Chapter I
Kitty arregló su cabello una vez más antes de bajar al salón, seguramente habrian jóvenes solteros y posibles pretendientes, aunque ya no tantos como en años pasados; la joven recordó con cuánta frivolidad había rechazado a uno tras otro por no ser lo suficientemente altos, importantes o varoniles, ahora que, como decía su madre, ya su cuarto de hora había pasado se encontraba en una carrera contrarreloj para lograr un compromiso beneficioso.
—"¿qué opinas?— la criada sostenía dos adornos para el cabello, un pasador con una rosa hecha de brillantes y una diadema con un pájaro azul a un costado.
—El ave por supuesto, necesito sus alas para salir de aquí.— la criada se acercó y colocó la diadema sobre la cabeza de la joven. —ahora sí señorita, no se preocupe, nadie podrá apartar la vista de usted.
Kitty le sonrió y estrechó su mano enguantada con la suya.
Desde la escalera de caoba observó el salón inundado de gente, todos miembros de los más altos círculos de la sociedad londinense, su madre jamás habría permitido menos, deslizó sus pies por la alfombra y descendió la escalera con toda la gracia de su crianza.
Su madre charlaba animadamente con otra dama pero al verla la sonrisa desapareció. Siguió andando por el corredor principal hasta encontrar a su padre en el estudio, recluido y miserable, probablemente tan harto como ella de toda la charada pero a diferencia de èl, ella si la necesitaba.
Al darse vuelta se encontró cara a cara con un traje, al levantar el rostro vio a un hombre un poco más alto que ella, con una expresión compungida.
—hola— ella se alejó un poco recuperando su espacio personal.
—hola—- él aclaró su garganta mientras ella con una expresión frívola observaba a su hermana platicar animadamente con un joven. —me preguntaba si...
—¿qué?— se maldijo internamente por haber sonado más grosera de lo debido, el pobre hombre miró sus zapatos por un segundo.
—me preguntaba si querías bailar...—
—Claro...— Él la tomó del brazo y la llevó consigo al salón.
Estaba sonando una pieza de Erik Satie particularmente melancólica, kitty sintió las miradas clavarse en su espalda, era como si cada vez que dedicara una atención a cualquier hombre se estaba comprometiendo, no había espacio para sentirse enamorada, solo había desesperación porque ya todos la hallaban desahuciada.
El hombre la guiaba con pasos inseguros en medio de las otras parejas, pudo ver su pelo más de cerca, encerado y peinado, todo en él estaba dispuesto de la misma manera, todo estudiado y preciso. Estaba claro que su fuerte no era el baile por la forma incómoda en que se movía, vio a su hermana levantar su copa para saludarla en cuanto sus miradas se cruzaron.
La pieza terminó y todos aplaudieron para felicitar al pianista, ella le dedicó una sonrisa a su acompañante y se despidió de él dejándolo en la pista.
Después de eso seguirían encontrándose en cada baile y parecían haber caído en una rutina de viejos conocidos, bailando una o dos piezas para luego ella despedirse y continuar socializando. En uno de esos encuentros Kitty se percató de la más completa abstracción en la que vivía su nuevo amigo, era como si encontrara los espacios de diversión enteramente absurdos. Se limitaba a sentarse en un rincón sin decir palabra a menos que alguien iniciara una conversación directamente con él. Ella observó su figura con detenimiento, era apenas más alto que ella, pálido y de contextura delgada, su rostro aunque simétrico y atractivo tenía una expresión deprimida que le daba un aura lúgubre, Kitty sintió pena por él.
—Amo esta canción.— Él levantó su rostro y se irguió de inmediato como si su sola voz activara un reflejo involuntario. Se levantó y la llevó del brazo hacia la pista. El problema era que sus conversaciones eran de lo más impersonales, cerrando la posibilidad de que ella lo conociera un poco más.
—Me parece increíble que hayamos bailado en tantas ocasiones y aún no sepa su nombre.— Hasta ese momento a ella no se le había ocurrido que quería saberlo.
—Ya nos Han presentado... ¿No lo recuerdas?.— kitty se sonrojó avergonzada pero giró su cabeza para no darle importancia.
—La gente suele hablar entre dientes.
—¿No se te ocurrió preguntarle a alguien?.— no me interesaba, pensó Kitty frustrada, luego le clavó la mirada en los ojos y le dedicó una de sus sonrisas reservadas para aquellos pretendientes que consideraba atractivos.
—Por eso... te pregunto a ti.— Los ojitos negros de él se convirtieron en dos medias lunas invertidas, era la primera vez que ella lo veía sonreír.
—Walter Fane.
—Kitty Garstin.
