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Furia, ira, ansiedad, miedo... ¿Miedo? No, no era la palabra ni el sentimiento exacto. Pero algo similar a ello carcomía su piel, sus entrañas, su corazón. Un sentimiento que ni ella misma podía describir.
Las yemas de sus dedos tocaban el papel, no paraba de observar las frases escritas con tinta negra, la caligrafía que cambiaba de forma en ciertos párrafos, posiblemente la pobre mujer, la original dueña de esa carta, ni siquiera podía seguir escribiendo de buena forma al redactar esa carta.
Debía de sentir odio hacía esa mujer, pero su corazón no podía ser capaz de odiarla.
Todavía sentía cierta pena por ella. A pesar del daño, todavía. Pero no podía seguir sintiendo la misma consideración que tenía hacía ella como al principio.
Sentada frente a la chimenea, observaba como el fuego se consumía a sí mismo y a la madera utilizada para darle calor. Pronto iba a ocurrir lo mismo con ella si no paraba de pensar. Debía dejar de pensar si no quería sentirse de la peor forma posible.
—Sra. Wayne...
—Alfred...— Ah, esa voz. Agradeció por dentro a Alfred por ser el quién la distrajera de sus pensamientos y su mente se enfocará en el presente. Alfred levantó su cabeza hacía el fondo de la habitación desde la puerta, y encontró a Martha poniéndose de pie, serena y sonriendo, como siempre. Pero algo en su lenguaje corporal decía que ella no se encontraba del todo bien.
—Alfred...— Martha tomó su bolso de una pequeña mesa, dio un par de pasos hacía su mayordomo, y mientras lo hacía, sacaba de ese bolso refinado una gran cantidad de dinero —¿Puedes llevar esta noche a Bruce al cine? ¿O a cenar a su restaurante favorito? Puede comer todo lo que él quiera. Si les falta dinero, puedes usar mi tarjeta de crédito, no hay problema— Le dio la pequeña tarjeta plástica a Alfred —Por favor Alfred, Bruce necesita distraerse un poco...
—¿Distraerse, Sra. Wayne?
—Sí, el necesita distraerse, ha pasado por muchas cosas estos días, cosas por las que un pequeño niño como el no debería de pasar
—¿Niño pequeño? Pero si ya casi cumplirá 12 años
Martha dejó escapar una ligera carcajada con una sonrisa sincera, y un poco triste —Tienes razón, está por convertirse en todo un hombrecito... Pero supongo que, aunque él tuviera 80 años, yo lo seguiría viendo como un pequeñín muy feliz, mi pequeño bebé...— Ligeramente Martha movía la cabeza, sonriendo con nostalgia y melancolía.
Alfred aprovechó ese pequeño momento para volver a estudiar el comportamiento de Martha. Algo extraño veía en ella, sabía que esa era una fachada.
—¿Segura que usted quiere que—
—Si Alfred, si... Necesito que Bruce tenga una noche siendo un niño... No sé qué es lo que vaya a ocurrir después de esta noche...
—¿Esta noche?
—Sí... Esta noche... Porque esta noche necesito hablar con Thomas... Y no quisiera que hubiese distracciones entre Thomas y yo... Tampoco sería mucho de mi agrado que Bruce nos llegara a ver hablar, aunque sea por accidente, porque son cosas de adultos las cosas que tenemos que hablar...
Alfred supo inmediatamente a lo que Martha se refería. Notó el par de hojas arrugadas en su mano. Se sintió mal por Martha, pero una parte de él le daba gusto que al fin Martha supiera la verdad, porque Martha no merecía eso, no merecía la traición que Thomas le había hecho por todos estos años.
—Por supuesto, Sra. Wayne... Claro... Llevaré a Bruce a donde él quiera...
Martha, al borde del llanto, sólo sonrió a Alfred.
—Muchas gracias Alfred... Gracias...
...
Suspiro lleno de vergüenza que llenó la habitación. No podía creer que ya habían pasado demasiados años y aún sentía esa pequeño cuchillo dentro de sus entrañas, cuchillo imaginario que se llamaba culpabilidad.
Alfred dejó de verse al espejo al terminar de vestirse por completo y se dirigió fuera de su habitación. No sabía qué hacer con exactitud. Sabía que ese secreto que Thomas Wayne le confió a él hace más de una década estaba a punto de ser descubierto por Bruce.
Tarde o temprano, iba a saberlo.
Y esperaba que fuera tarde. Alfred observaba nuevamente desde el pasillo a un joven Bruce Wayne que estaba envejeciendo a un paso acelerado. Pero esa investigación era tan necesaria para él, era como si su vida dependiera de ello.
Dormido sobre las notas de investigación, Bruce respiraba silenciosamente, incluso siendo sigiloso con su propio cansancio. No sabía que más podía hacer. Llevándose la mano a su cara, en verdad que Alfred no sabía que hacer más. Ni siquiera sabía por donde empezar.
¿Debía de ahorrarle a Bruce meses de investigación y decirle la verdad de una vez por todas? Eso sería traicionar la confianza de Thomas Wayne, incluso después de su muerte. Pero estaba traicionando a la vez a Martha. Se encontraba confundido, solo por primera vez en muchísimo tiempo.
Cerró la puerta del despacho, dejando descansar al joven Wayne, porque él no podría saber con qué excusa despertarlo, ni el valor de mirarlo a los ojos. No después de todos esos recuerdos.
Sólo sabía que, si no actuaba pronto, todo eso iba a acabar en tragedia.
El teléfono de la oficina del joven Wayne lo hizo despertarse de golpe. El sólo se limitó a sacudir su cabeza, bostezar con fuerza y rapidez y correr a tomar el teléfono.
—Buen día, habla Wayne— Bruce habló demasiado rápido, apretando sus ojos, intentando no caer del sueño otra vez y no exhibir su falta de descanso —... Gordon... Buen día, ¿Qué ocurre? ¿Esta todo...?— Apenas 10 segundos después, el sueño en la cara de Bruce desapareció, pero el cansancio no —¿Cuándo fue?... ¿A que horas se dieron cuenta?... Mmm. Entiendo... El murciélago irá allá...
Bruce colgó y simplemente suspiró pesadamente. Malas noticias como esas nunca iban a ser bien recibidas.
...
Una alarma no paraba de sonar, las luces rojas de las sirenas pegadas a la pared sólo daban vueltas y vueltas. Esas luces sólo significan una cosa: La muerte y el caos iban a desatarse como nunca esa noche y en las siguientes. Y sólo Dios sabía cuando iba a ser la última noche caótica en esa ciudad maldita.
Muchas personas que fueron testigos del nuevo incidente ahora se encontraban fuera de la oficina principal. Todos igual de preocupados y asustados. Todos se sentían culpables, pero sólo había un solo responsable. Escuchaban los exasperados y frenéticos gritos de quién sería el jefe superior de todos ellos.
—¡Me tienen que estar jodiendo...!
Había pocas personas dentro de esa oficina. Todos los que estaban dentro se encontraban alrededor de uno de los escritorios, con nuevo papeleo y más archivos. Algunos incluso se preguntaban qué era lo que ocurría en la habitación.
—¡Me tienen que estar jodiendo!— Volvieron a gritar con fuerza y de forma inesperada, que incluso asustaron a algunos de los presentes.
Gritaba el mayor de todos mientras caminaba con nerviosismo, enojo y ansiedad. A su alrededor, la subdirectora del hospital y parte del equipo de seguridad de Arkham. Ah, y dos agentes del Departamento de Policía de Ciudad Gotham.
El Director Jeremiah estaba a un paso de la tumba si no se calmaba en ese momento, pero para él, recibir noticias de esa magnitud siempre lo pondrían mal, muy mal.
—Díganme... ¡¿Cuántos meses faltaban...?! ¡¿Cuantos malditos putos meses faltaban para que se cumpliera el puto año?!
—Dos meses, Dr. Je-
—¡Dos putos meses! ¡Otra vez vamos a perder el maldito prestigio! ¡Maldición! ¡Maldita sea! ¡No pueden hacernos esto!
Pateaba contra la silla de su propio escritorio. No era capaz de controlar su propia ira. Los demás sólo atinaban a mirar a otros lados o entre ellos.
Joan, quien se estaba avergonzando por la actitud de del Dr. Jeremiah, y sintiéndose incluso más avergonzada con los presentes, se acercó a él, en un intento de calmarlo.
—Jeremiah, yo sé que no tienes cabeza ahora para esto, pero tenemos que encontrar una solución rápida a eso, Dr. Jere—
—Oh, Joan, tan inteligente como siempre— El sarcasmo del director corrupto del hospital no faltó en llegar —¡Siempre tan inteligente! ¡Cuéntanos su plan! ¡Su solución! ¡Cuéntanos! Anda Joan, cuéntanos que podríamos hacer con el nuevo gran problema que se nos acaba de presentar, querida doctorcita
Joan sólo volteó sus ojos ante la desesperación de su jefe —Por supuesto que no tengo una pronta solución a la situación, ¡Pero tenemos que pensar en algo ahora mismo para que—
—¡Mierda! — Gritó Jeremiah de nuevo. El resto sólo se limitó a ver como perdía la cordura, algunos llegaron a pensar que tal vez era tiempo de internarlo junto con los enfermos del hospital.
Los dos agentes, quienes eran Blake y Montoya, se miraban entre ellos, quienes ya habían tomado nota de lo sucedido. Por supuesto que ellos también tenían un súbito dolor de cabeza. Iban a ser largos y eternos meses de trabajo, quizá años.
—¡¿Y ustedes que carajos hacen aquí?!— Jeremiah vio al par de agentes, quienes se sorprendieron del tono de voz agresivo del director del peor hospital de Gotham —¡¿No deben de mover el culo ahora mismo?!
—Dr. Adam— Volvió a hablar Blake —Sabemos como se siente, por supuesto que esto es inaceptable, más con este misterio de la situación, como cada maldita vez que ocurre esto, que nadie sabe como ocurrió y en que circunstancias en su hospital... Pero, creo que usted tiene razón— El agente sonrió al director del hospital —Muchas vidas en Gotham están en riesgo, si no es que todas, y no podemos perder el tiempo hablando con alguien que no puede dirigir una pequeña cantidad del presupuesto anual que recibe del gobierno a la sección de Seguridad de su Hospital. Buen día a todos— Burke sólo se dio la vuelta y salió de la oficina, quién le siguió Montoya, confundida también.
Al salir de la oficina, los dos agentes se encontraron con muchos de los trabajadores del hospital.
—¡Hm! Será mejor que su jefe no los vea aquí. Esta hecho diablo y es capaz de tomarlos a todos y mandarlos al inferno
—¡Burke! — Montoya le llamó la atención. Este se limitó a sonreír un poco y ambos salieron de ahí. Una vez fuera del hospital, Montoya y Burke no perdieron el tiempo y seguían discutiendo de la situación en el auto de vuelta al trabajo.
—... Es que... ¿No puede poner al menos 2% del presupuesto a seguridad? ¿Tanto le ha de costar no clavarse el maldito presupuesto? ¡Todo al bolsillo de ese fantoche!
—Burke, Arkham, al igual que casi toda Gotham está inundada en corrupción Burke. ¡Maldita sea! ¡Pareces nuevo!
—Oh perdón Montoya... Dios, que humor tienen todos hoy...
—No creo que ni un sola alma de esta ciudad tenga un buen humor, Burke
—Tienes razón, Renée
Ambos seguían manejando por la ciudad, y de vez en cuando miraban a la gente. Oh, que había muy poca gente, casi ningún alma. Quizá sólo los que tenían que ir a trabajar y vivían con ese miedo. Montoya no paraba de sentirse mal por la población, toda esa pobre gente no tenía la culpa de lo que estaba pasando, no tenían la culpa de tener que vivir con el miedo de ser parte de las cifras de delincuencia, más ahora que estaba muy segura que iban a dispararse hasta el cielo.
Renée suspiró y siguió manejando, miraba de reojo a Burke, y el seguía en sus pensamientos también. Posiblemente seguía molesto con el Dr. Jeremiah, posiblemente pensaba lo mismo que ella.
—Renée...— O posiblemente, la mente de Burke pensaba en un plan —Dios mío, Renée, espera...— Buscó rápidamente entre sus notas, desesperado. Montoya sólo miraba como estaba desesperado, rebuscando entre papeles y su libreta, hasta encontrar la información que necesitaba —... la Arlequín loca, ella...
—¿Quién...? ¿Harleen dices?
—Ella sigue encerrada en Arkham... ¿Si, no es así?
—Sí, ellos lo verificaron apenas el otr—
—¡Podríamos...! Podríamos... — Intentaba formular sus ideas con frases y palabras vagas, mientras Montoya intentaba entenderlo.
—¿Qué cosa Burke? ¡No te entiendo!
—... ¡Mierda si! ¡Voltea rápido, volvamos a Arkham! ¡Corre Montoya! ¡Corre!
Renée, aun sin comprender ni una sola palabra de Burke, ella dio una peligrosa vuelta en U en la calle que provocó algunos claxons furiosos y volvieron a Arkham, mientras Burke, emocionado, decía su plan a Renée, quién a pesar de que era un buen plan, sentía un poco de desconfianza.
...
—No, me niego a eso...— Joan apenas escuchó el plan de Burke, no quiso ser participé de ello —No tienen idea por todo lo que ella vivió...
—Dra. Leland, comprendemos que usted se encuentre preocupada por ella, pero tiene que entender que la población de Gotham está en peligro—
—¡¿Acaso ha escuchado lo que me está planteando?! ¡No puedo hacerle eso a Harleen! Y todo lo que me dice está demasiado mal, todo puede salir mal
Joan se levantó de su silla, negándose rotundamente a ser parte del plan de Burke y Renée. Lo que le habían planteado a Joan no era un verdadero plan, era una tremenda locura que en cualquier instante podría terminar en fatales consecuencias.
—¿Ah sí? ¿De que forma puede salir mal? — Burke decidió empezar a cuestionar a Joan. Ella buscó una razón convincente para que él dejara de desistir
—¿De que forma? Dejen les doy el ejemplo más sencillo de todos: De que ella los traicione...
—Bueno, Dra. Joan, usted se puede encargar de eso...
—¿Encargarme de ella? ¿Cómo que encargarme de ella?— Joan alzó la voz, casi gritando a los agentes.
—Bueno, usted es la psiquiatra aquí, debería de saber como— Y decir eso era como haber activado el botón de histeria en la doctora.
—¡No! — Joan volvió a replica, completamente en frenesí —No, yo no puedo hacer eso Agente Burke. Simplemente yo no puedo entrar en su mente y decidir por ella. No puedo elegir sus decisiones, que pensamientos debería de conversar en su mente y cuales otros deshechar, ¡No puedo hacer eso!
Burke, apretando el puño, odiaba admitir que, de cierta manera, Joan tenía toda la razón.
—No, no, discúlpenme, pero es que esto, ¡Esto es una locura! — Joan volvió a hablar, moviendo casi las manos en el aire —Además... Ella no es tan ingenua... Ella se daría cuenta que eso es calculado, tarde o temprano...
Montoya, quién miraba la preocupación de Joan en sus ojos, decidió intervenir.
—Dra. Leland, sabemos que esto incluso puede ser una falta a su ética profesional, pero debe de entender que hay vidas en juego
—Lo sé... Pero... Ella no es la mejor opción...
—No lo es, pero es la única opción que tenemos... Y sabemos que ella es un punto importante de todo esto, el más importante de ser necesario... Por favor Dra. Leland... Yo también la conozco a ella. No se exactamente lo que le psó como usted lo sabe, pero estuve el día en que la detuvieron, y pude percibir un poco como fue su historia...
El corazón de Joan se rompió un poco, de tan solo recordarla como había llegado el primer día, siendo paciente de Arkham. Recordó toda su historia y lo poco que supo en esos meses cuando era una de las peores criminales de Gotham.
—Se que han pasado meses, casi un año... Se que ella durará años para curarse... O quizá nunca... Pero sólo la necesitamos a ella en estos momentos... La necesitamos más que nunca... Por favor Dra. Leland...
Joan, sólo atinó a mirar a una carpeta en su escritorio, el expediente médico de Harleen Quinzel.
—... Necesitaré tiempo con ella... Si queremos que ella no se entere de nada... Necesitare tiempo, porque empezaré a trabajar con ella... Y necesitaremos pulir ese plan que tienen en manos si quieren que salga todo a la perfección...
Burke y Renéese vieron entre sí, no esperaban que Joan aceptara demasiado rápido, pero eran cierta sus palabras.
—... Lo que usted diga Dra. Joan...
...
La fría brisa pegaba en su cara y cabello, podía sentir como este se movía a través del viento.
Ella mantenía sus ojos cerrados, no debía de hacerlo porque se encontraba en carretera, pero esa sensación de libertad no se la podía quitar de encima. Sonreía y seguía manejando, no importaba el riesgo en el que se encontraba. Si chocaba, era mejor, podía escapar de otra manera de esa existencia, y tal vez renacer en otra.
Escapar, soñaba con eso, con escapar, y finalmente lo estaba haciendo. Escapaba de todo, de la ciudad, del pasado, de su vida anterior, de todo y de todos.
Era de día, y de repente se hizo de noche, y volvió a ser de día.
Aun con sus ojos cerrados, seguía manejando, huyendo, escapando, ¿Hacía a donde iba? No lo sabía, pero esta vez, iba a ser muchísimo mejor que antes.
—¿Harleen? ¿Harleen estas aquí?
Harley abrió sus ojos.
No estaba escapando, seguía dentro de esa habitación de 4 paredes blancas. Miró sus manos, estas simulaban tener un volante y manejarlo. Movió sus manos y no las dejó de ver.
—¿Harleen?
Escuchó que la llamaban, y volteó hacía la puerta. Que era Joan. Harley se puso de pie y corrió al escritorio a ponerse en su lugar.
Joan entró a la celda de Harley, pensando seriamente como iba a decirle a Harley la nueva "buena". De tan sólo pensar sus dientes se tensaban entre sí.
—¡Harleen! ¡Buen día! ¿Cómo te encuentras el día de hoy? — Joan habló con un pequeño entusiasmo fingido en su voz, esperaba que Harley no identificara la falsedad en su alegría.
—He podido dormir un poco mejor hoy— Harley, quien puso sus pies sobre la silla y abrazó sus piernas, contestó con un sincero delirio —Creo que dormí más de 7 horas, ¡Eso es increíble! ¡¿Verdad Joan que lo es?!
—Oh, claro que sí Harleen, eso quiere decir que tus trastornos del sueño han mejorado bastante bien, ¿No consideras eso una mejoría para ti?
—¿Mejoría? Creía que sólo estaba aquí para no ir a la cárcel— y en ese momento, Harley dejó escapar una enorme carcajada —Al menos aquí golpean fuerte, y si dejan uno que otro moretón a la vista— En ese instante, Harley levantó su manga y orgullosa mostraba algunas contusiones a Joan, quién, a pesar de era común en ella, nunca podía acostumbrarse al maltrato que su paciente recibía —Pero he escuchado que en la cárcel hacen cosas peores, ¿No es así, Joan?
Joan, observaba el comportamiento de Harley, era cierto, Harley había mejorado un poco esos últimos meses. Joan estaba consciente de que ella había sufrido mucho en Arkham, de parte de muchísimos trabajadores, incluido el director del psiquiátrico, sin embargo, ella podía notar que, a pesar del largo historial médico del que ella tenía, Harley tenía una diminuta recuperación en su salud mental.
A pesar de eso, Joan sabía que no era suficiente para que ella volviera a una vida normal, incluso pensó para sus adentros que Harley ya estaba demasiado lejos para volver a tener una vida normal.
Pero la gente en Gotham peligraba, y de alguna manera, Joan sentía esa enorme responsabilidad bajo su espalda pesando como cientos de rascacielos. Y tenía que actuar lo más rápido posible.
—Por favor Harleen, cada vez que sufres violencia aquí tienes que decirme, ellos no tienen derecho a hacerte daño, ellos—
—Joan, pero tu sabes que yo antes...
—Eso no importa Harleen, el antes es eso, antes, es pasado, y ahora es el presente, y a pesar que de en tu pasado hiciste cosas malas, todos tienen derecho a una segunda oportunidad, y la vida te está dando esa segunda oportu—
—¿Todos Joan? ¿Realmente todos tienen ese derecho, Joan? ¿Todos merecen una segunda oportunidad?— El júbilo espontaneo de Harley de repente fue apagado, sin dejar de sonreír, pero esa sonrisa se convertía en una triste. Joan apretó sus labios, sabía perfectamente a quién se estaba refiriendo Harley.
—Claro que hay personas que... Esa segunda oportunidad se les presentó... Y no todos saben aprovechar esa segunda oportunidad. Esas personas deciden elegir otro camino, y en el momento que eligen otro camino, automáticamente pierden ese derecho...
Harley, al escuchar esas palabras, su mirada fijó hacía abajo, y asintió lentamente con la cabeza.
—Pero... ¡Tu no fuiste de esas personas, Harleen! Y tienes que estar orgullosa por eso... Tu aprovechaste y decidiste este camino y—
Joan fue interrumpida por una pequeña carcajada de Harley.
—Joan, por favor, todos sabemos que yo fui obligada a tomar esa segunda oportunidad
La terapeuta no sabía que responder en ese momento. Quería entusiasmar a Harley, hacerla sentirse bien de haber progresado por mucho tiempo, pero sabía que, si no elegía las palabras adecuadas, podía haber retrocesos.
Y no debían de tener un retroceso en esa consulta en especial.
—Harleen, independientemente de eso, ¡Estas aquí! ¡Estas aquí y has mejorado bastante! Se que ha sido un largo camino para ti, ¡Pero lo estas haciendo bien, lo estás haciendo fantástico, lo—
—Joan... Sólo dame la nueva dosis...— Harley, volviendo a interrumpir sus palabras, exhaló con un poco de melancolía — Quiero volver a la realidad que he creado en mi cabeza, en esa realidad estoy fuera de aquí, y mi piel no tiene manchas oscuras, no tengo ojeras y estoy manejando en mi auto, en ese auto rojo que amo, y yo soy libre... Me siento... Libre... Cómo si no estuviera en una cárcel o aquí... En ese lugar me siento realmente libre...
Harley no pudo evitar abrazar sus propias rodillas y pegar su cabeza en ellas. Y a pesar de eso, seguía sonriendo, con la sonrisa más triste del mundo.
Joan en ese punto tenía que aprovechar el momento.
—Pues tengo buenas noticias para ti, Harleen, una realmente nueva...
—¿Qué clases de nuevas noticias podrían ser, Joan? ¿Hay un nuevo medicamento para mí? ¿O una dosis nueva? — Harley lentamente fijó su vista en Joan, de la cual esperaba una respuesta alentadora pero realista a la vez —O quizá ya puedo volver a comer chocolate...
—Bueno, Harleen... No es ni lo primero ni lo segundo... Quizá sea lo tercero, quizá ya vuelvas a comer chocolate... Pero eso sólo es una pequeña derivación de la verdadera nueva noticia...
—¿Qué es, Joan?
—Harleen... He visto tu expediente y he visto la mejoría que has tenido... Para ti tal vez parezca algo pequeño, pero para muchos profesionales dentro y fuera de Arkham que han estudiado profundamente tu caso, es grande, muy grande y optimista Harleen, y quizá sólo sea cuestión de tiempo para que...— Joan se mordió la lengua antes de continuar, se iba a arrepentir de esto algún día —... Para que seas dada de alta...
Harley en ese momento levantó su mirada a Joan confundida de sus palabras.
—... ¿D-Dada de alta?...
—Sí Harleen... Dada de alta...
Joan sonreía con la sonrisa más falsa del mundo, pero Harley había perdido la habilidad para detectar mentiras.
Debía de ser una gran broma. Porque ella empezó a odiar las bromas.
—...¿J-Joan...?
—Sí, ¿Harleen...?
Aunque amaba hacerlas.
—... ¡No me cuentes a mi esa clase de mierd...!
...
"In my room
We're at the end of the harm
I sit and stare at the wall
Each day's just like the last
For I lived in the past
In my room
Where every night is the same
I play a dangerous game
I keep pretending he's late
And I sit and I wait
All the day is the picture
We took when he made me his bride
All the day is the charm way
He held me whenever I cried
All the day by the window
The flowers he left...
...I won't die!
In my room
We're at the end of the harm
I sit at I stare at the wall
Hating how lonely I've growned
All alone
In my room..."
Nancy Sinatra — "In my room"
