Tras mucha demora, la cual lamento profundamente, aquí otro capítulo de los olímpios:

Capítulo 10: Un Monstruo en las Tierras Gélidas del Norte

Minervamon ya se encontraba en las Tierra Gélidas del Norte.

Cada dos o tres semanas tenía que realizar por obligación ese costoso viaje, hacía aquel lugar frío y casi deshabitado. Para ella era una penitencia, pero se lo debía a sus súbditos.

Un reducido grupo de los siervos de Minervamon, dirigidos por Coaltmon, habitaban el templo helado que se encontraba en la zona.

Aquel templo tan hermoso, había sido su perdición. Hacía bastante tiempo que lo poseía, y la encantaba. Hay que matizar que el templo en sí no era el problema. Más bien quien se lo había regalado, pero eso es otra historia.

El frío la congelaba su delicada piel, pero no la molestaba. La ventisca en la que se veía envuelta la limitaba la visión y enlentecía su paso.

-"Típico de esta zona".- pensaba la diosa.

La verdad era que, en las Tierras Gélidas, solía haber ventiscas con bastante frecuencia. Y todos los días nevaba.

Siguió su trayecto. Ya estaba a punto de llegar al templo. Se sintió observada. Siempre que iba a aquel lugar ocurría. Sabía perfectamente de quien se trataba, pero nunca lograba detectar su posición. Sabía cómo camuflarse en aquel gélido paisaje. Al fin y al cabo, el territorio era suyo.

Llegó por fin a su templo. Era una enorme construcción de hielo, de fachada sencilla, pero el interior era impresionante. Una réplica exacta del que había en la Isla File.

Llamó al gran pórtico de hielo, y se abrió al instante. En cuanto estuvo en el interior, las puertas se cerraron.

La sala principal era enorme, rodeada de gélidas columnas, que sostenían el templo. Contaba con dos escaleras, a ambos lados de la estancia, que descendían a los pisos inferiores. En el centro, se alzaba una inmensa estatua a tamaño real de un digimon serpiente. Era Coaltmon.

Se acercó a la estatua, alzó su mano y tocó su hocico. La estatua se iluminó y de ella surgió un digimon. Era el mismísimo Coaltmon.

El primer fiel siervo de Minervamon, el cual custodiaba el templo desde hacía ya unos cinco años. Le gustaba usar su capacidad para transformarse en estatua para vigilar el templo sin ser descubierto.

-Buenas noches Minervamon. ¿Qué tal ha ido el viaje?- le preguntó la serpiente.

-Bien. Como siempre, me he sentido observaba.-

-¿Crees que el señor Vikemon la ha estado siguiendo otra vez?-

Vikemon. Gobernante de las Tierras Gélidas del Norte, constructor de aquel templo. Enamorado de Minervamon desde hacía algo más de cinco años, justo desde que había mandado construir el templo. Se lo entegó para cortejarla. Pero Minervamon no es de las que se enamoran, así que se había limitado a aceptar el templo.

Sin embargo, las insistencias de Vikemon eran tan continuas, y cada vez más molestas, lo que la obligaba a ir con menos frecuencia al templo.

-Supongo que sí. Sin embargo, esta vez ha sido de un modo más, agresivo. Cómo si intentara atacarme y no viera el momento adecuado. Cuando Vikemon me espía, suele tratar de camuflarse entre las grandes capas de nieve del camino, confundirse entre la ventisca, ser sigiloso, y cosas de esas. Esta vez, por el contrario, parecía que quisiera que me percatara de su presencia.-

-Es posible que no fuera él.-

-Es otra posibilidad.- respondió la diosa.- De todas formas, no me ha pasado nada malo, así que dejemos de hablar de ello.-

-Como te plazca. Tus súbditos te esperan en las salas inferiores. Están deseando verte.-

-Acompáñame abajo pues.-

Se acercaron a las escaleras que conducían hacia los pisos inferiores del templo y las descendieron.

La sala a la que llegaron era pequeña y austera, a diferencia de la principal. En ella, se encontraban miles de pequeños digimons serpientes, distribuidos irregularmente por aquel minúsculo espacio.

Al percatarse de la presencia de Minervamon, se levantaron y la miraron fijamente. Acto seguido, se apartaron y la abrieron un pequeño pasillo hasta el centro de la estancia.

El sonido de pasos en la sala superior rompió el silencio y la calma que inundaban el lugar.

-Voy a ver.- dijo Coaltmon.

La serpiente se tumbó y comenzó a reptar escaleras arriba. Su pelaje blancuzco le permitía camuflarse en aquel paisaje níveo que configuraba todo el templo.

Cuando Coaltmon observó quien era el intruso en el templo, se tranquilizó. Dejo de reptar y se mostró ante él. Indico a Minervamon que subiera.

La olímpica ascendió las escaleras despacio, con espada en mano, pendiente de cualquier peligro que pudiera acecharla.

Para su sorpresa, en la sala principal sólo estaban Coaltmon y Vikemon.

Vikemon estaba igual que la primera vez que le vio. Lo recordaba perfectamente. La primera impresión que causaba Vikemon a todos los que le contemplaban por primera vez, era que era un digimon fuerte, tosco y rudo. No era excesivamente alto, solo medía un palmo más que Minervamon, pero imponía bastante. Su gran capa de piel alba, que al igual que a Coaltmon, también le permitía camuflarse, le daba un aspecto más severo, y a veces, misterioso, incluso en algunas situaciones, espectral. Su rudimentaria ropa vikinga y sus armas, seguían siendo las mismas. No se separaba de ellas.

-¿Qué se supone que haces aquí, Vikemon? ¿Por qué irrumpes en mi templo?- preguntó la diosa en tono inquisitivo.

-Él está aquí.-

Minervamon lanzó una mirada furtiva a Coaltmon.

-Será mejor que me vaya.- dijo la serpiente mientras descendía reptando las escaleras.

-¿A quién te refieres?-

-Al monstruo.- respondió seco y cortante.

-"Al monstruo"- pensó Minervamon. Cuando se conocieron, durante un banquete en su palacio, le había hablado de él. Recordaba perfectamente cómo Vikemon se lo había descrito:

"Es una criatura a la que yo nunca he visto en persona, pero las generaciones anteriores de gobernadores se tuvieron que enfrentar a él en alguna ocasión, a veces sin éxito alguno. Lo describen como un monstruo marino sin corazón, de tamaño colosal y de fuerza muy superior a los de otros de su especie. Se dedica a custodiar el Código Corona d estos mares, además de asesinar vilmente a todos lo que se adentren en su territorio. Acecha desde la oscuridad de sus mares, pero nunca, o casi nunca sale a tierra firme. Apenas sale a la costa, por lo que estamos a salvo."

-¿Y qué hace él fuera de sus dominios? ¿No decías qué sólo salía como mucho a la costa?-

-Siempre hay un momento en el que sale definitivamente, para enfrentarse al gobernador del lugar. Si gana, o empata, podrá vivir, pero si pierde... será su fin. Creo que esta vez me toca a mí. He venido para despedirme.-

-Espera un momento, voy contigo.-

-¿Qué? ¿Vas a arriesgar tu vida por mí? Lo siento, debo impedírtelo, esto es algo que debo hacer yo solo.-

-No intervendré en la batalla, por lo menos hasta que vaya muy mal; muy mal de que vayas a morir. Sólo voy porque tengo curiosidad sobre el "monstruo". Tanto tiempo oyendo hablar de él... Espero que cumpla mis expectativas.-

-Sé que aunque me vaya sólo, me seguirás de todas formas. Así pues, vamos. El lugar no está muy lejos de aquí. Apenas unos kilómetros al sur.-

-¿Al sur?- preguntó Minervamon.

-Sí, al sur.-

La diosa comenzó a atar cabos. La habían estado siguiendo en su durante su travesía al templo. Y no era Vikemon. ¿Podría haber sido el monstruo quien la perseguía? ¿Podría haber sido ella la causante de que él esté aquí?

Minervamon bajó a despedirse de Coaltmon y emprendieron el viaje. Había dejado de nevar, pero el nivel de nieve había subido. A Minervamon le llegaba por las rodillas, lo que le dificultaba su avance.

Vikemon la cogió, y la subió a hombros. Minervamon se resistió, pero finalmente cedió ante Vikemon: en el fondo, la estaba haciendo un favor. Eso sí, se enfadó.

-Tranquila.- le decía Vikemon.- En la costa la nieve es menos abundante.-

Pero Minervamon no le escuchaba. Seguía dándole vueltas a sus oscuros pensamientos...

Cuando llegaron, el lugar estaba desierto. Allí sólo estaban ellos, la costa, y el agua helada que la bañaba. Sin embargo, había algo misterioso en el lugar.

Observaron las enormes huellas, amorfas y difusas que se extendían sobre la nieve.

-Parece que es un bicho enorme.- dijo Minervamon al observar el tamaño de las huellas.- No sé a qué puede corresponderse...-

-Yo tampoco.- respondió Vikemon con indifencia.

Oteó el horizonte.

-Está aquí.- añadió.

-¿Cómo lo sabes?-

-Simplemente lo sé.-

-"En realidad, no lo sabes"- pesó Minervamon.

-¡Cuidado!- gritó Vikemon, mientras un tentáculo avanzaba desde el agua hacia ella.

La diosa desenfundó su espada y apuntó al tentáculo. Éste, como si lo viera, cambió su trayectoria y se dirigió contra Vikemon, quien le golpeó con una de sus armas. El tentáculo retrocedió inmediatamente.

Vikemon hizo ademán de tirarse al agua, pero Minervamon se lo impidió.

La extraña figura comenzó a moverse. Las aguas burbujeantes empezaron a revolverse y el mar se embraveció. Aquel ser se disponía a salir del agua y acabar con ellos. Esto podía ser el fin.

Nota:

Por fin apareció Vikemon. Lo estaba deseando... Bueno, espero que les haya gustado, y que, si es así, dejen comentarios / reviews. En el próximo capítulo, hablaremos de nuevo de Cherubimon y Dianamon...