Mucho tiempo sin publicar nada por aquí, pensé que nadie leía esta historia porque veo que el libro y la película no son muy populares. Gracias a los que me leen :)

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Tal como lo prometió, Walter liberó su agenda para dedicar el día a su esposa. Kitty lo arrastró al club y allí lo reintrodujo en sociedad, insistiéndole a todos en lo maravilloso que era tener un esposo médico, aunque algunas cejas levantadas intentaran desvirtuar su opinión.

"Si te soy franca Walter, esta es la primera vez en que siento que estoy haciendo mi trabajo como esposa." Él la miró por encima de su periódico, sin levantar el rostro.

"Quiero ayudar a posicionarte como un hombre de prestigio ante el gobierno..." tomó un sorbo de su té y miró con desprecio a los demás comensales del club. "Estas personas aquí, no tendrían una sola oportunidad en la sociedad de Londres."

Walter sonrió con apenas la mitad de sus labios y adquirió la acostumbrada aura nostálgica.

"Tengo lo que quiero justo enfrente de mi." Kitty lo miró sorprendida de verlo coquetear abiertamente en público, era cómo si poco a poco estuviese aprendiendo a comportarse como un ser humano. Pero lo que ella quería aún se hallaba lejos, deseaba un marido que le devolviera el estatus perdido.

Después del almuerzo, su esposa lo llevó de compras en busca de nuevos atuendos para ambos, mientras el sastre media los puños de la nueva camisa, ella no pudo evitar pensar cómo se vería en el torso de Charlie; sus brazos fuertes de músculos definidos y su pecho fornido y firme.

"Xie xie" la voz de su esposo la sacó de su fantasía.

Antes de llegar a casa, fue Walter quien guió sus pasos, se aferró al brazo de Kitty y la iba llevando por diferentes calles del centro de la ciudad, señalando sitios que ella pronto olvidaba. Se detuvieron en una joyería que con frecuencia escuchaba en la boca de las mujeres del club. Para su sorpresa, Walter abrió la puerta y la invitó a pasar.

El dependiente los saludó y los invitó a su oficina, era un lugar pequeño y poco ventilado. Kitty sacó su abanico de papel y comenzó a refrescar el aire. El hombre regresó con una cajita rectangular, cubierta de terciopelo verde y la puso en el escritorio frente a ellos.

Walter contenía una sonrisa mientras observaba cada movimiento de su esposa. Ella miraba la caja absorta, la tomó en ambas manos y la llevó a su regazo.

"Quería que fuese una sorpresa, pensaba recogerla hoy después del trabajo..." Kitty abrió la caja y él contuvo el aliento. Dentro había una pulsera de oro finamente grabada, con tres flores cubiertas en esmeraldas.

"Walter... es preciosa" los ojos de Kitty se humedecieron y el dependiente le ofreció un pañuelo. Su esposo sacó la pulsera y se la puso en la mano izquierda.

"Pensé que te gustaría tener una, el trabajo es de un maestro orfebre que…" antes de que Walter continuara con una introducción que arruinara el momento Kitty apretó su mano con fuerza.

"Es tan hermosa que quiero usarla siempre." Y le sonrió ampliamente haciéndole olvidar la historia de la pulsera.

*

Kitty levantó su muñeca sobre su cabeza para observar el brillo de las flores a la luz de la lámpara, cuando unos golpes tímidos llamaron su atención.

"Adelante." Bajó su mano y se incorporó en la cama.

"¿Harás esto siempre que desees estar conmigo?"

Walter parpadeó incontables veces y justo cuando iba a decir algo, ella se levantó y fue hasta él. " Soy tu esposa." Acarició cada lado de su cabeza con sus manos, él cerró los ojos e inspiró profundamente. "Cada vez que entras a mi habitación es como si lo hicieras por primera vez."

"Cuando dije que era torpe no mentía" ambos rieron cada uno apoyando la cabeza en el hombro del otro.

"Gracias por escapar del trabajo hoy." Kitty pasó sus brazos por su espalda y lo atrajo hacia ella. "Mañana tendré que hacer todo lo que no hice hoy..."

En cuanto supo que estaba a punto de relatar una a una sus actividades Kitty lo besó, moviendo ligeramente sus labios hasta lograr que él tomara control.

Él la cargó en sus brazos sin dejar de besarla y la llevó hasta la cama, se separó de ella para quitarse los zapatos pero ella lo atrajo hacia su cuerpo con sus piernas. "Por una vez Walter déjate llevar."

Su esposo sonrió como un niño y la envolvió entre sus brazos, esa noche Kitty no le permitió que se fuera a su habitación. Lo amo con todo el empeño que pudo hasta que él se rindió debajo de ella y cayó en un sueño profundo.

A la mañana siguiente Kitty despertó a la voz de Ha-sang que llamó a la puerta; tomó su bata habitual y abrió la puerta con cuidado. "¿Qué ocurre?" Dijo entre bostezos. "Llegaron flores para usted."

No había razón para que la empleada la despertara por algo tan corriente como unas flores, de ser así no habría tenido una gota de sueño durante su primera temporada en Londres.

Una vez lista, con su cara empolvada y su cabello peinado, salió de su habitación con un vestido blanco que acentuaba sus ojos. En la mesa del comedor encontró las flores puestas en el jarrón y frente a ellas una tarjeta. Kitty quedó fría y sus ojos pasaron incontables veces por las palabras.

"Ardo en deseos de verte." Solo había una persona capaz de enviar esa nota y no era su esposo.

"¡Ha-sang!" La pobre muchacha soltó el plato que tenía en las manos y corrió hasta donde estaba su ama. "Necesito que te deshagas de estas flores y ni una palabra de esto al señor."

"Sí, mi señora"

Pasaron los días entre miradas furtivas en eventos sociales, Kitty aferrándose al brazo de su marido, intentando ignorar los comentarios indiscretos y la indecorosa mirada de Charlie que la consumía entre cada parpadeo. Veía cómo apretaba su mandíbula cada vez que ella se acercaba a Walter para susurrar algo a su oído, la divertía hacerlo sufrir tanto como él a ella. ¿Sabría Dorothy que su marido la deseaba y en apariencia mucho más de lo que la deseaba a ella? Su corazón latía con fuerza cuando imaginaba a Dorothy retorciéndose de ira en su pedestal al saber que su marido amaba a otra.

"¿A qué se deben tus sonrisas?" Le preguntó Walter entretenido un día.

"Oh, no es nada" Kitty cambiaba las flores del florero con ayuda de Ha-sang. "Mmm... creo que necesitamos lirios" le entregó dinero a la joven y la envío por las flores.

"Creo que mi plan va muy bien y pronto tendrás el reconocimiento que mereces, esta semana recibimos dos invitaciones para tomar el té. Pero una es con los Townsend y no me apetece ir." Kitty miró a Walter esperando alguna reacción de su parte pero él siguió revisando la correspondencia sin darle importancia. Se asomó a la ventana y aflojó el cuello de su camisa.

"¿Qué opinas de ellos?" Insistió Kitty tratando de obtener alguna respuesta de su marido.

"¿De quienes?" Fue la respuesta de él.

"Por Dios Walter… los Townsend."

"Lo siento, no tengo una opinión sobre ellos. Tengo entendido que a Charles Townsend se le da bien su trabajo y todo el mundo dice que es buen deportista. A mi me tiene sin cuidado."

Kitty nunca dejaba de asombrarse por la imparcialidad de su marido sobre los demás, era imposible que lanzara una crítica o una opinión ligeramente inclinada a los positivo o a lo negativo, simplemente todo le daba igual.