Capítulo 14 – Claro de luna
—En esta ocasión, digamos que sí —respondió Celestia mientras cerraba la rejilla de ventilación tras ella y colocaba los tornillos con su magia, momento en que los todos los guardias despertaron al mismo tiempo, sin darse cuenta siquiera de que se habían quedado dormidos.
Una vez dentro, las princesas se arrastraron a través de aquel ducto, apenas emitiendo luz mediante su cuerno con objeto de no llamar la atención de los ponis que estuvieran cerca de las rejillas. Al pasar, Twilight vio su rostro reflejado en el metal pulido; "el rostro de una maleante", pensó, e hizo un esfuerzo por ignorar aquella idea mientras continuaban adentrándose en las profundidades del edificio.
Las dos habían memorizado bien la ruta que debían recorrer una vez dentro gracias a los planos de Jim Beam, así como la ruta de emergencia a tomar en caso de que el plan no saliera como ellas esperaban. Sin el equipo adecuado habría sido difícil para las alicornios no producir sonido alguno por causa del arrastre de su cuerpo a través de los estrechos conductos, pero los trajes que llevaban cumplían su objetivo de reducir el ruido de roce al mínimo.
Unos cuantos metros después pudieron echar un vistazo a las zonas que daban acceso al resto de las rejillas inferiores. En una, uno de los guardias leía una revista, sentado en el sillón de una de las oficinas finamente decoradas. En otra, podían ver a tres yeguas y dos sementales conversando en el pasillo. En la siguiente encontraron una oficina vacía y, siendo que ya se encontraban cerca de las escaleras, Twilight eligió aquella como punto de salida.
—Por aquí —señaló a la princesa del sol, quien asintió.
La alicornio lavanda desatornilló la rejilla con su magia, dejándose caer con delicadeza en un piso de alfombra afelpada, y su compañera de cuero blanco la siguió, cayendo justo detrás de ella. Pero entonces, en el último instante, la princesa tropezó. Aún cuando el sonido apenas resultó perceptible, Twilight se volteó hacia ella mordiéndose el labio inferior durante instantes que parecieron eternos, pero cuando no oyó pasos que se dirigieran a aquella habitación, supo que nadie las había oído. La alicornio lavanda suspiró con pesadumbre; ya era bastante presión el estar invadiendo propiedad privada a mitad de la noche para robar archivos confidenciales.
La oficina en la cual se encontraban ahora parecía común y corriente; la escasa luz que iluminaba el lugar provenía del astro de la noche, colándose a través de un gran ventanal, y la misma solo servía para vislumbrar una parte del mobiliario, incluyendo algunos libreros y un escritorio. Algunos cuadros exponentes de elegantes pinturas adornaban las paredes, y el ventilador de techo aún funcionando en el nivel mínimo generaba una delicada corriente de aire. No necesitaron explorar mucho más el lugar para saber que allí no encontrarían nada de utilidad para completar su objetivo actual.
Según el plano mental de Twilight las escaleras estarían a escasos metros desde aquel punto, por lo que deberían moverse con cautela a través del pasillo, y una vez allí deberían descender los catorce pisos requeridos para arribar al segundo subsuelo, donde se encontraba la habitación que buscaban. Una vez listas para continuar, las dos alicornios se dirigieron a la puerta y apoyaron sus orejas para oír cualquier sonido procedente del pasillo. Silencio, un silencio absoluto gobernaba la estancia al otro lado, por lo que Twilight asumió que no habría peligro, pero debía de estar segura.
Y así, haciendo uso de su amplia gama de hechizos, fue capaz de atravesar la puerta como si de mero aire se tratase, asomando su rostro. El guardia que debía vigilar aquel pasillo estaba recostado en uno de los bancos, profundamente dormido. Una vez señaló esto a la deidad del sol, abrió la puerta con sumo cuidado, y fue seguida por ella a través del pasillo hasta llegar a la puerta que daba acceso a las escaleras de emergencia. Twilight abrió la puerta, y Celestia la cerró con delicadeza, ambas respirando agitadas.
—Todo bien hasta ahora —dijo Twilight, sudando.
—¿Qué es lo que sigue? —preguntó Celestia con seriedad.
—Tenemos que llegar al segundo subsuelo desde aquí.
Las dos princesas se apresuraron a bajar las escaleras a paso ligero y sin emplear sus alas, dado que no pretendían arriesgarse a que los guardias en los demás pisos pudieran oír sus aleteos, pues en un área tan angosta sus plumas inevitablemente rozarían las paredes. Alcanzaron a bajar diez pisos al momento en que una puerta inferior se abrió, y dos guardias entraron al hueco de la escalera.
—En serio, la luna llena se ve mejor desde la terraza —comentó el semental de manto marrón claro y melena dorada, sonriente.
—¿En verdad? —cuestionó la yegua de manto gris y melena oscura, divertida.
—Te lo aseguro, tú confía en mí —reafirmó mientras subían, poco a poco acercándose a las invasoras.
Si se apresuraban a subir, sus pasos serían oídos por los ponis que se aproximaban, y si hubieran tomado la salida del segundo piso, cabía una gran posibilidad de que las princesas se toparan con más guardias. Con este pensamiento en mente, Twilight se dirigió a Celestia en un nervioso susurro.
—Princesa...
La deidad actuó al instante, iluminando su cuerno con un tenue resplandor. Los dos guardias se detuvieron con la cabeza gacha a pocos pasos de ellas, y las dos alicornios pasaron en fila por el espacio a su lado para luego seguir bajando las escaleras con prisa, pues contaban con poco tiempo antes de que aquellos despertaran. Treinta segundos después, las dos se encontraban a la puerta del segundo subsuelo y, al apoyar sus orejas, pudieron oír ruido al otro lado. Había varios guardias en aquel pasillo, y regresar no era una opción.
La desventaja que presentaba aquel hechizo radicaba en el hecho de que si era usado varias veces seguidas, tarde o temprano los afectados notarían que algo andaba mal, además de que no era recomendable utilizarlo en un grupo de ponis que estuvieran muy cerca los unos de los otros. Usar de nuevo el mismo hechizo era demasiado arriesgado.
Considerando esto, Celestia ubicó rápidamente el que habían considerado como un camino de emergencia, encontrando una salida en el ducto de aire a menos de dos metros del suelo. Con su magia desatornilló la rejilla y la extrajo con habilidad produciendo un sonido que, era seguro, había sido oído por los guardias en el pasillo.
Aletearon despacio para elevarse e ingresar al ducto, causando un ruido mayor gracias al arrastre de las plumas de sus alas contra las paredes tan cerradas. Esta vez era obvio que las habían oído, pero tampoco podían arriesgarse a teletransportarse al interior y producir una luz en alguna de las salidas del pasillo que definitivamente alertaría al resto de los ponis. Y así, una vez que las dos entraron al ducto en el transcurso de escasos segundos, Celestia atornilló la rejilla una vez más, y un instante después un semental de manto blanco, melena dorada y uniforme gris ingresó en el hueco de la escalera, recorriendo el lugar con una mirada extrañada.
—Eh, Light. ¿Está todo bien? —se oyó desde el pasillo.
La mirada del semental siguió recorriendo el área, deteniéndose escasos instantes en la rejilla de ventilación. Al otro lado, Celestia esperaba paciente, considerando si debería encargarse del semental en el momento mediante uno de sus hechizos, o esperar y ver si el mismo se había percatado de algo, antes de actuar. Finalmente, el guardia se encogió de hombros, regresando al pasillo.
—Meh, creí haber escuchado a un pájaro —dijo él, cerrando la puerta.
Al otro lado de la rejilla Celestia suspiró con alivio, mientras que Twilight aún continuaba mordiéndose la punta de sus cascos, superada por el estrés que le provocaba aquella situación.
—Eso estuvo cerca —susurró la deidad, y su compañera no pudo hacer más que asentir, aún cuando no la veía directamente—. De acuerdo, sigamos.
Una vez Celestia fue capaz de voltearse en aquel estrecho ducto, siguió a la alicornio menor a través del mismo. Gracias a la textura de sus trajes, los cuales cubrían todo su cuerpo a excepción de sus alas, cuernos y rostros, el arrastre en aquel camino no produjo sonido alguno, por lo que pudieron pasar a un metro de distancia sobre aquellos guardias sin que estos las detectaran.
Minutos después, habían cruzado la pared que las separaba de la sala del archivo y, una vez encontraron una salida adecuada, Twilight retiró la rejilla de la misma forma, dejándola en el interior del ducto y dejándose caer con delicadeza en el suelo de madera, seguida por la princesa.
No pasó más que un instante cuando se encendieron todas las luces de la estancia al mismo tiempo, iluminando una gran habitación de paredes grises y archivadores verdes hasta donde llegaba la vista, al tiempo que una alarma rompía con el silencio que hasta entonces había gobernado en el lugar.
"Rayos", pensaron al mismo tiempo, reaccionando rápidamente al grito por parte de uno de los guardias.
—¡En el archivo! ¡Rápido! —se oyó desde el pasillo.
—¡Twilight, ayúdame con esto! —solicitó la deidad.
Sin perder un segundo, Celestia levitó los archivadores más cercanos a su posición en dirección a la puerta, y su compañera guió con su magia varios más al mismo lugar, bloqueando así la única entrada a la sala del archivo. Pero aquello no sería suficiente y, siendo conscientes de ello, las dos princesas implementaron su propio hechizo de inmovilización en los archivadores, para así asegurarse de que ninguno se saliera de su lugar. Aún así, sabían que si varios unicornios atacaban desde el otro lado al mismo tiempo, aquel bloqueo no duraría mucho. Tenían que actuar rápido.
—No creo que sea demasiado complicado... busque por la letra "M", yo buscaré por la letra "S" —ordenó Twilight sin levantar demasiado la voz, y pronto se dividieron en busca de los datos de la autora, con el sonido de la alarma de fondo, y el de los choques mágicos que hacía mucho habían destrozado la puerta, y que ahora impactaban directamente contra el bloqueo.
—¡No tienen a donde ir, malhechores! ¡Los tenemos rodeados! —gritó alguien al otro lado.
A través de las aberturas entre los armatostes de metal los guardias apenas podían ver a las dos figuras de negro, más eran incapaces de deducir desde allí si se trataba de sementales o yeguas siquiera.
—"W", "V", "U", "T", ¡"S"! —exclamó Twilight al hallarla, abriendo el primer cajón de golpe.
—"K", "L", "M" —murmuró Celestia, haciendo lo mismo.
Las fichas de información correspondientes levitaron frente a los ojos de cada una, mientras que la única defensa de aquella sala comenzaba a ceder. No hubieran corrido con mayores dificultades para enfrentar a aquellos guardias, pero eso era algo que no querían hacer. No querían atacar a ponis inocentes.
Las fichas iban pasando frente a sus ojos a toda velocidad mientras investigaban los nombres de los autores cuyos escritos la editorial había publicado, y fue Twilight quien encontró la que buscaban en tiempo récord.
—¡Eureka! —exclamó con alegría, llamando la atención de Celestia.
Tomó la ficha de la autora y la guardó en el cuello de su traje mientras levitaba todas las demás de vuelta al archivador, luego extrayendo varias más al azar para destruirlas con objeto de impedir que las autoridades averiguaran qué era lo que habían robado. Al notarlo, Celestia hizo lo mismo, y ambas regresaron al ducto de aire en el momento exacto en que el bloqueo de la puerta estalló, y los restos de metal y papel se desperdigaron en todo el lugar. Los guardias ingresaron justo después, pero en el lugar no quedaba ni rastro de los rufianes que habían entrado. Fue entonces que una yegua alta de manto rosa y melena marrón claro reparó en la boca del ducto abierta.
—¡Se escaparon por la ventilación!
—¡Cubran todo el subsuelo, y los pisos superiores! ¡Esos ladrones no van a escapar en mi guardia! —gritó con determinación el semental gris de melena turquesa. Sus compañeros hicieron caso a sus palabras y se dividieron, pero antes de que la yegua rosa también hubiera partido, le dio otra orden—. Bubbles, tú ocúpate de subir la calefacción tanto como puedas. Esos bastardos van a salir de ahí, de una forma u otra —ordenó con severidad, y la yegua asintió.
Tal y como la alicornio lavanda había previsto en un principio, ninguna de las dos era capaz de usar la teletransportación dentro del edificio para escapar a aquella complicada situación, dado que había un sistema de seguridad que bloqueaba hechizos de esa naturaleza específicamente con objeto de evitar robos como el que acababan de cometer.
Siendo también incapaces de escapar por las escaleras, Twilight y Celestia tenían el plan de arrastrarse por el ducto hasta encontrar una entrada al ascensor y así escapar sin ser vistas, pero entonces sintieron cómo la temperatura en el interior comenzó a subir. La princesa del sol apenas percibió el cambio, pero Twilight sentía como si de repente estuviese en un horno, incapaz de mantener sus cascos apoyados sobre el metal durante demasiado tiempo.
Celestia no tenía por qué preocuparse, era inmortal después de todo, pero ella bien sabía que su antigua alumna no lo era, y podría morir asfixiada si permanecía ahí con ella demasiado tiempo. No podía poner en peligro la vida de un ser querido de aquella forma, no por mucho más tiempo.
Con escasas opciones a su alcance, optó por la más lógica en un momento semejante, y protegió a su compañera con un campo de fuerza al tiempo que cargaba un poderoso rayo en su cuerno. Acto seguido, el ducto estalló en pedazos, y al descender se desplazaron veloces hacia la puerta principal, donde un enorme grupo de unicornios se reunió de repente, abriendo fuego contra ellas sin darles tiempo a escapar.
Celestia creó un nuevo campo de energía para protegerse de los ataques de los guardias, mientras que Twilight creaba uno con el que detuvo los ataques por detrás provenientes de los guardias que acababan de bajar del ascensor. Ninguna de las dos tenía pensado contraatacar.
Con esto en mente, Twilight rápidamente buscó una solución, y la encontró en el camino que antes había planeado su compañera. Y así, llamando la atención de Celestia, los campos de fuerza se expandieron al instante, que alcanzaron a los guardias haciéndoles retroceder para que la susodicha pudiera hacer uso del hechizo de sueño una vez más, afectando a todos los ponis a su alrededor.
Acto seguido las dos alicornios se lanzaron hacia el ascensor y, al llegar, Celestia abrió un gran agujero en el techo del mismo mediante su magia, ascendiendo a toda velocidad hasta el último piso y creando una última abertura con el poder combinado de su compañera. El techo estalló, y al salir se vieron rodeadas por los guardias pegasos prontos a lanzarse sobre ellas, pero esta vez no había necesidad de encararlos, pues tenían la vía completamente libre para un hechizo de teletransportación.
El cuerno de Celestia brilló, y tanto ella como Twilight desaparecieron en un resplandor dejando a un grupo de veinte pegasos chocando entre ellos, y reapareciendo en el tejado del edificio Foalworth en el mismo instante. Las dos se dejaron caer exhaustas, respirando con agitación. Twilight de verdad no había esperado que su plan las llevara a pasar por una situación como aquella.
—Celestia, siento haberla hecho pasar por todo esto. Todo... todo ha sido mi culpa. Debí pensar esto con más calma. Cielos... —decía la apenada alicornio de cuero lavanda, tapándose el rostro con el casco, y recibiendo una pequeña risa en respuesta por parte de la mayor.
—¿Estás bromeando? —dijo la princesa, falta de aire, cortando con toda línea de pensamiento por parte de la menor—. ¡Eso fue lo más emocionante que he hecho en mucho, mucho tiempo! —gritó alegre, incapaz de recuperar el aliento.
—¡¿En verdad?! —preguntó, incrédula.
—Créeme Twilight, mi vida no suele ser tan emocionante como lo es la tuya y la de tus amigas. Luna y yo rara vez dejamos el castillo, y trabajamos incansablemente la mayor parte del día. Cuando yo me voy a dormir, ella apenas se está levantando, y continúa ocupándose de nuestras responsabilidades durante la noche. Siendo que son pocas las veces que tengo oportunidad de pasar por una aventura así, y de poner a prueba mis habilidades, son momentos como este en los que verdaderamente... recuerdo que estoy viva —completó la deidad.
Twilight se sorprendió al oír tal revelación, no esperando que fuera esa la forma en que pensaba su antigua mentora, pues durante años de verdad había creído que la princesa del sol disfrutaba de aquella vida. Sonrió al saber lo que la alicornio blanca sentía verdaderamente, mientras se daba un tiempo para recuperar la calma perdida.
—Si, la verdad es que... fue bastante emocionante —aceptó ella, dando un suspiro, para luego sacar la ficha de información robada del interior del cuello de su traje. La leyó rápidamente, y la pasó a su compañera mediante levitación—. Estamos de suerte, parece ser que la señora Moonlight Sonata tiene residencia aquí en Manehattan.
—487 Hayway St. —leyó la alicornio blanca en voz alta—. Perfecto. Aún así, esta información de contacto tiene treinta años de antigüedad. Es probable que esa poni ya no viva allí.
—Tendremos que averiguarlo. En el mejor de los casos, quien viva allí ahora sabrá dónde podemos encontrarla —razonó ella.
—Sea cual sea el caso, tendremos que esperar hasta el amanecer, a que las cosas se calmen un poco —dijo la princesa, oyendo las sirenas sonar a lo lejos—. Después de todo, están buscando a dos alicornios fugitivas.
—Oh cielos... —dejó escapar al razonar lo que eso significaba, al ponerse de pie—. Oh cielos, cielos, ¡cielos! —exclamó con desesperación, y comenzó a temblar.
—¿Qué sucede? —preguntó Celestia al sentarse, extrañada por su reacción.
—Están... están buscando a dos alicornios. Princesa, solo hay cuatro alicornios en toda Equestria. ¡No necesitaran ser muy astutos para saber de quién se trata! ¡Y después de lo que hemos hecho...! Oh, santo cielo.
—¿Crees que sospecharan de nosotras? —preguntó Celestia, escéptica.
—¿De quién más, si no?
—Changelings —respondió rápidamente.
—¿Changelings?
—No tendría sentido que dos princesas entraran en el edificio de una editorial, ¿no crees? ¿Con qué objeto lo harían? Que dos changelings transformados en alicornios hayan entrado al edificio para robar el dinero que allí se guarda es algo mucho más factible.
—¿Pero qué hay de Jim Beam? Si se entera de que alguien entró en el edificio, recordará que le envió los planos a alguien la mañana del mismo día. ¡Seré la primera poni de quien sospeche!
—Podrás justificarte diciendo que habías oído sobre changelings planeando entrar en aquel edificio de Manehattan, pero siendo que la infiltración se realizó el mismo día, no tuviste tiempo de prepararte y venir aquí —dijo Celestia con tranquilidad, y al ver que su compañera no se calmaba, añadió—. Confía en mí, nadie sospechará de una princesa —aseguró, y aquella frase encendió la chispa de la curiosidad en la joven alicornio, quien debió preguntar.
—Celestia —dijo Twilight, con duda en su voz—. Quizá me equivoco, pero... no es la primera vez que hace algo como esto. ¿Verdad?
—Como dije, la vida de una princesa suele ser bastante atareada —comentó sonriente, al recostarse en el techo una vez más—. He vivido en esta tierra durante más de mil años, Twilight. Y aún con una posición como la mía, no he perdido la oportunidad de vivir una aventura cuando la misma se presentó.
—Nunca lo hubiera imaginado —respondió Twilight, correspondiendo a la sonrisa y recostándose a su lado. Permanecieron en silencio durante un breve momento, cuando la alicornio lavanda recordó el tema del cual quería hablar minutos atrás—. Celestia, sobre... sobre lo que platicamos hace poco, yo...
—¿Hay algo en particular que quieras preguntarme?
—Si, hay algo —la miró seriamente, meditando sus palabras—. ¿Cómo fue que usted y Luna descendieron a nuestro mundo, exactamente?
—¿A qué te refieres?
—Cuando el grupo de hechiceros invocó las fuerzas de la luz y la oscuridad en el sagrado altar de piedra, al norte de Canterlot —explicó ella—. Siempre quise preguntarle, pero nunca encontré la oportunidad para hacerlo. Y... ahora que estuvimos hablando sobre ello, creí conveniente…
—Está bien, Twilight. No tienes que justificarte —la detuvo ella, comprensiva—. Veamos... como seguramente sabes, gracias a las leyendas que al día de hoy se cuentan alrededor del mundo, las deidades de la luz y la oscuridad fueron las que controlaron el día y la noche desde el principio.
—Entonces… esas leyendas son ciertas —dijo Twilight, más como una afirmación que como una pregunta.
—Así es. Desde el origen de este planeta, día tras día, hemos sido testigos de su evolución, testigos del nacimiento de seres vivos cuya existencia nunca hubiéramos concebido.
—Han existido durante mucho tiempo.
—Exacto, y es por eso que también, así como hemos sido testigos del nacimiento de estos seres, también hemos sido testigos de su partida —añadió, y la expresión de Twilight se ensombreció mientras miraba a su compañera, pero Celestia no se inmutó al hablar de ello—. Una vez que esos seres perdían la vida por una razón u otra, su alma cruzaba a través del lugar que nosotras habitábamos, aquel que la gran mayoría solo conoce como "el otro mundo", antes de regresar a la tierra una vez más, para renacer como un nuevo ser vivo. Y así fue durante mucho tiempo... hasta que las guerras comenzaron.
—La destrucción de Equestria —musitó la alicornio lavanda al recordar la historia, admirando la luna, y oyendo las sirenas de la policía a lo lejos.
—No fue solo en Equestria; a un ritmo lento pero seguro, el mundo comenzó a verse devastado por las consecuencias de la guerra entre distintas especies que creían ser superiores a las otras, negándose a compartir la misma tierra. Equestria fue el reino más afectado por este conflicto, pues no solo poseía una tierra fértil y un sinfín de recursos, sino también seres cuyas características como la magia, la manipulación del clima y la fuerza física podían ser fácilmente aprovechables por las criaturas que tomaran control sobre ellos.
—Y ahí fue cuando los grifos entraron en acción —añadió la menor.
—Durante mucho tiempo, con dolor, vimos como las dos razas luchaban entre ellas por el control sobre los recursos, y sobre los demás. Aquel conflicto no trajo más que el derramamiento de sangre por ambas partes —recordarlo no hacía más que provocarle dolor; saber todo lo que estaba sucediendo en el mundo, y no poder hacer nada para remediarlo era algo que la había mantenido en vela durante muchas lunas—. Pero nosotras no podíamos hacer nada. No teníamos influencia sobre el mundo mortal más allá de la rotación de nuestros astros. No podíamos hacer más que ver como la masacre continuaba día tras día, y es por eso que fuimos testigos de lo que sucedió con el Rey Phillip, y al resto de su familia.
—Entonces, ¿usted sabe que fue lo que hizo Ameria exactamente?
—No, no lo sé. No éramos omnipresentes, y no podíamos saber que era lo que sucedía en distintos lugares a lo largo del mundo al mismo tiempo. Para cuando nos dimos cuenta, Phillip ya había mandado a la mayor parte de la guardia real en busca de su hija. Poco después, el ejército grifo atacó la ciudad de Canterlot, y el rey y su familia fueron de los tantos ponis que perecieron aquel día en garras del enemigo.
—Es... terrible —musitó Twilight, con la imagen de aquella batalla formándose en su mente a medida que la princesa avanzaba en su relato.
—Sin alguien que les guiara, la especie poni estaba camino a la destrucción; o eso era lo que pensábamos. Fue entonces que un grupo de ocho poderosos unicornios se reunió en lo que hoy se conoce como el sagrado altar de piedra, donde conjuraron un hechizo destinado a convocar a las fuerzas de la luz y la oscuridad, un hechizo mediante el cual atravesaron las barreras de la vida, y fueron capaces de guiarnos hasta su mundo —se detuvo al notar expresión de Twilight, sabiendo que era lo que estaba pensando—. Así es, es la misma clase de hechizo que la princesa Ameria pretendía lograr por su cuenta, para traer a la vida a su amado. Pero ella desconocía el hecho de que no podía hacer con aquel poni lo que esos hechiceros hicieron en aquel entonces. La razón... es que nosotras no compartíamos un vínculo con este mundo con anterioridad, esos hechiceros se encargaron de crearlo para que nosotras llegáramos hasta aquí. Pero una vez que el vínculo de un alma con este mundo se rompe, es imposible volver a recrearlo. Ameria no fue consciente de ello.
Luego de aquellas palabras, Twilight bajó la mirada con cierta pena. Le era imposible saber lo que Ameria había sentido en ese entonces a causa de aquella pérdida, por lo que no podía juzgar su actuar. Ella no estaba segura si se resistiría a intentar un hechizo así si algo le ocurriese a alguien cercano a ella. Pues, ¿de qué serviría tener el poder de un dios, si no pudiese salvar a sus seres queridos? Aquel era su pensamiento, pero ella nunca lo hubiera compartido con su antigua mentora.
—Bajo nuestro liderazgo, los ponis recuperaron la esperanza de ganar aquella batalla que creían perdida hacía mucho. Los grifos no tuvieron oportunidad contra nuestros poderes, y cuando estuvo claro que tomar control de Equestria mientras Luna y yo estuviésemos presentes no era una opción, resolvieron hacer un acuerdo con nosotras, reclamando para ellos una parte del territorio equestriano a cambio de bajar las armas. Bien podríamos haber rechazado aquella oferta, negándonos a ceder aquel territorio y resolviendo el asunto por la fuerza, pero no lo hicimos. No lo hicimos... porque deseábamos la paz. Las dos sabíamos que ese era el motivo por el cual habíamos descendido al mundo mortal, no para acabar con los enemigos de la raza poni, sino para guiarlos, a ellos y al resto del mundo, a la paz y al entendimiento entre ellos y las demás razas. No está de más decir que el desacuerdo ante nuestra resolución no se hizo esperar, pero dado que fuimos nosotras quienes habíamos salvado a Equestria en primer lugar, el descontento expresado se mantuvo al mínimo. Y aún cuando una buena parte de la población desaprobaba nuestro actuar, la mayor parte del reino nos consideraba sus salvadores, sus líderes, sus princesas.
—¿Fue cuando decidieron quedarse? —preguntó Twilight, curiosa.
—Dado que no sabíamos cómo regresar al otro mundo una vez el conflicto fue resuelto, ni tampoco podíamos abandonar a la raza poni cuando su reino estaba prácticamente dividido luego de la muerte del rey Phillip, nos vimos obligadas a tomar su lugar y gobernar el reino para mantener la frágil paz que con mucho esfuerzo habíamos conseguido lograr. Han pasado mil trescientos años desde aquel entonces, y parece que hubiera sido ayer... —concluyó su relato, sintiendo la mirada preocupada de su antigua alumna sobre ella. ¿Acaso se veía tan mal al recordar aquello?—. No te preocupes, mi querida Twilight. Todo está bien ahora. Es una suerte que en el final no haya habido necesidad de una nueva batalla para culminar la guerra, pero... a veces, esas batallas son inevitables. Los conflictos no siempre se pueden resolver de manera pacifista.
—Supongo —dijo Twilight, con pocos ánimos. Aún así le sonrió a la mayor, dado que ella le había hablado de una parte muy importante de su vida—. Gracias, Celestia.
—No tienes que agradecer, Twilight. Me hace feliz el simple hecho de que hayas escuchado mi historia —respondió Celestia con una cálida sonrisa, antes de sentarse y mirar al horizonte. Las calles seguían tan agitadas como lo estaban cuando inició su relato—. Pasará un tiempo antes de que dejen de buscarnos —continuó ella.
—Entonces, ¿qué... deberíamos hacer ahora?
—Tendremos que esperar aquí hasta la mañana. Probablemente la situación se haya calmado para entonces —aquellas palabras hicieron un "clic" en la mente de la joven alicornio, quien no pudo hacer más que morderse el labio inferior.
—Cielos...
—¿Qué sucede?
—Tengo que dar clases a los niños en la mañana, y no hay forma de que llegue a tiempo —explicó, preocupada.
—¿Por qué no le envías una carta a Spike para que les avise a los niños? —sugirió.
—¡Si! Tiene razón —dijo aliviada, levitando de sus alforjas a pocos metros de distancia papel y pluma. Celestia negó con la cabeza.
—¿Por qué no lo haces en la mañana? Estoy segura de que debe estar durmiendo ahora mismo —explicó con calma, y Twilight se ruborizó ligeramente antes de devolver los útiles a su lugar.
—Cierto, lo haré en la mañana.
—¿Cómo está Spike? Quiero decir, con respecto a toda esta situación —preguntó, algo preocupada.
—Aceptó esperar a que yo me encargara de este asunto, pero le conozco bien. Si llegara a tener una pista de esa poni, iría corriendo en su búsqueda, aún cuando sabe que no puede ganarle —respondió con pesar—. Es por eso que debo encontrarla antes.
—Entonces esperemos que la siguiente pista nos lleve hasta ella. Nos dirigiremos a la residencia de Moonlight Sonata apenas haya amanecido —declaró Celestia, y ella y su alumna se quedaron mirando a la luna durante un breve momento.
—Sin duda será una larga noche —suspiró ella.
Para cuando el amanecer llegó a las tierras de Equestria, Spike estaba recostado en su cama con la mirada clavada en el techo, en compañía de su querido cachorro de dos cabezas quien dormía plácidamente. Esto provocaba en el dragón cierta envidia hacia su pequeña mascota, pues él había sido incapaz de pegar el ojo en toda la noche. Su mente aún rondaba todo lo que había sucedido apenas unas horas atrás, tanto en el tren como en el camino a casa de Sweetie, y ya no sabía que pensar con respecto a nada.
Cerró sus ojos un instante, intentando ordenar sus ideas y poder llegar a una conclusión, pero aquello le resultó imposible. Cada vez que intentaba aclarar su mente, aquellas imágenes regresaban. Aquellas sensaciones tan increíbles, y que ahora tanto extrañaba. Y así, se preguntó si la unicornio estaría pensando lo mismo que él. Tomó la almohada y la apretó contra su cara, intentando con todas sus fuerzas no pensar en ello, pero todo regresaba tarde o temprano. Le era imposible dejar de pensar en aquella unicornio ahora. Apartó la almohada de nueva cuenta y suspiró, cuando una de las tantas preguntas que se había hecho a lo largo de la noche tomaba lugar en su mente una vez más.
¿Cómo seguirán las cosas ahora?
El dragón dudaba que su amistad pudiera seguir siendo la misma luego del momento que habían compartido la noche anterior. Entonces, ¿cómo seguirían luego de ello? Encontrar una respuesta a aquella pregunta fue una de las tareas más difíciles a las que Spike se había enfrentado a lo largo de toda su vida pues, para empezar, ya ni siquiera estaba seguro de sus sentimientos hacia la unicornio blanca de ojos esmeralda.
Sweetie Belle había sido su mejor amiga prácticamente durante la mitad de su vida, y hasta ese año nunca la había visto de otra forma, aún cuando consideraba que la unicornio era realmente atractiva. Siempre había pensado que sus sentimientos para con ella eran solamente de amistad, pero que tal si... ¿Qué tal si aquel sentimiento hubiera sido algo más desde el principio? Ante aquella pregunta otra más se formó en su mente de manera inevitable, aún cuando creía conocer la respuesta desde que tenía memoria.
¿Qué era realmente el amor?
En su mente había más dudas que certezas, dudas que necesitaba aclarar con urgencia. Ante ello, vino a su mente el nombre de la única poni en toda Equestria que podría darle la respuesta correcta, y lo decidió en ese momento: iría a verla apenas hubiera cumplido su horario en Sweet Apple Acres.
Un instante después de que había tomado aquella determinación sintió algo agolparse en su garganta. El eructo fue inevitable, y acto seguido de sus fauces surgió un fuego mágico que pronto se materializó en un rollo frente a él. Mientras el cachorro despertaba poco a poco por causa del sobresalto, el dragón leyó el mensaje enviado por la deidad del sol, y observó extrañado que el mismo tenía la letra de su hermana mayor.
"Querido Spike:
Olvidé mencionarlo ayer, pero estoy acompañando a la princesa Celestia en Griffonia. Vinimos aquí pues ella tenía asuntos importantes que tratar con el emperador Asrah, y quería que la acompañara personalmente. Te pido por favor avises a los niños que hoy no dictaré clases, pero no te preocupes, pues de seguro regresaré en la noche.
Si algo llegara a suceder con respecto a ya sabes quien, no dudes en enviarnos un mensaje de inmediato. Aún así, no deberían tener problemas. Varios miembros de la guardia lunar están cuidando de ustedes ahora mismo, y si la unicornio decidiera atacar, debería enfrentar a un grupo de batponies bien entrenados. Espero que ello sea suficiente para que estén más tranquilos.
Te veré más tarde. Por favor, cuídate.
Con cariño, Twilight Sparkle."
La bella firma de su hermana cerraba aquella carta, la cual enrolló y dejó sobre su mesa de noche. Echando un vistazo a su querido reloj de pulsera encontró que ya eran más de las seis treinta de la mañana, y decidió entonces dar inicio a su día. Luego de cepillar sus colmillos y lavar su cara, bajó las escaleras en compañía del cachorro de dos cabezas con quien desayunó los restos del pastel de manzana que su jefa y amiga le regaló el día anterior. Una vez que terminó se dirigió a la sala central para tomar uno de los rollos y escribir allí el aviso de Twilight hacia sus alumnos, para luego clavarlo en la puerta por el lado de afuera y finalmente partir hacia la granja, dejando al cachorro lamentando su ausencia en el interior de la biblioteca.
No hace falta decir que el desempeño de Spike a lo largo de aquella mañana no fue el mismo de siempre, y los dos hermanos Apple presentes lo notaron. El dragón golpeaba los manzanos sin el típico ánimo que le caracterizaba, y tanto Apple Bloom como Big Mac debieron llamarle más de una vez para darle una indicación u organizarse para cubrir el terreno. Una vez que el semental se dirigió al área este de la granja para continuar sus labores, la menor no tardó en acercarse al dragón con aire curioso. El mismo ni siquiera se percató de su presencia hasta que la joven yegua le dirigió la palabra.
—Parece que alguien está algo distraído el día de hoy —comentó sonriente, y Spike pareció sobresaltarse al volverse hacia ella, antes de devolver su atención al árbol frente a él, propinándole un certero puñetazo. Aquel no alcanzó a lastimar la corteza, pero si derribó todas las manzanas que había en las ramas, las mismas cayendo con precisión en los cinco canastos acomodados a los lados.
—Lo siento, estaba pensando en algo —dijo al volverse hacia ella, y la potra le dedicó una sonrisa torcida, con cierto aire de condescendencia—. ¿Qué sucede?
—Solo quería asegurarme de que estabas bien, luego de lo que ocurrió el otro día. Y... ¿se puede saber en qué pensabas? —preguntó con curiosidad, y el dragón intentó restarle importancia al asunto.
—No te preocupes, tal y como te dije, las princesas me arreglaron, así que todo está bien otra vez. Y pensaba… en todo lo que tengo que hacer hoy, básicamente. Los alumnos de Twilight dejaron la biblioteca hecha un desastre ayer, y tendré que ocuparme de eso apenas llegue a casa —mintió él. En el momento pareció una buena excusa, pero no reparó en un minúsculo detalle.
—¿En verdad? —preguntó ella, arqueando una ceja.
—Claro —respondió, mientras se disponía a cargar en sus garras uno de los canastos.
—Curioso. Ayer fui a ver a Twilight en la tarde para devolverle un libro que Scoot había tomado prestado el año pasado, y podría jurar que la biblioteca estaba perfectamente en orden —dijo ella, y el dragón se detuvo en seco. La poni terrestre sonrió a sus espaldas—. Nunca fuiste demasiado bueno mintiendo, ¿eh, Spike? —bromeó, y el dragón se volteó con un asomo de sonrisa.
—Supongo que no.
—¿Vas a contarme que sucede, o tendré que sonsacarlo por mi cuenta? —retó ella, y su compañero suspiró.
No estaba dispuesto a ponérselo difícil a la potra, no porque no pudiese guardar sus pensamientos para sí mismo, sino que necesitaba sacar de su sistema cuanto había maquinado durante la noche anterior. Hablar con ella de seguro aliviaría el peso que estaba sintiendo sobre su mente en ese preciso instante.
—De acuerdo, te lo contaré. Pero no aquí —condicionó.
—Al granero, entonces. ¡Sígueme! —Le dio la espalda, y el dragón se dejó guiar por su compañera de trabajo a lo largo de aquel amplio huerto de manzanas.
Pasadas las siete de la mañana, Twilight y Celestia se encontraban frente a una elegante casa de dos pisos con paredes de ladrillo y techo de madera, con una estructura similar a la que presentaban el resto de las viviendas a lo largo de la manzana. Si la información en la tarjeta era correcta, allí encontrarían la siguiente pista que las llevaría a la poni encapuchada y, probablemente, a resolver el misterio que envolvía a la Rosa Eterna.
Para entonces ya se habían quitado los trajes de los cuales habían hecho uso la noche anterior para infiltrarse en la editorial y, no deseando llamar la atención, habían decidido moverse por la ciudad como civiles. Twilight por su lado se había puesto una peluca de larga crin marrón oscuro, cubriendo sus alas y el resto de su cuerpo con una vieja gabardina marrón. Celestia, por otro lado, siendo que era capaz de modificar su forma física a su antojo, transformó su cuerpo al de una unicornio blanca de crin corta color rosa y marca en forma de una margarita, sin necesidad de usar prenda alguna.
Ahora, parada justo frente al domicilio en 487 Hayway St., Twilight se encontraba impaciente, tanto que sus golpes a la puerta resonaron casi como si alguien estuviera intentando tirar la puerta abajo. Celestia no pudo evitar sonreír mientras su antigua alumna intentaba recuperar la compostura, y antes de lo que hubieran esperado la puerta se entreabrió, y una joven unicornio de cuero verde, melena corta verde oscuro con reflejos blancos y ojos esmeralda asomó a través de la entrada.
—¿Si? ¿Quién es? —inquirió somnolienta, pronto aclarando su vista y descubriendo a las unicornios frente a ella—. ¿Son vendedoras? —preguntó, refregando sus ojos con un casco.
—Buenos días, señorita. Lamentamos molestarla tan temprano —se disculpó Celestia—. Mi nombre es Midday Blossom, y la yegua aquí presente es mi compañera, Velvet. Somos periodistas, y estamos escribiendo un artículo para el Canterlot Times sobre los mejores escritores de Equestria, razón por la cual venimos a hacer algunas preguntas a la señora Moonlight Sonata. ¿Se encuentra ella en casa? —habló rápidamente la alicornio, sorprendiendo a la menor a su lado, quien permaneció callada en todo momento, dejando que la deidad del sol tomara las riendas del asunto. Tal parecía que ella estaba más que acostumbrada a asumir el papel de otro poni, y ahora conocía la razón. La unicornio menor dudó un instante antes de retirarse al interior mientras hablaba.
—Denme un segundo, buscaré a mi abuela —pidió la potra, cerrando la puerta con delicadeza.
Celestia y Twilight intercambiaron serias miradas, sabiendo que quizá la poni mayor podría darles las respuestas que necesitaban con suma urgencia. Oyeron los pasos de alguien aproximándose a la puerta con lentitud, y esta vez quien abrió fue una unicornio anciana de cuero color carbón, melena blanca recogida, y ojos celeste claro. Las princesas pudieron ver tras ella a la poni más joven, que vigilaba la escena con atención. Obviamente, no pensaba dejar a su abuela sola con dos desconocidas.
—Buenos días, señoritas —saludó la poni anciana con cierta lentitud en su dicción, abriendo la puerta para darles el acceso—. Por favor pasen, pasen —las invitó al interior de su morada.
Siguiendo a la unicornio más joven hasta uno de los sillones en la sala del living, la cual estaba tan decorada como podía esperarse de una poni de edad con mucho tiempo libre, Twilight observó en las estanterías de la habitación una gran variedad de adornos que incluían juguetes de potrillos, manualidades hechas con macarrón y recuerdos de distintas ciudades del reino, algunos en los cuales podía adivinar un gran valor sentimental.
Llamó su atención también el hecho de que en las paredes había fotos de la anciana en compañía de una yegua más joven, pero no era la potra que las había recibido, sino una yegua unicornio de manto blanco, melena roja oscura, y ojos color miel. ¿Sería la hija de Moonlight, acaso? Twilight decidió dejar de prestar atención a esos detalles, pues ahora había un asunto más importante en el cual debían de enfocarse. Una vez habían tomado lugar en el sillón de tres cuerpos, la anciana tomó lugar en el sillón de dos frente al mismo, luego hablándole a la menor.
—Springy, ¿crees que puedas preparar té para nuestras visitas? —preguntó con amabilidad, y la potra asintió rápidamente.
—¡Seguro! No me tardo —advirtió con una sonrisa cansada, retirándose a la cocina y dejando a las tres yeguas a solas.
—Lamentamos importunarla tan temprano, señora Moonlight. Pero teníamos unas cuantas preguntas que deseábamos hacerle —se disculpó Twilight, y la anciana soltó una risa cansada.
—Querida, yo no soy Moonlight —dijo sonriente, lo cual hizo que Twilight arqueara una ceja, extrañada. Antes de poder replicar nada, la anciana continuó—. Mi nombre es Rosewood Broke, Moonlight Sonata fue mi compañera de cuarto hace mucho tiempo —dijo ella y, antes de que las princesas pudiesen replicar nada, continuó—. Oh, Sonata. Hace mucho que no oía el nombre de esa vieja malhumorada.
—Entonces, quizá pueda ayudarnos —aventuró Twilight—. Verá, estamos buscándola para hacerle una entrevista, pues estamos trabajando en una nota sobre los mejores escritores de Equestria y...
—¿En verdad? ¿Y van a entrevistarla a ella? —preguntó sorprendida, soltando una pequeña risa—. Bueno, supongo que el gusto de los jóvenes por la literatura cambia con los años.
—¿A qué se refiere?
—Que yo sepa, Sonata solo escribió un libro en toda su vida. Lo leí en ese entonces y me pareció una bonita historia, pero nada más. Creo que se llamaba "La Leyenda de...", algo. A decir verdad, no lo recuerdo bien —rió a causa de su escasa memoria, impacientando a la alicornio menor—. Aunque no lo sé, quizá haya escrito más libros de los que no estoy enterada. Después de todo, hace años que no hablamos —dijo con cierta nostalgia.
—¿En verdad? ¿Por qué?
—Poco después de escribir su libro, se mudó lejos de aquí, y nunca dijo por qué. Un día... solo hizo las maletas, y se fue —explicó—. Sonata siempre fue algo extraña, pero mientras escribía ese libro se volvió aún más extraña, si me lo preguntan.
—¿"Extraña"? —preguntó Celestia, con curiosidad.
—A veces se encerraba días enteros en su habitación, y cuando salía ni siquiera me dirigía la palabra. Una vez entré mientras estaba durmiendo, y vi la pared llena de recortes. Parecía haber estado investigando algo relacionado a una joya, o al menos eso parecía. Recuerdo que cuando finalmente decidió publicar el libro, no vi nada parecido en su historia. Y ahora que lo pienso, de seguro estaba haciendo algo más mientras lo escribía, pero no estoy segura —comenzaba a divagar la anciana, y Twilight se apresuró a encarrilarla.
—¿Recuerda algo más? ¿Alguna vez le preguntó algo sobre los recortes?
—Claro que no, linda. No quería que pensara que la estaba espiando. De cualquier forma, no me dio mucho tiempo para hacerlo; luego de publicar el libro con la editorial que lo aceptó, tomó el dinero que había reunido hasta ese entonces y se mudó a una casa grande cerca del poblado de Hollow Shades. De hecho, nos seguimos escribiendo durante un tiempo, aunque hace unos años ella dejó de responder. Fui a visitarla algunas veces, pero no estaba en casa. Supongo que volvió a mudarse de allí también, pero no tengo forma de saber dónde. De una forma u otra, ella sabe donde vivo si quiere escribirme —concluyó, y las princesas notaron en su voz el enojo que la anciana no expresaba en sus gestos.
—¿Cree que pueda darnos la dirección a la cual enviaba las cartas? Nos gustaría echar un vistazo personalmente —solicitó Celestia de la manera más atenta.
—Seguro, no hay ningún problema. Aunque sí considero que deberían ocupar su tiempo en otros ponis. Estoy segura de que hay autores más hábiles que ella ahí fuera —añadió.
—También los entrevistaremos a ellos —dijo sonriente la alicornio lavanda, en el momento en que la potra de manto verde regresó a la habitación levitando una bandeja con cuatro tazas de té y un plato de galletas en el centro, colocándola en la mesa ratona frente a los sillones para luego sentarse en compañía de su familiar.
—Lo siento, creo que no me he presentado. Mi nombre es Green Spring, ¡mucho gusto! —saludó alegre, ahora más despejada.
—El gusto es todo nuestro —respondió Celestia con amabilidad—. Por cierto, ¿viven aquí ustedes solas? —preguntó, dirigiendo su mirada a los cuadros en las paredes.
—Mi abuela es quien vive aquí, yo solo estoy de visita —explicó Spring.
—Ella vive en Vanhoover, con sus padres. Viene a visitarme cuando se libera de sus estudios —siguió la señora Rosewood, y su nieta sonrió.
—Ya veo...
—Aún no he tenido la oportunidad de ir a Vanhoover —añadió Twilight—. Pero he visto fotografías muy bellas de sus paisajes.
—Es una ciudad muy hermosa en verdad. Si algún día vas, te recomiendo que visites todos los monumentos históricos. Créeme, no tiene desperdicio.
—Gracias, de seguro lo haré —aceptó la alicornio—. Por cierto, señora Broke. ¿Cree que pueda señalarnos en un mapa como llegar hasta la casa de Moonlight Sonata?
—Por supuesto linda, pero me gustaría que primero desayunemos. A menos que tengan prisa, claro —dijo ella.
Viendo la sincera amabilidad de la poni mayor, ninguna de las dos princesas estuvo dispuesta a negarse. Celestia estuvo segura de ello al dirigir la mirada a su compañera.
—Para nada, no tenemos prisa —habló por las dos la alicornio mayor.
—Espléndido —dijo la sonriente anciana, levitando una de las tazas frente a ella y dando un pequeño sorbo con gran tranquilidad.
Aquel sorbido resonó en los oídos de Twilight, quien apretó los dientes para no reclamar por causa de ello, dado que se trataba de un sonido que la hechicera era incapaz de soportar. Y así, se preparó mentalmente para tolerar aquel tugurio mientras la sed de té de la anciana terminara por saciarse, aunque no estaba segura de ser capaz de resistir hasta un punto semejante.
Apenas entraron al granero, Apple Bloom se encargó de echar traba para que sus hermanos no les molestaran, y el dragón se rascó las escamas de la nuca al percatarse. El interior de la estancia, tal y como recordaba, estaba a rebosar de herramientas de granja, y su piso se encontraba completamente cubierto por heno seco, en algunos sectores siendo tocado por la tibia luz del sol que se colaba a través de las ventanas abiertas en el área superior, por las cuales corría una fresca y suave brisa de primavera.
Sin ninguna prisa por iniciar su relato, Spike se apoyó contra una de las vigas de suspensión de la estructura con los brazos cruzados, aún dudando de si debía abrir la boca con aquella poni o no. Si bien la confianza entre ellos se había visto afianzada desde que comenzaron a trabajar juntos en la granja, Spike no compartía con la menor de los Apple cosas que si hubiera compartido con Twilight, Rarity o Sweetie. Aún así, en un caso como éste, pensó que podía contar con ella.
—Entonces, ¿qué es lo que te tiene tan pensativo? Si se puede saber —preguntó la Apple más joven del manzano con una sonrisa torcida al voltearse. Spike dudó de nuevo, no encontrando un punto de partida para explicar lo que estaba sucediendo en su cabeza.
—No sé ni por dónde empezar —rió él, apenándose desde el principio—. Verás, yo... uh, tengo una amiga —Sí, supo que ese era un buen comienzo, y Apple Bloom escuchó con atención—. Tengo una muy buena amiga, a quien estimo mucho.
—¿Conozco a esa amiga? —preguntó la yegua, sonriendo ante la inocencia del dragón.
—Si, la conoces —aceptó, desviando la mirada mientras volvía a rascarse la nuca—. Yo... la considero una gran amiga, pasamos muchas cosas juntos, pero últimamente las cosas han... cambiado bastante entre nosotros.
—¿De qué estás hablando, exactamente? —preguntó arqueando una ceja, extrañada. Creyó saberlo, pero ahora estaba claro que no tenía idea de qué estaba hablando el dragón.
—Bueno... nos llevamos bien, nos divertimos mucho juntos, pero... lo que hasta hace poco veía como una gran amistad... no estoy seguro, pero creo que podría ser algo más —Se detuvo a sí mismo, no estando seguro de las palabras que estaba usando y pretendía usar a continuación.
Aquella situación, los dos a solas en el granero, Spike hablando de aquella forma tan apenada, aclararon la escena más de lo que la poni terrestre hubiera deseado. De pronto, el ambiente de confidencia se tornó opresivo, y la yegua se sintió realmente incómoda, tanto que realizó un esfuerzo muy grande para permanecer parada frente a su compañero dragón, suplicando a las princesas que lo que estaba considerando no fuese verdad.
—Creo... que estoy enamorado de ella —reveló él y, ante aquellas palabras, Apple Bloom no supo qué responder.
Si bien creía que el dragón era algo atractivo, nunca lo había visto de otra forma, y tiempo atrás había descubierto que rechazar a alguien era algo que no se le daba bien hacer. Recordó entonces lo sucedido con Snails luego de su muy trabajada declaración de amor hacía ya cuatro años, y volvió a sentirse mal a causa de ello. No creía ser capaz de lidiar con una situación como aquella una vez más, mucho menos con alguien a quien sí apreciaba, por lo que tenía que ahorrarse el problema a ella misma, y al dragón presente. Si él mismo perdía el deseo de declararse, ella no tendría que cargar con aquella culpa de nuevo.
—Escucha Spike, es solo una idea mía... pero ella no te dio señales de que estuviera enamorada de ti, ¿o si? —preguntó con prisa y, antes de que el dragón tuviera tiempo de responder, ella lo interrumpió—. ¿Lo ves? De seguro solo estás malinterpretando las cosas. Piensa, si ella estuviese enamorada de ti, debería haberte dado alguna señal. ¿Lo hizo? No. Entonces será mejor que no te arriesgues. ¿Qué tal si pierdes su amistad? O más importante, ¿qué tal si ya no puedes estar con ella? No creo que valga la pena arriesgar algo así. ¿No lo crees? —inquirió ya con sus nervios a flor de piel, y el dragón, no menos abrumado por cada una de sus palabras, comenzó a dudar incluso más de todo lo que había considerado hasta entonces.
—No lo sé, Apple Bloom. Yo... —Se detuvo antes de continuar, no queriendo hablar de aquello, pero siguió al considerar que quizá ayudaría a su compañera el tener un panorama más amplio de la situación—. Hace un tiempo, estaba seguro de mi amor por Rarity. A causa de ello siempre quise estar a su lado, desde el principio, aún cuando en el fondo sabía que aquel sentimiento solo iba en una única dirección. Sufría cada vez que ella comenzaba a describir al semental de sus sueños en mi presencia, pero lo resistí. Incluso cuando salió con otros sementales, dejándome de lado, lo resistí. Incluso cuando se enamoró de Fancy, lo resistí. Pero llegó un punto en el que ya no pude resistir más, y creo que sabes cuál fue ese punto —explicó el dragón, y la potra supo a lo que se refería cuando recordó la anterior Noche de los Corazones Cálidos.
—Spike... sé que debió ser difícil, pero... —El dragón levantó su garra con seriedad, deteniendo a la potra y disponiéndose a continuar.
—Pero hubo alguien que me apoyó durante todo ese tiempo. Alguien que siempre estuvo a mi lado incondicionalmente, y que siguió apoyándome luego de que me rompieran el corazón —debió detenerse para recobrar fuerzas, y así continuar después—. Esa poni me ayudó a salir adelante, y ha estado a mi lado desde entonces. Creo que sin darme cuenta, comencé a verla de otra manera. Y ahora...
—¡Espera, espera, espera! —le interrumpió. Si dejaba que Spike continuara, cada vez le costaría más volver atrás. No podía permitirlo, debía ser lo más directa que pudiera, y ese era el momento—. Escucha, Spike. Yo... te quiero, tú lo sabes. Pero... no te quiero de esa manera. No digo que no seas lindo, lo eres. Pero... pero estoy súper ocupada ahora, y resulta... que no eres tú, soy yo. Esto... me gustan las yeguas, de hecho. Si, estoy muy enamorada de una. Y... escucha, eres muy lindo, y sé que algún día encontrarás a una dragona o a una poni que... —Al caer en la cuenta de lo que estaba sucediendo, de lo que la potra creía que estaba sucediendo en aquel momento, Spike negó con vehemencia mientras agitaba sus garras repetidamente.
—¡No! No, no, no, no, no. No estaba... yo... te juro que... ugh… —el dragón llevó una garra a su rostro, no pudiendo concebir el hecho de haberse expresado tan mal al punto de haber confundido así a su compañera de trabajo—. No estaba hablando de ti, Apple Bloom. No me estaba confesando —esclareció finalmente. La joven potra se detuvo en seco con la boca abierta, avergonzada por todo lo que había dicho hasta ese instante.
—¿En verdad? —preguntó, con cierta duda. Cuando el dragón asintió, la poni se ruborizó en sobremanera—. Cielos, eh... ¡Ya lo sabía! Solo estaba bromeando contigo, ya sabes. Je... tonto dragón —rió ella al darle un leve codazo con objeto de intentar relajar el ambiente, pero su risa estaba muy lejos de ser conciliadora—. Entonces, ¿de quién estabas hablando? —preguntó, con un interés renovado, pero el dragón permaneció en silencio ante la pregunta, no teniendo demasiados deseos de responderla ahora. Aún así, luego de todo lo que había dicho, a Apple Bloom no le costó mucho unir los puntos y descifrar exactamente a quién se refería—. Oh cielos... estabas hablando de Sweetie Belle —dejó escapar. El dragón se sobresaltó ante ello, desviando la mirada con inseguridad, y aquella señal fue suficiente para confirmarlo—. Por todas las manzanas, ¡estás hablando de Sweetie Belle! —exclamó, y el dragón la chistó.
—Apple Bloom, baja la voz —dijo el dragón casi al nivel de un susurró, para luego continuar—. No estoy seguro, pero...
—¡¿Cómo que no estás seguro?! —inquirió, arqueando una ceja.
—Estoy... muy confundido, Apple Bloom —dijo él, algo incómodo—. La quiero, sé dentro de mí que es la poni a quien más aprecio en toda Equestria —dijo, y la poni terrestre carraspeó—. Tu también AB, pero con ella... es diferente. Siempre ha sido diferente —intentó explicarse, siendo incapaz, pero la potra sabía exactamente a qué se refería su amigo dragón.
—Son más cercanos, si. Demasiado cercanos de hecho, si me lo preguntas... —respondió sonriente.
—¿A qué te refieres?
—Oh Spike, ¿es en serio? Ustedes dos son el dragón y la poni más apegados que he visto en mi vida. Hay veces en que no sé en dónde terminas tú, y ella empieza —dijo con gracia, lo cual provocó que el dragón se ruborizara—. ¿Cómo decirlo? Uh... si, son tal para cual. La química que hay entre ustedes... no la he visto con nadie más, ni siquiera entre Mac y Fluttershy. Si te soy sincera, estaba casi segura de que estaban saliendo en secreto, pero no querían hacerlo público porque... tu sabes. Dragón, poni. Poni, dragón. Quizá no fuera bien visto por muchos ponis.
—Ni siquiera había pensado en eso —musitó Spike, ahora preocupado por aquel detalle. Notando lo que había causado, la granjera se apresuró a corregirse.
—Eh, tranquilo. Estoy segura de que Sweetie no te rechazaría por ser un dragón —intentó calmarle, y el dragón dibujó una sonrisa al cabo de un momento.
—Al menos tengo esa certeza —dijo, y la potra lo supo. Había algo más detrás de ese pequeño gesto.
—¿Por qué lo dices? —preguntó con curiosidad, y el dragón dudó antes de hablar.
—Bueno, anoche regresamos tarde a Ponyville en el tren. Estábamos solos, y... y... —intentaba explicarse, a medida que el rubor en sus mejillas se encendía cada vez más y más. Ante aquella señal AB creyó saber de lo que el dragón estaba hablando, pero no podía creerlo. Así como tampoco podía creer que el dragón se lo estuviese contando.
—E-espera. ¿Estás diciendo que ella... que ella y tú...?
—¿Tan difícil es imaginarlo? —preguntó con una sonrisa torcida, aunque la respuesta de su compañera no fue la que esperaba.
—¡Spike! ¡¿Cómo vas a hacerme una pregunta como esa?! —exclamó ella, casi ofendida.
—Lo siento, yo... no sabía que reaccionarías así —respondió apenado.
—Pues no sé cómo esperas que reaccione. Spike, hay cosas que un corc... quiero decir, un dragón, debe guardarse para sí mismo. ¡Y esa es una de ellas! —le reprochó, pero el dragón no entendía que había hecho mal en primer lugar.
—No creí que fuera algo para mantener en secreto. Bueno, supongo que muchos no lo hacen en público, pero...
—¡¿En público?! —lo interrumpió, aún más incrédula que antes—. ¡¿Se puede saber en qué momento has visto a alguien hacer... eso, en público?! —preguntó, aunque realmente no deseaba saber la respuesta.
—¡A muchas parejas! De hecho, el otro día cuando Fluttershy vino a visitar a Mac...
—¡Cállate! ¡Cállate! ¡No quiero oírlo! —interrumpió con desespero. Ahora estaba segura, no quería saber la respuesta.
—Tranquila —intentó calmarla, y suspiró—. Cielos, no creí que un beso fuese para armar tanto alboroto —y aquella sola línea hizo colapsar los engranajes en el cerebro de Apple Bloom, quien lo observó perpleja.
—¿Un beso? —preguntó, y el dragón asintió—. ¿Estabas hablando... de un beso? —cuestionó de nuevo, mientras intentaba tragarse la ira que la invadía y no escupirla en la cara del dragón.
—Pues sí, ¿de qué creíste que estaba...? —no alcanzó a completar la pregunta cuando el peso completo de una carretilla descendió a toda velocidad sobre su cabeza, derribándolo al instante. Las manijas eran sostenidas sin demasiado problema por una agitada y enfurecida Apple Bloom parada en sus cascos traseros—. ¡Oye! ¿A qué ha venido eso? —reclamó el dragón.
—Me sorprende que siendo semejante sabiondo no sepas cómo expresarte para no causar confusiones —le reprochó mientras le quitaba la carretilla de encima.
—¿De qué creíste que estaba hablando?
—¡Eso no importa! —exclamó, pronto cayendo en la cuenta de lo que su compañero le había contado—. Espera, acaso dijiste que... —intentó preguntar, pero el dragón asintió antes de que llegara a hacerlo.
—Sweetie y yo... nos besamos —aclaró finalmente. El proceso lento y gradual por el cual la amplia sonrisa de Apple Bloom comenzó a formarse alertó al dragón, que no tuvo dudas con respecto a lo que estaba a punto de suceder—. Tranquila, no grites. ¡No grites! —habló en voz baja y apretando los dientes, viendo que su joven amiga estaba a punto de reventar en festejos, pero gracias a las princesas, esto no llegó a suceder.
—¡Lo siento, lo siento! —se disculpó en voz baja, pero la alegría que sentía en ese instante no se había desvanecido, y esto lo dejaba ver perfectamente su expresión—. Es que ustedes... oh, cielos. ¡No podría estar más feliz! —incapaz de contenerse, abrazó al dragón con extrema fuerza. Aquel abrazo le robó el poco aire que habitaba en sus pulmones, pero para su suerte la poni terrestre lo liberó al poco tiempo—. ¿Eso significa que ya son pareja? —preguntó, y la expresión del dragón pasó a una de duda.
—No tengo idea.
—¿Eh? —Apple Bloom creyó no haber escuchado bien, pero al considerar que de quien estaba hablando era Spike, decidió preguntar una vez más—. ¿Cómo que "no tengo idea"? Ustedes hablaron de eso, ¿verdad? —preguntó, recibiendo un silencio total por parte de su interlocutor—. Hablaron sobre eso, ¿verdad?
—Estábamos algo ocupados para hacerlo —respondió con gracia, pero su compañera no aceptó el "chiste".
—Eso no es excusa —dijo con seriedad, y el dragón captó el rumbo que la conversación estaba a punto de tomar—. Spike, ¿tú amas a Sweetie? —cuestionó ella, tomando desprevenido a su compañero.
—¿Por qué me preguntas eso?
—Escucha Spike, eres mi amigo tanto como lo es ella. Los tres nos criamos juntos, y es por eso que necesito preguntártelo. Si bien no sé qué es exactamente lo que sentirá ella, no quiero que salga lastimada.
—No voy a lastimarla, y lo sabes.
—No tiene que ser intencional.
—Nunca haría nada que pudiera lastimarla, puedo asegurártelo.
—No necesito que me lo asegures, pero sí que cuides de ella. Como dije, no sé qué es lo que sentirá Sweetie, pero me gustaría saber que al menos tu estas seguro de lo que sientes por ella si van a dar el siguiente paso.
—¿El siguiente paso?
—Estar juntos —aclaró—. Si uno de ustedes no siente lo mismo por el otro, saldrán lastimados. Y como amiga que soy de los dos, no quiero que eso suceda —continuó la potra. El dragón tragó saliva al escuchar las palabras de Apple Bloom, sobre todo porque nunca la había oído hablar con tal tono en toda su vida.
—Te lo tomas muy en serio —intentó sonreír, pero la granjera no cambió su expresión.
—Me lo tomo como lo que es. Es por eso que solo quiero hacerte una pregunta.
—Adelante.
—¿Amas a Sweetie Belle? —preguntó con una mirada preocupada—. ¿La amas en verdad? ¿O sólo estás jugando con ella?
—Nunca le haría eso. ¡Ni siquiera deberías preguntarlo! —respondió casi ofendido.
—¿Entonces? —inquirió de nuevo.
El dragón deseaba decir que la amaba, quería hacerlo. Pero ahora las dudas habían regresado, y ya no estaba seguro de su respuesta. No estaba seguro de nada con respecto a lo que sucedía en su cabeza, ni en su corazón.
—No lo sé —dejó escapar mientras se dejaba caer sentado junto al poste—. La verdad es que... no sé qué es lo que siento. Creo saber lo que es, pero después de todo lo que ocurrió con Rarity... ya no estoy seguro. No estoy seguro si de verdad sé lo que es el amor, y si es lo que siento por ella.
La potra, al ver a su amigo dragón tan afligido, no dudó en sentarse a su lado, palmeando su espalda con fuerza, con objeto de darle ánimos.
—Oye, tranquilo. No es para tanto... —dijo ella, intentando recuperar su típico tono alegre, pero el estado del dragón no cambió ante esas palabras, y sabía que en parte aquello era su responsabilidad—. Bueno, tampoco es para poco pero... tu me entiendes. Quiero decir, tu y Sweetie fueron muy cercanos desde niños, y ahora son más cercanos que antes. Creo que es... normal que se tengan cariño el uno al otro, pero no sabría decir si es amor o no. Creo que eso es algo que tienen que descubrir ustedes mismos —explicó con una sonrisa, y la sombra de duda en el rostro del dragón desapareció por un momento.
—Pero, ¿qué sucederá ahora? Quiero decir, ¿cómo seguiremos de ahora en adelante?
—Eso es algo que tendrás que hablar con ella, no conmigo —sonrió la potra, y el dragón le correspondió.
—Bien —aceptó—. Esta misma tarde, cuando regrese de la academia... hablaré con ella —concluyó, y la yegua asintió sonriente. Pasaron unos pocos segundos de silencio luego de aquellas palabras cuando el dragón decidió sacarse una duda que le había estado picando en los últimos minutos—. ¿De verdad te gustan las yeguas? —preguntó, y el rubor en las mejillas de Apple Bloom semejó al de una roja manzana lista para cosechar.
—¡Estaba nerviosa! —se excusó—. Creí que te estabas confesando, y... no quería rechazarte —explicó, apenada.
—Esto... estabas rechazándome cuando dijiste todo eso, ¿Sabias? Y también dijiste que no era yo, sino tú. ¿Qué clase de poni usa esa frase hoy en día?
—Oh, cállate —le dijo enfurecida, y el dragón sonrió.
En aquella sonrisa había un "gracias" implícito, uno que la granjera supo reconocer al corresponderle cuando le miró de nueva cuenta, y ambos chocaron casco y garra con confidencia, la confidencia de dos buenos amigos que siempre estarían allí el uno para el otro.
Dos horas después, el viejo ferrocarril se detuvo en una vieja estación en donde la primavera parecía haberse retrasado. Las princesas, que no se habían despojado de su disfraz de civiles en toda la mañana, bajaron del primer vagón cargando con sus alforjas, siendo las únicas en descender allí, y encontrándose paradas frente a un viejo letrero que rezaba "Hollow Shades".
Era la primera vez que Twilight Sparkle visitaba ese lugar, y se sorprendió al notar que, aún en semejante época del año, las ramas de los árboles en las cercanías se encontraban completamente carentes de hojas. Y no solo eso, sino que también el cielo sobre ellas se notaba tormentoso, algo interesante dado que veinte minutos antes había gozado del resplandor del sol. La razón radicaba en la particularidad del pueblo.
Mil años atrás, Nightmare Moon había preparado allí a su ejército para la batalla contra su hermana mayor y la guardia solar, y sus poderes malignos se de alguna manera se habían aferrado a aquella tierra, modificando el clima al punto en que los pegasos eran incapaces de controlarlo, lo cual también sucedería en el bosque Everfree tiempo después de su batalla final en el castillo de las hermanas nobles.
Para cuando el tren partió rumbo a Canterlot, las dos ya estaban descendiendo por la escalerilla de la estación con aspecto abandonado, tomando el camino que llevaba al pueblo. Aún así, aquel no era el lugar al cual pensaban dirigirse. Por eso, luego de internarse en la galería de árboles, debieron tomar el desvío que señalaba el mapa que Rosewood Broke les había otorgado, tomando un camino apenas delimitado a lo largo de casi un kilómetro, encontrándose en un bosque con un ambiente muy similar al del Everfree.
—¿Usted cree que Moonlight siga viviendo aquí? —preguntó Twilight, sin dejar de mirar a su alrededor.
—Probablemente no, pero así como en Manehattan, quien viva en ese lugar ahora tal vez pueda darnos una pista de su paradero. Así también, si la casa está desocupada, está la posibilidad de que se haya dejado algo que nos sirva de pista para saber a dónde se fue.
—Creo que la segunda opción es más probable. Quiero decir, ¿quién querría vivir aquí? Este lugar es tenebroso.
—Seguramente alguien que deseaba estar aislado.
—No puedo dejar de pensar en lo que dijo la señora Broke —comentó la alicornio lavanda, preocupada—. La escena que nos describió, de la actitud de Moonlight Sonata mientras escribía el libro, me recuerda a la escena que describió Nina en su diario cuando habló sobre su madre. ¿Cree que los recortes de los que hablaba la anciana tuvieran relación con los libros que Spike y Sweetie encontraron en la mansión bajo la montaña?
—Es posible, pero ahora no hay forma de saberlo.
—¿Qué tal si estaba intentando lo mismo que la princesa Ameria?
—Es algo que he estado considerando —comentó Celestia, preocupada—. A lo largo de los años, ha habido una gran cantidad de ponis que intentaron lograr un hechizo de esta naturaleza no sólo con objeto de traer a la vida a un ser querido que había partido al otro mundo antes de tiempo, sino también con objeto de conseguir la vida eterna. Tengo la impresión de que Moonlight iba a por lo segundo.
—¿Cree que lo haya conseguido?
—No, a menos que se haya especializado en las artes arcanas con ese objetivo en mente.
—¿Y qué tal si eso fue lo que vino a hacer aquí? —preguntó ella—. Por lo que sabemos, Moonlight Sonata partió poco después de publicar "La Leyenda de la Rosa Eterna", hace treinta años. Es suficiente tiempo como para aprender unos cuantos hechizos nuevos.
—O para lograr solo uno —añadió Celestia, y un silencio se formó mientras las dos consideraban las implicaciones en aquel pensamiento.
—De una forma u otra, tenemos que hallarla. Es la única que puede responder a nuestras preguntas, y llevarnos hasta la poni enmascarada —dijo Twilight, en el preciso momento en que salieron a un claro del bosque, encontrándose con su destino.
A menos de doscientos metros de la barrera de maleza que habían atravesado se levantaba una vieja estructura que antaño parecía haber sido una suerte de cabaña de dos pisos, con paredes de madera cubiertas de musgo y un descuidado tejado, el cual denotaba haber sido desgastado por el agua de lluvia durante demasiado tiempo. Algunas de las ventanas se notaban resquebrajadas, también cubiertas de polvo por dentro, lo cual impedía avistar el interior. La maleza se había hecho con una gran parte del exterior de la antigua vivienda, y ahora daba el aspecto de una perfecta casa embrujada.
Ante este pensamiento, Twilight negó con vehemencia. Ya no era una potrilla como para tener miedo de lugares como aquel, y eso sin mencionar que se encontraba en compañía de una deidad. Lo mirase por donde lo mirase, no tenía razones para temerle a nada.
No pasó mucho tiempo después de su resolución cuando oyó truenos a lo lejos. Relámpagos iluminaron el cielo, y la lluvia no se hizo esperar. Y así, la lluvia no tardó en dar paso a un chaparrón, pero para entonces la princesa de la armonía y la deidad del sol ya se encontraban resguardadas en el porche de la antigua cabaña, con las tablas que conformaban el piso crujiendo bajo sus cascos.
—Justo a tiempo —comentó Celestia con un nuevo asomo de optimismo, antes de voltearse y tocar a la puerta con sus cascos. El sonido resonó a lo largo del interior de la morada con un eco brutal y, tal y como esperó desde ese momento, ningún poni vino a recibirlas—. Parece que no hay nadie en casa.
—Supongo que en verdad se había mudado a otro lugar —respondió Twilight, mientras Celestia abría la puerta con delicadeza—. ¿Qué está...?
—No tiene caso que nos quedemos esperando aquí afuera. Tenemos que averiguar lo que podamos sobre Moonlight Sonata y la Rosa Eterna, y estoy segura de que encontraremos algo aquí —razonó Celestia, antes de entrar.
Twilight estuvo a punto de replicar el hecho de que, por más que la cabaña luciera abandonada, no era correcto entrar de aquella manera. Luego reparó en el hecho de que la noche anterior había asaltado el archivo de una prestigiosa editorial y, sin decir otra palabra, cruzó el umbral de la puerta.
Lo primero que percibió fue un fuerte olor a humedad que invadía el ambiente, y luego reparó en lo que se había convertido el recibimiento mientras Celestia avanzaba a paso lento en la estancia. El empapelado de las paredes aparecía rasgado, pútrido y, en su mayor parte, cubierto por plantas salvajes que habían hecho de aquel su hogar, dándole a la habitación un aire más desolado. Del mobiliario no quedaba más que montones de madera podrida y cubierta de musgo, y algunas enredaderas dejaban caer sus raíces aéreas en las vigas superiores del techo, también recorriendo las paredes y una buena parte del suelo. A simple vista, era fácil considerar que nadie había estado allí durante al menos la última década.
Twilight estuvo a punto de sugerir que se separasen para comprobar el lugar, pero al recordar el relato por parte de Spike sobre los sucesos que habían acontecido días atrás, aquella idea perdió fuerza mientras se adelantaba a la princesa.
—Será mejor que busquemos en las habitaciones —sugirió la mayor.
—Estoy justo detrás —avisó la menor, siguiéndole el paso.
La primera elección fue la puerta a la izquierda de la escalera que llevaba al primer piso, pero algo la bloqueaba desde el otro lado. Haciendo uso de su magia, la deidad fue capaz de retirar la puerta misma con facilidad, y encontró en el interior un pequeño comedor con cocina incluida, todo cubierto por la misma maleza. Era obvio a simple vista que allí no encontrarían nada útil.
Una vez descartada aquella opción, decidieron pasar a la puerta junto a la escalera, la cual les dio acceso a una habitación llena de cajas. Al comprobar una de ellas, encontraron una excesiva cantidad de libros. Esto no hizo más que provocar la felicidad de la alicornio menor, felicidad que se perdió cuando, al comprobar los tomos con más detenimiento, encontró que la humedad había acabado con ellos. Ninguno de los que tomó en sus cascos resultaban legibles, y pronto partió de la habitación con un gran dolor en su corazón.
El resto de la planta baja estaba en las mismas condiciones, y cualquier pista que los hubiera llevado hasta la ubicación de Moonlight Sonata se había perdido entre musgo y madera podrida. A causa de ello, siguiendo la última luz de esperanza que les quedaba, subieron al primer piso, dirigiéndose a la única puerta que había, mientras oían al diluvio exterior arremeter con fuerza contra aquel viejo y desdichado techo.
Al entrar en la estancia, hallaron con sorpresa el primer y único lugar de la casa que no se había visto degradado hasta el extremo: un dormitorio sin mucha decoración. Una cama improvisada en una esquina, un escritorio de dos cajones a su lado, un librero cerca de la ventana, y un armario justo al lado, todo cubierto por el musgo y algunas enredaderas que habían encontrado su camino hasta allí, pero sin lugar a dudas era la habitación mejor conservada en aquella cabaña abandonada.
Celestia se acercó a la ventana y observó el diluvio ganar fuerza poco a poco mientras que Twilight se disponía a investigar. El solo ver los cobertores de la cama le producía alergia, y no quería ni siquiera imaginar que aroma podrían tener a estas alturas, por lo que desvió la mirada hacia el armario. Al abrirlo, encontró ropa de abrigo que de seguro la autora utilizó en su momento para resguardarse del frío en aquella casa. Sin interés en ello, cerró el armario y se aproximó al escritorio. Siendo que la parte superior estaba despejada, se dispuso a rebuscar en los cajones, en los cuales no encontró más que polvo acumulado.
—Parece que venir aquí fue una pérdida de tiempo —dijo Twilight, pero Celestia no pareció escucharla. Seguía mirando por la ventana—. Si había una pista que nos pudiese llevar hasta la autora, de seguro se perdió hace mucho tiempo —continuó al aproximarse, pero la deidad no respondió—. ¿Princesa?
—Hay algo allá afuera —comentó, y Twilight sintió un escalofrío.
—¿De qué está hablando, princesa? —preguntó, no sabiendo si realmente quería conocer la respuesta.
—Hay algo allá afuera, y nos está vigilando —continuó, sin cambiar su porte ni voltear hacia su alumna—. Al principio creí que había sido mi imaginación, pero ahora estoy segura. Estuvo vigilándonos desde que bajamos del tren.
—¿Quién es? ¿Acaso será…?
—No lo sé, no se ha dejado ver. Pero puedo sentir su presencia, y está muy cerca, aunque no sé qué tanto.
—¿Qué... qué hacemos?
—No estoy segura de qué intenciones tenga, pero no podemos bajar la guardia. Y si algo llegara a pasar, debes estar lista para luchar. ¿Entiendes? —preguntó la deidad sin voltear hacia ella, y Twilight asintió—. De acuerdo, entonces... vamos a salir, y veamos cómo se comporta nuestro invitado —explicó ella, dándose la vuelta y dirigiéndose hacia el recibimiento, seguida por su antigua alumna.
Cruzando el umbral de la puerta, la alicornio blanca descendió las escaleras con imperturbable tranquilidad, seguida por su no tan segura compañera. Sin dejar de prestar atención a su alrededor, la princesa siguió recorriendo el lugar con la mirada, esperando ser capaz de ver algún rastro en el exterior de su particular compañía, mientras se dirigían a la puerta que salía de aquella cabaña.
Quizá fue el sonido de la lluvia contra el techo, quizá fue la escasa luz dentro del recibimiento, o quizá fue el hecho de que la princesa estaba más atenta a los avistamientos laterales, por lo que no reparó en la posibilidad de uno aéreo hasta el último momento.
Para cuando levantó la vista, una figura oscura descendió sobre ella a toda velocidad, y un objeto largo y rectangular que levitaba golpeó a Celestia con una fuerza brutal en el costado, arrancándole el aire del cuerpo y derribándola al instante. La deidad se vio asolada por un agudo dolor seguido de aquel golpe, siendo incapaz de incorporarse.
—¡Princesa! —gritó Twilight.
Un segundo después la unicornio enmascarada tocó el suelo, separando el objeto rectangular en siete partes mediante su magia y cargó contra una Twilight que no había alcanzado a reaccionar a tiempo, quedando contra la pared con dos de los siete objetos contra su cuello.
Al resplandor de un nuevo relámpago, por primera vez la alicornio disfrazada pudo ver lo que en realidad eran: cuchillas. Aquellos objetos delgados, largos y negros poseían un filo de sierra intimidante, y ahora la princesa de la armonía permanecía contra la pared sobre sus dos cascos, bajo la mirada atenta de aquellos ojos azules, ojos que desconocía, aquellos de los cuales solo había oído hablar, aquellos que sabía... pertenecían a la unicornio que había herido a su pupila, y casi matado a su hermano menor.
El campo de energía expansivo fue instantáneo, y la unicornio enmascarada no lo vio venir. La fuerza del mismo la hizo desprenderse de tres de sus siete cuchillas, pero recuperó la compostura mientras aún levitaba el resto de ellas a sus espaldas, listas para ser utilizadas a la menor oportunidad, mientras que Twilight se alejaba de la pared a paso lento, su cuerno iluminado y listo para atacar, sin apartar la mirada de su enemiga.
—¿Por qué vinieron aquí? —preguntó la desconocida.
Twilight no respondió. El interior de su ser bullía con ira, pero intentó apaciguar la misma al tiempo que consideraba un plan para encarar a semejante enemigo. Tampoco podía actuar por impulso y atacar con todo su repertorio de hechizos dado que su adversario era veloz, muy veloz, y podría aprovechar cualquier apertura para cargar contra ella en un ataque mortal. Todo esto sin mencionar que Celestia ahora permanecía inconsciente a causa del anterior ataque, por lo cual no podía contar con ella.
—No sé que esperaban encontrar en este lugar, pero será mejor que regresen por donde vinieron. De otra forma, no me dejarán alternativa —declaró la enmascarada mientras conectaba las cuatro cuchillas desde los extremos a modo de cruz, preparándose para atacar.
Pero en ese momento, el suelo bajo sus cascos se iluminó con un aura dorada y, antes de que pudiera reaccionar, las tablas podridas se levantaron para formar una celda perfecta. La unicornio dirigió las cuchillas que levitaba con su magia azul para cortar las tablas iluminadas por aquella aura, pero el ataque rebotó. La madera podrida ahora poseía la resistencia del diamante.
—Y tú tampoco nos dejas alternativa a nosotras —dijo Celestia mientras se incorporaba, sorprendiendo a su compañera. ¿Acaso había fingido estar inconsciente, esperando que la unicornio se descuidara? Si así era, su plan había salido a pedir de boca.
Todos los intentos de la unicornio enmascarada por escapar resultaron inútiles, incluyendo la teletransportación, y pronto se resignó cuando sus captoras se aproximaron a la jaula. En su mirada no había sentimiento alguno; no había odio, ni furia, ni desesperación. Aquellos profundos ojos azules permanecieron fijos sobre las dos princesas en todo momento, gélidos como el hielo mismo.
—Tenemos varias preguntas, y tú vas a responder a cada una de ellas —declaró Celestia.
Afuera, la tormenta no se había detenido en ningún momento y, por un instante, el sonido de la lluvia contra el techo fue lo único que las ponis presentes pudieron oír.
