Capítulo 20 – Espinas de rosa
Twilight Sparkle estaba en extremo aturdida. Las deidades a su alrededor discutían fervientemente sobre el tema que les ocupaba aquella noche, sentadas a una mesa en la sala de reuniones del castillo de Canterlot. Apenas pasadas las diez había sido convocada por la propia Celestia, quien había ido en su búsqueda y usado su magia de teletransportación para regresar en cuestión de instantes, momento en que se encontró frente a frente con la princesa de la noche, el dios del caos, y el rostro petrificado de una de sus mejores amigas.
Por su mente corrían cientos de pensamientos a la vez que no iban a ninguna parte, o chocaban entre sí para perderla en un mar de confusión mucho mayor. Había oído la historia de todo cuanto había acontecido aquella noche por parte de Discord y Luna, pero una cosa era oírlo, y otra muy distinta era creerlo. Después de todo, ¿creer que la propia Rarity había estado acechándolas desde las sombras, vestida con una vieja capa y una máscara, armada con un lanzagarfios y varias cuchillas, batallando contra deidades? En cualquier otro momento, se habría reído histérica de semejante idea, pero era bastante difícil hacer una mueca siquiera cuando la prueba estaba en la misma habitación.
¿Qué iba a hacer? ¿Qué harían con Rarity? ¿Qué le dirían a su esposo, a sus amigas? ¿Por qué había hecho esto? ¿Cómo lo había hecho?
—¿...Twilight? —La voz gentil y lejana de su mentora la sacó de su trance, incitándola a mirar a las deidades a su alrededor. Celestia y Luna mantenían una expresión serena, mientras que Discord balanceaba en la punta de su dedo varias tazas de té, extrañamente concentrado y silencioso.
—Lo siento, es solo que… es demasiado que procesar —se excusó, llevándose un casco a la frente, y dirigiendo una mirada furtiva al otro lado de la habitación.
Allí permanecía la figura petrificada de su amiga, en el interior de una enorme jaula, y con cuatro guardias reales vigilando atentos en caso de cualquier posible truco que la unicornio aprisionada pudiera intentar. La imagen no hacía más que devolverla a la cruel realidad de la que ahora formaba parte.
—Tómate tu tiempo, no ha sido más fácil para nosotras que para tí —respondió Luna, comprensiva.
—Aún así, en verdad, no soy capaz de creerlo. Quiero decir, ¡es Rarity! Su magia es… ¡básica! ¡La ha usado para el diseño y manufactura de vestidos toda su vida! Es imposible que haya sido capaz de usar los hechizos que… los hechizos que la vimos usar. —La poca voluntad en su voz se había perdido al llegar a la última parte, y Discord respondió sin mirarle.
—Que sea imposible no cambia el hecho de que es verdad —dijo él, aplastando las tazas en sus patas, antes de tragarlas de un bocado—. Tómalo de mí, Twilight. Soy experto en lo imposible —añadió con seriedad.
—No esperas que crea que, de repente y sin que lo supiéramos, Rarity se convirtió en una maestra de las artes arcanas capaz de ponernos a todos en apuros. ¿Verdad? —inquirió, y esta vez fue la princesa de la noche quién respondió.
—No necesariamente, pues también es posible que alguien, o algo, la esté manipulando —sugirió, captando la atención de Twilight—. Y puede que ese "algo" sí tenga una maestría en las artes arcanas, tan elevada como para ponerse a la altura de las princesas de Equestria, y al propio dios del caos.
—Sí… sucede que tu teoría me resulta menos interesante —rodó sus ojos Discord, de manera literal, y fuera de sus cuencas—. ¿Qué tal si Rarity de verdad estuviera estudiando magia en secreto, preparándose para robar las llaves y, entonces, lo que sea que haya en la bóveda de la biblioteca?
—No seas ridículo —cortó Luna—. ¿Qué razón tendría para ello?
—Así es, no hay un motivo —convino Celestia, antes de continuar—. Al menos no uno que conozcamos, pero supongo que la forma más rápida y eficaz de descubrirlo… es preguntar a la poni en efecto —concluyó, dirigiendo su mirada a la estatua en la jaula. Twilight suspiró con pesadumbre.
—Supongo que no hay otra alternativa —asintió la alicornio violeta—. Pero sea cual sea la verdad… quiero escucharla.
—Muy bien —respondió Celestia al incorporarse, seguida por Luna y Twilight, y Discord dispuesto a disfrutar del espectáculo desde la mesa, pensando solo intervenir de ser necesario.
Ante un mero gesto del casco de la princesa del sol, los guardias se apartaron, tan silenciosos como la estatua en la que ahora todos se centraban, al tiempo que Twilight generaba un poderoso campo de fuerza alrededor de la misma. Sabían que la poni que ahora custodiaban se había vuelto bastante escurridiza en el último tiempo, por lo que preferían pecar de precavidos.
—Discord —llamó la princesa del sol al voltearse, frente a lo cual el dios del caos asintió, antes de tronar los dedos.
Al momento exacto de aquel sonido, varias grietas aparecieron a lo largo de la piedra, habiéndose roto el hechizo, y todos en la habitación estuvieron listos para lo que pudiera pasar a continuación, esperando atentos al primer movimiento de su invitada. El problema fue… que no hubo ningún movimiento.
—¿Estás seguro de que la liberaste? —preguntó Twilight a Discord, aún atenta al escenario frente a ella.
—¡Por supuesto que sí! Cualquier esfuerzo de Rarity ya debería haberle quitado toda la capa de piedra de encima —decía el draconequus, justo antes de caer en la cuenta de algo—. Espera un momento, no me digas que…
—Discord, ¿qué ocurre? —preguntó Luna cuando le vio aproximarse.
—Nada bueno —respondió al pararse frente a la jaula, pisando con fuerza, y haciendo que la piedra cayera en todas direcciones dentro del escudo de Twilight, dejando en su lugar… nada.
El silencio cayó sobre la sala de reuniones ante los presentes, al descubrir que la poni a la que perseguían había escapado de sus cascos una vez más. No podía ser cierto, ¡tenía que ser una broma! Todo por lo que habían pasado para capturarla… ¡¿y aún así había logrado escapar?!
—¿Qué significa esto? —preguntó Luna, sin perder su semblante serio y tranquilo, mientras que Twilight desvanecía el campo de fuerza y el draconequus se metía por los espacios entre los barrotes, examinando las piedras que habían quedado al desmoronarse la estatua.
Pasaron unos pocos segundos que se volvieron eternos para todos los presentes, antes de que la criatura en el centro de todo diera las peores noticias imaginables.
—Princesas… tenemos un problema —dijo al regresar con ellas, exponiendo uno de los fragmentos de piedra—. ¿Saben qué es esto?
—Es… ¿roca? —preguntó Celestia, arqueando una ceja.
—Así es, de un lado. ¿Y del otro? —preguntó una vez más, exponiendo la otra parte, oscura, y goteando una viscosa sustancia verde.
—No puede ser, ¡eso es…! —exclamó Twilight, intentando controlar su respiración, que ahora se había acelerado—. Es el exoesqueleto… de un changeling.
Sus palabras sembraban tantos problemas que ninguno de ellos sabía por dónde empezar. Pero si algo estaba claro, era que una criatura en extremo peligrosa podría ser la responsable de cuanto había acontecido en las últimas semanas, y que ahora podía estar en cualquier parte, escondiéndose detrás del rostro de cualquier poni imaginable.
—¡Discord! Por favor, usa tu poder para buscar al changeling dentro del mayor rango posible —dijo al draconequus, quien asintió al instante antes de desvanecerse en un chasquido, casi como si hubiera esperado ese pedido por parte de la princesa desde el principio—. ¡Soldados, el castillo está en alerta máxima por peligro de changelings! ¡Cualquier movimiento fuera de lo normal por parte de cualquier poni en las proximidades debe ser informado de inmediato, y los unicornios deben emplear el hechizo de detección desarrollado para este caso en cualquier poni con quien interactúen! —dijo a los atentos guardias, que asintieron antes de retirarse en silencio, con objeto de reportar al resto de sus compañeros e iniciar sus rondas—. Twilight, necesito que vayas hasta Ponyville y reúnas a las portadoras y a los elementos allí. Luna, por favor, ve con ella, y tráelas a todas cuando estén listas —se dirigió a ambas, con Luna asintiendo solemne, pero Twilight no estaba convencida.
—¿Qué hay de Rarity? —cuestionó a la princesa del sol.
—Si la de aquí era una impostora, entonces lo más seguro es que la verdadera esté en su hogar aquí, pero iré personalmente a comprobarlo.
—¿Y cree que es seguro? —preguntó otra vez—. Ya hemos encontrado a este enemigo antes, y sabemos lo peligroso que puede ser.
—No necesariamente —dijo Celestia—. Logró escapar de la petrificación de Discord usando teletransportación, pero dejó atrás buena parte de su cuerpo a causa de ello, y pasarán varias horas hasta que logre regenerarse. Además de eso, Luna antes dijo que utilizó un hechizo de potenciación física en sí misma, una magia muy útil para salir de una emergencia, pero una que pesa sobre el cuerpo por varios días hasta que éste logra recuperarse. Sabiendo eso, nuestra enemiga está muy débil ahora mismo para enfrentarse a cualquiera de nosotros, pero sigue siendo un peligro para la mayoría de nuestros ponis.
—Entonces lo más probable es que esté alejándose tanto como le sea posible de este lugar. Dudo que busque una pelea que no podrá ganar —razonó Twilight.
—Es una posibilidad, sí —dijo, e hizo una pausa antes de continuar—. Pero lo que le dijo a Luna y a Discord… me inquieta. Que no se rendiría, que no descansaría, hasta que hubiera cumplido su objetivo. Hay una posibilidad de que se haya retirado por ahora… pero yo no trabajo con posibilidades —dijo Celestia, con seriedad.
En tanto, mientras las princesas se enfrentaban a un problema que nadie esperaba, Spike y Amethyst se abrían paso entre la multitud de ponis jóvenes que bailaban al ritmo de la música disco, proveniente de enormes parlantes a lo largo de todo el local "Electric Unicorn", una pequeña discoteca que había abierto unos meses atrás, y se había vuelto el punto de reunión por defecto para los sábados por la noche entre la juventud equina de Canterlot. Allí, apenas se alcanzaban a distinguir las siluetas de los ponis, alumbradas brevemente por las luces estroboscópicas, y la única luz constante provenía de la barra, a escasos metros que se sentían como kilómetros en aquel instante.
Al llegar, y haciéndose un lugar entre la clientela, Amethyst habló con el bartender por un breve instante, de alguna forma haciéndose escuchar por sobre aquella música ensordecedora que comenzaba a afectar los sentidos del dragón. Claro, le gustaba la música fuerte, pero no al punto en que podía sentir cada vibración de aquellas notas en sus escamas, aunque a la poni que lo acompañaba esa noche parecía no afectarle en lo más mínimo. De hecho, lo disfrutaba bastante, por lo que él al menos haría un esfuerzo por sobrellevarlo.
Al poco tiempo, la unicornio regresó abriéndose paso hasta él de la misma forma, levitando dos vasos plásticos a tope de cidra de manzana y hielo y, con solo el aroma, el dragón pudo distinguir el producto de alta calidad salido de Sweet Apple Acres.
—Sabes que puedo beber esto en cualquier momento, ¿no es así? —preguntó Spike al levantar la voz, divertido.
—¡Por supuesto que lo sé! Pero créeme, sabe mejor el beberla con este ambiente —respondió una sonriente Amethyst, levitando el vaso hacia él.
—También cuesta varias veces más —retrucó, dando un largo trago al mismo tiempo que ella, sin dejar de moverse al ritmo de la música—. Pero ya comprobamos que no tengo resistencia al alcohol, así que intentaré no pasar de éste vaso.
—¡Oh vamos, no seas aburrido! ¿Temes que me aproveché de tí? —preguntó divertida.
—No, pero alguien va a tener que estar sobrio si hay que arrastrar tu enorme trasero hasta tu departamento.
—¿Y quién va a hacerlo? ¿Tú?
—No tienes muchas opciones de las qué elegir ahora mismo.
—Oh, eso es lo que crees. Podría conseguir cualquier semental aquí, o incluso cualquier yegua, si me lo propusiera.
—¿Quieres apostar?
—Solo si tú también lo haces.
—Lo siento, pero por desgracia no creo que haya muchas yeguas interesadas en salir con un dragón —decía Spike con gracia, cuando cayó en la cuenta de lo que acababa de decir, y a quién se lo había dicho—. Uh…
—Vaya, sí que sabes clavar el puñal donde duele —dijo al desviar la mirada, con un casco en el pecho, fingiendo tristeza.
—Lo siento, no lo decía por… —Iba a excusarse cuando recibió un codazo en el estómago.
—Vamos, te estoy tomando el pelo —dijo ella, divertida—. De acuerdo, elige un objetivo, e iré a por él. Y si lo consigo… tendré un vale para pedirte lo que quiera. ¿Qué te parece? —preguntaba, sin dejar de bailar parada en dos cascos, con los delanteros contra el pecho del dragón.
—¿Y si no lo consigues? —devolvió, curioso.
—Si no lo consigo… te cederé la edición especial de "Moving On", de Wildfire. ¿Qué te parece?
—¿Qué estamos esperando? —respondió entusiasta—. Veamos, qué tal… —decía al girar junto con su amiga, cuando sintió un pisotón en la punta de su cola, apretando los dientes por el dolor.
—¡Oye! ¡Ten cuidado con eso! —le gritó una yegua joven detrás de él, acompañada por un semental de su misma edad, y Spike puso su mejor y más amigable sonrisa disponible.
—Lo siento, no ví por donde iba —dijo Spike, y la yegua siguió su camino, pero no sin antes dejar un comentario en el aire que sus sensibles oídos captaron.
—¿Cómo es que dejan entrar a un reptil a éste lugar? ¿No tienen estándares? —preguntaba a su compañero.
—Deberían quedarse en las cuevas, donde pertenecen —convino su pareja, en un comentario que ni siquiera molestó al dragón, pues ya iba preparado para ocurrencias similares, pero no Amethyst, a quien detuvo con el brazo cuando la vió a punto de avanzar en la dirección de esa yegua.
—Amethyst, no —dijo él, negando con la cabeza cuando notó la furiosa mirada de su amiga, aunque no sabía si era por su actitud, o porque ella también había oído aquel intercambio—. No es necesario.
—¡Por supuesto que lo es! ¡No puedes dejar que te traten así! —dijo al pararse en dos patas otra vez contra él.
—Si hago, o respondo algo que no debo, solo les estaré dando más munición para usar contra mi especie, y no pienso dejárselos tan fácil. Pero me hace feliz que te hayas enojado por mí, así que… gracias —sonrió él, y su amiga suspiró con pesadumbre.
—Te lo digo, eres demasiado blando —aceptó, comprensiva—. Pero tienes razón, no podemos dejar que nos arruinen esta noche. Ahora, otra vez, elige el objetivo. ¡Piensa en la recompensa! —gritó ella, emocionada.
—¡De acuerdo, de acuerdo! —aceptó él, riendo y buscando entre la multitud a su alrededor, hallando a un poni de traje en uno de los sillones, de melena rubia y lentes oscuros que por alguna razón llevaba en interiores—. ¡Ese!
—¿Ese? —preguntó con duda, antes de reponerse—. Quiero decir, ¡ese! ¡Por supuesto! Dame cinco minutos, y lo tendré comiendo de mi casco.
—¡Esa es la actitud! —exclamó el dragón chocando puño y casco con ella, viéndola partir rumbo al semental para averiguar si su amiga de verdad era capaz de estar a la altura de sus palabras.
Y mientras, su mirada se desvió de ella para centrarse en un rostro familiar a pocos metros de distancia, que se acercaba a la barra. Se trataba de un pegaso con quien ya había estado platicando en los últimos días, y uno que le sorprendía encontrar en un lugar como aquel.
—¡Rumble, por aquí! —llamó su atención al acercarse, y el pegaso le sonrió en respuesta, agitando el casco y poniéndose en camino seguido por alguien más.
Unos minutos antes, Sweetie Belle había entrado en el local seguida de Rumble, justo antes de que comenzara a llover. El ambiente en el interior le resultaba extrañamente abrumador, tanto por el calor que allí se generaba por la cantidad de ponis, como por la música fuerte que resonaba en las paredes de un espacio iluminado por luces multicolores. No estaba acostumbrada a visitar lugares como ese, pero sin duda resultaba en un cambio agradable. Junto a Rumble, ambos lograron llegar hasta la barra, en el momento en que un espacio se había liberado.
—¿Estás bien? Te noto bastante distraída —dijo el pegaso gris, curioso.
—Lo siento, es la primera vez que vengo a un lugar así —respondió ella, su mirada aún vagando por los alrededores mientras esperaba que el bartender los atendiera—. Pero tengo que admitir que el ambiente es bastante agradable.
—Solemos venir con los chicos aquí de vez en cuando. Es un buen lugar para conocer gente, bailar, relajarse y beber un trago. Y no te preocupes si no bebes alcohol, aquí hay muchas opciones aparte. De hecho, en lo personal, recomiendo la granadina con soda —recomendó el pegaso.
—Gracias por la consideración, pero tal vez hoy sea un buen día para probar algo más fuerte —dijo con ojos entrecerrados, cuando el bartender, un unicornio marrón de melena rubia, pasó frente a ella—. Disculpa, ¡dos vasos largos de sidra, por favor! —pidió, orden que el unicornio sirvió en cuestión de segundos, recibiendo su paga por parte de Sweetie, y pasando al grupo de yeguas que llamaba al lado su atención justo después, mientras que el pegaso gris la admiraba con sorpresa—. ¿Qué? ¿De verdad parezco tan inocente?
—Para nada, quiero decir… —decía mientras ambos se alejaban en dirección a la pista de baile—. Solo me sorprendió un poco. La verdad es que es algo extraño salir así con alguien a quién no veía tanto desde pequeño, y suelo olvidar que ya no somos potrillos —reveló, apenado.
—No te preocupes por eso —sonrió ella, levitando uno de los vasos que él tomó en su casco—. Aquí tienes, yo invito.
—Lo siento, pero no puedo permitir eso.
—Oh vamos, luego puedes invitarme tú a mí. ¡La noche es joven!
—De acuerdo, eso es algo con lo que puedo trabajar —aceptó él, y ambos chocaron el vaso ligeramente para luego dar un largo trago, antes de que la unicornio debiera detenerse para toser, sintiendo el picor en su garganta—. ¿Es la primera vez que bebes? —preguntó con sorpresa.
—Para nada —intentaba hablar la yegua, apenas recuperándose—. De acuerdo, lo admito, lo es.
—Siempre podemos ir con la granadina —recordó él, pero la unicornio redobló la apuesta y bebió un poco más. El picor ya no era tan fuerte.
—Me rehúso —sonrió ella—. Vine aquí a probar cosas nuevas, y es exactamente lo que voy a hacer. Pero a decir verdad, lo que más necesito ahora… ¡Es bailar! —exclamó al levantar ambas patas.
Habían pasado ya varios meses desde la última vez que había tenido oportunidad de bailar, durante la última Noche de los Corazones Cálidos, pero sus habilidades sin dudas no habían decaído, algo que notó mientras se movía al son de la música electrónica. Rumble también llevaba un buen ritmo en sus cascos, algo que ella no esperaba al recordar al tímido pegaso que conocía de pequeña, pero ciertamente se trataba de una sorpresa agradable.
Los minutos pasaban mientras los vasos salpicaban parte de su sidra, vasos que bebían sin dejar de bailar, al tiempo que Sweetie comenzaba a tomar gusto por la bebida en la que la familia de su mejor amiga trabajaba desde siempre, pero que hasta entonces no había tenido oportunidad de probar. No era un sabor que realmente quisiera probar todos los días, pero entendía el atractivo que su hermana mayor y sus amigas veían en él.
—¡Oh, te agitaste más rápido que yo! —dijo Sweetie divertida, al ver que Rumble comenzaba a quedarse sin aliento.
—Lo siento, el trabajo de oficina me quita bastante resistencia —respondió con una sonrisa—. Solo necesito un minuto, y estaré listo para la segunda ronda.
—De acuerdo, tal vez ahora sea un buen momento para beber algo más. ¿Qué me dices? ¿Te interesan otras dos sidras de manzana con hielo?
—Creí que nunca lo sugerirías. Pero ésta vez, yo invito —pidió él, y ambos se encaminaron hacia la barra una vez más—. ¿Y bien? ¿Qué te parece el Electric Unicorn?
—¿Hasta ahora? Estoy bastante conforme —admitió ella—. No tenía idea de que había lugares como este en Canterlot.
—Este en particular abrió hace pocos meses, pero ganó popularidad bastante rápido. Supongo que los ponis necesitaban un lugar así para descontracturarse un poco —dijo al ver a su alrededor.
—Si, puedo confirmar —convino ella cuando ambos llegaron a la barra, esperando que un espacio se abriera para pedir una vez más—. Es lindo poder olvidar los problemas un rato, ¿no es así?
—Puedo confirmar —repitió él, divertido—. ¿Nerviosa por la presentación del viernes?
—No tanto como esperaba. De hecho, estoy bastante ansiosa —reveló ella—. Aunque me gustaría tener una idea de qué tanta gente habrá en el Canterlot Song.
—Usualmente tenemos entre veinte o treinta ponis que vienen a vernos, pero créeme, esos números no harán más que subir una vez empieces a cantar con nosotros —dijo con confianza el semental.
—Es cierto, Scarlet estará entre ellos, ¿verdad? Creo recordar que dijo algo de eso.
—Si, siempre está en primera fila —dijo él, orgulloso—. De verdad nos ha apoyado mucho desde que empezamos, y se volvió una gran amiga nuestra, además de nuestra autoproclamada fan número uno.
—¿Detecto una pequeña atracción por una de tus groupies? —molestó ella, frente a lo que Rumble rió divertido.
—Vamos, para ya.
—No tiene nada de malo que te guste alguien mayor, creo yo. De hecho, puedo entender el atractivo de una relación así.
—No confirmé nada al respecto, por cierto —añadió el semental—. ¿Y qué hay de tí? ¿Cómo van las cosas con Spike?
—Bueno… apenas acabamos de empezar a salir, pero creo que todo va bien. Aunque los dos estamos ocupados con nuestros asuntos ahora mismo, por lo que ni siquiera hemos podido tener una primera cita como es debido. Supongo que será así hasta que encontremos un buen ritmo —le decía ella, cuando cayó en la cuenta de algo—. Acabas de cambiar de tema para no hablar de Scarlet, ¿verdad?
—En lo más mínimo —respondió con seguridad, cuando se liberó el espacio frente a ellos—. En fin, vamos a beber algo más. ¿Quieres?
—De acuerdo, pero ya ni siquiera estás siendo sutil al respecto —dijo divertida, mientras ambos se acercaban a la barra.
El pegaso y la unicornio no tuvieron que esperar mucho tiempo hasta que el bartender atendió su orden una vez más de la misma forma y, cuando ambos se alejaron con su pedido levitado por un lado y en casco por el otro, Rumble vió una cara conocida saludando desde el otro lado, saludo que correspondió mientras invitaba a Sweetie a seguirle. De más está decir que ambos terminaron frente al último poni, o dragón, que la unicornio hubiera esperado encontrar aquella noche.
—¿Sweetie? —preguntó el dragón de escamas púrpuras, sorprendido.
—Hola Spike —saludó ella, con una sincera sonrisa—. No creí que nos encontraríamos aquí. De hecho, creo que no dijimos a donde iríamos, ¿verdad? —dijo divertida.
—Es cierto, esta noche ya teníamos compromisos previos, pero no dijimos en donde. ¿Quién diría que sería en el mismo lugar? —acompañó su risa, al tiempo que se dirigía al semental—. Me da gusto verte, Rumble.
—Lo mismo digo, Spike —saludó él, chocando el casco con su puño.
—¿Y dónde está Amethyst? Creí que vendrías con ella —preguntó Sweetie, extrañada.
—Ahora mismo está ocupada cumpliendo una apuesta —respondió el dragón, cuando la unicornio lila se aproximó por detrás.
—¡Aquí estoy! —llamó al golpear la espalda del dragón, poniéndose junto él mientras levitaba dos vasos de sidra—. ¡Hola Sweetie! —exclamó al abrazarla con sumo cariño—. ¡Hace mucho que no te veía! No sabía que solías venir a estos lugares.
—No, de hecho, esta es la primera vez —admitió ella con timidez—. Rumble fue quien me invitó —apuntó al semental junto a ella, quien se aproximó a saludar con el casco.
—¡Hola Amethyst! Hace años que no te veía —dijo el pegaso, y la unicornio fue incapaz de ocultar su sorpresa.
—Santo cielo, Rumble… ¡eres todo un adulto! —exclamó al abrazarlo con fuerza, antes de apartarse con una gran sonrisa—. Todavía recuerdo cuando te cuidaba de potrillo. Cielos, ¡como pasa el tiempo!
—Vamos, no hace falta recordar eso —dijo el semental, divertido.
—Oh… espera, ¿tú y Sweetie? —dijo al apartarse, pareciendo haber caído en la cuenta de algo—. De acuerdo, eso de verdad no lo ví venir, pero ambos se ven muy lindos juntos —asintió para sí misma, satisfecha.
—Oh no, Amethyst. No somos… —decía la unicornio blanca, siendo interrumpida.
—¡Está bien, no se preocupen por nosotros! —exclamó la alegre unicornio lila, agitando los cascos—. De hecho, podríamos sentarnos juntos para seguir platicando y ponernos al día. ¡Vamos Spike! ¡Busquemos un lugar! —le pidió al dragón, tomando su cola mediante levitación.
—¡Oye, espera! ¡No tires! —gritó el dragón siendo arrastrado hacia el sector de descanso, siendo seguidos por Rumble y por Sweetie.
—¿Ella no lo sabe? —preguntó Rumble, confundido.
—Es extraño que Spike no se lo haya contado, considerando que son grandes amigos, pero seguro tuvo sus razones —decía Sweetie, intentando aparentar despreocupación, aunque la verdad era que le molestaba bastante el hecho de que su pareja no se lo hubiera dejado en claro.
Pero claro, ni el dragón ni la unicornio lila notaron la enojada mirada de la unicornio blanca a sus espaldas, mientras avanzaban uno junto al otro.
—Entonces… ¿que tal fueron las cosas con el objetivo? ¿Ya lo tienes comiendo de tu casco? —preguntó Spike con una sonrisa divertida.
—Ese semental no sabe de lo que se pierde —se quejó ella, casi ofendida, antes de notar el gesto del dragón—. ¡Eso no cuenta!
—¿Por qué no contaría?
—Porque de seguro le gustaban los machos.
—Vamos, no seas tan mala perdedora.
—Si, tienes razón… ojalá tuviera la misma suerte que Sweetie. Por lo menos se ve que ella y Rumble se llevan bien —dijo al apenas mirar detrás de ella a los ponis que les seguían.
—¿Tú crees? —cuestionó al estar a punto de hacer lo mismo, pero se resistió. Hubieran sido demasiado obvios.
—Tú dime, ¿ustedes no platican todo el tiempo?
—Si, pero… Sweetie no me ha hablado mucho de su relación con Rumble. Sé que se unió a su banda, y que tocaran en el Canterlot Song la semana próxima.
—¿En el Canterlot Song? Suena genial. ¿Tú irás?
—Por supuesto.
—Perfecto, entonces ambos iremos y la apoyaremos —dijo ella, satisfecha de tener un nuevo plan con el dragón.
—Sip, suena genial —respondió el dragón, pensativo, antes de recibir un codazo en el costado por parte de su amiga, quien trepó a su espalda justo después—. ¡Oye!
—Spike, no me importan los problemas que tengas esperando en casa. Hoy, eres mío —dijo con una sonrisa amenazante, manteniendo su casco contra la mejilla del dragón.
—¿Cómo podría negarme después de oír eso? —rió el dragón, sin dejar de caminar entre la multitud.
Tal espectáculo era observado tanto por Sweetie como por Rumble justo detrás de ellos mientras platicaban, con la primera experimentando por primera vez una sensación bastante desagradable que hasta ahora le era desconocida, una que nunca pensó alguna vez llegaría a sentir, a causa de lo excesivamente amigable que la unicornio lila estaba siendo con el dragón. Su cuerpo estuvo a punto de moverse por su cuenta para ir y alejarla, para luego dejarle en claro que el dragón en efecto era su pareja, pero abandonó la idea al poco tiempo, y se mordió la lengua para evitarlo. No quería ser esa clase de yegua, y así como ella había decidido salir con Rumble esa noche, Spike había decidido salir con Amethyst, y tenía pensado respetar ese acuerdo. Pensando en ello, tomó una honda respiración, y pensó en que conversaría muy seriamente sobre la relación del dragón con su amiga, porque frente a sus ojos era bastante claro que la unicornio no solo sentía amistad por él.
—No lo pienses demasiado —le dijo Rumble, sacándola de su trance.
—¿Eh? ¿El qué?
—El cómo es Amethyst con Spike —apuntó él, que había visto a través de ella—. Hay ponis que son un poco más… afectivos que otros, y no necesariamente significa algo más.
—¿Soy tan obvia?
—Es algo comprensible, en ésta situación —admitió él.
—Haré lo que pueda para que no se note, entonces —prometió al suspirar.
—Al menos por ahora. Cuando estés a solas con él, puedes dejar que se note tanto como quieras —sugirió el semental, divertido.
—Espero y no estés incitando al conflicto aquí.
—¿Quién? ¿Yo? Jamás —dijo con exagerada seriedad.
—Eso espero, o tendré que llevar el caso a la señorita Scarlet.
—Sigo sin saber de qué estás hablando.
—Por supuesto que no lo sabes —respondió divertida.
Cuando Amethyst Star encontró un hueco en los sillones de una esquina, llamó rápidamente al pegaso y a la unicornio para que todos se sentaran juntos. Allí, Amethyst se sentó de un lado junto a Spike, al tiempo que Rumble y Sweetie se acomodaban juntos al otro lado. Aquellos sillones eran bastante cómodos y mullidos, por lo que venían muy bien para descansar los cascos luego de bailar, algo en lo que todos convenían, aunque el dragón se preocupaba que las púas de su espalda pudieran dejar marcas.
—Oh, esto es vida —dijo la unicornio lila, dando un nuevo sorbo a la sidra.
—Por cierto, no sabía que Spike y tú solían venir a esta clase de lugares —dijo Sweetie, buscando conversación con Amethyst, por un lado para conocerla un poco más, y por otro lado para estar segura de sus intenciones.
—Es la primera vez, en realidad —respondió rápidamente—. Logré convencerlo después de mucho tiempo. Al dragoncin no le gustan los lugares concurridos como este.
—¿Qué puedo decir? Prefiero la paz y el silencio —admitió Spike.
—Puedo creerlo, considerando que te criaste en una biblioteca —añadió Rumble, divertido—. Al día de hoy sigo sin entender por qué Twilight no te envió a la escuela con el resto de nosotros.
—Supongo que la barrera racial era una de las razones. Eso, y el hecho de que consideraba que ella misma podría enseñarme todo lo que necesitara.
—Bueno, siendo que estamos hablando de la mismísima Twilight Sparkle aquí, eso no me sorprendería —convino Amethyst.
—Y puedo confirmar que es una maestra bastante exigente, también —añadió Sweetie Belle—. Durante los últimos días le pedí que me enseñara hechizos de sanación básicos, que era lo que más me interesaba. Y las clases fueron… más intensas de lo que esperaba.
—Bueno, dijiste que querías aprender rápido, y ella ajustó las lecciones de manera acorde —añadió Spike—. Si, fueron difíciles, pero conseguiste resultados. ¿O no?
—¿De verdad? —preguntó Rumble, sorprendido—. ¿Ahora puedes usar magia de sanación?
—Por ahora puedo tratar heridas poco profundas, pero necesito seguir trabajando en ello —aclaró ella.
—¿Y qué heridas poco profundas trataste? —preguntó Spike, incitandola a contar el resto de la historia.
—Las mías —admitió ella, sorprendiendo a Rumble y a Amethyst—. Si, Twilight cree en métodos más prácticos que teóricos, y no solo me enseñó cómo tratar heridas, si no también a manejarme en los combates que podrían provocarlas.
—Como dije, hubiera estado mejor nivelado si te hubieras tomado tu tiempo —añadió el dragón.
—Tal vez, pero nunca sabes cuándo puedes necesitar una habilidad como esa, así que es mejor estar preparado para lo que sea —dijo Sweetie, satisfecha.
—Esa es una buena mentalidad de doctora, de hecho. ¿Has considerado la carrera? —preguntó Amethyst, curiosa.
—La verdad me interesa más la música, pero cuando era más pequeña, Twilight dijo que tenía potencial para el arte de la hechicería, así que he estado estudiando con ella desde entonces. Ese conocimiento me ha sacado de más de un apuro, pero mi meta principal es ser una cantante reconocida algún día.
—De una forma u otra, el hecho de que hayas logrado avanzar con ello en tan poco tiempo ya es motivo de celebración, así que propongo un brindis —dijo Amethyst, levantando su vaso.
—Cualquier excusa es buena para tí para hacer un brindis —dijo Spike.
—No veo el problema —replicó ella—. ¡Por Sweetie Belle, y su trabajo en la magia sanadora!
—¡Salud! —exclamaron todos al mismo tiempo, chocando sus vasos antes de tomar un largo trago de sidra.
—¡Qué delicia! —dijo Amethyst, satisfecha—. Aunque bueno, es cierto que la sidra siempre sabe mejor con amigos.
—Por supuesto que sí —acompañó Rumble—. De hecho, la próxima vez que nos reunamos así, me gustaría traer a Chip y Shady, mis compañeros de banda. Estoy seguro de que les caerán bien.
—Seguro que sí, ¡mientras más, mejor! —dijo la unicornio lila, pasando una pata por sobre la espalda del dragón mientras seguía bebiendo, en un gesto que Sweetie estaba encontrando difícil de tolerar.
—Por cierto, puedo apreciar que Spike y tú se llevan muy bien —comenzó a decir Sweetie, muy a pesar de la voluntad que estaba poniendo en no expresar sus celos abiertamente, y Spike tragó saliva al ver la mirada dubiosa de la unicornio blanca caer sobre él.
—Pues sí, es mi mejor amigo —respondió como si de algo obvio se tratase, sin registrar la expresión de la unicornio frente a ella—. Y es todo lo que seremos alguna vez, pero puedo vivir con ello —soltó ella, bebiendo el resto de la sidra.
—¿A qué te refieres con eso? —preguntó Sweetie, extrañada.
—Al hecho de que lo comprobé personalmente. De hecho, me declaré a él hace unos días —dijo Amethyst, sin tener idea de la información que acababa de dejar caer sobre la mesa.
—¿Qué? —preguntó instintivamente Sweetie, estando segura de que no había escuchado bien, al tiempo que la sangre de Spike se helaba.
—Si, le di el discurso que había estado pensando durante meses, e incluso lo besé con muchas, muchas ganas, y aún así este dragón tuvo el tupé de rechazarme —explicó con desencanto.
—Espera… ¿Lo besaste? ¿Cómo que lo besaste? —insistió una vez más la unicornio, mientras el pegaso a su lado comenzaba a notar la tensión creciente.
—¡Puedo explicarlo! —exclamó Spike al reaccionar, y Amethyst lo observó extrañado antes de devolver la mirada a Sweetie, sin darle tiempo a hablar.
—No hay mucho que explicar, en realidad. Nunca tuve problemas con la diferencia de especie, y Spike siempre me pareció un chico lindo… pero cuando me le arrojé en su habitación hace unos días, descubrí que no era mutuo. Una pena, la verdad —siguió relatando con el mismo tono, sin notar que la expresión tranquila de Sweetie Belle había desaparecido sin dejar rastro.
—Tengo que irme —dijo la unicornio al levantarse de golpe, pasando junto a Rumble y empujándolo hacia atrás en el proceso sin darse cuenta.
—¡Sweetie! ¡Sweetie por favor, escúchame! —exclamó el dragón al ir tras ella, pasando por delante de la unicornio lila, a quien dejó claramente confundida.
—¿Qué ocurre? —se preguntó en voz alta, y Rumble suspiró con pesadumbre.
—Tal vez sea un mal momento para decirlo, pero… Sweetie y Spike comenzaron a salir hace unos días —reveló él, y la unicornio necesitó unos instantes para procesar lo que acababa de oír, antes de abrir los ojos bien grandes.
—Tienes que estar tomándome el pelo —respondió ella, incrédula.
Spike fue tras Sweetie Belle tan rápido como podía, moviéndose entre la multitud en la pista de baile, recibiendo unos cuantos gritos de molestia en el medio, esquivando a la gente cerca de la entrada y finalmente saliendo al exterior, sintiendo el viento frío sobre sus escamas a la vez que la lluvia caía directamente sobre él. Volteó a un lado y al otro, y al ver a la unicornio galopante fue tras ella sin dudar un segundo.
—¡Sweetie, espera! —la llamó con desesperación, y la yegua detuvo su galope poco a poco, hasta que el dragón la alcanzó—. Sweetie, lo siento. Lo siento, debí haberte contado que…
—¿Qué debiste haberme contado? —preguntó sin voltearse—. ¿Que Amethyst y tú tenían una amistad más particular de la que pensaba? ¿La razón por la que no le dijiste que estábamos juntos? ¿O la razón por la que dejaste que te besara? —preguntó con ira al voltearse, lágrimas corriendo por sus mejillas mientras exponía una expresión que el dragón nunca había visto.
—Sé que no tengo excusa, lo sé. Perdóname, por favor. De verdad, no quise lastimar a nadie, por eso no te dije lo que había ocurrido, y por eso aún no le había dicho a ella que nosotros estábamos saliendo. Lo siento, lo siento mucho —dijo al bajar la cabeza, y Sweetie permaneció en silencio unos segundos, mirando a su alrededor para evitar que sus ojos cayeran en el dragón, antes de llevarse un casco al rostro para enjugar las lágrimas que ahora se confundían con la lluvia.
—Ese es el problema, Spike —dijo finalmente, con un nudo en la garganta—. Haces todo lo posible por no lastimar a nadie, para que todos sean felices… pero hay veces en las que esa no es una opción. ¡Hay veces en que no puedes hacer feliz a todo el mundo! —le gritó, deteniéndose cuando supo que rompería en llanto si se descuidaba, antes de darle la espalda.
—Sweetie…
—¡Y no me sigas! —advirtió—. Yo… si hablamos ahora, diré cosas que tal vez lamente mañana, así que por favor… déjame sola —concluyó ella, galopando con todas sus fuerzas lejos del dragón.
—¡Sweetie, por favor! —intentó correr hacia ella, cuando la yegua se desvaneció en un haz de luz al utilizar teletransportación.
Spike se quedó allí, su garra tendida en el aire en busca de una unicornio que había escapado de su alcance, en busca de la compañera cuya confianza había traicionado, y su garra cayó al costado de su cuerpo, sin fuerzas. Creyó que podría manejar la situación, pero estaba claro que ese no era el caso, y Sweetie Belle tenía razón. No podía hacer feliz a todo el mundo.
Miró al cielo nublado, sintió la fría lluvia sobre sus escamas, y pensó que nunca en su vida se había sentido más miserable. Tenía algo verdaderamente bueno con la unicornio, y había logrado arruinarlo en tiempo record con decisiones estúpidas que nunca debería haber considerado siquiera. ¿De verdad era merecedor de una yegua tan maravillosa como ella? Estaba claro que no.
"Esa fue probablemente la peor forma de encarar la situación."
Al escuchar esas palabras, provenientes de una figura que alcanzó a avistar por el rabillo del ojo, el dragón se giró para encontrar que no había nadie ahí, momento en que un fuerte dolor tomó lugar en su pecho, dolor que lo obligó a llevar la garra al punto en que lo detectaba para apretar con fuerza. Sabía lo que significaba, sabía lo que estaba ocurriendo en ese mismo instante, y por eso rebuscó en el bolsillo de su abrigo para tomar un frasco plástico de tapa blanca, con pastillas pequeñas, redondas y azules en su interior. Tragó una, guardó el frasco, y pudo sentir como el dolor comenzaba a disminuir.
"Si acaso comienzas a sentir una presencia que no debería estar ahí, o si empiezas a oír voces, no dudes en usarlos" —recordó las palabras de Celestia, al momento de recibir ese frasco—. "Como dije antes, los supresores mágicos son una solución provisoria, hecha para tratar los síntomas, pero no la enfermedad. Eso sí, nunca consumas más de uno en un sólo día, porque no sabemos qué podría ocurrirle a tu corazón si disminuimos la magia que lo rodea más allá de lo que ya hemos probado aquí. No quiero que pongas en riesgo tu vida de forma innecesaria. ¿De acuerdo?"
—Que mal momento para que esto pase —dijo para sí mismo, recomponiéndose cuando la unicornio lila salió del local seguida del pegaso.
—¿Acaso se fue? —preguntó Amethyst, y Spike asintió.
—De acuerdo, la situación era peor de lo que esperaba —dijo Rumble, preocupado—. ¿Qué vas a hacer, Spike?
—No tengo derecho de ir a buscarla —dijo el dragón, desviando la mirada—. Rumble, siento pedirte esto, pero… ¿Podrías acompañarla?
—Seguro, pero… no tengo idea de a dónde pudo haber ido —dijo buscando en los alrededores con la mirada.
—Se teletransportó a dos calles de aquí, en esa dirección. Pude oírlo con claridad —apuntó el dragón, y el pegaso asintió al elevarse.
—De acuerdo, iré con ella. ¡No te preocupes!
—Gracias, Rumble. Eres un gran amigo.
—Despreocúpate —sonrió el pegaso.
—Rumble, nosotros estaremos en mi departamento, el 7ºA de 352 Paradise Avenue. Avísanos si todo va bien con Sweetie —pidió la unicornio, y el pegaso asintió nuevamente antes de volar en medio de la lluvia, en busca de su amiga y compañera.
—Amethyst… —musitó Spike, volteando hacia ella.
—Creo, estoy casi segura… de que omitiste un detalle importante en la razón por la que me rechazaste —dijo ella, arqueando una ceja.
—Y que lo digas —sonrió tragicómico, dejando caer los hombros.
—Ven, vamos a mi casa. Aquí pescaremos un resfriado —dijo al llevar un casco a su espalda, empujándolo a caminar.
En tanto, Sweetie Belle galopaba por la acera luego de teletransportarse lejos de Spike, salpicando su vestido amarillo con cada charco que pisaba, a la vez que la lluvia crecía en intensidad. No sabía a dónde iba, pero sí que quería alejarse del dragón y la unicornio tanto como pudiera, porque era incapaz de mirar a ninguno de ellos a los ojos. Ella se conocía muy bien y, si se quedaba allí, haría o diría algo de lo que tal vez no podría retractarse, tal y como sucedió el día en que la suspendieron de la academia, lo tenía muy claro. Lamentaba haber dejado atrás también a Rumble, lamentaba que el pegaso se hubiera visto envuelto en toda esa discusión, pero luego se disculparía con él.
Al girar en una esquina, su velocidad comenzó a descender hasta quedar bajo la luz de un farol, agitada, cansada. No tenía idea de qué hacer, o a donde ir, por lo que la única opción posible en su mente era partir en dirección a la estación de trenes, regresar a su hogar, y esperar que sus padres estuvieran profundamente dormidos para no ver el estado en el que de seguro llegaría.
Ese era el plan, al menos, antes de notar un rostro familiar cruzando la calle. Allí, bajo un pequeño techo que servía de refugio para la lluvia que ahora caía con fuerza, pudo ver a una unicornio blanca de melena roja oscura con un abrigo gris largo, sentada contra una vidriera, con la mirada perdida en el horizonte, y un cigarro en el hocico. Reconoció en ella a la mesera del Canterlot Song con quien solía conversar en su lugar de trabajo, ahora desprovista de su típica y optimista sonrisa. Parecía una poni muy diferente fuera de su horario laboral.
—¿Scarlet? —preguntó al cruzar la calle, momento en que la mesera finalmente notó su presencia.
—Oh, ¡Sweetie! ¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó, mientras la menor se refugiaba junto a ella.
—Tuve una noche complicada. ¿Qué hay de tí? —devolvió con un asomo de sonrisa.
—Disfrutando el clima, como podrás ver —respondió con una sonrisa fingida, dejando caer el cigarro y pisándolo con el casco—. De hecho, yo tampoco he tenido la mejor de las noches, pero quiero pensar que las he pasado peores, y he salido adelante de todas formas.
—¿Por la tormenta, o algo más?
—Ambas —rió ella, sin dar más detalles.
—¿Quieres hablar de ello?
—De hecho, me interesa más hablar de por qué estabas corriendo bajo la lluvia, tengo la sensación de que esa es una historia mucho más interesante —dijo la unicornio al mirarla, divertida.
—¿Qué te parece si mejor disfrutamos de la lluvia un rato? —dijo Sweetie, quien tampoco tenía deseos de compartir, mientras se sentaba junto a ella. Allí, sintió que el abrigo de Scarlet también estaba empapado, pero tenía un agradable aroma a caramelo.
—Suena como una buena idea —convino, mientras Sweetie dejaba caer la cabeza contra su hombro—. Después de todo, tal vez lo mejor sea esperar hasta que la tormenta se calme un poco —dijo sin dejar de ver las gotas de lluvia golpear contra el suelo, casi hipnóticas.
Y al otro lado de la ciudad de Canterlot, mientras la lluvia arreciaba, Celestia se encontraba sentada en el sillón de la sala de estar en el hogar de Rarity, cara a cara con ella, quien se encontraba en compañía de su esposo. Bebió con calma del café que se le había ofrecido, sin dejar de prestar atención a los presentes, pero sin perder ese porte serio y amable que caracterizaba a la realeza.
Tanto Rarity como Fancy Pants se habían sorprendido de ver a la princesa del sol presentarse en su hogar personalmente, durante la noche de un sábado, y con su escolta personal de guardias, que ahora esperaban pacientes en el corredor que llevaba a aquella sala. Por un instante pensaron que había alguna clase de problema, tal vez con una figura pública a quién ambos conocían, pero hasta ahora ese parecía no ser el caso.
—Delicioso —dijo la princesa del sol—. Y en una noche fría como ésta, una taza de tan buen café de verdad es para agradecer.
—Gracias por sus palabras, princesa. Nuestro mayordomo es un experto en el arte del barismo —comentó Fancy.
—Aún así, lamento importunarlos a estas horas de la noche, pero la verdad es que debía tratar con ambos de un asunto en extremo importante —añadió la princesa—. Temo informarles que en las últimas horas hemos recibido un mensaje anónimo, declarando que el empresario Fancy Pants y su pareja serían objetivo de malhechores, y siendo la señorita Rarity aquí presente una gran amiga de Twilight, decidí que era mi responsabilidad venir aquí para comprobar su bienestar por mi misma.
—Es muy amable de su parte, Su Alteza. Y no hemos tenido problemas en el último tiempo, a decir verdad… ¿Qué es lo que decía exactamente la nota? ¿Cómo la recibió? —preguntó Rarity, preocupada.
—La nota apareció en el escritorio de mi secretaria durante esta tarde, diciendo nada más y nada menos que el mensaje que acabo de darles —respondió Celestia, habiendo preparado su historia con antelación. No quería mentirle a Rarity, pero esa era la mejor alternativa a decir que un changeling había usado su rostro para cometer terribles crímenes—. Lo más probable es que se trate de la táctica de un competidor en su área de trabajo, pero tanto Luna como yo consideramos que debemos cubrir todas las probabilidades. Por eso pregunto, ¿han tenido contacto con ponis que no conocían antes durante las últimas semanas? ¿Tuvieron alguna conversación extraña con alguien que sí conocían? —preguntó Celestia.
—Bueno, por mi trabajo llego a conocer ponis de cada rincón de Equestria prácticamente todos los días, en efecto —convino Fancy—. Pero no he tenido contacto con nadie que me resultara extraño, ni hemos recibido amenazas de ninguna clase —respondió el unicornio, meditativo.
—Por mi parte, he estado trabajando en la Canterlot Boutique durante las últimas semanas, y tampoco he visto a nadie extraño rondar por el lugar —añadió Rarity, preocupada—. De hecho, la única poni con la que suelo hablar es la empleada que tomé al abrir el local.
—Oh, ¿hablas de Scarlet Autumn? —preguntó Fancy.
—Si, ella comenzó a trabajar en la boutique el mismo día que abrimos, e incluso ha venido a cenar con nosotros —dijo a la princesa, sin dejar de notar su seria mirada—. Oh, no se preocupe por ella, le aseguro que es una yegua ejemplar, y muy amable.
—Imagino que lo es —sonrió la princesa, notando la rosa eterna en el expositor junto a la chimenea, sintiendo un gran alivio al saber que seguía a salvo—. Me alegra saber que no se han visto amenazados directamente, y sé que ya tienen guardaespaldas trabajando aquí, pero aún así tanto mi hermana como yo nos sentiríamos más tranquilas de apostar guardias reales en las cercanías.
—Oh, por favor princesa, no podríamos pedirle algo como eso —dijo Fancy—. Le prometo que nuestros guardaespaldas nos mantendrán a salvo de cualquier clase de amenaza —dijo el unicornio con gran confianza.
—Por favor, insisto. Este es un capricho de una princesa que dormirá más tranquila ésta noche sabiendo que ayudó a que se sintieran más a salvo —dijo ella, con porte solemne.
—Bueno, si lo pone así… —decía Rarity, mirando a su compañero, quien soltó un pequeño suspiro.
—Si es la voluntad de nuestra princesa, entonces no puedo oponerme —aceptó Fancy, con una sonrisa.
—De verdad se los agradezco.
—Por el contrario, princesa Celestia, somos nosotros quienes le agradecemos su preocupación —respondió Rarity, con una sincera sonrisa—. Y así como usted mostró esta amabilidad con nosotros, por favor, déjenos saber cuando necesite que asistamos a la realeza de cualquier forma.
—Como mi futura esposa ha dicho, estaremos a su disposición frente a cualquier eventualidad que pueda ocurrir —añadió Fancy, agradecido.
—Por favor, estar pendientes de nuestros súbditos es lo mínimo que podemos hacer. Por ello, espero recurran a nuestros guardias y a nosotras siempre que lo necesiten —concluyó Celestia, esperando no tener que buscar a Rarity nuevamente aquella noche, con objeto de que porte su elemento una vez más.
Amethyst entró en el baño de su departamento, se quitó el vestido de una sola vez y fue directo a la cómoda junto al lavacascos, tomando una enorme toalla para secar su melena y su pelaje con fuerza. La tormenta se había puesto peor en los últimos minutos, y tanto ella como su compañero dragón se habían llevado la peor parte, al igual que otros ponis que corrían en la calle, buscando ponerse a salvo del temporal. Se miró al espejo, viendo como el maquillaje había sido lavado, y suspiró decepcionada. Aquella noche no había salido como esperaba en lo más mínimo.
Tomó otra de las toallas y salió hacia su habitación, lugar en el cual tanto ella como su querido amigo solían escuchar música mientras se indigestaban con comida chatarra, pero la situación aquella noche no era la usual. Allí, el dragón se encontraba sentado contra la pared, mientras el agua seguía fluyendo desde sus escamas y púas hacia la alfombra.
—Oye, si vas a hundirte así mejor hazlo luego de secarte —dijo al arrojarle la toalla, que chocó contra el rostro de un dragón que no se molestó en reaccionar—. ¿Spike?
—Lo arruiné todo —dijo al dejar el trapo a un costado, abrazando sus piernas.
—No, no lo hiciste —respondió Amethyst frente a él, sentándose en la cama.
—Si hubiera sido sincero desde el principio, de haberle dicho la verdad a Sweetie, de haberte dicho la verdad a tí… nada de esto habría pasado. Traté de no herir a nadie, y aún así... —decía el dragón, con lágrimas que estaban a punto de bajar por sus mejillas—. Lo siento, Amethyst. De verdad lo siento.
—Vamos, levántate —dijo exasperada, pateandole con poca fuerza, pues no sabía cómo tratar con él en semejante situación—. Mañana te ocuparás de disculparte con ella como corresponde. Tal y como estás ahora… eres un despojo del Spike que conozco —habló con sinceridad, dudando que el dragón deshecho frente a ella fuera capaz de solucionar nada en ese momento—. Anda, ven conmigo.
—Lo siento —musitó con debilidad, hundiendo el rostro en sus rodillas.
—No soy a quien deberías decirle eso, y lo sabes.
—Lo siento, Amethyst.
—Spike, en mi familia nos gusta más decir "gracias" que "lo siento", así que agradecería que pusieras eso en práctica, me dejes ayudarte, y cuando todo esté bien otra vez, me digas "gracias". ¿Qué te parece? —preguntó al arrodillarse frente a él, casi amenazante, pero arrebatándole una sonrisa al dragón—. ¡Así está mejor! —dijo la yegua, sonriendo también.
—¿Por qué sigues preocupándote por mí, Amethyst? —preguntó, mirándola a los ojos—. Te mentí, no tengo excusa para eso, y estoy seguro de que debes estar… increíblemente furiosa.
—¿Te parezco furiosa? —preguntó con cara de póker.
—Es fácil pensarlo cuando estás pisando la garra pequeña de mi pie con tanta fuerza.
—Bueno, si, tal vez estoy un poquitín furiosa… pero eres mi amigo, Spike. Y entiendo por qué hiciste lo que hiciste. Ahora, solo queda que Sweetie también lo entienda, y puedas arreglar las cosas con ella —dijo al sonreír una vez más—. A decir verdad, preferiría que estuviera molesta conmigo, y no contigo. Después de todo, yo fui quien…
—Y yo lo permití, y yo guardé el secreto —interrumpió él.
—¿Por qué lo permitiste? —preguntó de repente, obligando a la mirada perdida de Spike a centrarse en ella.
—¿Eh?
—¿Por qué permitiste que lo hiciera? —preguntó una vez más—. En retrospectiva, podrías haberme apartado desde el principio. Entonces… ¿por qué no lo hiciste en ese momento?
—¿En verdad vas a hacerme decirlo? —dijo él, y ante la inquisitiva mirada de la unicornio, Spike supo que era una pregunta que debía responder, pero no podía hacerlo mirándola a los ojos—. Porque… porque era la primera vez que alguien me besaba así, de esa forma. ¡No estaba pensando con claridad en ese momento! Así que… —intentaba explicarse, rascándose la nuca con una creciente intensidad, cuando risa a carcajadas por parte de Amethyst lo tomó por asalto, haciéndolo sonrojarse—. Vamos, ¡estoy intentando sincerarme aquí!
—¡Lo siento, lo siento! —gritó ella, incapaz de parar—. Es difícil resistirse cuando te ves tan inocente. Lo siento… —decía, calmándose poco a poco y enjugándose las lágrimas que comenzaban a salir.
—Está bien, supongo que me lo merezco. Al fin y al cabo, no serías la misma Amethyst Star si no me fastidiaras de esa manera, especialmente en un momento como este.
—Y tú no serías el mismo Spike si no te avergonzaras de esa forma, intentando ser sincero —dijo al sentarse contra la pared a su lado, más relajada.
—Está claro que no lo soy.
—Lo fuiste justo ahora.
Fue lo que dijo la yegua mientras llevaba su casco por sobre la garra de Spike quien, luego de dudar por unos instantes, volteó su palma para cerrar su garra en su casco, en un gesto de cariño de cuya significancia ninguno de los dos estaba seguro. El girar de las manecillas del reloj de pared, y la lluvia que golpeaba con fuerza contra la ventana, eran los únicos sonidos presentes en el lugar, resonando cada vez más en sus mentes.
—Tienes garras grandes —dijo ella, rompiendo el silencio.
—Si… y me preocupa que sigan creciendo, al igual que el resto de mi cuerpo —dijo Spike al bajar la mirada, lo que provocó que los labios de Amethyst se curvaran en una sonrisa divertida.
—Eso sonó un poco sexy.
—Estoy tratando de decir algo serio aquí, ¿sabes?
—Es que… no entiendo qué es lo que te preocupa, a decir verdad. ¿Cuál sería la diferencia? ¿Qué no podrías pasar por las puertas? El día que construyas tu casa la podrás hacer a tu medida. Tal vez tengas difícil el abrazar a tus amigos, pero ciertamente ellos tendrán más de tí para abrazar. ¿Y con respecto a la comida? Si, necesitarás comer más, pero también podrás comer más y sin engordar. ¿No es ese el sueño? —preguntó con ilusión, provocando que Spike riera, exponiendo sus colmillos—. Eso está mucho mejor. No me gusta tener frente a mí a la versión deprimida de Spike cuando la que tiene una sonrisa tan linda es infinitamente mejor.
—¿Significa que solo estarás conmigo cuando esté feliz?
—Significa que prefiero verte feliz, y eso es porque te quiero, Spike —respondió con seriedad—. Y si tu felicidad está con alguien más, entonces quiero que sepas que te apoyaré siempre. ¿Entiendes?
—Si… gracias —dijo el dragón, habiendo recuperado su buen ánimo.
—Tal vez debería dejar que Sweetie Belle me de una bofetada o dos —añadió la unicornio, pensativa—. Tal vez eso le sirva para calmarse. ¿No lo crees?
—La verdad… creo que las cosas solo se calmaran una vez hablemos, y pueda disculparme como es debido, para recibir una buena coz en el estómago. Estoy bastante seguro de que ella está pensando en eso ahora mismo —sonrió con añoranza, una que Amethyst no falló al notar. Él nunca la había mirado a ella de esa forma.
—De verdad la amas, ¿no es así? —preguntó de repente, sacándole a Spike una respuesta de la que ahora estaba más seguro que nunca.
—Si —dijo él, llevándose una garra al pecho—. La amo más de lo que ella podría imaginar.
—Entonces… ¿qué rayos haces aquí? —preguntó, empujándolo con el codo con cada palabra—. ¡Dejaste que se fuera sin siquiera perseguirla! ¡¿Y te haces llamar su pareja?! —exclamó al levantarse, con ánimos renovados.
—¡Pero tenía razón al molestarse! —se defendió—. ¡No tendría que haberle ocultado nada, ni a ella ni a tí! ¡No quería lastimar a nadie, pero lastimé a las dos ponis que más me importan!
—Yo no me siento lastimada —negó con seguridad—. No tengo derecho a estarlo, después de todo las cosas entre nosotros quedaron bastante claras. Solo amigos. ¿No es así? —preguntó, sin esperar una respuesta—. Pero ella… de verdad creo que deberías ir a buscarla ahora mismo, y aclarar las cosas. Imagino que Rumble ya la ha encontrado —pensó en voz alta al mirar el reloj, viendo que ya casi eran las doce de la noche.
—¿De verdad crees que va a escucharme?
—Hablando desde mi conocimiento de género… tal vez solo necesite un rato para enfriar la cabeza, pero vas a tener que ser lo suficientemente convincente si de verdad quieres arreglar las cosas. ¿Me oyes? —preguntó al dragón, quien se puso de pie una vez más.
—Haré mi mejor esfuerzo —dijo, sacudiéndose la chaqueta de cuero.
—¡Esa es la actitud! —se alegró su amiga, cuando el timbre de la puerta comenzó a sonar repetidas veces—. Tal vez sea Rumble. Iré a ver, dame un segundo —pidió al dragón, quien se secaba con la toalla que había recibido.
Al abrir la puerta no encontró a los dos ponis que esperaba, sino a un pegaso en extremo agitado que, así como ellos cuando llegaron, estaba terriblemente empapado. El mismo debió tomarse un instante para recuperar el aliento, antes de levantar la mirada.
—¿Rumble? ¿Qué ocurre? —preguntó Amethyst, preocupada.
—Busqué a Sweetie por todas partes, pero… no pude encontrarla. Y en la estación, ningún guarda ha visto a alguien que se le parezca a ella —reveló él.
—Oh no —musitó la unicornio, viendo al dragón acercarse detrás de ella, quien claramente había oído todo, pero se mostraba dudoso de actuar—. ¿Qué ocurre? ¿Te vas a quedar ahí sin hacer nada? ¡Vamos, tenemos que ir a buscar a tu novia! —le empujó ella, sabiendo que era exactamente lo que necesitaba.
—Si, tienes razón —aceptó, recuperando la confianza—. Pero voy a necesitar su ayuda, se los pido por favor —dijo tanto a la unicornio como al pegaso, quienes sonrieron en respuesta.
—¡Por supuesto! —exclamó Rumble.
—Claro, pero espero un agradecimiento acorde —dijo Amethyst, entusiasta.
Y así, el grupo de tres partió escaleras abajo encabezado por Spike, dispuestos a hallar a Sweetie Belle en aquella noche de tormenta. Para Rumble, era una valiosa amiga por quien aún guardaba sentimientos, para Amethyst, se trataba de la fuente de la felicidad de su mejor amigo, y para Spike, se trataba de la poni más importante en su vida. La encontrarían estuviera donde estuviera, sin importar qué. Pero aún así, el dragón no podía librarse de un horrible sentimiento en su pecho, la sensación de que algo terrible estaba a punto de ocurrir.
Cuando la tormenta comenzó a perder intensidad a la media hora de su encuentro, tanto Sweetie como Scarlet decidieron que era un buen momento para emprender su camino, la primera a la estación de trenes, y la segunda a su departamento. Ninguna de las dos había hablado de lo ocurrido hasta el momento en que se encontraron, y agradecían que la otra lo respetara, aunque ambas tenían curiosidad al respecto.
Por suerte, Scarlet tenía un paraguas con ella, y ambas se resguardaron bajo el mismo mientras caminaban por las calles ahora casi desiertas de Canterlot, alumbradas únicamente por los faroles de la acera en esta noche de tormenta, en que la luz de la luna no tocaba la ciudad.
—Me alegra haberte encontrado, Scarlet —dijo Sweetie rompiendo el silencio, con un tono que denotaba qué tan miserable se sentía—. De verdad necesitaba ver una cara amiga.
—Y que lo digas, no era difícil darse cuenta.
—Y gracias por no preguntar —añadió la unicornio menor, con timidez.
—Eh, no necesitaba hacerlo —respondió divertida—. Un mal de amores, ¿no es así?
—¿Tanto se nota? —preguntó al arquear una ceja.
—Se me ocurren pocas razones para estar corriendo y llorando bajo la lluvia. El rimel corrido le da ese toque —Le guiño un ojo, lo que hizo que Sweetie se pusiera colorada de la vergüenza.
—Rayos, lo había olvidado —dijo al refregarse sobre las mejillas.
—¿Peleaste con tu novio? —preguntó finalmente, a lo que su amiga respondió con un largo suspiro.
—Si —dijo, haciendo una pausa antes de seguir—. Resulta que hace unos días… una amiga suya lo besó, una amiga a quien no le había dicho que estaba conmigo, y no me enteré por él, sino por esa amiga.
—De acuerdo, eso no era lo que esperaba —respondió, sorprendida—. ¿Y qué ocurrió? ¿Pelearon, te fuiste corriendo bajo la lluvia, el te persiguió, lo perdiste, y terminaste allí atrás conmigo?
—Eso suena como un buen resumen de la situación, sí.
—¿Y a dónde pensabas ir mientras corrías?
—A decir verdad, no lo estaba pensando, y tampoco estaba mirando a dónde iba. De haber estado en Ponyville, de seguro habría terminado en el bosque Everfree —rió tragicómica.
—Eso no hubiera acabado bien —la acompañó—. Oye, y la otra chica que lo besó… ¿Amiga tuya?
—No, más bien una amiga suya. Suelen pasar mucho tiempo juntos, pero creí que no había nada más que amistad entre ellos. Claro, a veces estaba un poco celosa de eso, sobre todo cuando me enteré de que esta noche saldrían a bailar juntos, pero me esforcé por no demostrarlo, y estoy segura de que él hizo lo mismo cuando dije que también saldría con un amigo.
—Creo que empiezo a tener una buena idea de todo lo que ocurrió —dijo Scarlet, con una mirada comprensiva—. ¿De casualidad se encontraron los cuatro esta noche?
—Así es —contestó la potra, con la mirada baja—. Al principio todo estaba bien, pero no me dijo que se habían… —decía la unicornio menor, con la mirada perdida.
—¿Y qué harás ahora?
—Francamente, tengo muchos deseos de regresar con él para darle una buena coz en el estómago… varias, de ser posible, hasta terminar de descargarme —decía con los ojos bien abiertos, y cuando notó la mirada sorprendida de Scarlet, sus ánimos decayeron otra vez—. Es cierto, no encontraré una respuesta ahora. Estoy… demasiado enojada como para pensar con claridad.
—Entonces espera a que tu cabeza se enfríe, piénsalo con calma, y solo entonces… dale una buena coz en el estómago. Con una alcanza. Creeme, no volverá a hacerte llorar —decía ella con una sonrisa, pero la menor seguía perdida en sus pensamientos—. Sé que puede ser difícil, Sweetie, pero debes discutirlo con él. Estoy bastante segura de que hay más en esa historia de lo que escuchaste, y en caliente… tal vez esto termine de una forma que no querrías que terminara. ¿Entiendes a lo que voy?
—Eso creo —respondió con desgano—. Volveré a casa esta noche, dormiré hasta mañana en la tarde, y entonces veré que hacer con esta… situación.
—Eso suena mejor —respondió Scarlet, satisfecha—. Y si quieres, puedes quedarte en mi departamento por esta noche. Mi abuela está en casa de visita, pero créeme, no tendrá problemas contigo —ofreció ella, sorprendiendo a la menor.
—Gracias, pero… tal vez deba regresar a Ponyville. Ahora que lo pienso, los trenes ya no funcionan, pero tal vez pueda conseguir un carruaje que me lleve a casa. Además… mis padres se preocuparan si no saben donde estoy.
—¿Segura? De acuerdo, como gustes —sonrió la mayor, cuando ambas llegaron a una esquina—. A la derecha hay dos calles hasta la estación de carruajes. Pregunta por Radio Star, y dile que vas de mi parte. Es un tipo muy agradable, y me ha sacado de más de un apuro.
—Lo haré, y Scarlet… —iba a seguir, pero le costaba hacer salir las palabras—. Gracias por escucharme, en verdad. Eres una gran amiga.
—¡Cuando quieras! —exclamó con una gran sonrisa—. Apropósito… no tienes paraguas, ¿verdad? —preguntó, ofreciendo el suyo.
—¡No, está bien! Puedo correr hasta allá.
—Tonterías, mi casa está a pocas calles de aquí, y tú lo necesitas más —respondió al levitarlo hacia ella, mientras la lluvia caía directamente sobre su cuerpo.
—Gracias por todo, Scarlet —repitió, sonriente.
—Cuando quieras, Sweetie —dijo al aproximarse para abrazarla con cariño, antes de alejarse y disponerse a partir—. ¡Y dile a Spike que no lo perdonaré si te hace llorar otra vez! —gritó alegre, comenzando a galopar bajo la lluvia.
—¡Lo haré! —gritó ella en respuesta, cuando notó algo extraño en su casco derecho—. ¿Eh?
Su casco estaba temblando, pero no tenía frío… sino una sensación extraña que venía del fondo de su mente, la sensación de que algo estaba mal, de que algo no cuadraba. Tenía miedo, pero no sabía por qué.
¿Qué lo había causado? ¿Algo que había visto? ¿Algo que había oído? ¿Algo que había sentido? ¿Todas ellas? Algo estaba mal, y aunque ella no podía deducir el qué, su cuerpo sí lo sabía, lo recordaba, y su instinto le estaba gritando por el peligro que estaba corriendo cuando empezó a galopar tras la fuente de esas terribles sensaciones.
—¡Espera! —gritó con todas sus fuerzas, y la unicornio blanca se volteó hacia ella, extrañada.
—¿Sweetie? ¿Qué ocurre? —preguntó Scarlet, extrañada, mientras la tormenta volvía a ganar fuerza una vez más.
—¿Cómo…? —intentaba preguntar, las palabras luchando por salir de su garganta—. ¿Cómo sabes que hablaba de Spike? Nadie aquí sabía que estábamos saliendo —dijo ella, y Scarlet pareció caer tarde en la cuenta de lo que le estaban cuestionando.
—Oh, eso… escuché un rumor en Ponyville, y asumí que hablabas de él. ¿Entonces era cierto? —preguntó al recuperar una incómoda sonrisa.
—Si… si, lo es.
—Suerte, entonces. Ya ha de ser difícil salir con alguien de una especie diferente, así que… te deseo lo mejor. ¡Espero solucionen esto y sean felices juntos! —gritó con optimismo, volteándose y disponiéndose a correr para escapar de la lluvia, pero la unicornio menor la siguió. Ahora estaba segura de lo que había provocado esa sensación, lo que significaba el aroma de caramelo que había percibido cuando la mesera del Canterlot Song la había abrazado.
—¡Scarlet! ¡Espera! ¡Alto! —galopó hacia ella una vez más, y una rafaga de viento se llevó el paraguas prestado, que se perdió de vista en cuestión de instantes.
—Sweetie, ¿qué haces? —preguntó extrañada, las dos viéndose terriblemente empapadas bajo la lluvia torrencial.
—¡Ese perfume! —gritó una vez más, a pesar de que la yegua se encontraba a escasos metros de ella—. Ese perfume… ¿de dónde lo sacaste?
—¿El que estoy usando? Es importado, me lo regaló mi jefa hace un tiempo. ¿Por qué lo…?
—Rarity —interrumpió Sweetie—. Quien te lo regaló… fue mi hermana, Rarity. Es tu jefa, ¿no es así? —inquirió, con furia en su mirada.
—¿A qué viene todo eso? Sweetie, no quiero ser mala, pero me gustaría volver a casa antes de pescar un resfriado, y tú deberías hacer lo mismo —le habló con preocupación.
—Nos hemos visto fuera de Canterlot Song antes, ¿no es así? —preguntó una vez más, mientras la lluvia terminaba de lavar el resto de su maquillaje—. Aunque, cuando nos vimos… tenías una máscara. ¿Verdad?
Un rayo cruzó el cielo nocturno, iluminando la ciudad, y el trueno que vino justo después hizo temblar sus cimientos. Pero las presentes apenas lo notaron, pues ambas se encontraban completamente centradas en la mirada de la otra, con un silencio que, a pesar de haberse extendido por escasos instantes, ambas sintieron como si hubiera durado una eternidad.
—Sweetie, no entiendo lo que estás diciendo —respondió, confundida—. ¿Qué se supone que hice? ¿Acaso te molesté de alguna forma? Si es así, lo…
—¡No te atrevas! —interrumpió con furia—. ¡No te atrevas a decirme eso! ¡No me trates como una tonta! ¿Scarlet Autumn? ¿Ese es tu nombre de verdad? ¡¿O es otra mentira más para la lista?! —gritó ella, y la unicornio frente a ella no rompió el contacto visual en ningún momento. Las facciones relajadas que la menor había contemplado en ella hasta entonces… habían desaparecido.
—Lo mejor será que dejes las cosas así, Sweetie Belle —dijo Scarlet, dando un paso al frente—. Creeme, este es un límite que no quieres cruzar —advirtió con su mirada clavada en ella, y un resplandor verdoso brilló en sus ojos por un instante, al tiempo que un nuevo rayo las iluminaba a ambas.
Las rejas de la mansión de Fancy Pants se cerraron detrás de la princesa quien, protegida por un paraguas sostenido por el guardia a su lado, meditaba cuando había ocurrido aquella noche. Asintió a los guardias que protegían la puerta, quienes correspondieron el gesto, antes de ponerse en camino con su escolta. El carruaje quedó atrás, pues necesitaba caminar mientras pensaba cómo debía actuar a continuación.
En ese momento, Luna y Twilight estaban reuniendo a los elementos de la armonía, y de seguro estarían en el castillo de Canterlot en poco tiempo, mientras que Discord de seguro aún estaba en la cima del castillo, usando el ojo de la discordia en busca del changeling. Por su parte, ya había confirmado que la verdadera Rarity se encontraba con bien, habiendo verificado su identidad mediante un hechizo que le permitía comprobar la especie del objetivo, magia desarrollada luego de la invasión de Chrysalis. De hecho, había grandes probabilidades de que su enemiga fuera la mismísima reina, y que tanto ella como su enjambre estuvieran tras la magia de la rosa eterna, por lo que deberían tener cuidado al momento de proceder.
Se habían alejado unos pocos metros de la puerta principal de la mansión cuando el mismísimo capitán de la guardia real descendió de los cielos en medio de la tormenta, con suma prisa.
—¡Princesa Celestia! —gritó el pegaso blanco al tocar el suelo, aproximándose en compañía de su escolta de cinco pegasos y quitándose el casco dorado, dejando caer su melena rubia.
—Capitán Cloud Skipper, ¿qué ocurre? —preguntó la deidad, sorprendida.
—Su secretaria, Raven, acaba de regresar de Manehattan, y solicitó que le diéramos este mensaje de manera urgente. Dijo que era confidencial.
Celestia tomó con su magia el sobre sellado que le fue tendido, a la vez que identificaba al capitán y a su compañía mediante el hechizo de detección, para luego proceder a abrir y leer el mensaje. Tal vez el mundo fuera un pañuelo, porque encontró en ese papel la información que imaginaba recibiría.
"Registro domiciliario de Manehattan: 487 Hayway St.
-Propietario: Moonlight Sonata (Unicornio, 87 Años)
-Grupo familiar: Scarlet Autumn (Unicornio, 35 Años) (Hija)
Coincidencia en el registro domiciliario de Canterlot: 352 Paradise Av. - 4ºE
-Propietario: Scarlet Autumn (Unicornio, 35 Años)"
—Pensar que estuvo bajo nuestras narices todo este tiempo —murmuró Celestia, su mirada ganando intensidad al tiempo que se dirigía al poni que tenía enfrente, tendiéndole la carta—. Capitán Cloud Skipper, proporcione la segunda dirección a los guardias lunares en los alrededores, necesitaremos de su asistencia para tratar con el enemigo que aquí se encuentra. El mismo es un changeling en extremo peligroso, y debe tratarse con las debidas precauciones.
—¡Sí, su majestad! —asintieron todos los soldados presentes.
—Ahora, debemos… —decía la deidad, pausando en el último instante y girándose a la mansión, al tiempo que un terrible presentimiento la invadía, uno que había sentido una vez en su vida, uno que nunca olvidaría—. ¡Todos, aléjense de la mansión ahora! —gritó la princesa, para acto seguido desvanecerse en un halo de luz, junto con los guardaespaldas que antes habían estado apostados en la puerta.
Los soldados no iban a cuestionar ni lo que acababa de ocurrir, ni mucho menos la orden de la princesa; la cumplirían sin un rastro de duda en su ser. Los pegasos se elevaron al instante, cargando con sus compañeros terrestres y unicornios, tal y como se les había instruido hacer en tales casos, y apenas habían alcanzado unos pocos metros de altura cuando un temblor recorrió el suelo de la capital.
Grietas se abrieron en el asfalto al momento en que los ventanales de la mansión estallaron uno tras otro, justo antes de que su elegante techo de tejas estallara en todas direcciones. Y tras esa destrucción, una gigantesca criatura comenzó a emerger de la zona de ataque, de oscuro pelaje como una noche sin luna, ojos amarillos que penetraban en el alma de los presentes, y un rugido que presagiaba el más absoluto caos, cuya sombra se cernía sobre Equestria.
