Capítulo 12 – El secreto de la rosa
La equina encapuchada había cargado un nuevo rayo azul en su cuerno mientras se aproximaba al equipo vencido, segura de su victoria, segura de que sus enemigos ya no tenían salvación de su ataque inminente. Tod y Toby aún estaban en condiciones de moverse sin mayores dificultades, pero resultaba obvio frente a su instinto de supervivencia el hecho de que enfrentar solos a tal criatura terminaría en su muerte, razón por la cual estaban acurrucados junto a Spike. Sweetie seguía consciente, pero la herida abierta en su costado le impedía tomar cualquier acción defensiva.
La unicornio de melena rizada se arrastró en el suelo de piedra dejando un rastro de sangre proveniente de su costado, no dispuesta a abandonar a sus amigos. Se había prometido a sí misma que nunca los dejaría solos, que estaría junto a ellos hasta su último aliento. Aquel sentimiento ardiente fue el disparador que el dragón necesitó para reaccionar, para salir de aquel letargo en que el ataque del enemigo le había sumergido.
La unicornio encapuchada se encontraba a escasos metros de Spike, manteniendo una distancia prudencial de sus adversarios mientras apuntaba al pecho del dragón, pues estaba segura de que un ataque a máxima potencia en aquel punto sería suficiente para librarse de aquella criatura de una vez por todas. No se dio cuenta de su error hasta que estuvo a un instante de lanzar su ataque, instante en que su enemigo abrió los ojos de golpe y se lanzó en su caza, tomándola del cuello y haciendo que el rayo saliera disparado hacia arriba, atravesando el cristal del techo de la biblioteca e impactando en el límite superior de la cúpula, provocando un derrumbe que sacudió las aguas del lago artificial. La unicornio apenas tuvo tiempo y concentración suficientes para teletransportarse al otro lado de la habitación antes de que el enemigo impactara su cuerpo contra el suelo.
Para cuando se repuso, vio al dragón sobre la unicornio, arrancando sus alforjas de un tirón y abriendo sus fauces para derramar saliva color gris sobre su costado herido, donde comenzó a emanar un extraño vapor mientras la potra hacía una mueca de dolor. Acto seguido, el dragón levantó la vista, centrándose completamente en la poni enemiga, aún conmocionada por el agarre. Ella podía verlo, podía percibir el ansia de sangre en aquellos ojos esmeralda de pupilas rasgadas. El ansia de su sangre. La unicornio retrocedió considerando sus opciones mientras el cachorro, con un valor renovado por la recuperación de su amo, avanzaba con su pelaje erizado, gruñendo tal y como el dragón de rígidas y filosas púas verdes lo hacía ahora.
Fue entonces que Sweetie abrió los ojos al haberse disipado casi por completo el dolor de su costado. Levantó la vista, y lo primero que se encontró fue el rostro de otro dragón parado sobre ella, el rostro del dragón que la había atacado durante aquella noche de tormenta. Lo recordaba, nunca olvidaría aquella expresión, la expresión propia de una bestia salvaje carente de todo pensamiento. Estuvo a punto de gritar, pero aquella voz se quedó en su garganta cuando vio a la criatura gesticular algo, como si estuviera empleando todas sus fuerzas en movilizar sus músculos faciales.
—Ssss... —intentó pronunciar, con una dificultad imposible. Podía recordarlo todo, podía recordar su infancia junto a Twilight, su amor por Rarity, su amistad con...—. Ssssswee... tieeeee.
Todo estaba allí, pero todas esas memorias y su pensamiento lógico chocaban con los impulsos que le dictaban su propia naturaleza. Su mente ardía con la corriente de emociones violentas que el enemigo había hecho surgir en él, generándole la necesidad de destazar a la equina encapuchada.
Sweetie le mantuvo la mirada por breves segundos, consternada, y en el fondo de sus ojos esmeralda, en algún lugar en lo más profundo de aquel ser, encontró a Spike, a su mejor amigo, al dragón a quien tanto apreciaba. El actual Spike la reconocía, la recordaba, y hubieran permanecido mirándose durante un largo rato de no ser porque el reptil percibió el movimiento de la equina enemiga, quien no parecía desear quedarse de patas cruzadas por mucho más tiempo.
El dragón se volteó en el instante exacto para golpear con las púas rígidas de su cola el rayo explosivo que la unicornio había lanzado contra ellos, desviándolo y destruyendo la pared que daba al pasillo con un gran estallido. Reaccionando al instante y aprovechando el intervalo que su enemiga necesitaba para recuperarse de un ataque así, Sweetie pasó por debajo de Spike cargando la magia en su cuerno, lanzando una andanada de rayos con el poco poder que aún le quedaba mientras la enmascarada hacía uso del lanzagarfios y su teletransportación para evadirlos a través de las vigas del techo.
Apenas alcanzó a ver al dragón que había saltado hasta su altura con una habilidad imposible, abriendo sus fauces y lanzando contra ella un poderoso lanzallamas que cubrió las vigas cuando su cuerpo se desvaneció en medio de un resplandor, reapareciendo en el suelo en el instante exacto en que Tod y Toby saltaron sobre ella, mordiendo la piel de su lomo a través de la capa con una furia animal inigualable, retrasándola el tiempo suficiente para que Spike descendiera y lanzara sus garras contra ella, y esta vez la equina no tuvo tiempo para evadirlo.
La máscara estalló en pedazos al recibir de lleno toda su furia draconiana, golpeándola directamente en el rostro y lanzándola contra una de las paredes. La encapuchada debió apoyarse en la misma mientras se incorporaba para mantener el equilibrio dada la conmoción por el golpe, pero apenas alcanzó a reaccionar cuando Spike cargó contra ella, utilizando un campo de energía expansivo para rechazar la poderosa embestida, momento que la unicornio de melena rizada aprovechó para lanzar el rayo mágico más poderoso que fue capaz de realizar contra ella, derribando a su enemiga de una vez por todas.
Sweetie lo supo cuando notó su respiración pesada, y el hilo de sangre que bajaba por sobre su hocico. Su enemiga estaba débil, y era incapaz de defenderse; estaba fuera de combate, y había recibido su merecido. Por primera vez en un buen rato, la estudiante de magia pudo respirar tranquila. Sabía que lo que seguía ahora era inmovilizarla y llevarla ante la guardia real para que recibiera su merecida condena, pero lo que no sabía era que el dragón tenía otros planes. Apenas se dio cuenta de las intenciones de Spike cuando este afiló sus garras mientras se dirigía con pasos pesados hacia la equina derribada. Sweetie galopó rápidamente y se colocó entre ambos sin duda en su mirada, mientras que Tod y Toby gruñían a la equina encapuchada, esperando para atacarla nuevamente al más mínimo movimiento.
—¡Spike, terminó! Ganamos, no tienes que... —Pero el dragón la apartó con sus garras, dirigiéndose a la poni desprotegida. Nunca dejaría ir a alguien que le había herido de aquella forma, ni a alguien que había atentado contra sus tesoros más preciados: sus amigos.
Viendo que era incapaz de convencerlo, Sweetie empleó la mayor concentración posible en el hechizo que requería, y teletransportó el cuerpo de su enemiga a la otra esquina de la habitación, siendo detectada por Spike al instante. El dragón se dirigió hacia ella, y nuevamente Sweetie se puso en su camino.
—¡No, Spike! ¡La derrotamos! ¡Ya no puede hacer nada! ¡No tienes por qué atacarla!
—Apártate —ordenó el dragón, exponiendo sus colmillos con una expresión furiosa. Aquellos ojos rasgados provocaban un gran temor en la unicornio, pero ella no retrocedió un solo paso.
—No —se negó rotundamente—. ¡Tú eres quien debe apartarse, Spike! ¡No dejaré que lastimes a nadie! ¡No dejaré que hagas algo de lo que te arrepientas después! —gritó ella, con lágrimas a punto de escapar de sus ojos al recordar lo sucedido con Jim cuatro meses atrás.
"En mi camino… apartar... destruir..."
Su cerebro enviaba órdenes de hacer caso a Sweetie, de detenerse, de inmovilizar a su enemigo y llevarlo ante la justicia. Pero había algo más que también enviaba órdenes, órdenes que Spike no quería cumplir. Órdenes que implicaban destruir a su enemigo parte por parte, y acabar con quien se pusiera en su camino. Algo le estaba dando la orden de destruir a Sweetie Belle si la misma continuaba interfiriendo. Era una locura, el viejo Spike lo sabía, pero el nuevo Spike estaba luchando contra el viejo, forzándolo a tomar esa acción.
"En mi camino... destruir."
"En... mi... camino... destruir."
"¡EN-MI-CAMINO! ¡DESTRUIR!"
Nunca. Spike nunca podría lastimar a Sweetie Belle, nunca se permitiría hacer algo como eso, aún si algo en el fondo de su consciencia le obligaba, oprimía su ser y destruía su cerebro con objeto de reducirlo a un impulso semejante.
Las cuerdas a las que hasta entonces Spike se había aferrado se volvieron contra él, envolviendo y oprimiendo sus brazos en medio de aquella oscuridad que ahora se presentaba tan real que el dragón sintió que estaba allí. Las cuerdas mediante las cuales él mantenía en control el resto de su ser envolvieron todo su cuerpo, evitando sus movimientos voluntarios mientras aquella conciencia intentaba tomar el control. El nuevo Spike, a quien no le importaba lo que le sucediera a sus amigos siempre y cuando pudiera destruir por completo a su adversario, cuyos amigos pasarían a ser enemigos si continuaban poniéndose en su camino, estaba intentando tomar el control.
Sweetie Belle tragó saliva cuando el dragón de escamas púrpuras levantó su garra, a punto de propinarle un golpe con una fuerza brutal. La unicornio sabía lo que estaba a punto de suceder, y aún contaba con la energía suficiente para teletransportarse y así evitar el ataque inminente, pero ella nunca lo haría. Ella confiaba en Spike, confiaba en él con su vida, y ya nunca huiría de él. Sabía que era difícil para el dragón controlar lo que le estaba sucediendo, lo mismo que había sucedido durante la noche en que habían escapado de los timberwolves, pero sabía que él podría sobreponerse, sabía que el viejo Spike podía ganar. Por esa razón se quedó allí, manteniéndole una mirada decidida mientras el dragón se preparaba para descender su garra sobre quien había sido su mejor amiga, pero que en la actualidad se presentaba como un mero obstáculo para completar su objetivo.
La garra que hasta entonces había preparado se detuvo a escasos centímetros del cuerpo de Sweetie, quien apenas se inmutó al estar a punto de recibir la arremetida y vio temblar el brazo del dragón a medida que su mejor amigo se resistía a llevar a cabo aquel ataque.
"Destruir. DESTRUIR."
Repetía su mente como un mantra, pero el dragón se rehusó a oír aquella voz. Una voz ajena, pero que sin embargo se encontraba en su interior. Una voz malévola que intentaba forzarlo a cumplir su voluntad.
"No."
Las cuerdas en la oscuridad oprimieron más, forzándolo a destruir todo a su paso. Spike resistió.
"No."
Con una fuerza imposible, el dragón comenzó a flexionar sus brazos antes inmovilizados, poco a poco recuperando el control, peleando con aquel que intentaba hacer lo mismo. Eran dos entidades, peleando por el control de un solo ser. Pero él había llegado primero y no dejaría que, fuese quien fuese el idiota que se había presentado durante la noche de los timberwolves, tomara el control. Y entonces cayó en la cuenta de lo que realmente había ocurrido aquella noche de tormenta, y lo que podría haber llegado a ocurrir.
"¡NO!"
El dragón frente a la unicornio comenzó a tomarse la cabeza, retrocediendo, luchando con todas sus fuerzas contra el impulso de hacerle daño. Se arrodilló en el suelo, resistiéndose a oír aquella voz, aquella voz que intentaba llevarlo a cometer actos horribles contra su voluntad. Nunca lo permitiría. Una cosa había sido destruir a una criatura mágica creada a base de los leños de un árbol maldito, pero de ninguna manera derramaría la sangre de un poni, por más que fuese lo suficientemente malévolo como para haber lastimado a su mejor amiga. Y por sobre todas las cosas, nunca lastimaría a su mejor amiga.
—Spike —llamó la voz de la unicornio, y el dragón levantó la vista.
Sweetie lo estaba tomando por los hombros con una mirada triste, y vio en el fondo de sus ojos rasgados a su mejor amigo, aquel ser con quien había compartido la mayor parte de su vida. Y el dragón halló en aquellos ojos verde claro a su mejor amiga, aquel ser en quien depositaba toda su confianza, aquel ser a quien nunca pensaría en hacer daño. La voz interior poco a poco perdió fuerza a medida que Spike se volvía más consciente de sí mismo, hasta que solo quedó su propia voz, la voz de su propia razón.
—¿Estás bien? —preguntó ella.
—Sss... sssi —intentó hablar, respirando con pesadez.
Aún poseía la fuerza y resistencia de las cuales lo dotaba aquel estado, y podía percibir su sangre ardiente corriendo por sus venas como un furioso río de lava, pero esta vez él estaba solo. La única voz con poder sobre aquel cuerpo era la suya, tal y como debía ser.
—Essstoy… bien... —Comenzaba a recuperar sus facultades.
—Sabía que podías hacerlo —le dijo sonriente, una sonrisa que el dragón correspondió con dificultad.
Pero aquel momento de paz fue interrumpido en el instante exacto en que un resplandor iluminó la habitación, y rápidamente se percataron de que la encapuchada había desaparecido, pronto oyendo sus pasos resonar por el pasillo.
—¡Essscapa! —gritó Spike, saliendo al pasillo por el agujero que el hechizo había provocado anteriormente.
Sweetie Belle tomó sus alforjas antes de salir también, y ambos fueron seguidos por el cachorro. Entraron por la puerta ya abierta a través del estudio de la princesa, bajando por las escaleras del pasaje secreto y saliendo por la abertura en la pared, encontrándose fuera de la mansión. Tomaron el único camino posible que su enemiga podría haber seguido, ascendiendo por el camino empedrado mientras se internaban entre la flora del lugar con un único objetivo en mente: la salida de aquella cúpula.
Y allí la encontraron. La unicornio encapuchada permanecía apoyada contra una de las paredes, respirando agitada por causa de su debilidad. El golpe que el dragón le había asestado en su rostro de verdad la había afectado.
—¡Detente! —gritó Spike, su voz retumbando en el interior de la cúpula.
—¡Esta es tu última oportunidad de rendirte! —anunció Sweetie mientras iluminaba su cuerno y el cachorro ladraba detrás de ella, coincidiendo.
La encapuchada de cascos blancos se volvió hacia ellos durante un breve momento, y Sweetie alcanzó a ver un asomo de sonrisa en su rostro, sus ojos invisibles por causa de la capucha, antes de que la equina comenzara a reír. Sweetie sabía que esta no era la clase de enemigos con los que se podía razonar, pero evidentemente no esperaba una reacción así por su parte dada su actual situación, ni mucho menos esperaba lo que sucedió a continuación.
Sobre ellos recayó un extraño resplandor azul, iluminando el lugar en su totalidad. Fue entonces que ambos notaron esferas azules adheridas al techo de la cúpula, estallando casi al mismo tiempo con un poder abrumador. Siguiendo a sus instintos luego de cubrirse por causa de las explosiones, el equipo se volteó con objeto de escapar por el túnel, momento en que un nuevo resplandor azul resultó en un estallido, y la única salida de aquel lugar quedó completamente bloqueada por las rocas. Su enemiga había escapado, y los había encerrado en aquella gran cueva pronta a derrumbarse.
Los tres se voltearon, encontrando un escenario devastador: el techo comenzaba a agrietarse, y una enorme roca se desprendió sobre la mansión destrozando una buena parte de la estructura. Varias rocas de menor tamaño comenzaron a caer, destruyendo los jardines, movilizando las aguas del lago artificial, sacudiendo los suelos. Y entonces lo supieron: estaban atrapados. Y si no se les ocurría algo pronto, morirían enterrados en aquel lugar.
Pero ninguno de ellos se resignó a aquel pensamiento. Spike y Sweetie se volvieron casi al mismo tiempo al túnel bloqueado, y ambos comenzaron a retirar las rocas una por una con su actual fuerza bruta y magia, respectivamente. Tod y Toby también intentaron ayudarles al escarbar entre las rocas, pero al cabo de un momento, cuando una de las rocas gigantes cayó a pocos metros de distancia de ellos estremeciendo el suelo bajo sus pies y cascos, Sweetie supo que era inútil. Nunca lo conseguirían a tiempo.
—Spike… —lo llamó, pero el dragón estaba determinado. No dejaría que sus vidas terminaran allí—. Spike, detente —pidió con tristeza.
—¡No! ¡Sssaldremos de aquí, ya lo verásss! —comenzó a poner más empeño, apenas notando que su compañera ya no le estaba ayudando—. ¡Sssweetie, tienesss que...! —paró en seco cuando la vio. Estaba llorando, con la mirada baja, y el ortro se acercó a ella con un lamento de tristeza absoluta. Ella se había rendido—. Sweetie...
Su voz fue ahogada por una roca de mayor tamaño que cayó muy cerca suyo. Sabía que solo era cuestión de tiempo antes de quedar sepultados bajo todo el peso de la montaña. Ninguno de ellos lo conseguiría, y al caer en la cuenta de ello, Spike cerró sus garras con ira. Si tan solo hubiese logrado tener el control suficiente sobre sí mismo como para dejar inconsciente a su enemiga, sin intentar matarla antes, nada de esto hubiera sucedido. Ahora sus vidas terminarían allí, alejados de todo aquel que los amaba.
Recordó a Twilight, que esperaba su regreso en la noche para realizar su orden semanal, organizando cada una de las estanterías de la biblioteca con los nuevos tomos que habían conseguido, y supo entonces que nunca volvería a ver a su hermana mayor.
"Volveré a tiempo, sabes que siempre lo hago." —Le dijo mientras cargaba su mochila, con las dos cabezas del ortro sobresaliendo de la misma.
"Claro que lo sé, pero siempre pueden suceder imprevistos. El tren podría retrasarse, Sweetie podría haber olvidado las cosas para el día de campo y tendrían que regresar, o incluso Tod y Toby podrían escaparse cuando no estén mirando. Siempre hay muchas variables en juego Spike, tu lo sabes."
"Todo esto es por el orden semanal, ¿cierto?" —Preguntó, exasperado.
"Es importante llevar un buen orden de las estanterías antes de empezar la semana." —Replicó ella, justificándose.
"Tranquila, regresaré a tiempo." —Le abrazó con cariño, y Twilight sonrió.
"Gracias Spike, ¡diviértanse!"
"¡Seguro que sí!" —Le dijo antes de partir. Sus últimas palabras.
Tal y como Spike, Sweetie Belle no podía evitar volver sobre lo que había sucedido en la mañana. La última vez que había visto a sus padres, y probablemente la última vez que les vería, pensó con tristeza mientras los derrumbes continuaban a su alrededor.
"Ten cuidado. Ve que no hayan parasprites si se quedan cerca del bosque Everfree. Lávate los dientes luego de almorzar, y ponte repelente contra los mosquitos. Si oyes o hueles a un timberwolf en los bosques no te arriesgues pensando que no saldrá a buscarlos. Huye de allí tan rápido como puedas con tu amigo y ocúltense. Si acaso Chrysalis regresara..." —Cookie Crumbles puso su casco en la boca de Hondo Flanks, evitando que continuara.
"Basta cariño, ya estás siendo ridículo. Además, nuestra hija sabe cuidarse sola." —Intentó convencerlo su esposa, mientras la potra guardaba en sus alforjas todo lo que necesitaría más tarde.
"No se preocupen. Spike y yo solo iremos a unos cuantos kilómetros de aquí. Me dijo que encontró un lugar genial para un día de campo, con un lago cerca." —Explicó alegremente.
"No lo sé, ese chico Spike parece responsable, pero..." —Decía el semental mayor con cierta duda, siendo interrumpido por su cónyuge.
"Cariño, Spike es un dragón. Esos celos serían un poco más razonables si nuestra hija saliera con un semental, ¿no crees?"
"Si, creo que tienes razón. Aún así, no estaría mal tenerlo vigilado. Pasas mucho tiempo con él, después de todo."
"Basta, papá." —dijo ella, algo avergonzada, justo cuando terminaba de prepararse—. "De acuerdo, los veré en la tarde." —se despidió ella, abrazando a sus padres con gran cariño.
"Cuídate, hijita" —dijo Cookie Crumbles.
"Si, cuídate." —dijo Hondo Flanks, y continuó en tono confidente—. "Por cierto, conoces algún hechizo para poner a ese dragón en su lugar si se pasa de listo. ¿Verdad?"
"¡Papá!"
"¡Hondo!" —exclamaron ambas al unísono.
Sweetie Belle lo recordaba, habían reído mucho luego de eso antes de que ella saliera. El pensar que quizá nunca volvería a ver a sus padres o a su hermana mayor la llenaba de una tristeza que no era capaz de soportar. Sabía que, aún en medio de su desesperación por retirar las rocas, Spike estaba pensando en lo mismo. Podría usar un campo de fuerza para protegerse del derrumbe definitivo, pero ni siquiera tenía una garantía de que el mismo fuese a resistir. Y aún si resistiera, su magia no tardaría en acabarse, y todos quedarían sepultados bajo las rocas de cualquier manera.
Sweetie puso un casco sobre el brazo de Spike, llamando su atención, y mirando en los ojos del otro supieron que habían llegado a la misma conclusión: ya no tenía caso. El dragón buscó en su interior la determinación para negarlo, pero no podía hacerlo, no podía mentirle a ella, ni mentirse a sí mismo, y dejó caer sus brazos, rendido. Sus garras se habían lastimado por causa de la fuerza que en ellas había empleado para retirar los escombros. Sweetie tomó su garra derecha entre sus cascos, y sus miradas se encontraron mientras el Tod y Toby se subían al lomo de Sweetie. Spike no fue capaz de resistir mucho más y abrazó a ambos con gran fuerza, la misma con la que Sweetie correspondía a aquel afecto mientras el cachorro se esforzaba por resistirlo. Al mismo tiempo, los derrumbes continuaban a su alrededor. Lento pero seguro, las rocas remodelaban poco a poco el bello paisaje del cual habían disfrutado con anterioridad, y supieron que todo había acabado.
"Querido diario..." —Una voz surgió desde el fondo de la consciencia de Sweetie, evocando un recuerdo en particular.
De alguna forma su mente, consciente de una muerte inminente, había retrocedido hasta el momento en que había estado leyendo las entradas del diario y le recordó una en particular, una que ahora tenía más importancia que nunca.
"Los generadores dejaron de funcionar anoche mientras mamá no estaba, pero por suerte Jim estaba aquí para acompañarme."
Recordó la puerta de reja con una advertencia de peligro en una de las paredes de la cúpula, tras la cual se encontraban los generadores rotos. Si había ruedas de madera movidas mediante la corriente del agua, debería haber algún lugar en donde el agua que salía de ahí desembocara. Esa era su salida, era el lugar al cual debían dirigirse, y al comprenderlo casi apartó a Spike de un empujón, cuando este la observó desconcertado.
—Spike, tenemos que salir de aquí. ¡Ahora! —exclamó con desesperación.
—Sweetie, no...
—¡Si, hay una forma! —interrumpió ella, cuando una de las rocas cayó a pocos metros de ellos, estremeciendo a la potra—. ¡Vamos, ya no queda tiempo!
El dragón y el cachorro siguieron a la unicornio a través de aquel paraíso perdido cuyo aspecto original se desvanecía con el paso de los segundos, esquivando hábilmente tanto las rocas pequeñas como las grandes con una esperanza renovada. Los derrumbes eran cada vez más frecuentes, y era obvio que el lugar pronto quedaría enterrado bajo las rocas.
Atravesando los árboles y arbustos, la maleza, y el resto de la flora que habitaba en aquel lugar, finalmente llegaron a la puerta que Sweetie había visto horas atrás. Destruyó la cerradura simple de un solo rayo mágico, y todos entraron en la vieja sala del generador. Los aparatos estaban polvorientos, llenos de telarañas y difícilmente volverían a funcionar, pero lo que a Sweetie Belle le importaba eran las ruedas a través de las cuales pasaba el agua.
—¡La corriente debe llevar a algún otro lugar! ¡Es nuestra salida! —intentó hablar la potra a través del estruendo por la caída de rocas—. ¡Vamos, ayúdame! —gritó ella, empleando su magia para tirar de la primera rueda a su alcance con todas sus fuerzas.
Haciendo caso a Sweetie, Spike no perdió un instante para tirar de la misma, arrancándola entre los dos a los pocos segundos y revelando el pasaje del agua a través de un túnel, cuya fuerza de corriente aumentó al liberarse el camino. Tras ellos, la mansión había sido completamente destruida por las rocas, y el techo comenzaba a hundirse a toda velocidad. Era su última oportunidad.
Sin dudar un instante, Spike cargó a Tod y a Toby contra su pecho mientras que Sweetie colocaba un último hechizo en sus alforjas. Acto seguido, ambos se tomaron de casco y garra saltando al río al mismo tiempo, siendo arrastrados por la corriente en el momento exacto en que la reja de la sala reventaba por causa del peso de las rocas al otro lado.
La corriente los arrastró a través de un túnel estrecho mientras intentaban contener la respiración, ocasionalmente sufriendo algún impacto por causa de las rocas que se encontraban en el camino. Cada tanto sus cuerpos emergían y tenían la oportunidad de tomar aire, pero estas eran pausas apenas suficientes para reponerse. Habían perdido sus linternas en el camino, por lo que Sweetie iluminaba el recorrido con la luz de su cuerno, ayudándose con ella para evitar las rocas filosas que hubiera en aquella cueva, rocas que Spike intentaba destruir con sus piernas cuando tenía oportunidad para proteger a sus amigos.
El camino llegó a su fin. Los tres salieron disparados por la boca de la cueva apenas unos minutos después y cayeron a un lago en el cual desembocaba una cascada, sobre la cual recaían los rayos del sol de atardecer. Apenas emergieron dando una gran bocanada, el dragón notó cierta familiaridad en aquel lugar. No era una sensación, era el mismo lago en el cual habían estado horas antes, bajo la misma cascada.
Todos salieron arrastrándose en el césped fuera del lago, faltos de energías, y el cachorro se sacudió el exceso de agua de su pelaje para luego caer rendido junto a su ama, quien respiraba agitadamente. Spike estaba junto a ellos, boca arriba, y los miró con cierta preocupación mientras oía el derrumbe de la montaña a lo lejos, y Sweetie le devolvió una sonrisa cansada antes de cerrar los ojos. Había caído inconsciente, y Spike la siguió pocos segundos después. Habían estado tan cerca de la muerte, que casi la habían palpado.
El reloj marcó las doce de la noche con su característica campanada mientras una Twilight inquieta caminaba de un lado a otro en la sala central de la biblioteca. A la mesa estaban sentados un semental unicornio de manto blanco, melena y bigote marrón oscuro, y ojos celestes, con una yegua unicornio de manto rosa, melena índigo y ojos azules. Cuando la alicornio se volteó, notó la inquietud en la mirada de los mayores más que nunca. Su hija debería haber regresado horas atrás.
—Tranquilos, quizá no pudieron llegar al tren a tiempo y decidieron pasar la noche en el bosque —animó Twilight.
—Aún si así fuera, ¿no crees que Spike hubiera enviado una carta para avisarnos? —preguntó la yegua, dudando.
—Tal vez sólo olvidó llevar el papel, no sería extraño —razonó.
Twilight sabía que su asistente era tan organizado y precavido como ella, y estaba segura de que no había olvidado llevar papel de cartas con él. Ella también estaba preocupada, aunque nunca lo demostraría ante los padres de Sweetie Belle.
—Sin importar lo que haya sucedido, sé que Spike y Sweetie saben cuidar bien de sí mismos. Si sucedió un imprevisto, estoy segura de que podrán manejarlo sin problemas, y regresarán en la mañana sanos y salvos. Si no han regresado en la mañana por una razón u otra, iré con Rainbow Dash y Fluttershy a explorar las montañas para buscarles, aunque no creo que haya necesidad de eso —intentó tranquilizarlos, y la pareja comprendió el punto implícito de la princesa.
—No podemos hacer nada desde aquí, ¿verdad? —preguntó Cookie, resignada y con una extrema preocupación que no pasaba desapercibida ante nadie.
—Lo siento, pero no podremos hacer nada hasta que amanezca —se disculpó.
—Vamos querida, vamos a casa —Hondo la invitó a incorporarse y ella le siguió, falta de energías y ánimos.
—Twilight —llamó Cookie—. Por favor, avísanos apenas sepas algo. Estaré despierta toda la noche. ¿De acuerdo?
—Les avisaré apenas tenga alguna información —le aseguró.
—Muchas gracias, Twilight —dijo el semental, para luego guiar a su pareja fuera de la biblioteca—. Vamos cariño.
La alicornio se quedó allí sola, en silencio, considerando incluso salir en aquel instante en busca de su hermano menor. Mentiría si dijera que no estaba tan preocupada como los padres de Sweetie, pero no podía dejarles saberlo. Dejarles ver a su parte neurótica apoderarse de ella era lo último que hubieran necesitado.
Varias veces intentó leer una de sus novelas pendientes, pero en todas y cada una le fue difícil mantener la concentración para meterse en la historia. Abandonó aquella idea y decidió ponerse a cocinar. Las verduras salteadas quedaron completamente quemadas, y la alicornio supo que sería incapaz de hacer algo bien hasta que su mente se despejara de las preocupaciones que la aquejaban.
Las manecillas del reloj se movían a una velocidad insoportablemente lenta, y la princesa había vuelto a marcar el suelo con el paso incesante de sus cascos. Tenía que ocupar su mente con algo simple hasta que el amanecer llegara, pues de otra forma se volvería completamente loca.
Finalmente, el reloj marcó la una de la mañana cuando la puerta principal se abrió de golpe, mientras que la princesa intentaba hacer su séptimo castillo de naipes de veinte pisos, momento en que la corriente de aire arrasó con todos y cada uno.
—¡¿Spike?! —exclamó al incorporarse al instante, corriendo tan rápido como pudo hacia la puerta con una sonrisa en el rostro, la cual se desvaneció al instante. El escenario frente a ella la dejó devastada.
Spike dejó a Sweetie en el suelo con delicadeza al igual que al cachorro, ambos inconscientes, antes de levantar la mirada hacia la alicornio. Probablemente había sido la imaginación de la princesa, pero en aquel instante alcanzó a notar que el ojo izquierdo de su hermano menor se veía completamente normal, pero la pupila en el derecho aparecía rasgada, como si de una serpiente se tratara. El dragón le sonrió con dificultad.
—Siento... haber llegado tarde —dijo con dificultad, antes de voltear sus ojos hacia arriba y desplomarse en el suelo.
La puerta estaba abierta, el viento frío pasaba a través de ella, y la sangre de la princesa se heló de golpe al momento de apresurarse a socorrer a su familia.
Media hora después, el dragón abrió los ojos una vez más. Se encontró recostado en el centro de la sala central de la biblioteca con la alicornio inclinada sobre él, desprendiendo la magia color lavanda de su cuerno directo sobre el punto de su abdomen en donde la enemiga encapuchada lo había atacado. Una sensación de alivio llenaba su ser a medida que su hermana mayor efectuaba aquel hechizo sanador sobre él, aún sin saber que había despertado.
Era consciente de que cuando entró en aquel estado durante el incidente en la mansión su cuerpo había sanado en gran parte por sí mismo, y fue gracias a ello que había sido capaz de enfrentar a la malvada unicornio. Pero el dolor aún no había desaparecido por completo, por lo que sabía que aquella sanación no había sido definitiva. Observó la carne cauterizada de su cuerpo regenerarse, sus escamas reconstruirse sobre la misma a medida que su hermana empleaba un mayor esfuerzo en aquel hechizo, y en poco tiempo todo estuvo listo. El dolor de su cuerpo había desaparecido por completo.
—¿Lo ves? No miento cuando digo que eres increíble —le dijo el dragón con una sonrisa torcida, y la alicornio levantó la vista de golpe.
—¡Spike! —se sorprendió, lanzándose sobre él en un fuerte abrazo frente al cual el dragón soltó un quejido—. Oh... lo siento —dijo al apartarse.
—Está bien, es solo que... los golpes aún duelen un poco —intentó bromear, pero la seria mirada de su hermana permanecía clavada sobre él—. Eh... siento haber llegado tarde.
—¡¿Vas a decirme que cascos sucedió?! —preguntó con enojo. Spike sabía que no tenía derecho a quejarse, luego de lo que su hermana había visto—. ¡¿Cómo sucedió esto?! —Señaló su abdomen.
—Bueno, trabajo mucho en la granja. Por lo que...
—¡Spike! —le gritó, enfurecida. Los chistes malos no lo salvarían esta vez.
Pero entonces, Spike recordó algo, algo muy importante. Volteó en varias direcciones con desesperación, y se dirigió a Twilight.
—Espera, ¿dónde está Sweetie? ¿Ella... ella está bien? —preguntó con gran preocupación. Twilight suspiró.
—Si, ella está bien, está durmiendo en tu cama junto con Tod y Toby —pero la actitud relajada de la alicornio pronto recobró la rectitud con la que antes había hablado—. Solo estaba exhausta, ya que aparentemente superó el límite de su capacidad mágica, algo extraño de hacer en un día de campo —resaltó—. Así que, ¿vas a decirme qué fue lo que sucedió? —Insistió, y Spike suspiró. No tenía escapatoria.
—Es... una muy larga historia.
—Entonces es una suerte que no tuviera pensado pegar el ojo en toda la noche, ¿no crees? —dijo con el mismo tono.
Y así, Spike le narró a su hermana mayor todo lo que había sucedido desde el día anterior a la pasada Noche de los Corazones Cálidos, pasando por su visita al templo de la Rosa Eterna, su enfrentamiento con la mantícora negra en el castillo de las hermanas nobles, la escotilla en el sótano de la biblioteca, el mapa dentro del diario incinerado, la mansión escondida bajo las montañas, su encuentro con la unicornio enmascarada, y su milagroso escape de la cúpula subterránea. Todo esto, sumado a los detalles que conocía sobre la historia de la primera dueña de la Rosa Eterna, pero en ningún momento mencionó el hecho de que había perdido el control de sí mismo.
Para cuando el dragón terminó su relato, ambos permanecían sentados junto a la escotilla expuesta, en la habitación secreta del sótano, mientras Twilight permanecía boquiabierta, incrédula de que tales situaciones hubieran sucedido justo bajo sus narices y ella no tuviera conocimiento de nada. La princesa ya no sabía qué pensar, y se sentía como una pésima hermana mayor al saber que el dragón había corrido tales peligros, estando cerca de la muerte, y ella no tuviese idea de ello.
—Siento haberte ocultado todo esto —se lamentó Spike—. Creí que todo estaría bien, que podríamos resolverlo, pero... —decía él, y pasaron unos segundos en completo silencio, hasta que la alicornio se levantó—. Twi —la llamó el dragón.
—Tengo que avisar a los padres de Sweetie que ella está durmiendo aquí, para que se queden tranquilos. Luego... yo también iré a dormir —la alicornio comenzó a subir las escaleras, pensativa, y Spike fue tras ella.
—¡Twilight! —la llamó, y la alicornio tardó un momento en voltearse con cierta duda—. ¡Lo siento! No debí habértelo ocultado, Twi —se disculpó, y su hermana sonrió sin ánimos.
—Lo importante es que ambos están bien. Se... será mejor que vayas a descansar, Spike. Te veré mañana temprano, ¿de acuerdo? —dijo ella con una sonrisa torcida, para luego continuar su camino. Twilight desapareció tras la puerta en silencio, y Spike se quedó allí parado, sin saber que decir al sentir que había traicionado la confianza de su familia.
La habitación permanecía en absoluta quietud, pero Sweetie sabía que no estaba sola. Intentó iluminar la estancia con su cuerno, pero por alguna razón era incapaz de utilizar su magia, por lo que encendió la linterna en la alforja de su costado. La puerta se cerró de golpe tras de ella, y al volverse con sorpresa, comenzó a retroceder con mucha cautela al centro de la habitación. Había alguien allí, y no tenía duda de que pronto sería atacada.
Volteó a la izquierda, y el destello de la linterna iluminó a su compañero caído. Spike había sido herido, y ahora un charco de su propia sangre le rodeaba. Sweetie se paralizó al contemplar aquella escena, mientras el dragón levantaba su brazo derecho con cierta dificultad.
—Sweetie, ayúdame. —dijo con dificultad.
—¡Ya voy, Spike! ¡Ya...!
Pero cuando se disponía a galopar hacia él, algo rodeó sus patas traseras tirando de ella y haciéndola tropezar. Antes de que pudiera incorporarse, alguien la capturó con sus grandes garras, evitando cualquier movimiento defensivo por su parte. Intentó teletransportarse para escapar, pero su cuerno no respondía. ¿Qué estaba sucediendo?
—¡Suéltame! ¡No me obligues a...! —pero cuando levantó la vista, se encontró con aquellos ojos amarillos clavados sobre ella. La mantícora negra la mantenía cautiva, inmovilizada, y la unicornio sintió frío al ver que la misma estaba llorando lágrimas negras— Jim... oh cielos. Jim, siento lo que hice. ¡De verdad, lo siento! Pero tienes que dejarme ir. ¡Tengo que salvar a Spike! —le suplicó a la criatura sabiendo que la misma entendería sus palabras, pero alguien más le respondió.
—Lo único de lo que Spike tiene que salvarse, es de ti —habló una voz proveniente de las penumbras. La unicornio encapuchada no tardó en revelarse a pocos metros del dragón, que respiraba con dificultad. No le quedaba mucho tiempo.
—¡Tú! —la furia de Sweetie se renovó al ver a aquella criatura, quien se quitó la máscara dejando la mitad de su rostro visible—. ¡Tú hiciste esto! ¡Tú lastimaste a Spike! —gritó, desesperada.
—¿Lo hice? —preguntó cínicamente la encapuchada—. ¿O fuiste tú?
—¿Yo? ¡Yo solo trato de protegerlo!
—¿Estás segura? Entonces, ¿por qué cada vez que Spike intentó aventurarse contigo tras los secretos de la Rosa Eterna fue él quien regresó gravemente herido, mientras tu resultabas ilesa? —preguntó la figura, y Sweetie no supo que responder—. Exacto, fue él quien te protegió en cada uno de esos momentos. Fue él quien recibió las flechas en tu lugar, y fue él quien corrió peligro de muerte innumerables veces por tu culpa.
—¡Eso no es cierto! —se defendió, con lágrimas en los ojos.
—¿Y todavía insistes en negarlo? Si nunca hubieras llegado con la estúpida petición de buscar un regalo para tu hermana mayor, nada de esto habría ocurrido. Admítelo, ¡todo lo que ha sucedido hasta ahora no es nada más que tu culpa! ¡Sin mencionar que asesinaste sin piedad al mejor amigo de Nina!
—¡No! ¡Basta! —Intentó zafarse—. ¡Nunca quise que todo esto pasara! ¡Por favor, ya basta!
—Puedo detenerme... pero tu consciencia nunca te dejará tranquila, Sweetie Belle —dijo la unicornio, que se levantó poco a poco la capucha, dejando expuesto su rostro blanco, su rizada melena rosa y púrpura, y sus ojos verde esmeralda—. Tu causaste todo esto, Sweetie —dijo, para luego levitar un cuchillo bajo su capa y voltear hacia Spike, con el claro objetivo de terminar el trabajo que antes no había sido capaz de realizar.
—¡No, déjalo! ¡Él no tiene nada que ver en esto! ¡Todo es culpa mía! ¡Por favor, no le hagas daño! ¡Por favor! —gritaba sin reservas mientras forcejeaba, a medida que la equina con su cara se aproximaba a su mejor amigo, acercando el cuchillo a su cuello mediante levitación.
—En efecto, es culpa tuya. Tus cascos son los que están manchados con su sangre, no los míos —declaró la equina, efectuando el corte final.
—¡No! —gritó ella con un dolor insoportable en su corazón, cuando un resplandor azul llenó la habitación.
—¡Alto!
Una autoritaria voz retumbó en la estancia, y las figuras del dragón caído, la criatura de ojos negros y la mantícora negra desaparecieron dejando sola a la confundida aprendiz de hechicera. El techo se desarmó en varias piezas que desaparecieron a medida que el proceso avanzaba y desde el astro de la noche, ahora visible en el cielo nocturno, surgió una alicornio alta de manto azul oscuro, melena azul estrellada y ojos turquesa, quien no tardó en descender frente a ella.
—¡Princesa Luna! —exclamó la yegua aún con lágrimas en los ojos, galopando al encuentro de la Diosa de la noche. La misma la recibió en un fuerte abrazo, no menos preocupada—. ¡No tiene idea de cuánto me alegra verla aquí!
—Sweetie Belle, ¿qué sucedió? Nunca habías tenido una pesadilla tan... horrible. Incluso yo, pocas veces he visto algo como esto en los sueños de nuestros súbditos —dijo la princesa, y Sweetie bajó la mirada al recordar los eventos que habían dado origen a aquella pesadilla.
—Han pasado muchas cosas. Cosas horribles... —dijo con voz quebradiza.
—¿Quieres contarme al respecto? —preguntó la alicornio, preocupada. Sweetie estuvo a punto de hablar, pero se mordió la lengua al recordar que esto era un secreto entre Spike y ella.
"Lo era, hasta que una poni lunática dejó a tu mejor amigo como una brocheta para luego intentar hacer lo mismo contigo, sin mencionar eso de enterrarlos vivos. No podemos hacer esto solos, y lo sabes." —La increpó su aguda mente, en un momento de total claridad.
Desde potrilla, Sweetie había aprendido que podía confiar en la princesa de la noche para contarle sus problemas dado que la misma, a pesar de ser una deidad y de pertenecer a la realeza, había pasado por casi los mismos dilemas cuando joven. Claro, ésta era una situación completamente diferente, pero ella de verdad necesitaba hablar de esto con alguien que no la juzgara tal y como lo harían su familia, su maestra, o incluso sus amigas, pues sabía que Luna había enfrentado en compañía de su hermana situaciones mucho más peligrosas.
Por esta razón, la unicornio decidió relatar a la princesa todo lo que había sucedido en los últimos meses con relación a la Rosa Eterna, únicamente evitando dar detalles sobre la transformación de Spike, dado que no quería que las princesas consideraran que el dragón era peligroso para sus súbditos. Luna escuchó atentamente su relató, y sólo cuando Sweetie Belle hubo terminado, habló una vez más.
—Veo que ustedes dos han enfrentado grandes dificultades —dijo al cerrar los ojos. Sweetie sentía un nudo en su garganta y deseos de llorar al recordar las palabras de su contraparte.
—Así es, y todo por mi culpa —se lamentó ella, agachando la cabeza. Luna abrió los ojos, y la miró extrañada.
—No entiendo por qué razón te culpas, Sweetie Belle.
—Si no hubiera sido por mi, nunca habríamos... —iba a explicar, pero la deidad la interrumpió.
—Eso no lo sabes —cortó secamente, sabiendo a qué se refería—. Tú dijiste que Spike ya tenía esos datos preparados, por lo que de seguro tenía pensado ir en busca de la gema en el futuro. Tú solo le diste un motivo, y lo acompañaste. ¿Cómo piensas que habrían terminado las cosas si Spike hubiera ido solo? —preguntó la princesa, basándose en el relato de la unicornio.
La imagen de Spike tendido en el suelo con aquella amplia herida en su pecho, a merced de Jim, fue lo que devolvió su subconsciente.
—Aún así, fui yo quien…
—Y aún si hubiera sido capaz de escapar de la mantícora, de no haber sido por ti… ¿cómo crees que hubieran terminado las cosas en ésta habitación? —preguntó nuevamente, señalando la sala de los cuatro candelabros.
Sweetie no fue capaz de responder. Sabía que la princesa tenía razón, pero había una parte de ella que no dejaba de insistir en el hecho de que todo había sido su culpa. La princesa se arrimó a ella, y la invitó a verla a los ojos levantando su mentón con el casco.
—¿Ahora lo entiendes? —preguntó cálidamente.
—Eso creo… —musitó ella, dudando. La princesa le devolvió una mirada triste, al verse reflejada ella misma en los ojos de la joven potra.
—Sweetie Belle, por favor, no intentes culparte por las desgracias ocurridas pues has hecho todo lo que estaba a tu alcance para que todo saliera bien. No cometas el mismo error que yo cometí al crear a Tantabus. No crees un monstruo para castigarte por los errores que crees haber cometido, Sweetie, pues aunque así fuera, esa no sería la solución. La única solución posible es perdonarte a ti misma, y seguir adelante —insistió la princesa, y la unicornio asintió, aunque aún falta de confianza.
—Lo... lo intentaré —dijo ella, intentando sonreír—. Gracias Princesa Luna, por... todo —agradeció, y la alicornio la cubrió bajo el abrazo de sus alas, hablándole con calidez.
—Siempre que tengas problemas, especialmente en estos lares, sabes que puedes contar conmigo —le sonrió ella, para luego apartarse y emprender vuelo con destino a su astro, donde su imagen comenzó a desaparecer poco tiempo después.
Cuando la potra abrió sus ojos una vez más se encontraba en una habitación oscura, pero que de alguna forma resultaba familiar. Divisó a la luz de la luna que se colaba a través de la ventana las estanterías cargadas de libros de variado contenido, un espejo de bello tallado en la pared, un tocadiscos en un rincón, y un escritorio frente a la cama sobre el cual se encontraba la caja de música que había fabricado no mucho tiempo atrás. Era la habitación de Spike.
Volteó hacia el reloj de pared y vio allí que ya eran más de las dos de la mañana; había estado dormida durante casi seis horas, y aún se sentía exhausta. Encontró al cachorro durmiendo a su lado, pero esto no alcanzó para que su mente se calmase por completo, razón por la cual se arrastró hasta los pies de la cama sin importarle despertar a su peludo amigo, y allí le encontró. El dragón estaba recostado sobre la bolsa de dormir, tal y como hubiera hecho el día que adoptaron al cachorro. Tal coincidencia hizo a Sweetie pensar que la pesadilla no había terminado, por lo que tuvo la necesidad de llamar a su amigo. Solo así su corazón encontraría alguna calma.
—¿Spike? ¿Estás bien? —llamó sin obtener respuesta, y entonces levantó la voz—. Spike —dijo, y el dragón volteó a ver sobre sus hombros, somnoliento, antes de aclarar su visión y reconocer a la potra.
—Sweetie —dijo al sentarse, y el cuerpo de la poni se relajó tanto como era posible, con un profundo suspiro—. Creí que no despertarías hasta la mañana.
—¿Qué fue lo que sucedió? —preguntó ella, y el dragón se rascó la nuca antes de responder.
—Luego de que consiguiéramos escapar de la cúpula bajo la montaña, tú y los chicos estaban tan exhaustos que se desmayaron. Yo también, aunque por menos tiempo. Luego... me levanté, los cargué a mis espaldas y regresé a pie a Ponyville —explicó, mientras Sweetie se sentaba en el suelo contra el pie de la cama. Spike se sentó a su lado, y el cachorro bajó y se acurrucó junto a la unicornio, buscando su calor para reanudar su sueño—. Twilight curó tus heridas para que tus padres no se preocuparan cuando te vieran, y les avisó que esta noche dormirías aquí.
—Mis padres. ¿Ellos saben lo que...? —fue interrumpida.
—No, Twilight les dijo que nos habíamos perdido en el bosque, y que lo habíamos tenido difícil para encontrar el camino de regreso a casa. Cuando llegamos, todos estábamos muy cansados, y nos fuimos a dormir —explicó la historia oficial, y Sweetie la asimiló al instante.
—¿Twilight lo sabe?
—Si, no pude ocultárselo por más tiempo —explicó Spike. Sweetie lo sabía, sabía que el dragón lo tendría difícil a la hora de explicar a la princesa su estado y sus heridas, por lo que esto último no la sorprendió.
—¿Cómo lo tomó? —preguntó, y Spike bajó la mirada y permaneció en silencio—. Entiendo.
—Le mentí, Sweetie. Le mentí durante todo este tiempo, y sigo mintiéndole. Solo espero... solo espero que algún día pueda perdonarme —se lamentaba el dragón, y la potra acarició su brazo con su casco, invitándole a mirarla a los ojos.
—Es tu hermana, Spike. Ella siempre te perdonará, no tienes que preocuparte por eso.
—Eso no es lo único que me preocupa —dijo de la misma forma, lo cual extrañó a la potra.
—¿Qué sucede?
—Sweetie… quiero hacerte una pregunta, y quiero que me respondas con la verdad —pidió al mirarla a los ojos—. Lo que sucedió en la mansión... lo que me sucedió, ya había ocurrido antes. ¿No es así? —preguntó, y Sweetie se quedó helada, pero al cabo de unos momentos decidió hablar. Ya no tenía caso seguir ocultándolo, no cuando él era consciente de la criatura en que se había convertido.
—Si, cuando huimos de los timberwolves —explicó, y el dragón rememoró aquel instante—. Cuando detuviste a uno de ellos... cambiaste.
—¿Acaso te…? —Estaba a punto de preguntar, pero se mordió la lengua. Aún así, luego de unos segundos lo hizo de todas formas. Necesitaba saber—. ¿Te hice daño?
—No —respondió rápidamente—. Aún cuando habías perdido el control, me reconociste.
—¿Por qué no me lo dijiste en ese entonces? ¿Por qué lo ocultaste?
—Porque temía como fueras a reaccionar. Temía que comenzaras a culparte por ello, cuando en realidad no era tu culpa.
—Deberías habérmelo dicho.
—Lo sé… lo siento, Spike.
—No, yo soy quien lo siente —Se tomó la frente con su garra—. Siento que... que hayas tenido que ver eso.
—No tienes que avergonzarte, es parte de... de la naturaleza de los dragones, ¿no es así? —preguntó ella. Spike permaneció pensativo ante esas palabras, pero asintió al cabo de un momento.
—Si, supongo que lo es —respondió, sin ánimos.
Sweetie Belle no podía evitar considerarlo al ver el rostro de su mejor amigo, y luego de aquella pesadilla; horas atrás, había estado a punto de perderlo para siempre. Si no hubiera sido por sus instintos, que de alguna manera habían disparado aquella transformación, tal vez ninguno de los dos lo hubiera conseguido allí atrás. Pero eso no cambiaba los hechos; Spike había estado a punto de morir, y Sweetie no podía quitarse aquella horrible idea de la cabeza. El saber que el dragón con triste mirada que ahora apretaba su casco con su garra podría haber dejado de existir aquella misma tarde no hacía más que sumirla en la tristeza más absoluta.
Sin importarle nada más, sin importarle lo que él pudiera pensar al respecto, Sweetie dejó caer su peso contra el brazo del dragón, con la tranquilidad de que él mismo estaba bien. Spike estuvo a punto de hablar, pero se detuvo cuando notó su mirada. Una mirada llena de tristeza, que esperaba no tener que volver a ver otra vez en toda su vida.
—Sweetie... —dijo él, y la potra estuvo a punto de romper en llanto.
—Creí que no te volvería a ver —soltó ella, presionando su rostro contra el brazo de su amigo. Paralizado al ver sus lágrimas, Spike se volteó hacia ella, quien hundió el rostro en su pecho mientras el dragón la abrazaba con fuerza, en un intento por consolarla. Cuando vio que el llanto no cedía, lo intentó de otra manera.
—Sweetie, mírame. Mírame, por favor —la invitó a levantar la vista, y el dragón intentó confortarla con una mirada cálida—. Estoy bien. Estoy aquí, y no me iré a ningún lado.
El dragón y la yegua permanecieron abrazados un largo rato, bajo el silencio de la habitación, únicamente interrumpido por los ocasionales sollozos de la potra. El dragón ni siquiera podía imaginar lo que Sweetie había sentido cuando creyó que todo había terminado, cuando creyó que ya no tenían salvación. Ahora, desde su lugar, no podía hacer más que consolar a su querida amiga, y hacerle saber que seguiría allí para ella en la mañana.
Cuando la potra se calmó, platicaron un rato más, decidiendo lo que debían hacer a continuación. Ambos coincidieron en que habían tenido suerte de escapar con vida de aquella terrible enemiga, quien de seguro ahora los creía muertos. Deberían mantener un perfil bajo de momento y, por más que la curiosidad con respecto al contenido tras la escotilla les matara, deberían dejar estar aquella búsqueda al menos hasta que las aguas se calmaran.
Spike le dijo que aprovechara el día para dormir, que él no la molestaría, pero la potra decidió que no iba a dejar que el mal rato que le había hecho pasar aquella unicornio la alejara de sus responsabilidades. Por este motivo, al día siguiente asistiría a la escuela con normalidad, tal y como si nada hubiera sucedido. Esta actitud inspiró a Spike, quien decidió seguir su ejemplo.
—De acuerdo, alarma activada —confirmó al activar su reloj de pulsera.
—Gracias, Spike.
—No hay problema. Ahora ve a dormir de una vez, no quedan muchas horas antes del amanecer —le sonrió, pero la potra dudó un momento.
—¿Te molesta si duermo aquí?
—¿Contra mi brazo? —preguntó extrañado—. Es algo incómodo, ¿no crees? ¿Qué te parece bajo mi brazo? —Pasó el mismo por sobre la potra, tomándola por el hombro izquierdo e invitándola a recostarse contra él. El movimiento sorprendió a la unicornio, quien no pudo evitar ruborizarse a causa de esto, antes de dirigirle al dragón una mirada con cierta duda.
—Lo siento Spike, pero necesito preguntártelo... —dijo con seriedad.
—¿El qué?
—¿Seguirás intentando seducirme? —continuó con el mismo tono. Claramente, dada su expresión, el dragón no esperaba una pregunta como aquella.
—¡Claro que no! Yo nunca... —Se percató entonces de cómo se veía la forma en que la abrazaba—. Sabes, la verdad creo que dormirías más cómoda en mi cama.
—Eso quisieras —dijo ella, abrazándolo con fuerza.
—Tú... —iba a responder cuando notó la sonrisa tímida de Sweetie.
Estaba claro que aquel circo era para aligerar el ambiente, y al menos a ella parecía estarle funcionando. Spike se resignó con un profundo suspiro, y Sweetie se relajó, reposando su peso contra el cuerpo del dragón.
—Estaré bien aquí —dijo sonriente, y el cachorro subió a las piernas de Spike para luego acomodarse y dormir—. Y creo que ellos también.
—Será mejor que descansen, algo me dice que nos espera un largo día mañana.
—Y que lo digas —convino ella, finalmente cerrando sus ojos—. Buenas noches, Spike. Buenas noches, chicos.
—Buenas noches, Sweetie. Dulces sueños… —se despidió él, para luego acariciar al ortro, y no tardó en partir al mundo de los sueños.
"¡HUNDIMIENTO! ¡Una de las montañas al suroeste de la ciudad capital de Canterlot ha desaparecido! Los expertos dicen que es muy probable que bajo la misma corriera un río subterráneo que, con el tiempo, deterioró la estructura al punto en que la misma no fue capaz de seguir sosteniéndose. Es interesante ver cómo el paisaje próximo a la capital se ha visto modificado por este..."
Twilight dejó de leer aquella nota del periódico Canterlot Times, el cual traían a su puerta todos los días. A un lado aparecía una foto en donde se exponía el lugar donde antaño se encontraba la montaña, y ella no pudo hacer más que imaginar los horribles hechos que precedieron al incidente.
Sentada a la mesa de la cocina, vio a través de la ventana el amanecer de lo que prometía ser un día tranquilo y despejado, y pensó en cuán distinto hubiese sido aquel día si el dragón, la unicornio y el ortro no hubieran conseguido regresar. Cubrió su cara con sus cascos, aturdida, cuando la voz de su hermano y asistente la sacó de sus pensamientos.
—Twilight...
—Oh... —Se despejó rápidamente, notando al dragón con rostro preocupado en la puerta, junto al cachorro de dos cabezas—. Buenos días, Spike. Lo siento, no te oí despertar —Se enjugó los ojos. Spike supo entonces que la alicornio no había dormido en toda la noche, y una vez más se sintió culpable por causa de ello. Necesitaba arreglar las cosas de alguna forma.
—Twi, yo...
—Voy a preparar té. ¿Quieres? —lo interrumpió ella. Spike permaneció en silencio por escasos segundos, antes de asentir.
—Si, por favor.
—¿Cómo está Sweetie? —preguntó la alicornio, intentando cambiar el tema mientras levitaba la tetera hacia la estufa.
—Mejor. Ahora está en el baño, bajará en un momento.
—Me alegro. ¿Quieres que también prepare unos waffles?
—No, está bien —dijo el dragón al acercarse a la mesa seguido por el cachorro, mientras veía de reojo el titular del periódico que hasta entonces su hermana había estado leyendo—. Que desastre...
—¿Qué harán ahora? —preguntó Twilight, sin mirarlo a la cara. El silencio que gobernó en la estancia mientras Spike sopesaba su respuesta fue absoluto.
—Decidimos dejar estar todo el tema del diamante de momento, para no arriesgarnos a llamar la atención de la unicornio que nos atacó —le dijo él, y Twilight se volteó hacia él con cierta duda. Claramente parecían más palabras para que la mayor no se preocupara, que algo que de verdad fuese a cumplir—. De seguro piensa que nosotros no logramos escapar de esa cueva, así que, dado que es una poni peligrosa, será mejor que lo siga pensando —explicó. Twilight consideró sus palabras, y volvió sobre sus recuerdos al momento en que Spike irrumpió en la biblioteca la noche anterior.
—¿Cómo fue que te hizo esa herida? —preguntó con seriedad. Desde el vamos, se veía que el dragón no tenía intenciones de contarle.
—No necesitas saberlo —dijo, negando.
—Al contrario, Spike —replicó ella, con seria mirada. Spike supo que no podía seguir ocultándole nada a su hermana mayor por más que fueran detalles que, estaba seguro, ella realmente no quería escuchar.
—La unicornio de la que te hablé... bajó desde el techo, cayó frente a mí, y no me dio tiempo a apartarme cuando disparó a unos centímetros de mi estómago —dijo finalmente. La tensión del ambiente se vio sacudida por el silbido de la tetera, y Twilight se volteó para retirarla del fuego y servir las dos tazas mientras continuaba.
—Cuando llegaste, estabas hipovolémico. Perdiste mucha sangre… —dijo con un bajo volumen de voz—. Sé que no quieres preocuparme más Spike, te conozco. Pero necesito saber todos los detalles, necesito saber a qué se enfrentaron exactamente. Necesito... que me lo cuentes todo, sin rodeos.
—El rayo de esa unicornio me atravesó, y estuve a punto de morir —dijo el dragón. La alicornio tragó saliva, y debió respirar profundamente para recuperar la compostura, para luego servir las medidas correctas de azúcar en las dos tazas.
—Pero cuando llegaste aquí... tu herida ya estaba casi curada. Sweetie Belle aún no ha aprendido ningún hechizo de sanación, y ni siquiera tu saliva especial podría haberse ocupado de una herida así. ¿Cómo es posible, entonces? —preguntó Twilight, con una gran pieza faltante del rompecabezas, pero eso era algo que Spike no podía, ni quería responder.
—Supongo que solo conté con mucha suerte —respondió, esquivo.
La alicornio estuvo a punto de replicarle cuando la potra menor entró en la habitación, y el cachorro de dos cabezas corrió a apoyar sus patas contra ella, esperando caricias por su parte.
—Sweetie Belle...
—Buenos días, Twilight —saludó ella, somnolienta, solo entonces notando el tenso ambiente que envolvía la estancia—. Lo siento, ¿interrumpo algo?
—Para nada. ¿Por qué no te sientas con nosotros? —respondió Twilight, con un asomo de sonrisa.
La alicornio preparó otra taza de té para su pupila, y los tres se sentaron a la mesa a discutir con respecto a los recientes acontecimientos que habían tenido lugar, con el can sentado junto a la silla de la unicornio.
—Spike me contó lo que ocurrió ayer... y hace cuatro meses —dijo ella, pero Sweetie Belle no se sorprendió—. ¿Qué piensan hacer de ahora en adelante? Y quiero... Quiero que me digan la verdad esta vez —preguntó con seriedad. Spike y Sweetie ya tenían su respuesta desde la noche anterior.
—No vamos a continuar con esto —habló la unicornio.
—¿En verdad?
—Sea quien sea nuestra enemiga, no es una unicornio común y corriente. Es muy peligrosa, y si se entera de que aún estamos vivos, podría atacarnos cuando menos lo esperemos. Podría ser cualquier poni que crucemos en la calle, camino a la granja o a la academia, o incluso en el tren. No hay forma de saberlo.
—Ahora que lo pienso... —comenzó a hablar el dragón, con cierta duda—. No estoy seguro, pero quizá pueda identificarla por su olor.
—¿Alcanzaste a olerla? —preguntó Sweetie Belle, sorprendida.
—Por un instante, cuando logré capturarla.
—¿Pudiste discernir alguna fragancia en particular? —preguntó Twilight.
—Aparte de la de su pelaje, si. Pude sentir un perfume... de caramelo, tal vez alguna colonia cara. Y la capa... olía como los libros que guardamos en el sótano.
—¿Algo más?
—Perfume de lavanda para telas —dijo rápidamente.
—¿Para telas? —preguntó Sweetie.
—Si... bueno, era una fragancia que Rarity usaba en su tienda de vez en cuando, por eso la reconocí al instante —dijo sonriente, algo incómodo.
—Colonia cara de caramelo, libros viejos, telas cuidadas —intentaba unir los puntos Twilight, perdida en sus pensamientos—. Puede que esos tres elementos se unan de alguna forma en un mismo lugar. Si logro encontrar la relación, quizá pueda encontrar a esa unicornio.
—Espera, ¿vas a buscarla? —cuestionó Spike.
—¡Por supuesto que sí! Soy una autoridad de Equestria, y no puedo dejar pasar un crimen como este. ¡Mucho menos cuando se ha cometido contra mi propia familia! —respondió con seriedad.
—Si lo hacemos público, nunca la encontraremos —replicó Spike—. No tenemos nada concreto para identificarla, ¡podría ser cualquiera! Y apenas sepa que se la está buscando, de seguro se ocultará.
—¡Debemos hacer el intento!
—Estás pensando con la cabeza caliente, y lo sabes.
—Oh... —dejó escapar la unicornio.
—¿Qué ocurre, Sweetie? —preguntó su maestra.
—Quizás... anoche le haya contado todo esto a la princesa Luna, en mi sueño —dijo ella, incómoda—. Lo siento.
—Está bien, Sweetie. No te preocupes por eso —le dijo Twilight, comprensiva.
—¿Crees que haya tomado acción? —preguntó el dragón.
—Los datos del enemigo son escasos, pero es probable que haya dado órdenes a los guardias de Canterlot de estar atentos a cualquier movimiento extraño, misma orden que de seguro dio a sus efectivos aquí en Ponyville. Así es como ella funciona —razonó Twilight, pronto sumergiéndose en sus pensamientos una vez más—. Yegua unicornio, pelaje blanco, y ojos azules. Son los únicos rasgos distintivos que tenemos, así que deberemos estar atentos a cualquier unicornio con esas características —les dijo ella.
—¿Y qué hacemos si la encontramos? —preguntó Sweetie.
—Ahora mismo prepararé un hechizo de enlace para que te comuniques conmigo en caso de que algo suceda, Sweetie. Spike siempre puede enviarme un mensaje desde cualquier lado, así que mientras tenga algo de papel al alcance, no habrá ningún problema. Pero por favor, por lo que más quieran, no se arriesguen a enfrentarla ustedes solos. Por favor, prométanme que no lo harán —les pidió la alicornio.
Ni Sweetie ni Spike podrían negarse nunca a cumplir un pedido como ese por parte de su preocupada maestra y hermana mayor, por lo que ambos accedieron sin chistar.
—Lo prometo —dijo Spike, con seriedad.
—Yo también —continuó Sweetie, de la misma forma.
"Lo prometo".
Spike recordaba sus palabras mientras propinaba un fuerte golpe al manzano frente a él, dejando caer su fruto en cinco canastas estratégicamente ubicadas de forma que ninguno tocara el suelo. Pasadas las cuatro de la tarde, y bajo un fuerte sol de primavera, el dragón se encontraba trabajando en la granja, cosechando en compañía de la Apple más joven del manzano la sección que la hermana del medio y encargada les había indicado.
La yegua menor se extrañó un poco, dado que solía conversar amenamente con el dragón siempre que se encontraban juntos, pero esta vez él mismo había repelido cualquier intento de la potra por iniciar una conversación, respondiendo con alguna frase breve y cortante. Apple Bloom solo asumió que quizá Spike no había tenido un buen día y no quería hablar de ello, por lo que decidió darle su espacio, pero esto le resultó más difícil a medida que lo veía trabajar.
Cuando la mente del dragón se centraba en aquella unicornio blanca le era difícil mantener la compostura. Su mente bullía con ira cuando recordaba las fechorías que la misma había cometido contra él y sus amigos, y lo que podría haber hecho si no hubieran contado con el golpe de suerte que constituía su transformación. En algún momento, Apple Bloom, que estaba trabajando cerca de él, debió haber notado algo fuera de lo común, pues se acercó con rostro preocupado cuando Spike propinó un puñetazo especialmente fuerte a uno de los árboles.
—Spike, ¿está todo bien? —preguntó la granjera, al ver al dragón agitado.
—Eh... si, todo está bien. Solo estaba pensando, eso es todo —dijo él, mientras su respiración se normalizaba.
—¿En Sombra? Mira nada más lo que le hiciste al pobre Hard Seed —Señaló las marcas dejadas en el indefenso árbol, y el dragón se pasó la garra sobre las púas ahora flexibles.
—Cielos, lo siento.
—No pasa nada, en unas cuantas semanas estará como nuevo —paseó su casco sobre la corteza, casi consolando al árbol—. Pero, ¿qué hay de ti? —preguntó, preocupada. Al darse cuenta de ello, Spike suspiró con cansancio.
—Creo que necesito descansar un momento. ¿Crees que puedas cubrirme?
—¡Por supuesto! Tienes una hora —le dijo ella, para luego detenerlo cuando estuvo a punto de partir—. Pero mañana me cubrirás tú a mí. ¿Trato?
—Trato —escupieron en su casco y puño, uniéndolos en un poderoso choque, sonriéndose el uno al otro antes de separarse.
Luego, el dragón se apartó a uno de los montes de la granja y se recostó contra uno de los manzanos, y de la misma forma en que ahora llevaba el colgante esmeralda con forma de manzana que la Apple más joven le había regalado el día de su cumpleaños, pensó que podría llevar el sombrero regalo de Applejack. Le hubiera servido en aquel momento para ponerlo contra su rostro y así evitar la molestia que implicaban los rayos del sol colándose a través de las ramas. Aún así, eso no le dificultó caer en un profundo sueño al poco tiempo, siendo mecido por la suave brisa de aquel día de primavera.
Por un momento creyó que estaba soñando, pues a su alrededor aparecían figuras extrañas, figuras que le resultaban extrañamente familiares, y las mismas se encontraban alrededor de su cuerpo. Apenas fue consciente de que se trataba de las cuerdas de las cuales tiempo atrás había dependido, las mismas que se habían vuelto contra él, las mismas que recordaba haber visto las dos veces en que había perdido el control. ¿Qué estaba sucediendo?
"¿Qué es esto? ¿Qué está...?"
Recordaba que las dos veces que aquel escenario se había presentado ante sus ojos se había enfrentado a situaciones de alto riesgo, pero ahora mismo se encontraba en la granja de su amiga, y no había el más mínimo signo de peligro en las proximidades. ¿Qué rayos estaba sucediendo? Pronto comenzó a escuchar aquella voz una vez más. Aquella voz que el día anterior le había ordenado destruir a su enemiga, y lastimar a su amiga. Aquella voz resonaba en las lejanías de aquel espacio, proveniente de todas direcciones, y Spike supo que algo malo estaba a punto de suceder. En un momento dado, todo fue muy claro. ¡Por supuesto! Se había ido a dormir una siesta, y estaba claro que todo ello no era más que una pesadilla. Era demasiado obvio ahora, y se sintió algo tonto por haberse dejado llevar por semejante ridiculez. Aún así, había algo que continuaba picándole: si todo aquello era una pesadilla, ¿por qué era tan consciente de sí mismo, tal y como si estuviera despierto?
No alcanzó a encontrar una respuesta cuando frente a él, a unos cuantos metros de distancia, comenzó a divisar algo más en la oscuridad. Parecían retazos, retazos de algo formando poco a poco otro dragón igual a él, o al menos en parte, dado que el nuevo cuerpo podía notarse hueco a través de los agujeros a lo largo de sus "escamas". Las cuerdas que pronto aparecieron a su alrededor eran escasas en comparación a las de Spike, y las voces provenientes del mismo fueron volviéndose más claras hasta converger en una risa macabra que, por primera vez, salía de la boca negra de aquel ser a medio formar, al tiempo que abría su ojo derecho, dejando ver un ojo verde de pupila rasgada y esclerótica negra.
La respiración de Spike era agitada, y su corazón dio un vuelco cuando el dragón frente a él movió su brazo para apuntarle con cierta dificultad, y percibió en su único ojo abierto un sentimiento que le heló la sangre: hambre.
El dragón de escamas púrpuras despertó dando una gran bocanada y con un miedo irracional influyendo en los temblores de su cuerpo. Apple Bloom, quien estaba intentando despertarlo pues ya había pasado la hora de su arreglo, se encontró con el rostro del dragón lleno de terror, además de...
—¡Spike! ¿Qué te sucede? Tus ojos...
—¿Mis ojos? —preguntó con preocupación.
Apple Bloom no lo estaba imaginando; las pupilas de los ojos del dragón ahora permanecían rasgadas, y él mismo percibía algo inusual en su forma de ver, además de que sentía sus miembros entumecidos. Algo muy extraño estaba ocurriéndole. Puso su garra frente a su rostro, y tardó varios segundos en ser capaz de abrirla y cerrarla con normalidad.
—Spike, ¿qué pasa? —preguntó ella, en extremo preocupada. Para cuando el dragón le dirigió la mirada una vez más, sus ojos ya habían vuelto a la normalidad.
—Yo... tengo algo importante que hacer —dijo al incorporarse con rapidez, disponiéndose a salir de la granja cuando Apple Bloom se puso en su camino.
—¡Eso sí que no! ¡Vas a decirme que cascos te sucedió! —le dijo decidida, y Spike pensó una excusa rápidamente.
—Avaricia —fue lo primero que surgió de sus fauces—. Si, deseos de recolectar. Están volviendo, y... y tengo que ir a ver a las princesas para pedirles ayuda con esto. Ellas me... arreglaron la última vez.
—Oh cielos... bueno, ¿y qué estás esperando? ¡Anda, yo te acompaño!
—¡No! —la detuvo, solo después notando que su negación podría haber resultado más sospechosa de lo que era en realidad—. Quiero decir, no te preocupes por mí. Tú ve a avisarle a Applejack que no me sentía bien, no quiero que las chicas se preocupen. ¿De acuerdo?
—Spike, no puedo...
—Por favor, Apple Bloom. No les digas cómo me encontraste, ¿si? Solo... dile a Applejack que tenía algo más que hacer, que compensaré las horas mañana. Por favor... —suplicó el dragón.
La Apple menor tuvo que considerarlo por escasos segundos antes de darle una respuesta afirmativa, siendo que sabía que el dragón realmente no quería preocupar a sus familiares y allegados.
—De acuerdo, vete. ¡Anda! —lo empujó ella con dirección a la puerta, y Spike se dispuso a salir de la granja tan rápido como pudo. No había tiempo que perder, debía hablar con las deidades lo más pronto posible.
En la mañana, Twilight no tardó mucho en explicar a su pupila el hechizo del cual le había hablado. Básicamente, consistía en una especie de señal de auxilio, que Sweetie Belle debía emitir en caso de emergencia, y que sólo Twilight recibiría. Una vez la alicornio recibiera la señal tendría el paradero de la unicornio, y sería capaz de teletransportarse a su lado sin importar la distancia. Era un hechizo en el cual la princesa había trabajado los últimos tres años, pero estaba lejos de ser perfecto, pues no estaba probada su efectividad a una distancia mayor a la que había entre Ponyville y Canterlot. Aún así, era su mejor oportunidad para ir en su rescate en caso de que su enemiga se presentara una vez más.
Luego de salir de la biblioteca, Sweetie Belle se dispuso a regresar a su hogar sin sus alforjas, dado que su descuidado aspecto y el hueco en las mismas provocado por un rayo mágico no hubiera hecho más que disparar una mayor preocupación en sus padres, quienes la abrazaron con fuerza apenas cruzó la puerta del recibimiento. Les explicó lo que había sucedido la noche anterior, ampliando la versión oficial que Twilight les había dado con detalles que venían de su imaginación para aportarle una mayor veracidad. Y luego de explicar todo esto a Hondo y a Cookie, Sweetie les dijo que debía prepararse para ir a la academia. Sus padres insistieron en que se tomara aquel día para recuperarse de todo lo que había sucedido el día anterior, pero ella se negó. Aquella semana tendría tres exámenes y, por más que quisiera, no podía permitirse el lujo de perder las clases.
Sus padres comprendieron sus motivos y, aunque no los compartían del todo dado que en verdad creían que su hija debía descansar, le permitieron ir a la academia. Ella se calzó sus alforjas de repuesto con el broche del ruiseñor plateado en una de las solapas, sus libros para las materias que tendría el presente día, y partió con destino a la estación.
Tal y como Sweetie esperaba, desempeñarse con normalidad no iba a ser nada fácil. Pasó las clases de "Elementos de armonía aplicada" y "Ensamble" intentando concentrarse en las palabras de los profesores, pero su mente no dejaba de divagar y perderse en los recuerdos del día anterior, de todo lo que había descubierto con respecto a la hija de la princesa, y de su pelea contra la unicornio encapuchada. Su mente repasaba cada movimiento que había efectuado contra ella y la forma en que había empleado su energía mágica, intentando descifrar si realmente ella habría tenido alguna oportunidad de ganar la batalla por su cuenta, sin ayuda del dragón. Concluyó en que su capacidad de teletransportación no superaba a la de su enemiga, por lo que ésta siempre habría tenido la ventaja.
En tanto, incluso Aquamarine se percató de lo distraída que Sweetie estaba y, habiéndose sentado a su lado para la clase de Ensamble, debió llamar su atención varias veces para que la misma se concentrara en lo que el profesor estaba dictando, a lo que Sweetie respondió que no había dormido bien la noche anterior.
Cuando esta clase terminó, Sweetie y Aquamarine contaban con una hora para almorzar antes de que la clase de canto comenzara, y sabiendo que Rumble no asistiría dado que el presente era su día libre, Sweetie aprovechó para llevar a su amiga a conocer el bar "Canterlot Song", el cual había visitado en la última semana. Ambas bajaron al subsuelo, y se acomodaron en la primera mesa que pudieron. El lugar estaba a rebosar de actividad, pero aún así su mesera favorita no tardó en echarles el ojo.
—¡Sweetie Belle! ¡Que gusto verte por aquí! —saludó alegre la unicornio de manto blanco, melena pelirroja recogida y ojos color miel, con la camiseta negra propia del establecimiento, quien no tardó en unir sus cascos a los suyos mientras la observaba con una amplia y sincera sonrisa—. ¿Cómo estás?
—Muy bien, gracias. ¿Y cómo estás tú?—replicó ella, sonriente.
—No me quejo. Estos días son bastante ocupados pero, como podrás imaginarlo, es bueno para el negocio —dijo al señalar el establecimiento, prácticamente lleno—. Oh, disculpa, veo que trajiste a una amiga —reparó en la potra al otro lado de la mesa
—Ah, si. Scarlet, te presento a Aquamarine, es una compañera de Little Nightingale. Aquamarine, ella es Scarlet Autumn.
—Sweetie Belle me ha hablando mucho de usted. ¡Es un placer! —dijo con amabilidad.
—El placer es todo mío —correspondió a su gesto—. Entonces, ¿qué van a pedir? —preguntó, sacando su característica libreta.
—Yo voy a pedir... un sandwich de heno fresco y zanahorias con un vaso de jugo de naranja —dijo Sweetie, mientras su amiga revisaba el menú.
—Yo pediré... dos hamburguesas con queso doble, papas fritas y un refresco de cola.
—De acuerdo, estarán listos en un momento —dijo antes de partir.
—¡Gracias! —exclamaron las amigas al mismo tiempo, y Aquamarine se dirigió a Sweetie con aire confidente.
—Parece bastante agradable —dijo ella, sonriente.
—Lo es —le aseguró.
En verdad lo era. Frente a sus ojos, Scarlet Autumn se presentaba como la poni más agradable de toda Equestria. Tenía una forma de tratar a sus clientes que los hacía sentir como si estuvieran cenando en la comodidad de su hogar, como si fuera alguien de su familia quien les estaba sirviendo. Era extraño, pero a Sweetie le agradaba. De hecho, luego de lo acontecido el día anterior, la calidez de la amable Scarlet ayudaba mucho a recuperar su buen ánimo.
El pedido no tardó más de diez minutos en llegar, y Aquamarine debió darle la razón a Sweetie, dado que ella le había asegurado que allí se servía la mejor comida de todo Canterlot. Ya casi habían terminado de almorzar cuando vieron a la mesera pasar junto a la barra sin el uniforme del negocio, habiéndose soltado su larga melena pelirroja y exponiendo un colgante dorado en forma de corazón en su cuello, ahora cargando un morral a sus espaldas. Era difícil darse cuenta que se trataba de la misma poni que antes las había atendido.
Estaba a punto de salir, pero cambió de dirección cuando Sweetie agitó el brazo para llamarla, y Scarlet regresó a su mesa para dejarse caer en la silla junto a ella, suspirando con cansancio.
—Uy... fue un día duro —soltó la mayor, exhausta pero sonriente.
—¿Ya terminaste? —preguntó Sweetie.
—Así es, ahora hago menos horas porque estoy tomando un segundo trabajo al otro lado de la ciudad —explicó ella.
—Cielos, ¿y puedes con todo? —preguntó Aquamarine, preocupada. Scarlet le sonrió con confianza.
—¡Seguro que sí! —pero aquella expresión no tardó en dar paso a una sonrisa tímida, y una mirada con dejo de tristeza—. Tengo que hacerlo, ya que mi abuela está... algo débil, así que ahora tengo que trabajar por las dos.
—Buena suerte con eso —dijo la poni de manto rosa y melena turquesa.
—Gracias Aqua —respondió, riendo después—. ¿Te molesta si te digo Aqua?
—Para nada, me gusta —respondió ella, quien por alguna razón se había ruborizado por la forma en que la unicornio mayor la trataba.
—¿Y qué harán ustedes ahora? —preguntó con curiosidad.
—Pues... tenemos que volver a la escuela para la clase de canto —dijo Sweetie, mirando a Aquamarine.
—¿Y qué tal les va ahí?
—En mi caso al menos apruebo, eso es lo que cuenta. Sweetie, por otro lado...
—No tiene nada que ver, Aqua —interrumpió ella.
—...no hace más que sacar dieces. ¡Claro que tiene que ver! —se exasperó ellas, y Scarlet rió melodiosamente.
—Me encantaría escucharlas cantar alguna vez —dijo ella, con cierta ternura.
—Si llegamos a participar en algún evento, serás la primera poni a la que invitemos —le sonrió la unicornio menor.
—Gracias Sweetie. En fin, me encantaría quedarme a platicar, pero ustedes tienen que regresar a la academia, y yo tengo que ir a trabajar. Mi nueva jefa es bastante exigente con el horario —comentó, sacando la lengua y girando los ojos, gesto que robó una pequeña risa a las estudiantes—. Te veré aquí mañana, ¿verdad? —se dirigió a Sweetie.
—Seguro que sí.
—¡Genial! Y espero verte a ti también alguna vez, Aqua —le guiñó un ojo, y la yegua se ruborizó una vez más al asentir—. Adiós chicas, ¡mucha suerte!
—¡Adiós! —se despidieron ambas, viendo a la yegua partir escaleras arriba.
—Bueno, ¿regresamos? —preguntó Sweetie.
—Solo un momento. Necesito... reposar esas hamburguesas —respondió Aqua con gesto cansado, su vientre notablemente extendido.
—Te dije que deberías comer más sano —Sonrió ella, tomando un sorbo de su jugo de naranja.
Canterlot estuvo en su rango visual más pronto de lo que esperaba. El dragón dirigió su mirada al exterior a través de la ventana del tren mientras recordaba los acontecimientos más recientes para luego contemplar su garra una vez más, y tuvo la certeza de que tenía el control. Esa era su garra, era la garra con la que había salvado a sus amigos, no era la garra con la que había destrozado un timberwolf, ni la que había dirigido en un ataque fallido contra su mejor amiga. Tenía que asegurarse de que siguiera siendo la misma garra, y para ello debía ir al castillo y hablar con las princesas.
El sol comenzaba a descender en el horizonte cuando Spike bajó del tren en una estación a rebosar de actividad, mientras se abría paso entre la multitud para salir a la calle y tomar un taxi. El mismo tardó veinte minutos en llegar al otro extremo de la ciudad, y se detuvo justo frente al castillo. Los guardias reconocieron al dragón y permitieron su entrada, y Spike fue escoltado hasta la torre norte por Cloud Skipper, un pegaso de manto blanco, melena dorada y ojos azules, a quien el dragón conocía prácticamente desde que tenía memoria, dado que había vivido tras los muros de aquel castillo los primeros años de su vida.
Se dirigían a la sala del trono a través de un largo pasillo decorado por varias columnas con un fino diseño, en donde la luz del atardecer que se colaba a través de los ventanales daba a la estancia una bella tonalidad dorada, cuando desde el otro extremo ingresó la princesa de la noche con una escolta compuesta por cuatro guardias unicornios de ojos rasgados, con armadura violácea.
—Princesa Luna —se detuvo el dragón a mitad del pasillo, y la alicornio azul de melena estrellada le correspondió con una sonrisa.
—Spike, ¿cómo está todo? —preguntó ella, mientras él dedicaba una mirada incómoda a los guardias que la acompañaban, algo que no pasó desapercibido para la deidad.
—Lamento interrumpirla, pero... ¿podría tener una palabra con usted?
—Está bien, señores —ante sus palabras, tanto los cuatro guardias como Cloud Skipper se retiraron en la misma dirección, dejando a la princesa a solas con el dragón—. Ven, camina conmigo —lo invitó a seguirla.
Ambos platicaban amenamente mientras se dirigían a un punto en particular mientras el dragón le hablaba sobre su labor en Sweet Apple Acres, y hacía comentarios menores sobre los alumnos de su hermana. En tanto, la princesa le hablaba del viaje que había hecho a Griffonia no mucho tiempo atrás, y de las maravillas naturales que podían encontrarse en aquel imperio. Finalmente llegaron a los jardines del palacio al cabo de unos pocos minutos.
—...e incluso hay una enorme variedad de flora que solo crece en las proximidades del palacio, es algo fascinante —al notar que ya no quedaba ningún poni en las cercanías, la princesa se volteó hacia él—. Pero ya basta de eso, de seguro te estoy aburriendo.
—Para nada, es muy interesante.
—Y bien, ¿a qué debo tu compañía? —preguntó la deidad, expectante. Spike dudó antes de hablar, pero se obligó a hacerlo.
—Había algo de lo que debía hablarle. Algo... que sucedió ayer en la tarde. Sweetie ya le ha contado todo lo que concierne a la rosa, ¿verdad? —le preguntó, con cierta duda. La princesa vigiló el lugar una vez más, volteando con disimulo para así asegurarse de que nadie los estuviera oyendo.
—Efectivamente, lo ha hecho —dijo con seriedad—. Tuvieron suerte de escapar con vida de ese lugar, y de aquella enemiga tan terrible.
—Si... —en eso concordaba, habían contado con muchísima suerte—. Necesito preguntárselo, princesa. ¿Dio órdenes al respecto?
—He alertado a mis efectivos en Canterlot y Ponyville. Están listos para actuar con o sin mis órdenes, con objeto de protegerlos, a Sweetie Belle y a ti —reveló, y Spike suspiró con alivio. Una vez más, su hermana mayor había dado en el clavo—. Ustedes dos podrían ser objeto de un ataque en un futuro no muy lejano, y no voy a permitir que eso suceda. En un caso como este no se puede ser demasiado cauteloso.
—Gracias princesa —le sonrió él. Saber que estaban bajo el ala protectora de la princesa de la noche realmente lo tranquilizaba, pero el otro asunto que lo había llevado hasta el castillo aún pesaba en su pecho—. Pero había algo más aparte de eso, algo muy importante —dijo con seriedad.
—¿De qué se trata? —preguntó la princesa, impaciente.
—Lo que usted había previsto aquella vez, en la terraza de la torre este... está sucediendo —reveló finalmente. Debió esperar un momento para que Luna acomodara las piezas, y supiera de qué estaba hablando.
—¿Cuándo empezó? —dio un paso al frente. y el dragón tragó saliva.
—Hace cuatro meses.
—¡¿Cuatro meses?! —exclamó, mirando en todas direcciones una vez más para luego bajar la voz—. Spike, se suponía que debías venir apenas ocurriera —le reprochó, furiosa.
—Lo sé, y lo siento. Pero perdí la memoria de lo que había sucedido y solo ayer, cuando volví a sufrirlo, fue cuando recordé lo que pasó esa noche —continuó, y los ánimos de la princesa de la noche parecieron calmarse.
—¿Solo ha ocurrido dos veces?
—Si, eso creo.
—No puedes "creer" en este caso, Spike. Debes estar seguro —le dijo, quedando cara a cara con el dragón.
—Lo... lo estoy. Si, solo ocurrió dos veces.
—Dos veces... —musitó la princesa, que permaneció pensativa un instante, antes de mirarlo a los ojos y ordenarle—. Ven conmigo, ahora.
El dragón siguió a la princesa hasta la torre norte, más precisamente a la sala del trono, en donde encontraron a la princesa del sol, una alicornio blanca de ondulante melena azul, celeste, turquesa y rosa. La misma estaba atendiendo su papeleo en compañía de su secretaria cuando vio ingresar a su hermana en compañía del dragón, y la deidad de la noche le hizo un gesto con la cabeza. Atendiendo al mismo, la deidad del día le solicitó a su asistente que les dejara a solas, y fue Luna quien se encargó de explicarle la historia que Sweetie había relatado, aderezada por Spike con los detalles de su transformación, algo que la unicornio había omitido en su sueño. La hermana mayor escuchó atenta y, solo cuando ambos terminaron de hablar, se incorporó.
—Entonces no hay tiempo que perder, debemos hacer esto de inmediato —dijo Celestia.
—Spike, dirígete con mi hermana a los niveles inferiores. Mientras tanto, yo aseguraré el perímetro para que no haya sospechas —ordenó al dragón, antes de desvanecerse en un haz de luz azul, sin darle tiempo a responder.
—Vamos Spike, sígueme —lo guió la princesa, saliendo de la habitación y pronto internándose a través de los pasillos de la torre norte.
El dragón caminaba a su lado, aún temeroso, y llegó un momento en que no pudo guardarse la pregunta que había tenido atorada en la garganta durante toda esa tarde.
—Princesa Celestia —llamó su atención, y la alicornio volteó hacia él sin dejar de caminar—. ¿Usted cree... que yo también...? —intentaba hablar, no encontrando las palabras, pero la alicornio se detuvo en seco y puso un casco en su pecho.
—No tienes que preocuparte por eso —le aseguró, y el dragón debió tragar saliva al notar los ojos magenta de la alicornio clavados en los suyos—. Te lo dije cuando eras pequeño, ¿recuerdas? Que no permitiría que algo malo te ocurriera, y voy a cumplir con mi promesa —le aseguró.
Era cierto, recordaba las palabras de Celestia tal y como si las hubiera oído el día anterior, y no tenía motivos para no confiar en la deidad del día. Habiéndose calmado, continuó siguiendo a la princesa a través de aquellos pasillos, descendiendo por una infinidad de escaleras, e internándose en lugares cada vez más estrechos. Finalmente llegaron a una puerta de hierro que la princesa debió abrir haciendo uso de su cuerno en la abertura central de la misma, y ambos entraron en una sala iluminada por antorchas, con un ascensor montacargas en el centro. Subieron sin perder tiempo y, Celestia notó el aspecto tenso del dragón. Debió mostrar un asomo de sonrisa en acompañamiento con sus palabras para que las mismas resultaran más tranquilizadoras.
—Nos hemos preparado para esto durante mucho tiempo, Spike. Sabemos lo que hacemos, no estés nervioso —intentó calmarlo.
—Es difícil no estarlo —le dijo a la deidad, quien no apartó los ojos de él—. Lo siento, es solo que... aún no me acostumbro a la idea.
—Todo saldrá bien. ¿Confías en mí? —le habló al pararse frente a él. Para Spike, era difícil no confiar en la poni que había cuidado de él cuando era pequeño.
—Con mi vida —sonrió el dragón. Acto seguido, la princesa activó el interruptor, y el ascensor inició su lento descenso a las profundidades.
El sol ya comenzaba a ocultarse en el horizonte cuando Sweetie Belle bajó del tren en la estación de Ponyville, luego tomando la ruta más rápida para llegar a su hogar. En su mente no podía evitar repasar todo lo que había sucedido en los últimos días, y le costaba trabajo creer las cosas de las que sus ojos habían sido testigos. Mientras caminaba por las calles del pueblo, bañadas por los cálidos rayos del sol de atardecer, pasó a través de una multitud de equinos, y la invadió nuevamente aquella inquietud, la inquietud de no saber si quien la había atacado caminaba entre ellos. La inquietud de no saber si, de un momento a otro, debería pelear por su vida.
El ambiente ya no era el mismo. Había una amenaza inminente en el aire, algo que no podía ver y que podía atacarla en el instante exacto en que ella bajara la guardia, y tal vez no tendría oportunidad de regresar el ataque, o de buscar auxilio en su mentora. Sabía que el poder de su enemiga no era algo fuera de este mundo, pues estaba segura de que Twilight podría derrotarla sin inconvenientes, pero no ella. Sweetie Belle no contaba aún con la habilidad suficiente para enfrentar a una unicornio de semejante nivel, y de no haberla combatido en compañía de Spike, tal vez no estaría viva en ese momento.
Estos pensamientos ocupaban la mayor parte de su mente, pero intentó alejarlos al abrir la puerta de su hogar y oír las voces de sus padres y otros ponis desde el recibimiento. Habiendo dejado sus alforjas a un lado de la puerta, Sweetie se dirigió al cuarto de living, encontrando allí a sus padres platicando con su hermana y su cuñado. Era difícil no notar que desde que Rarity se había comprometido con Fancy Pants había comenzado a cambiar el estilo de su melena bastante seguido. La misma, una vez ondulada, ahora lucía perfectamente alisada y recogida con un broche rojo en forma de rosa roja lo cual, a su parecer, la hacía ver más bonita de lo usual. A Fancy, por otro lado, nunca lo había visto peinarse de otra manera, y el contraste con su futura esposa le provocaba a la menor cierta gracia.
Naturalmente, la primera en notar a la recién llegada fue la unicornio de melena azul, quien saltó del sillón al instante para ir a su encuentro y capturarla en un fuerte abrazo, algo natural pues de seguro sus padres la habían puesto al tanto de lo ocurrido.
—¡Hermana, me lastimas! —intentó hablar, dado que el afecto de la mayor le estaba provocando asfixia. Rarity aflojó su abrazo al darse cuenta de ello, quedando cara a cara con ella.
—Oh, lo siento Sweetie. Mamá y papá nos contaron lo que sucedió —dijo ella, pero la potra estaba segura de que no había sido así—. ¿Cómo se les fue a ocurrir internarse tanto en el bosque? ¿Qué hubieran hecho si los atacaba un animal salvaje? Cielos, ¡me aterra el solo pensarlo! —la regañó.
—Hermana, está bien. Sabes que sé cuidarme sola —intentó calmarla.
—Por supuesto que lo sé. Aún así, soy tu hermana mayor, y no puedo evitarlo —decía ella, y Sweetie se dio cuenta de que su hermana tenía los ojos humedecidos—. ¿Qué hubiéramos hecho si les hubiera sucedido algo? —le preguntó, a punto de romper en llanto.
—Hermana, tranquila. ¡Estoy bien! Estoy aquí, y no me pasó nada. ¡Y Spike también está bien! No tienes que ponerte así —explicó, pero Rarity la abrazó con fuerza de nueva cuenta.
—No creo que te vayas a librar tan fácil, querida —le dijo Fancy, con un amago de sonrisa que no llegaba a serlo.
¿El también se había preocupado por ella? No le extrañaría. Antaño, Fancy era más bien del tipo solitario, pero Hondo y Cookie prácticamente lo habían adoptado como un hijo. Era normal que ya se sintiera parte de la familia, y compartiera las preocupaciones de su prometida y sus futuros suegros.
Era cierto, todos estaban muy preocupados, y apenas sabían que ella se había perdido en el bosque. ¿Qué pasaría si supieran todo lo que de verdad había sucedido? ¿Si supieran sobre el combate que había librado en la mansión de las montañas? ¿Si supieran que la habían herido de gravedad? ¿Si supieran que había estado a punto de ser enterrada viva? Si supieran...
—Ya está bien, Rarity —intentó apartarla con su casco el padre—. Sweetie está bien, no tienes que ponerte así —le dijo comprensivo, y la mayor debió enjugarse las lágrimas.
—Es cierto —convino la madre—. Vamos, olvidemos todo esto y disfrutemos de una linda cena en familia. ¿Qué les parece? —invitó ella, incorporándose.
—Si, tienes ra...
Sweetie se detuvo en seco al notar algo a lo que hasta entonces no había prestado atención, algo que había pasado desapercibido ante sus ojos todo ese tiempo, y que su mente relacionó al instante; un vendaje blanco que cubría la mejilla izquierda de la unicornio mayor, quien la observó extrañada.
—Sweetie, querida. ¿Estás bien? —preguntó al notar su mirada.
Un vendaje en esa mejilla, en aquella zona exacta. Era una coincidencia, estaba segura. No había forma posible de que el pensamiento que había cruzado por su mente en aquel instante tuviese validez alguna.
—Eh... si, solo estoy algo cansada —intentó disimular, pero sus nervios ahora mismo tenían la rigidez del acero. Tenía que saberlo, debía preguntarle—. He-hermana, ¿qué te pasó ahí? —apuntó a su mejilla.
—¿Qué? ¿Esto? Oh... fue en la Canterlot Boutique, ayer en la tarde. Estaba intentando reparar un perchero cuando uno de los seguros se salió y el metal me lastimó. Tuve suerte de que no fuera un poco más arriba, a decir verdad —intentó restarle importancia, no deseando preocupar a su hermana menor.
Su explicación tenía sentido, claro que lo tenía. Aún así, las imágenes continuaban sucediéndose en su mente, tan vívidas como si hubieran ocurrido un instante atrás. Volvió sobre la batalla a muerte contra aquella unicornio en la mansión de las montañas, y vio a Spike golpearla en la mejilla izquierda, rompiendo su máscara y generándole una honda herida en aquel preciso lugar.
Pero lo que ahora estaba pensando era imposible. No había manera de que lo que estaba considerando fuese verdad. Rarity era su hermana, era su mejor amiga, y habían estado juntas en las buenas y en las malas toda la vida. Era un elemento de la armonía, era una modista reconocida, y era una novia pronta a casarse. Pero si había algo que su hermana no era, eso era una hechicera habilidosa. Solo esto invalidaba por completo su idea descabellada. El problema fue que esta idea no le resultó tan descabellada cuando sus sentidos percibieron algo que, deseaba con todas sus fuerzas, no fuese verdad.
—¿Eso es... estás usando colonia de caramelo? —intentó preguntar. Su voz resultaba temblorosa, y esto no hizo más que preocupar a su familia.
—Si, es una nueva fragancia que... —se detuvo al notar la mirada de su hermana, una mirada tras la cual se escondía el más absoluto terror—. Sweetie, ¿qué te sucede? ¿Te sientes mal? —preguntó ella, preocupada.
"Yegua unicornio, pelaje blanco, y ojos azules. Son los únicos rasgos distintivos que tenemos." —Recordó las palabras de Twilight, y su corazón dio un vuelco.
Tenía que ser una coincidencia, ¡Si! Tenía que haber otra unicornio de pelaje blanco y ojos azules... que usara una colonia cara como esa... y que hubiera sido herida precisamente en esa parte de su cuerpo... el día anterior.
Sweetie apretó sus labios para ocultar el temblor en los mismos frente a la preocupada mirada de su hermana mayor y el resto de su familia, antes de apartarse de repente y balbucear algo que solo su madre llegó a entender.
—¡Tengoqueiralbaño! —Exclamó, y subió las escaleras tan rápido como pudo, entrando al tocador y cerrando la puerta tras de sí para luego caer rendida, sentada contra la bañera.
Todo su cuerpo temblaba frente al terror, el terror de descubrir que había sido su propia hermana quien había intentado dar fin a su vida el día anterior, que fue ella quien había estado a punto de acabar con Spike, que fue ella quien los abandonó en aquella cueva para morir. Su mente era un violento mar de emociones mientras que intentaba razonar cuál debería ser su siguiente paso, el paso que tomaría al bajar las escaleras para, de alguna forma, encarar a quien había intentado acabar con ella.
Twilight se encontraba recostada en el lecho de su habitación, acompañada por el durmiente cachorro de dos cabezas, y suspiró cansada mientras cerraba el libro que había leído y releído varias veces aquel día luego de que sus alumnos salieran de la biblioteca con destino a la escuela. Aquella novela escrita por Moonlight Sonata y titulada "La leyenda de la Rosa Eterna" relataba la historia del gran amor que una princesa y un ladrón compartieron hacía cientos de años. La princesa de la armonía había leído esta historia con anterioridad, pero no fue hasta aquel día que la leyó con tanto interés, sabiendo que había cierta verdad en el relato contado.
La princesa sufrió una ligera jaqueca al imaginar los problemas por los que su asistente y su pupila habían pasado por causa de esa historia y apartó el libro. Aún quedaban muchas preguntas sin responder: ¿Qué era lo que había tras aquella escotilla protegida por tres potentes cerraduras mágicas? ¿La princesa había conseguido revivir al padre de Nina? Y antes que nada, ¿en qué circunstancias había muerto? ¿Qué implicación tenía en todo esto la Rosa Eterna que ahora Rarity poseía? Twilight consideró que solo tenía los datos que Spike le había facilitado, y los que esa historia le proporcionaba; aún faltaba una gran porción de la historia y, habiéndose perdido la mansión bajo las montañas, no quedaban muchos lugares en donde hallar la verdad.
El único camino posible era encontrar a la unicornio encapuchada, y de alguna forma sonsacarle la información, dado que probablemente era la única que conocía la verdad. Pero, ¿por dónde empezar? De seguro había cientos de ponis en toda Equestria con un pelaje blanco y ojos azules, pero ahora mismo Twilight solo podía pensar en una poni con esas características, siendo esta una de sus mejores amigas. Aunque le era difícil pensar que esa fuera la poni que buscaban, dado que no poseía un poder mágico semejante, y el simple hecho de que nunca atacaría a su hermana menor ni a su dragón favorito. Por estos motivos, el cerebro de Twilight intentó saltar a otros ponis que ella conocía. Los resultados posibles aparecieron en su mente, pero ninguno de estos equinos se correspondía con el resto de la descripción. Estaba atascada. Pero entonces, la pregunta más básica de todas llegó a su mente de repente.
¿Qué hay de la autora?
Era cierto. Si bien la leyenda era conocida, no existía otra versión escrita de aquella historia en novela de la que hubiera oído hablar alguna vez, por lo cual podría suponer que su autora original realmente era Moonlight Sonata quien, según la primera página, había publicado la obra hacía ya treinta años. Comprobó en la misma página los datos de la editorial Iron Gargoyle, y descubrió su dirección en Manehattan.
El plan era sencillo: se dirigiría a la dirección indicada, se infiltraría en los archivos de la editorial para no llamar la atención y conseguiría la ubicación de la autora quien, probablemente, podría facilitarle datos con respecto a sus fuentes, las cuales la llevarían a descubrir la verdad sobre la Rosa Eterna, así como también la acercarían más a aquella misteriosa unicornio encapuchada.
Quizá Spike y Sweetie decidieran abandonar esta búsqueda de momento para no ponerse en riesgo contra su mortal enemiga, pero eso no significaba que Twilight Sparkle también debiera hacerlo. Ella era una princesa, una alicornio, y su poder no tenía comparación más allá de las deidades del día, la noche y el amor. Todo esto, sin mencionar el hecho de que los guardias lunares ahora mismo estaban mezclados entre los habitantes de Ponyville y Canterlot, vigilando por cualquier evento extraño que pudiera suceder. Por ende, era seguro que contaría con apoyo para enfrentar a su enemiga si eso fuera necesario.
Equestria había estado en paz durante siete largos años, por lo que no era imposible que la misma resultase interrumpida una vez más. Twilight podía sentirlo, había un peligro inminente creciendo bajo sus narices, y ella llegaría al fondo del asunto antes de que las cosas se complicaran. Era la única manera.
Dejó el libro en el escritorio y salió de su habitación, bajó las escaleras y notó junto a las mismas la mochila maltratada de Spike y las alforjas perforadas de Sweetie, y nuevamente intentó no pensar en los eventos que habían acontecido el día anterior, pues no lograban más que hacerla sentir peor dado que había estado ausente cuando sus seres queridos más la necesitaban.
Estuvo a punto de seguir su camino cuando notó algo extraño reflejando la luz del sol del atardecer, en el interior del agujero de las alforjas. Se acercó al mismo con cierta duda, lo examinó por un momento y extrajo sin mucha dificultad un octaedro metálico negro con su magia. Lo examinó por un momento frente a sus ojos. Recordaba haber visto un objeto similar en uno de sus libros, aunque ahora mismo no recordaba cual, pero lo investigaría apenas terminara de comprobarlo. Luego de unos cuantos movimientos recorriendo el mismo con sus cascos, terminó por girar la mitad superior del objeto. La princesa dio un pequeño grito al creer que lo había roto, y rápidamente intentó ponerlo en su lugar cuando notó que la mitad izquierda también se movía. Esto la extrañó, pues significaba que el objeto mismo estaba hecho para eso.
Pronto dio uso a su levitación para controlar mejor los giros de las piezas del octaedro, y solo cuando las cuatro esquinas limadas se unieron en un solo punto, el objeto desprendió una luz brillante que sobresaltó a la alicornio, quien lo dejó caer. El cachorro observó esto con gran atención mientras el objeto metálico se elevaba a una cierta altura del piso, pronto desprendiendo una extraña magia azul que recorrió la habitación para luego regresar a su punto de origen y proyectar bajo ella una figura holográfica del mismo color que no tardó en tomar la forma de una unicornio joven de melena trenzada, y marca en forma de un pergamino y una pluma. Twilight debió enjugarse los ojos pues aquella figura holográfica que la miraba fijamente era la viva imagen de su joven amiga y pupila, y apenas llegó a razonar que no eran la misma cuando la equina holográfica habló con triste voz.
—Si estás viendo esto... significa que no lo conseguí —dijo la joven poni, enjugándose las lágrimas—. Siento si pasaste por muchas dificultades para llegar hasta aquí, pero debía asegurarme de que esta información no cayera en cascos de cualquiera, pues en los equivocados podría significar la caída de Equestria… y el fin del mundo como lo conocemos —continuó con seriedad.
Twilight escuchó atentamente cada una de sus palabras, y entonces lo supo: la paz de la que su reino había gozado hasta ese entonces había llegado a su fin.
