Ya advertí que este capítulo se centrab en Neptunemon... pero además se introducen otros dos personajes...

Capítulo 13: Rescates

Neptunemon ya había acabado los últimos asuntos que le quedaban por hacer antes de regresar a su morada en el Valle de las Sirenas.

La verdad era que no se había acostumbrado todavía a marcharse de Island Zone tan temprano, a no regresar a su pequeño castillo cada tarde...

También echaba de menos ver a sus siervos; los habitantes de Island Zone. De entre las posesiones de odos los olímpicos, era una de las que más digimons conservaba. Y eso a Neptunemon le encantaba.

Sin embargo, con todo aquelloi de "la mudanza"; se tenía que trasladar todos los días, tras terminar sus ocupaciones, al que era la morada de su esposa. Bueno, ahora suya también, al fin y al cabo.

Atravesó rápidamente las aguas que separaban Island Zone del Valle de las Sirenas, y se dirigió a encontrarse con Ancientmermaimon.

Sin embargo; en el galeón en el que ahora residía; se encontraban reunidas un grupo muy numeroso de Mermaimon: serían unas cincuenta; sin contar con el resto de Depthmons que estarían custodiando el resto de la zona.

-"Será una simple reunión que habrá organizado mi esposa, nada más."- pensaba el olímpico.

Se acercó más; para poder escuchar lo que decían. Las Mermaimon estaban tan concentradas que no se percataron de su presencia.

Ahora podía observar la situcación con más claridad. Una de las Mermaimon se encontraba en el centro, y todas las demás la estaban escuchando. Se extrañó de que Ancientmermaimon no estuviera allí.

-Desde ahora yo asumiré el mando; debía a la situación extraordinaria en el que nos encontramos.- decía Mermaimon. Su voz era firme, fuerte; autoritaria: mucho más que la de cualquiera de las otras Mermaimons; debía de ocupar un cargo importante.

Neptunemon reflexionó sobre lo que acababa de decir.

Sólo Ancientmermaimon podía mandar sobre el resto de las Mermaimon.

-Un momento.- dijo Neptunemon, interrumpiendo el discurso.

-¡Ah!.- exclamó Mermaimon, desilusionada.- Hola Neptunemon. Chicas; será mejor que nos dejeis un momento a sólas.-

Inmediatamente; las Mermaimon obedecieron; dejondoles a ella y a Neptunemon sólo en el galeón de su esposa.

-Te estarás preguntando a que viene todo esto...- comenzó a decir Mermaimon. Sus ojos, se encontraban abiertos como platos; y presentaba una expresión forzada; que incomodaba a Neptunemon.

-Por supuesto. ¿Este "acontecimiento" ha sido idea tuya?-

-No me ha quedado otro remedio. Era lo que tenía que hacer tras el secuestro de Ancientmermaimon.- prosiguió Mermaimon. Su tono intentaba mostrar tristeza, aunque en realidad, no conseguía transmitirla.-

-¿Secuestrada, Ancientmermaimon? ¿Qué sandez es está?-

-Seraphimon vino está mañana a por ella. Lo ví con mis propios ojos: estaba allí.-

-¿Y por qué no la ayudastes?- dijo, meintras la agarraba y la empujaba contra la pared del barco. El golpe hizo que la madera soltara un crejido.

-No podía. Si hubiera intervenido en aquel momento, nos hubiera matado a las dos. Es mejor así.-

Neptunemon la soltó. Sabía perfectamente que tenía razón.

-Entonces, ¿has convocado esta reunión para informar a los demás?-

-Exacto.- respondió.- Hasta que vuelva, si es que vuleve, yo estaré al mando. Soy su segunda de abordo.- Era la oportunidad que Mermaimon llevaba esperando mucho tiempo...

A Neptunemon le fastidiaba enormemente la negatividad de Mermaimon. Además, se encontrab colérico. Siempre había sido alguien muy pasional; lo cual contrastaba con su sabiduria y cordura habitual. Tenía que hacer algo.

-Está bien. Estarás al cargo, pero me deberás mantener informado de todos tus movimientos.-

-Entendido.- dijo ella, a regañadientes. Sabía que debía obedecer.

Neptunemon la dio la espalda y se marchó; había tenido una gran idea.

Se dio prisa en regresar a Island Zone.

Cuando estuvo allí; se dirigió a una gran cueva submarina; que se encontraba a pocos metros de la costa.

Se introdujo en la cueva. Y allí se encontraba Plesiomon. Era una magnifica criatura, de tamaño colosal; que habitaba ne Island Zone desde tiempos inmemoriables. A pesar de su enorme poder, siempre había sido pacífico.

Neptunemon le observó más de cerca: hacía mucho que no le veía. Ya no recordaba su cuello alargado; su su tez blanquecina, con tonos amarillentos; sus grandes y redondeadas aletas; su pequeña mata de pelo rojo; y su cara, de facciones afiladas por el paso de los años...

La criatura se asustó al verle. Pero al darse cuenta de quien era, se tranquilizó.

Neptunemon le hizo una seña para que saliera de la cueva. Plesiomon obedeció.

A continuación; Neptunemon sacó algo de entre su armadura. Era algo que llevaba siempre con él; y que llevaba allí escondido durante mucho tiempo... Tenía forma esférica, y presentaba tonos azul oscuro; que contrastaban con las bolas rojas que se encontraban en su interior. En él, se podía distinguir una equis en su interior. Irradiaba una fuerza tremenda.

La criatura se estremeció al sentir semejante poder.

-Tranquilo.- dijo Neptunemon.- El anticuerpo X no te hará nada malo.-

Neptunemon lo había guardado desde que teóricamente fue erradicado; por si acaso. No sabía cuando lo iba a necesitar; así que guardo cinco muestras en su morada.

Y tenía pensado utilizar una en ese mismo instante.

Se acercó a Plesiomon. Este intentó alejarse; pero sabía que no podía.

Cuando el Anticuerpo X entró en contacto con su cuerpo, la bestia comenzó a transformarse.

Aumentó su tamaño, y su cuello se alargó considerablemente. Ahora, lucía una pequeña mata de pelo rubio, y las marcas azules de sus aletas, se habían vuelto más grandes y su color era mucho más inteso. Sus ojos irradiaban rabia; y parecía listo para luchar.

Justo como Neptunemon pensaba, el anticuerpo X volvería a Plesiomon un digimon fieron y perdería aquella docilidad que anteriormente le caracterizaba.

El olímpico se subió sobre el Lomo de Plesiomon X, y agarrandole de lo que parecían ser dos largas y finas aletas, casi a modo de bigote, que le salían de la boca; le dirigió hacia su próximo destino: el Castillo de Cherubimon.

Era obvio que Ancientmermaimon se encontraba allí cautiva: en tan poco tiempo, era imposible haberla trasladado a otro lugar. Además, la propia morada del ángel era una conocida prisión.

Cuando llegó allí; descendió del lomo de Plesiomon X, y le dio instrucciones; susurrandole al oído con todo detalle lo que tenía que hacer.

La terrible bestia parecía contenta con su nuevo cometido y arremetió contra la puerta principal, abriendo un gran boquete por el que Neptunemon se introdujo.

Los Goatmons que servían a Cherubimon no tadaron en aparecer. Al comprobar que Plesiomon X se disponía a destruir el castillo; corrieron a llamar a su amo. Sentían autentico pavor: no estaban acostumbrados a enfrentarse a tales peligros.

Mientras tanto; neptunemon había avanzado cuidadosamente y sin ser detectado hacía la prisión subterranea. Ahora que los Goatmons estaban ocupados, nadie salvo él se encontraba en aquel terrible lugar.

Era una prisión en la que se encontraban recluidos miles y miles de presos, muchos más que los que hubiera tenido Hell's Field en su día; aunque gozaban de una mayor comodidad que en la antigua cárcel de los olímpicos, la cual se limitaba a ser una trampa mortal para cualquiera que allí se encontrara.

Observó los portales que conducían a las celdas de aislamiento de cada uno de los presos. Se preguntó si Ancientmermaimon se encontraría en alguna, o si, debido a su posición; habrían optado por proporcionarle algo adecuado a su estatus.

Continuó avanzando, en busca de alguna pista sobre la ubicación de su esposa. Conforme más avanzaba, menos portales había. Por el contrario; aparecían celdas, desocupadas; que presentaban un aspecto bastante deplorable.

-Ancientmermaimon. ¿Estás ahí?- la llamó Neptunemon. Quizás, si respondía; podría encontrarla y llevarsela de allí.

-Neptunemon, ¿eres tú?.- le contestó una voz femenina. Mas no era Ancientmermaimon.

Neptunemon la reconoció al instante, a pesar de que hacía mucho tiempo que no la oía. Era toda una sorpresa, no sospechaba que se encontrara allí; y en cierto modo también era una alegría; mas sabía que le causaría muchos problemas. Eso sí, tenía que ayudarla.

-¿Dónde te encuentras?- preguntó.

-Aquí, cautiva.- respondió la voz femenina.

Eso Neptunemon ya lo suponía. Ella siempre tendía a dar rodeos a la hora de hablar.

-Sí, pero dónde.-

-Mira arriba.- se limitó a decir.

Por encima de la cabeza de Neptunemon se encontrba una gran jaula para pájaros; colgada al techo por medio de una cadena. Estaba hecha de metal; y debía de ser bastante resistente. Se encontraba bastante desgastada; seguramente por los intentos de fuga de la presa.

-Sube aquí arriba y sálvame.- dijo.

-Tú siempre has sido la de las alturas. Yo no puedo subir.-

-Pues haz algo. No me dejes aquí cómo...-

-¿Cómo qué?- preguntó Neptunemon.

-"Cómo hizo Dianamon."- quiso responder.

Mas terminói diciendo:

-Cómo si no te hubieras percatado de mi presencia.-

-Voy a tratar de romper la cadena que sostiene tu jaula al suelo.-

-Eso servirá- respondió la presa.- O eso espero...-

Neptunemon se apartó un poco: no quería que aquella jaula de semejante tamaño le aplastara.

Lanzó su tridente como si de una jabalina se tratara. Un impacto certero destrozó la cadena y la jaula cayó al suelo; desquebrajandose.

De entre los escombros; salió una enorme ave. Su cuerpo, vegetal; parecía un paraíso terrenal; fructifero y siempre primaveral; al igual que sus dos enormes alas; las cuales se extendieron hasta chocar contra las paredes de la prisión. En su cabeza, se alzaba la una figura femenina; que lucía un sencillo vestido morado, el cual hacía juego con el color de su pelo.

-Hacía mucho que no te veía Ceresmon.-

-Sí, mucho; quizá demasiado tiempo.-

Ceresmon había sido una de las más castigadas tras aquel fracaso. Siempre había tenido una vena demasiado revolucionaria; así que la condenaron a estar recluida, y alejada del resto de Olímpicos. Para ellos, Ceresmon ya no existía.

La olímpica sabía que Neptunemon no había ido hasta allí por ella, y que sólo era una coincidencia. Si no la había ido a rescatar hace años... ¿Por qué iba a hacerlo ahora?

-Será mejor que te vayas. Yo todavía tengo cosas que hacer aquí.-

-Lo comprendo.-

-Supongo que no tendrás problemas para esquivar a Plesiomon X... Después, alejate de este luagr y de todo lo que ello implica.-

-Como comprenderás, cariño, no me voy a quedar aquí. Me dirigiré hacia el reino de un antiguo amigo mio. Espero estar allí a salvo.-

-Reuneté conmigo y con el resto de los olímpicos en el Palacio de los Espejos dentro de dos días. Allí te pondremos al corriente de todo.-

-¿Es que han cambiado mucho las cosas?-

-Mejor no preguntes.-

-Entonces, creo que he de decirte adios, de momento.- se despidió Ceresmon mientras trataba de abandonar el Castillo de Cherubimon.

Neptunemon, aún alterado, siguió en busca de Ancientmermaimon.

Terminó de examinar el nivel inferior de la prisión, y ascendió al siguiente. Había decidido empezar desde abajo, debído a la extricta seguridad que presentaba, pero parecía haberse equivocado con la ubicación de Ancientmermaimon.

Examinó aún más cuidadosamente la nueva estancia, mucho más pequeña que la anterior; y, por tanto, con muchos menos presos.

Desde allí podía oir todo lo que ocurría en el exterior: los rugidos que soltaba Plesiomon X, los alaridos de los Goatmon al recibir los ataques de la bestia; el ruido de las rocas del castillo al desprenderse...

Sin embargo, Neptunemon sabía que aquella distracción no duraría mucho tiempo. En cuanto Cherubimon entrase en batalla, había ordenado a Plesiomon X que huyera. No podía permitir que aquel digimon muriera a costa de sus fines egoistas.

-En este piso no hay nada. Sólo me queda el superior.-

El último piso subterráneo de la prisión era aún más pequeño que el anterior. En caso de no encontrarla en este; tendría que buscarla en las dependencias personales de Cherubimon, lo cual le complicaría en desmedida las cosas.

Recorrió la estancia rapidamente. Apenas había cuato celdas en ella. Se paró en la última. Allí, yacía el cuerpo inerte de Ancientmermaimon; tendido delicadamente sobre una pequeña, y aarentemente incómoda cama.

Neptunemon rompió los abrrotes con su tridente y la cogió en brazos. Todavía respiraba: sólo estaba inconsciente.

Salió rapidamente del castillo, y observó lo que pasaba en el exterior. Una horda de Goatmons trataban de detener la furia de Plesiomon X, quien destrozaba una parte del palacio con cada golpe.

Neptunemon, con Ancientmermaimon cargada a hombros; se subió al lomo de Plesiomon X, y este, siguiendo las instrucciones del olímpico, abandonó el campo de batalla, de regreso al fondo del mar.

Cherbimon, quien en compañía de Sistermon Blanc había observado todo lo acontecido; sonreía plácidamente desde el balcón de una de sus torres.

-Cherubimon, Neptunemon ha liberado a Ancientmermaimon, tal y como esperabamos.- dijo Sistermon; quien observaba expentante a Cherubimon.

-Sí.- dijo él, conforme.- Ya me advirtieron que no me enfrentase con Neptunemon. Así que facilitarle el rescate ha sido lo mejor. Lo que no me esperaba era ese Plesiomon X. ¿De dónde lo habrá sacado?-

-Lo desconozco. Sin embargo...- continuó ella.- No todo son buenas noticias.-

Se detuvo. Odiaba comunicar malas noticias.

-Dime.-

-Ceresmon también ha escapado.- soltó, al fin.

Cherubimon, quien desconocía este hecho, frunció el ceño. Era, practicamente incapaz de hacerlo. Y si lo hacía, podría tener terribles consecuencias...

-Comprueba los daños del castillo y ordena que los reparen.- se limitó a decir.

-Sí señor.- dijo Sistermon mientras se marchaba a cumplir dichas ordenes.

Cherubimon se quedó mirando al cielo, siempre estrellado, que salpicaba la zona. Las estrella brillaban, a pesar del ambiente cargado de polvo. Hoy había sido un día muy largo, y se acercaban tiempos difíciles para los ángeles...

Nota:

Si, Ceresmon ya ha parecido, además de una conflictiva Mermaimon. En el siguiente capítulo, descubriremos el futuro de Vikemon.