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Este capítulo es algo largo y es que me parece que no hay que dividir la acción.

Ojala sea de tu agrado.

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Disclaimer:

LAS TORTUGAS NINJA

no me pertenecen, más bien mi corazón le pertenece a Leo.

GÁRGOLAS, HÉROES GÓTICOS

tampoco me pertenecen;

mucho menos obtengo algún beneficio lucrativo aprovechándome de la fama de estas dos magníficas series animadas.

Yo escribo por puro gusto y para hacer pasar un rato agradable a todo aquel que pase a leer. Lo único que espero ganar son tus apreciados reviews.

) ) ° ( (

GUERREROS DE LA NOCHE

En una habitación donde hay todo un equipo de cómputo de la más alta tecnología, se encuentran varios hombres cumpliendo con sus labores respectivas.

De repente, un fuerte golpe proveniente del piso hace que los hombres salten de sus asientos.

- ¿Qué fue eso? – pregunta uno.

- Estamos justo encima de la zona de celdas. – dice otro con un tono de alarma en la voz - ¿No creerán que esa "cosa" que trajeron hoy…?

Un golpe mucho más fuerte cuartea el grueso concreto.

Estando entrenados para situaciones de emergencia, los hombres toman las armas que traen asidas a sus cinturas, y cuando están por activarlas, el piso es atravesado por un gran puño de color violáceo.

- ¿Pero qué diantres…? -

El enorme puño se retira pero vuelve a arremeter y una buena parte del piso es hecha pedazos, abriéndose un gran hoyo del cual emerge…

- ¡Un demonio! – grita asustado uno de los hombres al ver con ojos desorbitados al monstruo que emerge del enorme hueco y se yergue en toda su altura, que es considerable y aterradora.

A la gárgola le gustaría decirle al tembloroso humano que no es un demonio, pero en cuanto nota que están armados (gracias a que ahí no hay ninguna luz blanca que lastime sus sensibles ojos), frunce el seño y extiende sus alas y brazos para parecer más intimidante; y no lo parece, lo es.

Los hombres disparan.

Goliath, con asombrosa agilidad, salta hacia la puerta metálica, clava sus garras en ésta, y usando toda su fuerza, la rasga como si fuera una simple hoja de papel; salta a través de ésta y echa a correr con sus cuatro extremidades.

Los hombres asoman sus cabezas a través del enorme hueco de la puerta sólo para ver cómo huye el "demonio" porque ellos no se encargan de la seguridad de las instalaciones.

Goliath corre por el pasillo color gris con mayor destreza gracias a que puede ver con claridad, pero se mantiene alerta en todo momento; entonces, oye pasos apresurados, muchos pasos. Se detiene, se yergue y comienza a cavar en la pared más próxima. Polvo y escombros se dispersan por todas partes.

- ¡Ahí está! – grita un hombre de la cuadrilla de seguridad al ver a la enorme gárgola - ¡Disparen! -

Goliath, en cuanto oye la orden de atacarlo, rápidamente usa los escombros para lanzárselos; los hombres deben cubrirse y este momento lo aprovecha para adentrarse en un salto por el hueco que abrió; descubre que es otra habitación donde hay más equipo de cómputo, pero no hay nadie que lo opere. Decide crear una distracción.

Se acerca a las máquinas automatizadas y comienza a destruir con sus poderosas garras todo lo que emita parpadeos de luz o algún sonido de procesamiento.

El equipo, cuando sus entrañas de cables son arrancadas con brutalidad, arroja incontables chispas, se desangra abundantemente, y esta sangre, con su abrasiva calidez, provoca un fuego que se aviva rápidamente.

Algunos hombres de seguridad, en segundos se acomodan frente al hueco y le apuntan con sus armas a la gárgola; entonces, Goliath arranca un gran tablero con todo y su soporte (las chispas de electricidad saltan) y se los arroja; los guardias deben apartarse para no ser aplastados por el pesado equipo.

Goliath corre hacia la puerta, la derrumba con un tremendo golpe y abandona esa habitación que ha comenzado a incendiarse.

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Tres gárgolas están postradas en la orilla del techo de un edificio, pero éstas no son de este tipo de gárgolas que, donde fueron colocadas el primer día, jamás se han movido.

- ¿Estás seguro de que éste es lugar, Lex? – Brooklyn hace la pregunta.

- Según la tarjeta que hallamos, aquí es donde tienen cautivo a Goliath. -

Tortugas y Gárgolas regresaron al techo donde Goliath fue capturado para buscar alguna pista que les indicara a dónde se lo había llevado Bishop, y "casualmente", encontraron tirada una tarjeta metálica con una dirección inscrita en relieve.

- Ha sido muy amable de su parte – dice Broadway con un sarcasmo sutil – haber dejado la "invitación". –

Fue más que obvio entender que Bishop dejó esa tarjeta a propósito.

- Sí. - dice Lexington – Lo que confirmó lo que habíamos sospechado: "atrapar a uno para atraer a los demás". -

- Pero Bishop atrapó a una gárgola. – dice Brooklyn un tanto preocupado – Ojala no esté ya pensando que lo que va a atraer son gárgolas, o al menos espero que no haya terminado de prepararnos la "bienvenida". –

Lexington, Broadway y Brooklyn observan con inquietud una vieja fábrica aparentemente abandonada.

Cada uno lleva una pequeña bazuca portátil enfundada en un cinturón que llevan ceñido a la cintura, cortesía del ingenio de Donatelo.

- A mí no me gusta. – dice Broadway – Se parece al castillo de esa película en la que un hombre grita "¡Vive!" – se refiere a la película de Frankenstein.

- Pues Goliath no va a vivir mucho – apremia Brooklyn – si seguimos pensando en cómo entrar. Tenemos el factor sorpresa a nuestro favor: tocamos a la puerta, y en cuanto abran, armamos un tremendo 'merequetengue'. -

- Tú eres el segundo al mando, Brooklyn. – le dice Lexington – Tú sabes lo que haces. -

- En realidad… no, no estoy muy seguro, pero creo que Goliath haría algo así. -

- ¡Pues hagámoslo! – dice Broadway.

Se lanzan al ataque.

Las tres gárgolas planean con rapidez rumbo a un costado de la vieja fábrica que al parecer tiene tres niveles; pero repentinamente hay disparos de varias armas láser que intenta derribarlos (las armas están ubicadas en el borde del techo), pero las gárgolas logran esquivarlos yendo de derecha a izquierda, ascendiendo y descendiendo, plegando y desplegando sus alas con suma destreza, realizando esos ágiles sorteos con total precisión para no chocar entre ellos, y cuando están a escasos metros de la fábrica...

- ¡Lex! – le grita Brooklyn; él ya sabe qué hacer.

Lexington tiene que dejar de realizar maniobras evasivas y desciende de lado apuntando con la bazuca y buscando el ángulo perfecto para el disparo, no sin arriesgarse a ser herido porque los rayos láser no cesan, pero gracias a su habilidad de vuelo, pasan demasiado cerca de él tres rayos de luz justo en el momento en que acciona el gatillo...

¡ZUIZ!

… y un proyectil, de apenas treinta centímetros de largo, es lanzado con tremenda potencia, la cual empuja a la pequeña gárgola hacia atrás; pero rápidamente Lexington extiende sus alas en toda su amplitud para frenar el fuerte empuje.

El proyectil se impacta en el arma láser provocando un fuerte estallido…

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Goliath va corriendo en sus cuatro extremidades, cuando de repente, ocurre una gran sacudida inesperada, no como la que provoca un terremoto, sino la que provoca una fuerte explosión, porque la sacudida es intensa pero breve. Se detiene, mira hacia atrás, hacia donde destruyó toda la tecnología que pudo, pero ahí no ha ocurrido la explosión, todavía no.

Preocupado, reanuda su carrera.

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Brooklyn, Broadway y Lexington no esperan a que el polvo, en el que se ha convertido gran parte de la pared (incluso abarcando un tramo del nivel inferior) se disperse; planeando se adentran en esa extensa nube de polvo aguantando la respiración para no ahogarse, y por breves segundos no ven hacia dónde se dirigen, pero perciben una corriente de aire helado y se dejan guiar por ésta.

- "Bendito sea el aire acondicionado". - piensa Brooklyn.

Mientras se adentran prácticamente a ciegas, escuchan la alarma de seguridad.

Pronto dejan atrás la nube de polvo y aterrizan en un largo pasillo, listos para esquivar cualquier ataque, al tiempo que descubren que hay una intensa luz que parpadea a unos cuantos metros de ellos.

Pero pasan los segundos, y no sucede nada.

Broadway y Brooklyn llevan la bazuca todavía ceñida a la cintura, mientras que Lexington arroja la suya porque sólo puede ser usada una sola vez, y ya ha hecho uso de esa única vez.

- Ya están avisando que llegamos. – dice Broadway por la luz blanca parpadeante.

- Pero nadie viene a darnos la bienvenida. – dice Lexington.

- Será que – dice Brooklyn – están ocupados con alguien más. –

Los tres se miran, seguramente pensando en lo mismo.

Corren por el pasillo, y cuando han avanzado varios metros, se detienen.

- Creo que aquí está bien. – dice Brooklyn.

Lexington se acerca a una pared y apoya una oreja sobre ésta, lo mismo hace Broadway pero en la otra pared, y Brooklyn pone una oreja en el piso.

- ¡Escucho un gran alboroto acá abajo! – dice Brooklyn sin contener su emoción.

Gracias a su extraordinario sentido del oído, ha podido escuchar que en el piso inferior algo está sucediendo.

Comienza escarbar en el concreto con la misma urgencia con la que cava un pirata para hallar un tesoro largamente buscado.

El concreto cede y Brooklyn salta a través del hoyo, cae, se yergue y, no ve a nadie. Un segundo después, Broadway y Lexington caen detrás de Brooklyn, y apenas están examinando ese otro pasillo, cuando sus oídos perciben el sonido de un arma desde el piso de arriba…

- ¡Ya apareció el comité de bienvenida! – dice Brooklyn al observar por el hueco a varios humanos listos para dispararles.

… saltan justo a tiempo de que los disparos les hagan daño.

- ¡Nos disparan dardos tranquilizantes! – se da cuenta Lexington.

- ¡Corran! – exclama Brooklyn.

Las tres gárgolas echan a correr, corren con sus cuatros extremidades por el largo pasillo gris, pero justo cuando sienten que han librado el primer obstáculo, escuchan fuertes pisadas.

Al mirar hacia adelante, una escuadrilla de seguridad está por interceptarlos.

Sin dejar de correr, en un parpadeo, Lexington salta y apoya sus pies contra la pared de la izquierda y se impulsa, lo mismo hace Brooklyn pero sobre la pared derecha, los dos saltan al mismo tiempo, y gracias a los lentos reflejos de los humanos, se arrojan sobre ellos derribando a muchos e inmediatamente continúan corriendo sobre cuatro extremidades; Broadway se yergue y corre sobre sus piernas con mucho más ímpetu, pasando por entre los humanos que quedaron de pie, empujándolos y derribándolos como pinos en una sesión de boliche.

- ¡Chuza! – es su grito de victoria; se reúne pronto con sus dos compañeros.

Las gárgolas están por doblar a la derecha, y no se percatan de que un guardia, sobreponiéndose al aturdimiento, se incorpora lo suficiente como para apuntar con su arma y accionarla.

Un dardo se clava en la pierna de Lexington.

El guardia sonríe por su logro y es arrastrado hacia la inconsciencia.

Lexington continúa corriendo sin sentir la más mínima molestia.

En otra parte…

Una escuadrilla se interpone en el camino de Goliath.

Goliath detiene su huida, se yergue y ruge estruendosamente.

A más de un humano se le eriza la piel.

Los hombres retroceden ante la atemorizante bestia, y antes de que siquiera puedan apuntarle con sus armas, la bestia se le va encima, pero para la sorpresa de muchos, salta por encima de todo ellos.

Tras un portentoso salto, Goliath brinca sobre ese grupo de humanos, aunque los mejores adiestrados consiguen dominar su pánico y le disparan, pero los proyectiles no son balas ni rayos laser, sino dardos tranquilizantes.

Goliath aterriza sin mayor problema y continúa su huida a pesar de haber sentido algunos aguijonazos en su piel.

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- ¡El tranquilizante no hace efecto! – comunica alarmado uno de los hombres, a través del auricular que lleva, al mando superior - ¡Usamos el más potente con el que contamos y la creatura ni siquiera ha comenzado a bostezar! -

Bishop escucha el informe en su despacho privado.

- Tampoco ha hecho efecto en los otros. - continua la descripción de la situación a través del intercomunicador.

Bishop ha visto, desde su computadora, los destrozos que ha hecho Goliath, y cómo otras creaturas, de su misma especie, han invadido su laboratorio con fachada de fábrica abandonada.

- Desconociendo su morfología, es difícil descifrar la cantidad de somnífero que se les debe administrar si no se quiere provocarles un fallo respiratorio. -

- Hagan lo que sea necesario para capturarlos con vida. – es la inflexible orden.

- Sí, señor. – termina el informe.

Bishop, con un 'click' cambia la imagen; ve a la gárgola de cabello negro que está en otra área destruyendo todo, pero lejos de enfadarse, en su cara se ensancha una retorcida y satisfactoria sonrisa.

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Broadway, Brooklyn y Lexington van saltando alternadamente de las paredes al piso y del piso a las paredes con asombrosa agilidad para esquivar los disparos de otro escuadrón de seguridad, que a pesar de que los separa una gran distancia, tienen un excelente tino; cada uno ha recibido al menos un dardo con tranquilizante.

En una vuelta, el pasillo se divide en tres direcciones diferentes.

Brooklyn echa un vistazo a sus camaradas; estos comprenden que cada uno tiene que ir por un pasillo.

En el momento en que Brooklyn y Lexington van a escoger el pasillo…

- ¡Huelo algo! – dice Broadway; corre hacia el pasillo de la izquierda.

Lexington y Brooklyn se miran. ¿Será que, gracias a su olfato que es mucho más agudo, encontró a Goliath?

Echan a corren tras él.

Broadway se mete a una habitación cuya entrada es una simple puerta de madera.

Al entrar Brooklyn y Lexington lo primero que ven es a Broadway sentado en un banco largo sosteniendo una caja con donas; las devora con gran avidez.

- Broadway… – Brooklyn lo reprende, pero toda la atención de él está centrada en las donas.

Lexington, mientras tanto, examina el lugar.

Ahí se ubican los casilleros de los empleados.

Hay varios casilleros que no fueron cerrados apropiadamente y hay cosas tiradas en el piso, incluso una dona con una mordida.

El personal que no era necesario para el ataque fue evacuado.

- Vámonos, – dice Brooklyn – antes de que… -

Brooklyn y Lexington consiguen retroceder segundos antes de que una docena de hombres entren tempestivamente.

Esta vez, las gárgolas (Broadway finalmente mira su entorno masticando la última dona) no atacan enseguida a los humanos por el tipo de armas que traen.

Estos guardias no portan los pequeños rifles lanzadores de somníferos como los primeros grupos que los atacaron, sino unas armas cien veces más grandes, pesadas, y peligrosas.

Las gárgolas reconocen enseguida esas nuevas armas que van a utilizar los humanos para detenerlos. Donatelo les previno de las armas que lanzan un potente rayo que, si impacta en ti, te propina una fuerte sacudida de electricidad.

A los guardias sólo les toma unos segundos colocarse en posición para atacar.

- ¡Usemos las estrellas! – ordena Brooklyn.

Sin tiempo para pensar si funcionara, las gárgolas sacan de su cinturón varias zuriken y las lanzan (Donatelo les impartió un breve curso sobre cómo emplearlas).

Las zuriken se incrustan en varias armas; las armas son dañadas y empiezan a echar grandes chispas; las grandes chispas saltan por doquier, y por doquier caen las chispas, sobretodo en las armas que no habían sido dañadas, provocando que éstas también comiencen a echar chispas…

- ¿Qué sucede? – se pregunta un desconcertado humano.

- ¡Arrojen las armas ahora! – se da cuenta quien pudiera ser el líder de ese escuadrón.

Los humanos arrojan sus armas y salen tempestivamente de la habitación.

- Es una reacción en cadena. - dice Lexington – Es justo como Donatelo dijo que ocurriría si conseguíamos usar bien las estrellas y dañar las armas de electroshock. –

La reacción en cadena está cobrando más y más poder.

- ¡Pero no con nosotros en un callejón sin salida! – grita Brooklyn desesperado.

No hubo alternativa. O eran capturados o corrían ese mortal riesgo.

Dejando la culpa de no ser tan buen Segundo al mando, Brooklyn desenfunda la pequeña bazuka y aprieta el gatillo apuntando a la pared libre de pesados lockers…

Usando su descomunal fuerza, Goliath ha arrancado desde la base un costoso equipo electrónico y lo lanza contra los demás dispositivos, que al instante estallan y arrojan chispas y humo; se da prisa para evitar el estallido; derriba una pared sólo para encontrarse a más humanos que enseguida le apuntan con armas más grandes y más poderosas con las que sí podrán detenerlo.

Pero entonces, se escucha un ruido muy potente, un segundo después, todo el edificio se sacude con tremenda fuerza; la sacudida derriba a los humanos y a Goliath.

Toda la estructura se cimbra a tal grado que en el techo, en las paredes y en el piso se abren algunas cuarteaduras.

- Definitivamente son ellos. – se dice Goliath; su voz parece revelar alegría.

Aprovechando el desconcierto provocado por la explosión, Goliath se pone de pie y rápidamente destroza lo que queda de pared, pasa a través de ésta y propina un poderoso puñetazo en el suelo, justo donde hay una grieta; el golpe hace que se ensanche más la grieta, el suelo cede…

Goliath salta.

- ¡AAAAHHHH! -

… y el grupo de humanos cae al nivel inferior.

Goliath está de pie en el pasillo observando el boquete que hizo. Las paredes de cada lado del pasillo han perdido una buena porción, por no decir que el pasillo también. De cualquier forma, debe continuar.

Mira hacia la izquierda. Mira a la derecha.

¿Hacia dónde debe ir?

Puede pasar una eternidad y nunca los hallará en ese laberinto.

- Como si mi destino dependiera ahora del capricho de la Suerte. –

Ya que la gárgola anda descalzo, con sus pies percibe, por un lado, la fuerte vibración de las pesadas botas que calzan los humanos (un grupo más que intentará atraparlo), pero también percibe la leve vibración de los últimos escombros que van cayendo debido a la fuerte explosión.

Con una determinación tan descomunal como su nombre, que llega a desbordarse por sus ojos, corre hacia donde cree estarán sus amigos.

La "bodega" ha sufrido un gran daño. Ha quedado un enorme agujero interior que, a lo largo, abarca los tres niveles, y a lo ancho varios metros. El techo está intacto.

Las luces de emergencia se han accionado, lo que hace que ahora todo tenga un extraño color rojo oscuro, un rojo como la sangre de un cadáver que lleva días a la espera de ser hallado; aunque un segmento del edificio luce un cálido tono naranja.

Las lenguas flameantes comienzan a devorar vorazmente todo cuanto pueden saborear.

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- Quisiera saber a quién se le ocurrió tan 'estupenda' idea. – dice Rafael.

Las tortugas están volando gracias a unas alas Delta construidas por Donatelo.

- Yo creía que no estabas contento con la idea de Brooklyn. – dice Miguel Ángel.

- ¡Fue un sarcasmo, Mikey! ¡Estoy bien encanijado! ¡Pero nada más que vea a esa lagartija de cabello blanco, va a ver cómo me lo ching…! -

- Rafa, - habla Donatelo – después ajustas cuentas, debemos concentrarnos en el rescate. Habíamos quedado en que debemos ser rápidos, sigilosos y precisos. -

- Igual y ya nos vieron. –

Están volando y aproximándose al castillo en el que vive el excéntrico millonario llamado David Xanatos.

- A esta distancia no es probable que nos hayan descubierto. - explica Donatelo – De acuerdo a las indicaciones de Lexington, el castillo posee innumerables cámaras, tanto en el interior como en el exterior, así que no había manera de utilizar las mochilas cohetes que yo acababa de construir para arribar más rápidamente. Lo más prudente es acercarse en silencio, y las alas Delta son lo más idóneo. A la distancia que nos encontramos aún no debe serles posible localizarnos. -

- ¡Pero hace un condenado frío! –

- Sí. – dice Miguel Ángel; tiembla un poco.

- Es debido a que somos de sangre fría, pero como lo platicamos, este inconveniente lo usaremos a nuestro favor, salvo que, como les dije, debemos ser rápidos y precisos, porque nuestra pequeña ventaja puede dar un revés y convertirse en un serio problema. -

Miguel Ángel y Rafael asienten.

Las tres alas Delta continúan deslizándose con suavidad a través de un oscuro cielo.

Guardan silencio.

Cada uno ruega, a su manera, que el plan propuesto por ese tal Brooklyn funcione.

En cierta forma, raras veces ellos tres han puesto en duda los planes de Leonardo, raras veces han dudado que lleguen a funcionar. Ahora que ha sido un desconocido quien ha propuesto el plan de rescate, tienen una gran incertidumbre. De verdad creen que está misión será su última misión.

Hoy, además de descubrir que hay otros seres no humanos viviendo en Nueva York además de ellos, también han descubierto que tienen una fe ciega firmemente depositada en su líder. Con su sola presencia sabían que todo iba a salir a'pedir de boca', pero en esta ocasión, él no está.

La desesperanza cala en sus corazones como el aire frío cala profundamente en sus huesos.

- Por eso le dije a Sensei – dice repentinamente Miguel Ángel – cuando volvimos a casa por la artillería pesada, que nos estuviera esperando con un delicioso chocolate caliente. -

- Chocolate caliente… – dice con ánimos Rafael al saborearse la delicia que su Maestro sabe preparar – Entonces tiene que ser un rescate express. -

- ¡Será el rescate más rápido de la historia! – dice Miguel Ángel también más animado – Ni Shrek habrá sido tan rápido en el rescate de Fiona. -

- Activaré el cronometro. – dice Donatelo, sonriendo; activa el reloj que lleva en su muñeca izquierda, bajo su protector – Así tendremos registrado debidamente el record del rescate más rápido en la historia de los rescates. -

- Ni Leo se la va a creer. – dice Rafael.

- ¿Preparados? – pregunta Donatelo; Miguel Ángel y Rafael asienten – Lentes para neblina. – los tres deslizan los lentes especiales que llevan sobre la cabeza y cubren sus ojos – Bombas de neblina prefabricada. – los tres desenfundan de sus cinturones una especie de pistola lanza-señales – Dispérsense. -

Rafael y Miguel Ángel planean para alejarse de Donatelo.

Las tres tortugas se van acercando al castillo desde tres puntos diferentes.

Donatelo agita una mano.

Sus hermanos hacen lo mismo para corroborar que han visto su señal.

- Uno… - Rafael comienza a contar.

- Dos… - también Miguel Ángel.

- Tres. – igual Donatelo.

Las tortugas cuentas al mismo tiempo hasta "Tres", y accionan la pistola lanza-señales.

De cada una de estas pistolas es lanzada una cápsula directo y veloz hacia el castillo, pero no se estrellan contra éste, sino que, al llegar a determinada altura, explotan apenas emitiendo un pequeño ruido.

Lo que expulsa cada capsula no es un estallido de luces, sino una nube.

Cada nube se expande rápidamente y se conjunta con las otras para formar un gran manto de neblina gris, que pronto comienza a descender y a cubrir el castillo.

- Señor Xanatos. – entra Owen con apremio al despacho de su Señor – Una rara neblina está cubriendo el castillo. -

- ¿Una neblina?, pero si no estamos en invierno. – activa los paneles que le muestran lo que las cámaras de vigilancia monitorean en el exterior: una densa capa de nubes es todo lo que se puede apreciar – Qué extraño. -

- Lo es. He activado el sistema de seguridad. -

Xanatos observa ahora el interior del castillo.

- La neblina se está infiltrando. -

Rápidamente cambia la modalidad de las cámaras a escaneo infrarrojo, para detectar el calor corpóreo del intruso ya que la neblina no deja ver absolutamente nada.

En ese despacho hay más monitores y Owen los escrudiña con detenimiento.

Nada.

Por varios minutos ambos hombres examinan las incontables señales de las cámaras de seguridad.

- ¿Qué individuo puede no ser detectado por una cámara infrarroja? – se pregunta Xanatos, esperando con inquietud que su "visita" salte repentinamente por la puerta reclamando su cabeza.

Owen se queda callado; no se le ocurre qué tipo de individuo podría no emanar calor, las gárgolas inclusive emanan calor…

- Una tortuga… - por fin dice – Una tortuga es de sangre fría. -

- ¿Y? -

Owen no se inmuta ante la subestimación de parte de su Señor para con él.

- ¿Recuerda el extraño objeto que traía consigo la tortuga mutante? El que tiene aspecto de caparazón. -

- Sí. -

- Resultó ser un tipo de celular muy sofisticado. No lo examiné al detalle porque estuve ocupado con los análisis sanguíneos de la tortuga, pero a mi juicio, es del tipo de celular que puede emitir una señal de ubicación. -

- Una señal de ubicación… Las otras tres tortugas humanoides, si pueden tener el medio para llegar hasta aquí siguiendo esa señal, quizás en planeadores para arribar en silencio, al transportarse hasta aquí y debido a los fríos vientos que soplan a estas alturas, perderían una parte de su calor corporal. Las cámaras en modo infrarrojo resultarían inútiles. -

Xanatos corre a la "habitación" en la que está descansando su "huésped". Su fiel servidor lo sigue.

Los pasillos que recorren han sido invadidos por la neblina que continua arrastrándose suavemente como una serpiente al acecho.

Xanatos encuentra que su invitado ya no está.

- ¿Pero cómo evitarían el sistema de seguridad que detecta el movimiento? Únicamente tú y yo portamos un microchip que nos identifican. -

- A menos que posean un sorprendente sigilo, como del que eran capaces los ancestrales ninjas de Japón… -

- ¡Basta de suposiciones! ¡Activa las armas láser! ¡Qué disparen a diestra y siniestra! -

Owen, conservando la serenidad que le caracteriza, extrae un control de su saco y pulsa un botón.

A las afueras del castillo, las armas láser salen de su escondite y comienzan a disparar en todas direcciones.

Los dos hombres llegan corriendo al patio del castillo pero permanecen dentro a salvo de la lluvia de luces letales y peligrosos escombros que está cayendo en esos momentos.

- ¡No! ¡Mi ala Delta! –

Escuchan un grito.

- ¡Corre! – ordena Xanatos.

Owen primero desactiva el sistema de seguridad y lo sigue.

La brisa ha disipado algo de la niebla; ya no es tan densa.

Xanatos y Owen llegan pronto al lugar de donde provinieron las lastimeras quejas.

- Más tortugas. -

- ¡Ya nos cacharon! - exclama una tortuga que usa un antifaz naranja.

- ¡Sabía que este ridículo plan no funcionaría! – dice con rabia una tortuga que tiene un antifaz rojo.

- Rafa, – suplica la tortuga del antifaz morado – llévate a Leo. Mikey, toma mi planeador. ¡Váyanse! -

- No vamos a dejarte, hermano. – dice la tortuga del antifaz naranja con mucha decisión.

- Igual y "estos" nos prestan un helicóptero. – dice la tortuga del antifaz rojo señalando con un gesto de su cabeza a los humanos.

- Han allanado propiedad privada – dice Owen – Son delincuentes que merecen ser encerrado en la más profunda de las mazmorras del castillo. -

- ¡Ja! – se mofa la tortuga del antifaz rojo - ¡Eso si me dejo! – saca de su cinturón una especie de arma de tres picos, sólo una porque, ayudándose con su otra mano, lleva a la tortuga del antifaz azul sobre su hombro - ¡Es más! ¡Ustedes secuestraron a mi hermano! ¡A ver 'de a cómo nos toca'! -

Owen asume una posición defensiva.

- Caballeros, - se interpone Xanatos – podemos conversar en lugar de usar los puños. -

- Nada de sentarnos a tomar leche y comer galletitas. – habla la tortuga de la bandana naranja – Lexi nos dijo que no debíamos confiar en ustedes. -

- ¿Lexi? – dice confundido Xanatos - ¿Lexington? – ese nombre no es común en esta época moderna, le es sencillo llegar a una conclusión - ¿Ustedes son amigos de las gárgolas? -

- ¡Si serás…! - la tortuga del antifaz rojo le da un golpe con su puño libre en la nuca a la tortuga del antifaz naranja.

- ¡Auch! –

- Las gárgolas y yo somos amigos. - dice Xanatos con un tono embelesador - Si les contaron que yo he tenido con ellos… una actitud poco cortés, es debido a un malentendido. -

- No lo escuchen. – dice la tortuga del antifaz morado – Por favor, Rafa, Mikey, pongan a salvo a Leo. -

- ¿Y cómo escaparás? – pregunta angustiada la tortuga del antifaz rojo.

- Ya veré cómo. ¡Váyanse! -

Las otras dos tortugas miran con mucha tristeza a la otra que se queda, luego echar a correr hacia donde dejaron las alas Delta, pero no logran llegar a éstas porque un rayo laser las destruye antes de que puedan tomarlas. Voltean (una mirada refleja furia, la otra refleja terror) y se dan cuenta de que el hombre de pelo rubio tiene un control.

El hombre rubio oprime un botón y el arma láser se oculta entre los muros del antiguo castillo.

- Tenemos más invitados a "cenar". - habla Xanatos - Tendrás que preparar tres habitaciones más para nuestros "invitados", Owen. -

Algo siniestro en la voz de ese humano hace temblar a las tortugas.

Owen está por accionar de nueva cuenta el control.

Donatelo corre para reunirse con Rafael y Miguel Ángel, pero antes de que ellos puedan volver a preguntarle cómo van a escapar, corre hacia la barda de piedra.

- ¡Doni, dime que hay un plan B! – ruega con toda su alma Miguel Ángel - ¡Por lo que más quieras, dime que hay un plan B! -

- Lo hay… – responde con aparente tranquilidad – ¡pero no hay tiempo para explicarles! – apenas pone un pie sobre la barda, se impulsa con todas sus fuerzas y salta al vacío.

- ¡DONI! –

- ¡¿Qué…?! – exclaman estupefactos los dos humanos.

Miguel Ángel y Rafael se miran por una fracción de segundo.

- ¡DONI! – grita Rafael aunque es posible que no lo escuche - ¡POR TU MADRE SANTA, MÁS TE VALE…! –

Rafael echa a correr llevando a su líder en el hombro, Miguel Ángel corre muy cerca de él, trepan en un salto sobre la barda de piedra, se dan un fuerte impulso con ambas piernas y saltan.

- ¡JERONIMOOOO! – grita Miguel Ángel al arrojarse al vacío.

En un rápido movimiento, Rafael hace medio giro sobre su eje (ahora va cayendo de espaldas), desliza a un inconsciente Leonardo de su hombro para poder sostenerlo ahora con un abrazo (al ir cayendo de espaldas, a diferencia de Donatelo y Miguel Ángel, Rafael pretende, si es que van a estrellarse contra el concreto, amortiguar el golpe que podría sufrir su hermano mayor con su propio cuerpo).

Xanatos y Owen corren al borde de piedra y miran hacia abajo; ven a las tortugas caer pesadamente como si fuesen rocas.

- No sobrevivirán. – vaticina Xanatos.

- Si consiguieron llegan hasta aquí, creo que lo lograrán. – opina humildemente el fiel servidor.

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- ¡VAMOS A MORIR VAMOS A MORIR VAMOS A MORIIIIIRRR! – grita Miguel Ángel con todas sus fuerzas y agitando sus brazos deseando que fuesen alas.

Rafael va cayendo de espaldas, y aunque Donatelo se arrojó primero, lo alcanza pronto, y lo rebasa inclusive. Está cayendo más deprisa por llevar a Leonardo.

La distancia entre él y sus otros hermanos se ensancha a cada segundo.

De un momento a otro, el castillo ha quedado sobre sus cabezas y ahora pueden ver su reflejo en las ventanas de cristal del edificio, que gracias al gran salto que imprimieron cada uno, están lejos de éste por unos diez metros.

- ¡DONATELO! – le grita Rafael antes de que la distancia entre ellos se haga más grande - ¡¿CUÁL ES TU GRANDIOSO PLAN B?! –

- ¡PARACAÍDAS! – responde al tiempo que saca un paracaídas de su inseparable bolsa de trucos - ¡EL INCONVENIENTE ES AVERIGUAR CÓMO TE LO PONDRÁS TÚ!

- ¡DEBISTE DECÍRNOSLO ANTES DE AVENTARNOS! -

- ¡DISCÚLPAME, PERO NOS IBAN A FREÍR EN CUESTION DE SEGUNDOS! -

- ¡DESPUÉS SE PELEAN! – los apremia Miguel Ángel - ¡PÁSAME MI PARACAÍDAS, DONI! ¡TENGO UNA IDEA! –

- ¡¿DESDE CUÁNDO TÚ TIENES IDEAS?! – le espeta Rafael.

Donatelo, que va cayendo más abajo que Miguel Ángel, le arroja con todas sus fuerzas el paracaídas, pero el viento continúa soplando, y el paracaídas al ser liviano, se va desviando de su rumbo.

- ¡MIKEY! –

Donatelo le advierte a Miguel Ángel, pero él ya se dio cuenta; tiene que hacer algo para no perder el paracaídas y la vida.

Miguel Ángel desenfunda la pistola lanza-señales y dispara la última cápsula de neblina que queda; el disparo lo empuja y el impulso lo aprovecha para realizar una espectacular pirueta en plena caída vertical, logra desplazarse hacia un lado y atrapa su salvavidas con una mano apenas a tiempo de que pasara de largo; arroja la pistola, toma con ambas manos el paracaídas, y se lo coloca rápidamente: pasa una mano por una de las asas del arnés, luego se obliga a girar (ahora va cayendo de espaldas), pasa la otra mano en la otra asa y vuelve a girar (va cayendo boca abajo nuevamente), traba los broches de la parte del arnés que sujeta su tórax y su abdomen. Ya puede accionar el paracaídas, pero no lo hace, sino que pega sus brazos a su cuerpo y junta sus piernas y cae en vertical, va directo hacia Rafael como una lanza. En segundos llega a Rafael y se aferra a él de un brazo.

- Desde que nuestro líder no está disponible. – responde la pregunta hablando con normalidad; le sonríe – Dame a Leo. –

Sin tiempo para discutir con Miguel Ángel, Rafael obedece.

Con cuidado, Miguel Ángel sostiene a su hermano mayor, luego toma el cordel que acciona el paracaídas...

- ¡Nos vemos en tierra! –

…y jala de éste.

El paracaídas se abre y Miguel Ángel es tironeado bruscamente hacia arriba; debe usar todas sus fuerzas para sostener a Leonardo.

Donatelo llega con Rafael (se desplazó igual que Miguel Ángel) le entrega su paracaídas y, levantando su pulgar derecho y sonriéndole, acciona su propio paracaídas; se aparta al instante de él.

Sin perder más tiempo, Rafael se coloca el suyo teniendo que realizar giros de la misma manera que Miguel Ángel y Donatelo, y lo acciona estando a escasos cien metros de estrellarse contra el duro asfalto.

- Vaya que sí son listos. – dice Xanatos, observando cómo tres coloridos paracaídas se dirigen hacia el puente de Brooklyn (son de ese tipo de paracaídas que se pueden dirigir, aunque uno está teniendo problemas por el peso extra que lleva consigo) – No sé por qué dude que no se salvarían. -

- Porque son más de lo que aparentan. Serán tan sólo unas tortugas adolescentes mutantes, pero son muy hábiles, tan hábiles como ninjas. -

- Sin embargo, debo decir que no fue una total pérdida. Han trabado amistad con las gárgolas. De algo podrán sernos útiles en alguna otra ocasión. –

Xanatos se retira a su despacho.

Owen se queda a evaluar los daños que ellos mismos infringieron al castillo.

: : :

- ¡Cof! ¡Cof! ¡Cof!–

Brooklyn, Broadway y Lexington lograron escapar de la explosión. Sólo están cubiertos por algo de polvo.

- Creo que… fue… ¡cof! … desmedido. – dice Lexington al mirar hacia atrás y ver la gigantesca destrucción que está sumida en la oscuridad (a excepción de uno que otro chispazo debido a la red eléctrica).

En el pasillo en el que están ahora (o fragmento de pasillo, mejor dicho) no hay luz eléctrica, pero la luz roja de la alerta es tan intensa, que llega a ellos de metros más atrás.

- Espero que con eso… - dice Brooklyn - ¡cof!... sea suficiente para Goliath. -

El polvo se va dispersando lentamente.

CLICK

- ¡Arriba! – grita Brooklyn.

Los tres saltan al techo agazapándose a éste con sus garras, evitando el ataque de otro escuadrón que se encuentra del otro lado del abismo.

- ¡Abajo! –

Ahora saltan al piso para evitar más choques eléctricos.

Las gárgolas se alejan de ahí teniendo que dar saltos y realizar más impresionantes piruetas para esquivar los rayos. Afortunadamente terminan al doblar en una esquina; pero ellos no continúan huyendo.

En esa parte hay algo de iluminación.

- ¿Y ahora qué hacemos? – pregunta Broadway.

Brooklyn necesita tiempo para pensar.

- Goliath debió escuchar la explosión. – dice finalmente - Fue muy conveniente ese 'break' que te tomaste, Broadway. - echa un vistazo a la gárgola hambrienta – Y si Goliath está lo suficientemente cerca, podrá saber dónde estamos, y nosotros podremos percibir si se acerca. -

Brooklyn se agacha y coloca las palmas de sus manos sobre el suelo, y espera.

Goliath es una gárgola grande y pesada; es fácil detectar sus pasos. La más pequeña señal, es todo lo que necesita para saber hacia dónde continuar o si deben esperar.

- ¿Y si no puede? – dice Broadway un tanto preocupado.

- Viene otro escuadrón por allá. – alerta Lexington.

El escuadrón viene directo hacia ellos.

- ¡Broadway, la puerta! – exclama Brooklyn.

Hay una puerta metálica próxima a ellos; Broadway clava sus garras en ésta, la arranca de la pared y la levanta para colocarla como un muro entre ellos y los humanos.

En un parpadeo, las armas disparan sus rayos electrizantes, y en un parpadeo aún más rápido, los potentes rayos chocan contra la puerta de metal en el preciso momento en que Broadway la deja caer (incrustándola en el piso) para cubrirlos; pero él recibe parte de la descarga eléctrica y es arrojado lejos.

- ¡Broadway! – gritan preocupados Brooklyn y Lexington; corren a ayudar a su amigo, pero se detienen al oír unos gritos al otro lado de su pequeña barrera de metal.

Quizás la puerta los haya protegido, pero ahora no les permite ver qué ocurre del otro lado.

- ¡Aahh! –

Sólo se escuchan los gritos…

- ¡Aaahh! –

…sólo eso, ni siquiera se escucha el accionar de las armas, y disparos aún menos.

- ¡Aahh! –

Los angustiosos gritos acaban pronto.

Lexington y Brooklyn permanecen quietos esperando más ruidos, pero han cesado del todo; entonces, ambos se quedan más quietos porque una sombra rodea la puerta.

Será acaso por el miedo, pero Lexington y Brooklyn no consiguen distinguir más que una sombra acercándose cada vez más.

No les asusta la oscura sombra, sino sus ojos, esos enormes y luminosos ojos que, literalmente, brillan por la furia que embarga a todo ese ser de la oscuridad.

La sombra sigue avanzando hacia Lexington y Brooklyn hasta que llega a la parte en que la luz puede revelar su verdadera apariencia.

La furia luminosa se extingue y emergen unos ojos negros muy preocupados.

- ¡Goliath! -

- ¿Están bien? – pregunta Goliath con toda la calma de la que es capaz.

Brooklyn y Lexington se alegran al comprobar que se trata de Goliath (no estaban seguros que era él porque sus movimientos fueron tan sutiles y su ataque fue tan sorpresivamente silencioso); atinan a asentir con la cabeza.

- Creo que… sí. – responde Broadway a lo lejos.

Goliath y los otros dos pronto le ayudan a ponerse de pie.

- Éste no es un buen lugar. – dice Goliath con su profunda voz que aún tiene un tono de preocupación.

- Podemos salir por allá. – dice Brooklyn.

Los cuatro echan a correr; llegan al abismo en que se ha convertido prácticamente la mitad de la fábrica.

En cada nivel hay secciones que están por completo faltas de luz, sin embargo, la luz de las llamas del fuego cobra intensidad rápidamente.

- Por aquí – dice Goliath – no podemos continuar, salvo hacia arriba. –

- Exacto. – dice Brooklyn – Broadway, ¿nos harías el honor de abrir un tragaluz? -

- Claro. - desenfunda la pequeña bazuca.

- ¿Con eso? – pregunta Goliath, pero Broadway sabe que no hay tiempo para explicaciones (para comer donas sí, pero no para las explicaciones).

Broadway se arrodilla, acomoda la bazuka en su hombro, apunta hacia el techo y, acciona el gatillo.

¡BOOMM!

El proyectil impacta en el techo, los escombros caen y la apertura recién abierta permite ver el oscuro cielo.

De inmediato, las gárgolas, con precaución, saltan y se aferran al borde del nivel de arriba (Broadway primero arroja la bazuca desechable); siendo tan fuertes, no les cuesta mucho trabajo el aferrarse al piso de ese nivel, escalar y subir; se yerguen y saltan aferrándose al borde del último nivel. La última parte es más sencilla; de pie en el último nivel, saltan con mucho más fuerza, saltan al techo y se aferran con las garran de las manos y pies; trepan por éste literalmente de cabeza hasta llegar al hoyo que hizo Broadway con su bazuka.

Pasan a través del hoyo.

Los recibe una agradable brisa.

No se permiten disfrutar de la sensación de libertad. Echan a correr, llegan a la orilla del techo, saltan extendiendo sus alas, y vuelan de regreso a la seguridad de su hogar.

: : :

Tres paracaidistas con caparazón van descendiendo a la orilla del río Hudson.

Donatelo aterriza primero, luego Rafael.

- ¡Echen paja! – Miguel Ángel les advierte a los otros dos del aterrizaje forzoso que va a tener que realizar.

Rafael corre como puede con todo su paracaídas todavía puesto; trata desesperadamente de llegar hasta donde va a estrellarse Miguel Ángel.

- ¡Quítate que ai te voy! – le dice Miguel Ángel.

- ¡¿Cuál "quítate"?! – Rafael extiende los brazos y…

En un certero movimiento, Rafael cacha a su hermano mayor, y dándole un empujón con un pie, aparta a Miguel Ángel antes de que aplaste a los dos, pero por ese empujón, Rafael cae hacia atrás junto con Leonardo.

- ¡Ah! -

Miguel Ángel también toca tierra sin mucha gracia.

- ¡Ah! –

El aterrizaje fue complicado, pero todos están ilesos.

- ¡Otra vez! – Miguel Ángel grita levantando los brazos; está enteramente cubierto con el paracaídas.

- ¡¿Estás loco?! – Rafael le reclama - ¿Quién quiere aventarse de un edificio tan alto como el Everest? – logra sentarse con todo y paracaídas enredado a su alrededor y aun con su hermano mayor en brazos.

- ¡Pues yo! Fue divertido. –

- Nada más que lleguemos a casa… ¡Hey, Doni, dame una mano! ¿Quieres? -

Donatelo ha enrollado y guardado su paracaídas, aunque todavía trae puestos sus lentes especiales. Avanza hacia Rafael, mirando hacia el cielo.

- ¿Las gárgolas… abran… rescatado… a Goliath? – dice Miguel Ángel entre forcejeos para liberarse del paracaídas.

- Sí, lo consiguieron. – Donatelo afirma.

- ¿Eres adivino o qué? – pregunta Rafael intentando con una sola mano desenredarse del paracaídas.

- Allá van. – señala al cielo, apuntando a cuatro figuras aladas.

) ) ° ( (

N/A:

.Creo recordar que en el toon de Gárgolas, no se ve que las gárgolas tengan otras habilidades aparte de la fuerza, entonces yo, cuando escribía este capítulo, se me ocurrió que ellos deben tener otras habilidades como el sentido del oído, el olfato y el tacto muy desarrollados, una agilidad y flexibilidad muy superiores a la de cualquier felino y también una excelente visión nocturna (por eso no toleran una luz muy intensa), así que puse algunas ocurrencias que espero no hayan quedado tan disparatadas.

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toda opinión es bienvenida.

n.n