Después de tanta demora por problemas familiares y vida universitaria, aquí llega el nuevo capitulo. Espero tener el siguiente para inicios de mayo. Espero que les guste y una vez más, siento la tardanza.

Capítulo 30: Expedición Inesperada

-¿Por fin vas a probarme?- inquirió la princesa ante la llegada de su maestra. –Espero que sea algo más interesante que el anterior trabajo.-

-Quería comprobar tu capacidad de razonamiento antes de someterte a esta prueba.- se justificó la diosa. – Además hoy nos vamos de excursión.-

-No sabía que te movieras tanto.- comentó Queenchessmon, claramente sorprendida. Con lo que le había costado llegar hasta aquella luna y la gran cadena de favores que había tenido que efectuar para ello le hacía inimaginable que sus habitantes se movieran con tanta facilidad. -¿Vamos a otro de los astros?- se aventuró a preguntar.

-No.- sentenció Dianamon. Era una suposición plausible, mas solo unos pocos digimons selectos conocían el destino al que se dirigían. -¿Terminaste de leer el manual?-

-Por supuesto.- anunció, orgullosa.

-Bien, porque hoy creo que lo pondremos en práctica.-

-Espero que el cohete que usemos sea mejor que los dos que tuve que emplear para venir aquí. Estaban llenos y me agobié mucho. Además, pasé demasiado calor con el atuendo que llevaba para no ser reconocida...-

-No necesitamos ningún cohete. Vamos a tomar un portal… especial… Espero que sepas guardarme el secreto.-

-Si tú sabes guardar el mio, por supuesto. Jamás haría nada para perjudicarte.-

La promesa de la princesa parecía sincera, así que Dianamon se decidió a continuar con su arriesgado plan.

-Sígueme y no hagas preguntas.-

Dianamon comenzó al caminar sin siquiera cerciorarse de que Queenchessmon la seguía. Avanzaba ágil, lo suficientemente deprisa como para detonar que ninguna de sus súbditos se entrometiese en su camino, pero no tan rápido como para que la princesa la perdiera la pista.

Abandonaron la morada de la diosa y atravesaron los campos de cultivo. Las Lunamon no se extrañaron de ver a su ama tomar dicho camino, lo hacía con cierta frecuencia cuando se encontraba estresada o sumamente enfadada.

No tardaron en alejarse del terreno habitado. La luna ofrecía una gran cantidad de tierras inhóspitas que, aunque Dianamon y sus cazadoras se habían encargado de explorar, más no de poblar: aquella cara era mucho más fría y lúgubre.

La olímpica se detuvo para comprobar su posición con respecto a los astros. Fue entonces cuando Queenchessmon por fin logró alcanzarla.

-¿Qué estamos buscando?-

-Un cráter. Pero uno en concreto.-

-¿Que tiene ese de especial?-

-Un portal a nuestro próximo destino.- la princesa la miró extrañada. - Pensé que por tus clases de historia sabrías que en todo continente del Mundo Digital hay dos portales...-

-Sí, sí.- la interrumpió Queenchessmon.- Uno al Dark Area y otro a Witchelny. - La diosa sonrío al comprobar que sabía de lo que le estaba hablando.- Sin embargo no pensé que eso se extendiera a las tres lunas.-

-Lo cierto es que el de Witchelny no he localizado su ubicación, al menos aún. - admitió la diosa. -Sospecho que se encuentra en otra luna y que se considera a los tres astros como un único territorio.-

-Ello significa que os dirigimos al Dark Area, ¿cierto?-

Dianamon asintió. Queenchessmon, para su sorpresa, no se encontraba asustada. A diferencia de otras de sus cazadoras, la princesa no parecía mostrar apuro en adentrarse en aquella inhóspita región desconocida para la mayor parte de los digimon.

-Nos dirigimos al no tan conocido bosque negro. Es la parte del Dark Area que comunica con esta luna. Se trata de una amplia región boscosa habitada por digimon virus, la mayor parte de niveles champion. Es posible que encontremos a sus crías o algún peligroso digimon perfect. No te dejes engañar: los digimon allí son más feroces que los del continente.-

-¿Has explorado a fondo el área?-

-He realizado por mi cuenta varias expediciones bastante exhaustivas pero nunca he abandonado el bosque.- explicó la diosa.- Un par de veces me he topado con la zona limítrofe, pero no me atreví a adentrarme en aquellas cuevas sin el equipo adecuado.-

Sin mayor dilación Dianamon realizó los preparativos necesarios para abrir el portal. Queenchessmon observó cómo presionaba aquí y allá hasta que se materializó un vórtice. Era de tonalidad verde pistacho y se iba oscureciendo conforme uno focalizaba en el centro, de un negro azabache que impedía vislumbrar hacia dónde los conduciría.

Dianamon entró sin pensárselo dos veces: estaba acostumbrada a realizar aquella travesía. Queenchessmon, sumida en una extraña sensación mezcla de la curiosidad y el miedo a lo desconocido, avanzó por el portal siguiendo a su mentora. Un escalofrío recorrió su espina dorsal mientras cruzaba. Y cuando abrió los ojos, la oscuridad había desaparecido y se encontraba en medio de la floresta.

El portal se había desvanecido y a su alrededor solo había enormes árboles de tronco mustio. Sin embargo, sus copas conservaban paradójicamente todas las hojas y cubrían la posible luz que pudiera emanar del exterior. El suelo estaba cubierto de una espesa maleza, desigual aunque nunca superaba la altura de sus rodillas. De vez en cuando asomaba alguna flor exótica, mas Queenchessmon no se atrevió a tocarla por miedo a que fuera tóxica. Preguntó a Dianamon sobre sus exploraciones y la diosa no tuvo reparo en admitir que se había ocupado más de la fauna que de la flora.

-La verdad es que siempre he querido detenerme a examinar las plantas, pero mis temores acerca de su toxicidad parecen haber sido confirmados por los habitantes de la zona: no he visto a ninguno alimentarse de ella.- explicó la olímpica.- Si te das cuenta, tampoco parece haber fruto alguno en estos árboles, o al menos en las ramas accesibles a nuestras vistas.-

-Ante que digimon nos vamos a encontrar pues.- inquirió la princesa.

-La fauna es variada y creo que no he llegado a encontrarme con todas las especies que habitan estos lares… Todos ellos son digimon oscuros, por lo que pertenecen a los Nightmare Soldiers. Muchos de ellos parecen haberse adaptado al medio y haber desarrollado nuevos atributos. La inmensa mayoría son de nivel Champion y no conservan raciocinio alguno: aquí se rige la ley del más fuerte.-

-Con ese nivel no presentarán peligro alguno para nosotras.-

-Al contrario: son mucho más fuertes que los champion corrientes. También más agresivos. No dudarán en atacarnos cuando detecten nuestra presencia.-

A Queenchessmon todo aquello le parecería una misión suicida de no haber sido por la expresión de plena serenidad que Dianamon profesaba. Parecía haber acometido aquella expedición miles de veces y si yendo ella sola no había sufrido ningún percance, yendo ellas dos sería más seguro si cabe.

Continuaron avanzando en línea recta, sin separarse mucho la una de la otra. Dianamon iba en cabeza, mientras que Queenchessmon cubría la retaguardia. Oían rugidos o ramas que crujían cerca, más no había signos de ningún digimon cerca.

-Lo más probable es que los ruidos de las ramas sean de Picodevimon. Se esconden de los depredadores terrestres en las ramas altas. Algunos de ellos, por no decir solo lo más afortunados, evolucionan a Pipismon. Aun así son los digimon más amables que puedes encontrar aquí- matizó la diosa.

-Pensé que su hábitat sería una cueva.-

-Eso creía yo también. Seguramente hayan sido expulsados por otro digimon de la misma. Al principio pensé que un grupo se había extraviado, pero dado el volumen de su población, descarté aquella idea.-

No tardaron en divisar a los murciélagos, quienes parecían ir en busca de alimento. Dianamon sacó su arco y mientras apuntaba, dijo:

-Los Pipismon son frutifagos. Suelen ser inofensivos, aunque algunos han desarrollado hábitos carnívoros ante la ausencia de comida. Es bastante difícil acertarlos cuando se ocultan entre las ramas altas.-

Tensó el arco con la flecha ya cargada. Salió disparada como un halo de luz que, fugaz, impactó en el cuerpecillo del murciélago. El inofensivo digimon quedó clavado en el árbol antes de desvanecerse en forma de datos. El resto de murciélagos revolotearon hacia arriba en dirección a los árboles, tal y como Dianamon había explicado. La diosa volvió a repetir el proceso. Acertó a uno entre el confuso grupo. Los murciélagos procedieron a dispersarse. Hirió a otro en el ala, pero siguió volando hasta perderse por entre los árboles.

-Mierda.- exclamó la olímpica.- Es lo malo de estos bichos, siempre salen huyendo.-

-Esto es más divertido que practicar en los campos de tiro, supongo.-

-Deberías haberlo probado. Tu puntería ha mejorado bastante.-

-No con el arco, pero si con la daga.-

-Cuando haya algún digimon de estas características cerca, lánzasela. Pero te advierto que solo tendrás una oportunidad de acertarse.-

Prosiguieron avanzando en línea recta sin novedad alguna. Dianamon distinguió a lo lejos el zumbido de un insecto, pero lo más probable es que estuviera escondido desde la maleza.

-¿Un Flymon?- preguntó la princesa.

-Suelen preferir otro tipo de clima. Además no podrían moverse con libertad en este hábitat donde formar una colmena. Es muy difícil verlos en solitario.- corrigió Dianamon. – Ahora gira a la derecha, creo que estamos cerca del riachuelo.-

Siguió las indicaciones de la diosa. No tardaron en oír el agua correr. Con aquella penumbra nocturna Queenchessmon sentía como sus oídos se agudizaban. El libro de las cazadoras hablaba de ello, aunque ella como las Crescemon no podía mover sus orejas para aumentar su capacidad auditiva.

Se internaron entre la maleza con cuidado escondiéndose detrás de unas zarzas. Dianamon le indicó que guardara silencio: alguien se estaba acercando.

Observaron la figura de una especie de oso, quien se acercaba a beber agua. Conforme se acercaba pudieron distinguir una tonalidad de piel morado oscuro que se reflejaba en el agua a pesar de la penumbra. A Queenchessmon le resultó curioso ver como bebía con aquel tuvo conectado a su boca.

-Se trata de Porcupamon. Son una especie casi extinta, no se peuden encontrar fuera del Dark Area.-

-¿Tu labor de caza tiene algo que ver con su extinción?-

-Puede.- admitió Dianamon.- En un principio suponían una amenaza en ciertos ecosistemas y luego pues, creo que nos pasamos. Aunque su emigración a esta zona fue natural: creo que esta es su verdadero hábitat.- De repente Porcupamon se desvaneció ante sus ojos al igual que el Pipismon lo había hecho momentos antes.

-¿Cómo has lanzado una flecha sin que yo me diera cuenta?- inquirió la princesa, anonadada por la maestría de su mentira.

-Yo no he sido.- hizo una breve pausa, reflexionando sobre lo que acababa de acontecer.- el ataque ha debido de venir desde la retaguardia de Procupamon, sino lo hubiéramos visto. Y el agresor debe de estar oculto entre los árboles de más allá del arroyo. –

Dianamon tensó el arco. Hizo una seña a Queenchessmon para que se pusiera en guardia. Ésta agarró su maza con fuerza. La diosa contó hasta tres lo suficientemente alto como para que Queenchessmon la oyera y, una vez terminó la cuenta atrás lanzó la flecha en línea recta por donde Porcupamon había estado.

En un principio no pasó nada, lo cual extraño a ambas: el ataque, aunque no certero, debía de haber alterado al digimon. Dianamon repitió el proceso una vez más, alterando levemente la trayectoria de la flecha. Entonces comenzaron a oír pasos en su dirección. La diosa cargó otra flecha pero no se decidió a lanzarla hasta que tuviera el enemigo a tiro.

Antes de que pudieran hacer una gran esfera de energía oscura salió proferida directa hacia ellas. Ambas rodaron rápidamente por el suelo para evitar el ataque. Aquella mortífera técnica arrasó con los árboles que antes las ocultaban y los que los seguían.

Dianamon tensó el arco desde el suelo. Queenchessmon aún sostenía su daga, lista para lanzarla. Tal y como había leído en el libro de adiestramiento, se mantuvo quieta y fingió estar malherida. Eso les daría algo de factor sorpresa cuando se acercara.

Sin embargo, aquel ser desconocido se mantuvo quieto, impasible. Profirió otra esfera de energía en la misma dirección, como para asegurarse de que no había trampas. Entonces, para que le oyeran, grito:

-No esperaba que los olímpicos mandaran cazarme tan pronto.-

Entonces Dianamon sintió un escalofrío: parecía haberse topado con alguien de su pasado.