Continuando con la trama, aquí el capítulo 16.
Antes de nada, una rápida respuesta a las reviews: Lo primero, muchas gracias a todos por el apoyo. Lo necesitaba. Por un lado Ainhoa, gracias, auque la review es del capítulo 8, así qe te queda todavía por leer. Y Guest: es imposible hacer un capítulo por día, y menos ahora que van aumentando paulatinamente de extensión. Eso sí, espero que te guste la trama. Ahh, y por favor, ponte un username/apodo, aunque no tengas cuenta. Sin más preambulos, el capítulo:
Capítulo 16:La presa se queda sola
Ophanimon acababa de despertarse, y se había dirigido a la cocina. Según la había dicho Apollomon, se encontraba en la planta baja. Bajo las escaleras que comunicaban la segunda planta con la planta baja, y se dirigió hacia allí.
Todavía seguía afectada por la visita de Venusmon el día anterior; pero sabiendo que su situación era más o menos segura, se encontraba algo más tranquila.
La cocina era mucho más moderna de lo que Ophanimon había esperado. Era una sala bastante amplia, cuyas paredes conservababan el mismo tono que las del resto del castillo. A la derecha se encontraba una gran mesa, repleta de sillas de madera; las cuales se utilizarían a modo de comedor. A la izquiera, se enontraban toda clase de elctrodomesticos, que rodeaban a una gran isla con encimera gris de granito. Además, pegados al techo, o a un nivel algo más bajo de él, había estantes y cajones con todo lo necesario para cocinar.
-"Me preguntó dónde estará cada cosa."- pensó en voz alta Ophanimon, dispuesta a preparse el desayuno.
No sabía si Apollomon seguía allí, con ella, o si habría salido con Venusmon. Dudaba si prepararle algo de desayuno. Al fin y al cabo, a pesar de ser sus "enemigos", él personalmente se había portado bien con ella.
-"Ya tendré tiempo para plantearmelo."- dijo para sus adentros.
Caminó hacia la derecha. Abrió el primer cajón con el que se encontró. En él se encontraban todos los cubiertos, ordenados según su categoría. Sacó un cuchillo y un tenedor y una cucharilla para el café que tenía pensado prepararse; y los dejó encima de la isla.
Cogió un poco de pan de un estante. Era una baguette: parecía recién hecha. La apoyó sobre una pequeña tabla y partió el pan. Buscó en todos los cajones, hasta que encontró un plato para depositar las porciones que había partido.
Se dirigió hacia el frigorífico. Lo abrió. El aire gélido provocó que la diera un ligero escalofrío. Buscó la mantequilla y la mermelada. Cuando las encontró, las depositó encima de la encimera.
Pusó el pan a tostar. Se hizo enseguida. Depositó los trozos calientes sobre el plato, y se dispuso a huntar la mantequilla y la mermelada con el mismo cuchillo con el que acababa de cortar el pan.
Se sentó en un taburete que había junto a la isla. Estaba realmente cómoda.
Se llevó la primera tostada a la boca. Sabía muy bien, aunque todo salía bien con hambre.
-Buenos días Ophanimon.- saludó Apollomon desde la puerta.
Ophanimon cogió una servilleta, y se limpió los labios, aun manchados de mermelada. Esperó a no tener la boca llena y contestó:
-Buenos días, Apollomon.-
Apollomon se acercó a ella, cogió un taburete, y se sentó enfrente suyo.
-¿Has descansado?- preguntó el olímpico.
Sabía que Ophanimon debía de estar pasandolo mal: la había oído llorar. Era duro estar allí cautiva, pero era mucho mejor que estar presa en Hell's Field. Y muchísimo mejor que la muerte, por supuesto.
-Sí.- se limitó a decir Ophanimon. Prefería no entrar en detalles. Estaba adaptada a las comodidades de su castillo.
Además, echaba de menos su rutina. Si no estuviera presa; después de desayunar, se iría a ver a Seraphimon. Luego, iría a algunas reuniones sociales. Después, iria a ayudar a los más desfavorecidos. Y por último, algo de papeleo y a la cama.
-Dime, ¿qué se puede hacer aquí?- preguntó Ophanimon. Necesitaba desesperadamente matar el tiempo.
-Bueno, yo suelo prácticar tiro con arco. He montado un pequeño campo de tiro. Se encuentra al otro lado del foso, en los campos que rodean el castillo.
"Campos" no era la palabra adecuada para describir lo que rodeaba al castillo de Apollomon. Sólo eran tierras estériles, llameantes, y cargadas de azufre, dónde no crecía planta alguna.
-Quizás lo pruebe.- respondió Ophanimon.- ¿Alguna actividad más?-
-No sé que decirte. Hace mucho que este lugar dejo de ser divertido.- respondió Apollomon.
Cuando los olímpicos gobernaban, aquel era un lugar lleno de vida. Ahora, en cambio, no. Y eso era lo que más martirizaba a Apollomon.
_¿Va a venir Venusmon a hacerme una visita?- preguntó Ophanimon.- Dijo que volvería a verme pronto.-
-Me temo que no.- contestó Apollomon.- Venusmon ya tiene otros planes para hoy.-
Ophanimon se preguntó si esos planes también implicarían a Apollomon. Resistió las ganas de preguntar directamente, intentando sonsacarle información al olímpico.
-¿Y cuales son tus planes para hoy?- preguntó.
-De momento, desayunar.- contestó, mientras se levantaba para servirse una taza de café.
Había sido un buen modo de evadir la preguntar.
La conversación concluyó. Ophanimon se terminó sus tostadas, mientras Apollomon bebía su café. Todavía salía humo de la taza.
Cuando hubieron terminado de desayunar, Ophanimon volvió a la carga.
-¿Y bien?- preguntó.
-¿Él qué?-
-Mi pregunta de antes. Ahora que ya has desayunado, qué vas a hacer.-
-Pues de eso quería hablarte.- dijo Apollomon. Estaba esperando el momento oportuno para contarselo. No quería ser brusco, y soltarselo nada más levantarse.
-Soy toda oidos.-
-Pues bien, dentro de un rato partiré al Palacio de los Espejos.-
Ophanimon sabía que aquel lugar era la morada de Mercurymon. Intuyó que iba a suceder.
-Entonces... ¿os reunireis todos los olímpicos?- preguntó.
-Todos los que estamos.- contestó Apollomon.
Era cierto. Sólo ocho de los doce originales estaban presentes. Cuando los Tres Grandes Ángeles habían ascendido al poder, se dejó de hablar de la desaparición de aquellos olímpicos. La verdadera que Ophanimon no tenía ni idea de su paradero: desconocía si estaban vivos o muertos; aunque Cherubimon y Seraphimon si que conocían alguna información. Eso sí: ella nunca preguntó a sus compañeros.
-¿Y qué teneis pensado hacer?- preguntó, de nuevo. Toda la información que pudiera sacarle la vendría bien.
-No lo sé. Es Mercurymon quien organiza esta clase de eventos.-
Llamarlo "eventos" habñia sido una forma muy, quizás demasiado elegante para designar a las reuniones. Aunque Apollomon las veía así; a él le gustaba ver a toda su famila reunida, si es que se les puede llamar de tal forma.
-¿Decidireis mi futúro en dicha reunión?- preguntó ella. Fingió estar alarmada. Hacerse un poco la víctima no la vendría mal para ganarse la confianza de Apollomon.
-En absoluto.- contestó el olímpico.- Ya te conté cual va a ser tu cometido en todo esto.-
Ophanimon vio que a no podría obtener más información. Había escogido las preguntas más adecuadas. Cherubimon hubiera estado orgulloso de ella, aunque él, seguro que podría haber recopilado muchos datos más útiles.
Por su parte, Apollomon se encontraba tenso. No sabía cuanta información debería dar a Ophanimon. Y además, su presencia le incomodaba. Salvo las visitas esporádicas que hacía Venusmon a su castillo, nunca, ninguna mjer había residido con él. Ni siquiera Venusmon había pasado una noche entera allí.
Entonces, se dio cuenta. Apollomon recayó en las similitudes entre su amante y su provisional compañera de piso.
Venusmon ya le había comentado la noche anterior que debía tratar a Ophanimon lo mejor que pudiera. Sus palabras exactas habían sido "cómo si de mí se tratara." El olímpico la había preguntado, la diosa había respondido: "no somos tan diferentes como parece."
Venusmon siempre irradiaba, a parte de esa belleza exuberante, un gran aura de misterio. La encantaba dejar las cosas a medias, y torturarte, tratando de resolver los enigmas que ella misma planteaba. Venusmon en sí, era una enigma.
-Debería partir ya.- dijo Apollomon. – El Palacio de los Espejos pilla lejos.-
-Lo comprendo.-
-Una última advertencia.- El tono de Apollomon tornó más serio.- No te escapes. Aunque no te esté vigilando. Tu huída, no sólo te pondría a ti en peligro. Sino también a Venusmon y a mí.-
Estaba en lo cierto. Ophanimon no se había planteado aquella posibilidad.
-Y a los que más quieres.- continuó Apollomon, aún cuando Ophanimon creía que la advertencia había terminado.- Los olímpicos no se andan con tonterías: Venusmon y yo siempre hemos sido más benebolentes que el resto.-
Aquella amenaza causó una gran conmoción. Si se escapaba,los olímpios podrían empezar a cometer atrocidades. Debería tener cuidado en lo que hacía.
-Me marchó ya. Regresaré al anochecer.- dijo sin más dilación; mientras abandonaba la cocina.
Se dirigió a la entrada, abrió la puerta y salió. No estaba tenía ni idea de lo que podría pasar en su ausencia.
Nota:
Así concluye el capítulo de hoy. Como supondreís, el siguiente capítlo es la nueva reunión de los olímpicos: y no va a dejar indiferente a nadie.
