Capítulo 17 – Discordante
El tiempo en aquella habitación se había detenido luego de que Amethyst pronunciara aquellas palabras, palabras que se había callado durante demasiado tiempo, palabras que necesitaba sacar de su sistema para ser capaz de seguir adelante, palabras que, sabía, significarían un cambio permanente en la relación con su mejor amigo. Su hocico se había secado, su respiración era agitada, y su corazón latía con tanta fuerza que estaba segura de que el dragón podría oírlo. Todo se sentía demasiado real, y situaciones que acompañaban aquella sensación no eran fáciles de llevar para la yegua, quien rogaba internamente que todo terminara rápido, que el dragón le diese una respuesta en aquel mismo instante, pues no estaba segura de cuánto tiempo más podría soportar aquel silencio sepulcral.
Spike, por su parte, ya no sabía si estaba despierto, o si aquel era un mero sueño en el cual su imaginación se había dado el gusto de trabajar a lo grande. Aquellas palabras que su amiga unicornio había proferido con voz temblorosa y ojos vidriosos no podían ser más que un mero producto de su imaginación. Era imposible que de verdad las hubiera dicho.
Eso era lo que quería creer, pero al poco tiempo volvían a su mente, resonando como un eco que rebotaba hasta en el rincón más recóndito. De pronto su garganta se sintió seca, le costó tragar saliva, y casi había olvidado cómo respirar con normalidad. Aquellas palabras se habían clavado en su cabeza, y seguían sonando tan irreales como el primer instante en que las había oído, aun cuando tan solo habían pasado unos segundos luego de eso. Desde entonces había permanecido con una expresión estupefacta, mientras que su amiga esperaba atentamente su respuesta. Pero, ¿qué debía decir?
—¿Y bien? —preguntó la yegua con preocupación, habiendo perdido la paciencia.
—¿Y bien... qué? —alcanzó a decir.
"Bravo Spike, gran respuesta", devolvió su mente, mientras que Amethyst bajaba la mirada.
—¿Vas a decir algo? —preguntó con un volumen de voz menor.
—Yo... —comenzó, pero en ese momento cayó en la cuenta de que no sabía cómo continuar. Nunca habría imaginado que estaría envuelto en una situación como aquella y, menos aún, con Amethyst—. No sé qué decir, de verdad me tomaste por sorpresa —intentó sonreír, sonrisa que la mayor correspondió.
—Lo... lo siento, pero no se me ocurrió otra forma de hacerlo —rió ella—. Hubieras preferido algo más... ¿romántico? Una cena a la luz de las velas en un restaurante caro, ¿tal vez? Lo siento, pero tú sabes bien que ese no es mi estilo.
—Cualquiera pensaría que tu estilo sería declararte en el callejón de un bar, con unas cuantas sidras encima.
—Púdrete, Spike —devolvió ella, y ambos soltaron una carcajada que ayudó a aligerar el ambiente para los dos, pero la de Amethyst no duró mucho más que la de Spike, pues ella aún necesitaba una respuesta y, por más que no lo pareciera y pasara desapercibido para el dragón, la necesitaba con suma urgencia—. Entonces, ¿Qué piensas de... eso? —preguntó, y el dragón tragó saliva al responder.
—Honestamente, me sorprende el sólo hecho de que te guste... de esa forma —bajó la mirada al decirlo, confundiendo a la unicornio—. Seamos sinceros Amethyst, no soy el tipo más inteligente, o el más atlético. Y, no menos importante, no... no soy un poni. Me distraigo con facilidad, soy algo obsesivo, y... ¡Me gusta usar delantales! —Amethyst no pudo evitar reír para sus adentros ante aquella declaración—. En cambio, tú... tú eres genial, Amethyst. Eres genial, bonita, atrevida, te gusta probar cosas nuevas, y... siempre es divertido pasar el rato contigo. Si lo piensas, podrías tener al semental que quisieras a tus cascos —intentó razonar Spike, con la mirada clavada en el suelo e intentando convencerla de que lo que ella sentía, simplemente, no tenía lógica, al menos para él.
Fue entonces que sintió el casco de Amethyst posarse sobre su mejilla, guiando su rostro en su dirección, y Spike apenas cayó en la cuenta de lo que estaba sucediendo cuando sintió los labios de la yegua posarse sobre los suyos. El dragón se quedó ahí, tieso, sin saber cómo responder a la unicornio que ahora le besaba con fuerza, a la unicornio a quien consideraba su amiga más cercana, su hermana mayor, quien ahora mantenía los ojos fuertemente cerrados. El corazón de Amethyst ahora latía con tanta fuerza que estaba segura de que Spike lo sentiría contra su pecho, mientras que el dragón mantenía los brazos en el aire, sin saber qué hacer, sin saber cómo responder.
Dejándose guiar por el impulso y no por la lógica, llevó sus brazos al lomo de Amethyst con lentitud, y el acceso de sus fauces cedió. No pensó si lo que estaba haciendo estaba bien o mal, y aquella sensación de incomodidad le acompañó en lo que duró aquel beso pasional, aquel en el que Amethyst de verdad creyó que sus sentimientos eran correspondidos, que eso era lo que significaba la respuesta positiva a aquel afecto, y por un momento, al apartarse, su corazón estuvo en paz.
Los dos abrieron los ojos con lentitud, encontrándose reflejados en la mirada del otro, y Amethyst sonrió con lágrimas en los ojos, acariciando el rostro de su amado con delicadeza. Aquella situación, los dos juntos, abrazados, y ese beso... todo era irreal.
—El problema es que no me interesa cualquier semental... porque es a ti a quien quiero —dijo sin dejar de ver a los ojos a un Spike completamente anonadado—. Podrás decir que tienes cien defectos, y yo enumeraré mil virtudes tuyas en respuesta. Que eres trabajador, alegre, que te interesas por los demás y haces todo lo que está a tu alcance para lograr su felicidad. Podrás ser rutinario, pero siempre te has animado a hacer algo diferente cuando lo propuse, y te has aventurado conmigo sin siquiera pensarlo. Todo eso y sin mencionar que en los últimos meses estuviste a mi lado, apoyándome y ayudándome como nadie más aparte de mi familia había hecho nunca —dijo ella, con ojos vidriosos—. Te amo, Spike. Te amo más que a nada en el mundo, te amo con todo mi ser, y no hay nada que quiera más que estar a tu lado —dijo al final, con una mirada que tocaba el corazón del dragón.
El único problema... era que ese corazón ya pertenecía a alguien más, y Amethyst no lo sabía. Pero ahora la yegua frente a él le había hablado desde lo más profundo de su alma, y sus sentimientos habían alcanzado la del dragón, pero aquellos no eran devueltos de la misma manera, y Spike no podía hacer nada contra ese hecho.
—Amethyst... —sintió su corazón comprimirse, y las palabras intentar quedarse en su garganta para jamás ser dichas, pero eso era imposible. No podía volver atrás, y tampoco la yegua que ahora tenía frente a él. Amethyst había sido sincera y él, por más que le doliera, no podía serlo menos, por más que eso significara darle la peor respuesta imaginable—. Lo siento.
Un frío cruel recorrió el lomo de la poni, que creyó haber pasado de un sueño maravilloso... a una terrible pesadilla. La expresión dolida del dragón con sus ojos cerrados frente a ella no hacía más que confirmar el significado de aquellas palabras, y la yegua sintió que el mundo se le venía a los cascos.
—¿Qué? —alcanzó a responder, incrédula.
—No me malentiendas, creo... que eres genial, eres la yegua más genial que he conocido, y la paso muy bien cuando estoy contigo. Te quiero más que a nada en el mundo, y me gusta... poder ser yo mismo cuando estoy junto a ti. Eres una gran compañera y, de verdad, no sé qué haría sin ti. Pero… —la sonrisa de Spike desapareció—. No siento por ti... lo mismo que tú sientes por mí. No quiero darte falsas esperanzas, y quiero que las cosas... estén claras entre nosotros. Realmente espero que... podamos seguir siendo amigos —concluyó él, con la escasa esperanza de que sus palabras aliviaran la situación.
Pero en ese instante, Amethyst sintió que ya nada volvería a ser igual. Algo se había roto dentro de ella, y un dolor muy grande había tomado lugar en su corazón, pero ella nunca dejaría ver aquel dolor al dragón que más amaba. Nunca se lo perdonaría a sí misma.
—Wow... bueno... —la yegua intentó contener las lágrimas que se esforzaban por escapar, y disimular el nudo en su garganta. Aunque sabía bien que aquella sería una tarea titánica mientras aún se encontrara cerca del dragón. Tenía que salir de allí tan pronto como fuese posible—. Esto podía terminar de dos formas, así que... no puedo decir que me sorprenda el resultado. Quiero decir... esto...
—Amethyst...
—Está bien, Spike. No todos los ponis... y dragones, se corresponden todos los días. Está bien, sólo... supongo que necesitaré algo de tiempo —respondió con optimismo, pero su sonrisa no era capaz de engañar al dolido dragón. Si había algo que Spike podía distinguir con facilidad, era cuando alguien fingía sonreír, y Amethyst lo estaba haciendo ahora con todas sus fuerzas—. ¡Oye! No pongas esa cara, te he dicho que está bien. Si vuelves a mirarme con esos ojos de cachorro copiados descaradamente de tu mascota no tendré más opción que patearte el trasero.
—Perdóname —dijo él con aquella misma expresión, y la unicornio sintió temblar su hocico ante aquellas palabras. El dragón no se lo estaba poniendo más fácil al decir algo como eso.
—¿Por qué me pides perdón? —arqueó una ceja, manteniendo aquella sonrisa—. Está bien, dolió... un poco, pero esa no es razón para que me pidas disculpas, después de todo no hiciste nada malo. De hecho, me alegra que hayas sido sincero con tus sentimientos —respondió ella, pero aquellas palabras no podían engañarlo. Sólo eran palabras vacías, palabras que no expresaban sus verdaderos sentimientos.
—¿Crees que las cosas puedan seguir siendo como siempre? Quiero decir... nosotros...
—Nada tiene que cambiar entre nosotros, Spike. Que no me hayas correspondido no significa que tengamos que alejarnos o algo así. Sería bastante tonto, ¿no crees? Escucha, no te preocupes por esto. Mañana todo habrá pasado, y podemos volver a ser los mismos buenos... amigos de siempre... —dijo mientras aquellas malditas lágrimas comenzaban a escapar, sin resistencia posible que las detuviera.
Sus labios temblaron, y Amethyst ya no fue capaz de mantener aquella falsa sonrisa cuando Spike la abrazó con fuerza. La poni adulta no tardó en ahogar sus sollozos contra el hombro del dragón, quien sentía su corazón comprimirse ante aquel escenario, ante la yegua que ahora lloraba desconsolada en sus brazos, ante el hecho de que él era el único causante de aquellas lágrimas.
Mientras tanto, en la cima de la torre más alta del castillo de Canterlot, Celestia esperaba paciente el despertar de su hermana menor, mientras admiraba el reino que se extendía más allá del alcance de su vista, pensativa. No dejaba de repasar en su mente cada una de las palabras que la poni en el memento había pronunciado, augurando el fin del mundo si el enemigo reunía las tres llaves y abría la escotilla en el sótano de la biblioteca Golden Oak. Pero Celestia tenía la seguridad de que aquella profecía nunca llegaría a cumplirse; por un lado, porque su hermana guardaba en su interior la llave recuperada del memento y, por el otro, porque sabía que Discord lograría hallar a la enmascarada antes de que provocara un daño más grave. Además, también había enviado a su secretaria a la alcaldía de Manehattan con objeto de revisar el registro de ciudadanos, y así descubrir a nombre de quién estaba la casa que Twilight y ella habían visitado aquella mañana, antes de ser emboscadas.
Sabiendo que el momento había llegado, Celestia dio un paso más, acercándose al borde de la torre e iluminando su cuerno mientras que su hermana menor cruzaba la puerta de la terraza, con su cuerno desprendiendo un mágico resplandor azul. Se acercó a la alicornio blanca sin prisa alguna y, una vez estuvo a su lado, Celestia procedió a emplear su magia sobre el astro del día, que comenzó su descenso lento pero seguro en el horizonte al tiempo que el cielo se oscurecía, las estrellas comenzaban a brillar, y el astro de la noche iniciaba su ascenso en el firmamento. La hermosa noche había caído sobre Equestria.
—¿Has encontrado algo? —preguntó Celestia una vez su labor estuvo completa. Luna respondió sin dejar de mirar al astro nocturno una vez la magia de su cuerno se había desvanecido.
—No hay rastro de nada parecido a lo que Spike nos relató en los sueños de nuestros ponis a lo largo de todo el reino, y a menos que todo haya sido una alucinación suya, eso es imposible.
—No fue una alucinación —dijo Celestia, con seriedad—. Esta mañana me enfrenté junto a Twilight a la poni de la cual nos habló —reveló al voltearse hacia ella, y su hermana menor apenas giró los ojos en su dirección, antes de cerrarlos.
—Asumo que ha escapado —dijo con tranquilidad, y un silencio rotundo gobernó aquel balcón durante escasos instantes, antes de que Celestia hablara.
—Hay algo muy extraño en toda esta situación, pero... no sé decir qué es exactamente.
—Bueno, ciertamente hay algo extraño —se oyó una voz masculina en el lugar, cuya procedencia no eran capaces de hallar. Tarde cayeron en la cuenta de que al astro de la noche sobre ellas le habían salido ojos, y un hocico—. Esas tres ponis son algo bastante peculiar, si me lo preguntas —habló la luna, y las princesas pudieron ver claramente sobre la superficie del satélite a un draconequus corriendo con entusiasmo, vistiendo un largo vestido negro con sombrero del mismo color, antes de saltar y extender su paraguas oscuro, el cual pareció disminuir la velocidad en su descenso hacia la torre, donde cayó a espaldas de las deidades del día y la noche—. Oh, qué bella noche. ¿No es así, pequeñas?
—Sacando esa... desagradable forma de referirte a nosotras, asumo por tus palabras que no las has encontrado —dijo Luna al voltearse.
—Me rompí el coco buscándolas toda la tarde —golpeó su cabeza con la forma del mencionado fruto hasta partirlo. Las mitades cayeron, liberando a la mareada cabeza del draconequus—. Recorrí cada rincón del reino, ¡Hasta el último nido de hormigas! Pero no he visto nada parecido a las tres yeguas que me pediste buscar.
—¿Cabe la posibilidad de que se hayan disfrazado?
—Aún si así fuera, mis ojos pueden ver a través de los disfraces, como pelucas y ropa adicional. Básicamente, puedo verlo todo —para remarcar su punto, empleó sus garras para estirar sus cavidades oculares, agigantando sus ojos. Luna se volteó, exasperada por su grotesco comportamiento, aunque Celestia ya estaba más que habituada al mismo—. No quiero ser pesimista, pero... puede que sepan cómo esconderse de mi ojo.
—¿De verdad hay alguien en este reino que pueda evadir el ojo de la discordia, y la visión onírica de mi hermana? —preguntó Celestia con un volumen de voz más bajo.
—Parece que encontraste a tres ponis que pueden —dijo un Discord vestido de gala, tomando asiento en una elegante silla negra, mientras tomaba un sorbo de su taza de café recién creada.
—Eso no hace más que aumentar mi preocupación, pues significaría que se han preparado para este momento —dijo ella, acercándose al balcón una vez más, con Luna a su lado, y observó a su reino con inquietud—. Sea cual sea su plan, ya ha sido puesto en marcha.
—¿Y qué harás entonces? —preguntó Discord desde el mismo lugar, mientras batía el café con la punta de su cola—. ¿Cómo atrapas a un enemigo que no puedes detectar?
—Poniendo una carnada —dijo Luna, ganándose las miradas de los presentes. Acto seguido, sacó la llave de su pechera y la levitó frente a ella, mirando a su hermana con seriedad—. ¿Cuántas llaves tiene?
—No sabemos si tiene alguna... —respondió ella, pronto cayendo en la cuenta de lo que su hermana menor estaba sugiriendo—. Pero si buscamos las otras dos llaves, estaremos un paso más cerca de esas tres ponis.
—Si las encontramos, la enmascarada irá tras nosotros. Y si ella ya las encontró, hay una posibilidad que en los escondites hayan quedado pistas que nos guíen hacia ella.
—De una forma u otra, las posibilidades de hallarla son las mismas —consideró Discord antes de ponerse de pie, desvaneciendo su traje de gala—. Es mejor que nada —aceptó con entusiasmo—. ¿Pero cómo encontramos las otras dos llaves?
—Como ya sabrás, Nina dejó un memento con un mensaje grabado, el cual hablaba de las llaves y la compuerta del sótano. De hecho, aquí lo tengo —explicó la diosa de la noche, al extraer el pequeño octaedro de su pechera.
—¿Acaso hay algo que no lleves en esa cosa? —preguntó Discord, con curiosidad.
—No estoy obligada a responder esa pregunta —dijo al darle la espalda, girando los lados para que las esquinas limadas se reunieran, y un resplandor azul indicó la activación exitosa del artefacto.
El octaedro flotó a una corta distancia de las deidades, quienes observaban su movimiento atentamente. Acto seguido, el artefacto desprendió una extraña magia azul que recorrió la estancia de un lado a otro, antes de regresar a su punto de origen y proyectar bajo el octaedro una figura holográfica del mismo color que no tardó en tomar la forma de una unicornio joven de melena trenzada, y marca en forma de un pergamino y una pluma.
—Así que esa es... —comenzó a decir Discord.
—Sí, es la hija de la princesa Ameria —aclaró Celestia.
Si estás viendo esto... significa que no lo conseguí. Siento si pasaste por muchas dificultades para llegar hasta aquí, pero debía asegurarme de que esta información no cayera en cascos de cualquiera, pues en los equivocados podría significar la caída de Equestria… y el fin del mundo como lo conocemos —inició su relato, no sin que antes corrieran por sus mejillas lágrimas de tristeza, que ella en vano intentó ocultar al fregarlas con su casco.
Todos se han ido... sigo repitiéndome las mismas palabras una y otra vez, pero aún no puedo creer que sean verdad. Estoy sola. Si tan solo hubiera sido capaz de detener a mi madre a tiempo... pero ya es demasiado tarde para lamentarse. Al dejarte este mensaje, puedes estar seguro de que te confié algo muy importante, algo que no puede quedar sin resolver. A estas alturas también debes tener conocimiento del diamante, ¿no es así? Si has llegado hasta aquí, entonces sabes lo que hay que hacer —sus ojos ahora brillaban con determinación al recordar por qué estaba allí, la razón que la había llevado a dejar aquella grabación.
Hay un árbol muy cerca del Everfree, más grande que cualquiera que puedas encontrar sin adentrarte en el tenebroso bosque: el árbol eterno. Allí está... el verdadero estudio de mi madre. Debes bajar al subsuelo, y buscar la sección con dos estanterías juntas. Dirígete a la de la izquierda, y presiona el fondo del tercer estante a la derecha. La tapa se apartará, y entre todos los documentos que allí quedaron verás un libro con una rosa grabada en la tapa. Ese... es el diario de mi madre, la historia de su vida escrita por su propio casco. En su interior dejé un mapa con indicaciones precisas para llegar al templo del tiempo, en donde he escondido el diamante. Tómalo y, por lo que más quieras, no desvanezcas el hechizo de aislamiento que le coloqué, no hasta que estés listo.
Tras el fondo falso del estante del sótano, también hay un interruptor que abre el pasaje de la estantería derecha. Para abrir la compuerta tras la misma, necesitarás tres llaves. La primera está en el interior de este memento, pero la segunda... te la confié a ti, Iron Shield. Sé que mamá te conoció cuando era joven, y sé que fueron grandes amigos, y es por eso que iré en tu búsqueda apenas termine de grabar esto. De verdad espero que seas tú quien esté viendo esta grabación ahora. Y finalmente, la tercera llave estará esperando en el laberinto de esquinas que sólo la doncella y la bestia alada conocen. Estoy segura de que, si has dado con este memento, sabrás de qué hablo.
La joven poni permaneció en silencio durante algunos segundos, durante los cuales Celestia supuso que la misma estaba repasando todo lo que había dicho, y todo lo que aún debía decir.
Francamente, no estoy segura de sí vendrá o no el poni que espero, pero rezaré a las princesas para que así sea. Iré a la costa este en su búsqueda, y dejaré este memento en la caja de música de mi habitación, para impedir que caiga en los cascos de los ladrones que rondan los caminos de Equestria. Si no consiguiera mi objetivo, y este memento se quedará aquí, olvidado por el mundo junto con mi recuerdo, entonces rogaré para que alguien más lo encuentre algún día, alguien que logre hacer lo que yo no conseguí: purificar a la Rosa Eterna, la joya cuyo valor resulta incalculable tanto para mi madre como para mí, pues en su interior... guarda el alma de mi padre.
Todo lo necesario para lograr el hechizo destinado a ese objetivo está guardado tras la compuerta del sótano, pero yo no tengo la habilidad necesaria para lograrlo, y tal vez nunca la tenga. Quizá te preguntes... ¿por qué hablé del fin del mundo al principio? La razón es que he estudiado las notas de mi madre durante varias semanas. Aún sin un gran dominio de la magia, he sido capaz de entenderlas, y lo que el hechizo que ella creó es capaz de hacer, junto con la Rosa Eterna, podría dotar de un poder incalculable a quien destine el hechizo a ese objetivo. Alguien con un corazón oscuro podría destruir el mundo usando ese poder, y es por eso que tenemos que terminar con esto lo antes posible.
Tal vez pienses que estoy siendo arrogante, al poner el destino de nuestro mundo en riesgo con el sólo objeto de purificar la gema y liberar el alma de mi padre. No es así. Le hice aquella misma pregunta, la que ahora estás considerando, a mi madre: "Si la rosa es tan peligrosa, ¿por qué no destruirla ahora? El alma de un sólo poni, sin importar que tanto lo queramos, no vale el riesgo de miles de millones". El problema es que, si destruimos la rosa, liberaremos también a uno de los males más terribles que el mundo haya conocido, que también se encuentra encerrado en la Rosa Eterna. El hechizo de mi madre fue hecho para mantenerlo sellado por al menos dos milenios, según ella, pero si algo le sucediera a la joya antes… no quiero ni pensar lo que podría llegar a pasar.
Lamento si te doy pistas tan vagas, pero no puedo arriesgarme a que esta información caiga en cascos equivocados. Si el poni equivocado encuentra el diamante puede ser peligroso, pero si hallara también el contenido tras la compuerta del árbol eterno las cosas irían de mal a peor. Quisiera no tener que hacer esto, quisiera no tener que dejarle la responsabilidad a alguien más, pero eso ya no es posible. Si has llegado hasta aquí... quiero pedirte perdón, pero realmente necesito de tu ayuda para terminar con esto de una vez por todas. Hasta siempre. Que Celestia ilumine tu camino, y que Luna te proteja.
La grabación llegó a su fin y el resplandor de la proyección regresó a su punto de origen en el memento. Luna lo tomó con su magia justo antes de que el mismo cayera, y lo guardó de nueva cuenta en el interior de su pechera.
Ninguna de las deidades era capaz de entender por qué Nina dijo que dejaba "pistas tan vagas" cuando prácticamente había grabado todo lo que sabía con respecto al tema. Las princesas lo atribuyeron a que la jovencita estaba desesperada por ayuda, temerosa, sin saber en quien confiar. Discord sólo consideraba que era una chiquilla tonta y descuidada.
—Vaya, de verdad es una chiquilla tonta y descuidada.
—¡Discord! —reprochó Celestia.
—Lo siento, pero... ¿te das cuenta de que si no hubiéramos sido nosotros quienes escucharan todo esto, la Rosa Eterna realmente podría haber caído en manos de algún villano? ¡Imagina si Chrysalis hubiera sabido de esto antes! ¿De verdad crees que habría dejado pasar la oportunidad de volverse lo suficientemente poderosa como para destruirlas a ustedes dos? —cuestionó el draconequus.
—Creo que esa niña tomó un riesgo necesario. Si no lograba llegar con aquel poni que según ella era de confianza, esa grabación se habría perdido en el olvido —alegó Celestia.
—Considerando que eso fue lo que pasó... no es difícil suponer que la hija de Ameria nunca llegó a destino —la declaración de Luna dejó la terraza en silencio, antes de que ella misma continuara su idea—. Si Spike y Sweetie Belle no hubieran encontrado la Rosa Eterna por accidente, tal vez nunca habríamos sabido de todo esto. O nos hubiéramos enterado demasiado tarde.
—Ahora que lo pienso, ¿cómo es que esa... "poni enmascarada", supo de la existencia de la Rosa Eterna en primer lugar? —cuestionó Discord, extrañado. El silencio de las princesas dejaba en claro que ninguna de ellas había llegado a considerar aquel minúsculo detalle—. ¿En serio, chicas? ¿No se les había cruzado por la cabeza? De acuerdo, no importa cómo lo haya hecho, lo que importa es que consigamos las llaves y mantengamos la Rosa Eterna de Rarity bien protegida, ¿no es así?
—Esa sería la idea principal, sí. Pero también debemos capturar a la poni que nos atacó y averiguar qué tanto sabe, y cómo lo sabe —agregó la deidad del sol.
—¿Y crees que va a decírtelo tan cortésmente? —se burló Discord.
—No, soy yo quien se ocupa de eso —cortó Luna con seriedad—. Nunca nadie ha podido resistirse a mis pesadillas al momento de un... interrogatorio.
—¿Es idea mía o tu hermana es cada día más aterradora? —susurró Discord al oído de Celestia, aun cuando la alicornio menor estaba frente a ellos, oyendo todo lo que el draconequus susurraba de una forma muy poco disimulada. La alicornio blanca respondió a sus palabras con gran confianza.
—Es muy hábil en lo que hace, tenlo por seguro. Es por eso que quiero que tú y ella se encarguen de encontrar la llave del "laberinto de esquinas que sólo la doncella y la bestia alada conocen", y de capturar a la poni enmascarada en caso de encontrarla.
Su propuesta, lejos de ser aceptada, dejó en claro que las deidades presentes no tenían intenciones de trabajar en equipo, y Luna fue la primera en expresarlo.
—Hermana, de verdad creo que en este caso lo mejor sería que yo sola me ocupe de esto. Sabes que puedo hacerlo —dijo sin siquiera bajar el volumen de su voz, pero la alicornio mayor negó ante semejante respuesta.
—Si tenían preparado un método para ocultarse de tu visión onírica y del ojo de la discordia, podemos imaginar que también tienen un método para enfrentar en batalla a cada uno de nosotros, tal y como hoy. Me sentiría más tranquila si ustedes dos fueran juntos, y pudieran cuidarse las espaldas en caso de que algo así ocurriera —intentó hacerla entrar en razón, pero Luna desvió la mirada con un sentimiento que Celestia no supo dilucidar. ¿Tristeza? ¿Enojo? No pudo adivinarlo en aquel instante—. Yo por mi parte me quedaré aquí para recuperar mis fuerzas, e investigaré los libros que Cadence envió desde el Imperio de Cristal hace algunas horas. Tal parece que encontró información... interesante, en algunos —luego de unos interminables instantes la diosa de la noche inhaló y exhaló con fuerza, antes de levantar la mirada con determinación.
—De acuerdo, lo haremos. Descifraremos el acertijo, encontraremos la llave, y atraparemos a la poni enmascarada —aceptó, disponiéndose a partir—. Discord, sígueme. Tenemos mucho trabajo que hacer.
—No —aquella mera negación no hizo más que poner de punta los, ya de por sí, alterados nervios de la hermana menor, quien se volteó al draconequus mientras intentaba mantener la calma.
—No tenemos tiempo para esto, te digo que me sigas —dijo con severidad, y el dios del caos se cruzó de brazos.
—Oblígame —la sonrisa altanera dibujada en el rostro de su antiguo archienemigo sólo la irritaba aún más, pero intentó calmar sus ánimos—. Mira Luna, es obvio que no te agrada la idea de que te acompañe, así que no voy a importunarte. Porque estoy más allá del conflicto que tienes conmigo, y no pienso trabajar con alguien que me considera no grato, sin siquiera molestarse en conocerme una vez más.
—¿Conocerte? —soltó una agria risa fingida y a Celestia, que aún estaba presente pero en silencio, le preocupaba el rumbo que estaban tomando las cosas—. Hace más de mil años te divertías haciendo miserables a los seres que habitaban esta tierra. Trajiste hambruna, enfermedad y dolor a los demás, y te limitaste a reírte de ellos cuando estaban al borde de la desesperación, antes de caer en la locura. ¡Y todo eso sin mencionar que Nightmare Moon nació por causa tuya! ¡Creo que te conozco lo suficientemente bien! —escupió en un gritó que levantó el polvo del suelo, y agitó la melena de una sorprendida Celestia. El dios del caos se rascó la cabeza, antes de responder con seriedad a la princesa de la noche.
—No voy a negar esas acusaciones, pero ya no soy el mismo de hace mil años —ya no había altanería en las expresiones de Discord, pero Luna no reparó en la forma en que el draconequus se expresaba. Estaba demasiado cegada por su furia como para eso—. Escucha, sé que no te agrado, y sé que nunca te agradaré, pero estoy dispuesto a ayudar a detener a mascarita. Sólo te pido que me des la oportunidad de hacerlo —dijo con seriedad y, por un momento, Luna se relajó.
Aun así, aquella furia que la quemaba por dentro no había desaparecido, y sabía que no lo haría en el futuro cercano. Por eso también supo, al voltearse hacia la puerta nuevamente, que tendría que hacer lo imposible para trabajar con aquel ser a quien despreciaba tanto.
—Sígueme a la biblioteca, y comenzaremos a trabajar en esto —decía ella, pero al voltearse encontró que la deidad del caos se había desvanecido en el aire. Ahora, en la terraza, sólo quedaban ella y su hermana mayor—. ¿En dónde rayos se ha metido?
—Tal parece que se escondió en algún lado —dijo la princesa, y Luna suspiró. Odiaba cuando su hermana tomaba esa postura.
—¿Ahora tú también vas a ponerte de su lado? —dijo con tono cansino.
—No voy a ponerme del lado de nadie —respondió con voz tranquila—. Sólo diré que Discord no es el mismo que era cuando nos enfrentamos a él. No estoy diciendo que debas ser su amiga, pero para superar esta misión y capturar con vida a la poni enmascarada necesitarán trabajar como un equipo —habló con sinceridad—. ¿Crees que puedan hacerlo? —preguntó ella, pero Luna tenía dudas al respecto. Aun así, considerando la actual situación, no se podía permitir seguir perdiendo el tiempo. Puede que Discord fuera el último ser pensante con el que quisiera colaborar, pero ahora mismo no tenía ninguna alternativa. Por más que no lo admitiera, de verdad requeriría de sus habilidades para poner en marcha su plan.
—¿Dónde debería buscarlo?
—La sala de juegos de la torre este sería un buen lugar para comenzar —dijo al retirarse al interior con semblante tranquilo, mientras que su hermana emprendía vuelo hacia el punto indicado para tener una conversación que no quería tener, con alguien a quien no deseaba ver.
La noche había caído sobre el reino poco más de una hora atrás, y ahora la biblioteca se encontraba en penumbras, con las luces apagadas. El dragón que ahora descansaba su cuerpo al pie de la escalera en la planta baja sabía que debería haberlas encendido hacía ya largo rato, pero no le importaba. Necesitaba estar en silencio y a oscuras para pensar, pensar en que era lo que debía hacer, en qué era lo que podía hacer para subsanar aquella situación.
El can de dos cabezas en sus rodillas, aún dormido, se estiró con somnolencia, y Spike sonrió mientras lo acariciaba. De verdad agradecía que Tod y Toby hubieran llegado a su vida, pues su sola presencia desvanecía aquella sensación de soledad que le invadía cuando Twilight salía de viaje por varios días desde que Owlicious había partido, tal y como en el presente.
El dragón no había visto a la princesa de la armonía en varios días luego de que aquella desapareciera de repente sin previo aviso, pero se quedó tranquilo cuando recibió un rollo por parte de la princesa Celestia, escrito por su magia y letra, lo cual le daba la seguridad de que su hermana mayor, por más que se encontrara lejos, estaba en compañía de la deidad del sol, por lo que nada malo podría sucederle. Pensó entonces en cuánto podía tardar Twilight para llegar desde Griffonia, atravesando el mar, hasta Ponyville, pues nunca en su vida había necesitado un consejo tanto como en ese momento. Y al recordarlo, sus orejas cayeron de nuevo.
¿Qué debería hacer? ¿Debería seguir comportándose de la misma forma con Amethyst, aún luego de saber sus verdaderos sentimientos por él? ¿Cómo sería su relación de ahora en más? ¿Debería terminar su amistad para ahorrarse a ambos lo que ahora, probablemente, no serían más que incómodos encuentros? No, la última opción era inconcebible. Spike apreciaba a Amethyst más que nada, y se negaba a creer que aquella fuese la única solución. Tenía que hablar con ella una vez más cuando las aguas se calmaran, y juntos decidir qué era lo que debían hacer. Y siguiendo aquella línea, Spike no pudo evitar pensar en Sweetie Belle.
¿Debería decirle lo que había ocurrido con Amethyst? La respuesta negativa que su mente devolvió fue casi automática, pues no era difícil pensar que lo ocurrido aquella tarde en su habitación no iba a traerle más que pena. Después de todo, su relación ahora era bastante extraña. Seguían siendo amigos, pero se habían besado, y estaba claro que los dos tenían sentimientos el uno por el otro. Aun así, era necesario que lo hablaran, que dejaran en claro su relación y una vez que aquello estuviera resuelto, desde ese punto, el dragón intentaría lidiar con lo sucedido esa tarde. Pero seguir pensando en toda aquella situación no hacía más que traerle una gran jaqueca. De verdad necesitaba un poco de aire, por lo que se dispuso a subir al balcón de la biblioteca.
—Muy bien chicos, ¿quieren subir conmigo y ver las estrellas juntos? —preguntó al can que sostenía con ambas garras, y el movimiento de su cola fue suficiente respuesta para él—. Genial —respondió sonriente al incorporarse, cuando la puerta principal se abrió de par en par, y una agitada alicornio lavanda entró en el recibimiento, colgando su morral justo después—. ¡Twi! Creí que tardarías mucho más en regresar. ¿Qué no estabas en...? —sin siquiera esperarlo, el dragón no tardó en verse envuelto por las patas de su hermana mayor, que abarcaban tanto terreno como podían.
—Spike... me alegra tanto ver que estás bien —habló con un volumen de voz bajo, casi en un susurro.
—¿Sucedió algo? —preguntó cuando la alicornio se apartó, y Twilight bajó la mirada al suelo. No sabía por dónde empezar, pero sí sabía que era lo que debía hacer antes que nada.
Recuperando la compostura, la alicornio miró de un lado a otro en la habitación. No había nadie en las proximidades más allá del dragón y del pequeño cachorro de dos cabezas, por lo que se dispuso a cerrar la puerta, las cortinas, y activó un hechizo de aislamiento sonoro que Spike supo reconocer, para emplearlo en las paredes de la sala central. Aquella actitud no hizo más que preocupar aún más a su hermano menor.
—Twilight... ¿qué ocurre?
—Hay algo que debo decirte, algo que debes saber —dijo la alicornio con una mueca de preocupación, y el dragón asintió, permitiéndole continuar.
Ambos se sentaron al pie de la escalera, y Twilight le contó a su hermano y asistente cuanto había pasado desde que Celestia y ella partieron a Manehattan con objeto de seguir la pista que las conduciría hacia la poni enmascarada que le había atacado con anterioridad, dejándole al borde de la muerte.
Spike no podía creer que su hermana le hubiera mentido así, y se negaba a aceptar el hecho de que ella hubiera ido en busca de un enemigo tan peligroso por su cuenta, mientras que él pensaba que estaba a salvo en Griffonia. Aun así, no tenía derecho a enfadarse con ella por causa de eso, pues hasta el momento en que había sido atacado, él le había ocultado todo lo que se refería a la Rosa Eterna, e incluso ahora seguía ocultándole lo que estaba sucediendo con su cuerpo y con su mente. Era incapaz de reclamarle por cualquier cosa.
—Entonces... escapó —dijo él, cuando la alicornio había finalizado su historia.
—Lo siento Spike, fue... fue mi culpa. No debería haberme confiado, y por causa de ello, ahora está suelta —se lamentó ella, acariciando al cachorro de dos cabezas acurrucado a su lado en uno de los escalones.
—Twi... no estuve ahí, pero sé que no es tu culpa que eso pasara —intentó consolarla, pero los ánimos de la yegua ya estaban por los suelos. No sabía bien a qué se enfrentaban, pero era obvio que su enemiga tenía que ser bastante buena como para haber escapado de dos alicornios de aquella forma. ¿Cómo podrían capturar a un enemigo como ese?—. Twilight, todo lo que me estás contando... sabes que no puedo quedarme con los brazos cruzados después de esto. Quiero ayudarte.
—No puedes ayudarme ahora, Spike. De hecho, ni siquiera yo tengo lo que se necesita para encontrarla. Nuestra única esperanza ahora es que Discord la encuentre usando el ojo de la discordia.
—¿El ojo de la discordia? —preguntó, extrañado.
—Es algo parecido a la habilidad que las princesas tenían originalmente, habilidad de la cual carecen en la actualidad. Puede cubrir un área de búsqueda bastante amplia de una sola vez, atravesando paredes y penetrando bajo tierra. Con un poco de suerte, esa habilidad nos permitirá encontrar a esa poni, y evitaremos que lastime a alguien más —explicó ella, aunque la realidad era otra.
Siendo que unos cuantos días atrás le había pedido a Spike que fuera honesto con ella, se sentía hipócrita al esconder la información que entre las cuatro princesas habían decidido no revelar a nadie más, sobre el memento que profesaba el fin del mundo si la escotilla era abierta por los cascos equivocados. Para asegurarse de que eso no sucediera, deberían capturar a la unicornio de una vez por todas.
Pero Spike tenía que saber sobre el peligro que representaba la enemiga que, sin ir más lejos, sabía que su asistente y su alumna habían conseguido escapar antes del hundimiento de la montaña. Tenían que saberlo, debían saber que el enemigo estaba aún suelto, y sabía que ellos habían sobrevivido. Y eso fue lo que pasó por la cabeza de Twilight cuando levitó las alforjas en su dirección, sacando de una de ellas la cuchilla que sobresalía.
—¿Qué es esto? —preguntó el dragón al sostenerla con sus garras.
—Celestia las analizó mientras regresábamos. Están hechas de mithril reforzado, un metal capaz de cortar la armadura más resistente como si de papel se tratara —explicó—. También me dijo que, en la antigüedad, esta clase de armas se utilizaba... para matar dragones —aquellas palabras hicieron que la sangre de Spike se helara aún más de lo que ya estaba.
Con el relato de Twilight, no fue difícil para él razonar lo que de seguro había pensado el enemigo. Lo más probable era que cuando Rosewood Broke y Green Spring informaron a la enmascarada, aquella hubiera considerado que las "periodistas" que buscaban información sobre Moonlight Sonata eran en realidad enviadas por el dragón que, sabía, estaba vivo. A razón de ello había grandes posibilidades de que fuera él mismo quien se presentara en la cabaña abandonada aquella mañana, por lo que había ido preparada para tratar con él. Todo tenía sentido.
—Se preparó... por si acaso volvía a encontrarme. ¿No es así? —preguntó en voz alta, aún sin creerse lo que estaba sucediendo—. Quiere matarme...
—No vamos a permitirlo —dijo la alicornio lavanda, con determinación—. Si crees que acaso voy a dejar que esa... bastarda te lastime, estás equivocado. No voy a dejar que vuelva a ponerte un casco encima, jamás —dejó en claro con seriedad. Spike no tardó en sonreír melancólicamente ante aquel gesto.
—Se suponía que, cuando creciera, sería yo quien te protegería. ¿Recuerdas? Sin importar el tiempo que pase, tal parece que eso no va a cambiar —respondió al pasar una garra por sobre las púas de su cabeza.
—Sin importar qué, eres mi hermano menor Spike. Somos una familia, siempre nos cuidamos las espaldas, siempre estuvimos ahí el uno para el otro, siempre confiamos el uno en el otro, y eso nunca va a cambiar —lo consoló mientras pasaba su casco por la espalda del dragón, pero aquellas palabras no hacían más que herir su corazón. Twilight confiaba en él, y aun así era incapaz de decirle lo que estaba sucediendo en su interior, pero su triste expresión producto de ello difícilmente pasaría desapercibida para la poni que ahora se encontraba junto a él—. Spike, ¿qué sucede? —preguntó, preocupada.
—Twilight, hay algo que te he... que te he estado ocultando —dijo él, llevándose una garra al pecho—. Lo siento mucho.
La princesa de la noche entró en la sala de juegos en el quinto piso de la torre este, esperando encontrarse con un festejo por todo lo alto, adornado con nubes de algodón de azúcar rondando cerca del techo, y armarios con vida propia danzando en torno al draconequus, pero en cambio encontró la habitación en penumbras y completo silencio. No creía que allí pudiera haber nadie más, pero la realidad era que con Discord nunca se podía estar seguro de nada, por lo que decidió confiar en las indicaciones de su hermana mayor y entrar para comprobar aquel lugar, el cual se encontraba lleno de juguetes, juegos de mesa y videojuegos. El sueño de todo potrillo… y de cierta poni rosa.
El resplandor de la luna se colaba por las ventanas de la habitación a través de las cortinas, iluminando la estancia, y aprovechando esa escasa luz la princesa examinó con detenimiento hasta el último rincón. Ya era bastante extraño para ella estar allí en ausencia de Pinkie Pie, quien solía ocupar aquella habitación cada vez que viajaba a Canterlot, sino que además ahora se encontraba buscando al mismísimo dios del caos para… ¿para qué?
Para empezar, no sentía empatía en lo más mínimo por semejante personaje, todo lo contrario, y sabía bien que podía ocuparse de aquel acertijo y de la enmascarada por su cuenta. Lo único que la detenía era el hecho de que su hermana mayor no se quedaría tranquila si ella iba sola. Quería partir a su habitación, ocuparse de aquel asunto y olvidarse del draconequus, quien claramente no tenía intenciones de ayudar, pero no podía irse sin cerrar aquel asunto de una vez por todas.
—No creo que esté por aquí —dijo ella, y apenas cuando estaba a punto de partir reparó en una pequeña casita plástica de juguete dejada en una de las mesas. Era apenas visible, pero Luna fue capaz de ver un pequeño resplandor en el pequeño espacio debajo de la puerta de tres centímetros de altura.
Suspirando al notarlo, la princesa de la noche se alejó de la puerta en dirección a la casita de plástico. No teniendo intenciones de seguirle el juego a Discord golpeando la puerta, empleó su magia para abrirla y asomó su rostro para avistar el interior. Y allí estaba el draconequus, con su cuerpo cubierto por una gran bata rosa, y en su hocico una pipa de burbujas. Leía el periódico con tranquilidad, y fingía no haber notado a la poni que ahora le veía.
—Discord —llamó ella.
—Luna —respondió indiferente, yendo a la siguiente página.
—¿Quieres salir un momento? —pidió, impacientándose.
—Estoy bastante cómodo aquí —respondió sin cambiar su semblante.
La princesa estuvo a punto de apretar los dientes, pero sabiendo que responderle de la forma en que deseaba no llevaría a ningún lado, hizo un gran esfuerzo por calmar sus ánimos y hablar con un tono tranquilo.
—¿Puedo pasar entonces? —inquirió.
El draconequus volteó a mirarla por sobre sus lentes de lectura con una ceja arqueada, antes de devolver la vista al texto, chasqueando su garra izquierda mientras sostenía el periódico con la derecha. En un abrir y cerrar de ojos, la princesa se encontró de pie en el interior de la casa de juguete, frente al sillón en donde aún estaba sentado el dios del caos.
Por un instante la princesa se sintió tentada a pensar que la casa de juguete se había hecho gigante, pero la realidad era que ella se había vuelto mucho más pequeña, a la altura de la deidad a quien había ido a ver. Dado esto, aclaró su garganta para llamar su atención, y Discord suspiró para luego doblar el diario a la mitad repetidamente, hasta que sólo quedó un pequeño cubo de papel que procedió a dejar en el fondo de un vaso con agua, por alguna razón.
—Te escucho —dijo al juntar las puntas de sus garras.
—Sabes la razón por la que he venido —dijo con frialdad—. Tenemos trabajo que hacer.
—No, no tenemos.
—¿Vas a permitir que el enemigo siga suelto y consiga su objetivo, sólo por un capricho? —dijo Luna, y Discord le mostró una media sonrisa.
—Permíteme responder a tu pregunta con otra pregunta. ¿Tú vas a permitir que el enemigo siga suelto y consiga su objetivo, sólo porque no puedes llevarte conmigo?
—No tenemos por qué "llevarnos", sólo tenemos que cooperar y detener a la enmascarada, tal y como nos lo pidió mi hermana.
—De acuerdo, al demonio con "llevarnos", y vamos con "cooperemos". No voy a "cooperar" con alguien que me considera no grato, con alguien que no tolera mi presencia, con alguien que de verdad no quiere "cooperar" conmigo.
—¿Qué quieres de mí? —soltó con enojo—. ¿Crees que mi forma de verte va a cambiar ahora? Quizá mi hermana haya podido perdonarte, pero yo…
—Tu hermana no me ha perdonado —interrumpió él, extrañando a la princesa de la noche—. Nunca lo ha hecho.
—¿De qué estás hablando? He visto cómo te trata, cómo es contigo.
—Quizá aparente que todo está bien, que puede relacionarse conmigo sin problema alguno, que incluso podemos… ser amigos. Pero la realidad es que ella nunca me perdonará por las cosas horribles que hice en el pasado, por las cosas que te hice a tí. Ni siquiera yo podré perdonarme por eso —dijo con tristeza, sin ser capaz de despertar compasión alguna en la alicornio frente a él—. Sé muy bien que me guardas resentimientos, sé que nunca podrás perdonarme, y sé que nunca podré reparar lo que hice. Pero tu mirada… la forma en que me ves siempre, incluso ahora… no es más que un recordatorio de lo que no puede arreglarse. Y me niego a ayudar a Celestia con ese recordatorio a mi lado, diciéndome constantemente que mil años no fueron suficiente castigo para alguien que arruinó y arrebató miles de vidas inocentes.
—Mil años… —dijo para sí misma, negando la cabeza—. ¿Sabes cuál es la diferencia entre tú y yo? Que tú no has aceptado tu pasado. Sigues hundiéndote en él, y fingiendo que nada ha sucedido, que no fuiste el responsable de todas esas muertes, ni de mi exilio —le dijo ella, y Discord frunció el ceño.
—Eso no es…
—El problema aquí para que cooperemos no soy yo, sino tú. Lo siento si mi hermana quería que trabajáramos juntos para resolver esto, pero si no cambias tu forma de pensar, haciéndome perder el tiempo por un capricho salido de tu propia culpa, no tengo razón para intentar convencerte, pues sé que puedo encargarme de esto yo misma, así que no voy a pedir tu ayuda. Si no puedes hacer esto conmigo porque mi rostro te recuerda los males que hiciste en el pasado, entonces ese es tu problema. Ahora, agradecería que me sacaras de aquí… fue un error venir aquí e intentar que hicieras algo útil por el reino en el que vives —concluyó al darle la espalda.
Discord suspiró, y chasqueó sus garras. Luna desapareció de aquella habitación, recuperando su tamaño original frente a la casa de juguete, y se retiró en silencio por donde había llegado.
Por otro lado, Spike finalmente se había quebrado y le había contado a Twilight todo lo que había sucedido con su particular situación, desde que perdió la cabeza e intentó atacar a Sweetie Belle luego de acabar con un timberwolf, hasta unos cuantos días atrás, cuando se vio frente a frente con aquella espeluznante y degradada versión de sí mismo.
—¿Oscuridad? —preguntó Twilight, fingiendo no saber nada de lo que estaba oyendo.
—No lo entiendo muy bien, pero... según la princesa Luna, está aferrada a la magia que mantiene latiendo mi corazón, la magia con la que me diste la vida, y se... alimenta de sentimientos negativos —explicó—. Fue por eso que me convertí en un monstruo aquella noche en el bosque, y otra vez en la mansión de la montaña. Y tal parece que hace unos cuantos días se volvió lo suficientemente fuerte, y comenzó a tomar forma dentro de mí.
—Y lo que hicieron las princesas...
—No es permanente —cortó él, mientras que el cachorro de dos cabezas se estiraba, encontrando una posición más cómoda para dormir en compañía de sus amos—. Debo controlarlo con las pastillas que Celestia me dió, supresores de magia, si acaso siento un dolor muy agudo en el pecho, o si tengo alucinaciones, al menos hasta que ellas encuentren una solución definitiva.
La alicornio estaba aturdida. Sentía la necesidad de reprochar a Spike por el hecho de que le había confiado algo semejante a Celestia y a Luna… antes que a ella, pero no podía hacerlo. Ella le había ocultado demasiadas cosas, y no tenía cara para decirle algo al respecto.
—He leído sobre antiguos magos que incurrieron en la magia oscura para obtener la inmortalidad. Esta tan solo lograba que parecieran inmortales, pero no lo eran en realidad. Lo que en verdad sucedía era que esa misma magia aceleraba su metabolismo, logrando que sus heridas sanaran a una mayor velocidad —recordó ella, volteando hacia Spike—. Entonces fue esa misma magia oscura en tu interior la que ayudó a sanar cuando esa unicornio te hirió, ¿no es así? —preguntó, y el dragón asintió.
—Eso creo. Cuando me convertí en un monstruo, mis heridas comenzaron a sanar por su cuenta, sin necesidad de que usara mi saliva en ellas, así que es muy probable que fuera por esa razón —aceptó, y un silencio se formó entre ellos durante un breve momento, antes de que Twilight lo rompiera.
—¿Por qué nunca me lo dijiste? —preguntó, intentando que su voz no denotara lo dolida que ella estaba, y el dragón suspiró.
—Creí que te aterrarías —reveló él—. Que sentirías que estabas viviendo bajo el mismo techo con... con un monstruo —Twilight tragó saliva al conocer esos sentimientos, sintiéndose mal por el pensamiento que había tenido con anterioridad, creyendo que el dragón no confiaba en ella—. No importa cómo lo veas; soy, y siempre seré un monstruo —mientras decía esto, el dragón apretaba sus garras con fuerza, esperando una respuesta por parte de su hermana mayor. Necesitaba saber lo que ella pensaba, necesitaba saber si ella seguiría a su lado, aun sabiendo el mal que cargaba en su corazón.
—Un monstruo nunca habría hecho lo que tú, Spike —respondió ella, pero Spike no volteó a verla, sino que permaneció con la vista clavada en el suelo en todo momento—. Un monstruo nunca se habría quedado a mi lado durante todos estos años, asistiéndome y acompañándome siempre que lo necesité. Un monstruo no hubiera cuidado de nosotras durante tanto tiempo, y un monstruo no hubiera salvado la vida de Sweetie en la mansión bajo la montaña —dijo al pasar la pata por sobre la espalda del dragón, acariciando las púas de su nuca, tal y como lo hacía cuando él era pequeño. Spike sintió un cosquilleo al recordar aquella sensación, y por un momento se sintió en paz consigo mismo—. No eres un monstruo Spike, eres un gran dragón, y un gran hermano. Nunca pienses lo contrario —la alicornio apenas se incorporó lo suficiente para rodear a Spike con ambas patas, abrazándolo con calidez, y en medio de lágrimas que se esforzaban por escapar de sus ojos, el dragón abrazó a su hermana con fuerza.
—Tengo miedo, Twi —dijo con voz temblorosa— Tengo miedo… de que algo así esté dentro de mí. Si no hubiera reaccionado en aquel entonces, si hubiera seguido bajo el control de esto… habría lastimado a Sweetie —dijo él, temblando—. Nunca me lo habría perdonado, Twi. Si algo le hubiera sucedido, yo… no sé qué hubiera hecho.
—Tranquilo Spike, todo estará bien —intentó tranquilizarlo, mientras que el dragón se desahogaba. Se había guardado muchas cosas hasta aquel instante, pero en el fondo estaba feliz, porque aun sabiendo esto, su hermana había prometido que seguiría a su lado—. Sé que todo estará bien. Yo misma iré con las princesas, y las ayudaré a encontrar la forma de curarte, te lo prometo —añadió ella.
Haría todo a su alcance con tal de que Spike pudiera tener una vida feliz. Estaba determinada a ello.
Una fresca brisa nocturna entró por la ventana abierta de una biblioteca iluminada por la luna llena, agitando los cabellos de la princesa de la noche que ahora se encontraba sentada frente a una de las amplias mesas de la habitación, releyendo con detenimiento el diario de Nina. Luna sabía bien que el diario era un registro de todo lo que la nieta del rey Phillip y aquella mantícora habían vivido desde los seis años de la pequeña y, por ende, si había una pista en referencia al "laberinto que solo la doncella y la bestia alada conocían", era muy posible que la encontrara allí.
Debería revisar el texto de aquel libro minuciosamente en busca de cualquier pista que la llevara a la siguiente llave, y estaba determinada a poner todo su empeño en la tarea hasta estar segura de que la enmascarada no tendría acceso a la escotilla en el subsuelo de la biblioteca, evitando de esta forma que la profecía de Nina se cumpliera.
Ya estaba leyendo la doceava página cuando alguien tocó a la puerta dos veces, pero ella ni siquiera levantó la mirada al momento de contestar. Sabía quién estaba al otro lado de la puerta, y la razón por la que allí se encontraba.
—Está abierto —indicó ella, y el pomo cedió. En el umbral emergió la figura del draconequus, quien cerró la puerta detrás de él, y esperó en las penumbras de la biblioteca las siguientes palabras de la princesa de la noche—. Espero que no tengas pensado dormir, pues hay mucho que hacer.
—Sólo dime que necesitas, y considéralo hecho —respondió el draconequus cruzado de brazos, y Luna le dirigió la mirada por sobre el diario, arqueando una ceja.
—Dijiste que tu "ojo de la discordia" podía ver cualquier cosa, en cualquier lugar. ¿Verdad? —preguntó la princesa, y Discord asintió—. Esa habilidad nos resultará muy útil.
