ¿Qué te sucede?

—Solo... estaba pensando. Y creo que debo esperar a conocer no a una poni, si no a una... dragona —reveló finalmente. Sweetie se extrañó por causa de este razonamiento, ya que estaba segura de que si algún día encontraba a alguien a quien amar, esa sería una poni—. Creo que debo encontrar a alguien de mi propia especie. Alguien que me quiera tal como soy, y alguien con quien pueda pasar el resto de mi vida. No creo que una relación diferente sea posible para mí.

—Spike, eso es ridículo —negó ella—. Si lo que dices es cierto, ¿Entonces qué pasa con Braeburn, el primo de Applejack? Él se enamoró de una búfalo, se casaron, y han vivido muy felices desde entonces.

—Creo que Braeburn y Little Strongheart corrieron con mucha suerte. Su amor era correspondido, después de todo —dijo sin reparar en sus palabras, ganándose una mirada preocupada por parte de su amiga—. Olvídalo —dijo, para voltearse y retomar su camino nuevamente.

—Spike, tu...

—Creo que deberíamos movernos.

Sweetie Belle sabía que a Spike le resultaba muy difícil tocar aquel tema, pero debía preguntarle. Debía saberlo.

—¿Aún piensas en ello?

Spike consideró por un momento ignorar la pregunta y seguir adelante, pero luego recordó que Sweetie Belle fue, probablemente, la poni que más le había ayudado en aquel entonces. Si había alguien con quien podía hablar de ello, esa era ella.

—Creo que pasará mucho tiempo antes de que deje de hacerlo.

—Pero tu dijiste que...

—Sé lo que dije, Sweetie. Pero eso no cambia todo lo que pasó en los últimos años. Después de todo, uno no puede simplemente "apagar" sus sentimientos. No funciona así. No hay un botón para eso.

Sweetie Belle de verdad creía que lo había olvidado por completo, y se sintió mal al darse cuenta de que aquello llevaría más tiempo de lo que esperaba. Pero, siendo su mejor amiga, le ayudaría a superarlo. Nunca le dejaría solo.

—¿No es este? —preguntó al pararse sobre sus cascos traseros, presionando la escama de su nuca.

—¿Qué haces? —se extrañó el dragón, al voltearse.

—Busco el botón —se paró frente a él, y tocó su nariz—. ¿Este?

—Vamos, para ya —dijo, algo divertido por los intentos de la potra para animarle.

—No puedes ocultarlo, lo encontraré de una forma u otra —dijo riendo.

Entendiendo que ambos estaban jugando, Tod y Toby fueron a trepar la cola de Spike, ayudándose mediante las púas en la misma.

—¡Tienen razón, chicos! ¡Tal vez sea una palanca! —se paró a sus espaldas, levantando y dejando caer su cola mediante su magia.

—No la ayuden —les dijo sonriendo, aunque algo fastidiado.

—Es cierto, lo más seguro es que sea un botón. ¡Quizá esté por aquí! —presionó su pecho.

—Basta, Sweetie.

—¿O por aquí? ¿O por aquí? ¿O quizás... aquí? —presionó en su costado, percibiendo un espasmo proveniente del dragón, quien se alejó al instante.

—No, ¡ahí no! —exclamó sobresaltado, luego cayendo en la cuenta de lo que había hecho cuando la unicornio le sonrió con malicia—. Oh no...

—¿Tienes cosquillas? —preguntó con gracia—. Spike, el dragón. ¿Tiene cosquillas?

—Cielos, ya déjate de tonterías. Anda, tenemos que movernos —se dispuso a seguir su camino esperando que la unicornio dejara aquel detalle de lado, pero Sweetie Belle no se lo permitiría. La misma inmovilizó sus brazos con magia para luego saltar a su espalda—. ¡No, suéltame! ¡Bájate!

—¡Seguro, seguro que no! —dijo ella, aprovechando para atacar aquel punto débil, tomando venganza por lo ocurrido en la noche de los corazones cálidos, hacía ya tanto tiempo. Las carcajadas descontroladas del dragón no se hicieron esperar.

—Sweetie, lo digo en serio. No... —intentaba defenderse, cuando el cachorro comenzó a cruzarse en su camino, ladrándole y golpeando sus piernas—. ¡Ustedes también! ¡Basta! ¡Es en serio!

—¡Mis secuaces no tendrán piedad contigo, malvado dragón!

—¡Son tres contra uno, eso no es justo! —dijo, para entonces tropezar con el ortro entre sus piernas y caer de frente sobre el césped, con sus dos compañeros incesantes en su ataque—. ¡Deténganse!

—¡Oblíga...!

No le permitió terminar la frase al tener la oportunidad de un contraataque, girando sobre sí mismo, desvaneciendo el aura de magia con su fuerza y tomando a la yegua por la espalda para voltearla y quedar encima de ella, intentando dar fin a su ataque. Pero viendo sus intenciones, Sweetie se ayudó al empujarse con sus patas para hacer un último medio giro para quedar ella encima de él nuevamente.

Lo que en verdad no había planeado era caer al conseguirlo, su vientre chocando contra el pecho de Spike y su nariz pegada a la del dragón al punto en que ambos podían sentir sobre sus labios la respiración del otro. Y mientras que el cachorro aún seguía intentando roer con sus dos juegos de colmillos la cola de Spike, el dragón y la poni permanecían petrificados en aquella posición, dada la proximidad entre ellos.

"Espera, ¿Habrá pensado ella que yo...? Oh, por mis escamas. ¿Y ahora qué hago?" —pensó el dragón.

"¿No creerá que yo quería...? Rayos." —pensó la unicornio.

"No creo que sea más incómodo si intento levantarme, ¿o sí? ¿Pero, qué tal si me muevo y la...?"

"No, no creo que lo malinterprete. Somos amigos, esto no debería ser incómodo. Pero, ¿por qué siento que lo es?"

"Si al menos quito mi garra de su lomo... ¿Pero qué pensará si lo hago?"

"Cielos, aún me está abrazando. ¿Acaso...?"

"¿Y si piensa que intento...? No, no lo creo. Pero si yo lo estoy pensando, entonces ella tal vez..."

"No seas tonta, Sweetie Belle. Es Spike, es el mismo dragón de siempre. Él nunca intentaría un avance así de esta forma, mucho menos contigo."

"Somos amigos. Somos mejores amigos. No hay nada más allá de eso, y los dos lo sabemos. ¡Sí! ¿De qué me estoy preocupando? Nada ha cambiado."

"Lo único que sucederá ahora es que nos separaremos, bromearemos al respecto y seguiremos buscando el lugar que señala el mapa. Sí, eso es exactamente lo que haremos."

—Eh... —dijeron ambos al mismo tiempo, riendo nerviosamente después.

—¿Sabes? Creo que te concedo la victoria esta vez —dijo Spike.

—¿Me la concedes? Te vencí, es un hecho —empujó la nariz del dragón con la suya propia, con una sonrisa y mirada competitivas.

—Con ayuda de tus fieles y viles esbirros. De otra forma no habrías tenido oportunidad.

—Cállate y... —fue interrumpida mientras intentaba levantarse, cuando el cachorro subió por su espalda y dio un salto hacia su cabeza, empujándola hacia adelante con un claro y obvio resultado. Y si antes no sabía cómo reaccionar, menos lo supo en el momento en que literalmente sus labios chocaron contra los del dragón, fundiéndose en el beso más incómodo que ninguno de los dos hubiera imaginado jamás.