Capítulo 13 – Una gema compartida
No habían pasado más de dos horas desde la partida del dragón con destino a Ponyville cuando las princesas se reunieron en uno de los salones del castillo de Canterlot. Celestia, Luna y Cadance se encontraban sentadas a una mesa redonda, habiendo sido convocadas por Twilight para discutir un asunto de extrema urgencia. Para su suerte, la princesa del amor aún se encontraba en la ciudad.
Twilight no había dado detalles con respecto a la situación hasta entonces, y sólo reveló el motivo de haberlas reunido cuando estuvo segura de que estaban completamente aisladas, y nadie podría oírlas. Allí les habló de todo lo que sabía con respecto a la leyenda de la Rosa Eterna, y luego activó el octaedro metálico negro que había tomado de las alforjas de Sweetie Belle, mejor conocido como "memento", un artilugio que solía usarse siglos atrás, y permitió que aquel mensaje de más de mil años de antigüedad se reprodujera en el centro de la mesa frente a las otras deidades.
—...lamento si te doy pistas tan vagas, pero no puedo arriesgarme a que esta información caiga en cascos equivocados. Si el poni equivocado encuentra el diamante puede ser peligroso, pero si hallara también el contenido tras la compuerta del árbol eterno las cosas irían de mal a peor. Quisiera no tener que hacer esto, quisiera no tener que dejarle la responsabilidad a alguien más, pero eso ya no es posible. Y si has llegado hasta aquí... quiero pedirte perdón, pero de verdad necesito de tu ayuda para terminar con esto de una vez por todas. Hasta siempre. Que Celestia ilumine tu camino, y que Luna te proteja.
La grabación terminó, y la magia azul regresó al interior del memento en el centro de la mesa. Cada una de las princesas sopesó las palabras de aquella joven yegua, que hacía cientos de años había partido al otro mundo. Sus advertencias, aparte de apocalípticas, se apoyaban en bases sólidas, dado que el dragón había hablado a las deidades sobre los libros esparcidos a lo largo de la sala de los cuatro candelabros en la mansión bajo la montaña.
—Esto estaba en el interior del memento —explicó Twilight, levitando una llave dorada con un grabado en la cabeza, de una pata y un casco unidos—. Es una de las llaves de la compuerta del sótano. Tal parece que la única manera de evitar que las predicciones de Nina se hagan realidad es asegurarnos de que la poni enmascarada no se haga con su contenido.
—Según el mensaje, una de las llaves está en "el camino de esquinas que solo la doncella y la bestia alada conocen", mientras que la otra "la guardaría el creador, el verdadero protector del legado de Ameria" —añadió Celestia, intentando descifrarlo, mientras recordaba lo que sabía sobre aquella poni—. Ameria fue la segunda hija de Phillip, el último rey que tuvo Equestria antes de que nosotras descendiéramos desde el mundo inmortal —continuó con pesar, y Luna compartió su sentimiento—. Luego de que su hija desapareciera, su familia cayó en desgracia. El rey se sumergió en una profunda depresión en medio de la guerra al haber perdido a su ser querido, y los grifos aprovecharon la oportunidad para golpear a Equestria con todo lo que tenían. Phillip y su familia no lo consiguieron, y el reino estuvo al borde de la destrucción.
—Pero en el último momento, un grupo de hechiceros imploraron a los cielos la ayuda de las fuerzas de la luz y la oscuridad, la última esperanza de Equestria para sobrevivir. Sus plegarias fueron respondidas, y del cielo descendieron las hermanas del día y la noche, deidades de la luz y la oscuridad, quienes dirigieron a los ponis hacia la victoria contra los grifos —completó Twilight, recordando la historia e intentando levantar los ánimos de las princesas.
—Aún no lo entiendo. Si todo este asunto de la rosa permaneció en secreto durante más de mil años, ¿cómo es que lo supo la poni que atacó a Spike y a Sweetie Belle? ¿Acaso los estaba siguiendo? —preguntó Cadence, preocupada.
—Spike dijo que encontró una cerradura mágica dentro de la mansión. Estas no fueron creadas sino hasta quinientos años después de que la guerra terminara, así que es seguro que más ponis hayan conocido ese lugar. Nuestra poni enmascarada, entre ellos —dijo Celestia.
—Aún no contamos con la identidad de esa equina, por lo que podría dar un golpe en el momento menos pensado y no lo sabríamos hasta que fuese demasiado tarde —siguió Luna—. Será mejor que guardemos la llave que ahora tenemos y el diamante púrpura en una de las bóvedas más profundas del castillo. Es nuestra mejor opción.
—No creo que guardar los dos objetos en el mismo lugar sea lo más adecuado —comentó la alicornio rosa.
—Cadence tiene razón. Si de alguna forma pudiese pasar las defensas del castillo, solo le estaríamos facilitando el trabajo. Además, el diamante púrpura está guardado en la mansión de Fancy Pants, y a decir verdad no imagino otro lugar en donde pueda estar más seguro, sin mencionar que Rarity no nos lo entregaría sin hacer preguntas. Mientras menos ponis sepan sobre esto, mejor será para todos.
—De acuerdo, el diamante se quedará en la mansión de Fancy Pants —dijo la princesa de la noche, para luego levitar la llave dorada y llevarla hacia la luna en su pechera negra. La misma desapareció en su interior, en medio de un resplandor—. Y yo protegeré la llave. De esta forma nos aseguraremos de que, sea quien sea nuestra enemiga, no consiga ninguno de los dos.
—¿Cuántos ponis saben sobre esto? —preguntó Cadence, con seriedad.
—Solo nosotras, aparte de Sweetie Belle y Spike. Pero dudo que ellos hayan visto este mensaje, y prefiero que lo mantengamos así —respondió Twilight.
—Bien, ¿qué crees que debamos hacer, Twilight? —preguntó Celestia, y la alicornio lavanda no supo qué decir.
—¿Yo? —preguntó, incrédula.
—Por supuesto —dijo sonriente, sonrisa que compartieron también Luna y Cadence.
Las tres confiaban ciegamente en su criterio, y al caer en la cuenta de ello, la alicornio carraspeó para aclarar su voz y habló con tono decidido.
—Muy bien, para empezar debemos proteger a Spike y a Sweetie. La unicornio cree que ellos son los únicos que saben sobre esto, por lo que es seguro que intente atacarlos si llega a enterarse de que siguen con vida.
—No has de preocuparte por eso, Twilight. Ya he apostado a varios de mis subordinados en Ponyville y Canterlot para vigilarlos, al menos hasta que toda esta situación se aclare. Por ende, de momento no deberían tener problemas —señaló Luna.
—Perfecto. También necesitaré que esté atenta a los sueños de los ponis. Si alguno de esos sueños incluye a Spike y a Sweetie, o algún dato referido a la Rosa Eterna, estaremos seguros de que se trata de nuestra unicornio, y podremos rastrearla con facilidad.
—Así será —aceptó finalmente.
—Cadence, es probable que la biblioteca del Imperio de Cristal contenga información útil con respecto a todo este asunto, dado que en su momento el rey Sombra estuvo muy interesado en la resurrección y en la vida eterna, al punto de conseguirlas en parte. Si supiéramos un poco más sobre el tema, estoy segura de que podríamos desempeñarnos de una mejor manera.
—Haré lo que esté a mi alcance, Twi —le sonrió la princesa.
—Celestia —Apenas se percató de haberla llamado de un modo tan informal cuando la alicornio blanca sonrió divertida, e intentó corregirlo rápidamente—. N-necesitaré de su ayuda para averiguar todo lo que podamos con respecto a la Rosa Eterna. Nuestra mejor opción es buscar información en la editorial Iron Gargoyle, que publicó la primera y única versión escrita de "La Leyenda de la Rosa Eterna". Es muy probable que Moonlight Sonata, la autora, sepa algo al respecto. Es por eso que necesitamos encontrarla.
—Cuenta conmigo, querida Twilight.
—De acuerdo, el objetivo será encargarnos de este problema con la mayor discreción y rapidez posible. Nadie más debe saber sobre la Rosa o la escotilla y, por supuesto, nadie debe saber que es lo que hay tras la escotilla —dijo ella, sin dejar de mirar el memento—. Evitaremos este desastre, sin importar cómo.
Al caer la noche, Spike permanecía recostado en su cama, pensativo, mientras acariciaba al cachorro acurrucado a su lado. Tal y como esperaba, las princesas lo habían conseguido; ya no tenía aquellas sensaciones tan extrañas que hasta entonces le habían molestado, como si su cabeza estuviera a punto de partirse en dos, o como si alguien más estuviera mirando a través de sus ojos. Todo estaba bajo control y, al menos de momento, sus preocupaciones habían desaparecido. Pero tales preocupaciones venían desde el día de su décimo cumpleaños, cuando la avaricia le había hecho perder el control de sí mismo, causando que su cuerpo creciera de manera incontrolable. Creía haber dejado todo eso atrás, pero era inevitable que aquello regresara para atormentarlo, y él lo sabía. Recordó entonces lo que había sucedido la tarde de aquel lejano día, cuando la princesa lo convocó al castillo de Canterlot.
En ese entonces, un pequeño dragón se encontraba parado en el salón del trono, frente a la severa mirada de la deidad del sol. Había esperado encarcelamiento, o incluso destierro, pero eso no era lo que le molestaba. Sabía que merecía un castigo por lo que había hecho, por todo lo que había destruido, y por haber puesto en peligro a otros ponis, pero no toleraba el saber que quizá ya nunca volvería a ver a sus amigas, y eso le dolía más que cualquier otra cosa.
—Princesa Celestia… se lo suplico, por favor. ¡No fue mi intención! No quería hacerlo. No podía controlarme, y nunca quise hacerle daño a nadie. ¡Es la verdad! ¡Tiene que creerme! —se arrodilló, con lágrimas en los ojos. La deidad inclinó la cabeza, con ojos cerrados, y finalmente rompió el silencio.
—Lo sé, Spike. Sé que no querías hacerlo —dijo al abrir los ojos una vez más, no mostrando una severa mirada, sino una de tristeza—. Lo sé mejor que nadie. La culpa fue mía, ya que no hice nada para evitarlo, pues no imaginé que esto llegaría tan lejos —se lamentó, y aquellas palabras tomaron desprevenido al pequeño dragón.
—¿Usted... sabía que ocurriría? —preguntó, incrédulo.
—Siempre creí que tomaría más tiempo, que sucedería una vez te hubieras vuelto un adulto, pero no imaginé que crecerías tanto y en tan poco tiempo una vez que ello sucediera. Todo fue... inesperado. Siento no haberte hablado de esto antes, Spike.
—Esto… es parte de ser un dragón, ¿cierto? Twilight dijo que la avaricia me hizo esto. Que la avaricia... me convirtió en un monstruo.
—Es cierto que los dragones crecen con su avaricia, pero alcanzar ese tamaño tomaría varios años para un dragón normal. Tu lo hiciste en un solo día.
—Pero entonces… ¿Cómo? ¿Cómo es eso posible?
—Eso es porque tu no eres un dragón normal, Spike. No naciste como debería haberlo hecho cualquier dragón.
—¿A qué se refiere? ¿Qué… cómo que no nací como cualquier dragón? ¿Y por qué crecí de esa manera, entonces? Princesa, no entiendo nada… —replicó, totalmente perdido. Celestia suspiró con tristeza, sabiendo que había llegado el momento de revelarle la verdad de lo que sabía.
—Spike… tu huevo se había perdido durante la migración de dragones hace casi cien años. En aquel entonces, sabiendo que encontrar a su madre sería como buscar una aguja en un pajar, intenté darle vida usando mi propia magia, introduciendo en aquel huevo pequeñas cantidades todos los días, esperando que ello fuera suficiente, pero el mismo nunca eclosionó. Sin embargo, podía sentir que había vida en él, y es por eso que nunca perdí las esperanzas. Luego de cientos de intentos infructuosos decidí adoptar un método diferente, y lo utilicé para probar la capacidad de los nuevos alumnos de mi escuela de magia. Sabía que un unicornio de pocos años no sería capaz de emplear una potencia mágica capaz de dañar el huevo, pero cabía la posibilidad de que uno de ellos alcanzara el nivel exacto que se necesitaba para hacerlo eclosionar. Durante años, muchos lo intentaron, pero nadie fue capaz. Hasta que un día, una pequeña cuyo poder era desconocido para todos, liberó todo su potencial frente a aquel huevo, el cual recibió de lleno una descarga en extremo peligrosa. Contra todo pronóstico, el dragón asimiló esa descarga, y finalmente... nació. Sin embargo, recibió una cantidad de magia intensa en extremo peligrosa, y al principio temía que su vida pudiese terminar demasiado pronto a causa de ello. Pero sobrevivió, y ha vivido pacíficamente entre los ponis desde entonces —explicó, esperando a que el joven dragón asimilara todo esto, y cuando notó que el mismo levantaba la vista una vez más, continuó—. Spike, la magia que recibiste en aquel entonces es la que ha mantenido a tu corazón latiendo hasta ahora. Es una magia muy poderosa, y estoy segura de que es lo que ha acelerado tu desarrollo el día de hoy.
—Entonces, lo que sucedió hoy en Ponyville… ¿podría volver a suceder? —razonó, sabiendo que aquella magia aún permanecía en su interior.
—No lo permitiremos —dijo Celestia, con determinación—. Te ayudaré personalmente, y nos aseguraremos de que puedas controlar tus impulsos. Nos aseguraremos de que lo que sucedió hoy nunca vuelva a ocurrir, pues lo único que deseo es que puedas vivir en nuestro reino pacíficamente, tal y como cualquiera de sus habitantes —le dijo con una sonrisa—. Más adelante nos ocuparemos de ello, pero por ahora será mejor que regreses a Ponyville. Tus amigas deben estar muy preocupadas por ti.
—Si, así lo haré —Estuvo a punto de partir, pero se volteó nuevamente antes de abrir la puerta—. ¡Gracias, princesa! —Le dijo una vez más, con los ojos humedecidos. La deidad asintió, solemne, y el dragón cerró la puerta tras de sí con un peso muy grande fuera de su sistema.
Suspiró con cansancio, y al voltearse al pasillo vio que la deidad de la noche se acercaba por el otro extremo manteniendo una mirada fija hacia adelante, y a los ojos del dragón, apenas parecía haber reparado en él.
—¡Princesa Luna! ¿Cómo está…?
—Ven conmigo —interrumpió Luna, sin detener su marcha.
—¿Princesa? —preguntó el dragón confundido, sin obtener respuesta.
La deidad se alejó caminando y, cuando se perdió tras la puerta del pasillo, el dragón apresuró su paso para alcanzarla. Varias vueltas, pasillos y escaleras después, ambos se encontraron en el jardín de la terraza de la torre este. Bajo el resplandor del sol del atardecer, el lugar y las plantas que lo decoraban tomaban una bella tonalidad anaranjada, una en la que el dragón apenas reparó estando en presencia de la Diosa de la noche, cuya melena estrellada resultaba revuelta a causa de las ráfagas de viento en el lugar.
—Princesa, ¿qué sucede? —preguntó, extrañado.
—Escuché todo lo que mi hermana te estaba diciendo —aclaró ella, antes de voltearse hacia él. Spike tragó saliva, sin saber qué esperar luego de esas palabras—. Ahora me doy cuenta de que ella no es tan perceptiva como yo. Spike, es cierto que la magia que mantiene tu corazón latiendo es la que aceleró tu crecimiento a base de la avaricia, estoy segura de eso, pero hay algo más.
—¿Algo más? ¿De qué se trata?
—Conozco esa clase de magia… demasiado bien. Esa magia puede verse afectada por los sentimientos… especialmente por los negativos. Mientras mi hermana te revelaba la verdad, sentiste tristeza. ¿No es así? —preguntó y, aún con cierta duda, el dragón asintió—. Esa emoción... estaba influyendo en la magia que habita tu corazón, causando que la misma se oscureciera un poco más —reveló ella, y el dragón se llevó una garra al pecho con temor—. Tienes en tu interior una fuente de magia muy poderosa Spike, y si permites que aquellos sentimientos negativos la corrompan, podrían suceder cosas mucho peores que la que sucedió el día de hoy.
—¿Qué está diciendo? —preguntó, siendo invadido por un horrible sentimiento.
—Estoy diciendo que un evento semejante es inevitable, dado que las emociones negativas que pueden influir en esa fuente de magia son parte de la vida misma. Tristeza, ira y desesperación, son emociones que probablemente influyan en una mayor medida en esa fuente de magia, y cuando la misma resulte lo suficientemente afectada, es probable que pierdas el control de ti mismo... por completo. Nuestra mejor oportunidad es retrasar ese evento el tiempo suficiente para encontrar un método que reprima esa fuente mágica, sin suprimirla por completo. A razón de ello, deberás aprender a controlar estos sentimientos, y evitarás por todos los medios posibles que estos te afecten. ¿Lo entiendes? —preguntó Luna.
El dragón había permanecido con la mirada baja hasta entonces y, cuando levantó la vista, la princesa se percató de que estaba a punto de romper en llanto.
—¿Por qué intentan ayudarme? —preguntó, con lágrimas en los ojos—. Sería mucho más fácil si se deshicieran de mí de una sola vez. Les... les ahorraría muchos problemas —musitó el pequeño dragón, que sintió sus piernas debilitarse, para caer sentado al piso. Al acercarse a él, la princesa percibió una vez más la tristeza que ahora oscurecía la magia en su corazón.
—Es nuestra responsabilidad proteger a los habitantes de Equestria, y eso también te incluye a ti —lo invitó a levantar la vista, y le dirigió una serena y tranquilizadora mirada. Los compasivos ojos turquesa de la deidad nocturna le facilitaron el recuperar la compostura—. Ayudaré a mi hermana a buscar la manera de disminuir la fuerza de esa magia, de forma que un evento como el que te he mencionado no pueda tener lugar, pero deberás resistir hasta entonces. ¿Crees que puedas hacerlo, pequeño Spike? —preguntó Luna. El dragón, aún con lágrimas en los ojos, asintió.
Spike recordaba cada una de las palabras que las princesas le habían dicho aquel día, pero ahora ya no tenía miedo. Estaba seguro que el proceso por el cual había pasado había conseguido su objetivo, y había eliminado cualquier riesgo que la magia de su corazón pudiera significar en el futuro. Ahora podría llevar una vida normal, una como la que esperaba llevar desde el principio. Todo estaba bien… o al menos eso esperaba.
Se bajó de la cama, y el cachorro siguió sus movimientos con una mirada curiosa sin intenciones de levantarse. Se aproximó a la caja de música sobre su escritorio y la abrió, reproduciendo su hermosa melodía. Aquella tierna y melancólica tonada se repetía en intervalos de un minuto, llenando el ambiente con una sensación agradable de hogar. Spike ignoraba cómo era que Sweetie Belle había aprendido a manufacturar algo tan delicado como eso, pero no tenía la necesidad de preguntárselo, pues sabía que ella era capaz de lograr lo imposible cuando se lo proponía.
Tomó también la gema púrpura en forma de corazón del interior de la caja, y frente a sus ojos pasaron todas las aventuras por las que había pasado junto a la potra que se la había regalado, desde pequeños. En los últimos siete años, ella se había vuelto su mejor amiga, su compañera, su confidente. Sabía que podía confiarle su vida, de la misma forma en que Sweetie confiaba en él la suya. Y aquella gema, de alguna forma, simbolizaba el fuerte lazo que los unía.
Con una sonrisa en el rostro, lo único en lo que Spike podía pensar era en que quería conservar ese lazo para siempre, protegerlo sin importar el tiempo y la distancia, pues se trataba de una de las ponis más importantes para él, alguien que ocupaba un lugar muy especial en su corazón. Sabía que la quería mucho, demasiado, pero no fue hasta ese instante que pensó en cuánto la quería en verdad, en todo lo que significaba su amistad para él.
Se ruborizó al considerarlo mientras observaba la gema en su garra, antes de guardarla con delicadeza en la caja de música una vez más, cerrándola con lentitud y así deteniendo la melodía, momento en que oyó la puerta principal de la biblioteca abrirse de golpe.
—¡Twilight! ¡Spike! ¡¿Hay alguien?! —oyó gritos desde el piso inferior, y tanto el dragón como el cachorro de orejas paradas identificaron aquella voz al instante. Se apresuraron a salir de la habitación y descender saltándose escalones, encontrando a la potra al pie de la escalera.
—Sweetie, ¿qué sucede? —preguntó Spike, sobresaltado.
—¡Spike! —se acercó ella, agitada, y el cachorro saltó a las patas de la potra, quien lo recibió en un fuerte abrazo—. Gracias a Celestia que están aquí. ¿Y dónde está Twilight? —preguntó al dragón.
—Ella... tuvo que salir por un asunto urgente, volverá más tarde —le respondió, recordando la nota que había encontrado al llegar.
—Cielos, esto no puede ser... —susurró para sí misma, dejando al can en el suelo con delicadeza.
—Oye, tranquila. Si es una emergencia, ¿por qué no usas el enlace para hacer que venga aquí? —sugirió el dragón.
—¡Lo intenté, pero no funciona! Debe estar fuera del rango, cielos… —se exasperó, intentó considerar las opciones, pero ya no le quedaban muchas. Sabía que debía de actuar deprisa, y el dragón era el único que podía ayudarla, aquí y ahora—. Spike, escucha. Creo... creo que sé quién es la unicornio enmascarada que nos atacó.
—¿En verdad? —preguntó sorprendido, y sintiendo el ritmo de su corazón acelerarse.
La desesperación invadió su mente al darse cuenta de que probablemente no podría enfrentar a aquella enemiga, pues ya no era capaz de entrar en aquel estado que le había ayudado a luchar durante su primer encuentro. Esta vez debería valerse de sus propias habilidades, y trabajar con Sweetie Belle en una perfecta sincronía. Solo así tendrían una oportunidad.
—¿De quién se trata? —preguntó, determinado.
—Mi hermana —respondió, devastada.
La determinación que hasta entonces había expuesto el dragón se desvaneció al instante, siendo ésta reemplazada por una expresión de incredulidad.
—¿Qué?
—Creo que Rarity es la unicornio que intentó matarnos —continuó ella, dolida.
Spike no podía ocultar la duda en su rostro, pero Sweetie lo comprendía, pues no esperaba que lo creyera de buenas a primeras.
—¿Rarity? —preguntó, escéptico.
—Si.
—Hablas de tu hermana.
—Si.
—La modista que antes vivía aquí, y ahora está en Canterlot.
—Si.
—La unicornio que...
—Cielos, ¡para ya! —lo interrumpió, exasperada. No era momento de bromear—. ¿Es que no te lo tomas en serio? ¡Mi hermana nos atacó! —exclamó ella, con la desesperación marcada en su rostro.
—Uh... no, no lo hizo —dijo él, con certeza.
—Si, si lo hizo.
—Nop, no lo hizo.
—Si, lo hizo.
—Nop, te equivocas.
—¿Cómo estás tan seguro? —preguntó ella, incrédula.
—Ya te lo he dicho, porque alcancé a oler a esa poni —razonó el dragón, y la certeza de Sweetie perdió fuerza—. Capté su olor, y puedo asegurarte que no era el olor de Rarity, pues ella usa perfume de naranjos prácticamente todos los días, y por más que a veces use otro, siempre queda un rastro del primero. No detecté ningún rastro del de naranjos cuando nos enfrentamos con esa unicornio, mucho menos el olor de la propia Rarity, así que puedes estar segura de que tu hermana no fue la culpable —respondió, con total certeza.
—Pero ella estaba... estaba usando colonia de caramelo —decía, aún no convencida.
—Cualquier poni podría usarla, es solo una coincidencia —replicó Spike, sin duda.
—E incluso tiene una gran herida en la mejilla. ¿Eso también es coincidencia? —preguntó Sweetie, aún incrédula.
—Sweetie, la unicornio que nos atacó era prácticamente una experta en las artes arcanas. Sabiendo tantos hechizos avanzados, ¿crees que no habría podido conjurar uno de sanación en esa herida para no levantar sospechas? —cuestionó el dragón.
En efecto, era un argumento válido. Si su enemiga era una experta en magia, no tendría sentido que no usara sus poderes para tratar una herida así, y menos sentido tenía el pesar que Rarity pudiese poseer una habilidad así. Y en ello, menos sentido aún tenía pensar que Rarity pudiera atacarlos. Al comprenderlo, Sweetie se dejó caer al suelo, derrotada. Ahora estaba como al principio, y la identidad de aquella enemiga seguía siendo un misterio.
—Me oigo como una paranoica, ¿cierto? —preguntó con tristeza. Spike se arrodilló frente a ella, sonriéndole comprensivo.
—Más o menos —levantó su mentón con una garra, invitándole a verle a los ojos, y Sweetie sonrió tragicómica. En tanto, el cachorro refregó sus dos hocicos contra su pata izquierda con cariño, y ella le devolvió una delicada caricia.
—¿En qué estoy pensando? —negó con la cabeza lentamente—. Mi hermana nunca mataría a una mosca.
—Es cierto, probablemente la enviaría a casa luego de explicarle por qué al agitar de sus alas le falta clase —se incorporó, ayudándola a ella a hacer lo mismo—. Mira Sweetie, no sé quién esté detrás de todo esto, pero no llegaremos a ningún lado apuntando a todo el que nos resulte sospechoso. Tenemos que superar esto juntos, ¿de acuerdo? —le dijo a la potra, quien asintió en respuesta—. Bien.
—Creo... que regresaré a casa. Tengo que disculparme con mi hermana.
—Oh cielos, dime que no la acusaste —dijo preocupado, mientras la yegua acariciaba al cachorro, ya despidiéndose.
—Por suerte, no lo hice —rió ella—. Me voy, tengo algo que hacer. Gracias Spike —Apoyó un casco en su brazo, y él le sonrió.
—Por nada, ve tranquila. Y Sweetie... —la detuvo cuando estaba por voltearse—. No te preocupes, la encontraremos. —dijo con determinación. Sweetie asintió, y le dio una sonrisa torcida.
—Eres un gran amigo, Spike —respondió con sinceridad, y Spike levantó su garra pulgar. Pero antes de que la potra partiera, el dragón la detuvo una vez más.
—Oye, Sweetie…
—¿Si?
—Mañana estaré en Canterlot por la tarde. Uh… ¿quieres que pase a recogerte a la academia? Podemos ir a pasear, si quieres —invitó, rascándose la nuca. La potra no necesitó pensarlo mucho tiempo antes de asentir, sonriéndole.
—Me encantaría.
—¡Perfecto! Uh, pasaré por allí después de las cuatro, cuando terminen tus clases.
—De acuerdo. ¡Adiós Spike, y adiós chicos! —se despidió, saliendo al exterior y cerrando la puerta tras de ella.
La unicornio no perdió tiempo, y galopó a través de las calles del pueblo de regreso a su hogar, arribando en pocos minutos. Estando en el patio trasero, se teletransportó al interior del baño del primer piso una vez más, destrabó la puerta y bajó las escaleras. Al llegar a la cocina se encontró con su madre preparando la cena, mientras que Rarity, su esposo y su padre colocaban la vajilla en la mesa. Al notarla, su hermana se volvió a ella al instante.
—Sweetie, querida. ¿Está todo bien? —se acercó a ella, preocupada por la forma en que había subido las escaleras minutos atrás.
—Si, claro. Yo solo... —más relajada, intentó pensar una excusa, y dijo lo primero que le vino a la mente—. Es que hoy comí en Canterlot Song, y... ¿Sabes? Descubrí que la comida picante no me sienta bien —dijo con una amplia sonrisa, y mientras que su hermana expuso una expresión de total desagrado, su padre y Fancy ahogaron una carcajada, a la vez que su madre suspiró con pesadumbre.
Sweetie Belle se alegraba de haber roto con la tensión establecida luego de su partida y, viendo el actuar de Rarity, se alegró al reconocer nuevamente a su hermana, a su mejor amiga. Eso no había cambiado, y sabía que nunca lo haría. Se sentía mal por haber dudado de ella.
La cena transcurrió normalmente. Sweetie Belle y Rarity habían dejado atrás aquel momento incómodo para platicar sobre el trabajo que la mayor estaba llevando a cabo en la Canterlot Boutique. Al parecer había contratado a una nueva empleada para ayudarle con los toques finales y luego para atender a los clientes. Por lo que se oía, se trataba de una yegua responsable, pero que tenía sus "momentos de infantilismo", como le gustaba decir a la mayor.
Bien entrada la noche, se habían quedado un rato más en la sala de estar para disfrutar de un delicioso té y, pasada la medianoche, todos se despidieron y se dirigieron a sus cuartos. Sweetie entró a su habitación a oscuras y se dejó caer en la cama, mirando al techo. Soltó una pequeña risa al haber considerado siquiera el hecho de que su hermana pudiera haber sido la poni enmascarada. Era ridículo, pero ella lo había considerado, desesperada por encontrar a un culpable. Por suerte había podido hablar con Spike, y despejado sus dudas y miedos gracias a ello.
Sus pensamientos se centraron en el dragón de escamas púrpuras por un instante, y no pudo evitar sonreír. Le era difícil creer cuánto le había ayudado en el último tiempo, y todas las aventuras que habían vivido juntos desde el descubrimiento de la Rosa Eterna. Incluso en situaciones tan extremas como las que habían vivido, ambos habían estado ahí el uno para el otro, apoyándose incondicionalmente sin importar las consecuencias. Y en ese preciso instante, el corazón de Sweetie se llenó de felicidad al tener la certeza de que, sin importar el que tiempo pasara, aquello nunca cambiaría.
Se cobijó mientras recordaba las situaciones por las que habían pasado juntos desde pequeños. Desde el simple atraco de un frasco de galletas en la Carrousel Boutique, el cual fue frustrado por la mismísima propietaria, pasando por el momento en que se aprovechó del dragón durmiente al maquillarlo con los cosméticos de su hermana mayor, o un simple día de campo en el que pasaban la tarde platicando sobre trivialidades. Atesoraba cada momento que había pasado hasta entonces en compañía de su mejor amigo, y le resultaba difícil pensar cómo habría sido la vida sin él.
Le fue imposible no ruborizarse cuando recordó también el momento que habían compartido el día anterior, en lo profundo del bosque, pero aún así su sonrisa no se desvaneció. Era un hecho que ella lo había disfrutado, así como estaba segura que el dragón también lo había hecho, pero era simplemente eso. Lo había leído unos meses atrás en los libros de biología de Twilight, que el beso desencadena una serie de reacciones químicas en el cerebro y el resto del cuerpo que generan cierto placer. No había nada más aparte de eso, ¿verdad?
Intentaba verlo de la forma más lógica posible; se habían besado involuntariamente, se desató una reacción química de la que ambos disfrutaron, y eso era todo. Pero entonces, ¿por qué no podía dejar de pensar en ello? ¿Por qué había sentido la necesidad de continuar, de presionar sus labios aún más contra los del dragón, de abrazarle, de no dejarle ir? Se había obligado a apartarse cuando se percató de ese deseo, porque simplemente no podía permitirse el sentirlo. Estaba hablando de Spike, después de todo. Intentaba convencerse de que no estaba bien pensar de esa forma en él, pero no podía evitarlo.
Todo lo que sucedió después había opacado la importancia de aquel momento, pero ahora que se encontraba a salvo en su hogar, aquellos pensamientos regresaban. Y sin poder evitarlo, recordó momentos como el que habían compartido en el jardín de la terraza en el castillo, aquella noche cuando se durmieron abrazados el uno junto al otro en el interior de la cueva, o cuando estuvieron jugando con el ortro en aquel terreno de Paradise Av.
Su mente no daba tregua, regresaba a los recuerdos de cada momento que había compartido junto con él, y se detenía en los que habían incluido situaciones incómodas entre ellos. Y volvió sobre aquel beso, una y otra vez. A medida que seguía dando vueltas en la cama, rememorando cada una de esas situaciones, un pensamiento la golpeó tan fuerte como si de una Pinkie Pie a toda velocidad se tratase, una idea que había estado allí durante un largo tiempo, agazapada y a la espera de la oportunidad ideal para atacar. Aquella noche, esa oportunidad se presentó, y no fue desperdiciada. Y así, Sweetie se durmió intentando llevarle la contra, pues se trataba de algo que no podía aceptar.
Al día siguiente, en la librería Knowledge Shelves, Amethyst Star se encontraba frente al espejo del baño del negocio, recordando los consejos que su hermana menor le había dado mientras se arreglaba la melena. Cada vez que se veía con Spike siempre llevaba el mismo peinado, así que empezaría por cambiar eso. Según la menor, un nuevo estilo podía darle un sabor totalmente distinto a su ponisona, y esperaba acertar con el elegido. Al principio optó por un peinado en punta, pero lo descartó rápidamente. Luego intentó con un flequillo largo que le cubría el lado derecho del rostro por completo, pero este no terminaba de convencerla. Finalmente decidió parar unos cuantos cabellos de su flequillo, llevando hacia atrás el resto de su melena. Y así, habiendo terminado con su cabello, se aplicó un delineador que Dinky le había regalado.
Al terminar le costaba reconocerse a ella misma, dado que nunca en su vida se había molestado en arreglarse de una forma diferente, ni mucho menos usar maquillaje, claro a menos que de una fiesta formal se tratase, pero ni siquiera en ocasiones como aquellas se arreglaba demasiado. Así había sido toda su vida, y a causa de ello nunca tuvo muchas amigas dado que la consideraban más como un semental que como una yegua. Aún así, aquello nunca le había molestado. Las pocas amigas que tenía eran de la clase de ponis que valía la pena tener cerca, por lo que nunca había considerado cambiar ese estilo de vida. Entonces, ¿por qué hacerlo ahora? La razón estaba en su gran deseo de enamorar al dragón, y según su hermana menor no iba a lograr cautivarlo viéndose como un semental.
"—Primer consejo: ¡arréglate! —recordó las palabras de Dinky el día anterior, mientras cocinaban.
"—Por favor, estoy bien así."
"—Bien para jugar hoofball, no para salir con alguien."
"—¡Oye!"
"—Lo siento, es la verdad."
"—De acuerdo, ¿qué sugieres que haga?"
El proceso de metamorfosis continuó. Amethyst tomó el lápiz labial color rojo carmesí, y trató de usarlo con tanta delicadeza como pudo, aunque estaba claro que no era lo suyo. Una vez terminó, se quedó mirando al espejo un largo rato. Era ella, claramente era ella, y a la vez no lo era. No iba a negarlo, aquel maquillaje de verdad la hacía ver como toda una yegua, pero era algo que nunca hubiera utilizado, o siquiera pensado en utilizar por su cuenta. Creía que era lo que necesitaba, pero en ese momento lo supo.
—Esto es ridículo —susurró con amargura, bajando la mirada.
Si iba a dar ese salto en su relación con Spike, sería tal y como ella era. No cambiaría a su yo original para gustarle a alguien más, sin importar quien fuera. Con ese pensamiento en mente, usó la toalla para quitarse el maquillaje, se lavó la cara y despeinó su melena para que quedara tal y como a ella le gustaba, y no como se suponía que le gustara a los demás.
Porque la poni que ahora se reflejaba en el espejo era la verdadera Amethyst Star. Aquella poni que había tenido más amigos sementales que yeguas durante toda su vida, aquella que gustaba de jugar al hoofball y despeinarse la melena, aquella que solía leer tardes enteras novelas que llamarían la atención de pocos equinos a lo largo de todo el reino, y aquella que gustaba de pelear a casco limpio, bailar, cantar desafinadamente en un karaoke, y probar toda clase de comida chatarra. Esa era ella, y le gustaba quien era. No cambiaría eso por nada en el mundo.
Sonrió ante su resolución para luego dar un profundo suspiro mientras tronaba su cuello, antes de salir del baño para luego atravesar la trastienda y volver a la librería. Se había tomado un descanso bastante largo para atender a los consejos de su hermana, y en el reloj ya ponían las dos de la tarde. No pasaron más de unos pocos segundos de ello cuando la puerta se abrió, y el dragón de escamas púrpuras entró en el negocio.
—Vaya, miren quien decidió venir a visitar —dijo la sonriente yegua al apoyarse en el mostrador, arqueando una ceja.
—¿Te molesta? Si es así, puedo irme —amagó a abrir la puerta.
—Cierra el hocico y pasa de una vez.
—¿Cómo va el negocio? —preguntó, mirando a su alrededor.
—Bien, pero podría ir mejor. Hoy solo vendí dos ejemplares, y de esa estúpida novela de ponis vampiro —se lamentó ella.
—¿De verdad hay gente que compra esa basura? —preguntó, riendo.
—Tristemente, si. Pero al menos me dejan dinero, así que no puedo quejarme. Oye, ¿ya almorzaste?
—Uh... nop. Vine directamente de Sweet Apple Acres. Applejack me invitó a comer, pero quería venir y comer contigo.
—Spike, eso es muy tierno —Fingió enternecerse, para luego preguntar:— ¿Y qué trajiste para comer?
—Bueno... pensaba comprar algo por aquí —dijo, y la expresión de Amethyst cambió drásticamente.
—Spike, eres un idiota.
—¡Oye!
—Las tiendas de abarrotes están cerradas ahora mismo, aunque... no las de comida rápida. En fin, aquí cerca venden un haywarma excelente. ¿Quieres probarlo? —invitó ella. Spike sonrió, negando con la cabeza.
—¿Cómo puedes vivir comiendo cosas así?
—Oye, al menos suelo probar cosas nuevas. A diferencia de cierto dragón que vive dentro del frío y aburrido círculo de la rutina.
—¿Qué? —preguntó, confuso.
—Eso, te da miedo abandonar tu triste rutina y vivir la vida como deberías. Probando nuevos platillos, nuevas experiencias. Spike, eso es la vida, ¡y te lo estás perdiendo! Siento mucha lástima por tí —se acercó a él, poniéndose en dos patas y golpeando la espalda del dragón con pena fingida.
—¿Me estás diciendo "rutinario"? —preguntó, incrédulo.
—Básicamente.
—Eso es una mentira y tú lo sabes. Hago muchas cosas, todos los días.
—Oh, ¿en serio? —Bajó para caminar de regreso al mostrador, sobre el cual se apoyó—. ¿Qué hiciste el día de hoy?
—Trabajé en Sweet Apple Acres, y vine aquí.
—¿Y qué pensabas hacer al regresar a casa? —preguntó ella, desafiante.
Spike estuvo a punto de responder "limpiar, luego leer y preparar la cena", pero al hacerlo le estaría dando la razón. Se negó a ello, pero su silencio de escasos segundos tampoco le ayudó cuando vio la insoportablemente satisfecha sonrisa de su amiga.
—Bien, me gusta la rutina. No me gusta salir mucho de ella, pero eso es normal cuando de niño has corrido tantos peligros en compañía de tus amigas —se excusó él.
—Pobre Spike, pobre pequeño Spike —negó con la cabeza—. ¿Sabes? Salir de la rutina no es fácil, pero creo que puedo ayudarte a hacerlo —le sonrió comprensiva.
—¿En serio? —dijo sarcástico—. ¿Cómo?
—Para empezar, me acompañarás a comer el mejor haywarma de tu vida. Luego iremos a un bar y lo bajaremos con dos sidras de manzana de al menos diez años de añejamiento. Y después iremos a Fillydelphia para hacer salto bungee, y antes de que termine el día...
—Te acompañaré a comer haywarma y eso es todo, tengo cosas que hacer más tarde —interrumpió él.
—De acuerdo, lo tomaré —Sonriente, levitó rápidamente un cartel del mostrador en donde ponía "salí a comer" y lo colocó en la puerta, para luego cerrarla del lado de afuera con el dragón siguiendo sus pasos—. ¡Pero tú pagarás!
Y en ese momento, Sweetie Belle se encontraba almorzando con Rumble en el Canterlot Song, ambos aprovechando su pequeño descanso de la academia y el trabajo para platicar y ponerse al día, y el pegaso notó que la unicornio estaba bastante distraída. Pero cuando le preguntó al respecto, la misma respondió esquiva, alegando aquello al cansancio y cambiando de tema al instante. Rumble no creía que fuese solo eso, pero no iba a forzarla a contárselo.
—Claro que sí, hemos estado tratando de poner el local en orden, pero hay muchas cosas que debemos reparar. La electricidad, entre ellas —continuó Rumble, y Sweetie sonrió.
—¿Qué pasa con la electricidad? —preguntó, curiosa.
—¿Qué pasa? Que la caja de fusibles podría entrar en cortocircuito en cualquier momento. Y eso sin mencionar que el cableado se cae a pedazos.
—¿En qué estaban pensando cuando compraron ese lugar?
—De hecho, lo único bueno es que lo conseguimos gratis. Si hubiéramos pagado por él... bueno, los tres habríamos intentado colgarnos de una de las vigas del techo... y la viga se habría roto... y el restaurante se hubiera venido abajo sobre nosotros —bromeó él, y Sweetie rió.
—Vamos, no está tan mal.
—Lo está, ese es el problema. Pero ya basta de eso. ¿Tú cómo llevas la academia? —preguntó animadamente, pero la sonrisa de la potra se desvaneció al tiempo que desviaba la mirada—. Oh no, esa no es una buena señal. ¿Qué pasó?
—No es nada. Bueno, es solo que... —quería contarle, pero ella misma tenía dudas con respecto a lo que sentía—. No lo sé, cuando entré hace unas semanas creí que iba a cumplir el sueño de mi vida. Que estaba preparándome para ser una cantante profesional, que mejorar mi talento especial lo sería todo.
—¿Y ahora? —preguntó Rumble, expectante.
—Tengo que aguantar. Todo lo que hemos visto hasta ahora es historia de la música, y solo una pequeña parte corresponde al canto. Me gusta estudiar ahí, tengo muy buenas notas, pero no estoy aprendiendo nada que me sea útil de verdad para lo que quiero hacer. Es... aburrido, y monótono.
—Vamos, tienes que pensar que esto es solo el principio. A medida que pasen los años, te especializarás y obtendrás el título de cantante profesional. ¿Acaso no lo vale? —Intentó animarla Rumble, pero aquellos pensamientos no se desvanecían.
—Si, supongo que tienes razón —dijo finalmente, cuando Scarlet Autumn se presentó ante ellos nuevamente.
—Heno frito y un refresco para el chico de la banda, y un sandwich de margaritas para la futura cantante. ¡Que lo disfruten! —Les guiñó un ojo, dejando los platillos en frente de cada uno, solo entonces notando la expresión en el rostro de Sweetie—. ¿Por qué la cara larga?
—No es nada, no te preocupes Scarlet.
—¿Este desvergonzado te dijo algo malo? —le miró con mala cara.
—¡Oye! —reclamó Rumble.
—¡No! No, para nada. Yo solo... no lo sé, supongo que tengo un mal día. Eso es todo —le dijo ella, intentando restarle importancia al asunto, pero la yegua de melena pelirroja no dudó en sentarse junto a ella, y le dedicó una mirada tan dulce como la miel que se servía en aquel bar.
—Oye, si algo me ha enseñado la vida es que, cuando estás triste, no hay nada mejor que estar con tus amigos. Y claro, un buen sándwich de margaritas —señaló el plato frente a ella, robándole una sonrisa—. Eso es, ¡anímate preciosa! —la tomó por los hombros y la agitó con delicadeza, solo entonces notando que un semental alto tras la barra le dedicaba una mirada interrogante, arqueando una ceja. Ante ello, Scarlet se mordió el labio inferior—. Mejor sigo trabajando, o me meteré en problemas —musitó al incorporarse.
—Si, gracias Scarlet —le dijo Sweetie, antes de que la yegua partiera rumbo a la barra.
—¿Segura que estás bien? —preguntó ahora el semental, preocupado.
—Supongo que solo necesito tiempo para pensar algunas cosas, es todo —le sonrió, dando un gran mordisco a su sándwich. Solo necesitaba relajarse, dejar de pensar en aquello, y todo estaría bien.
Y en ese instante, a unas cuantas calles de allí, Spike y Amethyst almorzaban en Long Road, una pequeña tienda ubicada entre una zapatería y una lavandería. La misma pasaba desapercibida y, al entrar, Spike se encontró con un fuerte hedor a grasa quemada que llenaba el ambiente, uno que no estaba seguro de poder soportar durante demasiado tiempo dado su olfato sensible.
Estuvieron esperando casi diez minutos sentados a una de las escasas mesas, la cual se mantenía erguida gracias al uso de mucha cinta adhesiva, y a dos libros que servían de apoyo a una de las patas. El dragón se sorprendió de que su silla hubiera resistido hasta ese momento.
—¿Y bien? ¿Qué me dices, Sr. Rutina? —preguntó Amethyst, divertida, señalando el lugar.
—Está bien, pero... —miró detrás de ella al semental unicornio de manto verde claro que preparaba el haywarma. El mismo carraspeó con fuerza, antes de escupir a un cesto cerca de la puerta que daba a la trastienda—. El cocinero no me da mucha confianza.
—Vamos, lo conozco hace meses. Reel tendrá métodos... dudosos, quizá poco higiénicos, o incluso ilegales, pero sin duda sabe como preparar un buen haywarma —declaró sonriente.
—Gracias, eso me da mucha más confianza —respondió con una sonrisa torcida en el momento en que el cocinero se acercó levitando los dos platos frente a ellos.
Básicamente, el haywarma consistía en un montón de heno cocido con varios condimentos, todo envuelto en una especie de masa apenas tocada por el fuego. Sonaba algo bastante corriente, pero esperaba que supiera mejor de lo que se veía.
—Aquí tienen. ¿Salsa de pepinillos? —preguntó Reel, con voz gruesa.
—Uh... si, seguro —aceptó el dragón.
El unicornio levitó parte del contenido del bolsillo de su delantal y lo dejó en el plato de Spike, quien sintió deseos de abandonar la mesa en aquel mismo instante, pero estaba dispuesto a probarle a Amethyst que podía ser tan impulsivo como ella.
—Que les aproveche —dijo el unicornio, antes de regresar a la cocina.
—Vaya, no creí que fueras tan valiente. Ni siquiera yo sé desde hace cuanto guardará esa salsa ahí —comentó Amethyst, divertida.
—Quiero pensar que he comido cosas peores —dijo mientras tomaba el haywarma y lo untaba en la salsa, acercándolo a sus fauces—. Creo...
—De acuerdo. Es tu funeral, después de todo, pero respeto la valentía —dijo ella, pero el dragón se quedó allí, con el bocado en las garras, sin atreverse a que el mismo tocara el resto de su cuerpo—. ¿Qué sucede Spike? ¿No tienes hambre? Te diré qué: veinte bits a que no le das al menos dos mordiscos.
—¿Estás loca? No voy a arriesgar la integridad de mi cuerpo por veinte bits.
—De acuerdo, cincuenta, cincuenta bits a que no te lo comes todo —retrucó ella.
—Trato —dijo, para dar dos pequeños mordiscos, y luego comer el resto de una sola vez. Al terminar, Spike le sonrió divertido, disfrutando la victoria, y Amethyst quedó con la boca abierta.
—Bastardo, me engañaste por completo. De acuerdo, acepto la derrota —dijo ella, levitando sobre la mesa una pequeña bolsa de bits que el dragón tomó rápidamente entre sus garras, y la unicornio sonrió—. De una forma u otra, alguien tendrá que pagar por la comida. ¿Y bien? ¿Qué te pareció? —preguntó ella, curiosa.
—No sabe tan mal como uno esperaría... y aún no me he quedado ciego, así que está bien. ¿Quieres un poco? —ofreció el resto de la salsa que quedaba en su plato.
—No estoy loca. ¿Qué te dije, eh? Y esto es solo el principio. Spike, tú y yo llegaremos muy lejos.
—¿Qué tan lejos? —preguntó el dragón, preocupado.
—Mañana, salimos a esta hora más o menos a Fillydelphia, ¡y hacemos salto bungee en el puente Hoofklin sobre el río Delamare! —propuso emocionada, pero Spike tenía sus dudas al respecto.
—¿Conoces a alguien de verdad nos de un casco con eso?
—Nah, pero no creo que sea tan difícil. Solo tendremos que conseguir el equipo para eso y...
—Paso. Lo siento, ese es un tren al que no voy a subir —negó él, sonriente. Su amiga se cruzó de brazos frente a él, desilusionada.
—Pero de verdad quiero hacer salto bungee. ¡Siempre quise intentarlo!
—¿Por qué no algo menos... extremo? No es necesario que arriesguemos nuestras vidas para salir de la rutina, ¿verdad?
—¿Es una gallinita lo que oigo? —Arqueó una ceja.
—No, es alguien que quiere conservar su vida.
—Gallina —se burló, comenzando a cacarear.
—De acuerdo, soy una gallina. Vamos, ¿algo más que quieras hacer que no implique peligro de muerte? —aventuró él. Amethyst sabía exactamente qué era lo otro que también deseaba hacer con él.
—Si, hay algo. Tu y yo, al Electric Unicorn, este sábado. ¿Qué me dices?
—¿Una discoteca? De acuerdo, suena bien para mí —aceptó él.
—¿Y luego el salto bungee?
—No, nada de salto bungee.
—Aw… —se dejó caer sobre la mesa, provocando una pequeña risa por parte del dragón.
En ese instante, dentro de la habitación de la princesa de la armonía en la biblioteca Golden Oak, Twilight se encontraba en compañía de Celestia, dado que la noche anterior habían acordado reunirse para platicar los detalles de la misión que deberían cumplir en breve al infiltrarse en los archivos de la editorial. La deidad del sol observaba con curiosidad la pizarra sobre la cual su antigua pupila escribía, tachando, borrando, y volviendo a escribir cada cierto tiempo. Había reformulado su plan una docena de veces en los últimos diez minutos, pero la alicornio blanca sabía que la menor necesitaba de cierto tiempo para considerar todas las variables. Así era como ella funcionaba.
—De acuerdo, si. Si, lo tengo —caminaba de un lado a otro, deteniéndose y anotando todo lo que hasta entonces había considerado en la pizarra—. Listo, el primer paso será ir a Manehattan esta misma noche. Allí buscaremos un punto alejado en donde podamos pasar desapercibidas, pero desde el cual podamos vigilar la actividad en el edificio hasta que el último empleado salga, y la seguridad se establezca fuera del complejo. El edificio Foalworth parece una buena opción, y está a una distancia adecuada de quinientos metros —puso una foto del edificio en la pizarra, y continuó—. El segundo paso será más difícil; esperaremos una oportunidad para volar hasta el tejado sin ser detectadas, aprovechando el resto de los rascacielos para pasar fuera del rango visual de los guardias, y entraremos por los ductos de ventilación en la azotea. En el interior no debería haber demasiada actividad para entonces, por lo que podremos pasar desapercibidas si nos movemos con cautela —se alejó para tomar del escritorio un gran plano que colocó en la pizarra, junto al resto de las anotaciones—. A primera hora de la mañana envié una carta a un viejo conocido, y a las pocas horas ya tenía su respuesta. Así es, son los planos del edificio. El mismísimo arquitecto, Jim Beam, me envió esta copia cuando le dije que necesitaba hacer un trabajo con suma urgencia. Con esto podremos saber para que se usaron cada uno de los pisos —dijo la alicornio lavanda, orgullosa.
—¿Y te los dio tan fácilmente? —preguntó Celestia, sorprendida.
—Nadie sospecharía que una princesa pudiera hacer algo malo con ellos. Además de que nos debía una a mi y a las chicas —dijo ella, sonriente—. Según estos planos, el archivo se encuentra en el segundo subsuelo, en la última puerta al final de un largo pasillo. Podremos acercarnos hasta ahí por la ventilación sin demasiados problemas —marcó tanto el camino por el cual irían normalmente, como el camino de emergencia—. Entonces, una vez adentro, tomamos la información que necesitamos y salimos de allí antes de que nadie lo note. Si todo sale bien estaremos de regreso en Ponyville antes del amanecer. Si algo sale mal... —se detuvo al considerarlo, y negó con vehemencia—. No, por supuesto que nada saldrá mal, lo haremos perfecto. —sonrió una vez más, pero la expresión de la deidad no había cambiado.
—Disculpa la pregunta, Twilight, ¿pero estás segura de que has pensado en todo? —preguntó con cierta duda, lo cual provocó que todos los engranajes en la cabeza de su antigua estudiante colapsaran entre sí.
—¿Qué?
—¿Cómo sabes que la seguridad en el interior será lo suficientemente débil como para que podamos pasar sin ser detectadas? ¿O que podremos atravesar el sistema de ventilación y conseguir salir a un lugar despejado? ¿O que encontraremos la información que necesitamos antes de que los guardias noten que algo anda mal? —preguntó la princesa del sol, aproximándose a la pizarra y analizándola con seriedad. La alicornio lavanda bajó la mirada por un breve momento.
—Sé que deberíamos haber planeado esto con semanas de anticipación, pero tenemos que encontrar a la poni enmascarada lo más pronto posible, antes de que sea demasiado tarde, antes de que haga daño a Spike y a Sweetie Belle —dijo ella, y los ojos de ambas se encontraron en un momento de absoluto silencio, cuando la princesa de la armonía continuó—. Si descubrimos que implicación tiene la Rosa Eterna en su ataque, estoy segura de que encontraremos a la poni enmascarada, y podremos detenerla antes de que lastime a alguien más.
—Entonces tendremos que apresurarnos —aceptó Celestia, acercándose a la ventana y contemplando el paisaje en el exterior—. Entraremos esta noche, y conseguiremos esa información. No permitiremos que nadie lastime a nuestros amigos —concluyó, y Twilight asintió con determinación.
Una vez se separó de Amethyst, quien debía regresar a la librería, Spike descansó por unos minutos en una banca del parque antes de emprender viaje con destino a la academia Little Nightingale. Llegó en el momento en que todos los estudiantes comenzaban a salir disponiéndose a regresar a sus hogares, y el dragón no tardó en encontrar a la potra que buscaba. La vio cerca de la entrada platicando con una poni terrestre de pelaje rosa y melena turquesa, y estaba dispuesto a guardar distancia hasta que terminaran, pero entonces Sweetie Belle reparó en él y lo invitó a acercarse.
—¡Spike! ¿Por qué no venías? —le preguntó cuando se unió a ellas.
—No quería molestarlas, lo siento.
—Así que este es el tal Spike —dijo Aquamarine, examinándolo de pies a cabeza, y Spike se apenó al saber que Sweetie le había hablado a su amiga de él.
—Si, si. Aquamarine, él es Spike. Spike, ella es Aquamarine —los presentó, y ambos levantaron casco y garra en señal de saludo.
—Hola, ¡mucho gusto! —dijo Spike.
—Lo mismo digo —respondió la yegua, sonriente—. Oye Sweetie, iré a visitar a Strike antes de que salga del trabajo. Te veré mañana, ¿de acuerdo?
—Seguro, nos vemos mañana —la despidió, y la potra de manto rosa no perdió tiempo en bajar las escaleras—. ¡Envíale mis saludos! —le dijo cuando se alejaba, y su amiga volteó para asentir con una sonrisa. Los dos amigos observaron a la yegua marcharse, luego de lo cual la unicornio se volteó hacia el dragón—. Entonces, ¿a dónde iremos? —preguntó Sweetie, arqueando una ceja.
Una vez listos ambos partieron con destino al parque central, y dado que hacía un lindo día, ninguno de los dos se molestó en sugerir tomar un taxi. En tanto, platicaban animadamente sobre trivialidades, como el hecho de que Spike había encontrado un árbol de naranjas creciendo a la mitad de Sweet Apple Acres, o Sweetie Belle, que había pasado la mitad de la mañana platicando en el patio con Aquamarine, pues su profesora de Plano Complementario se había ausentado por enfermedad.
Finalmente llegaron al parque, y encontraron un espacio cerca de la fuente para sentarse y disfrutar de aquella preciosa tarde de martes. El cielo estaba completamente despejado, y el sol lucía brillante y hermoso, como cada vez que Celestia estaba de buen humor, según los ponis mayores.
—Necesitaba esto —dijo el dragón sonriente, estirándose.
—El día está precioso —comentó Sweetie, admirando la belleza del parque, para luego mirar a Spike—. Es una pena que no hayas traído a Tod y Toby para que nos acompañaran.
—Lo siento, no lo pensé.
—Está bien —respondió, devolviendo su mirada al parque, donde decenas de ponis se reunían a pasar la tarde. Fue entonces que vio pasar a una unicornio de manto blanco a lo lejos, y una idea tomó espacio en su mente—. Spike, lo has pensado. ¿No es así?
—¿El qué? —Se irguió ligeramente.
—La unicornio... podría atacarnos en cualquier momento. Podría ser cualquier poni unicornio en este parque, y no lo sabríamos.
—Yo puedo rastrear su olor, ya te lo he dicho. Si está cerca, la encontraré.
—¿Y qué tal si no está cerca? ¿Qué tal si nos ve y ataca a distancia? Incluso aquí mismo. Nos tomaría desprevenidos de cualquier forma.
—Para hacerlo, debería caminar entre el público. Aquí hay guardias reales a la vuelta de cada esquina, y no creo que quiera arriesgarse a ser capturada —dijo el dragón, cruzándose de brazos con seriedad—. De una forma u otra, no hay nada que podamos hacer más allá de estar atentos, y alertar a Twilight si vemos algo sospechoso. Odio decirlo, pero no tenemos el poder para detenerla si llega a atacarnos —dijo, y Sweetie vio a su compañero cerrar las garras con fuerza y la mirada clavada en el piso. Realmente se sentía frustrado a causa de ello, y la potra intentó decirle algo que lo animara.
—No te preocupes Spike, quizá aún tengamos oportunidad si debemos enfrentarla. Si tu usas tu... habilidad, quizá podamos...
—No —cortó secamente, cerrando los ojos con fuerza.
Sabía a qué se refería Sweetie, pero aparte de no considerar aquello como una "habilidad", ya no era capaz de usarlo, pero Sweetie no sabía nada de eso. Al levantar la vista se encontró con la mirada preocupada de su amiga, y negó con la cabeza.
—No... eso no es una habilidad, Sweetie. Es una maldición —dijo con pesar, y la unicornio dirigió la mirada a los potrillos que jugaban a lo lejos.
—Depende del punto de vista —comentó a nadie en particular, y Spike se volteó hacia ella con curiosidad—. Si no hubiera sido por esa "maldición", nunca hubiéramos vencido a esa unicornio. Ni tampoco habríamos logrado escapar de los timberwolves durante aquella noche.
—Mi punto es que ya no podemos depender de eso, si alguna vez volviéramos a encontrarnos con alguien que quiera lastimarnos. Lo mejor será dejar que Twilight se ocupe si algo llegase a pasar.
—¿Tuviste miedo, Spike? —preguntó, sin cambiar su expresión—. Cuando peleamos contra ella, ¿tuviste miedo?
—Si —no necesitó pensarlo mucho tiempo—. No solo por mí, sino también por ustedes. Si algo les hubiera sucedido en ese momento, yo… nunca me lo habría perdonado.
—Spike... —quiso decir algo que pudiese animarle, pero no quería arriesgarse a irritarle de nuevo—. No, olvídalo. —dijo ella, bajando la mirada.
—De acuerdo, eso es todo —Spike se incorporó, y se paró frente a Sweetie—. Vamos, se supone que saldríamos a divertirnos. Y lo que necesitamos ahora es olvidarnos de todo ese asunto. ¿Qué dices? —preguntó el dragón. Se percató de que su amiga también quería hacerlo, pero necesitaba un empujón para lograrlo.
—¿Qué tal si dejamos la diversión para otro día? —preguntó ella, entrecerrando los ojos.
—Claro que no, de eso ni hablar —sin darle tiempo a reaccionar levantó su cuerpo sin mucha dificultad, cargándola a su espalda.
—¡Oye! —reclamó ella, riendo después—. ¿Y a donde se supone que vamos?
—¿Qué te parece... a los bolos? —aventuró él.
—Siempre fui mala en eso.
—Yo también, pero no vamos a competir —dijo alegre, y Sweetie no pudo hacer más que sonreír.
—Eres un tonto.
—¿Sabes? Me lo dicen bastante seguido —respondió él, y Sweetie aprovechó para sostener en su casco el colgante que Spike llevaba en su cuello, con la forma de una manzana.
—¿Y esto? —preguntó, curiosa.
—Es el que Apple Bloom me regaló.
—Es muy bonito. —dijo ella, y sonrió traviesamente—. Y dime, ¿por qué llevas el colgante de Apple Bloom, pero no el sombrero de AJ ni el arnés de Big Mac?
—¿Quizá porque no es práctico llevar un arnés a donde quiera que vayas siendo un dragón? Y me gusta como me queda este collar, en particular.
—Bien, ¿y qué hay del sombrero?
—No hay tanto sol para traerlo —respondió, notando entonces el tono de su amiga, y luego volteando a verla—. Sweetie, conozco esa mirada. ¿En qué estás pensando?
—Oh, nada en especial.
—Bien, me alegra oírlo.
—Aunque...
—Lo sabía.
—Nunca lo había pensado, pero Apple Bloom y tú hacen una bonita pareja —sugirió ella, y el dragón ahogó una carcajada.
—Claro que no.
—Claro que sí. Se llevan bien, ríen mucho cuando están juntos, son buenos compañeros de trabajo y buenos amigos. ¿Por qué no?
—Porque justamente somos eso, amigos. No hay nada más.
—Pero podría haberlo —sugirió ella, guiñandole un ojo—. Tú sólo di la palabra, y yo me encargo del resto.
—Aunque aprecio tus servicios como casamentera, Apple Bloom y yo no somos... compatibles.
—Pero se llevan muy bien juntos —reclamó ella.
—Llevarse bien no es suficiente para llevar una relación a ese nivel, Sweetie —le dijo el dragón, aunque suponía que era algo que ya debía saber—. AB es una potra genial, pero no es mi tipo. No puedo verla de otra forma que no sea como una amiga.
—De acuerdo, ¿y cuál sí sería tu tipo?
—Uh, no lo sé...
—Vamos, si lo sabes —insistió ella—. Anda, dime.
—Big Mac me dijo una vez que... cuando Fluttershy se presentó por primera vez en Sweet Apple Acres, poco después de establecerse en Ponyville, él apenas había reparado en ella, dado que no es alguien que sobresalga mucho en particular. Al principio fueron pocas las veces que estuvieron juntos, y las veces que lo estuvieron no hubo mucha conversación, aunque creo que ya te lo imaginabas.
—Claro —lo escuchó atenta.
—Pero cuando ella se unió a The Ponytones, la banda de la que Mac era parte en ese entonces, por primera vez ellos empezaron a platicar. Al principio era apenas un intercambio de palabras mínimo, dada la timidez de ambos, pero luego sus conversaciones comenzaron a extenderse al punto en que podían llegar a durar todo el día. Mac me dijo que cuando empezó a conocerla, a conocer la poni que realmente era, fue cuando se enamoró de ella.
—Ajá, ¿y tu punto es...? —preguntó ella, impaciente.
—El punto es que no tengo un tipo, Sweetie. Solo sé que quiero conocer a alguien de la misma forma que lo hizo Big Mac, conocer al verdadero alguien de ese alguien, y saber que... es con quien quiero pasar el resto de mi vida.
—Spike, eso... eso es muy tierno —sonrió, antes de preguntar una vez más—. ¿Y qué me dices de Scoot?
—¿Escuchaste una sola palabra de lo que dije?
—Claro que lo hice, es solo que me gustaría que intentaras salir con alguien. Yo saldré con Rumble este sábado, y no me gustaría que te sintieras solo.
—Despreocúpate Sweetie, estoy bien. Estoy en mi mejor momento, y... esas cosas llegan a su debido tiempo. No tengo por qué apresurarlo.
—Ugh... bien —se resignó—. Es solo que me gustaría que mi dragón tuviera a su alguien especial.
—Y algún día lo tendrá —respondió con seguridad.
—¿Puedo ayudar?
—No.
—Vamos, ¡te aseguro que seré la mejor casamentera!
—Te lo agradezco.
—¿Conoces a mi amiga Lemon Heart?
—Sip.
—¿Quieres que...?
—Nop.
Y así, mientras paseaban juntos entre la multitud, la potra ni siquiera reparó en el hecho de que ya se encontraban en Cymbal St., justo frente al antiguo restaurante que, por fuera, parecía abandonado. Pero el dragón si reparó en él, así como también reparó en un potro cuyo aspecto recordaba, el cual se encontraba trabajando en el interior del restaurante, cargando una pesada mesa en posición vertical sobre su lomo. Pocos ponis hubieran sido capaces de verlo a través de la capa de suciedad que cubría los cristales de las ventanas, pero la aguda vista de Spike se lo permitía sin mayor dificultad.
—Espera, ¿ese no es...? —dejó la pregunta en el aire, y Sweetie se dio cuenta de en donde se encontraba.
—¡Es Rumble! Este es el lugar del que te había contado —señaló ella con alegría—. ¿Quieres que entremos?
—¿No crees que esté ocupado? —preguntó, viéndole colocar la mesa en uno de los rincones.
—Nah, no creo que tenga problema. ¡Vamos! —se bajó de la espalda de su amigo y abrió la puerta, seguida por él—. ¡Buenas tardes!
—¡Sweetie! ¿Qué hay...? —reconoció la figura tras la yegua—. ¿Spike?
—El mismo —le sonrió, y el semental se acercó al instante.
—¡Spike, viejo! —se paró sobre sus cascos traseros y le abrazó con fuerza, golpeando su espalda—. Han pasado años desde la última vez que te vi. ¿Qué has estado haciendo?
—Cosechando manzanas —comentó, provocando la risa del semental—. No, en serio. Ahora trabajo en Sweet Apple Acres.
—Oh, lo siento. Vaya, eso es genial amigo.
—Sweetie me contó que estás en la Wonderbolts Academy, y que también estás en una banda. Felicitaciones.
—Gracias. El trabajo es genial, pero a veces tienes que aguantar a gente bastante... insoportable —aceptó al final—. Por el lado de la banda, lo llevamos bastante bien. Incluso conseguimos este lugar para ensayar.
—Si, veo que es... —miró a su alrededor, solo encontrando una construcción que podría venirse abajo a la más mínima brisa—. Bastante pintoresco —sonrió incómodo.
—Solo falta arreglar algunas cosas —añadió Sweetie. Realmente eran más cosas de las que podía contar, pero nunca se lo diría—. Está mejor que la última vez, de hecho.
—No hace falta, chicos. Este lugar se cae a pedazos, lo sabemos, pero lo levantaremos. De alguna forma...
—¿Averiguaron los costos? —preguntó Spike, examinando con más detalle.
—Chip se ocupó de eso ayer, y luego de corroborarlo en las tiendas cercanas... nos dio un presupuesto —Tomó una factura del escritorio y la dejó en sus garras. Sweetie se arrimó para poder verla también, y ambos se sorprendieron al ver el monto final.
—¡¿50.000 bits?! —exclamaron al unísono.
—Estás bromeando, ¿cierto? —preguntó Spike, escéptico.
—Eso quisiera, pero no. Los materiales nos costarían algo de 26.000 bits, pero tenemos que pagarle a alguien para que lo haga, ya que ninguno de nosotros tiene la más mínima idea sobre albañilería. Nos alcanza para los materiales, pero no para lo demás.
—Cielos, ¿y Shady no le preguntó a su padre? Quizá él pueda pagarlo —aventuró Sweetie.
—Lo dudo. Su padre le quiere, pero considera que es un vago que solo sabe vivir de él. Es tal y como suena. Tendremos que esperar a juntar el dinero que necesitamos para hacer todo… —dijo, y uno de los estantes atornillados a la pared se vino abajo, en el momento justo—. Y francamente no sé cuánto tiempo más pueda estar de pie en este lugar —Se pasó un casco por su crin polvorienta. Spike lo meditó durante unos cuantos segundos, y entonces sonrió.
—Bueno, entonces es una suerte que haya venido.
—¿Cómo dices? —preguntó, extrañado.
El dragón caminó unos cuantos pasos examinando el lugar con detenimiento mientras apoyaba una garra en su mentón.
—Necesitaré de la ayuda de Apple Bloom, pero creo que podemos hacerlo.
—Espera, ¿estás diciendo lo que creo? —preguntó Sweetie.
—Si, nos ocuparemos de poner en orden este lugar —sonrió él, sonrisa que Rumble solo compartió por escasos segundos.
—Spike, te lo agradezco, pero... no tenemos con qué pagarles ahora mismo.
—Descuida, pueden comenzar a pagarnos cuando tengan el dinero.
—¿Es en serio? —preguntó, incrédulo.
—Por supuesto que sí. Se trata de ayudar a un amigo, después de todo.
—Cielos... Spike, de verdad no tengo palabras para... —Iba a agradecerle, cuando el suelo se hundió bajo uno de sus cascos. Había olvidado que en aquel punto la madera era más débil—. ¡Rayos! —retiró su casco, exasperado.
—Si, y creo que tampoco las tendrás alguna vez si no comenzamos a ocuparnos de las termitas, en primer lugar. ¿Quieres mostrarme?
—Seguro. Ven, por aquí —lo invitó a seguirle.
Rumble guió a Spike a través del establecimiento para enseñarle las reparaciones que necesitaba, y el dragón fue tomando nota mental de todas y cada una. Cada tanto el semental rememoraba algún recuerdo de su infancia, lo cual los llevaba a ponerse nostálgicos y recordar los buenos viejos tiempos en compañía de Sweetie Belle.
Una vez habían terminado de listar las reparaciones que deberían llevar a cabo el dragón y su compañera de trabajo, se tomaron la libertad de sentarse a la barra y compartir juntos una de las viejas sidras de manzana que se habían dejado los dueños anteriores. Afuera, la luz del atardecer brillaba sobre Cymbal St., y para cuando se dieron cuenta, el día prácticamente había terminado.
—Cielos, miren la hora —señaló Rumble, apuntando al reloj de pared deteriorado, mientras se incorporaba y se dirigía junto con Sweetie al perchero donde estaban sus cosas. Ya eran más de las siete de la tarde.
—El tiempo vuela cuando estás con amigos, ¿eh? —preguntó Spike, levantando su botella.
—Seguro que sí. Entonces, lo de las reparaciones... —comentaba, cargándose el morral al lomo.
—Lo hablaré con Apple Bloom y luego con Applejack, dado que tendríamos que cambiar los horarios de trabajo. Una vez lleguemos a un arreglo, pasaré por tu casa a avisarte. De una forma u otra, traerán los materiales la semana que viene. ¿Verdad? —preguntó mientras los tres se dirigían a la puerta.
—Si, así es. Gracias Spike. De verdad, nos has salvado la vida… y eso no es ninguna exageración —rió al extender su casco, y el dragón lo estrechó con gran confianza.
—Eh, no hay problema. Solo... procura que nada les caiga en la cabeza a ti o a los demás mientras estén aquí.
—No te preocupes. Oye, tendríamos que salir todos juntos algún día —sugirió él, y tanto el dragón como la unicornio parecieron estar de acuerdo con la idea.
—¿De casualidad les gusta el haywarma? —aventuró el dragón.
—Uh... nunca lo he probado —dijo Rumble.
—¿Qué es? —preguntó la potra, extrañada.
—Es un platillo bastante interesante, y es una suerte que conozca un lugar —sonrió Spike—. Más adelante lo arreglaremos, ¿les parece?
—Cuando quieras, amigo —aceptó Rumble, y Sweetie asintió.
—Gracias por todo, Rumble —añadió Sweetie.
—Por favor, gracias a ustedes por venir. Espero que pasen más seguido por aquí —le sonrió el semental.
—¿Lo del sábado sigue en pie?
—Por supuesto —confirmó él—. De verdad, no puedo esperar.
—Yo tampoco.
Le sonrió ella, y un silencio se formó entre ambos mientras se mantenían la mirada, y el dragón los observó con curiosidad mientras abría la puerta del local. Sonrió divertido cuando su amiga tropezó ligeramente al voltearse. Ambos salieron al exterior en compañía del dragón, y el semental se dispuso a tomar un camino diferente a los dos amigos, pues él debía regresar al centro de Canterlot, mientras que Spike y Sweetie Belle debían regresar a la estación de trenes.
—¡Hasta luego! —se despidieron el dragón y la poni.
—¡Los veo al rato! —respondió el semental, extendiendo sus alas y tomando vuelo con destino a su hogar.
Una vez se voltearon y comenzaron a caminar la potra soltó un pequeño suspiro, casi imperceptible. Pero al voltear hacia su amigo se encontró con la mirada jocosa del dragón, quien arqueaba una ceja inquisitivamente. Sweetie tragó saliva, avergonzada, y se dispuso a adelantarse un poco para no tener que enfrentar esa mirada. Spike negó con la cabeza ante la escena, para luego decidir no molestarla al respecto, y caminar detrás de ella.
—El día pasó algo rápido, ¿no crees? —aventuró Sweetie, aún nerviosa.
—Quizá... o quizá solo estuviste perdida en los ojos de Rumble durante demasiado tiempo —Fue incapaz de cumplir con el pensamiento que hasta hacía segundos había mantenido cuando fastidiarla era tan sencillo.
—Oh, cállate.
—Vamos, no tienes de que avergonzarte. Vergüenza sería si Rumble nos estuviera escuchando... rayos, Rumble. ¿Qué haces aquí? —preguntó el dragón con sorpresa y Sweetie se volteó al instante, encontrando que no había nadie allí aparte de ellos. El dragón siguió caminando, soltando una pequeña y satisfecha risa.
—¡Voy a vengarme por eso, Spike! —amenazó ella, exasperada.
—Inténtalo, estaré esperando. Entonces, ¿aún quieres ir a los bolos? —volteó a sus espaldas, expectante, mientras la potra le seguía.
—¿No es demasiado tarde?
—Para nada, el local cierra después de las nueve treinta —Admiró al sol pronto a ocultarse en el horizonte, mientras esperaba la respuesta de Sweetie—. Aún tenemos algo de tiempo. ¿Qué dices?
—¡Chuza! —exclamó al saltar sobre su espalda con fuerza, haciéndole trastabillar, y el dragón cayó al suelo de cara, con la potra sobre su espalda.
—Auch —dijo con voz ahogada contra el piso.
—Eso digo, y también te dije que me vengaría —le sonrió ella.
Para cuando el sol se había ocultado por completo, dos figuras de diferente altura se encontraban sobrevolando el cielo nocturno de la ciudad de Manehattan. Ambas se movilizaron entre los rascacielos de la ajetreada ciudad para luego descender al tejado del edificio Foalworth, aterrizando con delicadeza y buscando un lugar resguardado. Dejaron sus alforjas en el piso y rápidamente ubicaron su objetivo.
La figura de manto lavanda tomó los binoculares de sus alforjas, e investigó el perímetro. Tal y como había imaginado, los empleados restantes salían de allí con rumbo a sus hogares, y pronto no quedarían más que los guardias. La entrada del edificio estaba bastante apartada de la calle, por lo que deberían ser rápidas a la hora de acercarse, y deberían hacerlo valiéndose de los edificios de alrededor para mantenerse fuera de la vista y lograrlo.
—Tendremos que esperar un poco. De momento, podemos ir preparándonos —dijo Twilight a Celestia, sacando su equipo.
Dado que ambas eran hechiceras extremadamente habilidosas, gracias a su cuerno no necesitarían de mucho más allá de los trajes que la menor había llevado. Pero mientras que Twilight se había puesto su traje negro ajustado en escasos segundos, Celestia se quedó mirando el suyo en sus cascos, pensativa.
—Perfecto, estoy lista —dijo alegre, reparando en la expresión de su compañera alicornio—. Oh cielos, no va a quedarle uno de ese tamaño. No se preocupe princesa, yo me ocupo —Iba a acercarse, pero Celestia la detuvo.
—Mi querida Twilight… en primer lugar, ambas pertenecemos a la realeza. Deberías haber dejado de llamarme con ese título hace años —le sonrió ella.
—Lo… lo siento, es solo que… no puedo acostumbrarme, Celestia. Incluso decirlo ahora se siente extraño —se sintió incómoda, provocando una pequeña risa por parte de la otra.
—Está bien —asintió, comprensiva—. Y en segundo lugar, no te preocupes por esto. Después de todo, puedo caber aquí sin ningún problema.
—¿Si? ¿En ver…?
Su pregunta quedó a mitad de camino cuando el cuerpo de la princesa se iluminó por un instante, adquiriendo una forma apenas más alta que la de una yegua adulta normal en el proceso. Cuando el resplandor desapareció, frente a Twilight quedó de pie una alicornio blanca de larga melena rosa, ojos magenta, y una tranquila expresión presente en su rostro. Su pechera y sus zapatos habían quedado sueltos en el suelo, y Twilight no supo cómo reaccionar. Solo se quedó allí, boquiabierta, contemplando aquel cambio.
—Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que usé esta forma. ¿Tú qué opinas, Twilight? —preguntó sonriente, divertida por la expresión de su antigua alumna mientras se ponía el traje negro.
—¿Qué opino? Bueno, creo que le sienta muy bien, pri… quiero decir, creo que te sienta bien, Celestia —dijo ella, con una sonrisa incómoda.
—Perfecto.
—¿Cómo es qué… cómo es que puede hacer eso? Es sorprendente.
—Luna también puede hacerlo, creí que ya la habías visto.
—Pero no Cadence, ni tampoco yo —dijo, dudando—. ¿Cómo lo hace?
—Twilight… —suspiró profundamente—. Quizá a veces lo olvides, es fácil hacerlo. Pero por más que queramos aparentar ser ponis como todos los demás, no lo somos realmente. Somos Diosas, podemos adoptar la forma que queramos, y parecer tanto jóvenes como ancianas. El tiempo para nosotras no es más que una ilusión —explicó la deidad del día, y ambas permanecieron en silencio, antes de que la alicornio lavanda rompiera el silencio.
—Princesa, ahora que lo menciona… hay algo que siempre he querido preguntarle —dijo ella, captando la atención de la mayor—. Sobre el más allá, sobre el mundo inmortal —completó con seriedad.
—Estaré feliz de contestar a tus dudas, mi querida Twilight. Pero antes que nada, hay algo de lo que debemos ocuparnos —replicó ella, y Twilight asintió. Ambas dirigieron su mirada al edificio a lo lejos, y esta vez fue Celestia quien tomó los binoculares.
—No solo guardias unicornios, también hay pegasos patrullando por aire —dijo Celestia, recorriendo el lugar y encontrando también otro dato interesante—. La entrada está bastante lejos de la calle. Los transeúntes no deberían notarlo... —dijo para sí misma.
—Iron Gargoyle es una de las editoriales más conocidas en todo el reino, pero no entiendo por qué necesitarían tanta seguridad.
—Bueno… Manehattan no es como Canterlot o Ponyville. Sus calles son un poco más peligrosas, y en esta editorial se maneja una gran cantidad de dinero e información. Esos guardias están ahí apostados para que ponis como nosotras no intenten robar eso —comentó Celestia, y Twilight cayó en la cuenta de lo que estaban haciendo. Sus cascos temblaron ante tal revelación.
—Tiene razón, esto no solo es una infiltración, esto es… ¡esto es literalmente un robo! —dijo ella con un alto volumen de voz, tapando su hocico con sus cascos después, y comenzando a caminar alrededor de la azotea sumida en sus propios nervios. Celestia negó con la cabeza—. Cielos, ¿cómo no pensé en esto antes? ¡Todo esto está mal! Sin mencionar que la arrastré conmigo a toda esta locura. ¿En qué estaba pensando? —continuaba diciendo, y cuando pasó junto a ella, Celestia la detuvo con su casco.
—Twilight, vine aquí por mi cuenta, y lo hice porque creo que estás en lo correcto. Lo hice porque sabía que no podíamos presentarnos por la puerta principal con nuestros títulos y solicitar la información. No sabemos si nuestra enemiga tiene aliados en esta ciudad, y si por pura casualidad uno de esos aliados trabajara en esta editorial, sería alertada de que alguien más está indagando sobre la rosa, y no sabemos cómo procedería si eso sucediera.
—Por lo que Spike dijo con respecto a ella, yo diría que estamos tratando con alguien inestable, que además posee un gran poder mágico —lo consideró también, encontrando que la deidad tenía razón—. Si, lo mejor será no alertarle de ninguna forma.
—Bien, lo primero será abrirnos paso hasta uno de los ductos de aire. ¿No es así, Twilight?
—Así es. Primero, tendremos que observar los movimientos de todos los guardias que patrullan en las cercanías por unos cuantos minutos, y esperar una oportunidad para acercarnos. Luego, volaremos hacia la terraza haciendo uso de los edificios alrededor para pasar desapercibidas, y buscaremos el ducto para entrar sin dejar de vigilar a los pegasos que patrullan por el aire. Será difícil, pero creo que podemos hacerlo.
—O podríamos simplemente hacer esto —la princesa del sol iluminó su cuerno, y ambas desaparecieron en medio de un resplandor, reapareciendo en la azotea de la editorial. Una vez allí, una delicada onda se expandió desde su cuerno a todos los ponis que rodeaban el edificio. Todos agacharon la cabeza al instante con ojos cerrados, incluyendo a los pegasos, que continuaban volando aún dormidos. Twilight no dejaba de sorprenderse.
—¿Cómo fue que…? ¿Cómo hizo que…? —tartamudeaba, y la princesa del sol rió.
—Hechizo de sueño de alto nivel. Cuando los guardias abran los ojos dentro de unos minutos, ni siquiera sabrán que se quedaron dormidos, y al estar lejos de la calle nadie notará nada extraño —explicó sonriente.
—Princesa, ¡usted es increíble! —sonrió, emocionada.
—No es gran cosa, a decir verdad —dijo con modestia, cuando un pegaso dormido pasó volando junto a ellas—. Ahora vamos, el hechizo no durará mucho tiempo.
No perdieron tiempo para dirigirse a un lugar en particular que habían investigado basándose en los planos que habían recibido de Jim Beam: una boca de ventilación en una de las paredes elevadas del tejado. Una vez allí, Twilight hizo uso de su magia para retirar los tornillos al instante, y al haber quitado la rejilla se quedó allí, paralizada, solo entonces considerando lo que ahora estaba haciendo.
—No puede ser. Soy… ¡soy una criminal! —musitó ella, y Celestia apoyó un casco en su lomo.
—Ambas lo somos. Al menos sabemos que lo estamos haciendo por un bien mayor.
—¿Entonces el fin justifica los medios? —preguntó mientras entraba, seguida por la deidad.
—En esta ocasión, digamos que sí —respondió Celestia mientras cerraba la rejilla de ventilación tras ella y colocaba los tornillos con su magia, momento en que los todos los guardias despertaron al mismo tiempo, sin darse cuenta siquiera de que se habían quedado dormidos.
Y en aquel momento, mientras las dos princesas se infiltraban en el edificio de la editorial, el dragón y la potra esperaban el tren en la estación de Canterlot, en cuyo andén ya había muy pocos ponis. En el reloj de Spike ponían casi las nueve de la noche, y ambos estaban impacientes por regresar, pues habían perdido la noción del tiempo mientras jugaban.
Finalmente el tren arribó, las puertas de los vagones se abrieron, y todos ingresaron sin prisa, dado que a esa hora ya no habría escasez de asientos. Spike y Sweetie cruzaron la entrada del último vagón y se sentaron el uno junto al otro, suspirando mientras se relajaban. Las luces en el mismo estaban apagadas, pero dado que el resplandor de la luna lo iluminaba con facilidad, esto no era un problema. Había sido una tarde bastante particular, y ninguno de los dos veía la hora en que pudieran dejarse caer en sus camas, descansando bajo un cómodo cobertor.
—Fue muy lindo de tu parte lo que hiciste por Rumble, Spike. Nunca lo había visto tan feliz —comentó Sweetie—. ¿Pero estás seguro de que Apple Bloom querrá hacerlo?
—No creo que tenga mucho problema, después de todo ella es como yo.
—Una razón más para intentar emparejarlos.
—Basta —cortó, divertido—. ¿Y qué harás al llegar?
—Lo de siempre, supongo. Tengo bastante que estudiar —dijo ella, mirando las alforjas con el broche del ruiseñor dejadas junto al asiento. Spike notó un dejo de preocupación en su mirada.
—¿Sigues pensando en la poni enmascarada?
—Es difícil no hacerlo, Spike. Pero no es eso.
—¿Entonces? —preguntó el dragón, pero la unicornio no tenía deseos de tratar aquel tema. Aún había muchas cosas sobre las cuales debía pensar.
—No te preocupes, no es nada —dijo con una sonrisa torcida, notando entonces que eran los únicos pasajeros en aquel vagón—. Quizá estamos regresando algo tarde, ¿no crees? —preguntó ella, intentando animar la conversación.
—¿Debías regresar temprano a tu casa? —preguntó, arqueando una ceja.
—Para nada, avisé a mis padres que no tenía hora para regresar porque sabía que saldría contigo —le sonrió, y Spike no se detuvo a pensar en las implicaciones de aquellas palabras—. Además es una linda noche.
—La luna y las estrellas se ven espectaculares hoy, ¿no crees? —comentó él.
—De seguro la princesa descansó bien —bromeó ella.
—Si... —respondió sin muchos ánimos, pues al ver al majestuoso astro de la noche sobre el cielo rememoró la conversación con Luna sobre la cual había estado pensando el día anterior. Le era difícil apartar aquellas ideas ahora, y por un instante tuvo la necesidad de saber la opinión de Sweetie al respecto. Pero no lo pensó al momento de preguntárselo realmente—. Sweetie, digamos que... —Intentó encontrar las palabras, algo que le resultó en extremo difícil. Soltó un pequeño suspiro, y continuó—. Sabes que algún día creceré, ¿verdad? Y sabes también que, cuando ese momento llegue, yo... —Iba a continuar, pero al notar la mirada de Sweetie sobre él no sintió deseos de hacerlo. Ella ya tenía sus propios problemas sobre los cuales preocuparse, y no deseaba pasarle los suyos—. Déjalo, solo estoy pensando en tonterías —negó, clavando su mirada en el piso. Sweetie admiró el paisaje nocturno en el exterior del vagón con una expresión seria, y entonces habló al dragón.
—Sabes que no importa el tamaño que tomes, ¿verdad? —preguntó ella, pero el dragón no se volteó a verla—. No importa cuanto llegues a crecer Spike, nunca dejaremos de quererte —sintió el casco de Sweetie posarse en su hombro, y al levantar la vista encontró a su amiga, apoyándolo como siempre, y el dragón le sonrió—. Siempre serás nuestro pequeño bebé dragón.
—¿No podrías decirlo de una manera menos...? Ya sabes...
—Si, ya sé. Lo siento, pero esa es mi manera.
—Lo sé —Bajó la mirada, sonriente, al igual que Sweetie.
—Parece mentira, ¿no lo crees? Que en el último tiempo hayamos pasado por tantas cosas —comentó, y Spike supo exactamente a qué se refería.
—Y todo comenzó cuando a cierto dragón se le ocurrió que podría conseguir el mejor regalo de Noche de Corazones Cálidos en el bosque Everfree. Una fantástica idea, en verdad.
—De una forma u otra, lo hicimos.
—Si, lo hicimos. Pero es como tú dices, parece mentira que todo eso haya pasado en estos últimos meses. No parece... real.
—¿Crees que todo esto sea un sueño muy largo y trabajado? —preguntó, curiosa.
—Bueno, no sería extraño considerarlo. Piénsalo: encontramos una compuerta secreta en el sótano de la biblioteca, un mapa nos llevó a un palacete oculto bajo tierra que escondía muchos secretos sobre una joya milenaria...
—Nos besamos —añadió ella, encogiéndose de hombros.
—Y nos besa...
Se detuvo caer en la cuenta de sus palabras, y al voltear hacia ella se encontró con que Sweetie no estaba esperando apenarle con ello, sino que mantenía la mirada pegada al piso del vagón.
—¿Eso no te parece parte del sueño? —preguntó ella, y Spike no supo que responder. Un silencio rotundo se marcó entre ellos durante un breve momento, antes de que la unicornio decidiera continuar—. ¿Qué fue lo que pensaste en ese momento? —preguntó ella, ahora mirándole a los ojos. La pregunta había tomado desprevenido al dragón.
—Yo... no lo sé, tenía la mente en blanco —dijo dudando, aunque era la verdad—. ¿Tú qué pensaste?
—Lo siento, también estaba en blanco —respondió, sonriéndole después—. No voy a mentirte Spike, fue extraño, pero... no lo sé, me pareció... familiar. Quizá es porque nos conocemos desde hace tanto tiempo —dijo ella, divertida.
—Yo sentí algo parecido —dijo, tomando un poco más de confianza gracias a ella—. Familiar, pero también... nuevo. Me gustó.
—¿En verdad? —preguntó Sweetie, curiosa. Spike desvió la mirada mientras se rascaba la nuca. Sabía que tenían la suficiente confianza como para hablar de eso con ella, pero no cambiaba el hecho de que lo apenara enormemente el hacerlo—. No es raro, ¿verdad? Que dos amigos se hayan besado, y que sigan siendo amigos sin problema.
—Para nada, no le veo nada malo —aceptó el dragón.
—¿Lo ves? Eso es lo bueno de nuestra amistad. ¿Cuántos ponis o dragones podrían decir que pasaron por eso, y seguir así?
—Ninguno, por eso somos tan geniales.
—Lo somos, ¿verdad?
—Claro que sí.
Chocaron su garra izquierda y casco derecho en el aire, y ahí quedaron por lo que habían planeado fueran escasos instantes. Aquellos instantes se volvieron eternos cuando Sweetie sintió la otra garra de Spike apoyarse contra su casco en el asiento. El dragón no lo había hecho intencionalmente, pero tampoco sintió la necesidad de apartarse. Sintió la sangre agolparse en sus mejillas cuando Sweetie descendió su vista sobre aquel punto, para luego mirarle. Ahora aquellos ojos verde claro estaban clavados en él, con un interrogante todavía más claro marcado en ellos.
Por un momento, Spike se quedó paralizado una vez más. Sabía que era lo que quería hacer en aquel instante, lo supo con más claridad que cualquier otra cosa en toda su vida, pero le costó encontrar el valor para hacerlo, y mientras tanto la unicornio lo observaba, expectante. Aquella unicornio, que bajo el resplandor de la luna se veía incluso más hermosa, si eso era posible, no apartaba los ojos de los suyos. Y así, sin esperar nada más, Spike se arrimó hacia ella, acercando su rostro al suyo con una lentitud asesina, y se detuvo en un punto en que podía sentir con facilidad el aliento de su compañera.
—Lo estás haciendo de nuevo —musitó ella, sintiendo el ritmo de su corazón acelerarse más allá del límite de lo imaginable, mientras también se acercaba.
—Claro que no —devolvió en un susurro.
—Si, lo estás.
—No es cierto.
—Si, si lo...
Las palabras de la unicornio se perdieron en el aire cuando Spike apoyó sus labios contra los suyos en un delicado beso, ambos cerrando los ojos en el proceso. Aquello no duró mucho tiempo antes de que la potra llevara una pata a la nuca del dragón, presionando incluso más contra él, mientras que Spike la abrazaba con fuerza por la espalda.
La pasión de aquel afecto crecía a cada instante, pero pronto la unicornio fue consciente de lo que estaba sucediendo, y por un breve momento fue ella quien rompió el beso para apartarse a una distancia adecuada para poder mirar al dragón a los ojos inquisitivamente, y encontró cierto temor en la expresión de Spike, quien temía haber cometido un grave error.
Sweetie nunca había estado tan confundida en su vida; sabía que quería a Spike, y sabía que él la quería a ella, pero nunca hubiera imaginado que el dragón pudiera realmente tener otro tipo de interés en ella. Era algo difícil de creer, pues hasta hacía unos meses aquel aún seguía enamorado de Rarity, y ella bien sabía que el dragón aún no la había olvidado.
Entonces, ¿por qué? ¿Por qué la había besado? Buscaba una razón, una respuesta, mientras el dragón continuaba mirándola de aquella forma, y notó que una de su garra derecha estaba temblando. Lo conocía bien, y cuando vio su hocico a punto de abrirse supo que estaba a punto de disculparse, pero ella no se lo permitiría.
Fue cuando supo que la razón no le importaba. Aquel dragón, el ser que más apreciaba en toda Equestria, la había besado, y ahora se encontraba frente a ella, esperando una respuesta por su parte. Sweetie esperó no decepcionarlo, pues esta vez fue ella quien se precipitó hacia él besándole con fuerza, e impidiendo que el dragón dijera una sola palabra.
Spike tampoco caía en la cuenta de lo que estaba sucediendo. Todo se sentía tan irreal que consideró realmente estar durmiendo, y le dolió pensar que en la mañana todo aquello se habría esfumado. La calidez de los labios de Sweetie, la suavidad de su cuerpo contra el suyo, su aroma embriagador, todo. Pero si así era, si eso era lo que iba a suceder a continuación, no desperdiciaría ni un solo instante de aquel momento. Llevó una de sus garras a la nuca de su compañera dándole una mayor fuerza al beso, y descendió la otra a la parte baja de su lomo mientras ambos se perdían en aquel mar de sensaciones nuevas que habían descubierto.
Y así, por un momento, no importó nada más. Ni el viento que se colaba por la ventana abierta revolviendo la melena de Sweetie Belle, ni el fuerte sonido del roce de las ruedas del tren contra el acero de las vías; el mundo entero se había desvanecido a su alrededor, y por primera vez en sus vidas, nada más importó más allá de ellos mismos. Los dos lo supieron en ese instante: algo había cambiado, pero ninguno se detuvo a pensarlo en aquel momento. Intentar encontrar la lógica en aquel mágico momento era lo último que hubieran querido hacer.
