Todo parecía ir bien para la Chacha en su nuevo empleo: podía hacer lo que quisiera una vez tuviera comida lista para quien llegase. "¡Y hay Internet!" Gogol, muy amablemente, le había prestado una computadora que aparentemente no necesitaba, por lo que todo iba muy bien, hasta que llegaron los mercenarios.

El grupo le impedía pasear por los caminos dentro de la mina y ahora tenía que darles de comer; se le ocurrió darles caldo. Por otra parte, el señor Lobotomía se había empeñado en atender a Dorito por lo que cada vez que quería servirle la comida, este se lo quitaba de las manos y se lo daba a su compañero para luego él mismo darle té con galletas. "¡Eso no es un almuerzo! ¡Por eso está todo desnutrido!"

Volviendo a las cosas buenas del trabajo, estaba bastante cómoda con el ambiente y el salario era lo suficiente como para comprar el boleto aéreo que la llevaría a su casa (esto lo había cotizado por Internet) pero lo mejor de todo ¡es que podía ponerse al día en sus series favoritas! No sabía cómo funcionaba eso, pero estaba tranquila de que su personaje favorito aún no había muerto.

— Hoy es el día en que pondremos en marcha el plan Chacha, ¡no mueras entre el caos! — se despedía Gogol entre risas — A menos que eso es lo que quieras...

— "No cambies la estación de la radio." — repitió desganada, la última instrucción que recibió de Dorito — No hay problema. No moriré por eso al menos. — entregando una bolsa de papel, le despidió. — Por cierto te empaqué unos panes para el camino.

Ya sola con el señor Lobotomía y su compañero… Pushkin, si no mal recordaba, le dejó con bastante tiempo libre dado que todos se conformaban con la comida y agua caliente para té. La Chacha utilizó sabiamente este tiempo utilizando la computadora para ver videos graciosos y hacer memes.

—¡Seré un héroe sin capa para este mundo! — fue su frase cuando orgullosamente le presentó su primer meme a los rusos, siendo el señor Lobotomía el único que se rió de este después de un largo silencio.

La Chacha iba por su décimo meme, de ese día, cuando se escucharon las primeras explosiones y observó cómo el señor Lobotomía subía a tope el volumen de la única radio que había en el lugar. Cuando la muchacha vio cómo el hombre empezaba a dirigir la orquesta imaginaria de la radio mientras tenía agua caliente en una mano, tomó la ejecutiva decisión de salir de ahí.

La chacha llegó a un lugar donde había un automóvil estacionado y se metió al ver que estaba vacío. Al parecer, aún llegaba la señal del Wi-Fi por lo que se acomodó en los asientos traseros, continuando con su heroica misión.

*Inserte espacio en blanco*

En algún momento se quedó dormida, dado que cuando despertó alguien estaba conduciendo el automóvil y se encontraban fuera de la mina.

— Eh… ¿Buenas? — dijo la chacha para romper el hielo y nerviosa preguntó — ¿A dónde vamos?

— Somos una distracción/carnada. — contestó el hombre viendo de reojo el retrovisor — Si todo sale bien, tendré un buen pago.

— Ok… — dijo la chacha sentándose apropiadamente — Eso es bueno.

— Si muerden el anzuelo, ambos seremos cenizas. — dijo aludiendo a un contenedor que le recordaba a esos donde se guardan combustible.

Viendo detenidamente, se parecía a los demás que había usado para colocar la computadora y se encontraban con ella en la parte trasera.

— ¡¿Qué clase de contrato es ese?! — exclamó indignada, alejándose dentro de lo posible de los contenedores — ¡Hemos trabajado arduamente por nuestros salarios como para que vayan a matarnos!

Rayita se había puesto seria, con cinco minutos le bastaron para convencer al conductor de que merecían su salario (y vivir). Por lo que, esquivando a un grupo de lo que parecían policías, ambos llegaron a una especie de mansión.

Rayita había bajado rápidamente del vehículo, con el fín de asegurar su pago, que no notó cómo este desaparecía debajo de una capa y como Gogol la levantaba para disparar dentro de esta. Lo único que escuchó fue una explosión a lo lejos que le hizo recordar que tenía acompañante, volteando hacia donde estaba el vehículo solo encontró a Gogol sacudiendo su capa.

— Chacha ¿podrías traer una bolsa de basura? Creo que necesito deshacerme de algunas cosas. — dijo Gogol señalando el interior de la prenda.

— ¡Mis memes! — fue lo único que exclamó esta al medio comprender lo que había pasado. Resignada, la chacha le pasó una bolsa que tenía en uno de los bolsillos de su gabacha.

Alegremente fue recibida por Gogol, quien la llenó de lo que podría ser el vehículo donde vino y el conductor dado que solo le parecía ceniza. "No tengo pruebas pero tampoco dudas."

Ya vacía (?) la capa, la Chacha se la pidió a Gogol para lavarla y este se la entregó reluctante.

— Me alegra que no hayas muerto aún, pero ¿qué haces aquí Chacha? — preguntó Gogol, sentado en un estudio que la Chacha se encontraba limpiando (después de lavar y planchar su capa) y colocando sábanas limpias sobre los muebles.

— El hombre que me trajo aquí, me hizo pensar en mi paga. — comenzó la muchacha, enviando un rezo mental por dicho hombre, y sacando una bolsita con galletas de su gabacha. — Y no pude evitar recordar que se acerca la fecha de pago…

— Mmm... Eso será un problema. — murmuró Gogol llevándose a la boca una de las galletas de la bolsita que la Chacha acababa de sacar.

— ¿Por qué? — inquirió la muchacha verificando que, en algún momento, el mago le había robado su bolsa con galletas.

Gogol caminó hacia una de las ventanas de la habitación y se sentó en un banco cercano, sacando otra galleta de la bolsa.

— Dos-kun no podrá pagarte porque lo van a capturar. — contestó Gogol como si la respuesta fuera obvia.

— ¿Y tú no puedes pagarme? — respondió Rayita, tratando de disimular su creciente ira ante la revelación de que no planeaban pagarle.

— ¡Yo seré libre de esas cosas superfluas! — exclamó el mago dramáticamente extendiendo su brazo hacia fuera de la ventana. — No estaré aquí para pagarte.

— ¿Podrías pagarme antes de "liberarte"? — preguntó la muchacha entre dientes, haciendo comillas junto a la pregunta.

— ¡Eso no es parte del plan! — dijo Gogol con voz cantarina.

Rayita comenzó a caminar por la habitación tratando de calmarse ante la revelación de que la habían estafado. Rayita podría tener cara de tonta pero no lo era, ese era parte de su encanto. Nadie se esperaba la labia que la muchacha tenía.

— Dime Gogol, ¿quién es "Dos-kun"? — dijo la muchacha viéndolo fijamente. — ¿Un socio? ¿Un compañero? ¿Tu amigo?

El ruso pareció extrañarse del cambio de actitud de la muchacha

— ¿Por qué eso determina tu disposición a tomar acciones propias? ¿Por qué otras personas infieren tus opiniones? — el tono de la muchacha comenzó a tomar un tono más iracundo. — ¡¿Por qué no puedes tomar tus propias decisiones?!

La muchacha estaba tan frustrada que casi le salen lágrimas. Entre el discurso la muchacha había vuelto a caminar por la habitación y por último se colocó delante del ruso.

— Porque tú bien podrías mandar a la mierda el puto plan de la rata. ¡Y pagarme! — terminó iracunda.

Gogol se quedó atónito ante la exaltada muchacha que ni se inmutó cuando esta le arrebató la última galleta que tenía en la mano y salió de la habitación.

*Inserte intermedio dramático*

— Creo que me pasé.

Rayita estaba furiosa, eso lo podía admitir con facilidad, pero técnicamente le gritó a uno de sus jefes… e insultó a otro. Eso no era profesional y en todos sus sueños como "Chacha", no era sino eso, porque no tenía sentido si no lo fuera: estaría muerta en todos sus sueños/alucinaciones/vida (?)

— ¿Gogol? — llamó un tanto tímida a la puerta de la habitación, donde había dejado a su jefe sin galletas.

Al no recibir respuesta, se preocupó por lo que entró a la habitación. Lo encontró en la misma ventana, en modo pensativo.

"Parece como esos tipos con poses "cool" en las redes sociales." Pensó la muchacha para sí, tratando de no reírse, viendo como incluso tenía un par de pajaritos posados en él.

— ¿Qué es tan gracioso? — preguntó el joven, girándose al notar la risa mal disimulada de la muchacha.

— Lo siento — contestó aun sonriendo — pero te veías como una… no importa.

La Chacha, aprovechando que su jefe se veía bastante tranquilo e incluso parecía sonreírle, siguió a lo que venía.

— Venía a disculparme por gritarte. — al no recibir reacción alguna del otro, la muchacha continuó nerviosa — ¡Y también que ya está lista la cena!

Con esto dicho, la Chacha salió corriendo de la habitación.

La Chacha ya se encontraba comiendo su cena y, afortunadamente, se le había pasado el bochorno con el mago. Por lo que no pudo más que alzar una ceja cuando dicho jefe apareció sonriendo como si Dios le hubiese hablado y sin tapujo alguno empezó a comer de su plato.

— Eh… Este es mi plato. — dijo pasándole el otro plato que se encontraba en la mesa. Gogol con gusto tomó el plato ofrecido, después de terminar el plato de la chacha.

De mala gana, la Chacha se volvió a servir comida y tomó asiento. Al finalizar ambos, sirvió dos tazas de café y puso pan dulce en la mesa.

— Entonces… — "No estoy despedida" quiso preguntar la muchacha.

— No debiste disculparte. — interrumpió Gogol con un pan en la mano. — Imagino que esa es tu forma de… liberarte.

— ¿Qué? — fue lo único que pudo articular la muchacha antes de ser interrumpida, nuevamente.

— Pero ahora, tengo curiosidad — dijo el mago entre mordiscos a su pan — ¿por qué es tan importante el dinero?

Frunciendo el ceño, la muchacha respondió un tanto extrañada — Porque trabajé por el.

Esta pequeña afirmación inició un monólogo por parte de Gogol, sobre algo que pasó por completo sobre la cabeza de la muchacha. "¡Ella no era filósofa, rayos!" Ese tiempo fue utilizado sabiamente limpiando el comedor.

— Jefecito, agradezco que me considere lo suficientemente culta para hablar de cosas existenciales, pero en mi ignorancia, me conformo con tener dinero para volver a mi casa. — Gogol iba a tomar nuevamente la palabra, pero la chacha lo interrumpió — Mi casa, está muy lejos y por ello quiero saber si me van a pagar, o si mejor busco otro lugar.

Un tanto malhumorado, Gogol sacó un teléfono de su capa y marcó, después de unos segundos le respondieron —¡¿Cómo está mi persona normal favorita?! … ¡Hm!... ¡Oh, para nada!... … Pero si quiere, lo hago… No, de hecho… … Espera un momento.

Volteando a la muchacha, el mago dijo con aparente indignación — ¿Te importa? estoy hablando con alguien. Es de mala educación escuchar conversaciones ajenas.

La Chacha salió a regañadientes de la cocina sin entender qué había pasado.