Capítulo 11 – Como el diamante

Nada. El pensamiento de ambos se había reducido a la nada en el momento en que sus labios se unieron en aquel beso. Estaban paralizados, apenas si habían respirado por la nariz, y ninguno de los dos pestañeó en ningún instante. El cachorro, en tanto, observaba la escena con curiosidad al apoyarse en la cabeza de Sweetie, notando que ninguno de sus amos se movía un solo milímetro. ¿Qué les había sucedido?

Finalmente, Sweetie Belle recuperó la compostura suficiente para retroceder, rompiendo aquel beso mientras contemplaba la boca aún abierta del dragón, con sus colmillos fácilmente visibles. Se encontraba completamente sonrojado, y su mirada permanecía aún clavada en ella. Su corazón estaba acelerado. Aunque claro, Sweetie era incapaz de bromear al respecto, porque ella estaba en la misma situación.

Permanecieron así, a una distancia segura del rostro del otro durante más tiempo del que hubieran imaginado, hasta que la unicornio desvió la mirada y comenzó a apartarse. Spike no sabía qué pensar.

—Sweetie —dijo al sentarse—. Yo... yo…

Intentaba hablar, pero la unicornio le estaba dando la espalda, pensativa, y a Spike le resultaba muy difícil saber en que estaba pensando exactamente, y ahora no sabía que clase de respuesta esperar. ¿Se enojaría? ¿Le gritaría? ¿Terminaría su amistad? Aquellas preguntas destrozaban al dragón en el interior, sobre todo porque lo sucedido ni siquiera había sido su intención, ni la de ella. Pero antes de poder prever cualquier otra reacción, oyó la última que hubiera podido imaginar: Sweetie Belle rió. Dio una pequeña carcajada mientras llevaba su casco al hocico al voltearse, sonriendo, y la confusión del dragón se tornó mayor.

—Cielos, eso... fue raro —dijo ella.

Puede que fuera porque el beso había afectado todos los sentidos del dragón, pero le resultaba difícil saber si la risa de la unicornio era sincera, o sólo estaba intentando sobrellevar aquella situación de la mejor forma posible. Siendo así, a Spike no le molestaba seguirle el juego, no cuando había considerado las alternativas.

—Si, mucho —dijo al acompañar su risa de la forma más convincente posible—. Fue muy raro —miró hacia arriba y habló al can de dos cabezas aún apoyado en la cabeza de Sweetie—. Y ustedes no pueden ir por ahí haciendo algo como eso. ¿Qué va a pensar su ama?

¿Lo estaba haciendo bien? ¿Estaba consiguiendo que la situación fuera menos incómoda, o todo lo contrario? De ser la segunda opción, la unicornio no lo estaba demostrando.

—Voy a perdonarlos por ésta vez, pero solo por tratarse de Spike.

Dijo al cachorro para luego mirar al dragón, sonriendo gentilmente. Por primera vez en aquellos minutos que le habían parecido una eternidad, Spike pudo respirar tranquilo. Todo estaba bien, o al menos eso parecía.

—De acuerdo, será mejor que nos movamos. Todavía tenemos un largo camino por delante —dijo la potra al tomar la delantera mientras el dragón permanecía de pie en el mismo lugar, sin saber que decir.

Sweetie lo estaba tomando incluso mejor que él, y no podía evitar pensar que la unicornio que ahora se alejaba por la galería de árboles era incluso más madura que él. No pasó mucho antes de que la misma se volteara, expectante.

—¿Entonces vienes, o...?

—Eh... si, claro, seguro —respondió, siguiendo el camino marcado por su compañera.


Caminaron a través de la galería de árboles, a través de los cuales se colaban los rayos del sol de la tarde, y alrededor de media hora después llegaron al punto que indicaba el mapa que habían sacado del manuscrito: la unión entre dos montes. Habría alrededor de un kilómetro entre ambas elevaciones, y ese terreno estaba tomado por el bosque.

Spike apenas se enteró de que se encontraban en el lugar indicado cuando trepó a uno de los viejos y altos robles ayudándose con sus poderosas garras. El lugar parecía inmenso y tomaría tiempo explorarlo en su totalidad, pero debían apresurarse a encontrarlo, pues de otra forma sus seres queridos probablemente comenzarían a sospechar de su "día de campo".

—Tendremos que separarnos, así cubriremos un terreno mayor en menos tiempo. El mapa indica que, sea cual sea el lugar al que nos dirigimos, la entrada está en algún lugar de este bosque. ¿Alguna duda? —preguntó Spike con tono autoritario.

—¡No, señor! —dijo Sweetie con un alto volumen de voz, mientras que el cachorro a su lado daba dos fuertes y decididos ladridos. El dragón rió.

—De acuerdo, yo voy a explorar por el lado de ese monte y ustedes por el otro. Grita si encuentras el lugar o si algo sucede, yo haré lo mismo. ¿De acuerdo?

—Por supuesto —aceptó sonriente, ofreciendo su casco—. Somos un equipo, después de todo.

—El mejor equipo —coincidió, chocando su garra con ella—. Pase lo que pase, nos encontraremos aquí en una hora —estableció, para luego partir en la dirección indicada, mientras Sweetie y el cachorro hacían lo mismo por su lado.


Spike disfrutaba del cantar de las aves a su alrededor, el repiquetear de un pájaro carpintero en las lejanías, y las ocasionales corrientes de viento que recorrían las galerías con frecuencia. Los cálidos rayos de sol que se colaban por las ramas calentaban sus escamas mientras recorría con la vista cada lugar a su alcance, buscando un indicio, una señal, algo que le llevara al lugar indicado. Y mientras hacía esto, inevitablemente su mente volvía a la situación que había ocurrido una hora antes.

Podía ver a Sweetie frente a él, con una expresión tan confusa como probablemente lo fue la suya. Podía sentir sus labios sobre los suyos, y podía percibir su calidez, su textura, su sabor. Aquella era la sensación más increíble que había experimentado en mucho tiempo, pero comenzó a negar con vehemencia, intentando sacar aquellas ideas de su cabeza.

"No, no Spike. ¿En qué rayos estás pensando? Se trata de Sweetie Belle, por todos los cielos. No... no puedes pensar en ella de esa forma. Es tu mejor amiga. ¿Por qué estás pensando en...?"

De repente, le era imposible no volver sobre su relación con Sweetie una y otra vez. Los momentos que habían compartido juntos desde pequeños: sus juegos, sus andanzas, sus paseos, sus charlas, los momentos en los que habían estado allí el uno para el otro. Recordaba la sonrisa de Sweetie, la sonrisa más sincera que hubiera visto jamás, una sonrisa que traía luz a su día sin importar que tan oscuro fuese.

"Ella es tu mejor amiga, y siempre ha estado ahí para ti. No puedes..."

Y entonces le era inevitable volver también sobre situaciones como la ocurrida cuatro meses atrás, cuando permaneció abrazado a ella durante un largo rato mientras intentaba mantenerla caliente durante la tormenta, durmiendo con ella en la misma posición después. Recordó también cuando Sweetie le había regalado la gema en forma de corazón, la cual atesoraba con un gran cariño, y recordó también su baile con ella durante la Noche de Corazones Cálidos.

"No puedes..."

Volvió también sobre el momento ocurrido unos pocos días atrás, cuando en medio de su competencia quedaron abrazados con sus rostros a una corta distancia el uno del otro, y volvió de nuevo y varias veces sobre el beso accidental que ambos habían compartido. Una y otra vez.

—Rayos... te maldigo, cerebro —soltó en voz alta, para luego continuar su camino. Aún le quedaba un amplio terreno que cubrir.


Mientras tanto, a Sweetie Belle y a su peludo amigo no les estaba yendo mejor. El lugar no parecía tener rastro alguno de una entrada o algo parecido. Esto tenía sentido, dado que aquel mapa tenía más de un milenio de edad, por lo que cualquier pista que llevara al punto que indicaba de seguro estaba cubierta por la maleza o la propia tierra. ¿Pero qué era exactamente lo que estaban buscando? ¿Un templo escondido como el anterior? ¿Una cueva que guardara un importante tesoro en su interior? ¿Una tumba escondida? La yegua ya no sabía que esperar de aquel mapa, pero la curiosidad era mucho más fuerte que ella o el dragón.

—Spike... —susurró al recordar lo acontecido, y rió por lo bajo.

Esperaba haber logrado engañarlo, esperaba haber sido capaz de ocultar el manojo de nervios que era en aquel instante, y regresó su vista al cachorro de dos cabezas quien, ensimismado, observaba con gran atención a un pájaro carpintero que ahora trabajaba el tronco alto de uno de los árboles con gran entusiasmo.

—Ustedes se pasaron de la raya allá atrás. Lo saben, ¿verdad? —preguntó, y el cachorro se volteó hacia ella, ladrando alegremente—. Por supuesto que no lo saben. Vamos, andando.

Mientras continuaba explorando, su mente volvía sobre aquel momento una y otra vez, y se veía obligada a descifrar las emociones que aquella situación había generado en ella. Obviamente, pasar tanto tiempo con Twilight la había vuelto más estructurada y metódica con los años.

Por un lado, podía apartar la sensación extraña que el contacto con el dragón le había provocado. Extraña, diferente, pero agradable. Por el otro podía apartar los nervios cuando era incapaz de apartar la mirada del dragón. Y finalmente, una sensación extraña, rara, muy parecida a... ¿La culpa?

Era ridículo. ¿Por qué iba a sentir culpa? Era claro que ninguno de los dos había consensuado aquel beso, pero mentiría si dijera que no lo disfrutó, de la misma forma en que seguramente Spike lo había hecho. Claro, no era normal que dos amigos, o incluso dos mejores amigos, compartieran acción boca a boca a menos que se tratase de una situación de vida o muerte, pero el beso mismo había sido accidental, por lo cual esto no cambiaba en lo más mínimo su relación.

"Eso es lo que tu crees. ¿Pero qué hay de Spike? ¿Qué crees que piensa él?" —devolvió su mente, no dispuesta a darle un respiro.

Era cierto, que ella lo percibiera así no implicaba que Spike pensara igual. Incluso era posible que todo hubiese cambiado para él. ¿Qué tal si nunca volvían a verse igual? ¿Qué tal si él no volvía a confiar en ella de la misma manera que hasta entonces había hecho? Sweetie no podía soportarlo. La idea de que un estúpido beso pudiera separarlos a ambos se le antojaba ridícula, pero por alguna razón, no imposible. Ahora sentía la urgencia de aclarar las cosas, de hablar con Spike y decirle que ese beso no había significado nada, que estaba en el pasado, y que todo podía ser como siempre.

"Espera, espera, espera. ¿Estás segura de que deberías proceder así? ¿Qué tal si solo empeoras la situación? Lo mejor será dejar que las cosas se calmen por un tiempo, ver cómo sigue todo, y luego lo hablaremos como dos ponis civi... como una poni y un dragón civilizados, y entonces aclararemos las cosas. Eso es lo que...".

—Oye, Sweetie —llamó el dragón a sus espaldas.

—¡Spike, lo siento! —soltó involuntariamente al voltearse, mientras que en su mente su yo interno se golpeaba el rostro con gran fuerza contra un muro—. Digo, yo... quiero decir, siento no haber encontrado nada hasta ahora —rió ella, intentando salvar la situación—. ¿Qué haces aquí?

—Bueno, pasó más de una hora y no te vi en el punto de reunión. Creí que quizá habrías tenido problemas, así que vine a buscarte —dijo, algo apenado.

—Lo siento. Creo... que perdí la noción del tiempo.

—No hay problema. ¿Y... dónde están los chicos? —preguntó extrañado. La yegua volteó en todas direcciones buscando al cachorro, sin hallarlo.

—¡Estaban aquí hace un segundo! —exclamó ella, preocupada—. ¡Tod! ¡Toby! ¿Dónde están? —gritó ella para llamarles, pero el cachorro no apareció.

—Descuida, los encontraremos —aseguró el dragón sin perder la calma, poniéndose en cuatro garras y casi pegando el rostro al suelo, mientras aspiraba por la nariz con gran fuerza. Unos minutos después, levantó la cabeza—. Tengo su rastro. ¡Por aquí! —comenzó a deslizarse por el terreno sin dejar de olfatear el suelo, tal y como hubiera hecho un perro de cacería.

La yegua siguió a su compañero prácticamente a través de medio bosque, a veces rondando un árbol varias veces, pasando por un tronco hueco, o incluso emergiendo de la maleza con algunos insectos sobre sus escamas. Claro, Sweetie no se sentía con la necesidad de pasar exactamente por el mismo camino que Spike recorría, por lo que la mayoría de las veces solo se dedicó a seguirle de cerca. Pero la unicornio confiaba ciegamente en el olfato del dragón, pues en varias ocasiones el mismo había probado ser muy poderoso y capaz de encontrar rastros que incluso podrían pasar desapercibidos para los sabuesos experimentados.

Y así, no mucho tiempo después, regresaron al monte que Spike había estado explorando no mucho tiempo atrás, pero el dragón no se percató de ello. Estaba demasiado concentrado en seguir el rastro como para notarlo.

Sin despegar su nariz del suelo, el rastro del ortro le llevó directamente hasta uno de los muros del monte, atravesando una gran multitud de arbustos y maleza. Allí, Spike se incorporó, y Sweetie se colocó detrás de él. El rastro terminaba en un muro cubierto por lianas y enredaderas, con una pequeña abertura al pie del mismo en la que el dragón no había reparado antes, lo suficientemente grande como para que el cachorro pudiese pasar.

—¿Crees que...? —preguntó Sweetie.

—Si, debe haber entrado por ahí —coincidió Spike.

Siguiendo la abertura en la parte baja de la pared, comenzó a distinguir una línea que se elevaba en vertical y luego doblaba formando un ángulo de noventa grados. No perdió tiempo para buscar con el filo de sus garras el punto en donde la diferencia de relieve se hacía más notoria, para luego aprovechar aquella elevación y tirar desde allí con fuerza y hacia fuera.

—Esta puerta no es de las que se corren, ¿eh? —le dijo a Sweetie, quien soltó una pequeña risa a pesar de que realmente estaba muy nerviosa, pues no sabía que encontraría al final del camino.

Y así, el dragón tiró de la pared que sobresalía con todas sus fuerzas, siendo luego ayudado por el aura verde claro de la unicornio que cubría los extremos de la entrada. Estuvieron forcejeando hasta que la pared se desprendió del otro extremo, pronta a caer sobre ellos, y Spike tiró del casco de Sweetie en el momento justo, evitando ser aplastados por aquella pesada estructura.

—Eso estuvo cerca —soltó Spike, y Sweetie se incorporó para acercarse a la entrada, tras la cual se extendía una oscuridad total.

—¡Tod! ¡Toby! ¿Pueden oírme? —llamó la potra al interior, pero no hubo respuesta.

—Sabía que necesitaríamos de estas —dijo su compañero al acercarse, colocando su mochila en el suelo y sacando dos linternas de bolsillo. Colocó el enganche de la primera en el tirante derecho de su mochila, y la segunda en la alforja izquierda de Sweetie Belle.

—¿Por qué me la das a mi? Sabes que puedo iluminar el camino con mi cuerno —le remarcó.

—Es solo para estar seguros. Puede que no la necesites, pero también puede que sí. Es mejor estar preparados para todo, y además... —observó el espacio que se extendía frente a ellos, un camino hacia lo desconocido—. No sabemos que puede haber aquí adentro.

—Está bien... ¡Adelante! —dijo ella, atravesando el umbral mientras iluminaba el área circundante mediante la luz de su cuerno, y ambos se internaron en la oscuridad.

Lo primero que notaron al apenas entrar fue que aquel corredor no era ni de cerca una cueva natural, las esquinas perfectas en la misma daban fe de ello. En las paredes aparecían antorchas cada cierta distancia, pero ponerse a encenderlas habría sido una total pérdida de tiempo cuando contaban con dos linternas y un potente cuerno a su favor. La oscuridad era total pues la luz del sol no pasaba de los pocos metros de la entrada, pero dado que iban bien equipados para la situación esto no resultaba un problema. Aún así, la calma dentro de aquel lugar aumentaba sus nervios a medida que avanzaban, pero era necesario que llegaran hasta el final.

El cachorro se encontraba allí dentro, en algún lugar, y había una gran posibilidad también de que el túnel en donde ahora se encontraran fuera el que el mapa del libro advertía. No tardaron más de unos cuantos minutos a pie para llegar al final del camino, encontrando un enorme portal de piedra y al cachorro de dos cabezas al pie del mismo, arañándolo.

—¡Chicos! —llamó Sweetie, yendo a su encuentro. El can no tardó en voltearse y correr hacia ella, siendo capturado en sus brazos—. Cielos, me tenían muy preocupada. ¿Qué estaban haciendo aquí? —les preguntaba, mientras Spike recorría el muro con la linterna.

—Eh... Sweetie, creo que deberías ver esto.

—¿Qué sucede? —levantó la vista, sólo entonces visualizando correctamente el portal de piedra.

Varias runas lo cubrían formando una especie de círculo, en cuyo centro se encontraba tallada la figura de la Rosa Eterna, la misma que se encontraba en la placa del cañón que daba acceso al templo en donde se hallaba el diamante. Sweetie se incorporó lentamente, reuniéndose con Spike en poco tiempo, seguida por el cachorro. Luego de contemplarlo en silencio durante escasos segundos, fue Spike quien habló.

—Anda, intentemos abrirlo.

—¡Spike, no! —le detuvo, y el dragón se volteó, extrañado—. No... no creo que debamos abrir esa puerta.

—¿Eh? ¿Por qué no?

—La última vez que abrimos algo con ese símbolo... las cosas no fueron bien. ¿Lo recuerdas?

—Vamos, sea lo que sea lo que vayamos a encontrar ahí no podría ser tan malo como aquella ocasión.

—¿Cómo estás tan seguro?

—Porque dudo que vayamos a encontrar dos de esas mantícoras negras ahí dentro —retrucó Spike, provocando la risa de la unicornio—. Además, ya no estamos tan indefensos como la última vez. El trabajo en la granja me ha hecho más fuerte, y tu has ampliado tu gama de hechizos de ataque y defensa. Es más, creo que si volviéramos a encontrarnos con la mantícora negra, podríamos derrotarla de un solo golpe —declaró con gran confianza, pero Sweetie Belle no parecía convencida.

—Sé que intentas tranquilizarme, Spike. Pero ninguno de los dos sabe lo que puede haber más adelante. Quizá, si entramos allí, tal vez ya no podamos volver a salir. ¿No has pensado en eso? —preguntó, y su compañero se rascó la nuca, considerando sus palabras.

—La verdad... No sé que clase de peligros nos esperen más adelante, pero estoy seguro de que podremos superarlos si los afrontamos juntos. ¿No lo crees? —le dijo, sonriente.

Notó por un momento que Sweetie quiso corresponderle, pero la duda y los recuerdos de aquel templo la detenían. Spike lo sabía, pero de verdad creía que él y su amiga eran imparables cuando trabajaban juntos, y estaba seguro de que ella también lo sabía.

—Somos el equipo perfecto, y lo sabes —añadió el dragón.

—Si... claro que lo sé —le sonrió, y el dragón notó la chispa de determinación en la mirada de la potra—. De acuerdo, entremos ahí, y terminemos con esto.

—¡Así se habla! —chocaron casco y garra—. Entonces... ¿Por dónde empezamos? —preguntó Spike algo incómodo, siendo incapaz de reconocer las inscripciones sobre la puerta. Sweetie adoptó un semblante pensativo mientras las examinaba detenidamente.

—Para empezar, las inscripciones alrededor del tallado de la rosa son runas de un hechizo de bloqueo antiguo. Twilight me habló sobre ellos el año pasado: hace más de mil años, estos se utilizaban en la ciudad de Canterlot antes de las cerraduras mágicas. Eran efectivos por un lado, ya que se debía implementar energía mágica desde los puntos exteriores, bordeando las runas detectoras hasta llegar al centro para abrir su cierre —explicó ella.

—Uh... ¿Cómo? —preguntó el dragón, confundido. Sweetie sonrió.

—Aquí, debes completar dieciséis laberintos al mismo tiempo con tu magia para abrir la puerta, pasando por los puntos correctos en cada uno. Si fallas tres veces, la puerta se bloquea, y el unicornio que haya creado el conjuro se vuelve el único capaz de volver a abrirlo.

—O sea... que si fallamos tres veces, quedará cerrada para siempre.

—Básicamente.

—Ajá —completó, con cierta duda.

—Oye, tranquilo. ¿Acaso no me tienes confianza? —preguntó sonriente.

—¿Crees que podrás abrir esa cosa?

—Estas puertas parecen infalibles, y lo fueron durante la guerra con los grifos cuando se infiltraron en Canterlot, pero hay una razón por la que fueron reemplazadas por las cerraduras mágicas. Para empezar, eran infalibles para mantener alejados a enemigos de otras especies dado que los unicornios son los únicos capaces de usar magia, pero no funcionan con tanta efectividad contra alguien de nuestra propia especie. En su momento, no era extraño ver a los enemigos atacar la ciudad cargando también con unicornios hechiceros que habían secuestrado de aldeas alejadas, amenazando sus vidas y la de sus familias con tal de que les ayudaran a romper la seguridad.

—Pero si cualquier unicornio puede romper la seguridad, ¿qué caso tiene?

—El problema es que no cualquiera puede hacerlo, por eso capturaban a los que parecían tener más destreza en sus ataques mágicos. Para empezar, desprender un rayo de magia desde más de dos puntos distintos es algo muy difícil de hacer para un unicornio que no se haya entrenado en las artes arcanas. Pero alguien que sí lo ha hecho, puede lograr desprender un rayo en cuatro, ocho, dieciséis o treinta y dos puntos. Mientras más puntos, mayor era la seguridad. Sé que parece difícil en un principio, pero las runas de seguridad siempre tienen la misma forma: la de las letras "L", "V", y "C" —señaló las mismas al dragón. En efecto, había dieciséis hileras verticales que incluían las letras mencionadas entre el gran laberinto de runas que no parecía tener una fácil solución.

—Y... ¿estás segura de que puedes hacer todo eso?

—Como estudiante de magia, estoy cien por ciento segura.

—De acuerdo... todo tuyo, entonces —aceptó su compañero, apartándose.

Cinco minutos después, el equipo de tres permanecía sentado frente a un portal cuyos relieves expedían un intenso resplandor rojo. El rostro de Spike no mostraba emoción alguna, mientras que Sweetie maldecía la hora en que se le había ocurrido intentar romper aquella protección. En tanto, Tod y Toby se rascaban por causa de las pulgas.

—Eso... no salió como esperaba —dijo Sweetie, finalmente—. Cuando se explica en los libros, parece más sencillo. También pensé que podía proyectar los dieciséis rayos juntos, pero solo logré hacer cuatro. No sabía que requería tanta práctica —comentó a su compañero, resignada—. ¿Qué hacemos ahora?

—Bueno... creo que todavía tenemos un as bajo la manga, aunque ahora mismo ninguno de los dos tenga mangas —dijo Spike, intentando hacerla sonreír.

—¡Es cierto! Si regresamos, podemos preguntarle a Twilight —dijo ella con gran alegría, mientras el dragón se incorporaba, y dejaba la mochila a su lado—. Ella podría averiguar alguna forma de romper el bloqueo de la puerta e incluso podría proyectar los dieciséis rayos...

—Será mejor que te cubras...

—Si, claro —aceptó sin oírle mientras sacaba pluma y papel de sus alforjas—. Podría hacer un pequeño dibujo de estas runas para facilitar el trabajo, y el próximo fin de semana podríamos volver aquí e intentar... espera, ¿que haga qué?

De un momento a otro, lo que hasta entonces había sido el portal de piedra estalló en pedazos, cubriendo el túnel con un gran manto de polvo. Sweetie y su cachorro tosieron con fuerza, mientras la primera llamaba a su compañero. Las runas en los fragmentos de piedra que brillaban con un rojo intenso poco a poco se apagaron, dejando el lugar únicamente iluminado por su cuerno y la linterna del dragón.

—¡Spike! Spike, ¿qué has...?

—De seguro estas puertas podían detener a los grifos, pero está claro que no podrían haber detenido a un dragón —se incorporó su compañero de entre los restos al otro lado del portal, tronando su cuello.

—¡Eso no hacía falta! —le reprochó.

—Lo siento, tal vez se me fue la garra —dijo, algo divertido—. De cualquier forma, ¿entramos? —Les invitó, pero el cachorro no perdió un solo instante, y corrió al interior a toda velocidad, sin esperar a sus amos.

—¡Chicos, esperen! —llamó Sweetie, y comenzó a correr a través del túnel inclinado que se abría frente a ellos, seguida por Spike. No les tomó más de un minuto a la carrera llegar al final del camino, y un brillante resplandor les tomó por asalto. Tod y Toby estaban sentados allí, expectantes, mientras Spike y Sweetie se acercaban a sus espaldas—. Chicos, tienen que dejar de correr así. ¿Acaso les gusta preocuparme?

—Eh... Sweetie.

—Espera un momento. Sé que son pequeños, y les gusta adelantarse, pero puede ser peligroso si...

—Sweetie.

—¿Qué sucede, Spike? —levantó la vista, y no creyó la imagen que sus ojos esmeralda reflejaban.

Frente al equipo de tres se extendía un escenario imposible, imposible en todos los sentidos. No había forma de que lo que estuvieran presenciando fuese real, no tenía lógica, pero allí estaba. Frente a sus ojos se extendía una inmensa cúpula subterránea, iluminada por los rayos del sol y poblada por una flora variada. El verde césped parecía indicar que estaban en el exterior, pero ellos lo sabían: realmente estaban a una gran distancia bajo tierra.

A lo lejos, lo primero que podía apreciarse era una casa, una especie de palacete, y un lago sobre el cual desembocaba una poderosa cascada. La corriente de aquel lago llevaba directo a una reja metálica en una de las paredes de la cúpula, junto a la cual había un letrero que indicaba peligro. Spike logró distinguir varias ruedas de madera girando al otro lado con la corriente del agua, y tras la puerta, varias máquinas de gran tamaño. Dedujo rápidamente que todo aquello formaba parte de un generador.

La unicornio, por su lado, estaba maravillada. La gran multitud de árboles, arbustos, plantas con flor y más deleitaban sus ojos. Una mariposa multicolor cruzó volando frente a sus ojos, y Sweetie debió enjugarse los ojos para saber que no estaba soñando. Se trataba de un paraíso, un pequeño paraíso escondido bajo una montaña, en medio de un bosque, a pocas horas de viaje de su pueblo.

—¿Es esto real? —preguntó ella, finalmente.

—Si estamos soñando, es un sueño bastante vívido —añadió Spike, incrédulo—. Cielos, todo esto... es sorprendente.

—¡Ven, vamos! ¡Tengo que ver esa casa de cerca!

—¡Oye, Sweetie! —intentó detenerla, pero debió correr tras ella.

Ninguno de los dos dejó de admirar el paisaje mientras estaban a la carrera, sorprendiéndose y maravillándose con cada detalle a medida que avanzaban.

—¿Cómo es que llegan los rayos del sol hasta aquí? —preguntó Sweetie, admirando los puntos brillantes en las paredes de la cúpula.

—Mira con detenimiento los agujeros en las paredes. Es muy posible que hayan hecho túneles mediante los cuales pasa la luz solar, reflejándose mediante cristales desde el exterior hasta llegar aquí. ¡Es una buena idea! —concluyó. Se sorprendió a sí mismo al haber hecho una deducción semejante con solo observar aquellos puntos, pero al volver sobre ello, resolvió que su explicación tenía sentido.

—Cielos, todo... todo esto es tan hermoso —dijo mientras reducía la velocidad, trotando mientras continuaba examinando aquel paraíso con detenimiento.

—Pensar que este lugar ha estado oculto por más de mil años. El hecho de que nadie lo ha tocado desde entonces...

—¿Te das cuenta de que somos los primeros en pisar este lugar en más de un milenio?

—También fuimos los primeros en aquel templo hace cuatro meses, ¿qué no te habías dado cuenta? —preguntó Spike.

—Vamos, ese lugar estaba hecho polvo. Esto es hermoso.

—Si, tienes razón.

Sus pasos finalmente les llevaron al lugar al que Sweetie pretendía acercarse desde el principio. Y así, frente a ellos se extendía nada más y nada menos que un gigantesco palacete cuya construcción dejaba ver que, en efecto, se trataba de un estilo de arquitectura con más de mil años de antigüedad. Las paredes estaban hechas con bloques de piedra y techo de tejas, todo estaba cubierto por la maleza y las enredaderas, pero aún así había logrado conservarse casi en su totalidad luego de tanto tiempo.

Pero lo que realmente llamó su atención fue el hecho de que las ventanas estaban cubiertas por placas metálicas, atornilladas perfectamente a las paredes. La puerta principal, de la misma forma, estaba completamente cubierta por las mismas placas. Aquella, más que una vivienda, parecía una especie de refugio, o tal vez incluso una prisión.

—Creo que alguien no quería que entráramos aquí —comentó Spike, sorprendido por la protección.

Intentó retirar las placas de las puertas y de un par de ventanas, pero simplemente no tenía caso. Si no había magia de por medio en esa protección, era seguro que los pernos mediante los que las placas habían sido atornilladas midieran al menos treinta centímetros.

—¿No podrías... ya sabes, abrirlo como la puerta anterior? —preguntó Sweetie.

—No en este lugar —dijo al acercarse, palpando la pared de piedra—. La estructura es mucho más fuerte en comparación. Me tomaría unas cuantas embestidas el atravesar esto, y probablemente termine por tirar abajo este lugar con los impactos antes de lograr hacer una entrada —dijo, y se acercó a la puerta, comprobando la protección—. Las placas en puerta y ventanas son de hierro reforzado... difícilmente mis flamas puedan hacer algo contra esto. Deberemos buscar otra forma de entrar... —concluyó, quedando pensativo un segundo, y tardó un momento en darse cuenta de que Sweetie se había dirigido a la pared, tirando de las enredaderas con sus cascos—. ¿Qué haces?

—Creo que puedo llegar hasta el techo trepando por estas lianas. ¡Quizá podamos entrar desde arriba!

—Creo que sería mejor si permanecemos juntos.

—Tranquilo, este lugar está completamente abandonado. Solo iré a echar un vistazo y, si puedo entrar, también podré encontrar la forma de abrir la puerta principal para que ustedes puedan pasar —dijo ella, y así comenzó su ascenso con destino al techo del palacete, empleando todas sus fuerzas en sus cascos—. Cuida a Tod y Toby hasta que regrese, por favor.

—Ten cuidado.

—¡"Cuidado" es mi segundo nombre! —exclamó alegre, mientras continuaba escalando.

—No, no lo es —susurró, preocupado.

Al apenas alcanzar el techo, examinó con detenimiento el área. Las ventanas allí también estaban protegidas por el mismo material que Spike había descrito, pero no parecían presentar ninguna debilidad o desgaste. Fue entonces que vio una cúpula de cristal a unos cuantos metros de distancia. Parecía fácil de atravesar, pero dada la protección que presentaban tanto la entrada frontal como el resto de las ventanas, veía muy probable el hecho de que aquel cristal estuviera reforzado de alguna manera. Aún así, por más que no pudiera entrar por la cúpula, avistar el interior de la mansión podría darle una pista de como entrar.

No había alcanzado a recorrer la mitad del camino cuando las tejas bajo sus cascos crujieron y, antes de que hubiera podido reaccionar al sonido, el tejado se hundió bajo sus cascos, y la unicornio cayó en el interior dando un fuerte grito de terror, mientras oía el llamado de Spike a lo lejos. Tocar el suelo no le tomó más de un segundo, golpeándose su flanco, y lastimando su pierna izquierda con un fragmento afilado de una de las tejas.

—¡Oh, rayos! —gritó mientras se sentaba, examinando la herida. No parecía profunda, pero sí dolía mucho.

—¡Sweetie! Sweetie, ¿qué sucedió? —llamó preocupado Spike desde el patio frontal.

—¡Estoy bien! ¡Solo... me caí! Dame un segundo... —pidió mientras buscaba su botiquín en la alforja derecha, a la luz del sol que se colaba a través del agujero en el techo.

—¡Espera ahí! ¡Voy a buscarte! —gritó Spike, mientras Sweetie Belle trataba su herida.

Luego del ardor infernal que el alcohol le había provocado, colocar las vendas fue pan comido. Solo entonces, Sweetie levantó la vista para investigar el lugar donde había caído. Se encontraba en el corredor del primer piso, sobre los restos de lo que hasta segundos atrás había sido el tejado, y con la estancia casi a oscuras. Iluminó el lugar con su cuerno mientras se incorporaba, y tomó nuevamente sus alforjas.

—¡No te preocupes, solo iré a echar un vistazo! —respondió, internándose en la oscuridad.

—¡Sweetie, espera! —llamó nuevamente, pero esta vez su compañera no respondió—. Tenemos que ir a por ella. Me preocupa que esté allí dentro sola... —habló a los cachorros, mientras examinaba sus opciones.

No podía golpear la pared hasta formar una entrada, ni tampoco destruir las placas de hierro que protegían puerta y ventanas. Tampoco podía trepar por los bloques de piedra hasta el techo, dada la falta de huecos entre bloques, ni tampoco trepar por las enredaderas tal y como había hecho Sweetie, dado que las mismas no resistirían su peso. Y así, mientras el dragón intentaba encontrar la forma de llegar al interior sin poner en peligro la estructura, el cachorro se volteó olisqueando el aire, ladró dos veces, y salió a la carrera.

—Cielos, ¡no ustedes también! ¡No corran!

El dragón persiguió al can de dos cabezas que ahora se alejaba del palacete, descendiendo del pequeño monte sobre el cual estaba situado al seguir un camino hecho de piedra que lo rodeaba, bordeando el lago sobre el cual brillaban las flores de las plantas acuáticas. El can se detuvo a olfatear y ladró frente a lo que Spike definió, mediante la altura a la cual se encontraba ahora la edificación sobre ellos, el subsuelo del palacete, lo cual podía deducir fácilmente dado que en la parte inferior de aquella precisa pared había una larga abertura horizontal enrejada. El camino de piedra pasaba a ser un pequeño puente bajo el cual corría el agua del lago en aquel punto, y el dragón dedujo que aquella abertura en la pared era el desagüe.

—Un desagüe bastante improvisado, si me permites decirlo —le habló al can, no esperando una respuesta, mientras se aproximaba a la pared y la golpeaba con sus nudillos.

El sonido devuelto a sus oídos le dejó saber que aquella pared no tenía la misma construcción que las superiores: era delgada, y tras la misma había un espacio bastante amplio. Al parecer se trataba de una construcción provisoria para cerrar aquel lugar, una construcción provisoria con más de mil años de antigüedad.

—Se ve que no alcanzaron a terminar esto. Una pena, pero una suerte para nosotros.

Sin perder más tiempo, el dragón propinó un certero y rápido puñetazo a la estructura, que cayó en pedazos de arriba a abajo, los cuales quedaron entre el puente sin barandilla y una extraña habitación a oscuras. El dragón la iluminó con la linterna de su mochila, alcanzando a visualizar una habitación rectangular con una escalera lateral, y una rejilla mucho más grande al final.

Pero el dragón no se percató de esto hasta mucho después, ya que su atención se centró en las mesas a los lados del canal seco del desagüe, cubierto por una reja metálica. En cada una de las mesas estaban dispuestos distintos tipos de armas: varias cuchillas negras de tamaño variado, dos espadas largas, una ballesta, un rifle mágico, y varios artilugios de guerra que no sabía reconocer, pero que estaba seguro, servían para infligir daño. Spike permaneció boquiabierto por un momento, sobre todo porque la única vez que había visto un arsenal semejante había sido en los libros de historia, donde se detallaban las armas de guerra más comunes, especialmente las que se habían utilizado durante la guerra con los grifos. ¿Pero esto?

Tragó saliva al ver la ballesta y recordar aquella noche de tormenta, en que una flecha disparada por Sweetie le había salvado la vida. Sus músculos se tensaron antes de ponerse en movimiento nuevamente, y recordó las palabras de la unicornio antes de que hubieran entrado en aquella cúpula.

"...pero ninguno de los dos sabe lo que puede haber más adelante. Quizá, si entramos allí, tal vez ya no podamos volver a salir..."

Los escombros habían formado un camino entre el puente mismo y el desagüe seco, por lo que ninguno de los dos tuvo problemas en cruzar al interior. Pero en ese momento, Spike avistó por el rabillo del ojo algo que resaltaba de entre los restos: un marco grueso que de seguro había estado colgado al otro lado de la pared recién derribada. Lo retiró con delicadeza y lo contempló brevemente.

En la imagen pintada al óleo podía verse a un grupo de ponis con armadura de combate, portando espadas en sus hocicos mientras otros llevaban ballestas en sus cascos, enfrentándose a un grupo de grifos quienes disparaban con rifles de fuego. Basándose en el estilo de la misma, Spike podía deducir que aquella pintura databa más o menos de la época en donde las nobles hermanas habían iniciado su reinado. Luego, se dedicó a comprobar lo que había llamado su atención antes de tomar aquel cuadro, algo que no cuadraba en el mismo: el sol.

No estaba pintado, reflejaba los destellos de su linterna, y al pasar sus garras sobre el mismo, pudo sentir que sobresalía de la pintura. Con extremo cuidado para no dañar aún más aquella obra de arte, Spike retiró el sol, el cual resultó ser una joya amarilla. Y al contemplarla con más detenimiento, notó grabada sobre la misma el símbolo de la Rosa Eterna. Aquella rosa parecía estar presente en cada lugar que pisaba. ¿Pero qué significaba exactamente?

Ahora mismo, eso era lo menos importante. Tenía que encontrar a Sweetie, y la escalera lateral que parecía llevar a la planta baja en el interior del palacete parecía un buen lugar por el cual empezar. Guardó la gema en el bolsillo de la mochila, pensando en dejarla para la cena, y reinició su camino.

Tod y Toby seguían sus pasos, y al pasar por una de las mesas el dragón tomó entre sus garras la gran ballesta, pero el mecanismo estaba cubierto por el óxido de cientos de años y no parecía que pudiese volver a funcionar, no al menos sin el mantenimiento adecuado. La misma situación se presentaba con el resto de los artilugios allí presentes. Quizá en su momento significaron una importante ventaja en una batalla, pero ahora no eran más que reliquias. Y así, dejando la ballesta nuevamente sobre la mesa, el dragón y su mascota se aventuraron escaleras arriba.


—Rayos… —dejó escapar Sweetie, al encontrar que la doble puerta en el centro del pasillo que llevaba al recibimiento del palacete estaba cerrada a cal y canto.

La misma era de hierro y no tenía un ojo de cerradura visible, por lo que infirió que debía de estar cerrada desde el otro lado, pero no podía perder el tiempo allí. Si no podía abrir esa puerta, debería encontrar alguna otra forma de llegar a la planta baja.

Decidió explorar el pasillo con detenimiento a la luz de su cuerno, y comenzó a divisar varias puertas, una de las cuales se encontraba justo frente a la anterior. También era doble, y también estaba cerrada, pero esta tenía una peculiaridad: un cuadro pintado al óleo del gran reino de Equestria en la parte superior sobre las perillas, donde podía divisarse la ciudad de Canterlot en las montañas. Pero el cuadro estaba dividido: de un lado podía notarse un cielo celeste despejado, y en el otro un cielo azul oscuro y estrellado. Además de que en los lugares donde deberían figurar los astros respectivos de cada mitad no había más que un círculo gris en relieve. Bajo la pintura ponía una leyenda:

"Cuando el sol y la luna compartan el mismo cielo, la puerta de la sabiduría se abrirá."

Suspirando cansadamente, decidió investigar el resto del pasillo. A la luz de su cuerno se movió entre las penumbras hasta el extremo oeste, girando en la esquina, y abrió la última puerta. La unicornio asomó a través del espacio abierto, y alcanzó a ver lo que parecía ser un almacén, donde podía percibir un fuerte aroma a humedad. Allí podían verse varias alacenas con puertas de vidrio que, aún con la monumental cantidad de polvo sobre ellas, permitían divisar la vajilla que guardaban en su interior. En el piso había varios sacos apilados contra la pared, y varias bandejas para hornear juntas en una de las esquinas, ambos cubiertos por la misma gruesa capa de polvo. La única ventana permanecía cerrada con una de las placas de hierro, tal y como esperaba.

De pronto, el sonido de un golpe y un derrumbe la sobresaltó y permaneció quieta por un segundo, intentando oír algo más, pero no hubo un nuevo sonido. Se relajó al considerar que aquel alboroto había sido producto de su poco delicado compañero dragón quien de seguro había encontrado la forma de entrar, por lo que exhaló relajadamente, y continuó con su investigación. Comprobando el lugar con detenimiento, no encontró a la vista nada que pudiese resultar útil, sobre todo porque los alimentos empaquetados eran fósiles y probablemente no aptos para el consumo. Cerró la puerta, y se dirigió a la siguiente.

La habitación de junto parecía un dormitorio común y corriente: una cama de dos plazas en el centro, un escritorio al lado, y algunas estanterías cargadas con una escasa cantidad de libros cuyos títulos la unicornio no alcanzaba a reconocer. Por curiosidad ojeó uno al azar, y encontró información para realizar distintos tipos de cultivos, incluyendo los requisitos de terreno, agua y luz necesarios para cada plantación. Ojeó otro, y descubrió una suerte de manual de carpintería. Otro más, y halló una especie de inventario de plantas medicinales, donde no alcanzaba a reconocer la mayor parte de las especies mencionadas. Decidió tomar este último dado que le resultaba un tema de interés, y probablemente también lo sería para su mentora y la curandera del bosque. Una vez vio que no encontraría nada más de utilidad allí salió, cruzó el pasillo hasta el otro extremo dando vuelta a la derecha, y abrió la primera puerta a su alcance.

El nombre de Twilight Sparkle fue lo primero que vino a su mente al contemplar el nuevo panorama: varias estanterías provisorias cargadas con toneladas de literatura milenaria. El lugar estaba poblado de libros por doquier, de tal forma que incluso llegaban a cubrir parte la placa de hierro que bloqueaba la ventana. Una vez más Sweetie se dispuso a tomar uno de los ejemplares por curiosidad.

En el lomo de libro elegido en esta ocasión ponía "Más allá de Equestria, por Nightingale Dreamer". Luego de ojearlo por un momento, saltando de párrafo en párrafo, encontró allí una interesante novela que narraba las aventuras de un unicornio que partía hacia nuevas tierras, entablando amistades con cebras, haciendo tratos con los grifos, e incluso luchando en compañía de un burro contra dos minotauros. Todo esto ocurría sólo en los dos primeros capítulos, por lo que decidió guardar el ejemplar en sus alforjas. Más tarde tendría una interesante historia a la cual dedicarle tiempo, luego de terminar con "Daring Do y el Cáliz del Grifo".

Siguió comprobando los títulos en los lomos a medida que recorría las estanterías con la mirada. Siendo que no contaba con el suficiente espacio en sus alforjas para llevarse todo el contenido de la habitación, debería contentarse con dos o tres novelas de tamaño mediano que no dificultaran en extremo su movimiento. Y unos minutos después halló un nuevo título que llamó su atención, en una de las estanterías más altas de la habitación: "El lado oscuro de la luna, por Night Hunter". El solo nombre la hacía temblar al recordar la noche en que la yegua de la oscuridad había escapado de su encierro, y decidió echar un vistazo. Sin embargo, al abrirlo por la mitad no se encontró con lo que esperaba fuera una novela de terror o algo similar, sino que en su interior había un hueco rectangular perfectamente recordado donde se ubicaba una especie de medallón con una luna en fase de cuarto creciente, el cual la joven yegua observó con detenimiento. Curiosamente, la pieza metálica tenía el mismo tamaño que el hueco en la pintura de la puerta doble del pasillo.

Regresó a aquel punto con rapidez y colocó la pieza en la hendidura indicada. La misma encajó a la perfección, y acto seguido oyó un chasquido, como si algo se hubiese destrabado en el interior, pero la puerta aún no se habría. Era obvio que necesitaría también de un medallón con forma de sol si lo que deseaba era averiguar que había allí dentro, y era posible que el mismo se ocultara tras alguna de las otras puertas que aún restaban por explorar. Sin embargo, la potra regresó a la pequeña biblioteca en busca de algún otro libro en que se mencionara o se hiciera apología al astro del día, pero no había nada parecido allí, por lo que decidió investigar las puertas restantes.

Caminó al otro extremo del pasillo y entró por la primera puerta de aquel lado. A la luz de su cuerno, pudo notar allí el cuarto de una potrilla o yegua joven, dado que las paredes estaban pintadas de blanco con algunos corazones dibujados en ellas. Podía notar en los estantes de pared también una gran cantidad de libros al igual que en la estantería junto a su cama, mientras que en su escritorio no restaba nada más que una caja de madera tallada de color marrón oscuro, cerrada.

Al examinarla, encontró que el mecanismo era el de una cerradura simple, por lo que no corrió con demasiados problemas para abrir la tapa con su magia, y levantarla con delicadeza. Una melodía comenzó a sonar al activarse el mecanismo, una melodía tranquila, cálida y triste que llegaba a su corazón. Se sintió extrañada y agradablemente sorprendida cuando encontró en aquella melodía una cierta similitud con la de la caja de música que había armado a principios de año, y luego regalado a su amigo dragón. Luego, reparó en el contenido de su interior, el cual le generó cierta curiosidad: un gran libro con tapa de cuero, y una especie de octaedro hecho de alguna clase de metal oscuro junto al mismo.

Tomó y recorrió el objeto de metal con sus cascos, investigándolo, y finalmente decidió guardarlo para comprobarlo más tarde. Luego tomó el libro que quedaba en el interior para luego cerrar la tapa y detener la melodía, y al soplar el polvo que cubría el tomo divisó un nombre en la esquina inferior derecha de la tapa, grabado sobre el cuero: Nina. Al apenas abrirlo, fue obvio para ella que se trataba de un diario, sobre todo cuando leyó el primer pasaje.

"18/1/43

Querido diario:

¡Aún no puedo creer que tenga mi propio diario! Acabo de cumplir seis años, y tu fuiste mi regalo de cumpleaños. ¡Tengo la mejor mamá del mundo!"

Inevitablemente, Sweetie recordó la época en que tuvo su propio diario. Escribir simplemente le resultaba imposible, por lo que el mismo tuvo tan solo unas pocas entradas antes de terminar abruptamente a la edad de diez años, cuando había hecho una entrada sobre su visita a las Windsome Falls. Pero esta potra, fuese quien fuese, parecía escribir muy seguido en aquel libro. No había intervalos mayores a tres días en medio de entrada y entrada, por lo que Sweetie saltó rápidamente unas cuantas páginas más adelante. Más tarde tendría tiempo para leerlo con detenimiento.

"2/5/43

Querido diario:

¡Hoy ha sido un día de lo más increíble! Mientras mamá estaba trabajando en su estudio, Jim y yo hemos encontrado un nido de arañas estrella cerca del lago. ¡Ha sido genial! Solo había podido leer de ellas en los libros de mamá, ya que son criaturas del mundo de arriba.

A veces me pregunto cómo será afuera. Mamá dice que no podemos pasar de la puerta de piedra porque es demasiado peligroso, y ella solo lo hace si de verdad es necesario. Pero cuando le preguntó por qué es peligroso, ella me dice que no debo preocuparme por eso. ¿Qué habrá del otro lado?"

"3/5/43

Querido diario:

Me apena decirlo, pero ayer asusté mucho a mi mamá. Traje conmigo a una de las arañas que encontré, pero cuando la solté me picó y comencé a sentirme enferma. Primero empecé a sentir frío, y luego mucho sueño. Creo que me dormí en el suelo. Ella me curó haciendo un té con las flores negras que crecen cerca del lago. ¡Mi mami es muy inteligente!

Pero cuando desperté esta mañana, mi mami dijo que esas arañas eran muy peligrosas, y que fue muy irresponsable de mi parte traerla aquí. Entonces empezó a llorar, no sé por qué. Mi mami está muy triste, y no puedo hacerla sonreír. Ha estado todo el día fuera, cuidando las plantas y aún no me ha hablado. No sé qué hacer..."

"8/11/44

Querido diario:

Hoy ha sido un día muuuuuuy aburrido. Mamá volvió esta mañana cargando con varios libros nuevos y ha estado todo el día trabajando en su estudio. Al atardecer salió para comer conmigo y Jim, pero luego se encerró en la habitación al norte de la planta baja, y no la he visto desde entonces.

Me gustaría saber que tanto hace ahí dentro, pero siempre cierra la puerta y no tengo idea de como abrirla. Estoy casi segura de que la estatua de Jim justo enfrente debe tener algo que ver pero el problema es que, si la abro, mamá probablemente se enoje mucho conmigo. Mmm... tal vez será mejor que lo deje estar de momento."

"5/2/45

Querido diario:

¡Aún no dejo de sorprenderme de las cosas que encuentro en esta casa! Hoy he dado con los planos de los canales de luz en la biblioteca. Según he visto, hay túneles que llegan a lugares ocultos a la vista en el exterior, y desde ahí dirigen a luz del sol a través de una serie de espejos hasta ésta cúpula. Quien quiera que los haya hecho, debió haber sido muy listo."

"28/4/49

Querido diario:

Aún no entiendo por qué tanto alboroto, ni qué fue lo que le sucedió a mamá. Todo empezó ayer por la tarde, cuando Jim y yo quisimos acercarnos a la puerta de piedra, al final del corredor. Tiene varias inscripciones bastante extrañas, y parece que se necesita magia para abrirla. Le pedí a Jim que intentara abrirla con sus garras, pero cuando estuvo a punto de hacerlo mamá apareció de repente, enfurecida. ¡Parecía una poni completamente diferente!

Desde entonces me ha encerrado en mi cuarto, y ahora estoy castigada por dos semanas. ¿Por qué ella sí puede salir al exterior y yo no?"

¿Garras? La yegua volvió a releer aquel punto precisamente. No, no había dicho cascos, dijo garras. ¿A quién se estaba refiriendo? ¿Quién más vivía allí?


Sin necesidad de un gran esfuerzo, Spike arrancó la placa de madera que bloqueaba la salida al final de la escalera, y al dejarla contra la pared notó que del otro lado de la placa había un espejo. Dedicando un vistazo más atento al lugar, notó que se encontraba en una especie de estudio, y dedujo que la placa retirada constituía una especie de pasaje secreto. Tenía sentido, uno no dejaría a la vista un arsenal como el que había avistado con anterioridad.

A su lado había un escritorio y enfrente varias estanterías, algunas de las cuales contenían libros antiguos, otras, muñecos hechos con pasta, cartón y otros materiales. Spike sonrió al notar en aquellas obras el inconfundible trabajo del casco de un pequeño, y solo después reparó en el cuadro del estante alto sobre el escritorio. Lo tomó con sus garras, y lo observó con ternura. Algunas secciones estaban descoloridas o borrosas, y no podía verse la totalidad de la foto, pero el centro sí podía distinguirse: allí aparecían una yegua unicornio de edad adulta con una larga melena suelta, con una sonrisa en los labios. La misma estaba siendo abrazada por una potrilla unicornio con melena trenzada, sonriendo ampliamente ante la cámara. Ambas se encontraban frente a aquella casa, la cual no parecía presentar ninguna diferencia de la actual aparte de las placas metálicas en puertas y ventanas que ahora evitaban el paso al interior.

Un sonido llamó su atención, y al levantar la vista vio a Tod y a Toby rasgando la puerta de la habitación, por lo que Spike dejó el cuadro en su lugar y se dispuso a continuar. Al salir, un oscuro, amplio y largo pasillo cubierto por telarañas fue iluminado por su linterna. El dragón sabía que no había nadie allí, pero eso no cambiaba el hecho de que la atmósfera en ese lugar resultaba asfixiante. La puerta por la que había salido estaba en el extremo oeste, y desde allí podía ver otra puerta del lado contrario a unos cuantos metros.

Se encaminaron con objeto de investigar el lugar pero a los pocos metros, por alguna razón, el can se mostraba inquieto, y seguía a Spike casi pegado a él. ¿Acaso algo no iba bien?

—¿Qué pasa, chicos? ¿Fuego? ¿Terremoto? ¿Parasprites? —rió él—. Tranquilos, en este lugar no hay... —las palabras se quedaron en su garganta cuando notó que la puerta al final del pasillo no estaba cerrada, y alguien parecía escrutarle desde la oscuridad.

"Es imposible, este lugar ha estado sellado por más de mil años. ¿Qué probabilidades hay de que...?"

Su mente se encontró de repente regresando sobre el templo en donde había hallado la Rosa Eterna, en las palabras de Sweetie, y se lamentó de no haber tomado la espada oxidada del sótano a través del cual había entrado. No podía ser, no podía tener tanta mala suerte.

"Quizá, si entramos allí, tal vez ya no podamos volver a salir..."

—Es solo mi imaginación, no hay nada más adelante. Solo estoy viendo cosas porque... es imposible que nos adentremos en dos lugares, sellados durante más de un milenio, y en ambos nos encontremos con una criatura peligrosamente mortífera —intentaba convencerse, cuando sintió algo apoyarse sobre su hombro derecho.

Apenas alcanzó a avistar por el rabillo del ojo a una pequeña araña estrella de color azul antes de aplastarla con su garra izquierda por instinto, y solo entonces noto varias iguales a lo largo del pasillo, recorriendo el techo, las paredes y el suelo. Tod y Toby gruñeron amenazadores cuando varias de ellas comenzaron a cercarlo, y Spike se apresuró a quitarse la mochila y meter allí al cachorro, antes de cargarla una vez más.

—Será mejor que se queden ahí dentro por ahora —les dijo, pisando a las arañas que intentaban acercarse. Una alcanzó a trepar su pierna e intentó picarle, pero sus pequeños colmillos no eran rival para la armadura draconiana, y Spike la aplastó con facilidad.

El dragón podía prever lo que se acercaba, podía imaginarlo, pero la indecisión rondaba en su cabeza, entre regresar por donde había venido e intentar hacer uso de las espadas que antes había visto, a pesar de que tenía un camino largo hasta llegar al sótano, o avanzar por la puerta a su derecha, a tan solo dos metros de distancia, e intentar escapar de aquella presencia aterradora al adentrarse en la mansión.

No contó con más tiempo para pensar cuando, a la luz de la linterna, cuatro patas asomaron a los lados de la última puerta. Un terrorífico siseo gobernó sobre el pasillo, y el corazón de Spike comenzó a latir con fuerza, el miedo llenando su mente, la adrenalina sus venas. Recordaba esa sensación, no había pasado mucho tiempo desde la última vez que la había experimentado, y aquella criatura de gran tamaño no tardó en revelarse para justificarla. Su cabeza oscura quedó expuesta a la luz al poco tiempo, sus tres pares de ojos rojos reflejando el destello de la linterna. Luego, su voluminoso cuerpo con una estrella roja en el abdomen, el cual apenas pasaba por aquella entrada, y finalmente sus ocho patas, con terminaciones filosas y amenazadoras.

Spike había leído algunos artículos sobre las arañas estrella, y sabía que las de estrella roja eran potencialmente venenosas, pero nunca había visto nada como eso. Aquella criatura de pesadilla ahora asomaba por la entrada de la habitación que había tomado como nido, exponiendo sus colmillos goteantes de veneno, y no hacía falta ser un genio para saber que iría a por el dragón y su peculiar compañero. Spike contuvo la respiración un momento, intentando mantener la calma para decidir su próximo movimiento, algo que le resultó imposible cuando la criatura tomó impulso y salió de su escondite, dirigiéndose hacia él a toda velocidad.

—¡Rayos! —gritó al abrir la puerta a su lado, cerrándola tras de sí y encontrándose con el salón comedor.

Apenas reparó en la chimenea, en la larga mesa y el reloj de péndulo detenido mientras corría a toda velocidad al otro extremo de la habitación. Si hubiera intentado regresar al sótano, probablemente no habría alcanzado a tocar la perilla de la puerta del estudio antes de que la criatura cerrase sus colmillos sobre él, y si la resistencia de sus escamas no hubiera estado a la altura de esos colmillos, habría sido su fin.

Antes de alcanzar la puerta que daba acceso a la habitación contigua, la araña destruyó la entrada anterior con una embestida, y trepó a la larga mesa para continuar la persecución. Spike cerró la puerta nuevamente y se encontró en el recibimiento de la mansión. Las escaleras centrales llevaban al primer piso, cuya puerta podía deducir estaba bloqueada dada la cerradura mágica sobre la misma. Miró a los lados mientras subía las escaleras y tomó uno de los candelabros de pie al final de las barandillas, para luego bordear por la izquierda hasta quedar justo sobre la puerta del comedor. La misma estalló en pedazos con la fuerza de la embestida enemiga, y al apenas entrar la araña madre en su campo de visión, Spike se dejó caer con el candelabro en ambas garras con lo que se podría clasificar como un "grito guerrero", propinando un ataque al supuesto punto débil de la araña con todo el peso de su cuerpo, saltando después para evitar un contraataque. Estuvo a punto de girar para aminorar la caída cuando recordó que el cachorro aún seguía en la mochila de su espalda, y el cambio de movimientos para proteger el paquete resultó en una dolorosa caída, y una torcedura de tobillo. Pero para su suerte, la araña había recibido de lleno el ataque, justo en la unión de la cabeza con el resto del cuerpo.

Luego, un sonido metálico de arrastre. Spike se volteó rápidamente a la criatura, y vio a la misma emplear sus patas delanteras para retirar el objeto de su cuerpo. Su exoesqueleto poseía una resistencia similar a la del metal del cual estaba hecho el candelabro, lo cual no hizo más que incrementar el temor del dragón. Se encontraba frente a un enemigo peligroso, quizá tanto como lo había sido la mantícora en su momento, y ahora no contaba con el apoyo de Sweetie Belle.

Una sustancia viscosa de color verde oscuro emergía de la herida de la criatura, pero la misma se mantenía erguida frente a su adversario, mientras arañas más pequeñas comenzaban a salir por la entrada destruida del comedor. A Spike se le acababan las opciones. La construcción interior estaba casi enteramente lograda en madera, madera de cientos de años, por lo cual hacer uso de su lanzallamas contra la misma solo lograría ocasionar un incendio, y la destrucción de la mansión con ellos adentro, sin posibilidad de escapar.

No había otra manera, la única forma de contraatacar a aquel insecto era mediante combate cuerpo a cuerpo. Ya había comprobado que su velocidad, tal y como lo había sospechado, era muchísimo superior a la suya, por lo que debería planear cuidadosamente sus movimientos y esquivar todos y cada uno de sus ataques, pues no le cabía duda que los colmillos y patas de este oponente eran capaces de atravesar sus escamas, y si la araña conseguía cerrarle el camino, las cosas no terminarían bien.

Apenas fue capaz de reaccionar cuando algo cayó del primer piso sobre la araña, y tardó unos instantes en reconocer al cachorro de dos cabezas atacando la herida abierta de su enemigo, escarbando en sus entrañas. Spike tanteó instintivamente la mochila al gritar sus nombres, sintiéndola vacía. ¿En qué momento habían escapado? No importaba. La araña intentaba llegar hasta el cachorro con sus largas patas, y no fue capaz de quitárselo de encima hasta que el daño fue lo suficientemente grave.

La criatura alcanzó a golpear al can en uno de sus intentos por defenderse, lanzándole contra una pared con gran fuerza, y Spike aprovechó el momento, aquel descuido, y el hecho de que su mascota estaba fuera del camino para cargar contra la criatura. La derribó con una embestida en la cual iban todas sus fuerzas, y la araña cayó boca arriba. Subió sobre ella, y comenzó a golpear la unión afectada con todas sus fuerzas con sus puños. El material del exoesqueleto, de gran resistencia, comenzó a resquebrajarse con cada impacto mientras la misma seguía forcejeando, intentando lastimar el cuerpo de su atacante con sus patas. Sin embargo, dada la actual falta de fuerzas en el enemigo, esto no ocurrió.

Unos momentos después, el cuerpo de la araña yacía inerte en el suelo del comedor, con sus patas contraídas sobre su abdomen y sobre el dragón, quien ahora respiraba agitadamente mientras contemplaba a las arañas estrella más pequeñas rodeando el lugar, así como también la sala del recibimiento.

Apartando las patas e incorporándose rápidamente, Spike fue en busca de su compañero sin perder tiempo. Encontró al mismo rengueando hacia un lugar apartado, a punto de ser cercado por las arañas estrella nuevamente. Lo cargó y subió sin perder tiempo al primer piso a través de las escaleras centrales, alejándose de aquellos arácnidos.

—Eso estuvo cerca —habló, para luego revisar al cachorro de dos cabezas. Su pata estaba lastimada por el golpe, pero el hueso parecía estar bien—. Chicos... me salvaron la vida —dejó escapar, pues de no haber sido por aquella distracción, la araña se hubiera arrojado sobre él, y quizá no hubiera vivido para contarlo—. Gracias... —le acarició con cariño, sonriendo gentilmente—. Aún así, siento que hayan tenido que hacerlo.

—¿Spike? ¿Spike, eres tú? —llamó una voz proveniente de la puerta a su lado.

—¡Sweetie! —se acercó a la puerta, seguido por el cachorro con cierta dificultad—. Sweetie, ¿te encuentras bien?

—Si, estoy bien, no te preocupes. ¿Qué hay de ustedes? Creí escuchar un grito —decía la unicornio, pero cuando el dragón estuvo a punto de responder, vio a la multitud de arañas subiendo por las escaleras, algunas de ellas más grandes que las otras, y su número aumentando con el paso de los segundos. El dragón guardó al cachorro en su mochila con cuidado a causa de su pata y le pidió que, sin importar lo que sucediera, no saliera.

—¡Sweetie, este lugar está lleno de arañas estrella! ¡Aléjate de la puerta, y si ves a alguna negra de estrella roja, no dudes en aplastarla!

—¿De qué estás hablando? ¡No entiendo nada!

—¡Solo haz caso a lo que te digo, y aléjate de la puerta! —gritó Spike.

El dragón tomó el candelabro restante que quedaba en aquel piso junto a la barandilla derecha, empuñándolo justo a tiempo para batear a una de las arañas más grandes que habían saltado en su búsqueda y propinarle un certero golpe, para luego arremeter contra las más pequeñas que seguían dirigiéndose hacia ellos. En ese momento el dragón se percató de que, de no cortarles el paso, las criaturas continuarían llegando.

Con este pensamiento en mente Spike bajó las escaleras, entró al comedor y se dirigió rápidamente al pasillo, corriendo hasta el fondo mientras pisaba una fracción de las arañas que circulaban en aquel lugar. No creía que hubiera allí otra araña del tamaño de la madre que fuese a atacarle, por lo que se acercó al nido y con todas sus fuerzas despegó las puertas pegadas a la pared por las telarañas, cerrando el acceso de una vez por todas.

Aún así, no había terminado. Se sacudió rápidamente las arañas que habían descendido sobre sus hombros y cabeza durante aquel corto tiempo, y se preparó para aplastar tantas como le fuese posible. Las picaduras de las arañas no darían problema alguno a un dragón, pero a un poni...


Sweetie se apartó de la puerta doble con cierto temor. Algo había sucedido al otro lado, y Spike no le había dado todos los detalles. Fue entonces que vio entrar por debajo de la puerta a tres arañas estrella, las cuales enfilaron hacia la poni rápidamente. Nunca había visto que las arañas de aquella especie se comportaran así, y en un arranque de temor y desconocimiento, alimentado por la entrada en el diario de Nina sobre tales criaturas, Sweetie tomó rápidamente uno de los libros que había guardado en sus alforjas y lo dejó caer sobre los arácnidos. Sin perder tiempo, regresó a la despensa al final del pasillo, tomó dos de los sacos cuyo contenido desconocía, y los dejó caer frente a la puerta para evitar el paso de las arañas.

Al otro lado de la puerta, podía oír algo metálico golpeando contra la madera, contra las paredes, y en todas partes. Cada tanto se oía más lejos, y cada tanto más cerca. Llegó a golpear incluso contra la propia puerta, y Sweetie se sobresaltó, pero se relajó al momento cuando oyó la voz de Spike nuevamente.

—Sweetie, ¿estás bien?

—Si... si, lo estoy. ¿Pero qué fue todo eso?

—Bueno, los chicos y yo encontramos... un nido de arañas. Digamos, un gran nido. Su madre era un poco más grande que ellos y quiso convertirnos en su cena, pero pudimos evitarlo. No te preocupes por Tod y Toby, ellos están bien.

—Cielos. Spike, ¡no vuelvas a asustarme así!

—Lo siento.

—Está bien. Oye, ¿crees que puedas abrir la puerta desde allí? —preguntó. Oyó el forcejeo del dragón durante un breve momento, pero el mismo cesó poco después.

—Lo dudo, está bloqueada con una cerradura mágica.

—¿No puedes forzarla con tus garras?

—Si el hueco de la cerradura no fuera tan pequeño, podría hacerlo.

Y mientras Spike explicaba esto, Sweetie lo razonó. Era un hecho simple, demasiado simple, y aún así no había reparado en él hasta ese entonces.

—Espera, ¿una cerradura mágica? Pero... eso es imposible, las cerraduras mágicas no existieron hasta hace ochocientos años. Si ésta cúpula ha estado sellada desde hace más de mil años, eso significa...

—Significa que no somos los primeros en pasar por aquí en el último tiempo —completó su compañero, sorprendido.

—¿Crees que... que haya alguien viviendo aquí ahora? —preguntó Sweetie, con cierto temor. El dragón recorrió el recibimiento con la mirada, y luego respondió.

—Considerando el estado de este lugar y la cálida bienvenida que recibimos, yo diría que nadie ha pasado por aquí en un largo tiempo, pero sin duda no somos los primeros en entrar desde que sus dueños originales dejaron este lugar —comentó, pensando cuál debería ser su siguiente movimiento, luego concluyendo que aquello era algo que ambos deberían decidir juntos—. ¿Qué crees que debamos hacer ahora, Sweetie?

—Bueno... si lograste ocuparte de esas arañas, entonces no creo que tengamos problemas para seguir revisando la mansión. ¿Verdad? Aún no sabemos qué es lo que hay tras la escotilla, ni por qué el mapa nos guió hasta aquí.

—Tienes razón —aceptó el dragón. Era cierto, habían llegado hasta allí buscando la verdad, no podían, ni querían, volver a casa con los cascos y garras vacíos—. Por cierto, ¿encontraste algo allí dentro?

—Bueno... en una de las habitaciones encontré el diario de una tal Nina, una potrilla que vivía en este lugar con su madre. Apenas alcancé a leer algunas entradas antes de venir aquí, pero no hay ninguna en la que se mencione... —se detuvo en seco, sólo entonces notando otro hecho tan simple y a la vista, que no había reparado en él—. ¿No crees que esa potrilla...?

—Si, yo estaba pensando en exactamente lo mismo —sonrió Spike al otro lado—. Es muy probable que sea la hija de la princesa, la primera dueña de la Rosa Eterna...

—Y ésta es su casa —completó la potra, observando a su alrededor.

—Tengo que resaltar que es algo grande para que solo vivan dos ponis en ella.

—No... —cortó Sweetie—. Alguien más vivió aquí con ellas. En el diario se menciona también a alguien llamado Jim, el cual poseía garras.

—¿Garras? —preguntó, sorprendido—. ¿De qué clase de criatura hablaba?

—No lo dice, pero se lo menciona varias veces a lo largo del diario. Tendré que revisarlo con más calma al regresar. Son muchas entradas, y podría estar aquí leyéndolas todo el día.

—Creo que ahora tenemos más preguntas de las que teníamos en un principio, antes de venir aquí —dijo el dragón, intrigado.

—Estoy segura de que alguna entrada del diario arrojará una pista sobre la clase de criatura que era el tal Jim, pero lo revisaré en casa con más calma —comenzó a incorporarse, dispuesta a continuar. Pero cuando estaba por despedirse, recordó otro detalle importante, y llamó la atención de su compañero—. Por cierto, Spike... si ves un medallón con forma de sol en la planta baja, házmelo saber. ¿Quieres?

—Seguro, ¿pero para qué?

—Solo hazlo, lo necesito —insistió ella, sonriente.

—De acuerdo. Si veo algo parecido, tocaré la puerta.

—Gracias, Spike —dijo ella, disponiéndose a partir. Spike dudó un momento antes de llamarla una vez más.

—Sweetie... —la detuvo.

—Si, ¿qué sucede? —respondió ella, expectante.

El dragón tragó saliva, no estando seguro de las palabras a emplear para expresarse. El recuerdo seguía fresco en su mente, al igual que sus inquietudes. Podía fingir que todo estaba bien, o... podía encarar la situación.

—Sweetie, yo... lo siento —dejó escapar con un suspiro.

—¿Eh? ¿Por qué? —preguntó, confundida.

—Por... lo que sucedió en el bosque. No fue mi intención, y creo… —Sweetie le interrumpió, divertida.

—Spike, tranquilo. No… no pasa nada, sabes que nunca me enojaría por ello, ni pensaría mal de ti. Fue un accidente, no tienes por qué angustiarte —dijo ella, comprensiva. A Spike le resultó difícil no sonreír al escucharla.

—Cielos… disculpa. Temía que solo estuvieras fingiendo no estar molesta. Temía que eso pudiera… afectar nuestra amistad —la voz de Spike tomó un tono más serio, especialmente después—. Temía perder nuestra amistad, Sweetie —dijo, con cierta tristeza.

Por un momento no se oyó nada más al otro lado de la puerta, pero al cabo de unos segundos, la poni habló con un tono que tomó al dragón desprevenido.

—¿Es en serio? —preguntó con gracia. La verdad era un alivio, saber que ella no era la única de los dos que había estado dando vueltas a aquella situación y llegado a una conclusión similar e igualmente ridícula, aunque sólo la consideró de esta manera cuando las palabras no vinieron de su mente, sino de la boca de su compañero—. Spike, ¿creíste que dejaríamos de ser amigos por… eso?

—Ahora que lo dices... —rió él.

—Spike, eso es ridículo. Te lo dije hace mucho tiempo, cuando rompiste la bola de nieve de Manehattan que me regaló Rarity. ¿Recuerdas?

—¡Fue un accidente! —se disculpó al recordarlo, y Sweetie rió por su reacción.

—¿Recuerdas lo que te dije en ese entonces? —preguntó con calidez, al apoyar su casco en la puerta. Spike debió hacer memoria, buscando el fragmento que le seguía a aquel recuerdo. Entonces lo encontró.

—Dijiste... que todo estaba bien. Que no estabas molesta, y que nuestra amistad no terminaría por causa de ello —rememoró el dragón al apoyar su garra contra la puerta.

—Y ciertamente, lo que sucedió en el bosque no será la excepción a la regla —le aseguró, y el dragón sonrió.

Spike había esperado toda clase de reacciones por parte de Sweetie Belle luego de lo ocurrido, y estuvo errado en todas y cada una de ellas. Esa equina era la viva representación de la amabilidad, la comprensión, y el cariño. El dragón se sintió como un tonto por no haberse dado cuenta antes de que la unicornio nunca se alejaría de su lado por algo semejante.

—Sweetie... ya te lo he dicho antes, pero eres la mejor amiga que un poni o un dragón podría tener.

—Lo mismo digo, Spike —Respondió ella, sonriente—. Y lo seguiremos siendo, sin importar qué. Siempre estaremos allí el uno para el otro.

—Me gustaría que así fuera —dijo Spike, melancólico—. Me gustaría que así fuera... —repitió, con cierta tristeza.

De verdad lo deseaba, lo deseaba con todas sus fuerzas, pero sabía que las cosas cambiaban con el tiempo. Llegado el momento, él y Sweetie tomarían caminos separados. Eventualmente, la unicornio daría el salto a la fama, se volvería una cantante reconocida, y su profesión la llevaría a lo largo de toda Equestria, e incluso más allá. Mientras que, por su lado, Spike se quedaría allí para proteger a Equestria durante los años venideros, y de seguro hallaría un nuevo hogar en las Montañas Humeantes una vez que su cuerpo ya no cupiera en la biblioteca. No culparía a la potra si la misma no tuviera tiempo de visitarlo llegado tal momento pues sabía que nada duraba para siempre, ni siquiera una amistad tan fuerte como la suya. Pero la unicornio tenía una opinión completamente diferente al respecto.

—Y así será —le aseguró—. Sé que sin importar lo que suceda más adelante, sin importar lo que nos depare el futuro, se que siempre seremos amigos. Los mejores amigos, y estaremos allí el uno para el otro en cada momento importante. Sé que estarás presente cuando cante sobre un escenario frente a todo Canterlot, y tú sabes que estaré presente cuando te conviertas en un chef reconocido.

—Vamos, no creo que llegue tan lejos —dijo el dragón, algo avergonzado. Nunca había pensado en tomar una profesión culinaria, no creía que sus platillos fueran tan buenos, por más que la potra insistiera que así era.

—Modestia aparte, Spike. Eres un gran cocinero.

—Gracias, Sweetie —La unicornio dejó pasar un momento, y entonces respondió.

—Este es el momento en que dices "y tú una gran cantante".

—Disculpa, no se me da muy bien mentir.

—Vas a lamentar eso cuando logre abrir esta puerta —contestó sin cambiar su tranquilo tono de voz.

—Buena suerte —dijo él, riendo—. Ahora en serio, puedes estar segura de que el día en que te conviertas en una gran estrella, yo estaré entre el público, ovacionando.

Sweetie se enterneció al pensarlo, y luego la idea siguió engendrando otros momentos importantes posibles, entre los cuales encontraba uno especialmente importante a su parecer.

—O incluso en nuestras bodas... —siguió ella, y Spike no supo que responder mientras recordaba lo que habían hablado con anterioridad al incidente del bosque—. Por cierto, seré la madrina de la tuya. ¿Verdad?

—Sweetie...

—¿Verdad? —insistió ella, y Spike suspiró.

—Si llego a casarme algún día, te prometo que lo serás —le aseguró—. Y yo seré el padrino de la tuya, ¿cierto?

—Aún no lo he decidido —dijo ella, divertida—. Incluso cuando seamos padres...

—Sweetie, ya... —decía el dragón, que comenzaba a apenarse frente a aquellas ideas.

—¿Qué? ¿No quieres tener hijos algún día? —preguntó ella, con curiosidad.

—Si, claro que sí. Pero... no pienso mucho en ello ahora mismo. Aún tengo muchas cosas que hacer antes de sentar cabeza, y tomar la responsabilidad de tener una familia —dijo, pues sus pensamientos al respecto eran diferentes, pero no tenía deseos de contrariar a su mejor amiga.

—Creo que serías un gran padre, Spike.

—Y tú una gran madre, también.

—No digas tonterías, ni siquiera sé cocinar —dijo ella, divertida—. Espero que mi futuro esposo sepa hacerlo, de otra forma nuestros hijos comerán cereales quemados en el desayuno.

—Vamos, eso no tiene importancia. No creo que ser madre implique que debas cocinar bien. Lo importante es que ames a tus hijos, que los cuides y los guíes para dar sus primeros pasos, para que puedan valerse por sí mismos de mayores —razonó él. Se sorprendió a sí mismo hablando como si fuera alguien con experiencia, aún cuando estaba a unos cuantos años de siquiera experimentarlo. Oyó a Sweetie Belle reír, divertida por su explicación.

—Spike...

—¿Si?

—Hablas como todo un padre.

—No es cierto —negó él, y la potra no pudo contener su melodiosa risa. Al cabo de un rato, habló con un tono melancólico.

—¿Puedes imaginarlo?

—¿El qué?

—A nuestros hijos, jugando entre ellos —dijo la potra. El dragón formó la imagen en su mente, sonriendo tal y como ella—. Dragones y ponis, conviviendo juntos en armonía. Jugando, siendo amigos, siempre apoyándose el uno al otro, tal y como nosotros. Porque esa es nuestra amistad, Spike. Un lazo que nada ni nadie podría romper, un lazo que mantendremos hasta que seamos ancianos, y estemos viendo el atardecer el uno junto al otro.

—Un lazo tan fuerte como el diamante —convino él.

—O incluso más —añadió ella.

—Sweetie…

—¿Qué sucede?

—Creo que iré a buscar la manera de sacarte de ahí, tanto tiempo encerrada te ha puesto en plan existencialista —dijo el dragón, divertido.

—Si, tienes ra…

Se interrumpió a sí misma al sentir algo clavarse en su cuello con gran fuerza, y la desesperación la invadió en un instante. Intentó quitarse con ambos cascos aquel objeto, y requirió también del poder de su magia para extraerlo. Terminó por quitarse de encima una extraña araña de estrella roja, un poco más grande que las azules, y la arrojó lejos con asco.

Apenas la criatura se dio vuelta, enfiló hacia ella nuevamente con gran velocidad, y en medio de su desesperación Sweetie tomó el libro de Nightingale Dreamer de sus alforjas y lo usó para aplastar a la criatura con la mayor fuerza que su levitación permitió, en el momento exacto en que la misma saltaba en su búsqueda. Sweetie se recostó contra la puerta con una respiración agitada, y recorrió su cuello. Una mezcla de su sangre y una especie de líquido azul apareció en su casco, mientras su visión comenzaba a volverse borrosa, y el resplandor de su cuerno se apagaba.

—¿Sweetie? ¿Estás bien? —oía la voz de Spike llena de ansiedad y preocupación al otro lado, pero le faltaban energías para responder—. ¿Sweetie? Sweetie, ¿Qué está sucediendo?

—Mi cuello. Me picó... una araña —alcanzó a decir.

—¿Una... araña? —preguntó Spike, mientras su sangre se helaba de golpe—. Sweetie Belle, ¿cómo era esa araña? ¿La aplastaste?

—Tenía una… estrella roja. Yo la… aplasté —dijo ella, falta de fuerzas.

Estrella roja. No, no podía ser. No podía tener esa maldita mala suerte. Había recorrido hasta el último rincón de la casa para acabar con todas y cada una de las arañas y así evitar que las mismas lastimaran al cachorro o a Sweetie, y la más peligrosa de todas ellas se había escapado de sus garras.

Spike conocía bien los efectos de aquel veneno, y por esa razón sabía que debían regresar, tenía que sacar a Sweetie de aquel lugar inmediatamente y llevarla con Zecora tan rápido como fuese posible. Pero Sweetie estaba encerrada al otro lado y la lógica le indicaba que, aún si no fuera así, nunca lograría llegar al bosque Everfree a pie, no antes de que fuese demasiado tarde. El dragón apretó sus colmillos mientras intentaba encontrar una solución. Tenía que hacerlo, debía hacerlo, aunque le fuese la vida en ello.

— Spike, no... no me siento bien —oyó la voz de Sweetie Belle al otro lado, e intentó despejar su mente de todos los temores que no hacían más que traerle imágenes terribles. No podía permitir que esos temores le hicieran perder la compostura, ni tampoco permitir que se volviesen realidad.

—Tranquila Sweetie, no pasa nada. Yo... pensaré en algo, solo necesito un momento —dijo él, con su cerebro trabajando a toda velocidad, buscando la forma de abrir esa puerta, cuando la voz de Sweetie le sacó de sus pensamientos.

—Un antídoto —habló con voz débil—. Una infusión... se prepara con una planta... en esta cueva. Flor negra. No sé...

Intentó continuar, pero su cuerpo se sentía cada vez más débil. Sus párpados pesaban, y le era imposible pronunciar otra palabra.

Las esperanzas de Spike regresaron. Si lo que decía no era un mero delirio, aquella era la única oportunidad que tendría para salvar la vida de Sweetie Belle. No podía perder un segundo más.

—Calma Sweetie, no te preocupes. La buscaré enseguida. Tú solo... espérame ahí, ¿de acuerdo? —preguntó, pero no hubo respuesta—. ¿Sweetie Belle? —la llamó nuevamente, pero ella no respondió—. No puede ser…

Con la mochila cargada a su espalda, y las dos cabezas del ortro sobresaliendo de la misma, Spike bajó las escaleras a la carrera, cruzó el comedor, el pasillo y el estudio, bajó por la escalera del pasadizo, y en menos de un minuto ya estaba fuera del palacete, sobre el puente que habían formado los escombros de la pared derribada. Desde aquel punto, enfiló por el camino a través del cual había llegado; debía de encontrar las flores que Sweetie Belle le había indicado tan rápido como fuese posible. Rebuscó en su memoria, entre la flora que había visto al entrar, intentando hallar más rápidamente aquella planta, pero en su camino no había nada parecido.

Se salió del sendero y fue camino al lago, buscando en sus bordes algún rastro de la planta y allí, cerca de la cascada, la encontró. Arrancó el grupo de flores a la vista de una sola vez con sus garras, las guardó en el bolsillo de la mochila y regreso a la mansión a la carrera entrando por el subsuelo, pero aún tenía un problema que resolver: la puerta del primer piso estaba cerrada, y mientras lo estuviera, no podría administrar el antídoto a su compañera. Debía apresurarse pues mientras más tiempo pasara, las oportunidades de la potra disminuirían.

Spike rebuscó en su mente lo poco que sabía sobre cerraduras mágicas, e intentó encontrar una solución. Sabía que no podía forzar ésta, y sabía que el mecanismo era prácticamente indestructible. Pero, ¿qué lo hacía indestructible? Esta clase de cerraduras siempre estaban vinculadas a una batería mágica, la cual alimentaba el hechizo de bloqueo de forma que este no pudiera ser roto, y estas baterías mágicas siempre estaban bien resguardadas o escondidas.

Recordó el sistema de Canterlot que Twilight le había explicado un tiempo atrás, luego de la Noche de los Corazones Cálidos. En el castillo había al menos tres baterías mágicas gigantes que mantenían las cerraduras de toda la estructura, y cada una estaba protegida por un grupo de al menos doce guardias, quienes debían de mantener una distancia prudencial de las mismas dado que estas irradiaban magia constantemente, pudiendo afectar a su entorno. El dragón consideró todos estos datos, y encontrando que solo había una cerradura mágica en aquella mansión, dedujo que debía tratarse de una batería pequeña. Y considerando los lugares de la mansión en los cuales la misma podría esconderse, dado que estas baterías tendían a afectar el entorno en sus proximidades, solo uno vino a su mente. Un lugar al que realmente no quería entrar.

Luego de tomar la espada oxidada de una de las mesas en el subsuelo subió a la planta baja, cruzó por el estudio y regresó al pasillo, corrió hasta la puerta del fondo y aspiró profundamente antes de abrirla, pasar, y cerrarla tras de sí. Nunca en su vida había pensado que se metería a un lugar como aquel voluntariamente. Lo que antaño parecía haber sido una biblioteca, ahora estaba cubierto de telarañas por doquier. Tanto las estanterías, las paredes, el techo y el piso. De hecho, a Spike se le dificultaba el paso dada la adhesión excesiva que presentaba el camino. Las arañas que habían quedado atrapadas allí ahora cubrían toda la estancia, al punto en que era difícil distinguir en donde se encontraba, pero debía darse prisa.

Buscó a la luz de la linterna, y no tardó en encontrar el nido principal, el agujero formado entre dos estanterías derribadas donde la bestia que antes había derrotado había engendrado a aquella cantidad inimaginable de criaturas, varias de las cuales no perdieron oportunidad en trepar por sus piernas y descender sobre sus hombros, pero Spike las apartó sin perder tiempo.

Criaturas tan pequeñas no podrían hacerle daño, pero el ortro en sus espaldas aún corría peligro. Había pensado en dejarlo dentro de la mochila en el estudio para que le esperara, pero la idea de que el cachorro estuviera allí solo, en la oscuridad, completamente indefenso por su actual debilidad, no le resultaba atractiva.

Al apenas sacarse a sus atacantes de encima, el dragón avanzó a paso lento por la estancia, con dirección al nido. Era imposible que una araña estrella hembra alcanzara un tamaño como el que había visto de forma natural, a menos que contara con una influencia externa. Y esa influencia, estaba seguro, era la fuente de magia que buscaba. Pero antes de que pudiera alcanzar su destino, seis arañas se presentaron sobre los estantes derribados. Las mismas superaban el tamaño del cachorro de ortro que llevaba con él, y ahora habían fijado al dragón como su objetivo.

—Perfecto, esto era justo lo que me faltaba —se lamentó al ponerse en guardia, empuñando la espada oxidada. Realmente se alegraba de haberla traído consigo esta vez.

Siseando amenazadora, la primera y más cercana araña saltó directo hacia él y Spike la recibió con un tajo directo a la cabeza. La criatura cayó, y el dragón esperó el inminente ataque de las otras, pero tan concentrado estaba en los enemigos frente a él que no reparó en la araña que descendía sobre la estantería lateral. La misma le atacó por el costado, derribándolo, y al caer Spike oyó el lamento del can por causa del golpe.

La espada cayó mientras el dragón intentaba apartar a su atacante con sus garras al tiempo que las arañas más pequeñas trepaban a su cuerpo, cubriendo también la mochila. No, debía levantarse de inmediato, si las arañas pequeñas encontraban la forma de llegar hasta Tod y Toby, no sabía si podría salvarlos. La desesperación y el miedo jugaron un papel fundamental en la situación, y Spike no lo pensó dos veces antes de cerrar su garra sobre la unión de la cabeza de la araña al resto de su cuerpo, y estrujarla con una fuerza sin igual. Aún muerta, su cuerpo seguía moviéndose y el dragón sintió deseos de vomitar el almuerzo ante aquella imagen, pero resistió.

Alcanzó la espada nuevamente y atacó sin dudar a las criaturas de mayor tamaño que se acercaban por tierra, desprevenidas, creyendo que su presa ya no podía defenderse. Unos pocos segundos más tarde, y varios cortes en vertical después, y las arañas gigantes yacían en el suelo junto a sus hermanas menores, fuera de combate.

Rápidamente sacudió la mochila, sacando a las arañas que habían intentado adentrarse en su interior, y corrió tan rápido como el entorno se lo permitió al centro del nido, en cuyo interior podía ver con claridad una inmensa cantidad de huevos de araña, algunos de ellos a punto de eclosionar. Tal y como lo imaginó, la batería mágica estaba allí, en el hueco abierto dentro de una columna que, antaño, de seguro estaría mejor cubierta.

Sin perder un solo segundo, se apresuró a extraerla y se dispuso a salir de allí, pero antes de dar un paso más reparó en un libro abierto en el piso entre muchos otros, bajo las telas de araña. El interior del mismo estaba recortado en un rectángulo perfecto, y en su centro un objeto metálico reflejó el destello de su linterna: un medallón con relieve de sol. Recordó la petición de Sweetie y, sabiendo que no volvería a entrar en aquel lugar, se apresuró a tomarlo, arrancándolo de las telarañas que lo mantenían adherido al libro.

Salió a la carrera y cerró la salida tras de sí, solo entonces notando que había otra puerta cerrada junto a la que daba acceso a aquella biblioteca, pero ahora mismo no tenía tiempo para explorar pues había algo muy importante que debía hacer. Y así, Spike tomó el cilindro de cristal con extremos dorados, lo dejó en el suelo, y lo aplastó con todas sus fuerzas.


Aquella extraña sensación comenzó a desaparecer en algún momento, pero la yegua no sabía decir cuando había sido. Aquella sensación de frío, un frío paralizante, un frío mucho mayor al que había sentido durante aquella noche de tormenta, ahora se había desvanecido. Abrió los ojos poco a poco, y se encontró con la oscuridad parcial de una habitación que en un principio no reconoció.

Aquél cobertor cubierto de polvo, las estanterías cargadas de libros, el escritorio donde antes había estado el diario. Si, aquel era el cuarto de Nina, y ahora se encontraba recostada en la que antaño había sido la cama de la pequeña. Frente a ella se encontraba el cachorro de dos cabezas durmiente, acurrucado contra su pecho, esperando su regreso. Y a un lado de la cama, el dragón de escamas púrpuras esperaba sentado, paciente, velando por su sueño. La linterna en el tirante de su mochila iluminaba la habitación.

—Spike... —habló con cierto cansancio, y el dragón se volteó hacia ella al instante, aliviado.

—Sweetie... ¿cómo estás?

—Bien. Bien, no... no me duele nada —le sonrió, e intentó levantarse.

Una sensación de malestar la invadió, y su equilibrio se vio afectado a tal punto que debió dejarse caer en la cama.

—¡Oye, tranquila! Tranquila, aún no te has repuesto del todo. Aunque, considerando que solo han pasado dos horas de tu siesta, esa flor si que debe ser potente. Guardé algunas para cuando regresemos, quizá le sirvan de algo a Zecora.

—Tienes razón —convino ella, mientras recorría su cuello con el casco. Aún podía sentir el lugar exacto en donde la araña había clavado sus colmillos—. Esto va a dejar marca, ¿verdad?

—Puede que sí —convino el dragón, que permaneció mirándola durante un breve instante, y Sweetie se extrañó a causa de ello hasta que su compañero habló—. Me diste un buen susto.

—No es agradable, ¿cierto? Normalmente eres tú el que me los da a mi —dijo ella, riendo.

—Supongo que me lo merecía —se rascó la nuca, acompañando su risa—. Me alegra que estés bien, Sweetie. Yo... no sé qué haría sin ti.

—El sentimiento es mutuo —respondió ella, sin duda.

Mantuvieron la mirada el uno en el otro durante escasos segundos, como si estuvieran manteniendo una conversación telepática, como si supieran precisamente en qué estaba pensando el otro. Finalmente, la unicornio habló.

—De seguro aún quedan algunas habitaciones por las que no hemos pasado. Si quieres ir a explorar, anda. Yo iré en un momento.

—¿Estás segura? —preguntó, no teniendo deseos de dejarla sola en aquel momento, pero la potra le dedicó una seria mirada en respuesta que él conocía bien—. De acuerdo, terminaré de explorar la planta baja y luego nos encontraremos en el recibimiento. Ah y, por cierto, encontré esto en una de las habitaciones. Era lo que necesitabas, ¿cierto? —preguntó al tomar del bolsillo de su mochila el medallón dorado, con motivo de un sol.

—Si, es ese mismo —lo identificó rápidamente.

—Perfecto —aceptó, y lo colocó en la mesa de luz junto al lecho—. Estaré abajo. Si necesitas algo, solo grita —le dijo, mientras la mirada de la unicornio se centraba en el cachorro durmiendo a su lado—. Me ayudaron a luchar contra las arañas. De no haber sido por ellos, no lo habría conseguido allá atrás.

—Son unos chicos muy valientes, ¿verdad? —dijo, sonriente.

—Más de lo que te imaginas —convino él—. En fin, volveré en un momento. —dijo al voltearse, disponiéndose a salir de la habitación.

—Spike —le detuvo—. Gracias —dijo con sinceridad.

El dragón le sonrió, y salió de la habitación que ahora solo era iluminada por la linterna de Sweetie sobre el escritorio, mientras pensaba en las puertas que aún no había comprobado. Asumió que la unicornio había investigado el primer piso exhaustivamente en el tiempo que había estado allí dentro, por lo que bajó las escaleras y se dirigió a la puerta doble a su izquierda. Allí ubicó a la luz de la linterna varios implementos de carpintería. Había también varias sillas, mesas, escritorios y estanterías sin terminar, además de una gran cantidad de madera para trabajar. Identificó el lugar como una suerte de "sala de trabajo", y siendo que no había mucho más allí, decidió dirigirse al último cuarto que restaba sin explorar en aquella mansión.

Cruzó el recibimiento, el comedor y entró al pasillo una vez más, dirigiéndose al fondo. La puerta de la biblioteca ahora estaba bloqueada por una espada oxidada y doblada, por lo que las criaturas que aún quedaban en su interior no tendrían oportunidad alguna de escapar. Y entonces se dirigió a la puerta a su izquierda, abriéndola con cautela.

Frente a él se extendía un corredor oscuro, y de pronto tuvo una sensación extraña, una sensación que le indicaba que no debía entrar allí. ¿Era el instinto? ¿Era miedo? No lo sabía, pero había algo que le indicaba que, fuera como fuera, no debía entrar allí. Pero su curiosidad era mucho más fuerte que aquellas sensaciones.


Sweetie se giró varias veces en aquel lecho cuando el ortro despertó, unos pocos minutos luego de que Spike hubiera dejado la habitación. Cuando vio que podía incorporarse sin ser devuelta a la cama por causa de las náuseas, se bajó de allí seguida por su fiel compañero de dos cabezas, el cual también había recuperado su forma. Después de todo, los ortros cuentan con una habilidad de regeneración y una resistencia mucho mayor que la de los ponis u otros animales. La unicornio se cargó las alforjas en sus costados una vez más, acomodó en una de ellas la linterna aún encendida, y tomó de la mesa de luz el medallón de sol. Aún quedaba algo por hacer.

Salió a aquel pasillo con decisión, seguida por Tod y Toby, y todos se dirigieron a la doble puerta del sol y la noche. La potra colocó el medallón en el hueco vacío, desbloqueando la cerradura, y abrió la puerta. No podía creerlo; se había sorprendido cuando vio la habitación junto al cuarto de Nina, cargada de ejemplares antiguos, pero esto no se comparaba en lo más mínimo. Una gran bóveda de conocimiento se abría ante ella, estanterías gigantes con un contenido casi infinito de libros antiguos, iluminadas por los rayos del sol de atardecer que llegaban allí a través de los túneles de luz, y se colaban en la habitación a través de una cúpula de cristal en el techo. Si su maestra hubiera estado allí, de seguro habría perdido la cabeza por completo, y probablemente habría tomado aquel como el mejor día de su vida. No sabía cómo se contendría al regresar para no contarle de tal hallazgo.

Pero aquel brillo de asombro desapareció para dar paso a uno de terror cuando divisó un cuadro al fondo de la biblioteca, un cuadro de gran tamaño en donde podía ver a la potrilla que habría sido Nina y a su madre, ambas sonriendo frente a la casa y, detrás de ellas, una mantícora negra de ojos amarillos, sus orbes brillantes clavadas en la lente de la cámara durante el instante en que la foto había sido tomada. Era extraño, aquella criatura retratada en un cuadro de más de mil años sin duda era de un tamaño menor que la que habían encontrado cuatro meses atrás, pero no había duda alguna, pues la cicatriz bajo su ojo derecho que se extendía hasta su hocico lo delataba: no era igual, aquella era exactamente la misma criatura con la que se habían encontrado en aquel templo, la misma criatura cuya vida la potra había dado fin con sus propios cascos.


A medida que se adentraba en aquel corredor, por un instante Spike tuvo la sensación de que de un momento a otro las paredes y el techo se cerrarían sobre él. ¿Qué diferenciaba a ese lugar del resto de la mansión? ¿Por qué lo percibía así? Incluso la oscuridad en aquel lugar se le antojaba diferente, sofocante. Algo andaba mal.

Luego de lo que pareció una eternidad, finalmente llegó al otro extremo, encontrando allí una puerta a su izquierda y una escultura adherida a la pared a su derecha. Las sensaciones que antes había experimentado se multiplicaron cuando notó que la estatua, de un material parecido al mármol, tenía la forma perfecta de una mantícora. Su ojo derecho amarillo, reluciente como una gema, le traía malos recuerdos de aquella noche de tormenta. Pero habiéndose repuesto de aquellos recuerdos y recuperado la compostura, Spike examinó con detenimiento la estatua, y descubrió en la base de la misma una leyenda:

"Aquel que no tiene valor suficiente para ser observado desde el otro lado del abismo no tiene valor suficiente para mirarlo él mismo. La verdad solo puede aprenderse avanzando hacia adelante."

Spike tragó saliva y se incorporó mientras dirigía su mirada hacia aquella puerta cerrada, carente de ojo de cerradura o tirador. Se volvió hacia la estatua, y entonces lo recordó. Rebuscó en su mochila rápidamente y allí estaba: la gema amarilla que había encontrado entre los escombros de la pared del subsuelo, con el símbolo de la Rosa Eterna grabado en su base. Insertó la misma en la cavidad ocular vacía de la estatua y, tal y como lo había imaginado, la pesada puerta comenzó a abrirse. El dragón escrutó la oscuridad que se alzaba tras el umbral, apenas desvanecida por el haz de luz de su linterna dada la falta de carga, y decidió adentrarse en la habitación.

Caminó algunos pasos, intentando divisar algo más allá de la pared de oscuridad que se alzaba ante sus ojos, pero era incapaz. A una corta distancia de su posición alcanzó a ver un candelabro con velas que, luego de tantos años, aún seguían allí, esperando iluminar el camino de alguien más a través del tiempo. Spike no dudó un instante en lanzar una pequeña llamarada sobre las mismas, las cuales ayudaron a despejar aquella negrura, pero no era suficiente. A pocos metros pudo ver un nuevo candelabro de pie, y uno más fue revelado cuando encendió el anterior. Cuando el cuarto fue encendido, todos juntos alcanzaron a iluminar una buena parte de la habitación, y los ojos del dragón se centraron en los libros abiertos que inundaban el suelo de aquel cuarto.

Se inclinó para visualizar su contenido, y allí alcanzó a ver runas arcanas que no alcanzaba a comprender. Los textos que si alcanzaba a comprender hablaban del alma, describiéndola como una entidad inmaterial encarcelada en el cuerpo de un poni, la única entidad capaz de cruzar sin restricciones a otro plano una vez que su prisión desaparece, mientras que otros hablaban de la misma como parte de una corriente de energía que fluía con el entorno en armonía. Desde aquel punto, el resto de los libros ahondaba en el lugar donde habitaba el alma, la forma que esta tomaba al cruzar al otro plano, e incluso se mencionaba que no era imposible recrear su vínculo con este mundo cuando el mismo se había roto. Spike conocía libros así, tenía ejemplares con información parecida en la biblioteca, pero todo era teórico.

No existía poni en el mundo que hubiese logrado verificar científicamente algo como lo que se describía en aquellos libros, cuyos textos no tenían validez alguna en el mundo de la ciencia y magia actuales. Aún así, considerando la cantidad de texto referido al tema que había en el lugar, era fácil darse cuenta de que la princesa que allí vivía creía ciegamente en esos libros. Pero… ¿por qué?

La respuesta a esa pregunta llegó a sus ojos cuando se incorporó, alcanzando a divisar por primera vez las paredes de aquella habitación cubiertas de símbolos extraños, runas que no alcanzaba a reconocer y cuyo patrón se repetía una y otra, y otra vez. Entre aquellas inscripciones, el dragón alcanzó a distinguir palabras apenas legibles, que no hicieron más que aumentar su inquietud.

"Juntos por siempre"

"Cambiaré el destino"

"La clave de la vida"

"El vínculo entre almas es eterno"

"No te dejaré ir"

"Es una promesa"

Aquellas palabras, talladas con algo filoso al igual que las runas eran solo una fracción de todo el escrito que llenaba aquellos muros. En algún momento, las letras comenzaron a deformarse, al punto en que era imposible reconocer cualquier palabra entre aquellos extraños símbolos. Spike sintió un escalofrío recorrer su cuerpo y tuvo la necesidad de abandonar aquel cuarto inmediatamente, no podía seguir en aquel lugar más tiempo. Estaba a menos de un metro de la puerta cuando la misma se cerró frente a él de un golpe.

—¿Qué... qué es esto? —intentó abrir la puerta, empujándola con todas sus fuerzas, pero no hubo caso.

Y entonces las velas se apagaron por una extraña corriente de aire, y al dragón le invadió la sensación de ser observado; había alguien allí. Spike retrocedió en la oscuridad, intentando escrutar a la presencia que allí se hallaba mediante la escasa luz de la linterna. Intentó agudizar sus sentidos para hallarle, pero le era imposible detectar su movimiento.

—¡¿Quién está ahí?! —dijo, poniéndose en guardia. Fuera quien fuera, nadie llegaba de una forma semejante con buenas intenciones.

Y así, de un momento a otro algo descendió de golpe frente a Spike, y el dragón apenas alcanzó a ver una figura encapuchada, cubierta por una capa, y con el rostro protegido por una máscara a través de la cual lo único que alcanzo a divisar fue el destello de unos profundos ojos azules, mientras el cuerno de aquel poni desprendía un brillo azul cegador.

—¿Qué...?

Fue lo único que alcanzó a decir en un intento de apartarse, antes de que un rayo de magia pura impactara en su abdomen a quemarropa, atravesándolo de lado a lado. Spike apenas alcanzó a articular cualquier pensamiento cuando el dolor le invadió de lleno al impactar su espalda contra el muro de la habitación, para luego caer sentado. Su visión era borrosa, pero alcanzaba a divisar frente a él al poni que le había atacado. Su máscara tenía una terminación en punta en la parte del hocico simulando el pico de un ave, y ahora el poni que la portaba se acercaba a él con su cuerno iluminado con un aura azul del mismo color que sus ojos. Spike llevó su garra a la herida, la cual ahora dolía como el infierno, y de la cual manaba una gran cantidad de sangre. Su sangre.

Rió con cierta dificultad. Era un dragón, una de las bestias más temibles y poderosas que existían, y aún así era la segunda vez que lo herían de tal gravedad. Pero esta vez no era como la anterior. No necesitaba saber demasiado sobre anatomía draconiana para darse cuenta de que el golpe asestado había provocado un daño masivo, resultando en una herida mortal. Ni siquiera su saliva especial podría sanar una herida como esa en el corto plazo, y una pérdida de sangre como aquella tampoco era una buena señal. Estaba comenzando a perder la consciencia cuando el poni caminó hacia él con objeto de terminar el trabajo. Estaba solo, y a su merced.


Sweetie se encontraba sentada en el escritorio de la biblioteca bajo el cuadro de la mantícora mientras releía el diario de Nina, saltando de una entrada a otra a toda velocidad. No podía ser, debía de haber un error. Ese no podía ser...

"Jim me acompañó todo el día mientras mamá estaba fuera, e incluso logré que jugara conmigo en el lago. ¡Por fin superó su miedo!"

No podía ser...

"Los generadores dejaron de funcionar anoche mientras mamá no estaba, pero por suerte Jim estaba aquí para acompañarme. Incluso entró a mi habitación para hacerme compañía. Espero que mamá no se enoje, la puerta quedó algo mal después de eso."

Por favor, no...

"Jim me lastimó por accidente cuando le pedí ayuda para bajar de la casa por la ventana. Se sintió muy mal, y estuvo acariciando mi casco con su ala todo el día. Me dio un poco de pena."

No...

"Mamá dice que existen criaturas diferentes a cualquier otra, criaturas que pueden entender las cosas mejor que ninguna o incluso comprender el lenguaje de los ponis. Estoy segura de que Jim es uno de ellos, y mi mayor deseo es algún día poder entender lo que él dice. Sé que debe tener muchas historias para contar, después de todo él cuidó a mamá desde que era pequeña..."

Sweetie debió detenerse abruptamente. Su estómago dio un vuelco, y comenzó a sentirse enferma. Intentó no levantar la vista una vez más, solo para no encontrarse con aquel cuadro. Aquella mantícora era la protectora de esa familia, la compañera de la princesa, la mejor amiga de la potrilla... y ella había puesto fin a su vida.

Y lo peor de todo era que sus acciones ahora tenían sentido. No estaba atacándoles por nada, no los persiguió incansablemente a través del bosque Everfree para cazarlos y devorarlos. Frente a sus ojos, Spike y ella eran meros ladrones, ladrones de lo único que le restaba de su familia.

Volvió al instante en que la criatura los había atacado en el castillo de las hermanas nobles, y se recordó a sí misma sosteniendo la ballesta mediante su magia, atacando a Jim por la espalda.

"Jim..."

Ese era su nombre. Era el nombre de la vida a la que había dado fin.

Sweetie tragó saliva una vez más, y estuvo a punto de romper en llanto. No podía superarlo, no podía soportar que sus acciones hubieran llevado a eso. Y no ayudaba el pensar que si nunca hubiera llegado a esa mansión, nunca habría sabido la verdad. Habría caminado sobre la tierra el resto de su vida sin saber el daño que había causado, aún si hubiera sido para salvar a su mejor amigo. Pero eso no cambiaba los hechos; si ellos nunca hubieran puesto un casco o pie en aquel templo, Jim no habría perdido la vida.

Se enjugó las lágrimas que comenzaban a escapar de sus ojos e intentó sacar aquellas ideas de su cabeza. Lo hecho, hecho estaba, y de nada servía lamentarse. Intentó asimilar aquella idea con todas sus fuerzas, pues de otra forma el dolor seguiría lastimando su, ya de por sí, afligido corazón. No podía revivir a la mantícora, pero al menos podía salvar en su memoria todo lo que Jim había significado para su mejor amiga; era lo menos que podía hacer. Y así, abriendo el diario una vez más, retomó su lectura en una de las entradas mientras el cachorro se acurrucaba al lado de la silla polvorienta.

"18/1/50

Querido diario:

¡Hoy fue mi cumpleaños número trece! Mamá me preparó un gran pastel de zanahorias y decoró la casa con todos los adornos que armamos en la mañana. Intenté enseñarle a Jim como hacer una estrella con papel, pero terminó jugando con los sobrantes de las otras estrellas y llenó todo el cuarto de papel. Fue muy divertido, pero a mamá no le gustó mucho.

En la noche, mamá me dejó elegir otro cuento de la biblioteca del día y la noche, ¡y esta vez no debí buscar los medallones! Es divertido, si, pero a veces mamá y Jim los esconden demasiado bien, y paso días sin encontrarlos. Mamá no estará al amanecer, dice que tiene que irse muy temprano, pero al menos podré compensar a Jim por la fiesta de hoy, y le prepararé su ensalada de naranjas favorita. ¡Yum!"

"4/9/51

Querido diario:

Han pasado casi dos semanas desde la última vez que vi a mamá. Dijo que saldría de viaje por unos cuantos días, pero no imaginé que fueran a ser tantos. Incluso Jim comienza a extrañarla, ¡y es un tipo duro!

Ayer quería distraerlo un poco, así que lo llevé al lago para nadar pero no parecía tener ánimos. Solo se metió conmigo cuando comencé a salpicarlo, y jugamos a las atrapadas toda la tarde. En la noche lo traje a mi habitación para leerle una de mis historias favoritas, ¡y se durmió! Cuando me recosté sobre él, me abrigó con una de sus alas para que no tuviera frío, y no nos levantamos hasta pasado el mediodía.

Si, me retrasé un poco con mis estudios, pero valió la pena."

Tantos recuerdos, tantas historias. Aquel diario documentaba el día a día de una potrilla que creció dentro de una burbuja, con la única compañía de su madre y de su mejor amigo. Pero aquella sensación de calidez que proyectaban las entradas se desvaneció cuando saltó varias páginas más adelante, más de un año después.

"27/12/52

Algo extraño está sucediendo. Mamá ha regresado muy tarde otra vez, trajo varios paquetes extraños con ella y se ha encerrado en la habitación del ala norte en la planta baja de nuevo. Cuando le pregunto que hace allí, simplemente cambia el tema y me pregunta cómo estoy llevando mis estudios. Pero eso no es lo peor. Esta tarde, cuando estaba jugando con Jim en el patio, la escuché gritar, y los gritos provenían de esa habitación. Le dije a Jim que me siguiera, pero él no se movió un solo milímetro, aún cuando escuchaba perfectamente los gritos de mamá.

Golpeé la puerta, la llamé, le supliqué que saliera, pero cuando dejó de gritar, solo dijo que regresara a mi habitación y no saliera. Cuando me llamó para la cena, no parecía ella. Su melena estaba despeinada, tenía grandes ojeras, y caminaba como si estuviera a punto de desplomarse. Le pregunté, pero esta vez ni siquiera intentó desviar la conversación, sino que me gritó, y me dijo que me metiese en mis propios asuntos. Aún no puedo creerlo. ¿Qué diantres le sucede a mamá? ¿Por qué Jim no quiso ayudarla? No puedo entenderlo. Siento que no conozco a mi propia madre."

Aquella entrada no hizo más que extrañar a Sweetie. Por lo que había llegado a ver a través de las entradas de aquel diario, la princesa no era una madre ejemplar, pero no parecía el tipo que le gritaría a su hija sin ninguna razón. Era brutalmente obvio que allí estaba sucediendo algo más. Sweetie pasó la página para saber cómo había seguido aquella situación, y se encontró con la última entrada del diario, a la cual le seguían varias páginas en blanco. No perdió tiempo en retomar su lectura, pues necesitaba saber que había sucedido.

"3/3/53

Si no lo hubiera visto, nunca lo hubiera imaginado. Encontré la esmeralda tallada en el sótano del estudio de mi madre y he logrado entrar en la sala norte de la planta baja. Las notas de mi madre no mienten: tiene pensado revivir a mi padre. Sigo repitiéndomelo, pero no puedo creerlo. Ha estado investigando distintos tipos de magia, incluida la magia negra, para lograr un hechizo que traspase las barreras de este mundo. No sé que hacer.

Si, nada que me gustaría más que conocer a mi padre, no voy a negarlo, pero he visto el borrador del hechizo que mi madre busca lograr, y el mismo podría destruir su propia alma al abrir la puerta que allí se menciona. Aún peor, si el hechizo se saliera de control, las consecuencias serían catastróficas. No voy a permitir que lo haga. Por suerte tengo el apoyo de Jim, y si todo lo demás falla, él me ayudará a detenerla. Mi madre está cada día peor, y no tengo dudas de que es por causa de esto. Aún no entiendo que papel juega en todo esto la Rosa Eterna que aparece en sus notas, pero pronto lo averiguaré."

Sweetie Belle releyó varias veces aquella entrada, cerciorándose de que estaba interpretándolo correctamente. ¿Un hechizo que traspasara las barreras de este mundo? Inevitablemente, Sweetie recordó las enseñanzas de su mentora. Los hechizos que influían directa o indirectamente en el mundo inmortal eran tabú, estaban vedados de la magia que los ponis tenían permitido realizar. Pero se sabía de conocidos unicornios que habían incurrido en aquella área, incluido el colega de Starswirl el Barbudo, el conocido mago Meadowbrook, quien había elaborado ocho reliquias con poderes incalculables y con las cuales, se creía, era posible romper las barreras entre planos si se las utilizaba en conjunto.

Claro, dado que las reliquias nunca se encontraron, esto nunca pudo ser probado. Pero el hecho de que alguien más pudiera haber incurrido en un área semejante le provocaba escalofríos a la unicornio, escalofríos que se intensificaron cuando sintió que alguien la observaba. Al voltearse casi al mismo tiempo que el ortro, lo único que llegó a ver fue la puerta de la biblioteca cerrándose de golpe.

—¡Oye! —guardó el diario en sus alforjas y corrió a la salida rápidamente, siguiendo a Tod y a Toby. La puerta estaba cerrada a cal y canto, y no había forma de moverla. ¿Acaso alguien había retirado los medallones?—. ¡Spike, esto no es gracioso! ¡Abre la puerta, por favor! ¿Spike? —llamó, sin obtener respuesta.

No, Spike nunca la hubiera encerrado así, pero la alternativa le causaba un profundo temor, pues la otra opción era que hubiese alguien más dentro de aquella casa. Fue entonces que, instantes después, oyó el inconfundible sonido que produce un rayo mágico al ser lanzado, justo en el piso de abajo, y un temblor sacudió los cimientos.

La sangre de Sweetie se heló en menos de un segundo mientras su cerebro trabajaba a toda velocidad; Spike había ido a explorar la planta baja, y era prácticamente seguro que el mismo poni que la había encerrado a ella le hubiera atacado. Eso, sumado al hecho de que no alcanzó a oír ningún ruido que le permitiera deducir un contraataque por parte de su compañero dragón, le dejaba el peor de los escenarios posibles. Esto ya no era la búsqueda de un tesoro, ni la búsqueda de la verdad. Debía salvar a su compañero.

Subiendo al ortro a su lomo, Sweetie se preparó para su siguiente movimiento, haciendo a un lado todo lo que Spike le había advertido, pues sabía que cada segundo contaba. Preparando el mayor poder de impacto que pudo, dirigió su cuerno cargado con un brillante resplandor verde claro al piso, y voló en pedazos el suelo bajo sus cascos. Esperaba que esto no hiciera que el resto de la estructura se derrumbara sobre ella y sus amigos, pero como su hermana siempre decía: "tiempos desesperados, requieren medidas desesperadas".

Cuando el suelo cedió, Sweetie protegió sus cuatro cascos con el hechizo de caída libre, el cual le permitió aterrizar en el piso de abajo sin resultar herida. Había ingresado en el centro de la habitación de los cuatro candelabros, ahora iluminada por los rayos del sol de atardecer que se colaban por la cúpula de cristal de la biblioteca, y alcanzó a ver a un equino que subía a una de las vigas de suspensión superiores con un extraño dispositivo lanzagarfios en su casco derecho para escapar de la caída de escombros, y mientras Sweetie reconocía en aquella figura enmascarada al poni que la había encerrado, el cachorro bajó de su lomo y corrió al otro extremo de la habitación, y Sweetie le siguió con la mirada. Spike estaba allí, tendido contra la pared con sus ojos cerrados, y su cabeza inclinada hacia adelante, con un hilo rojo escapando de sus fauces. En el lado derecho de su abdomen se abría una amplia herida de la cual, sin duda, había manado el charco de sangre a su alrededor. El cachorro se paró frente a él y le mantuvo la mirada por un instante, para luego dejarse caer a sus pies con un lamento lleno de tristeza.

No podía ser. Era imposible. Lo que sus ojos veían no era real, no había forma de que aquello estuviera sucediendo realmente. Estaba soñando, de seguro estaba soñando, y en cualquier momento la pesadilla acabaría.

Sweetie abrió su boca, temblando, intentando exclamar con todas sus fuerzas "¡Mamá, despiértame!", pero nada alcanzó a salir de allí, pues en ese momento sintió a aquel equino, a la criatura despiadada que había atacado a Spike, ahora saltando sobre ella, su cuerno brillando con un resplandor azul fuerte.

¿Por qué lo había hecho? Spike era el dragón más bondadoso que había caminado sobre las tierras de Equestria. Él siempre se esforzaba por hacer felices a todos, aún si era a costa de su propia felicidad, y siempre había estado allí para cuidar de sus amigos. Entonces... ¿Por qué? ¿Qué clase de monstruo despiadado podría atreverse a lastimar a alguien como él?

La unicornio no era capaz de encontrar lógica en lo que había ocurrido, no encontraba lógica en el ataque que el poni estaba a punto de llevar a cabo sobre ella y, por sobre todas las cosas, no encontraba la más mínima lógica al crimen que esa criatura despreciable había llevado a cabo. Su mente era un mar en medio de una noche de tormenta, agitado y caótico, gobernado por las emociones de la más profunda tristeza, y la más ardiente ira. Y así, siendo incapaz de contener aquellas emociones, dejó que las mismas gobernaran sus actos, sus ataques, y su venganza. Aquella criatura no saldría indemne de lo que había hecho.

Dejó escapar un grito embebido con el más profundo dolor al tiempo que sus lágrimas corrían por sus mejillas y un campo expansivo de color verde claro emergía de su cuerno, golpeando contra las paredes del hogar con una fuerza imposible y lanzando contra una de ellas al unicornio, cuyo ataque desviado causó un agujero gigantesco en el techo de la mansión. Sweetie no desperdició la oportunidad y lanzó el rayo mágico más potente que fue capaz de realizar, el cual solo formó un enorme hueco en la pared cuando el enemigo se teletransportó a otra de las vigas.

—¡No escaparás!

Exclamó Sweetie Belle con determinación, levitando los trozos de concreto a sus cascos para lanzarlos contra su enemigo, quien evadió todos y cada uno de los ataques mientras se balanceaba en las vigas con el lanzagarfios de su casco derecho, luego deteniéndose en una de ellas y devolviendo todos los escombros en un ataque combinado contra la potra, quien formó un escudo verde claro al instante. Pero el mismo apenas resistió todos sus ataques antes de desvanecerse, momento en que su adversario aterrizó a sus espaldas con un potente rayo azul cargado en su cuerno. Sweetie se volteó rápidamente y, a instantes de ser impactada por el poder total de su enemigo, alcanzó a avistar sus ojos azules. Los conocía, sin duda los había visto antes. Y en medio de un resplandor el cuerpo de Sweetie Belle desapareció por completo, el rayo mágico atravesó todas las paredes de la mansión para impactar de lleno en los límites de la cúpula, y la unicornio reapareció al otro lado de la habitación. Lo había conseguido; por primera vez en su vida había sido capaz de realizar la teletransportación, tal y como su querida mentora, pero lo que debería haber sido un momento feliz tenía pocas posibilidades de serlo ahora.

—¡¿Quién rayos eres?! —preguntó la unicornio con el mayor volumen de su voz al recuperar el equilibrio, luego del hechizo realizado.

El equino entonces comenzó a voltearse, y Sweetie notó sus cascos blancos, y sus ojos azules a través de aquella máscara. Había algo en aquel equino, algo en su forma de moverse, en su mirada, algo que no sabía explicar. Estaba segura de conocerlo.

—¿Quién eres? ¿Y por qué estás haciendo esto? —preguntó una vez más, intentando contener la ira que crecía en su corazón.

Pero el poni no respondió. Su enemigo solo cargó el resplandor en su cuerno una vez más, preparándose para repetir su potente ataque, y Sweetie Belle supo que no podría razonar con él.

Nunca había batallado de verdad, fuera de la corta sesión que había tenido con su mentora días antes, y ahora se estaba enfrentando a alguien que deseaba acabar con ella a toda costa, usando todos los conocimientos que había tomado de la princesa Twilight Sparkle en el último tiempo. Y así, todas esas lecciones, todos los conjuros aprendidos, todas las estrategias de batalla cuerno a cuerno, todo... todo se reducía a este momento.

—Vas a lamentar esto —declaró ella.

El poni tampoco respondió, sino que se lanzó contra la unicornio sin importar las consecuencias, y ella le recibió en guardia, chocando su cuerno con el suyo y rechazando el ataque directo. Sweetie descubrió que sus destrezas en el combate cuerpo a cuerpo eran similares entre sí mientras los choques de cuernos resultaban en chispazos de energía combinada que iluminaban incluso más la destruida habitación, manteniendo el último choque durante escasos segundos, quedando viéndose a los ojos, y de nuevo Sweetie intentó descifrar la identidad que se ocultaba tras aquella máscara.

El poni fue quien rechazó el ataque al final, dejando desprotegida a la unicornio por un instante, y preparando su rayo para atacar. Sweetie Belle apenas fue capaz de crear un denso escudo de diez centímetros de diámetro que la protegió del impacto directo, pero la fuerza del disparo la llevó a chocar contra la puerta cerrada, momento en que tuvo al unicornio nuevamente frente a ella, su cuerno cargado y listo para disparar, y momento también en que Sweetie se desvaneció, reapareciendo a sus espaldas en el centro del cuarto y armando con el concreto derribado una pared. El unicornio atacó esa pared, no encontrando a su oponente, y apenas se percató de ella cuando la tuvo a su costado, gritando con gran sentimiento mientras lanzaba un potente golpe con su cuerno iluminado, directo al rostro de su enemigo.

Por desgracia, aquel equino alcanzó a apartarse lo suficiente para que el ataque no le destruyera de una sola vez, pero su máscara salió despedida en el aire cayendo a unos metros de distancia, y el unicornio se apresuró a recuperarla de un salto. Pero en aquel momento, durante aquel instante en que se había visto despojado de su protección, Sweetie alcanzó a ver la forma del hocico de su atacante. No había duda, se trataba de una yegua unicornio. La misma se colocó la máscara una vez más, y vio en el estado de su objetivo que la potra de ojos verdes estaba al límite.

Ciertamente, Sweetie nunca había llevado una batalla real contra nadie, y apenas luego de haber aprendido a realizar la teletransportación, la había usado varias veces seguidas. Su respiración era agitada, pesada, y sentía el cansancio pesar sobre cada uno de los músculos de su cuerpo, mientras que la yegua enemiga no parecía haberse agotado en lo más mínimo, luego de haber realizado varios ataques mortales con una potencia devastadora.

Sweetie Belle sonrió, tragicómica. Había llevado su cuerpo a los límites, y aún así no era capaz de competir contra la poni que había atacado a su mejor amigo. Les había fallado. A Spike, a Twilight, a Tod, a Toby. Les había fallado a todos.

"Perdónenme..."

Y de pronto, una tos seca rompió con la concentración de las combatientes, y ambas se voltearon al tiempo que el cachorro levantaba sus cuatro pares de orejas con ilusión. El dragón había tosido y, aunque muy pausadamente, aún respiraba. Su llama aún no se había extinguido del todo, pero la unicornio enemiga no permitiría que así fuera, y no perdió oportunidad para dirigirse rápidamente al dragón. No podía permitir que el mismo se recuperara y se volviera un problema para ella, por lo que debía acabar con él mientras aún estaba indefenso. Sweetie Belle se había percatado de sus intenciones al instante, y nunca lo permitiría.

Había empezado a galopar cuando vio el cuerno de la unicornio enemiga brillar con mayor intensidad que las veces anteriores, y supo que no tenía pensado esperar hasta acercarse a él para asegurar su impacto. Ya había dado esa pelea por ganada. Y así la potra, arriesgándolo todo para proteger a su ser querido, realizó un esfuerzo imposible para llevar a cabo el hechizo que ahora requería, y su cuerpo desapareció en un resplandor, reapareciendo con la misma luz justo frente a la unicornio enemiga mientras formaba un campo de fuerza para frenar el ataque lanzado, pero su campo de fuerza no resistió esta vez.

Había logrado absorber la mayor parte del impacto, pero antes de completar su movimiento, el campo se destruyó, y la joven unicornio recibió el resto del ataque en su costado sin poder evitarlo, atravesando su alforja derecha. Sweetie rodó en el suelo por causa del lanzamiento, incapaz de continuar. Tosió durante escasos segundos a causa del dolor punzante en su costado, antes de ser capaz de articular otra palabra.

—No voy a dejar... que los lastimes —dijo con dificultad, con sus ojos entrecerrados mientras intentaba reír—. No voy a dejar que lastimes... a mis amigos —continuó con un tono apenas perceptible, intentando arrastrarse hacia el dragón y el cachorro acurrucado frente a él. Nunca les dejaría solos—. Spike… despierta… por favor…


La oscuridad lo envolvía todo, pero no era la oscuridad que recordaba. Las cuerdas que le mantenían unido a aquel ser se encontraban sueltas, y era incapaz de manejarlas. Observó sus garras púrpuras, de alguna forma visibles en aquella oscuridad absoluta, y tuvo conocimiento de quien era.

Era Spike, el asistente número uno de la princesa de la armonía, cosechador de Sweet Apple Acres, asistente de modista, y aspirante a chef profesional. Era todo lo que él era, lo recordaba. También recordaba sus lazos, los lazos que se desprendían de su corazón a cada poni que amaba. Allí podía ver a su familia, a sus amigas, a sus compañeros, aquellos ponis que le daban el aliento necesario para salir adelante.

No podía fallarles.

Recordaba lo sucedido segundos atrás, cuando se permitió distraerse y recibir de lleno un ataque mortal. Sintió su sangre correr sobre sus garras, y sintió el fuerte dolor que la herida le producía. Oyó el lamento del ortro frente a él, y las palabras de Sweetie, que prometían nunca rendirse. Él no podía ser menos, no. Su mejor amiga estaba dando lo mejor de sí para luchar contra aquel enemigo. No podía permitirse dormir esta vez, no cuando la unicornio le necesitaba, no cuando su ser más querido se estaba esforzando tanto.

Y entonces lo percibió: muy, muy en el fondo, en lo más profundo de su ser, un sentimiento ardía con intensidad, un sentimiento ardiente que no le dejaría morir. Volvió a sentir sus brazos, sus piernas, su estómago, su pecho, su cabeza. El dolor no era problema, era la prueba irrefutable de que él seguía vivo, la prueba de que seguía respirando, la prueba de que su corazón seguía latiendo y que no se detendría el día de hoy. La prueba... de que ningún poni llegaría de la nada para lastimar a sus amigos.

Sintió su sangre hervir con aquel sentimiento, sintió cada miembro de su cuerpo palpitar con fuerza al ritmo de su renovado corazón, y sintió el dolor de su herida más que nunca a medida que un vapor pestilente emergía de la misma, y un dragón completamente diferente abría sus ojos al mundo una vez más, con una mirada hambrienta, y pupilas rasgadas. La bestia interna, nuevamente, había sido liberada.