Percy se despertó sobresaltado, era una de las peores noches que había vivido, estar en el Inframundo, era como si estuviera viviendo en una de sus peores pesadillas y lo peor es que esta era la primera noche de muchas qué le faltaban.

— ¿Estás listo? — pregunto Perséfone entrando en su habitación, — ¿Problemas para dormir?

Percy asintió pesadamente, no entendía como es que alguien podía vivir ahí. — Este lugar es muy tenebroso — murmuró, esperando no ofender a la Diosa. Para su fortuna esta soltó una carcajada, aliviando un poco el nerviosismo del chico.

— Es horrible este lugar, no te preocupes a todos nos cuesta trabajo acostumbrarnos — añadió Perséfone con una sonrisa, — Vamos Percy, hoy comienza tu entrenamiento y no creo que quieras llegar tarde.

El chico asintió, antes de levantarse pesadamente de su cama, si su habitación era horrible, recorrer aquel palacio en verdad era algo espeluznante, todo el aspecto lúgubre y tenebroso no le agradaba nada.

— Aquí es donde vas a entrenar, no debes preocuparte por usar tus poderes, aquí nadie podrá percatarse — dijo Perséfone para después abrir la puerta de la habitación.

Una vez que entró en la habitación se sorprendió de lo grande que era, por fuera parecía que se trataba de un lugar pequeño. En medio de la habitación estaba un hombre vestido de militar quien jugaba tranquilamente con su cuchillo, su aspecto era duro, tan pronto como lo vio el hombre sonrió. — Señor Ares — dijo Percy haciendo una reverencia al Dios de la Guerra.

— Vamos niño no seas tan formal, no creas todas las historias que te ha contado el tonto de Apolo — dijo Ares con una sonrisa. — ¿Qué aprendiste con Hermes?

— A defenderme, ser más rápido para esquivar y anticipar los ataques — respondió animado, estaba más que curioso por saber cuál sería su entrenamiento.

— Conmigo aprenderás a usar todo tipo de armas, ¿Cuál es tu arma? — pidió Ares guardando su cuchillo.

Percy asintió mientras sacaba sus cuchillos de caza, — ¿No tienes espada? — pidió Ares, Percy negó rápidamente, — Los cuchillos de caza son buenos, pero es mejor que tengas un arma principal.

Percy guardo sus cuchillos antes de sacar su arco ganándose otra negativa de parte del Dios de la Guerra.

— Se que las cazadoras son unas exelentes guerreras, pero debes aprender a usar otras armas. Al usar una espada o una lanza mantienes una distancia contra tu rival, mientras que con los cuchillos, este se encuentra más cerca y eres más fácil de que te dañe — explicó el Dios, Percy se mantuvo en silencio nunca se había puesto a pensar en eso. Ares sonrió tranquilamente antes de chasquear los dedos evocando un par de cuchillos de caza para después entregárselos al chico. Percy los examinó y no encontró nada diferente a los que tenía a excepción de que estos tenían el símbolo de Ares. — Toca el símbolo.

Percy lo presiono transformando a estos en una lanza, — Cada que lo presiones, se convertirán en una arma diferente, ahora espero que estés listo — Ares arremetió contra Percy, el chico levantó su lanza evitando el ataque antes de intentar golpear al Dios pero este respondió golpeando al chico en los pies. Una vez en el suelo Ares intentó atacarlo pero el chico dio un par de patadas alejando al Dios lo suficiente para poder levantarse. Tan pronto como se recuperó Ares, arremetió nuevamente contra el chico, el cual apenas y pudo detener los ataques.

Percy arrojó una ráfaga de agua logrando que Ares perdiera el equilibrio, volvió a presionar el símbolo convirtiendo la lanza nuevamente en unos cuchillos de caza antes de colocar estos sobre la garganta del Dios, — Eres bueno niño, aunque como te lo explique antes, tus cuchillos te vuelven vulnerable — dijo Ares señalando el pecho del chico, donde estaba la espada del Dios.

— No te sientas mal chico, fue mejor de lo que esperaba — dijo Ares mientras se ponía de pie.

— ¿Cuál fue tu error? — Percy se sobresalto, antes de darse la vuelta para encontrarse con una mujer de 25 años, su cabello era color negro y le llegaba a la altura de los hombros, su gesto era serio, le recordaba cuando su mamá estaba enojada, la única diferencia, eran sus ojos grises.

— Señora Atenea — murmuró Percy haciendo una rápida reverencia a la Diosa, aunque está se mantuvo impasible.

— Al menos eres educado — comento Atenea, sin dejar de observar al chico, — Ahora dime, ¿cuál fue tu error?

Percy se removió nervioso, bajando la mirada al piso. — ¿Use mis cuchillos de caza? — pregunto avergonzado.

— Ese fue uno de ellos, pero no fue el más grave — respondió Atenea, esperando que el chico hablará, — Eres impulsivo, no piensas, solo actúas, Hermes nos dijo que ya estabas listo, pero creo que se equivoco.

Percy mantuvo la mirada en el suelo, nunca quiso que su primera impresión con los Dioses fuera esa, — Nunca te debes confiar en una pelea, recuerda, solo basta un error y podrías morir — dijo Ares tranquilamente, a diferencia de Atenea no sonaba tan molesto.

— Si lo sé, y con eso el Olimpo sería destruido — murmuró con fastidio, — Tendré más cuidado.

— Igual de tonto que tu padre — añadió Atenea con desdén, provocando que Ares soltará una sonora carcajada al ver la mirada furiosa del chico.

— Lo que Atenea quiso decir, es que no estamos aquí para proteger al Olimpo, si no a ti — dijo Ares, tratando de evitar una discusión.

— Ten — murmuró Atenea pasando un pesado libro al chico, — En este libro vienen los guerreros más notables y fuertes que hubo en la antigua Grecia. Alguno de ellos será tu rival mañana.

Tan pronto como terminó, la Diosa de la Sabiduría desapareció de la habitación, — No te lo tomes personal, ella solo odia

— A mi padre, si lo sé — respondió Percy con una sonrisa.

— Bueno creo que Apolo, te ha enseñado muy bien de todos nosotros — dijo Ares con una sonrisa, — Lee el libro, no siempre podrás ganar una batalla solo con la fuerza, tienes que aprender a ver las debilidades de tus enemigos y usarlas a tu favor.

Percy permaneció unos minutos más en la habitación antes de salir, estaba más que ansioso de saber que más le podrían enseñar, aunque esperaba que Atenea no fuera tan gruñona. Al salir se encontró que Perséfone lo esperaba, — ¿Cómo te fue? — pregunto tan pronto vio al chico. — ¿Tienes hambre? Ven vamos a mi jardín.

Antes de que Percy pudiera decir algo, la Diosa lo arrastró por el palacio, — Pero el Señor Hades me dijo que no podía ir a otra parte del castillo — murmuró Percy, después de todo no quería molestar Hades le daba bastante miedo.

— Por Hades ni te preocupes, además así no me siento tan sola — dijo Perséfone, terminando por convencer al chico. — Te traje unos bocadillos, espero que tengas hambre.

Percy esbozo una sonrisa antes de empezar a comer, — Gracias, estaba todo muy delicioso — dijo, una vez que había terminado de comer.

— ¿Y cómo te fue en tu entrenamiento? — pidió Perséfone.

— Bien, supongo. Aunque Atenea es un poco dura — dijo Percy, recordando la actitud de la Diosa de la Sabiduría.

— Ella siempre es así, no es muy amigable que digamos — dijo Perséfone sonriendo tranquilamente, — Pero no te preocupes, con el tiempo te vas a acostumbrar.

— ¿Disculpe le puedo preguntar algo? — pidió Percy nervioso esperaba no molestar a la Diosa.

— Claro Percy — respondió ella sin dejar de sonreír.

— ¿Por qué el señor Hades es tan gruñón? — pidió Percy, esperando que en cualquier momento el regaño, pero en cambio Perséfone esbozo una sonrisa.

— El no siempre fue así, creo que empezó desde que le quitaron su asiento en el Olimpo, fue algo injusto si quieres saber mi opinión — dijo Perséfone.

Percy sonrió nervioso antes de empezar a leer el pesado libro, sorprendido de encontrar varios nombres conocidos y algunos otros que nunca había escuchado.

Salto de Línea

— ¿Dormiste bien? — pregunto Perséfone al ver al joven salir de su habitación, mucho más ojeroso que el día anterior, se había quedado despierto hasta la madrugada intentando leer lo más que pudiera.

— Por lo menos pude dormir más — murmuró Percy como respuesta. Ambos caminaron en silencio hasta la habitación donde entrenaría.

— Suerte — dijo la Diosa mientras Percy entraba en la habitación.

— ¿Leíste el libro? — pregunto Atenea de inmediato. Percy solo asintió esperando lo que iba a pasar.

Ares chasqueo los dedos cambiando la habitación a una enorme arena. — Veamos si en verdad lo hiciste — dijo Atenea, antes de desaparecer junto con Ares.

Percy sacó sus cuchillos de caza esperando que saliera su contrincante, solo bastaron unos segundos hasta que un enorme hombre entrará en la arena. Media 1.90 y debía de pesar más de 100 kilos, era un hombre bastante corpulento.

— Alcander — murmuró Percy recordando que había leído su biografía.

El hombre le sonrió antes de correr en dirección a donde estaba Percy, el chico estaba tan sorprendido que lo único que pudo hacer fue sacar su escudo al frente evitando que fuera aún más fuerte el golpe. Intento ponerse de pie pero fue nuevamente arrojado al piso. — ¿Eso es todo? — añadió Alcander intentando sujetar al chico, para su sorpresa este respondió con una par de golpes antes de ponerse de pie.

— Veo que estás fatigado — murmuró Percy sacando su arco, — No me digas que tienes hambre, no piensas comerme. ¿Verdad?

Alcander tomo su hacha con furia intentando llegar a donde estaba el chico, aunque este se la paso disparando flechas retrasando el avance del hombre, — ¡Por Hades! Creo que mi cuerpo es del tamaño de tu barriga — exclamó Percy, haciendo enojar aún más al hombre.

Alcander se echo a correr intentando sujetar al chico, pero este lo esquivo con suma facilidad. — Creo que esa barriga no te deja mover muy rápido — dijo Percy con una sonrisa, Alcander se quedó en silencio sujetando con fuerza su hacha. Percy no dejó de sonreír al ver que su plan estaba funcionando, entre más furioso estaba Alcander más imprudente se veía. El chico disparo nuevamente un par de flechas, en esta ocasión logró dañar un poco al enorme hombre.

— Vamos, es más cerraré los ojos un momento para darte ventaja — dijo Percy, colocándose una de sus manos sobre sus ojos, lo que aprovecho Alcander para acercarse y tomar por el cuello al chico, aunque en su arrebato no se percató que el chico había abierto sus ojos para después sacar sus cuchillos.

— Te vas arrepentir de todo lo que dijiste mocoso — murmuró Alcander, feliz de haber ganado, estaba más que deseoso de hacer pagar al chico.

— Gane — murmuró feliz, Alcander le tomo unos segundos antes de ver que los dos cuchillos de caza estaban incrustados en cada lado de su cuello, al llevarse las manos a su cuello dejó caer al chico al suelo.

Ares y Atenea reaparecieron en la sala, el Dios de la Guerra lucía una enorme sonrisa, mientras Atenea se mantenía seria. — Bien hecho chico, fue mejor de lo que esperaba — agregó Ares, devolviendo los cuchillos de caza al chico.

— ¿Por qué? ¿Por qué ese fue tu plan? Con cualquier error podrías haber perdido — pregunto Atenea, sin dejar de verle.

— Él es más fuerte, y habría sido un suicidio enfrentarlo directamente, recordé lo que había leído de él y lo que me enseñó Hermes, entre más enojado está alguien, más imprudente se vuelve — murmuró Percy nervioso, desviando la mirada al piso.

Ambos Dioses se quedaron en silencio sorprendidos del avance que había tenido el chico, — Fue buena idea — fue lo único que dijo Atenea.

— ¡Oh vamos At! ¡El chico estuvo genial! — exclamó una mujer caminando a donde se encontraban los Olímpicos.

— ¿Por qué la trajiste? — exclamó Atenea viendo con molestia a Ares. Percy observo con cierta gracia la interacción entre los Olímpicos, no tenía que ser muy inteligente para saber que la mujer era Afrodita.

— ¡Hola Percy! — exclamó Afrodita abrazando con fuerza al chico, Percy se sorprendió, nunca pensó que la Diosa tendría esa fuerza.

— Señora Afrodita — murmuró Percy haciendo una reverencia a la Diosa.

— ¡Oh vamos! No seas tan formal, me haces sentir tan vieja — exclamó Afrodta depositando un par de besos en cada mejilla del chico.

— Deberías de darle respiro, o vas matar al chico — exclamó Ares divertido, Percy se había sonrojado bastante y no ayudaba nada que los tres Olímpicos no lo dejaran de ver.

— ¿Hay algo que necesitas Afrodita? Tenemos que seguir con el entrenamiento — exclamó Atenea sin ocultar su molestia.

— Vamos At, no seas tan amargada — exclamó Afrodita sin dejar de sonreír. — Además no me quiero perder esto.

Percy observo con cierto interés el piso, tratando de no observar a la Diosa del Amor, — Perseo, sigue con tu entrenamiento — dijo Atenea ignorando las miradas que le daba Afrodita. Atenea chasqueo los dedos revelando a uno enorme robot.

— ¿Qué es eso? — preguntó Percy sin apartar la vista del robot.

— Es uno de los autómatas de Hefesto, es capaz de imitar los movimientos de sus rivales — dijo Atenea antes de activar al autómata. El robot de inmediato se abalanzó sobre el chico, Percy giro a su izquierda evitando uno de los ataques, antes de disparar un par de flechas que fueron fácilmente eliminadas por el autómata.

— Debes de esforzarte más, no va a ser tan fácil — dijo Atenea, Percy suspiro pesadamente antes de guardar su arco, ahora tenía que intentar otro forma de atacar. Después de sacar sus cuchillos, Percy se dispuso a atacar al autómata. Este respondió lanzando una patada arrojando nuevamente al chico al piso.

Después de unos minutos el chico se levantó, ¿cómo podría derrotar aquel robot? Nuevamente intentó atacar al autómata, pero como en los últimos intentos fue arrojado al piso. — ¿Qué ha pasado Perseo? Al parecer lo último solo fue un golpe de suerte — dijo Atenea, — Espero que mañana aprendas mejor, no quiero pensar que todo esto es solo un desperdicio de tiempo — dicho eso Atenea desapareció.

— No le has caso Percy, tu estuviste genial — dijo Afrodita mientras ayudaba al chico a ponerse de pie, — Atenea es así con todos.

Percy esbozo una fugaz sonrisa, — Afrodita tiene razón, además Atenea programo al autómata más difícil — dijo Ares abrazando por la espalda a la Diosa del Amor.

Percy asintió pesadamente, — Mañana los veo — murmuró, caminando lentamente a la salida.

— ¿Estás bien? — pregunto Perséfone al ver al chico salir de la habitación.

— Si — fue lo único que respondió sin dejar de caminar a su habitación.

Salto de Línea

Percy se mantuvo unos minutos en su cuarto, después de lo pasado el último día no quería que volviera a pasar. Tenia que prestar más atención, no quería defraudar más a los Olímpicos, estaba tan distraído que no se percató que había entrado en la habitación.

— Llegas tarde.

Percy se sobresaltó sorprendido, ¿Por qué los Dioses tenían que aparecer así? — Señora Atenea — murmuró Percy, haciendo una pequeña reverencia a la Diosa.

— Vamos, no tenemos tanto tiempo — dijo Atenea, caminando tranquilamente a la mesa.

— Disculpe, ¿Dónde está Ares? — murmuró Percy tomando asiento frente a la Diosa.

— Mi padre lo ha enviado a una misión, ahora continuaremos con tu entrenamiento — respondió, chasqueando los dedos haciendo que aparecieran un par de libros.

— Pensé que íbamos a entrenar — murmuró Percy, sin entender por qué tenía que leer los libros.

— El estudio también es parte de tu entrenamiento y debido a lo que pasó la última vez, creo que lo necesitas — respondió con dureza, Percy suspiro pesadamente al ver que había ofendido a la Diosa — O dime, ¿cómo pretendes derrotar a Quimera? ¿O al León de Nemea? ¿Sabes como derrotar a la Hidra de Lerna?

Percy prefiero no contradecir, no quería molestar más a la Diosa, — ¿Con cuál debo de empezar? — murmuró mientras tomaba cada uno de los libros.

— Este — respondió, entregándole un libro, bastante grande y pesado. "Criaturas mitológicas"

Tres horas después

— Y entonces Perseo, ¿dime cómo matarías a Medusa? — Percy suspiro pesadamente, no entendía como es que eso le iba a servir. Habían pasado ya tres horas desde que empezó a leer, su cabeza le dolía, estar sentado era incomodo, además, después de todo si se llegara a enfrentar a la Gorgona o cualquier otro monstruo, no creía que esta fuera a dejarle tiempo para pensar en algo o revisar el libro para buscar la respuesta.

— Puedo ir viendo un espejo, así evito ver su mirada y después puedo matarla — respondió, pero se ganó un suspiro por parte de la Diosa, — Eso le funcionó a Perseo, no creo que sea tan mala idea.

Atenea suspiro antes de darle una palmada en la cabeza, — ¿Por qué fue eso? — murmuró Percy, pero la Diosa se quedó en silencio antes de intentar golpearlo otra vez, solo que en esta ocasión Percy lo pudo esquivar.

— ¿Acaso entendiste? — pidió Atenea, cerrando los ojos para calmarse, era claro que después de eso tendría un fuerte dolor de cabeza — Esquivaste el golpe, por que sabías que lo haría, así que dime, ¿Crees que Medusa sería tan estúpida para caer en la misma trampa otra vez?

Percy se quedo en silencio, era claro que Atenea tenía algo de razón, — ¿Cuál es su punto débil? — pidió Atenea.

— ¿Acaso tiene uno? — pregunto Percy, Atenea se frotó la nariz, estaba más que claro que en un par de horas tendría un fuerte dolor de cabeza, era igual de testarudo que su padre.

— Todos tienen uno, Medusa por ejemplo, es su mirada, si logras dejarla ciega, no es un peligro — respondió Atenea, Percy suspiro con frustración pensando en lo fácil que seria dejar a Medusa ciega. — Tienes que aprender a analizar a tus rivales, y saber usar sus debilidades en su contra, así como lo hiciste ayer en tu entrenamiento.

— ¿Pero cómo voy a aprender eso de los libros? — murmuró Percy, ganándose otra mirada furiosa de la Diosa.

— Está bien Perseo — dijo Atenea antes de chasquear los dedos desapareciendo tanto la mesa como los libros y transformando la sala en un enorme pantano.

— ¿Qué es todo esto? — pregunto Percy echando un vistazo a su alrededor, intentando encontrar alguna amenaza cerca.

— Ya que dices que los libros no sirven de nada, quiero ver que tal te enfrentas a los peligros — añadió Atenea con una enorme sonrisa.

— ¿Qué es eso? — murmuró Percy sintiendo la vibración del suelo, tenía que ser alguien verdaderamente grande para causar ese efecto y por lo que podía sentir aquella criatura se estaba acercando. Atenea se mantuvo en silencio sin dejar de observar en ningún momento a Percy. Al cabo de unos segundos el chico sacó su arco preparándose para atacar a la criatura misteriosa, aunque era difícil no saber a que se enfrentaba. Fueron unos segundos lo que le basto a la criatura acercarse, fue ahí donde Percy se percató del monstruo al que se iba a enfrentar. Media aproximadamente 13 metros, donde sobresalían 3 cabezas cada una con un centenar de dientes, que estaba más que seguro que atravesarían su cuerpo como si fuera una hoja de papel.

— Vamos Perseo, ¿por qué tan tímido? ¿A donde ha ido tu valentía? — pregunto Atenea, Percy se mantuvo en silencio intentado no llamar la atención de la Hidra, — Ya que eres tan inteligente, quiero ver como eliminas a la Hidra de Lerna.

En esta ocasión Atenea logró captar la atención del monstruo, la cual fijo sus tres cabezas en dirección a donde estaba el chico. Percy disparo un par de flechas, las cuales no le afectaron en nada a la criatura. Una de las cabezas de Hidra lo atacó, Percy se arrojó a su izquierda esquivando el ataque, aunque no se percató que la otra cabeza estaba a punto de morderlo, pero antes de que eso pasara tanto la Hidra y el pantano desaparecieron de pronto, pero Percy aún seguía bastante agitado.

— ¿Qué pasó Perseo? Ya no pareces tan confiado, de haber sido real habrías muerto — comento Atenea, Percy solo asintió antes de caminar hasta el otro extremo de la sala, — ¿A dónde vas?

Percy volvió a la mesa antes de tomar nuevamente el libro que había estado leyendo anteriormente, Atenea esbozo una fugaz sonrisa mientras se acercaba al chico, colocando su mano sobre su cabeza, antes de que se viera iluminado por un resplandor gris, — ¿Qué fue eso? — preguntó Percy.

Atenea sonrió tranquilamente mientras tomaba asiento frente al chico, — Eso te ayudará a despejar tu mente, y te será más fácil concentrarte — respondió mientras tomaba otro de los libros. — Continúa con la lectura Perseo.

Una disculpa se que ha pasado mucho tiempo desde la última actualización, espero no tardar tanto en los próximos capítulos, ya tengo un poco más de tiempo libre y planeo usarlo para terminar con la historia, espero que disfrutarán del capitulo.