Después de milenios (bueno, no tanto, aunque si que me he demorado bastante... cosa que lamento enormemente) por fin he acabado el capítulo 28. Espero que lo disfruten.
Capítulo 28: Preparativos Necesarios
Mercurymon no podía aún creerse que la hija de Ceresmon y Neptunemon estaba allí presente, delante de él, sentada junto a Venusmon en la sala de reuniones; ahora casi vacía ante la ausencia del resto de olímpicos. Su perplejidad era patente tal y como evidenciaba la expresión anonadada de su rostro, que incomodaba a la sirena mientras que complacía a la diosa del amor. Venusmon sabía que Mercurymon no había apostado por ella. Y, a pesar de los éxitos, seguía dudando de que el líder de la revolución le entregara al fin su confianza.
Sirenmon se había cruzado de brazos y escuchaba atentamente el monólogo de Venusmon. La olímpica estaba elaborando un rápido correlato de la expedición y localización de la perfect, siendo bastante escueta y dedicándose única y exclusivamente a enaltecerse a sí misma. No obstante, la finalidad propagandística de sus frases no caló en el dios, quien aún seguía contemplando con asombro los rasgos alados de Sirenmon. Su atenta mirada escudriñó el gorro rojo que la recién rescatada lucía. Anteriormente se encontraba bastante sucio pero ahora estaba impoluto. Después sus ojos se posaron en su adorno musical, al que habían sacado brillo. Venusmon no solo se había preocupado por salvarla, sino también por dejarla presentable para la entrevista.
-Lo importante es qué va a ser de ti ahora.- la interrumpió Mercurymon a su compañera una vez salió de su trance.- Pese a que Venusmon puede ofrecerte todo tipo de comodidades en su isla, supongo que es mejor que te quedes aquí. Te sentirás más segura.-
Venusmon frunció el ceño. Aquello estropeaba sus planes. No veía justo que después de haber hecho todo el trabajo sucio se la arrebatara el premio en forma de compañía que tanto anhelaba. Sirenmon, por su parte, interpretó la aseveración como una orden y no una sugerencia: una orden que estaba dispuesta a atacar con ciertas condiciones.
-Me parece muy adecuado.- respondió la que recientemente había sido rescatada.- Sin embargo, sólo bajo la condición de reunirme y mudarme con mi madre lo antes posible.-
-No veo inconveniente en ello.- contestó el líder.- No obstante, Ceresmon aún no goza de territorio propio. Se encuentra acogida por la hospitalidad del Rey Deramon según tengo entendido. Te hospedarás en el palacio de los espejos por motivos de protección hasta que tu progenitora se asiente definitivamente.- Mercurymon no quiso proponer que se mudara con su padre. Descuadraría toda la vida conyugal de su tío, felizmente recién casado.
-¿Vamos a conquistar un territorio para Ceresmon?- inquirió la diosa anonadada.
-Ella me pidió que lo consultase en audiencia en la siguiente reunión. Y eso es justo lo que voy a hacer. Si cuenta con suficientes apoyos, se pasara a elegir el territorio y ocuparlo. Si no, se pospondrá.- el carácter irascible de Ceresmon hacía que la negativa total y absoluta no entrara en su vocabulario. Posponerlo era una forma amable de decirla que no.
-Si Ceresmon mueve a los demás para ocupar algún lugar, creo que todos tenemos derecho a proponer tomar otros.- afirmó la olímpica, molesta.
-Ceresmon no tiene hogar, tu sí.- replicó Mercurymon.
Sirenmon calló. No quería entrometerse en la discusión.
-Ceresmon no ha hecho nada por la revolución. Yo sí.-
-No lo niego.- para él en aquel momento eso era irrefutable.- Sin embargo, tu lago se fue, Venusmon. Está fuera de tu alcance. Se encuentra en una zona muy complicada. No podemos acceder allí.- aseveró, leyéndola el pensamiento.
-Aún.- sentenció ella, con la imagen de su antiguo paraíso en mente. – Créeme: lo lograremos.-
A Mercurymon no le convenció aquel plural sociativo. Ella quería decir que lo conseguiría con o sin el resto de su familia. Aquellas técnicas de discurso barato eran un progreso en el habla de la diosa, mas no engañaban a un experto orador como él.
-Por otro lado, aunque Sirenmon se mude aquí, necesitaría seguir empleando este castillo para mis encuentros con Seraphimon.- terció la diosa. Sabía que de su otra propuesta no iba a sacar nada en claro. Al menos no de momento.
Sirenmon abrió los ojos como platos. ¿Venusmon tenía otra aventura, esta vez con Seraphimon? Pensaba que con sus escarceos libertinos con Marsmon y Apollomon para ella era suficiente. Si supiera el pobre Vulcanusmon el casco de Olegmon que lleva sobre su cabeza... Sin embargo, lo que más le extrañaba era el colaboracionismo de Mercurymon. Por lo que llevaba escuchando de conversación, no eran amigos. La relación se limitaba a un compañerismo forzado.
-¿Y eso a qué se debe?- preguntó el de la máscara de lobo. – No me parece adecuado ahora que tenemos una inquilina en el castillo.-
-Al menos deberás dejarme este último encuentro. Ya he enviado la carta citando a Seraphimon aquí mañana.-
-Imposible. Tengo reunión con los mensajeros. Tendrás que buscarte otro sitio.-
Venusmon fue a decir algo, pero antes de que pudiera proferir una protesta, Mercurymon volvió a refutar su alegato.
-He dicho que me es imposible, Venusmon. Entiéndelo. No es nada personal como comprenderás.-
-¿Y a qué se debe esa repentina reunión si puede saberse? Si es algo rutinario podrías posponerlo.- preguntó la olímpica, molesta. A continuación soltó un largo suspiro, esperando la respuesta de su compañero.
-En realidad es para reunir las informaciones que mis Sepikmon traen.-
-¿Espionaje?- preguntó Sirenmon, confundida.- Pensaba que tu servicio de mensajería se limitaba a eso.-
-Digamos que ante las medidas extraordinarias que estamos tomando, mis mensajeros han ampliado sus funciones al reconocimiento de terreno y recopilación de información.- explicó Mercurymon eligiendo cautelosamente los términos empleados, como de costumbre.
-Entiendo.- se limitó a contestar. Se notaba que habían cambiado muchas cosas desde su misteriosa partida.
-Creo que no tenemos ningún asunto que tratar más hasta la reunión. Mi misión ha sido satisfactoria como puedes comprobar y en un par de días me dispondré a partir en nuestro próximo objetivo.-
-Eso espero.- espetó Mercurymon, más brusco que de costumbre.- Sabes que nos interesa tenerla pronto.- dijo, recordando que obtenerla de vuelta era la condición para la alianza con su otro tío.
-Deseo que la misión en Prisión Land haya ido conforme lo espera...- Mercurymon negó con la cabeza. Venusmon asintió. Ya se lo explicaría todo en la reunión. Sabía que si inquiría de más el líder se enfadaría, así que prefirió evitarle otro chasco. Para eso ya estaba Marsmon.- Y ahora, si me disculpas, me voy a solventar mis asuntos. Que no me dejes este castillo me complica un poco las cosas, pero como de costumbre, me las apañaré.-
Tanto la sirena como el dios acompañaron a Venusmon a la salida del castillo. Los grandes portones de cristal se abrieron de par en par para dejar a marchar a la olímpica, quien no se demoró en marcharse. Aún estaba a tiempo de llegar a su próximo y repentino destino si se daba prisa.
-Volveré a visitarte, no te preocupes.- aseveró la diosa antes de marcharse. Se despidió con la mano antes de que el pórtico de cristal se cerrase ante ella. No perdió tiempo y abandonó el lugar. Todos sus planes se habían trastocado, pero podía arreglarlo.
Mercurymon se decidió entonces a enseñarle a su nueva inquilina su dormitorio. El palacio había sido diseñado con una función más defensiva y utilitaria que descuidaba el confort, de ahí la ausencia de elementos decorativos superfluos y otros ornamentos que perjudicaran la verdadera función del cristal y los espejos. La sobriedad se extendía por todas las estancias, incluidas las propias dependencias del olímpico, contiguas a las que Sirenmon ocuparía. Cuando más cerca de él la tuviese, más controlada y protegida estaría.
La sirena examinó la estancia con ojo crítico. Apenas había una cama, que ocupaba gran parte del espacio de la habitación, y un armarito. La luz de la luna penetraba por el ventanuco cuadrangular que había en la pared sobre la que se apoyaba el cabecero de la cama. Parecía que toda la fuente de luz que iba a recibir era aquella: no había ni interruptores, ni lámparas, ni siquiera velas que proporcionaran algo más de luminosidad.
-Todas las habitaciones son similares.- aseguró Mercurymon.- Sin embargo, ésta es de las pocas que cuentan con un lugar en el que poder guardar tus cosas.- Sirenmon se preguntó a qué clase de cosas se refería, pues no conservaba nada desde que había caído sumida en aquel profundo sueño.
-¿Tus dependencias donde se encuentran?- se atrevió a preguntar.
-Situadas al lado de las tuyas.- explicó el dios.- Así, si necesitamos cualquier cosa el uno del otro, no tendremos problemas en encontrarnos: el palacio es más grande de lo que parece.-
Pese a que era cierto que las dimensiones de la sala la hacían confortables, aquello no era más que otra excusa para tenerla controlada.
-Supongo que estarás cansada por la travesía.- Sirenmon asintió, confirmando la obvia suposición de Mercurymon. –Mañana madrugaremos y te enseñaré las principales dependencias y los alrededores.- El olímpico no quería que su invitada se sintiera atrapada. Debía mimarla y cuidarla, de esta forma podría ganarse su confianza. La posible influencia que podría ejercer Venusmon sobre ella le preocupaba. Había demostrado ser hábil cuando se lo proponía, pero el colaboracionismo no era lo suyo: algún motivo oculto tenía y su nueva misión era descubrirlo.
La sirena realizó otro solemne gesto afirmativo con la cabeza. El dios se despidió y abandonó la estancia. Sirenmon esperaba que la cerrara con llave, mas el olímpico no lo hizo. Quizás aquello era una prueba de confianza que el olímpico la había puesto para probar su impaciencia. En otro momento probablemente se hubiera atrevido a hacer frente a la autoridad de su anfitrión, no obstante, los ojos se le cerraban por momentos. Lo mejor que podría hacer era dormir, y esperar que el tour que Mercurymon le diese fuera lo más completo posible.
[…]
-Seraphimon, tiene una visita inesperada.- anunció Sorcerymon, aún incrédulo porque una olímpica se hubiera atrevido a personarse en el castillo del ángel. Comunicar aquel mensaje era una tarea complicada y debía proceder con cuidado.
-Di que espere o que vuelva en otro momento.- espetó el gobernante. –Ya sabes que estoy ocupado.-
-Eso ya lo he hecho e insiste en que se la reciba inmediatamente.- El pronombre dio una pista a Seraphimon de quien se trataba.
-¿Lleva mucho esperando?-
-Un rato, y no parece contenta.-
-Oh, vaya...- se lamentó el ángel.- Hazla pasar ya. Dejaré esto para otro momento.-
A Sorcerymon le sorprendió la pasividad de su señor, mas se limitó a abandonar la estancia y realizar el mandato sin darle más vueltas al asunto. Los olímpicos seguían siendo un grupo elitista más o menos relevante y Venusmon era quien hacía más apariciones en público. Quizás la hubieran designado como relaciones públicas en aquella ocasión.
Seraphimon guardó los últimos documentos con prisa, pues el taconeo que oía indicaba que la olímpica se encontraba cerca. Sorcerymon abrió las grandes puertas una vez más y dejó entrar a la diosa y, una vez la figura de Venusmon fue visible para el ángel, el hechicero las cerró para volver a sus ocupaciones.
-Buenas tardes.- saludó Venusmon cortésmente. Estaba ya atardeciendo y pronto daría la noche.- Siento personarme tan de repente, pero me temo que nuestra reunión tendrá que adelantarse a este preciso momento.-
-¿Debido a qué si puede saberse?- inquirió el gobernante, curioso.
-Mercurymon no me cede su castillo por motivos que desconozco.- admitió la diosa. Seraphimon asintió, sorprendido: parecía que la olímpica no tenía un control total sobre su compañero, al contrario de lo que él había pensado en un primer momento. –Así que los asuntos que quería comentarte los trataremos ahora.- sentenció, tajante. No quería que Seraphimon le dejara de tomar en serio.
El ángel tragó saliva. No tenía ni la más remota idea sobre qué disparatado plan iba a hablarle. El pensamiento de Venusmon para él era un completo misterio. No llegaba a entender cómo alguien tan vanidoso y egocéntrico podía preocuparse por organizar todo tipo de disparatadas tretas y así coordinar el trabajo en equipo de los olímpicos.
-Lo primero que quería comentarte es cuando he organizado tu reencuentro con Ophanimon.- al ángel se le iluminó la cara, aunque Venusmon no pudo percibirlo por el casco que cubría el rostro del gobernante. Se decidió a escuchar atento, convencido de que había algún tipo de trampa. –Debido a los últimos acontecimientos, he decidido adelantarlo a mañana, siempre y cuando te parezca bien.- Esperaba que a Apollomon no le importara que se presentaran de improvisto.
-Por supuesto. Arreglaré unos asuntos y partiré hacia allí en cuanto me digas.-
-Perfecto.- sonrió. –Aunque como supondrás, esto tiene un par de condiciones.- Seraphimon tragó saliva de nuevo: ahí venía la trampa.- Lo primero es bastante simple: debido a las horas intempestivas a las que he llegado y mi cansancio, necesitaré quedarme aquí esta noche. Así podremos partir juntos temprano.- Seraphimon asintió. Aquella petición era fácil de conceder.- Lo siguiente es, evidentemente, el secretismo de esta reunión y la "excursión" de mañana.- dijo la diosa con retintín.- En caso de que sospeche algo sobre una posible conspiración para rescatarla o si revelas a alguien el acuerdo, éste quedará roto. Y ya sabes perfectamente qué terribles consecuencias traerá aquello.- El anfitrión asintió una vez más, alicaído. No tenía pensado incumplir su palabra, pues solo imaginarse el castigo de Venusmon le aterrorizaba.- Y por último, una te reencuentres con tu amada y compruebes las buenas condiciones en las que está, me acompañarás en mi expedición para rescatar a la primera hija de Ceresmon.-
-Explícate.-
-La primera expedición con tus informaciones y una investigación previa fue redonda: ahora Sirenmon está a salvo y reunida con su familia de nuevo.- Seraphimon se quedó atónito. Él conocía sólo las ubicaciones y algunos detalles vagos sobre el escondite, más nunca habría podido imaginar que en el tiempo tan escaso que había pasado desde su último encuentro, los olímpicos ya habrían realizado el rescate.- Sin embargo, esta misión es demasiado peligrosa como para hacerla yo sola y creo que será mejor si me acompañaras.-
-¿Fuiste tú sola a Proxy Islands y rescataste a la presa?-
-Me llevó un día entero localizar el escondrijo pese a las pistas con las que partía. Por lo demás, no había ninguna trampa, salvo el sueño en el que estaba sumida la infanta. Sirenmon sólo fue castigada por las acciones de su madre, no se tomaron muchas molestias a la hora de esconderla. Aunque claro, con su hermana es otra historia distinta.-
-Sí, ella tuvo un papel mucho más activo.-
-No me refería exactamente a eso.- Venusmon negó con un dedo, divertida. Seraphimon no había analizado bien los castigos de la anterior contienda.- Fue castigada para completar la pena de Ceresmon, pero sobre todo para mantener controlado al marido de la pobre incauta. Desde entonces está alicaído y no ejerce sus funciones.-
-Sitiéndolo mucho, no podré acompañarte.- negó el gobernante, para sorpresa de la diosa. –Me reúno ese día con un grupo de monarcas del diversos continentes. Su travesía ha sido ardua y el asunto es vital, por lo que no puede aplazarse.-
-En ese caso...- se paró un momento, dubitativa. El asunto de la rebelión debía quedar en la sombra: si se supiera, los ángeles y demás enemigos podrían ganar apoyos rápidamente, lo cual no convenía. –manda que un sirviente me acompañe. Alguien fuerte y discreto.-
-Creo saber quién será el acompañante perfecto para tan delicada misión.-
Seraphimon llamó a Sorcerymon para coordinarlo todo. El hechicero condujo a la olímpica a la que iba a ser habitación aquella noche. Siempre tenían un cuarto disponible para invitados inesperados. Venusmon no puso pega alguna a la estancia que le había sido asignada. Tampoco quería ocasionarle molestias a Seraphimon: ya se las causaría mañana.
Una vez la olímpica se hubo acomodado en la habitación, el hechicero cerró la puerta con delicadeza y regresó junto a su amo. Seraphimon estaba hablando con un Patamon, indicándole que debía anular todas las reuniones y pleitos que tenía previstos para el día siguiente. El sirviente abandonó el despacho en cuanto hubo recibido todas las instrucciones pertinentes, dejando solos a Sorcerymon y a su jefe.
-Convoca a Garudamon para dentro de dos días.-
-Pensé que se encontraba en una misión especial.-
-Pues ahora se le asignará otra. Mucho más importante.-
-¿Consideras que estás preparado?-
-Considero que es el único que podrá soportarla. No a la misión, sino a ella.- sentenció el ángel.
Sorcerymon asintió, aún dubitativo. Puede que Garudamon fuera un leal siervo, muy paciente y comedido, pero otra cosa era que fuera lo suficientemente fuerte como para mandarlo a una misión, seguramente suicida. La olímpica no había dicho de qué se trataba exactamente la exploración que tenía pensada hacer. Le molestaba tener que convocar a Garudamon sin saber los detalles del trabajo que se le había asignado. Pero él no era quién para cuestionar las decisiones de su amo. Siempre había obrado conforme a sus férreos principios y atendiendo a lo mejor para el Mundo Digital. Lo único que esperaba es que no se equivocara, por el bien de Garudamon.
Dicho esto, espero avanzar ahora que llega el verano a mejor ritmo y tener al menos un capítulo al mes. Espero sus comentarios y críticas. Un saludo.
