Bueno, se que dije que iban a tener que esperar unos días para ver este capítulo, pero cómo era tan corto, y ya le tenía escrito, aquí lo tienen. Comienza la confraternización con el enemigo.

Capítulo 2: Informando de la Traición

Dianamon observaba sus dominios con preocupación. Todo lo que su vista alcanzaba a observar era una inmensa pradera, que se mezclaba con el árido y rocoso paisaje lunar, dónde numerosos cráteres surgían de la nada.

En ellos, numerosos digimons vivían. Cabe destacar que en su mayor parte conejos. Si conejos: Lunamons, Rabbitmons, Lekismons, entre otros, habitaban el castillo de Dianamon o sus alrededores.

Dianamon había sido una de las mejores parada, a pesar de la derrota. Tuvo que abandonar todos sus otros dominios, pero había podido conservar el territorio que más quería: la Luna. Mejor dicho su Luna. Una de las tres lunas del Mundo Digital la pertenecía. Blue Moon, concretamente.

Gracias a su amistad con Cherubimon, uno de los Tres Grandes Ángeles que les habían relegado del cargo, habían sido más misericordiosa con ella. Y eso molestaba al resto de olímpicos.

Al pensar en todo lo que le debía, un torrente de pensamientos la invadió.

-"Debo comunicarle la conspiración".-pensó. – "Mas si se enteran los otros dioses...".-

No tenían por qué enterarse. Pero tampoco ella tenía por que decírselo. La traición la parecía, "inadecuada e innecesaria", y podría acarrear graves consecuencias...

Se decidió. Debía actuar. Aunque eso molestase a los demás. Sobre todo a Mercurymon.

Salió de su castillo. Lo contempló como si fuera a ser la última vez que lo hiciera. Era otra construcción rocosa y enorme. Pero majestuosa. La entrada estaba compuesta por tres columnas, unidas por arcos, que daban a una entrada circular, en forma de luna. Poseía dos torres puntiagudas, que se encontraban a ambos lados de una gran cúpula que hacía de techo.

Se fue alejando poco a poco, hasta que saltó al vacío. Alzo el vuelo, un vuelo rápido y brillante. Su cuerpo siempre se iluminaba cuando realizaba esa clase de viajes.

No tardó mucho en llegar a su destino. Se encontraba en una tierra árida y desierta. Avanzó un poco más. A cada paso que daba, la coloración se volvía más rosácea. Comenzó a divisar su destino.

El Castillo de Cherubimon estaba hecho de la misma roca que configuraba el terreno. Era gigantesco, comparado con el suyo. Poseía una forma irregular, aunque preciosa, compuesta por círculos incompletos que se abrían y se cerraban y desde cuyo centro, salía una gran torre de similares características.

Se decidió por entrar por las mazmorras, para no ser descubierta. Estas se encontraban en el subsuelo, concretamente en un conjunto de túneles que pasaban por debajo del castillo.

Descendió unas escalinatas flotantes, mientras contemplaba horrorizada las cárceles en las que estaban presos los criminales. Antiguamente, se les encerraba en salas aisladas, o en jaulas, pero aquello era muy distinto. Prisiones en las que se encerraban sus datos para siempre.

Dianamon escuchó pasos. Se paró para escuchar su procedencia. Venían de detrás suyo. Se giró. A un palmo de ella, se encontraban dos Goatmons. Ellos siempre habían sido los guardianes de las mazmorras, servidores de Cherubimon. No se acordaban de ella. Había pasado demasiado tiempo después de su última visita.

Sacudieron sus patas, bajaron la cabeza y tomaron carrerilla para embestirla. Lo esquivó con relativa facilidad.

Dianamon no quería hacer daño a esos digimons inocentes. Sólo cumplían con su deber. Pero tampoco podía huir: no sería digno de una diosa. Así que solo la quedaba esperar.

Volvieron a repetir la misma táctica, con idéntico resultado. De repente, un sonido agudo perforó los oídos de Dianamon. El tintinear de las campanas que lucían los Goatmons era espeluznante.

Aprovechando la confusión, intentaron derribar a la diosa. Alguien se lo impidió.

-Parad.- resonó una voz desde lo alto de la escalinata. Era dulce y armoniosa, pero cargada de sabiduría. – es una invitada.

Los Goatmons hicieron un gesto afirmativo y acto seguido se retiraron.

Dianamon alzó la vista y contempló a Cherubimon. Poseía un gran cuerpo rosado y esponjoso, con unas manos y orejas exageradamente grandes, en comparación con el resto de partes de su cuerpo. Lucía además un collar de bufón, del que parecía que colgaban cascabeles. Su cara mostraba siempre una sonrisa, aunque no se sabía muy si de complacencia o satírica.

La diosa dejó escapar una leve risa, al acordarse del comentario de Minervamon. "Un Conejito de peluche" había dicho durante su primer encuentro. En cierto modo, tenía razón.

Su aspecto, no acompañaba a su personalidad, pues era extremadamente sabio.

Cherubimon la tendió la mano y la llevó hacia su despacho.

Se encontraban en la zona más elevada de la torre: una pequeña cúpula austeramente amueblada. En aquella estancia solo había una gran mesa circular, con unos pocos útiles depositados ordenadamente sobre la misma.

La invitó a sentarse, pero Dianamon no vio ningún asiento. De la nada, surgieron dos bancos de piedra que rodeaban la mesa. Se sentaron.

-Buenos días Dianamon. Hacía mucho que no nos veíamos. ¿Qué tal se esta en la luna?- saludó Cherubimon

-Bien, de momento. ¿Sabes por qué he venido?- preguntó la olímpica.

-Por motivos de placer, seguro que no.- respondió.

-Mercurymon quiere que volvamos a ocupar nuestros cargos. Y no dudes que usará la fuerza para conseguirlo.-

-¿Todos han aceptado?- preguntó.

-Todos.- respondió Dianamon.

-Mercurymon siempre ha causado ese efecto en los demás. Me extraña que no haya escarmentado desde la última vez.-

-La venganza es lo que le mueve. Tú mismo deberías saberlo mejor que nadie.- matizó la diosa.

-Y, ¿estás de acuerdo?- preguntó el ángel.

Dianamon estaba convencida de que la iba a hacer esa misma pregunta, y todavía no tenía preparada una respuesta.

-En parte.- dijo finalmente. – La manera en la que nos expulsaron fue denigrante, la verdad, pero estoy muy bien tal y como estoy.-

-En eso estoy de acuerdo. Pero sabes que no fue culpa nuestra.- dijo amargamente Cherubimon.

-Lo se. Yo nunca lo he dudado. Vosotros sólo sois nuestros sustitutos. Ellos no quieren aceptarlo.-

-¿Seremos nosotros vuestro primer objetivo?- preguntó.

-Aún no lo sé.- respondió Dianamon.- Mercurymon quiere que paguen todos. Pero el orden de la matanza...-

-¿Vas a participar en la batalla?- preguntó.

-Esa es otra pregunta sin respuesta. Intentaré convencer a los olímpicos de que usen métodos más "diplomáticos".- respondió la diosa.

-¿No puedes abandonarles, verdad?-

-Tú mismo sabes la respuesta.- dijo Dianamon trágicamente.

A pesar de que la respuesta de Dianamon entristeció a Cherubimon, su expresión facial no cambió.

-¿Qué es lo que quieres que haga con la información que me has proporcionado?- preguntó Cherubimon.

-Lo que creas conveniente y oportuno.- respondió.- Eso si. No me delates.-

-Jamás haría algo semejante.-

-Bien. Debería regresar a Blue Moon antes de que los digimons me extrañen. Cuídate.-

-Es una pena que sólo nos veamos por motivos de trabajo y no por placer.- dijo Cherubimon.

-Siempre he pensado lo mismo. Muchas veces se aprecian más las pequeñas diferencias, que las grandes igualdades.- respondió.

-Nunca lo hubiese expresado mejor.-

Antes de que pudiera terminar la frase, Dianamon ya se había marchado.

Fin

Nota:

Espero que les haya gustado el capítulo. (Sí, ya sé que es algo corto, pero, es lo que hay...) Quise relacionar a Cherubimon con Dianamon desde el principio. Ambos son conejos, y guardan una extraña relación con la luna. Su relación es... un tanto extraña. No es amor, desde luego, pero sí hay un profundo respeto y una fuerte amistad. Por favor, pongan reviews, agradeceré todos los comentarios.