Semana 3 - semana au
Día 19 / todos mis demonios tienen tu sonrisa
Corazones en guerra AU Part 5
Rukia reflexiona en los combates y entrenamientos que ha tenido en contra de Ichigo y en cómo, ha pesar de sus órdenes, no ha podido matarlo, por lo que lo captura y sugiere una tregua forzada
Mujeres vestidas de blanco iban y venían de la habitación con instrumentos y otros enseres médicos, y no era para menos, el parto ya había durado demasiado y la presencia de los emisarios reales no hacían más que volver la situación más caótica y estresante de lo que debía de ser.
— ¿Cuánto más va a tardar la Princesa Real en dar a luz?— Preguntó impaciente Genshirou Okikiba, consejero y amigo personal del Rey, deseoso de cumplir con su cometido.
— Lo que tenga que tardar, su Excelencia— Dijo el Marqués Kuchiki
— Pues más vale que se apure, su padre...
— ¡Es una niña! ¡Una hermosa niña!— Salió de la habitación Tenjirou Kirinji, el médico real que había sido traído especialmente para la ocasión, interrumpiendo la discusión y anunciando feliz la noticia del alumbramiento. A su paso se pudo ver, detrás de él, la habitación en la que se encontraba una hermosa, aunque tremendamente cansada y pálida, mujer que sostenía a su recién nacida y que eran atendidas por la médico residente de la familia Kuchiki, Kirio Hikifune.
— Entonces, es una lástima— Dijo el consejero Okikiba con el rostro de una expresión alicaída—. Marqués Kuchiki— Volteó a ver a su izquierda a ver a Lord Sojun Kuchiki, a su lado se encontraba de su único hijo, Byakuya que acababa de cumplir los doce años—, su Alteza ordenó que se deshiciera de la bastarda en caso de que fuera una niña. Me llevaré a la Princesa Real al palacio en cuanto se recupere del alumbramiento.
Sojun no contestó a eso, tenía la expresión contrita.
— Es lo mejor para el reino— Okikiba adivinó su pensamiento.
— No me parece buena idea.
— Es una orden directa del Rey.
— Aún así creo que...
— ¿Es por qué es su bastarda, Marqués?— Lo interrumpió tratando de confirmar el rumor de la verdadera identidad del amante de la princesa viuda— No creo que a su esposa le agrade tener que criar a una indiscreción.
— ¡No diga tonterías, Okikiba!— Gritó Sojun, con el rostro rojo de furia.
— ¡Pero sabe con quién se revolcaba la Princesa viuda!
— Tenjirou— Era la voz de Hikifune, había algo de angustia en su voz—, será mejor que vengas...
— ¿Qué es lo que sucede, Kirio?
— Es la Princesa... ella...— La médico estaba gris como un fantasma.
— Hikari...— Susurró Sojun, temiendo lo peor, que sus sentimientos nunca fueran correspondidos no significaba que alguna vez dejaría de amar a la princesa Hikari.
— Rukia— Habló una voz suave y que, usualmente, era seria.
La pequeña, que estaba casi al final de su lección de literatura, levantó la cabeza para ver quién la llamaba.
— ¿Sí, Nii-sama?
Era su hermano y estaba acompañado de una joven muy bonita.
— Necesito que vengas, hay alguien a quien quiero que conozcas.
La institutriz, al ver que necesitaban a la pequeña y lo avanzada que estaba en sus lecciones, dio por terminada la clase y se retiró del salón para darles el espacio para que hablaran. Tenía que darle su informe diario a Lord y Lady Kuchiki, la pequeña de siete años mostraba habilidades prodigiosas que le permitirían integrarse a la corte sin problemas cuando sea mayor. Lástima que eso no logrará endulzar la actitud de Lady Kuchiki hacia la pequeña.
— Rukia, deseo que conozcas a su alteza Hisana, princesa de Seireitei— Señaló a la joven mujer que se encontraba a su lado por lo que Rukia realizó una profunda reverencia, justo como le había enseñado su institutriz cuando se encontrara con un miembro de la familia real—, ella se quedará con nosotros por un tiempo.
— Mucho gusto, Alteza— Rukia seguía en reverencia esperando la señal para erguirse nuevamente—, es un placer conocerla.
Hisana, encantada por la pequeña, la abrazó con fuerza, siempre había querido conocerla, le importó poco que estuviera rompiendo el protocolo que tanto le habían taladrado desde la cuna.
— Eres adorable, eres igualita a Madre— Dijo la joven con mucha ternura en su voz.
— ¿Madre?— No entendía, ella no se parecía en nada a Lady Minako, tampoco sabía que Lady Minako fuera a la capital a encontrarse con la familia real y, cuando lo hacía, nunca aceptaba que ella la acompañara, decía que era un lugar muy inhóspito para una niña pequeña— Ella y yo nos parecemos mucho que digamos.
— Hisana, suéltala, a partir de ahora tienes todo el tiempo que desees para conocerla— Dijo Byakuya con voz igualmente tierna.
— ¿Nii-sama, te vas a casar con ella?— Adivinó Rukia. Byakuya nunca era tan amable con la gente, a menos de que se tratara de ella y padre.
— ¿Por qué lo preguntas?
— Es que hacen una linda pareja— Ella siempre mostró una gran intuición y su hermano se encontraba muy cerca de la princesa, sin mencionar de que no vestía tan formal como lo haría si estuviera junto a otro invitado tan importante.
Byakuya no respondió, incluso mantuvo su perfil serio, pero sus orejas se tiñeron de rojo brillante.
— Tal vez...— Sus miraban a la princesa de reojo.
— Byakuya-sama, no sea tan discreto, mejor dígale que me he fugado con usted cuando el abuelo intentó comprometerme en matrimonio con un noble de un reino vecino, ja, ja, ja...
— ¿Nee-sama, es cierto que por fin te dieron permiso para casarte con Nii-sama?— Preguntó Rukia emocionada, al ver a la modista tomarle medidas a la hermosa joven, que ya tenía tiempo viviendo con ellos, y mostrarle su catálogo de vestidos para que le diseñaron uno para su boda.
— Sí, el abuelo viene en camino a ver a Lord Kuchiki para arreglar mi dote y revisar los que serán mis nuevos alojamientos.
— ¿Nee-sama...— Comenzó dudosa—, crees que podré conocer al Rey? Hay algo que me gustaría preguntarle.
Rukia pudo notar que la espalda de Hisana se tensó de inmediato, desde que ella vino a vivir a la Mansión Kuchiki se pudieron notar varios cambios, especialmente por la forma en que su madre la trataba. Lady Minako Kuchiki, una hermosa mujer de cabellos castaños y también de noble cuna, no le gustaba pasara tiempo con su hijo y prefería mandarla, siempre y sin falta, con las sirvientas e institutrices alegando de que Byakuya estaba ocupado y no tenía tiempo para las niñerías y ella estaba muy ocupada con los deberes típicos de atender una mansión tan grande como lo era la casa principal de los Kuchiki. Eso era algo que le molestaba mucho, porque antes de eso, Lady Minako era una madre muy cariñosa y que instaba a Byakuya a que pasara todo el tiempo que fuera posible jugando con espadas de madera y a enseñarle a cabalgar a horcajadas con la pequeña, incluso si se consideraba poco femenino.
Tal vez se debía a que ella de niña quería ser caballero o a que era una mujer muy despistada de los protocolos sociales. Además de ser una madre muy consentidora, el estricto era Sojun Kuchiki.
— Puede que sí— Lady Minako entró a la habitación, sin ser anunciada o solicitar audiencia, lo que produjo un gesto de incomodidad momentánea en Hisana, que aún no se acostumbraba a los protocolos no tan estrictos del campo. Se sentó junto a Rukia en el enorme otomano en el que ella a veces se quedaba dormida por leer muchos libros de caballería a escondidas de su institutriz porque ella los consideraba "inadecuados" para una dama, en particular los de tácticas militares, aunque Lady Minako se los comprara a escondidas—, si su Real Majestad viene estoy segura que es porque desea conocer a nuestra familia y podrás hacerle todas las preguntas que se te antojen.
— ¿En serio, Madre?— Rukia estaba extrañada, apenas tenía diez años, era muy joven para ser presentada ante alguien de tan alto rango.
— ¿Y qué te gustaría preguntarle al Rey, Rukia?— Preguntó la mujer con una cálida sonrisa.
— Es que, bueno, tengo curiosidad por saber porqué me parezco tanto a Nee-sama— Señaló con su mano derecha a cada una, en particular al inusual fleco que tenían.
— Ah, eso es sencillo, eso es porque...— Comenzó a decir la mujer mientras jugaba con las puntas del cabello de Rukia, que lo traía suelto porque había estado escalando árboles y se le enredó en una rama.
— ¡Lady Minako, ya hemos hablado de eso! No creo que sea el momento— Hisana se volvió dura y en su rostro había una inusual expresión de molestia en su rostro, ya que siempre tenía una expresión amable; luego cambió su gesto por una sonrisa forzada— ¿Por qué no mejor viene a ayudarme a elegir los elementos de mi vestido de novia?
— Querida, yo sólo estaba tratando de...— Comentó Minako apenada— Yo creo que ya se le debió de haber pasado el coraje y...
— Siento interrumpirlas, mis señoras— El mayordomo entró a la habitación—, su Real Majestad ha llegado.
— ¡Excelente!— Lady Minako se levantó de su lugar y corrió a tomar a Hisana de la mano— Tenemos que irnos querida, tu abuelo debe de estar ansioso de verte después de tantos años siendo criada por la familia de tu padre. Vamos, Rukia, tú también debes de conocer al Rey como la pequeña dama de está mansión.
— ¡No!— Gritó Hisana, lo que logró que las dos la vieran, una decepcionada y la otra sorprendida.
— Alteza Hisana— El rostro de Minako se volvió serio, sereno y sin bobaliconería que siempre mostraba a Rukia, un inusual momento de seriedad—, creo que Rukia tiene el derecho de conocerlo y que se le expliquen las cosas como se deben.
— Aún no está lista— Insistió Hisana—, mi abuelo, él no...— Le costaba hablar sobre el tema—, Lady Minako, sabe perfectamente como es el Rey.
— ¿Lista para qué, Nee-sama?— La pequeña se sentía incómoda entre las dos, consciente de la pelea mal escondida.
— Para nada, Rukia— Habló Hisana primero, sin dar espacio para concesiones—, espéranos aquí o, mejor aún, ve a la biblioteca, Byakuya-sama trajo libros nuevos.
— De acuerdo...
Desde su lugar podía ver la mesa del comedor, estaba indecisa de sí debía entrar o no. Hacía no más de diez minutos, una de sus nanas fue a vestirla lo más elegante y rápido que pudo para que se presentara en el comedor principal, aquel en el recibían a las visitas importantes o se hacían las fiestas o celebraciones familiares. Sin embargo, ahora que ya se encontraba frente a las puertas del comedor sentía una enorme ansiedad y miedo. Apenas y había entreabierto la puerta cuando notó el ambiente poco acogedor y que sólo alcanzaba a ver a dos personas que no conocía y debían de ser la comitiva real.
— ¿Padre, no va a preguntar por la niña?— Dijo un hombre con barba y cabello largo, como de la edad de su padre, al que Rukia no pudo reconocer, aunque vestía con el blasón de la familia real. Tal vez el príncipe heredero.
— ¿Por qué preguntaría por una bastarda? Ella no me sirve de nada— Comentó un hombre mayor sentado en una de las cabeceras de la mesa, él destacaba porque vestía con las ropas más elegantes que había visto para una cena de carácter familiar. Ese debía de ser el gran Genryusai Shigekuni Yamamoto—, su existencia me arruinó la alianza con el rey de Karakura. Si hubiera sido niño, al menos...
¿De quién hablan?— Se preguntó Rukia a sí misma, no le gustaría estar en el lugar de esa niña.
— Majestad— Habló Lady Minako—, está siendo demasiado duro con Rukia...
— Mi esposa tiene razón— Habló Sojun, que no estaba teniendo la mejor salud últimamente—, la pequeña ha sido una brisa de aire fresco en está mansión.
— Me importa un carajo tu opinión, Kuchiki— Dijo groseramente el Rey—. Agradece que te permití adoptarla.
— Padre, Hikari nunca tuvo un romance con Sojun, esos sólo fueron rumores infundados— Trató el otro hombre de calmar los ánimos.
— ¡Pero lo hubiera querido! ¿Qué no entiendes, Shunsui? ¡Por eso se niega a decirme quién es el padre! ¡Por eso adoptó a la mocosa y todavía se atrevieron a nombrarla como mi primera esposa!
— ¡Abuelo, basta! ¡Yo le pedí a madre que la nombrara Rukia antes de que nos expulsaras del palacio!
— ¿Qué hace esa bastarda frente a mí?— Gritó el Rey de repente con un golpe seco en la mesa— ¡Sáquenla de mi presencia!
— ¿Rukia, qué haces aquí?
— ¿Esa es la niña? Es idéntica a Hikari.
— ¿Cuándo llegaste?
— ¡Les dije que la sacaran, no quiero verla!
— ¡Rukia, responde!
La pequeña no supo en qué momento entró en el comedor ni sabía quién le hablaba, sólo alcanzaba a entender que se referían a ella y que la visión se le oscureció como si estuviera entrando en un túnel largo y profundo.
Cuando Rukia recuperó el conocimiento se sorprendió al ver que era Lady Minako, a su lado, la que le estaba refrescando la frente con un trapo húmedo.
— M-ma...— Por instinto abrió la boca para llamarla, pero se detuvo en el último momento.
— Me alegro de que hayas despertado— Habló con suavidad la mujer que pensó era su madre—... nunca pensé que el Rey sería tan necio y duro.
Lady Minako se levantó de su lugar y tiró de la campana para que una de las sirvientas entraran, pocos minutos después con una olla de sopa de arroz.
— Perdóname, Rukia— De verdad sonaba apenada—, quería que te enteraras, pero no pensé que sería tan brusco— La pequeña no respondió, le dolía la garganta por alguna razón—, aún así hay alguien que creo deberías de conocer.
Minako no esperó respuesta de la pequeña salió de la habitación y regresó con el hombre llamado Shunsui.
— ¡Mucho gusto, Rukia-chan!— Dijo el hombre en cuanto se sentó junto a ella y la obligó a comenzar a comer su sopa— Soy tu tío Shunsui.
— Hoy es tu mejor oportunidad de hablar con él, Rukia-chan— Comentó amablemente, su alteza real y príncipe heredero del reino, Shunsui.
— Es la boda de Nii-sama y Nee-sama, no quisiera arruinarla con mis caprichos— Dijo Rukia, sintiéndose pequeña.
— Querer conocer su origen no es un capricho, no estás pidiendo más a lo que no tengas derecho y mi padre tiene la obligación de reconocerte.
Los últimos seis meses habían sido muy duros para ella, aunque Lady Minako la trataba mejor y más cariñosamente, lo que fuera que tuviera contra ella pareciera haberlo dejado atrás. Ayudó que se hubieran tenido que trasladar a la capital para los preparativos de la boda Byakuya y Hisana porque ahora recibían visitas constantes de Shunsui y su prometida, Lady Ise. Su familia, para tranquilidad de Rukia, se había volcado en atenciones a ella, le aseguraban constantemente no sólo que era amada sino, también, que el Rey se equivocaba en su opinión.
— ¿Y si se niega a recibirme?— No dejaba de ver sus pies, nerviosa, pensaba que si se enfocaba en las perlas y cintas en ellos todo sería más fácil.
— Yo y mi amigo Jushiro estaremos ahí para apoyarte— Le sujetó de la barbilla a Rukia para que le viera guiñar el ojo en señal de apoyo—, es más, él ya se encuentra dentro, entreteniéndole, así que él no podrá negarse a recibirte y tendrá que ser amable.
Eso tranquilizó a la niña.
Alzó su pequeño puño y dio tres golpes a la puerta.
Un golpe en la puerta con su pequeño puño.
Dos golpes.
Tres golpes.
Todos seguros y certeros de lo que hacían, conseguirle una entrevista a Rukia con su abuelo. La ceremonia ya había terminado hace horas,así que no debería motivo por el cual él se negara a recibirla.
Grande fue su sorpresa cuando una niña, que debía tener su edad, salió del estudio. Ella era un poco más alta, muy bonita y con un precioso cabello naranja. A Rukia pareció haberla visto entre los invitados cuando entró en la iglesia para la ceremonia de su hermano, ese cabello era bastante llamativo.
La reverencia que la pelirroja hizo la sorprendió un poco, hasta que se dio cuenta de qué era para su tío que estaba parado exactamente detrás de ella.
— Shunsui-nii-sama...— Dijo la niña.
— Orihime— Shunsui respondió la reverencia antes de indicarle con la mano de que se retirara de inmediato, lo cuál ella obedeció sin decir nada, no sin antes mirar desdeñosa a Rukia.
Rukia fingió ignorar a la chica e inspiró para darse valor y entró, como le habían instruido, y, con el paso más firme que pudo, entró al estudio privado del Rey.
El anciano mostró una expresión agria al ver a la niña entrar, pero no dijo nada ni hizo señal alguna de que la sacaran.
— ¿A qué has venido, niña?
— Yo...— Dudó por un momento— deseo que me reconozcas.
Rukia se sintió orgullosa de sí misma por no haber dado un pasó atrás cuando el anciano entornó los ojos molesto. Ella no le estaba pidiendo cariño, no lo necesitaba, lo que sí necesitaba es ser reconocida, más por la memoria de su madre, a la que estaba conociendo por relatos de terceros.
— ¡Vaya, salió insolente la niña!— Dijo con ironía— Hikari, tu madre me hizo quedar mal, ¿por qué te reconocería?
— Mi madre fue una mujer honorable y quiero que así se sepa— Continuó Rukia, su posición de mujer y bastarda la dejaba desprotegida legalmente cuando le llegara a faltar Sojun, que moriría dentro de poco ya que su salud se deterioraba rápidamente y el que no tuviera el reconocimiento legal ante la sociedad como miembro de la familia real le podría acarrear problemas mediano plazo.
— Eso puedes hacerlo sólo si el REY lo aprueba.
— ¿Qué tengo que hacer para lograrlo?
— Dame al ginshō que me quitaste...
En ese momento ella tomó la decisión que mayor impacto tendría en su vida, limpiaría el honor de su madre, aunque le tomara años, incluso la vida, lograrlo.
La fiesta que daba fin al torneo se estaba volviendo demasiado extravagante para Rukia, hacía cerca de cinco años que no usaba un vestido así, y nunca había usado un corsé con un vestido, pero su Nii-sama y Nee-sama insistieron que asistiera a la fiesta vestida como una dama para variar.
— Te vas a divertir más— Comentó Byakuya.
— ¡Te vas a ver igualita a madre!— Dijo divertida Hisana.
— Ya te había comprado un vestido que a Sojun-san le hubiera gustado que vistieras— Dijo Lady Minako, que se había vuelto muy cercana a Rukia desde que el incidente en el comedor y cuando quedó viuda hace dos años, y que alzaba entre sus manos un vestido de un precioso azul con decorados dorados.
Rukia no tuvo más opción, aunque el vestido era bonito, y no se vería bien que la campeona de la categoría con espada no fuera vestida con sus mejores ropas al momento de recibir su premio.
— ¡Felicidades, Rukia, lo hiciste muy bien!— Le habló una voz que se le hizo conocida y que, aunque no quería admitirlo, le producía un escalofrío en la espalda.
— ¿No debería YO de decir eso, Sr. Campeón del Torneo?— Dijo medio burlona a Kurosaki Ichigo, que recibiría la copa de campeón al haber presentado el mejor desempeño del torneo.
— Eso fue gracias a mis otros puntos, Srita Campeona con la espada— Dejaron pasar a un mesero después de que les ofreció una copa de vino que tomaron.
Iban a irse cada quien por su lado, apenados por la interrupción del mesero, cuando la banda comenzó a tocar un vals y todos los invitados se unieron a la pista de baile.
— ¿Me concedería esta pieza, Milady?— Preguntó Ichigo con su mano extendida en dirección a Rukia.
— ¿Estás seguro?, sería mi primer baile de la noche— Rukia posó su mano en la de Ichigo— y aún nadie me firma mi libro de piezas.
— Eso se soluciona fácil— Le tomó la muñeca en la que estaba su carné de baile y escribió su nombre en todos los espacios disponibles, importándoles poco la etiqueta.
— ¡Uy, qué maleducado eres, Ichigo!— Rió y lo arrastró a la pista de baile.
— Considéralo mi premio como campeón del torneo— Pidió Ichigo, que había posado su mano derecha sobre su cintura y en su mano izquierda sostenía suavemente la mano derecha de Rukia.
— ¿Y cuál sería mi premio como campeona con la espada?— Preguntó después de haber tenido que rechazar a la tercera persona que le había pedido una pieza porque, como había prometido Ichigo, todas las piezas de vals disponibles de Rukia las estaba acaparando.
— Pues...— No estaba seguro, bastante complicado, le había parecido, hacer que Rukia dejara que él guiara el baile, al punto que se le había olvidado que ella, también era campeona de una categoría del torneo.
— ¡Ya sé que quiero!— Ella le sujetó a Ichigo de las solapas de su saco y lo acercó a su rostro, en su rostro había una mirada emocionada.
Ichigo se dejó llevar y cerró la distancia entre sus labios, apenas en un beso de piquete. Les importó poco las miradas molestas que les estaban lanzando por quedarse quietos a mitad de la pista de baile, estorbando a las demás parejas, o que estaban haciendo algo inapropiado.
Ichigo y Rukia sólo sonrieron, cuando fueron separados bruscamente cuando Byakuya se llevó a Rukia a rastras del salón.
"Esta mañana desperté viendo la laborada más hermosa,
reflejada junto al Shinzou y acentuada por la bruma..."
Rukia volvió a ver la carta, o el intento de carta, que acababa de escribir; la oración le sonaba estúpida y poco adecuada; no se comparaba, siquiera, con las bonitas palabras que Ichigo le había dedicado en su última misiva.
— ¡Ugh!— Hizo bola su último intento de poema y respuesta para el rubio al que le había dado un poco más que un casto beso como premio por haberse convertido en campeón del torneo de caballería por tres años seguidos; sin embargo, él seguía sin poder vencerla en la categoría de espada, aunque cada vez le era más difícil ganarle sin tener que recurrir a una complicada estrategia o a una improvisación estúpida— ¡Qué palabras tan estúpidas!— Comparó su poema con el que Ichigo le había escrito, con una prístina y elegante caligrafía.
¿Cuántas veces habría escrito su poema para obtener este resultado?
"Cada crepúsculo que veo me recuerda a tus ojos,
Irises que abren paso a la noche y despiden el día...
Piel nivea y sensible, apenas tocada por las cicatrices de tu empeño,
Fuerza que es capaz de doblegarme en un intento de poeta;
Doncella y valkiria,
Vestal de la guerra a la que espero pronto ver
Y yacer entre tus brazos;
Belfos de miel y fresa a los que ningún torpe ósculo mío mancillaron
Coróname con el toque de tu piel y traidor a mi credo me volveré
Tu esencia más pura es la doctrina de mi vida y guía de nuestro privado querer."
— ¡Ugh!— Ahogó un gritito de emoción, siempre que leía uno de los poemas de Ichigo sentía una terrible ganas de correr a sus brazos y hacerle alguna de las cosas que él le hacía sentir sobre su piel.
Toc Toc
— ¿Teniente— El golpe en la puerta la sacó tan bruscamente de su ensimismamiento que se resbaló de la silla en la que estaba sentada—, puedo pasar?
— S-sí...— Gimió algo adolorida.
— ¿Se encuentra bien?— Preguntó el sargento cuando entró en la habitación y la vio en el suelo.
— Sí— Se levantó, sobando sus nalgas, bastante doloridas—, ¿en que te puedo ayudar?
— Le han enviado esta carta de parte del cuartel— Le ofreció el sobre que tenía en sus manos.
— ¡Ah!, gracias— Tomó el sobre y rompió su sello carmesí—, no se vaya, Cadete— Le ordenó al joven cuando observó el tipo de contenido de la carta, una orden.
— ¿Sucede algo, Teniente?
— Sí, me han ascendido a Capitán, necesito que prepare mis cosas, tengo que regresar a Seireitei para recibir mi nueva asignación.
— ¡Felicidades, Teniente, er, digo, Capitán!
— Gracias, Sargento, necesito que mande preparar mi transporte, parto de inmediato.
El joven cadete se quedó en su lugar un poco nervioso.
— ¿Sucede algo, Sargento, o mi orden no fue lo suficientemente clara?
— Este, eh, ¿puedo hacerle una pregunta?
— Puede hacerla, aunque no sé si pueda responderle.
— ¿Qué epónimo tomará cuando la asciendan?
— No lo había pensado— Rukia sujetó su barbilla dubitativa—. Además creo que aún no me dejarán tomar un epónimo.
— Si me permite decirlo, considérelo para cuando se lo permitan, usted nos recuerda un poco a la princesa del cuento, la que tenía problemas con su madrastra...
— ¿Les recuerdo a Shirayuki?— Rukia se le quedó viendo al Sargento con algo de molestia, ella no se sentía como una belleza de labios rojos y tampoco era tan pálida.
— Es más que nada por el asunto con su familia. Hay algunos rumores de que siempre le dan las peores estaciones por una disputa familiar.
El rostro de Rukia cambió por uno de entendimiento, ciertamente tenía ese pequeño detalle en común con la princesa que tuvo que huir de casa para sobrevivir a los intentos de asesinato de su madrastra.
— Haga lo que le ordené, Sargento.
— ¡Sí!— El joven se enderezó antes de salir de la barraca de Rukia.
— Mi abuelo no es tan malo como para querer que muera en servicio... eso espero.
No tardó más de diez minutos en armar su maleta, había aprendido a vivir con pocas cosas, lo que más espacio ocupaba eran las cartas que intercambiaba con Ichigo.
— ¿Capitán Shirayuki, me concedería el honor de una pieza de baile?— Rukia se sorprendió al ver a un soldado de alto rango, con el casco cubriendo su rostro y al que sólo pudo reconocer por el escudo en el pectoral izquierdo de su peto y la textura rasposa de su voz.
— Capitán Zangetsu, sabe perfectamente que eso no es posible, me encuentro en servicio y tampoco vengo vestida con las ropas adecuadas.
— Puedo comprenderlo, yo también estoy en servicio— El oficial se quitó su casco, revelando la muy conocida y rubia cabellera de Ichigo—. Es una lástima que ya no se nos permita participar en los torneos de caballería.
— ¿A quién cuidas?— Preguntó Rukia para cambiar de tema, no debían de distraerse de sus respectivas labores.
— A mi tío.
— ¿Tú tío?
Ichigo señaló a un hombre que se encontraba solicitando un baile con la persona que ella debía cuidar.
— Es el rey de Karakura, ¡ese es el rey de Karakura!
— Sí, mi madre es su única hermana, por desgracia...
— ¡Ichigo, eres duque y no me lo habías dicho!— Controló el volumen de su voz, mas no su indignación.
— Para lo que me sirve— Lo dijo desinteresado—, tiene todos mis derechos bloqueados— ¿Y tú, a quién cuidas?— No quería seguir hablando de su complicada relación con el rey de Karakura.
— Estoy cuidando de su Majestad, la hija menor de mi Rey— Señaló con su mano a una hermosa joven de sedoso cabello naranja y prominentes curvas—, su Alteza me ordenó no distraerme ni un segundo ahora que ella se encuentra en búsqueda de marido y ninguno lo ha complacido.
— Disculpa, Ichigo— Rukia recibió una seña de parte de la pelirroja para que se acercara, por lo que se quitó su casco—, el deber llama, ¿te veo después?
— Por supuesto.
Desde su lugar, Ichigo la vio acercarse a la princesa, que estaba haciendo sus debidas cortesías a su tío, con los que tuvo una conversación corta antes de escoltar a dicha princesa a sus aposentos.
— ¿Es esa?
— ¿Quién?
— Ya sabes, ¿la princesa bastarda?
— ¿En serio? es tan hermosa como los rumores dicen.
— Es una lástima, escuché que ha rechazado múltiples ofertas de cortejo.
— ¿Con un estatus tan bajo? ¿Está loca?
— Pues, parece que acaba de rechazar al rey de Karakura.
— Escuché que su hermana hizo lo mismo.
— Parece que sería una fierecilla en la cama.
— A mí también me encantaría probarla.
— Tsk, enfermos asquerosos...
La conversación le pareció de tan mal gusto a Ichigo que prefirió dirigirse a su tío para escoltar a su mesa, ya que él seguía en búsqueda de una dama que le acompañara esa noche y eso podría tardar otro buen rato.
La habitación se encontraba a oscuras, aprovechando las horas de la madrugada, en la que casi todos se encontraban dormidos, salvo por unos pocos soldados que hacían guardia.
Sus ocupantes, nerviosos de que alguien descubriera que se encontraban distraídos de sus deberes por atender placeres de carácter más carnal.
— ¿Segura de que no te va a llamar?— Preguntó Ichigo a Rukia entre cada uno de los besos que deposita en su espalda.
— ¿A quién le importa...?
— A mí no...
El silencio se hizo entre ellos mientras dejaban que el roce de sus cuerpos se encargaran de toda su comunicación.
— Rukia... ¡Capitán Shirayuki!— Corrigió rápidamente su saludo ante su pelotón.
— ¡Capitán Zangetsu!— Correspondió el saludo.
Ambos se saludaron serios, venían acompañados por lo que no podían ser muy expresivos y su relación no sólo no era poco ética sino potencialmente ilegal. Hacía varias semanas que no se veían porque las guardias en la frontera habían aumentado de repente.
Los soldados quedaron atrás, dándoles espacio a sus respectivos capitanes para que hablaran y poder tener una negación plausible en caso de que se enterará un superior, una actividad que los escuadrones fronterizos hacían continuamente para proteger y evacuar a las poblaciones fronterizas.
— ¿Has estado tan ocupado como yo?— Preguntó Rukia cuando Ichigo se detuvo con su caballo a su costado, aunque mirando en la dirección contraria.
— Si te refieres entrenando y reuniendo provisiones, sí— Hizo una pausa corta, tomó aire y suspiró—. También estoy evacuando a la población hacía el norte.
— Parece que las pláticas de paz no han funcionado, la extraña muerte del Embajador Grantz nos ha dejado en una mala posición con tu rey.
— Rukia... yo... si lo peor llega a suceder...
— Iremos a la guerra, ¿verdad?— Una pregunta para la que ya tenía respuesta, no quería decirle que la habían transferido al fuerte central, serviría bajo el General Ukitake por un tiempo.
— Lo que sea que su Majestad haya pedido, el Príncipe Kyoraku le bloqueó todo el acceso.
— Cu-cuándo nos enfrentemos en el campo de batalla...— La voz de Rukia temblaba ligeramente—, ¿qué deberíamos hacer?
— Finge que no me conoces, mátame si es necesario...— Ichigo sintió que se le ponían los ojos llorosos—, no quisiera que te tacharan de traidora.
—...Te entiendo— A Rukia le costó deshacer el nudo que se formó de repente en su garganta—, prométeme que tú también harás lo mismo.
— Rukia, sabes que te amo, ¿verdad?
— Nunca necesité que lo dijeras de ese modo para saberlo, la batalla debe de estar más cerca de lo que pensé.
Ambos sólo podían agradecer que sus cascos ocultaban sus rostros a sus subordinados.
— Eso me temo...Rezaré para que la termine pronto— Dijo Ichigo a modo de despedida.
— Y yo para que no lleguemos a enfrentar en batalla— Se despidió Rukia mientras lo veía, desde su lugar, regresar a su formación— ¡Ichigo, yo también te amo!— Le gritó mientras veía a su escuadrón alejarse entre las sombras de los árboles.
— ¿Onii-sama, por qué tenemos que tener a esa bastarda aquí?— La princesa pelirroja interceptó a su hermano mayor cuando salía de la alcoba del rey.
— En primera, porque es nuestra sobrina y, en segunda, porque ella es nuestra mejor guerrera. El estandarte del conejo blanco está trayendo esperanza al pueblo.
— Eso es ridículo, no creo que nuestro padre esté de acuerdo con esto.
— ¿Y eso qué importa? La salud de Padre ya no le permite participar por largas horas en consejos de guerra o tomar decisiones decisivas y Rukia también ha demostrado ser una gran estratega.
— Para eso está el General Ukitake, él tiene toda la experiencia necesaria para ganar esta guerra sin sentido, especialmente porque es su culpa de que estemos en está situación— Estaba más que molesta, nunca se había llevado bien con la chica, a pesar de tener la misma edad, y en ese momento
— No sabes de lo que hablas hermanita
— ¡Uryuu está desaparecido y ella no va a ayudar a encontrarlo!
— ¡Basta, Orihime, tu esposo, el vizconde de Quincy, es un soldado al servicio del rey!— Gritó su alteza real, el príncipe Shunsui— Ahora déjame en paz, tengo una sala de guerra a la que tengo que entrar.
— Alteza, tengo lo que me pidió— La ligeramente áspera voz de Rukia interrumpió a los hermanos que estaban alzando sus voces al punto de estar gritando.
— Excelente, Capitán Shirayuki, no esperaba menos de usted...— El Príncipe recuperó su compostura— Hermanita, será mejor que continuemos está conversación después, ya me tengo que ir— Le dijo a Orihime con un una palmada en su hombro a lo que ella entendió y se fue por el pasillo, no sin antes golpear a Rukia con su hombro cuando quedó a su altura.
— Alteza— Rukia hizo una reverencia ante su tío y hermano menor de su madre; el primer hijo varón que había sobrevivido a los constantes conflictos políticos, bélicos y la mortalidad infantil que plaga a la mayoría de los hijos de las casas nobles—, tengo el informe sobre las tierras caídas y la confirmación de que su ilustrísimo Ishida se encuentra fuera de peligro.
— Me alegró de que obtuviera esa información tan valiosa, Capitán.
— Tuve suerte de conseguirla— Dijo mientras caminaban apurados—, pero, disculpe mi atrevimiento, ¿por qué no le dijo a su alteza que sabemos el paradero exacto de su marido?
Entraron en la sala de guerra, en la que se encontraban los generales de su mayor confianza, entre ellos el superior inmediato de Rukia, el General Jushiro Ukitake. Con una seña de la mano de Kyoraku, Rukia repartió los informes que había recibido de parte de los mensajeros la noche anterior, que ya había leído, y comenzó a impartir su informe.
— ¿Podemos rescatar a mi cuñado, Rukia?— Interrumpió el informe que se estaba dando del estado de la situación.
— ¿Eh?— Rebuscó en sus mapas e informes— Él está atrapado en una ciudad cerca de la capital de Karakura, en una fortaleza llamada Hueco Mundo, supongo que por su anillo y cercanía con la familia real debe de estar siendo atendido...— Señaló un punto en el mapa de Karakura.
— Tenemos al ejército enemigo demasiado adentro de nuestras fronteras, tenemos que hacerlos retroceder— Dijo otro de los generales presente en la sala de guerra.
— Más de la mitad de sus tropas ya atravesaron nuestras fronteras, no creo que sea posible— Comentó Rukia— Aunque creo que eso puede servirnos para ganar la guerra.
— Explícate, Shirayuki...— Le ordenó uno de los generales que menos confianza le tenían.
— Pues...— Tomó aire, nerviosa, pues presentaba pensaba presentar una estrategía muy loca— Creo que puedo conseguir la rendición del reino, aunque el Rey se niegue a conceder la derrota.
— Sabes qué el Rey Aizen no se encuentra en la capital, ¿cierto?
— Eso no va importar si les hacemos creer que están ganando.
Los cañones resonaban en las paredes del palacio, estaban bajo asedio enemigo. Lo cuál no le hacía sentido a la joven princesa que estaba siendo arrastrada por su nana por los pasillos de palacio siendo que, el palacio mismo, era el sitio más seguro de todo el reino. Los informes que se mandaban diariamente del frente de batalla indicaban que iban arrasando las tierras Seireitei y que pronto se harían con la capital del enemigo.
Ella vestía una gruesa túnica de viaje que la cubría por completo que nunca la había visto usar antes y la obligó a ponerse una túnica de viaje para cuando lograran salir del palacio.
— ¿Mis hermanas, dónde están mis hermanas?— Preguntó Momo de repente, no las veía mientras atravesaban los estrechos pasadizos secretos, y poco o nada podía ver a pesar de la luz de la antorcha.
— La princesa Ruru ya nos espera en la salida de las catacumbas, las otras princesas...— Le dijo la anciana refiriéndose a sus hermanastras— ellas ya no están con nosotros, ya se fueron...— Su voz sonaba extraña y tenía más fuerza en su cuerpo de lo alguna vez hubiera mostrado mientras la cuidaba desde el momento en que ayudó a la reina anterior a dar a luz antes de fallecer durante el parto de su segunda hija, aunque todo podría ser debido al miedo o a los gritos y estruendos del exterior— Ellas no importan, majestad, a la que buscamos es a usted.
— ¿Qué, por qué?
— Por ser la hija mayor del Rey tiene acceso al sello real y es una rehén importante.
— ¿Y la reina? Tampoco la veo por ningún lado, ella tiene su propio sello— Preguntó por su madrastra más preocupación por su futuro hermano que porque le importara su seguridad. Harribel nunca formó un vínculo afectuoso con Momoiro y su hermana, Ruruki. Ordenó, incluso que se les cambiara el nombre a simplemente Momo y Ruru y le otorgó muchos de los privilegios que les correspondían a ellas a sus hijas, Emilou, Franceska y Cyan—
— En su condición, ella no es capaz de moverse, Princesa Momo— Dijo la anciana nana—, y su sello no tiene peso sobre las decisiones del reino.
— Entonces, qué bueno que siempre tengo conmigo el sello de mi padre conmigo— Dijo aliviada. A pesar de no ser apreciada por su padre, había logrado conseguir que le confirieran el deber de cuidar el sello real durante las audiencias gracias a su buen juicio y el aprecio que le tenían los plebeyos.
— Excelente, princesa— La anciana de repente las hizo girar en un pasillo perpendicular y comenzaron a subir escalinatas que iban en la dirección contraría.
— ¿A dónde me llevas? ¡No estamos huyendo!— Habían llegado a una última puerta que reconocía como la que llevaba a la oficina de su padre.
— ¡A que firmes la rendición de tu reino, Princesa!— Dijo la voz que definitivamente no era la de su nana mientras abría la puerta de la oficina con violencia y la aventó al suelo. En ese momento la princesa se dio cuenta de que no estaban solas en la habitación, se encontraba rodeada de soldados de Seireitei y tenían a punta de espada a su hermana y madrastra, que no lucía nada bien. También, más atrás, le pareció ver los cuerpos de sus hermanastras tiradas en el suelo.
— ¿Q-qui-quién eres tú? ¡Revélate!— La persona que fingió ser su nana se quitó la capucha que la escondía, revelando a una mujer joven de ojos violeta.
— Ella es la capitán Shirayuki— Le respondió el hombre que, hasta hace unas horas, habían tenido prisionero en una de las torres del palacio, el Vizconde de Quincy, Uryuu Ishida.
— ¡Shirayuki!— La princesa supo quién era ella, la fama de su nombre la precedía. La princesa bastarda que su padre anhelaba poseer y que siempre se le escapa entre sus dedos y la que siempre vencía a su despistado primo en todos los torneos de caballería.
Con esto espero poder acabar con la guerra y salvar la vida de mi Ichigo— Deseó Rukia con todo su corazón, pues a un reino caído sólo le queda la reconciliación y la negociación. Y ella negociaría hasta con el mismo diablo por salvar a Ichigo.
Cuando estaba a punto de bajar su espada para lanzar su golpe final se escucharon las trompetas, volteó en dirección del sonido y vio que se elevaron las banderas blancas, estaban siendo ondeadas por los que asumió, eran soldados de Karakura. Se estaban rindiendo...
Eso no era suficiente, Ichigo era un capitán, su puesto de príncipe era tangencial y se sostenía por un hilo muy delgado, nunca se le dio un anillo que lo protegiera de ejércitos enemigos que se negaba a reconocer la derrota o aún no se deba cuenta de que ya había perdido...
¡En ese momento él era un enemigo que no bajaba su espada!
— P-por favor...— Volvió a alzar su espada.
Sólo podía rogar por un milagro.
— ¡Capitán, deténgase!— Era la voz de Sentaro, uno de sus subordinados que, veloz como nunca, alcanzó a detener la mano de Rukia— No puede hacerlo, el Rey de Karakura ha muerto— Soltó la mano de Rukia.
— ¿Eh? ¿De qué hablas Sentaro?— Por la sorpresa volvió a bajar su espada, sólo que la apoyó contra el suelo, ¿cómo sabía Sentaro que el Rey estaba muerto? Se supone que no debían de matarlo.
— El Rey está en el palacio y al parecer tuvo una especie de ataque, fueron sus médicos los que dieron la orden de rendición.
La espada de Rukia retumbó con violencia al caer al suelo. Eso significaba... eso significaba que...
Eso significaba que Ichigo entraba nuevamente en la línea de sucesión de la familia real, la orden de Aizen quedaba sobreseída temporalmente para evitar una guerra civil, por lo que...
— ¡Capitán, Capitán! ¿Qué le sucede?— Preguntó Sentaro alarmado al ver las lágrimas correr por sus mejillas de su capitán de repente.
Rukia abrazó con todas sus fuerzas el cuerpo inconsciente de Ichigo, todo había salido de acuerdo al plan, apenas, pero lo había logrado — ¡Oh, Ichigo!— Las gruesas mejillas que corrían por sus mejillas eran de la inconmensurable alegría y alivio que la embargaba, no había matado a su Ichigo por gracia divina. Ahora tenía que aprender a dejar de hacer planes imprudentes y estúpidos o la próxima vez podría perderlo todo.
— ¿Ya vas a decirme por qué me están llamando Majestad?— Ichigo acabó con el silencio entre los dos, después de unos minutos de haber empezado a desayunar.
Los platos eran bastos, de gran variedad, todos recién hechos y olían deliciosos. Eso le hizo recordar a Ichigo que tenía mucho sin probar una comida decente... o con siquiera una pizca de sal.
— Porque acabas de entrar en contención por el trono de Karakura, bueno, lo que quede de las tierras de Karakura cuando lleguemos a los arreglos por los pagos de guerra— Rukia soltó un largo suspiro antes de comenzar a hablar. El tema era sensible y secreto, pero era mejor informar a Ichigo de lo que vendría para él.
— Eso no es posible, mi tío tiene hijos legítimos que pueden heredar el trono— Él estaba incrédulo con justa razón.
— Dirás hijas a las que les negó el título de princesas reales en su obcecación de tener un hijo varón— Rukia le recordó la realidad. Él era el varón de rango más alto en el linaje real, por lo tanto el heredero aparente al trono de Karakura.
— ¿Y eso qué? Momo es su hija mayor, mi tío puede devolverla a la línea de sucesión si es necesario para reducir los pagos.
— Eso no será posible, Ichigo— Rukia dejó sus cubiertos en la mesa.
— Sé que mi tío es muy necio, pero no será tan intransigente como para permitirse perder todo el reino...
— Ichigo— Rukia lo interrumpió—, la corte siempre ha estado dividida en cuanto esa decisión, su alteza Momoiro es popular no sólo entre miembros importantes de la corte sino también con el pueblo por sus múltiples caridades. Además...— Había dos cosas que no quería decirle, cómo recordarle su enorme popularidad como héroe de guerra y que...
— ¿Además qué?, ¿Rukia qué es lo que no me quieres decir...?— Ichigo se empezó a sentir impaciente.
— Tu tío, el Rey, murió durante nuestra última batalla— Lo soltó, sin más tapujos que la verdad.
— ¿Lo mataste?— Ichigo estaba aterrado de lo que podría significar si ella lo hubiera hecho. Independientemente de las circunstancias, eso podría acarrear algún castigo si lo hizo sin una orden de sus superiores.
— Claro que no, los tratados internacionales lo prohíben— Casi respondió indignada, pero entendía su duda.
— ¿Entonces cómo murió?— Su respuesta le devolvió un poco la calma a Ichigo.
— No lo sé con certeza, los médicos siguen haciendo su autopsia, probablemente sólo las familias reales se enteren de los resultados.
— Seguramente fue sífilis, era muy ávido de meter meretrices a su cama— Teorizó Ichigo rascándose la barbilla.
— Sí, me he estado preguntando si el Rey es el padre del vástago que lleva la Reina Harribel en su vientre.
— Yo también, sé que lo ha vetado de su cama casi por completo— Sin querer confirmó un secreto a voces de palacio a un agente extranjero, aunque en ese punto no importaba, Karakura ya había perdido la guerra y dependiendo del sexo del bebé también se verían afectadas las negociaciones de paz.
— ¿En serio?, bueno, de todas maneras, dadas las circunstancias, están dentro de la línea de sucesión y te capturé en batalla cuando iba de regreso a mi capital.
Se hizo un silencio cómodo entre los dos, la presencia del otro siempre les había sentado bien a pesar de las circunstancias.
— ¿Cuánto tiempo crees que permanezca como un prisionero?
— No lo sé, todo dependerá quién herede el trono, no será mucho tiempo, su Alteza Real, el príncipe de Kyoraku, y el Consejero Real, Jushiro Ukitake, ya están en camino a tu capital. Tal vez te vuelvas Rey o te conviertas en embajador, así que sólo el tiempo lo dirá.
— No importa, mientras seas tú quien me cuide— Perfectamente podría pedir que ella se vuelva su vigilante y guardaespaldas, al cabo, era obvio para ambos que se volvería un títere de Seireitei por un tiempo, así que perfectamente podría sacarle algo de provecho.
Se miraron tiernamente, fuera lo que les deparara el futuro , mientras estuvieran juntos, podrían enfrentarlo. .
— Para mí...— Un guardia golpeó la puerta y no esperó a que se le diera permiso de entrar.
— Disculpe, Capitán, acaba de llegar un mensajero para usted, al parecer muy importante importante— Dijo el guardia.
— Regreso pronto, no me tardo— La faz de Rukia se tornó seria mientras salía de la habitación para hablar con el mensajero, algo debía de estar sucediendo para que le mandaran una carta.
El emisario resultó ser el mensajero privado de palacio que venía por ella acompañado de un pequeño regimiento para llevarla de regreso inmediatamente. Ni siquiera le dieron tiempo de hablar con nadie o de tomar su capa de viaje porque también venían con la misión de regresar al vizconde a los brazos de su esposa.
En el pasillo iban y venían muchos sirvientes, algunas enfermeras y doctores, todos iban apurados, parecía que la situación era más grave de lo que los rumores dejaban ver. Algunos de los sirvientes y enfermeras se le quedaban viendo porque aún vestía su uniforme y lucía sucia y cansada por el viaje que apenas y había tenido dos paradas para que ella y los soldados pudieran aliviar ciertas necesidades básicas.
— Rukia, pasa, él desea verte— La voz de Kyoraku la sacó de sus pensamientos.
— ¿A mí? ¿Por qué?— Semejante petición la tenía muy confundida— Él nunca ha querido verme... ni una vez.
— Creo que en esta ocasión es diferente— Dijo Kyoraku serio y alicaído.
— Está muriendo— Adivinó Rukia, no había otra razón por la que él querría verla, ni siquiera tenía idea de si él estaba al tanto de que ella armó y ejecutó la estrategia que les permitió ganar la guerra contra Karakura.
— Pasa, por favor...— Su tío puso su mano en su espalda y la guío dentro la habitación real— creo que tienen mucho de qué hablar.
— ¿Estoy lista para ello?—
— No creo que vayas a tener otra oportunidad de confrontarlo— Dijo mientras atravesaban el umbral de la habitación privada del Rey Yamamoto— Padre, traje a Rukia.
El Rey Yamamoto estaba recostado en su enorme cama, atendido por varias enfermeras que trataban de calmar sus ataques de tos. Se notaba que su cuerpo estaba débil, pero sus ojos aún mostraban la enorme fortaleza mental que poseía, brillantes, enfocados y seguros, como cuando era joven e iba a batalla.
Sin esperar a que se lo ordenaran, Rukia se dirigió al lado del Rey con la mirada enfocada en el hombre.
Era la segunda vez que lo veía en su vida, aunque si le había tocado escuchar los comentarios despectivos que lanzaba en los pasillos o que le repetían algunos de sus superiores, los que más estaban en contra de su ingreso al ejército.
— Solicitó mi presencia, Alteza real— Bien, aquí me tiene— Pensó Rukia con la furia reprimida de años de
— Eres idéntica a tu madre. Hikari hubiera estado orgullosa de ti.
Rukia no respondió o hizo comentario alguno. No sabía mucho de la difunta princesa real Hikari más allá de las alabanzas que le hacían su padre, Sojun,y Hisana-nee-sama. Aunque consideraba complicado aceptar como completamente fiables la palabra de un hombre enamorado y nunca correspondido, o la de una hija que perdió a su madre siendo aún una niña y que sólo era capaz de ver las virtudes por el obnubilamiento de la inocencia infantil. Prefería el retrato que le pintó Lady Minako la única vez que aceptó hablar de ella: Hikari era una persona estúpida e indecisa en el amor; segura de sus decisiones como madre, así con ello le quitaran a su hija mayor o la desterraran por engendrar otra hija con un amante anónimo; obcecada en definir su vida después de la muerte de su marido y una rival digna en los juegos de estrategia; sin embargo, y por sobre todas las cosas, la mejor amiga que pudo haber tenido su vida y que fue para ella un honor haber recibido la petición de criar a su hija en su lecho de muerte.
— ¿Hay algo que quieras saber de ella?
— ¿Sabe quién es mi padre?— Rukia notó que el rostro del Rey se tensaba incómodo, pero el anciano recuperó su compostura rápidamente.
— No, lo habría matado por haberme arruinado mi alianza con Karakura, sospecho que era uno de mis soldados de alto rango que murieron en combate por Inuzuri— Aún había cierta amargura de no haber podido usar a su hija como su peón político y haber sido vencido en su juego—, aunque no es por eso que mande llamar por ti— Hizo una seña con su mano y una enfermera trajo una silla para que Rukia se sentara, aunque ella prefirió mantenerse de pie, ya había pasado demasiadas horas sentada de camino a palacio.
El rey tuvo otro ataque de tos que sólo se detuvo cuando otra enfermera le trajo un vaso de agua.
— Te hice traer porque deseaba.. disculparme contigo.
— D-disculparse... ¿conmigo?— Eso dejó a Rukia anonadada, ella esperaba que la insultara aún más.
— Te culpé por razones enteramente fuera de tu control y que no hubieran servido de mucho, especialmente cuando me negué a entregarte a Aizen como concubina.
— ¿Perdón?, no entiendo.
— Aizen seguía molesto por no haberse podido casar con Hikari y fijó su atención en ti.
— ¿Aizen quería qué? ¿Conmigo?— La perplejidad la invadió, ella no ofrecía ningún valor o ventaja políticas.
— Su reino siempre representó una amenaza y la paz era... endeble— El anciano rey hizo una pausa para tomar varias bocanas irregulares de aire.
— ¿Por qué no me entregó? Sé como se refieren a mí en el palacio y...
— Sigues siendo mi nieta— Dijo con la mirada baja—, pero no eres un objeto que se pueda usar.
— Aún así, no comprendo... yo, yo no...
— Tardé años en comprender que no debía usar a mis hijos como peones en el ajedrez, creo que sólo hasta Orihime lo entendí...
— ¿Su matrimonio...?
— El primero que concerté y permití por amor— admitió antes de tener otro ataque de tos.
El pañuelo que le acercó Rukia terminó con manchas oscuras de sangre—. Lo demás lo tendrá que resolver Shunsui...
— Le agradezco su sinceridad, Alteza real— Rukia hizo una reverencia en un momento que se hizo una pausa y la vista del Rey se perdió en el vacío—, si es todo, creo que será mejor que lo deje descansar.
No se pudo mover de su lugar porque el anciano la tomó de la muñeca, había recuperado la concentración en su mirada y le señaló a su almohadas.
— Dirigí hacia ti todas mis frustraciones por la muerte de tu madre y por ni siquiera ser varón— Rukia le acomodó las almohadas, con ayuda de una enfermera—. Aunque, resultaste ser mejor que un varón— Dijo con orgullo.
— Eso supongo, Alteza real— Por fin tomó el asiento que le habían acercado, el cansancio estaba comenzando a apoderarse de ella y el impacto de recibir un halago de parte del anciano, nunca pensó que él estuviera al pendiente de su carrera militar.
— Ya no me queda mucho de vida, así que te preparé mi primer y último regalo como tu abuelo— Dijo con la voz cada vez más queda debido al cansancio, y se notaba, estaba completamente recostado y con los párpados pesados—. En mi cajón encontrarás un pequeño cofre, Shunsui tiene la llave y te acomodará en tus nuevos aposentos...
Unas horas después entró el príncipe Shunsui para ver cómo iba la conversación, sólo para encontrar al par plácidamente dormidos. Su padre en cama, más relajado y sin tantas culpas cómo nunca lo había visto en años y a su sobrina sin la sombra de miedos que siempre había en su entrecejo.
— ¿Cómo te sientes, Rukia?— Preguntó su alteza, la princesa consorte Nanao, esposa del príncipe heredero, a la joven, que era atendida por varias modistas que le habían confeccionado un nuevo guardarropas, uno acorde a su nuevo rango dentro de la familia real.
— Extraña, hacía mucho que no usaba un vestido, años, en realidad— Se miraba las combinaciones de listones y encajes en el espejo, confundida por la forma que su cuerpo había tomado por tantas capas de tela.
— Bueno, eres una princesa y debes vestirte acordemente— Le dio un sorbo a su taza de té—. Yo también recibí un nuevo guardarropas cuando me casé— Rememoró las largas horas de seleccionar todas las prendas que se le diseñaron.
— ¿Alteza, sabe si ya llegó mi nuevo sello?
— Desgraciadamente, no.
Rukia miró al suelo decepcionada, desde que su abuelo le había devuelto su rango de princesa no había podido escribir o regresar al lado de Ichigo, él debía de estar muy preocupado por ella, ya habían pasado casi dos semanas desde que se habían visto por última vez. Le encantaría utilizar su antiguo sello, el conejo blanco de la capitán Shirayuki, pero este fue destruido en cuanto la tinta de la proclama real a su favor se secó, cosa de la que se enteró en cuanto le enseñaron el documento.
— Señoras, el Príncipe Real va a pasar— Un sirviente anunció la entrada del tío Shunsui, algo a lo que Rukia no se terminaba de hacer a la idea, aunque no fuera un conocimiento nuevo para ella.
— Su alteza— las mujeres en la habitación hicieron sus respectivas reverencias cuando el príncipe entró en la habitación, también fue el momento en el que las modistas se retiraron ya con los modelos, medidas y materiales acordados para seguir con su trabajo.
— ¿A qué debemos tu visita querido?— Preguntó Nanao, sirviendo una taza de té que él tomó tranquilamente— Nos habías dicho que estarías ocupado en negociaciones de paz toda la semana.
— ...— Él no supo cómo comenzar, no era algo que le gustara admitir—, creo que debí de retrasar la proclama de mi padre un poco más— Rió tontamente.
— ¿Necesita un consejo, Alteza?— Preguntó Rukia, un poco emocionada de hacer algo que estudiar libros de modales femeninos y la estructura de la familia real, o hablar del último chisme de palacio... como que su tía Orihime ha pasado las últimas fechas en una especie de segunda luna de miel con su esposo... y que no eran nada discretos al respecto.
— Algo así— Concedió Shunsui—, desgraciadamente ya no puedes entrar en las reuniones del consejo de guerra y...
— Se supo el nacimiento del Príncipe Wonderweiss en Karakura, ¿cierto?— Atinó Rukia, cuando observó el parto poco cuidó que las noticias no se filtraran entre la servidumbre y, por ende, a la población— Debí de haber matado a las parteras, pero ya me parecía demasiado derramamiento de sangre— Se lamentó Rukia su prisa por conseguir la rendición de Karakura.
— Creen que matamos al recién nacido y la población amaga con levantarse en armas si no se nombra a un heredero inmediatamente.
— ¿Qué consejo le ofrecieron sus generales, su Alteza?— Preguntó Rukia mientras tomaba la taza de té que le ofreció Nanao.
— Logré confirmarle al pueblo que tendrán un Gobernante, pero me resisto a dejar que un hombre potencialmente poderoso ascienda al trono y mis reportes sobre la Princesa la hacen ver débil frente a la corte y necesito alguien que pueda mantenerse en el trono, a pesar de un títere nuestro.
— Creo que su Alteza necesita conocer a la Princesa real Momoiro, compruebe su carácter. Personalmente no la considero una debilucha, aunque tampoco es hábil o segura de sí misma.
— ¿Aseguras de que no se levantará en armas más adelante?
— No lo sé— Bebió otro poco de su té—, sólo sé que usted debe impulsar al heredero con menos posibilidades de volver levantar en armas al país y forjar alianzas matrimoniales con aquellos que puedan oponerse a usted y mantenerlos lejos de Karakura, independientemente si se encuentran o no en la línea de sucesión, utilice tantas fichas políticas como le sea posible, invente títulos nobiliarios y misiones diplomáticas en el extranjero.
— Un matrimonio que los obligue a permanecer en Seireitei...— Pensó en voz alta Shunsui, miró de reojo a Rukia.
— Sería lo mejor— Ella sorbió lo que quedaba de su té—, así podrá vigilarlos con facilidad.
— Excelente, entonces tomaré tu sugerencia de matrimonio con el Duque Kurosaki, la idea de ejecutarlo no me traía nada de calma.
— Creo que a él le encantará escuchar que no será ejecutado— Rukia se rió un poco, se alegraba de que la vida de Ichigo ya no estuviera en peligro por su puesto en el ejército de Karakura.
— Sé que ustedes tienen una relación muy cercana, así que le fascinará su sugerencia de convertirse en tu esposo— Dijo con un poco de burla.
— ¿Eh?— Se le cayó la tacita, que rodó por el suelo, de la sorpresa— ¡Eso es algo que debería de haber discutido con sus consejeros y generales, Alteza real— Dijo nerviosa, en otras circunstancias habría estado presente en salón de guerra.
— Realmente deseaba saber cuál sería tu opinión, en vista de que eres una de las partes directamente involucradas. Así que considera que en espíritu estuviste presente en la toma de decisiones.
— Sí, pero...— Ella quiso alegar.
— También quería aprovechar para decirte que ya terminaron el diseño de tu nuevo sello— Él les alzó una carpeta lacada de piel.
— ¡En serio!— Las damas preguntaron emocionadas, el diseño del sello personal de un miembro de la familia real debía de cumplir con una serie importante de requisitos para poder ser fabricado.
El hombre les entregó la carpeta que contenía el pergamino en el que estaba dibujada una mariposa negra rodeada de un diamante negro. La mariposa que representaba al reino de Seireitei y el diamante que indicaba el nivel de cercanía al trono y la familia real. Tres diamantes para el rey y la reina, dos para sus hijos y tres para la familia extensa.
— Pronto podrás escribirle al Duque Kurosaki e informarle que se unirá a nuestra familia— Dijo Shunsui antes de salir de la habitación, dejando a ambas mujeres discutir alegremente sobre el diseño del sello, cosa que no era poca cosa.
El funeral de Alteza Real, Genryusai Yamamoto Shigekuni se llevó a por todo lo alto, y eso llevó a poner un alto los anuncios que Shunsui que planeaba hacer. El primer gobernante que había logrado un acuerdo y sometimiento de paz de la gran Karakura.
Sin embargo, ninguno de los consejeros reales, el príncipe real o los médicos midieron bien los tiempos.
Ahora, tendría que hacer adecuaciones a sus planes, especialmente cuando su sobrina se había desmayado en mitad de la misa de cuerpo presente del antiguo Rey de Seireitei.
Las habladurías no tardarían en empezar y nadie creería que la tristeza embargaba a la recientemente nombrada princesa si era de todos bien conocidas sus proezas militares y su nula relación con el que era su abuelo.
— ¿Qué piensa hacer, Alteza real?— Preguntó el General Ukitake a su buen amigo.
— Tengo que alejarla de la corte para que no se den cuenta de su estado.
— Kuchiki aún espera con ansias a su hermana menor, podría mandarla con él— Sugirió el hombre de blancos cabellos.
— Sería lo mejor, ella podrá escribirle desde esas tierras a Kurosaki.
— ¡Estoy seguro de que le encantará saber de que será padre! ¡Qué buena idea fue comprometer a esos dos!
— Creo que debería de retarlo a un duelo— Masculló Byakuya mientras el carruaje los llevaba al palacio, llevaban semanas de lento viaje y el avanzado estado de embarazo de Rukia los obligaba a detenerse constantemente en el camino.
— Nii-sama, ya te dije que creo que el muy necio no ha de haber leído ninguna de mis cartas.
— ¡Pues que te busque!— Gritó Byakuya, ofuscado por la avanzada gestación de Rukia.
— Byakuya-sama, ya te dije que no creo que tenga libertad de movimiento— Le recordó Hisana—, y, por favor, no grites, ¿no ves que los niños están agotados?— Hisana acarició la cabeza de su par de hijos gemelos. Un niño y una niña preciosos de cuatro años que eran la adoración de sus padres.
— Veremos a Ichigo, ¿verdad, Nii-sama?— Preguntó Rukia nerviosa, meses de silencio entre ellos y el enterarse de su embarazo en complicadas circunstancias no le ayudaba a disminuir su angustia, aunque fingiera que todo estaba bien.
— Deberíamos verlo después de la coronación, su Majestad hará las presentaciones formales y después te irás a vivir con él, de ese modo nadie tendrá que saber del amorío de ustedes durante la guerra.
— Nadie creerá que mi hijo es prematuro, Nii-sama— Según sus cuentas, harían pasar a su hijo por un cincomesino. Nunca había oído hablar de un bebé que tuviera semejante periodo de gestación y sobreviviera.
— Ay, Rukia, no sabes cuántas cosas dejan pasar en la corte mientras se mantenga la imagen de respetabilidad.
— ¡Y Kurosaki te mantendrá como una mujer respetable o lo mataré!— Byakuya seguía molesto por haberse enterado que la que consideraba como su hermanita pudiera quedar deshonrada cuando apenas había obtenido el reconocimiento que se merecía como miembro de la familia real—
— ¡Nii-sama, lo conoces desde que éramos unos jóvenes!
— Aún así le exigiré que me explique su actitud, siempre consideré al muchacho ese consideraba como un hombre enamorado y honorable.
— Byakuya-sama, si él no se hace responsable— Intervino Hisana con su voz siempre apacible, amable, serena y encantadora—, seré YO quién lo mate.
Y Hisana tenía los medios para hacerlo sin levantar sospechas. De algún modo había conseguido casarse con Byakuya a pesar de las reservas y obstáculos impuestos por su abuelo al principio de su cortejo.
— Majestad— Byakuya y Rukia hicieron sus respectivas reverencias y usaron el tratamiento requerido ante la nueva reina de Karakura, Nanao de Ise, consorte de Kyoraku.
— Me alegro de que hayan llegado, espero que su viaje no estuviera lleno de inconvenientes.
— Ninguno que no estuviéramos esperando, Majestad— Dijo Rukia.
— Lady Hisana y yo esperábamos llegar un poco antes para presenciar la coronación de usted y su Majestad, así que lamentamos nuestra ausencia— Se disculpó Byakuya.
— Síganme, nos esperan en el estudio de su Majestad— La Reina los guió por los pasillos para poder atravesar a gran cantidad de guardias que encontraron en su camino.
Conforme se acercaban al estudio privado del Rey se podía escuchar una voz masculina y alterada que discutía dentro de la habitación. Aunque el volumen no era lo suficientemente alto como para levantar la alarma de nadie.
— Perdón, Alteza, creo que no estoy entendiendo nada, en Karakura se dice que la Princesa Orihime es hija de una de las amantes del Rey Yamamoto— Era la voz del duque Kurosaki, que se escucha controlada, sin embargo se sentía su exaltación.
— Oh, tal vez de ahí viene la confusión. Orihime es hija de la última esposa de mi padre, esposa que murió al poco tiempo de que ella naciera, tras su muerte mi padre estaba tan devastado que juró más volver a casarse— Le respondía
Por un momento las tres personas se voltearon a ver, preocupados por lo que sucedía dentro y de que el guardia no sabía qué hacer.
— Sigo sin entender nada.
— Sería más fácil explicarlo si dejaras de interrumpirme, Kurosaki...
Nanao tocó la puerta y entró sin esperar a que el Rey o el guardia le dieran permiso, seguida por los hermanos Kuchiki, con la intención de evitar algún conflicto serio entre los dos hombres. En cuanto ellos entraron en la habitación se hizo silencio, deteniendo por completo la discusión, dejando paralizado a sus ocupantes.
— ¡Rukia!— El pálido Duque, con paso veloz, se dirigió a la antigua Capitán con la intención de abrazarla— ¡Uhg!
Desgraciadamente no llegó a acercarse a la dama porque fue detenido por un puñetazo directo a la mejilla que lo mandó directamente al suelo.
— ¡Nii-sama! ¿Cómo se te ocurre?— Rukia corrió hacía Ichigo y le inspeccionó la mejilla para evaluar los posibles daños, le tomó de la barbilla delicadamente con sus manos, moviéndola de un lado a otro— ¿Estás bien, Ichigo?— Sus ojos estaban brillantes y acuosos.
— Disculpa, Kurosaki, pero te debía ese puñetazo por no responder las cartas de mi hermana— Dijo Byakuya mientras se acomodaba el puño de su saco, se volteaba en dirección al Rey y hace su debida reverencia—. Perdone mi exabrupto, su Alteza.
— No hay problema, creo que eso me aclara varias cosas, aunque creo que las presentaciones formales tendrán que esperar un poco más.
— ¿Rukia, estás embarazada?— Ichigo la observó con atención mientras se levantaban del suelo— ¿Por qué no me dijiste nada?— No soltó sus manos una vez que estaban de pie.
— ¿Por qué no respondiste mis cartas?— No quería admitir que se mentía y decía que estaba segura de la necedad de él y su ignorancia de que ella era su prometida. Confiaba en él, pero tanto silencio hizo mella en sus decisiones.
— Perdóname, nadie me decía nada y pensé que no querías saber nada de mí y no tenía permitido envías misivas que no fueran aprobadas por la casa real de Karakura— Comenzó a repartirle besos en rostro y manos, limpió cuidadosamente sus lágrimas, sin importarle que se encontraban en una posición comprometedora e inapropiada frente al Rey y tutor legal de Rukia—. Creo que me merecía ese golpe— Se sobó la mejilla, roja y adolorida, aunque le dolía más su orgullo por no haber estado para Rukia.
— Kurosaki, ejem, ejem, suelta a mi sobrina— Se escuchó al Rey intentar detener los arrumacos que estaban siendo intercambiados enfrente de él por la pareja reciente reunida y que lo ignoró olímpicamente.
— Déjalos, querido, tiene mucho sin verse—, tampoco creo que su Gracia tenga muchas oportunidades de verla usando vestido.
— Así que fue eso lo que pasó...— Suspiró medianamente aliviado Byakuya al escuchar las explicaciones de Ichigo.
— Yo pensé que ella nunca me había escrito y su Majestad Momoiro me prohibió enviar cartas a menos de que estas fueran en respuesta— Admitió apenado—, las veces que traté de contactar con Rukia en secreto, mi prima interceptó mis cartas, ni una logró escapar de sus espías.
— Y eres tan estúpido como para no abrir las cartas de tu prometida...— Remató Rukia al ego de Ichigo.
— Bueno, pensé que ella era una desconocida.
Las risas bulliciosas del Rey y la Reina rompieron con cualquier tensión que se formó en el ambiente.
— Entonces, todo fue una serie de confusiones y desatinos— Dijo Kyoraku como excusa—, aunque pensé que la Reina debía de encargarse de informar a Kurosaki el nombre de su prometida.
— No se nos ocurrió que su Gracia desconociera que Rukia y la Princesa fueran la misma persona— Sirvió más tazas de té la Reina Nanano—, pensé que tú lo debías de hacer querido.
Que par de irresponsables tenemos como monarcas— Pensaron Ichigo y Rukia, molestos de haber pasado tantos meses incomunicados porque ellos habían insistido en retrasar sus presentaciones formales.
— Son demasiado descuidados sus Majestades— Los regañó Byakuya—, tienen suerte de que Kurosaki se vaya a hacer responsable de sus acciones...
Byakuya sería capaz de iniciar una guerra civil con tal de defender a su familia, y nadie lo sabía mejor que la propia Rukia que entrenó con él por muchos años.
— ¿Sabes? Te amo...— Admitió, con un suspiro, la recién desposada mujer cuando bajaron del carruaje que los llevó a su nueva residencia en la capital de Seireitei.
— ¿Y a qué viene eso?— Preguntó el nuevo marido que atravesaba el portal con ella en brazos, una vieja tradición de su anterior patria. Aunque era algo complicado con el enorme y pesado vestido que Rukia usaba y su henchido vientre.
— ¿No puedo decirte que te amo?— Preguntó traviesamente.
— Pensé que ya te habrías cansado de decírmelo— Ella no había dejado de decírselo desde que se reencontraron en el palacio del Rey hace unas horas y lo forzaron en casarlos en secreto. Al cabo podían tener una ceremonia a lo grande y pública posteriormente
— Es que... me encanta cómo sonríes cada vez que te lo digo— Respondió cuando sus pies por fin tocaron el suelo, aunque ella aún sentía que flotaba.
— Es que contigo soy el hombre más feliz del mundo.
— ¿Y Mamoru? ¿Él también te hará feliz?
— ¿Mamoru, así quieres llamar a nuestro hijo? ¿Y si resulta ser niña?
— Estoy segura de que será niño, aunque espero que no herede tu ceño fruncido.
— ¡Ey, habías dicho que eso te enamoró de mí!
— ¡Mentí!— Subió rápidamente las escaleras— ¿Por aquí está nuestra habitación? Porque vamos a dormir juntos, ¿verdad?— Camino por el pasillo al azar, abriendo y cerrando puertas buscando una habitación en la que meterse con Ichigo a celebrar su luna de miel e ignorando a los sirvientes que los miraban estupefactos porque estaban en el ala incorrecta del palacete.
— Pues, más te vale porque ahora no pienso dejarte ir— la persiguió hasta que encontraron a una de las habitaciones de invitados. Ya más tarde la llevaría a su cámara privada y ordenaría callar a los sirvientes sobre el hecho de que no pensaba compartir habitación.
Mentí, en realidad me enamoré de tu enorme sonrisa, que siempre me perseguía como un travieso demonio— Pensó Rukia cuando Ichigo le dio alcance y comenzó a darle besos intensos.
