Tras una larga espera, da gusto recuperar el tiempo perdido. Tengo muchos capítulos empezados, mas las musas son egoístas y no me dejan darle un final apropiado a ninguno. Intentaré tener un capítulo cada 3 semanas o mensual. ¿Lo conseguiré? Yggrasil proveerá. Dicho esto, sin más dilación, un capítulo interesante que retoma nuevas dinámicas:
Capítulo 33: Cadena de favores
El agresor inesperado se acercó paulatinamente, sin miedo a ser visto u atacado por sorpresa. Para alivio de Dianamon, no se trataba de quien había pensado en primer lugar. Tenía aspecto híbrido, similar a un centauro. Desde su posición solo podía apreciar sus portentosas patas grises, con afiladas uñas y extraños símbolos dorados, así como su pelaje purpúreo.
Conforme se fue aproximando, los detalles se hicieron más claros. Presentaba una apariencia más quimérica que la que había observado inicialmente. Contaba con una segunda boca, la cual había proferido la esfera de energía que los había atacado. Sus garras eran como hélices y amenazaban con cortar cualquier oponente que se encontrara a su paso. Contaba también con dos alas, las cual batía para apartar los escombros y maleza, además de tratar de desviar la trayectoria de las posibles flechas de la olímpica.
Cuando se encontró lo suficientemente cerca, se inclinó para observar a la olímpica. Se trataba de un Gulfmon. Tenía otra esfera preparada para disparar. Acarició su cuello con sus garras, no con intención de hacerla daño, sino de generar tensión. Parecía que le gustaba jugar con sus víctimas y ese era el peor error que cualquier cazador podría cometer.
-No sabía que Mercurymon después de liberarme había mandado a la caballería.- comentó, entretenido. Queenchessmon escuchaba atenta, sin entender ni una palabra. Dianamon pronto ató cabos. Debía haber escapado de Prision Land con la incursión de sus hermanos. Para su sorpresa, la esfera salió disparada hacia la princesa, quien lanzó la daga mientras rodaba para evitar el impacto. El cuchillo se clavó sobre el lomo del agresor, el cual ni se inmutó. Se arrancó el puñal con su garra y lo lanzó entre la maleza.
Queenchessmon se reincorporó, dispuesta a adoptar una pose más defensiva. Ya habían perdido ambos el factor sorpresa. Dianamon seguía tendida con el arco preparado. Apuntaba al digimon oscuro casi abocajarro, mas, de nuevo, no parecía inmutarse. Finalmente, la olímpica lanzó su flecha. La cual dio en el blanco. El híbrido la agarró entonces del cuello con fuera, levantándola. Centro su atención en ella, lo cual dio la oportunidad a la princesa de aproximarse. Su contrincante comenzó a batir sus alas con fuerza, ralentizándola.
Dianamon lanzó una mirada furtiva a su aprendiz. Esperaba que hubiera leído los capítulos sobre la caza en equipo y las tácticas combinadas de las cazadoras. No quería un combate caótico o que la estorbara. Empleó sus poderes para iluminar las lunas de sus piernas, cegando momentáneamente tanto a su adversario como a su propia compañera. Ambos comenzaron a sentirse ciertamente somnolientos. Aquella distracción dio tiempo a Dianamon para cargar otra fecha, esta vez helada. El disparo impactó sobre el brazo del asaltante, reduciendo su fuerza hasta finalmente liberarla.
Gulfmon giró sobre sí mismo golpeando con sus alas tanto a la princesa como a la olímpica, derribándolas. Entonces, desde su segunda boca, proferió un irritante y agudo gemido que las mantuvo inertes en el suelo, incapaces de incorporarse. Parecía que el virus estaba analizando el terreno para no llevarse más sorpresas: que tolerara bien el dolor no significaba que sus ataques no hubieran sufrido efecto alguno.
Queenchessmon se encontraba aturdida aun por el efecto del ataque de su compañera. Recordaba haber leído en el dichoso manual como el resto de las cazadoras adoptaban una pose defensiva con la cabeza baja cuando la olímpica ejecutaba dicho movimiento, mas nunca lo había vislumbrado, ¿cómo podría haberlo sabido? La princesa detectó cómo la segunda boca de Gulfmon también bostezaba, produciendo una pequeña esfera de energía oscura que, conforme se cerraba, se desvanecía. Parecía que la técnica de la diosa había inutilizado dicho ataque, al menos temporalmente.
Buscó la mirada cómplice de su maestra. No la obtuvo. Se encontraba demasiado ocupada peleando contra el virus. Empleaba sus arcos a modo de lanza para contrarrestar los zarpazos que Gulfmon profería. Sin duda sus garras eran afiladas como cuchillas. A aquella distancia y con el frenesí de la batalla no podía detenerse en lanzar una flecha, por muy rápido que las cargara. Lo cierto es que solo había podido hacerlo anteriormente porque su atacante estaba jugando con ellas. Si hubiera querido ser eficiente, Gulfmon ya las habría matado.
Se preguntó si Gulfmon se había olvidado de ella. Lo dudaba. Aquello sería un insulto. Sin embargo, debía ser precavida antes de reincorporarse a la batalla. Sus reflejos aún no se encontraban al cien por cien. Además, un movimiento brusco podría distraer a Dianamon en lugar de ayudarla. Admiraba las habilidades de la olímpica. Mantenía a raya a un enemigo que la superaba en tamaño y que parecía conocer el terreno mejor que ella. Y encima sin ayuda.
La princesa avanzó gateando, aproximándose sin ser vista. Localizó entre la maleza la daga que había perdido. La guardó en su sitio. Seguramente le sirviera de ayuda en el futuro a pesar de la poca eficacia contra Gulfmon, quien no se había inmutado cuando se lo clavó. Alzó la vista de nuevo hacia la batalla. Gulfmon se encontraba dándole la espalda. Dianamon la lanzó por fin una mirada furtiva, mas no la indicó qué debía hacer. Simplemente se percató por fin de su presencia. Rápidamente desvió la vista hacia su enemigo, quien la estaba arrinconando, forzándola a ir hacia atrás hasta chocarse con un árbol. La olímpica se pregunto si ese era el plan de su enemigo: ganar tiempo hasta que su boca pudiera lanzar un nuevo ataque y aprovechar la proximidad para rematarla.
Antes de que Gulfmon pudiera ejecutar otro movimiento, Queenchessmon se lanzó contra él. Maza en mano y como una amazona experta, propinó un gran salto y golpeó las alas del demonio para que le hicieran un hueco y pudiera montarlo. Gulfmon no evitar desviar la vista, dando cierta ventaja a la olímpica, quien se desvió hacia un lado. La diosa consideraba imprudente la acción de la princesa, sin embargo, le había dado una ventaja inesperada.
-¿Qué pretendes?- inquirió el virus claramente molesto. Queenchessmon le devolvió una sonrisa pícara en lo que trataba de esquivar un zarpazo. Gulfmon intentó golpearla con sus alas, mas no atinaba el ángulo correcto. Era de mucho menor tamaño que él y sumamente escurridiza. Además, no podía desviar la vista de Dianamon, quien ya se había zafado de él y buscaba contraatacar.
Dianamon valoraba qué movimiento debía ejecutar. Podía realizar un ataque más explosivo, sin embargo, no quería dañar a su nueva pupila, y mucho menos después de haberla salvado tras verse acorralada. Se encontraba anonadada por las cualidades de la princesa en un combate real. El enfrentamiento de exhibición la había mostrado que tenía algo especial, mas no se esperaba su valentía frente a alguien tan intimidante como Gulfmon. Mientras corría, la diosa lanzó un par de flechas de energía oscura. Estas impactaron sobre las alas y la espalda del virus, quien se encontraba girado mirando a la princesa.
El virus, por la adrenalina, reaccionó rápido y de un fuerte manotazo derribó a Queenchessmon, quien dejó de cabalgarlo. Entonces cargo contra Dianamon, pero esta se encontraba a la distancia suficiente como para poder esquivar el ataque. Propinó un tremendo salto y se encaramó a la rama de un árbol. Antes de que quebrara, giró sobre ella hasta acaba por encima de Gulfmon, montándolo tal y como acababa de hacer su pupila. La olímpica se acordó de los viejos tiempos. No era la primera vez que montaba a un digimon oscuro mientras cazaba. Hacia tiempo que no tenía oponentes temibles y la mayoría de sus cacerías eran por ocio, entretenimiento. Abandonó aquellos pensamientos rápidamente: no quería distraerse.
Era sorprendente la estamina del demonio, quien aguantaba los golpes que ambas contendientes le propinaban sin mostrar una pizca de dolor. Gulfmon sacudía sus alas con fuerza, tratando de derribar a Dianamon, quien se agarraba con fuerza a los cuernos del demonio. Queenchessmon se había reincorporado y atacaba desde la retaguardia, con cuidado de que el virus no se girara y atacara con una de sus bocas. En su frenesí, el híbrido no atinaba con los rayos de energía que profería desde sus garras, causando solo destrucción en el bosque. La caída de un par de árboles desveló la posición de unos Soundbirdmon, los cuales huyeron volando antes de verse envueltos en el enfrentamiento.
El aleteo de los habitantes del bosque distrajo a Gulfmon, lo que dio tiempo a la diosa para lanzar una mirada cómplice a su pupila. Le hizo una seña, que indicaba el número tres. A continuación, cambio sus dedos para marcar un cuatro. Queenchessmon pensó a que se refería. Entonces se dio cuenta: capítulo treinta y cuatro del manual de las cazadoras "ataques combinados: cómo ejecutarlos y como esquivarlos exitosamente". Recordaba haber leído el capítulo: resultaba un de los más apasionantes antes de perder el interés tras el capítulo cuarenta y dos. Trató de hacer memoria sobre lo que decía el libro. Un pasaje hablaba de cómo las Crescemon derribaban a los enemigos apuntando a sus pies para que otras de sus compañeras lo remataran. Se preguntó si Dianamon quería que realizaran aquella táctica.
Con aquella idea en mente, se preparó para ejecutarla. Sus habilidades eran distintas a las otras discípulas de la olímpica, sin embargo, confiaba plenamente en que ella era más poderosa. Rodó por el suelo para evitar ser golpeada por la gigantesca ala de Gulfmon y se posicionó a un lado. Siguiendo los consejos del manual, giró sobre sí misma y propinó un tremendo golpe con su maza a las patas derechas de su contrincante. El digimon oscuro perdió el equilibrio, deslizándose hasta caer al suelo.
Mientras su improvisada montura caía, Dianamon propinó un ágil salto. Desde el aire, como si fuera un movimiento perfectamente coreografiado, cargó su arco con una gigantesca flecha helada. El impacto fue certero y el proyectil aterrizó en el lomo de Gulfmon, quien no pudo evitar el ataque. La olímpica aterrizó y cargó un par de flechas más, con idéntico resultado. Los impactos repetidos sobre el cuerpo de Gulfmon hicieron que sangrara desmedidamente. Por fín soltó un grito de dolor mientras se consumía en datos. Pronto se desvaneció por completo, dejando consigo un digitama y un extraño artefacto cuadrangular.
Tanto la diosa como la princesa se acercaron. Sin mayor dilación, la olímpica destruyó el digitama. Queenchessmon la miró con severidad.
-No queremos que se reencarne.- aseguró Dianamon. Su pupila asintió. Se preguntó si haría lo mismo con todo lo que cazaba. A continuación ambas examinaron el objeto que había dejado Gulfmon tras fallecer. -Es un código corona.-
-Me pregunto a qué zona pertenecerá.-
-Solo hay una forma de averiguarlo.- Dianamon lo activó para que se abriera un portal hacia la zona a la que pertenecía. -No te preocupes, podemos volver a la luna usando su código corona. Lo he traído conmigo.- sonrió de forma tranquilizadora.
Ante aquella clarificación, cruzaron sin miedo el portal. Aterrizaron en una zona vacía, cubierta por una densa niebla. Parecían encontrarse en el centro de una sala, dentro de un amplio edificio, de techos altos y fuertes paredes que se divisaban desde lejos.
-Esto me suena de la última reunión con Mercurymon…- admitió Dianamon. Incluso el propio Gulfmon había mencionado al olímpico al principio de su encuentro. -Debe de tratarse de Prision Land.-
-Nunca he oído a hablar de este sitio…-
-Está abandonado desde hace mucho tiempo. Es una cárcel anterior a nuestro reinado.- Queenchessmon se dispuso a hacer más preguntas, mas su maestra la detuvo.- Suficiente por hoy.- sentenció mientras sacaba su propio código corona. -Debemos descansar tras este duro enfrentamiento y deberían echarte un ojo las enfermeras. Ese hombro no tiene buena pinta.-
Antes de que la princesa pudiera protestar un nuevo portal se abrió, el cual les condujo hasta el patio donde Queenchessmon había contemplado a su enemiga Ophanimon. Aquel recuerdo le trajo mala sangre. Dianamon notó como el humor de su aprendiza empeoraba. Sin embargo, supuso que era por no dejarla inspeccionar Prision Land. Sin mayor dilación la condujo a la enfermería, donde unas atentas Lunamon comenzaron a examinarla.
-Nos veremos mañana para proseguir con tu entrenamiento habitual. Algo mucho menos movidito y más controlado.- La diosa se despidió dejando a Queenchessmon en buenas manos. Tenía algo urgente que hacer antes de retirarse a descansar.
[…]
Los golpes en el pórtico resonaron por todo el palacio de los espejos y no tardaron en despertar a Sirenmon. Se había ido a dormir pronto por el tedio y había descansado sin problema hasta ser interrumpida por semejante ruido a intempestivas horas. Aun así, se despertó con júbilo, deseosa de tener algo de novedad. Salvo la visita de Venusmon, no había acontecido nada interesante y Mercurymon no la dejaba abandonar el palacio "por su propio bien". El aburrimiento la había invadido y si bien por supuesto aquello era mucho mejor que estar cautiva, por lo menos en su cautiverio no se enteraba de lo aburrida y sola que se encontraba.
Abrió la puerta de su habitación con cautela y se deslizó aleteando sigilosamente. Bajo un piso guiada por el intercambio de voces que resonaban desde la planta baja. Descendió la primera parte de la escalinata hasta llegar al segundo piso. Se acercó a la barandilla y se escondió tras una columna. No quería ser descubierta espiando. Tampoco creía que la fuera a pasar nada, pero prefería ahorrarse una reprimenda de Mercurymon. Afinó el oído tratado de distinguir qué decían. Sentía tentación de asomar la cabeza para ver de quien se trataba, mas no se atrevía por el momento por miedo a ser descubierta.
-Si has venido hasta aquí a estas horas debe de tratarse de algo urgente.- Sirenmon reconoció la voz de Mercurymon. Se alegró de haber captado el inicio de la conversación: había llegado justo a tiempo.
-Digamos que he tenido un encuentro inesperado y traigo algo que te interesa.- Sirenmon rodó los ojos. Aquella voz femenina le resultaba familiar, mas no lograba identificarla. Hacia mucho tiempo que no la oía.
-¿Qué clase de encuentro?- El ave notó dudas en la voz del dios. El olímpico parecía algo nervioso. Quizá extrañado por las aseveraciones de su visita.
-¿Te suena de algo Gulfmon?- Mercurymon tragó saliva.- Digamos que ya no es una amenaza.-
-¿Cómo es posible?- El tono de Mercurymon delataba la mayor de las sorpresas.
-¿Qué ocurrió en Prision Land?- la voz femenina denotó autoridad en su tono. Esperaba una respuesta firme y directa. Sirenmon, curiosa, no pudo resistir la tentación y asomó la cabeza rápidamente. No tardó en reconocer la armadura blanca en forma de luna. Se trataba de Dianamon. La olímpica pudo distinguir a alguien desde su posición, sin embargo, no pudo vislumbrar quien se encontraba detrás de la columna. -¿Hay alguien más en el castillo Mercurymon?-
-Será alguno de mis Sepikmon.- respondió con agilidad Mercurymon.- En cuanto a lo de Prision Land…- cambió de tema el olímpico. -La expedición fue exitosa hasta el ataque de Gulfmon, guardián del código corona.-
-Te refieres a esto.- dijo Dianamon mientras extraía de su bolsillo el susodicho objeto.-
-¿Cómo…?-
-Te he dicho que Gulfmon no sería un problema.-
-Nosotros no pudimos derrotarlo aunque forzamos su huída… Había mandado a mis mensajeros localizarlo.-
-Mis cazadoras y yo somos más eficaces de lo que piensas.-
Hubo un incómodo silencio. Sirenmon seguía escuchando. No entendía nada. Se preguntó, sin embargo, si debería seguir escuchando o retirarse antes de ser descubierta. Se decidió por lo primero. Al fin y al cabo, podría descubrir más misterios que envolvían a su pasado y descubrir los planes que escondía su anfitrión. Incluso se le pasó por la cabeza negociar con Venusmon cierto intercambio de información la próxima vez que la viera. Estaba claro que le resultaba de utilidad a la diosa y así ella podría sacar algo de provecho a cambio.
-Como comprenderás, de momento yo custodiaré el Código Corona, al menos hasta que se establezca orden en nuestra próxima reunión.- continuó Dianamon.
-Como gustes.-
-Sin embargo, tengo un trato que ofrecerte.-
-Soy todo oídos.-
-Podría entregarte el código corona y hacer que ganes todo el mérito. Podrías decir que tú y tus mensajeros localizasteis a Gulfmon y acabasteis con él.-
-¿Qué querrás a cambio?-
-Quiero que apoyes a Ceresmon cuando pida un nuevo territorio para ella.- La mención de su madre hizo que Sirenmon se estremeciera. Ansiaba verla. Era su mayor deseo. Siempre había tenido una relación mucho más estrecha con ella que con su padre o su hermana mayor. La había apoyado en todo. Sospechaba que por ella el cautiverio había sido su destino. Sin embargo, se lo perdonaría todo en caso de que esa fuera la respuesta.
-¿Sólo eso?-
-Sí, sólo eso. Un favor por un favor. Además, limaremos asperezas entre nosotros.-
-Eso es lo que quieres, ¿limar asperezas con Ceresmon?- Sirennmon detectó cierto recelo en el tono de Mercurymon. Dianamon no pareció ceder ante la presión del dios.
-En efecto. En el pasado hemos tenido ciertos desacuerdos… pero es familia y me alegro mucho tenerla de vuelta…-
-Quién te ha visto y quien te ve…-
-Solo espero… proceder de la forma más pacífica y diplomática posible.-
-Sabes que eso no siempre es posible.- hizo una pausa dramática.- Agradezco mucho tu entereza a pesar de tu amistad con Cherubimon.-
-Me gustaría que recibiera un trato amable cuando… ocurra lo que tenga que ocurrir.-
-¿No has pensado en advertirle?-
-Me había propuesto negociar con él, que se apartara discretamente del gobierno. Pero esa idea pensaba proponerla en la próxima reunión, una vez supiera cuál va a ser nuestro próximo objetivo.-
-Ahora mismo estamos en negociaciones con Seraphimon.-
-¿Estamos?-
-Venusmon se está encargando de ello.- Aquella mención directa a su salvadora puso en alerta a Sirenmon. Se preguntó si su rescate se encontraba dentro de esas negociaciones.
-Venusmon se está encargando de muchas cosas… demasiadas…-
-¿Celosa?-
-Más bien preocupada.- negó Dianamon. -Sabes que ella siempre ha sido bastante egoísta.-
-Y eficaz para lo que quiere.-
-Solo cuando a ella le interesa.-
Hubo de nuevo otro incómodo silencio. Sirenmon se preguntó por qué Mercurymon defendía a Venusmon, qué otros secretos se traían entre manos. No habían dado muchas pistas con su conversación. Sin embargo, parecía que a ninguno le interesaba continuar la discusión sobre la olímpica.
-¿Entonces hemos llegado a un acuerdo?-
-Por supuesto. Aquí tienes.- Sirenmon supuso que el intercambio se había efectuado.-Solo te pido una cosa. Por favor, no ataquéis a Cherubimon sin consultarlo antes en la reunión.-
-No tienes nada de lo que preocuparte.- aseguró el olímpico.
-¿Cuándo será?-
-¿La reunión? Hay que asegurar un par de cosas antes de ello…-
-Entiendo que nada que deba saber por el momento.-
-Si te doy un voto de confianza, Minervamon y Venusmon están fuera. Esperaremos a que vuelvan.-
-De acuerdo. No tengo nada que decir, así que buenas noches. Me alegro de que esta visita haya sido satisfactoria para ambos.-
Sirenmon oyó como se abría el pórtico y decidió que era el momento de retirarse. Sin embargo, antes de que pudiera subir la escalinata, Mercurymon apareció ante ella de un salto. El ave no pudo evitar sobresaltarse ante la agilidad del dios.
-¿Disfrutando de la escucha?-
-Me despertaron los golpes y no pude evitar bajar a echar un vistazo. Pensé que quizás necesitabas algo de ayuda.-
-No te hagas la inocente.- Mercurymon sonrió.- Aún así entiendo que buscarás algo de emoción. He estado ocupado. Lamento no haberte proporcionado más entretenimiento o atención necesaria.-
-Veo que tienes el código corona. – observó la sirena. Lo cierto era que con las prisas parecía que Mercurymon aún no lo había guardado.
-En efecto.-
-¿Qué vas a hacer con él?-
-Guardarlo con recelo por supuesto. No queremos que caiga en malas manos y mucho menos después del esfuerzo que le habrá costado a Dianamon conseguirlo.-
-¿Tan buen contendiente era Gulfmon?-
-Digamos que nos pilló con la guardia baja y conocía mejor el terreno.-
-Entiendo…-
-Deberíamos retirarnos a descansar.- cambió de tema el olímpico. -Podría sacarte mañana de excursión. Como ya has oído no habrá reunión hasta que no vuelvan Minervamon y Venusmon.-
-Sería estupendo. ¿Dónde planeas llevarme?-
-Podríamos ir a Prision Land. Me gustaría inspeccionarlo más a fondo ahora que no hay peligros y podemos desplazarnos cómodamente a la zona. Podrías serme de ayuda.-
-De acuerdo.- cedió Sirenmon. Tampoco tenía nada mejor que hacer y siempre le había gustado viajar. Una cárcel no era su destino soñado, mas era posible que las ruinas le interesaran. Se trataba un lugar arcaico, anterior al gobierno de los olímpicos, por lo que la historia del lugar podría resultar fascinante.
Sin mayor dilación, Mercurymon la acompañó a sus dependencias. Era momento de retirarse a descansar antes de la excursión que acontecería al día siguiente.
Espero que hayan disfrutado del capítulo de hoy. Como siempre me gustaría saber su opinión sobre qué pasará a continuación. Narrar desde el punto de vista de Sirenmon se me hizo sumamente interesante, sobre todo porque irá cobrando algo más de relevancia en la historia. Nos leemos pronto. Un saludo.
