-Bra?- era su madre quien le hablaba
Pero Bra no la oía. Alguien la había acompañado al interior de palacio, alguien le había enseñado una silla para sentarse, y alguien estaba hablando, pero poco le importaba ese alguien.
Le había lanzado un rayo de ki… se encontraba sentada, con la vista fija en una silla. Un ki.. quería matarla? Estaba claro que sí. O había fallado apropósito, como en los entrenamientos?
Pero… que hacía en el bando de los insurrectos? Qué acababa de pasar?
Palacio permanecía en silencio. Todos acababan de ver al joven que en su día salvó al pueblo sayian, luchando codo con codo con los rebeldes. E intentando matar a la princesa…
Bra notaba su corazón golpeando contra su pecho, podía sentir el bombeo de sangre a su cuerpo. … pero que acababa de pasar?
Se levantó. Notó todos los ojos de la sala principal de palacio clavados en ella. Era posible que las respiraciones se oyesen?
- como está Shark?- solo dijo eso. No quería que nadie la mirara así, no quería que nadie la viera así, no quería que nadie le hablase de lo que acababa de pasar.
- estoy bien, me he tomado una alubia mágica, creo que se llama- le contestó Shark desde un rincón, después de darse por aludido. Ni siquiera se giró a mirarlo, y comprobar si era verdad. Bra empezó a andar hacia su habitación. Y por mucho que incomodara, todos los ojos seguían fijos en ella.
-Bra…- otra vez su madre. Pero lo que Bra no vió fue como un brazo de su padre la mandaba a callar.
Cuantos escalones había en palacio? Un día debía contarlos… Abrió la puerta de su habitación. Vaya, ya había llegado… que rápido puedes ir aunque no sepas ni que estas andando; sus pies la acompañaron por inercia. Cama? Demasiado cómoda, no se la merecía. Balcón? Vistas demasiado bonitas. Y sin darse cuenta se encontró sentada en el suelo, a los pies de su enorme cama, con las rodillas encogidas; se sentía tan pequeña, tan vulnerable. A… él… Su respiración se aceleró, notaba como le costaba coger el aire pero por muy deprisa que inspirase seguía faltándole. Al mismo tiempo las lágrimas recorrieron su cara. Sus latidos aumentaron, su respiración era irregular, y por su mente solo pasaba la imagen de Él mirándola, impasible y sereno, ordenandole que se quedara quieta… y disparándole.
-Bra!- era su padre quien había subido- tranquilízate. Bra, respira más despacio, Bra! Despacio
-pero que…?- más voces procedentes de la puerta.
Alguien más había entrado en la habitación, pero Bra no supo quién era. Notó como la habitación se movía, dando vueltas, y como el ambiente se volvía más frío (o era ella que estaba sudando), todo se volvió negro.. y nada más recordó.
…
- hay que decírselo- esa voz era de su abuela. Bra la oía lejana, aunque era consciente que debía estar a su lado
-no- su padre, tan tajante como siempre
- Vegeta, no puede seguir así
- no he dicho, es mi hija y...- pero no acabó la frase
- que debéis decirme?- Bra había abierto los ojos, y al tomar consciencia de la situación supo que estaban hablando de ella.
- nada princesa- era su padre quien se acercó a la cama- cómo estás?
- bien- siguió Bra- pero que es lo que tienes que decirme- quería saberlo.
- nada- zanjó Vegeta la discusión
- has estado un día entero en cama- era su abuela- Hola cariño
- Hola abuela!- a su llegada ni siquiera supo si la había visto; espera, un día había dicho?...
- Descansa un poco más, ahora es de noche, duerme hasta mañana- indicó su padre, quien se dirigió a la puerta y la cerró tras de sí cuando la reina salió.
Un día… Bra se encontró sola en esa enorme habitación, pero tampoco quería compañía. Se giró sobre el lado izquierdo y se volvió a dormir antes de que más pensamientos cruzaran por su cabeza.
Sueños en los que era atacada por un hombre misterioso en los que solo reconocía unos ojos verdes se repitieron durante toda la noche, pero esos ojos verdes ya no eran cálidos para ella.
- buenos días, cariño!- gritó una voz en su habitación. Sin abrir los ojos sabía que se trataba de su madre. Y después de depositar un suave beso en la frente de su hija se marchó, no sin antes indicar- pégate una ducha y baja que te están esperando, no creas que te quedarás aquí escondiéndote
Por qué era tan directa a veces? Además, aunque hubiese dormido dos días, seguía cansada. Acaso no podía quedarse en su habitación, donde nadie la molestaría e intentando borrar o al menos asumir lo ocurrido? Eso no era huir… era permanecer tranquila. Definitivamente no saldría. Se dio otra vez la vuelta y se tapó con las sábanas. Esta vez el sueño eran ojos verdes, muchos ojos verdes fríos y sombríos, entre los cuales destacaban unos que la miraban con descaro y divertidos, pero luego notaba un rayo de ki atravesándole el pecho. El despertar fue brusco. Tragó saliva e intentó controlar su respiración para calmar la pesadilla.
Notó como las sábanas se le escurrían. Pero qué..?
-Ehhh!- gritó Bra. A los pies de su cama se encontraba Pan, erguida y con cara de enfadada
- sal de ahí ahora mismo y afronta tus problemas- le inquirió con voz directa, ordenandole, y sin más se marchó
Tenía razón? metida allí solo daba vueltas a lo mismo y seguía haciendo lo mismo que en el Tierra, torturarse. Pero cada vez que se decidía a salir de debajo de las sábanas, el recuerdo de él disparándole le volvía a la mente… él… a ella… tanto la odiaba? La verdad es que tenía motivos.
Era ella la que se había ido, ella lo había abandonado, él lo habría dejado todo por ella, es más, él se jugó la vida de su madre por ella, y ella se había ido como una sucia rata, incapaz de afrontar a su padre. Ya no veía tan mal que la odiase tanto. Nuevas lágrimas amenazaban con escapar. Se odiaba, cada vez que lo pensaba, más se odiaba. Había sido una cobarde, se había ido, sin siquiera decirle adiós. Creía que sería más fácil al no verlo más y así poder seguir su vida en la tierra, pero no había acertado. Si, nuevas lágrimas resbalaban por su cara.
Bra habría jurado que cuando lo miró a los ojos, el día de su llegada, pudo notar como sus tripas también se removían, después de tanto tiempo sin verla. Pero después le ordenó que no se moviera y un rayo de ki salió de su mano.
Y Bra seguía incapaz de culparlo, incapaz de enfadarse con él, incapaz de al verlo de frente lanzarle un rayo de ki. Era culpa suya, ella lo había abandonado, ella se había largado y si ahora era infeliz era por su culpa, ella solita había renunciado al hombre de su vida, y ahora que volvió a verlo, seguía más convencida que antes, que era él.
Az… seguía sin poder pensar el nombre. Con su nombre venían de acompañante los suspiros que se le escapaban a ella cuando estuvieron juntos.
Otra vez volvía el nudo en su garganta. Si respiraba acabaría llorando de nuevo pero ese nudo era inaguantable.
-Bra…- era su abuela
No pudo más, las lágrimas se escaparon, otra vez, de sus ojos. Otra vez los nervios y la impotencia habían podido con ella. Por qué era tan débil?
Un abrazo de su abuela incrementó su llanto. Nunca antes, desde hacía dos años, había llorado con alguien. Nadie sabía que seguía llorando por él, a solas. Se lo podían imaginar, aunque muchas veces creían que no era posible, que ya habían pasado dos años. Y que con el tiempo, el sentimiento había ido disminuyendo. Pero para Bra nada había cambiado, seguía enamorada de él.
-Azog…- al fin había sido capaz de pronunciar su nombre. Un llanto incontrolable se apoderó de ella
-Llora pequeña- la consolaba Cannette mientras aguantaba a su nieta entre sus brazos, nunca la había visto tan indefensa. – Sigues queriéndolo verdad?
La cabeza de Bra se movía de arriba abajo, en forma de afirmación. Era incapaz de pronunciar una sola palabra. Más lágrimas seguían descendiendo por su cara
- debe ser muy duro…muy duro- repetía la reina, mientras consolaba a su nieta. Y por qué no podía decírselo?
A lo mejor permanecieron abrazadas por más de una hora, cuando Cannette le indicó que se vistiera y bajara.
Bra se secó las lágrimas, y asintió. Se levantó y se metió en la ducha. Al parecer llevaba dos días metida en su habitación.
…
- buenos días- anunció Bra, mientras descendía las escaleras y encontraba a todos los guerreros Z en la entrada de palacio
- si desayunas aún puedes ir- era Pan la que la animaba
- qué dices pequeña terrícola?- Vegeta…- Vuelve a la cama! Ahora!- dijo dirigiéndose a su hija; no dejaría que nada malo volviera a pasarle. En la cama, alejada de la realidad, era donde mejor estaba.
Bra estaba confundida. Acaso nadie recordaba que llevaba dos días en la cama? La mirada inquisidora de Bra fue captada por su hermano:
- los rebeldes nos llevan ventaja, el pueblo sayian ya se encuentra dividido, necesitan ver que la Corona está trabajando para ellos. Vamos a reconquistar una aldea que no ha querido doblegarse a los insurrectos y ha sido invadida.
- vengo- anunció Bra, y acto seguido se fue a la cocina para coger algo con que calmar su apetito. En la cocina se encontraba la pequeña cocinera, que no se veía capaz de hablar a Bra.
- hola eh?- inquirió Bra.
- ai, hola pequeña- dijo la cocinera, denotándose en su voz un tono incómodo.
Oficialmente, su llegada y lo ocurrido ese día ya era bien sabido por todos. Lo sabría todo el planeta? Lo veía muy factible…
Salió de la cocina, después de desayunar, y se prometió que ello no interferiría en su día. Si todo el mundo lo sabía, tendría que cargar con ello. Ya no era un misterio que seguía enamorada de él… a lo mejor ni se había notado… no creía que corriese esa suerte.
Salió de la cocina, acompañada de un suspiro.
…
