Últimamente estoy muy creativo con los olímpicos, así pues, me he dado mucha prisa en escribir el siguiente capítulo. Os aviso, es muy raro; pero original. Y además, un poco más largo… Centrandonos en el punto de vista de Ophanimon, aquí va el capítulo 12.
Capítulo 12: Presa, pero no tan presa
El traslado de Ophanimon a Hell's Field había sido bastante fácil.
Ella había permanecido inconsciente la mayor parte del trayecto, por lo que no hubo oposición alguna. El único inconveniente que tuvo, fue la gran distancia que hubo que recorrer desde el castillo de la dama hatsa la morada de Apollomon.
Cuando el resto de olímpicos se hubo marchado, Apollomon abrió la gran puerta subterranea que conducía a la zona, y, cargando a Ophanimon sobre sus hombros, la llevó escaleras abajo.
El olímpico esperó allí, hasta que esta se despertara: querría solucionarla todas las dudas y ser amable con ella, a pesar de lo brusco que había sido durante la batalla.
Cuando esta recuperó la consciencia, miró a su alrededor. Lo primero que vió fue la figura de Apollomon sentado junto a ella. Luego observó el paisaje que la rodeaba.
Era un lugar desolador. La tierra: áspera y dura, no hecha para ser transitada, prensentava un color marrón oscuro, casi negro, que indicaba suelo volcánico. Pero el origén volcánico del lugar se podría apreciar sin pararse a analizar las propiedades del suelo. A lo lejos, se podía divisar, unos cuantos volcanes, colocados formando una linea perfecta.
Ophanimon se hizo una idea de dónde podía encontrarse.
-¿Estamos en Hell's Field, verdad?- preguntó.
-En efecto.- respondió el olímpico. – Sabía que reconocerías este lugar, aunque nunca hubieras estado.-
La confirmación de que se encontraba en Hell's Field le puso los pelos de punta. En el pasado, los criminales más peligrosos eran enviados allí. Ahora, ese cometido, lo ocupaba el Castillo de Cherubimon.
-Tranquila.- dijo la mano.- Aquí no queda ningún preso. O fueron enviados al Castillo de Cherubimon, o murieron en las muchas trampas del lugar.-
-"Trampas"- pensó Ophanimon.- "Así que lo que dicen del lugar es cierto."-
Corria un rumor desde hacía bastante tiempo, que en aquel lugar había trampas mortales para los prisioneros, y que, nadie que era enviado allí, regresaba con vida. Sin embargo, nunca pudieron ser confirmados.
Una sombra paso rápidamente, cubriendo momentaneamente el cielo.
-Sólo es una plataforma flotante.- dijo Apollomon.- Son trampas diseñadas para evitar que cualquier preso alce el vuelo y alcance el techo, el cual está comunicado con el suelo de mi castillo. Hay muchas, y de varios tipos, pero para ti no serán peligrosas. Bueno, sólo si no vuelas...-
Ophanimon trataba de asimilar toda la información recibida, e hilarla para que tuviera algo de coherencia:
-"Me derrotaron en mi palacio, y me trasladoron inconsciente hasta aquí."- comenzó a decirse mentalmente.- "Acabo de despertarme, y Apollomon está conmigo. Es probable que el resto de olímpicos se hayan marchado. Por suerte, Apollomon no parece dispuesto a hacerme daño."-
-Se que este lugar no es digno de tu calibre, Ophanimon.- dijo él, avergonzado.- Pero es lo único que tenemos.-
-Entonces: ¿vais a retenerme aquí?-
-No exactamente. Aunque el acuerdo que tuvimos en la reunión fue el de dejarte aquí, en Hell's Field, hasta nuevo aviso...- empezó a decir el dios.
-"Con que los olímpicos se han reunido..."- pensó Ophanimon.
-Yo, he llegado a otro acuerdo con Venusmon.- concluyó Apollomon.
-¿Qué clase de acuerdo?- preguntó Ophanimon, interesada. Parecían ser buenas noticias, dentro de lo malo.
-Te hospedaras en una de las habitaciones de mi palacio, dónde serás debidamente atendida. Sin embargo, y como comprenderás, tendrás terminantemente prohibida la salida de Bright Zone. Además, cuando los olímpicos vengan de visita, tú, harás el paripé y regresarás a Hell's Field durante un rato, cómo si hubieses estado retenida allí todo este tiempo.-
-Muchas gracias, Apollomon.- dijo Ophanimon. Le hubiese gustado pegarle y escapar, pero sabía que no estaba en condiciones de hacerlo. Además, era consciente de que Apollomon estaba jugando con fuego por este trato, y todo por ella. Bueno, por ella y por su querida Venusmon.
Se preguntó que clase de relación mantendrían él y Venusmon. Era conocido que Venusmon había tenido numerosos amantes a lo largo de la historia, pero ahora que los olímpicos habían dejado atrás el poder, el cotilleo había ido perdiendo fuelle hasta desaparecer.
Por otro lado, se preguntó por qué Venusmon había intercedido por ella. Al fin y al cabo, sólo se exponía al peligro si se descubría, sin sacar nada a cambio. Por lo menos, ella creía que no sacaría ningún beneficio.
-Será mejor que me acompañes y subamos a mi castillo.- dijo él, retomando la conversación.- Te aviso.- continuó.- Son muchas escaleras.-
Entonces, se le escapó una risotada. Apollomon estaba hoy contento, aunque Ophanimon no alcanzaba a vislumbrar el por qué.
En efecto, como había dicho Apollomon, eran muchas escaleras. Ante ellos se alzaban más de mil escalones, que conducían hasta el techo.
-Será mejor que comencemos a subir.- dijo el olímpico.
Ophanimon hizo un gesto afirmativo.
Como las escaleras eran bastante estrechas, Apollomon comenzó a subir, mientras Ophanimon le seguía.
A medida que ascendían, se podíam apreciar mejor las plataformas: todas eran diferentes, y horribles, cada una a su modo. Sobre ellas, se alzaban diferentes construcciones: grandes fuentes de lava, edifícios metálicos plagados de filos punzantes, agujeros sin fondo... los cuales, conforme uno se acercaba, te atraían con más fuerza.
-No te peocupes, desde aquí no te atraparán.- dijo el olímpico, leyendola el pensamiento.
-Me reconforta el saberlo.- respondió.
Sentía algo de curiosidad por saber cómo sobrevivirían los presos allí, pero temiendose un relato atroz, obvió la pregunta.
Al cabo de unos instantes, las escaleras tocaron el techo. Sobre él, se encontraba una enorme puerta roja, lacada. En ella, había inscritos divesos símbolos, arcáicos, y dispuestos sin orden aparente.
Apollomon apoyó su garra contra la puerta. Dejó fluir su energía, y los símbolos se iluminaron. Ophanimon supuso que debía de ser un mecanismo de defensa: sólo Apollomon podría abrir esa puerta.
La hizo un leve gesto, y la dejo pasar al interior de su castillo. Nunca habñia estado allí, así pues, no tenía ni idea de como sería el interior de la construcción.
En aquel instante, se encontraba en un amplio recibidor, de paredes de piedra, iguales a las del exterior del castillo, y cuyo suelo estaba recubierto por una gran alfombra roja, de exquisito gusto. Ophanimon pensó que Venusmon la abría elegido, aunque solo era una suposición. La estancia estaba comunicada con otras habitaciones, a traves de una gran escalera que subía al piso superior, y con el exterior, gracias a un colosal pórtico, cuyo diseño era similar al de la puerta que acababan de atravesar.
-Sigueme.- dijo el olímpico, mientras comenzaba a caminar escaleras arriba.
Cuando llegaron al piso superior, Ophanimon se sintió algo decepcionada: apenas contaba con tres habitaciones, más otra salida al exterior, a modo de balcón, que Apollomon no se molestó en enseñarle.
-"Supongo, que, a fin de cuentas, a los olímpicos no les quedó mucho cuando abandonaron el gobierno..."- pensó Ophanimon.
Giraron a la derecha y entraron en la que sería su habitación.
Estaba escasamente amueblada: apenas contaba con una cama, un escritorio con su respectivo asiento, y una pequeña estanteria en la que sólo había un par de libros; todos ellos de madera. Las paredes presentaban un deprimente tono marrón oscuro, que apenas resaltaba con la madera de los muebles. Lo único destacable era que contaba con un amplio ventanal, que iluminaba completamente la habitación. Sin embargo, las vistas no eran espectaculares: desde la ventana se podía apeciar el foso de lava que rodeaba al castillo, y las desoladores tierras de Bright Zone, propiedad de Apollomon.
Ophanimon se preguntó dónde se encontrarían los habitantes. A pesar de que la mayoria de subditos de los olímpicos se habían marchado tras terminar su reinado, siempre quedaba alguno en la zona que regentaba su antiguo señor.
-Se que no es gran cosa... pero es mejor que Hell's Field. ¿No?-
-Infinitas veces mejor Apollomon, muchas gracias.- dijo cariñosamente mientras le sonreía.- Dime Apollomon... ¿quién más habita Bright Zone?-
-¿Por qué lo preguntas? ¿Acaso importa?-
En el tono de Apollomon se notaba cierto resentimiento. Trataba de evitar la pregunta: le dolía hablar de ello.
A pesar de eso, Ophanimon prosiguió:
-Nada, mera curiosidad.-
-La verdad es que Bright Zone no es lo que era... Ahora sólo habitan aquí unos cuantos Flarelizarmon y Salamandemon, además de mi persona...-
Apollomon se entristeció en gran medida al hablar del pasado.
La verdad era que a él le daba igual el gobierno, los grandes territorios, la gloria y la fama: el sólo hacía esto, por recuperar a sus súbditos, sus digimons: aquellos a los que amar y proteger.
Pero claro, eso nadie más lo sabía, o eso él creía.
-He de informarte de que luego, recibirás visita.-
-¿Visita?- se preguntó Ophanimon, extrañada. Estando presa no esperaba ninguna clase de visita, y si era alguno de los olímpicos, tendría que regresar momentaneamente a Hell's Field. Entonces cayó en la cuenta de quien podría ser.
-Venusmon pasará a verte dentro de un rato.-
-¿Ya está aquí?-
-No. Pero no tardará en llegar.- respondió el olímpico.- Te avisaré cuando llegue. Si necesitas cualquier cosa, mi habitación es la de al lado. Tienes permiso para moverte por todo el castillo. Si quieres salir de él, deberás pedirme permiso antes, y dejar que te acompañe.-
Acto seguido, se despidió y cerró la puerta, dejándola sólo en aquella habitación...
Ophanimon se encontraba bastante cansada: demasiadas emociones para asimilarlas de una vez.
Se tumbó en la cama: era bastante cómoda; y dejó que sus párpados se cerrara hasta sumirse en un profundo sueño...
Un golpe seco en la puerta la despertó. Se levanto rapidamente, y paso la mano por sus cabellos, intentado estar lo más presentable posible, y abrió la puerta.
Tras el marco, se encontraba Apollomon. Lucía una sonrisa de oreja a oreja.
-Venusmon ya ha llegado.- dijo él, todo contento.
-"Que sorpresa."- pensó Ophanimon. Sin embargo, estaba expentante: ansíaba saber por qué Venusmon la había hecho aquel favor.
-¿La hago pasar?- preguntó el olímpico, cortesmente.
-Por supuesto.-
Apollomon se retiró. Al cabo de unos instantes, Venusmon se personó ante ella. La diosa presentaba un aspecto impecable. Ya de por sí, se poía decir que su cara era perfecta, y su pelo, rubio, recogido perfectamente en un ornamentado y espectacular moño. Su ropaje, blanco, mezcla entre el traje que llevaría una bailarina, un vestido de gala para la más importante de las convenciones; resaltaba el color de su piel. A pesar del trabajo que podía llevar alcanzar ese aspecto, en Venusmon parecía ser natural.
-Buenos días.- comenzó a decir la diosa, mientras analizaba a Ophanimon.
Venusmon se esperaba que, tras la batalla, Ophanimon estuviera destrozada física y psicológicamente. Sin embargo, presentaba un buen aspecto; no radiante como Ophanimon solía estar, pero sí lo suficientemente bueno para sorprender a Venusmon: apenas había algunos boquetes en su armadura, y en su escudo había algunos rasguños y ligeras abolladuras.
-Buenos días.- respondió educadamente Ophanimon.
Estaba deseando preguntarle a qué se debía ese inmeso favor, pero la experiencia la decía que esperara a que le dieran la respuesta. Debería esperar a que Venusmon se abriera lo suficiente para proporcionarsela. Hasta entonces, resistiría las ganas de preguntar.
-No te preocupes. Apollomon es un digimon digno de confiar. Con él, estarás en buenas manos.-
Ophanimon ahora estaba segura de eso: no podía discutirselo.
-Lo sé.-
-No creo que esto dure demasiado.- dijo Venusmon.- Además, no tenemos pensado herir a nadie. Creo que Mercurymon sólo quiere que recuperemos nuestro puesto en el gobierno.-
-¿Seguro que Mercurymon quiere eso?- preguntó Ophanimon. Sospechaba que en todo había segundas intenciones.
-La verdad es que no lo sé. La idea, como a supondrás, ha sido de Mercurymon. Él dice que hace esto por recuperar el honor de los olímpicos, nuestros privilegios...-
-Pero...- interrumpió Ophanimon. Se esperaba alguna afirmación terrible.
-Pero cada uno lucha por lo que quiere. Te puedo asegurar que cada olímpico tiene diferentes motivos para luchar: gloria, fama, poder, territorio, ambición en general, son los más usuales. Hay otros que tienen motivos más profundos...-
-¿Cómo quién?- preguntó Ophanimon. Lo que le acababa de decir Venusmon era bastante obvio, sin embargo, la última frase... quella revelación la intrigaba de manera desmedida.
-Quizás Apollomon sea el ejemplo más cercano. Aunque intenta parecer un tipo duro delante del resto de olímpicos, en realidad es un sensible...-
-"¿Y eso es lo que te gusta de él?"- pensó Ophanimon.
-Lo sé.- se limitó a responder al final.
-Pues bien, el cree que la fuerza está para proteger a los digimons. Quiere recuperar a sus digimons: quiere que Bright Zone vuelva a ser un paraiso para ellos. O algo así. No sabría muy bein como explicarlo, pero, supongo que te haces una idea de lo que te quiero decir.-
Ophanimon no se habría imaginado nunca que esas eran las intenciones de Apollomon. Eran muy nobles, aunque, en su opinión, no estaba empleando los métodos adecuados; y eso que, según como se estaba portando con ella, debía de ser de los más "moderados" por parte de los olímpicos.
Ophanimon reflexionó sobre lo que le acababan de decir. De entre los motivos que Venusmon había citado, la propia diosa no encajaba en ninguno.
-Dime Venusmon... ¿cuál son los tuyos?.-
Venusmon esperó hasta tener claro lo que iba a contestar: era una pregunta difícil.
-La verdad es que no sabría decirte... Yo nunca tuve grandes terrenos sobre los que reinar; ni muchos subditos a los que proteger... Mi papel en el gobierno era; casi irrelevante: sólo levantaba la mano en unas cuantas votaciones... Tenía influencia en la vida de los demás, pero ahora la sigo teniendo; aunque en menor medida. Hay veces que echo de menos ser el centro de atención, celebrar grandes reuniones, y todo eso. Pero yo me he adaptado a la vida en mi pequeña isla... Y paramí, eso es suficiente.-
-Entonces: ¿por qué apruebas la revolución?- preguntó Ophanimon, confusa. Todo lo que Venusmon había dicho, era muy coherente; pero sus palabras la sumían en una espiral de confusión de la que no lograba salir...
-Los olímpicos somos un grupo muy antiguo. Y, ante todo, nos apoyamos unos en otros; o por lo menos la mayoría de las veces... Además, se podría decir que me he contagiado por la emoción de los demás. Ver al resto, tan ilusionados; dejando a un lado la deshonra anterior... era algpo que no apreciaba desde hacía mucho tiempo. Es cómo si... cómo si todo empezara de nuevo.-
-No todos los comienzos son buenos.- respondió Ophanimon. –"Y menos de las segundas partes..."- pensó.
-No es nada personal...- prosiguió la diosa.- Sólo sois un pequeño bache en nuestro camino.-
Ophanimon respondió con un gesto afirmativo.
Al final, no pudo resistirlo más, y preguntó:
-Venusmon, ¿por qué has intercedido en mi favor?-
-Porque tú eres como yo.- dijo rotundamente.
Ophanimon, entonces, cayó en la cuenta, de que, probablemente, la olímpica tuviera razón. Ella había estado analizando todo lo que la diosa la decía, y había apreciado ciertas similitudes. Pero no, no podía aceptarlo. O no iba a aceptarlo tan fácilmente.
-Piensalo detenidamente.- dijo Venusmon. Parecía que había llegado al punto de la conversación que ella quería.- Te considero una mujer bella, fuerte, valiente... con carácter: como yo. Y, cómo te he dicho antes, yo apenas he participado en el gobierno del Mundo Digital. No tengo reparo en admitirlo. Tú... estás dentro de los Tres Grandes Ángeles, pero: ¿cuál es tu función allí?- esperó a que Ophanimon la respondiera, pero ella estaba tan anonadada, que no pudo contestar.- Yo te lo diré: eres la mediadora entre Seraphimon y Cherubimon. Dicen que representas la armonía, la unidad entre los digimons. ¿Acaso el amor y la armonía no van de la mano?-
Las similitudes iban aumentando... ya casi parecían certezas para Ophanimon...
-No te entristezcas: sé que la verdad es mucho más dura que la mentira. Ojos que no ven, corazón que no siente... Te digo esto para que te conciencies.-
-"¿De qué?- pensó Ophanimon.- ¿Qué somos demasiado parecidas? ¿Qué vivimos en un mundo de hombres? ¿De qué?-
-Creo que no tengo nada más que decirte.- concluyó la diosa.
-Muchas gracias por todo Venusmon. Gracias por la habitación.-
-Me debes mucho más que esta habitación, Ophanimon. Reflexiona sobre todo lo que te dicho. Recibirás muchas visitas mías.- sentenció Venusmon, mientras abandonaba la habitación.
Las últimas palabras de Venusmon la destrozaron completamente. Según Venusmon, no era la primera vez que la hacía un favor. Y creía que sabía a qué se refería. Pero no: no podía ser cierto.
Ophanimon apoyo su cabeza contrala almohada y rompió a llorar. Lloró hasta que no le quedaron más lágrimas que derramar...
Nota:
De nuevo, muchas incognitas sin resolver. Parecidos entre Venusmon y Ophanimon, quién la debe a la diosa mucho... Pero... ¿qué será eso tan importante que le debe...?
De nuevo, muchas gracias por los comentarios, tanto en Pika como en .
El siguiente capítulo, veremos a un enfurecido Neptunemon...
