— Rayita, ¿qué estás haciendo?

Atsushi "Sushi", el chico de la odisea de traer el pan, estaba en la entrada de la cocina con su compañera Kyoka; ambos viendo con recelo mi preparación de una olla de frijoles.

Dándoles un vistazo, noté que estaban... bastante sucios y con horror vi las huellas de barro y sangre que dejaron a su paso. — ¡Acabo de trapear la entrada! — Exclamé con horror y molesta les mandé a limpiarse y luego podían seguir interrogando sobre la cena.

¡Hola otra vez! Como algunos ya se habrán dado cuenta, el manga del que hablé al principio era Bungou Stray Dogs. Lamentablemente no me encuentro en el normal sino el del AU por lo que técnicamente soy la chacha de la Port Mafia. ¡Menos mal no vieron cómo reaccioné ante esto! Por alguna razón nadie parece preocuparse de lo que yo haga, una vez haga los mandados y les dé de comer. Más extraño aún, sigo sin saber cómo terminé aquí y cómo conseguí el trabajo.

Una vez limpios volvieron a la cocina y yo ya estaba haciendo fideos, pero eso no los desanimó a inquirir sobre los frijoles. — ¿Qué era eso que estabas cocinando? — Sushi preguntó mientras Kyoka tomaba unas galletas del escondite que les tenía.

— Solo una Kyoka. Si no terminas tu cena esta vez, no te daré crepas de refacción. — Sin mostrar su molestia, le pasó la otra galleta a Sushi. Volviendo a mis fideos, respondí — Son frijoles.

— ¿Negros?

— ¡¿Salados?!

Tanto Sushi como Kyoka, sobre todo la última, parecían escandalizados por la revelación. Sinceramente no entendí el porqué de esa reacción porque… ¡¿a quién no le gusta el caldo de frijol con fideos?! Así que la cátedra sobre los beneficios y maravillas del frijol no fue una exageración, como quieren hacerme creer ellos.

Una vez terminé de cocinar y limpiar nuevamente la entrada, llamé a cenar. Solo llegaron los que menos querían comer los frijoles. — ¿Y los demás? — pregunté un tanto desanimada.

— El jefe está encerrado en su oficina, es probable que no salga de ahí. — fue la respuesta de Kyoka mientras tomaba valor levantando la cuchara. Sushi parecía buscar los palillos para comer los fideos.

—¡Seguro que al jefe se le olvidó que tiene que comer! — exclamé pasandole una cuchara a Sushi quien me vio horrorizado. — ¡A este paso mejor que me pague mi indemnización y le meto un tiro! ¡Es más fácil e indoloro que morir de hambre! — tanto Kyoka como Sushi estaban demasiado metidos en cómo comer los frijoles para preocuparse por mis soluciones retóricas. — Voy a dejarle la cena.

Tocando la puerta, espere a que abrieran o que me dejaran entrar; cosa que no pasó en los próximos 10 segundos que esperé; por lo que, sin miramientos, entré con la bandeja de la cena.

— ¡Jefecito! — saludé a la momia, que estaba ocupada revisando unos papeles.

— ¿Qué haces aquí? — fue la respuesta que obtuve del otro ocupante de la sala. No lo noté al entrar, lo cual es raro porque hablamos del Chūya Nakahara.

— Trayendo la cena Chuchu. Si hubiese sabido que estabas aquí, también te la traía. — contesté dejando la bandeja en una mesita al lado del jefe.

— ¿Qué se supone que es esto? — dijo viendo desconfiado los frijoles.

A él también le di mi cátedra sobre frijoles y lamentablemente obtuve la misma reacción negativa que con los niños.

Ya algo molesta que me despreciaran mi comida, tomé la cuchara y tomando un poco de frijol y fideo, se la metí en la boca a Chūya. El tarado quería escupir la comida pero logré ponerme de tal forma que no tenía más opción que tragarse el bocado. Es un milagro que no tiramos la mesita que tenía la comida.

— Si masticaras la comida en lugar de solo tragarla, habrías notado que sabe bien. — regañé a Chūya, a lo que éste me tiró al suelo para levantarse, habíamos terminado en el suelo.

— ¿Por qué no puedes preparar comida normal? — refunfuñó Chuchu.

— Pues yo no veo que te quejes de mi café. — contesté cambiando de lugar la mesita a donde usualmente se sienta Chuchu cuando revisa papeles con el jefe.

De mala gana, el muchacho tomó asiento y se quedó viendo el plato. Recordando cuánto le costó a Sushi comer los frijoles con la cuchara, se me ocurrió que tal vez a Chuchu también se le dificultará comer con la cuchara. — ¿Quieres que te ayude a comer?

Escuché al jefe reírse por lo bajo ante el sonido de indignación que soltó Chuchu, por otra parte este último estaba tan abochornado que tenía todo el rostro rojo. ¡Ah por eso se ríe el jefe!

— ¡No seas así! — reproché — Si tú terminas este plato, ¡el jefe puede que también coma! Sabes lo desnutrido que está…

— Eso depende si Chuya sobrevive a tu comida. — comentó, nuevamente depresivo, el jefe.

— ¡No necesito tu ayuda para comer! — exclamó Chuya tomando la cuchara y fallando miserablemente en tomar el bocado.

Lo dejé averiguando cómo utilizar el utensilio en lo que iba por la porción para el jefe. Al volver encontré un charco de caldo en la mesa y otro en la camisa de Chuya. ¿Cuántos años tienen? ¿Por qué no me piden palillos si tanto les cuesta usar la cuchara?

— ¡Deje ya! — regañé, tomando la cuchara — Abra la boca.

No sé si el que le diera de comer a Chuchu fue incentivo suficiente para que el jefe comiera su almuerzo, o que le llevé palillos.