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Fue súper difícil ubicar en qué temporada de cada serie ocurre la trama de este fic, pero según mis malvados planes, se me ocurrió que:
para las tortugas, esta historia sucede al final de la cuarta temporada y antes de Tribunal Ninja, por eso Leo tiene la cicatriz del lado izquierdo de su caparazón;
las gárgolas recientemente han abandonado el castillo Wyvern y viven en la Torre del Reloj, pero ya se enfrentaron a La Manada. Zorra, Dingo, Lobo, Chacal e Hiena están en la cárcel; Derek no se ha convertido en mutante; Xanatos y Zorra no se han casado; y Goliath no han ido a Avalon, todavía.
No voy a ser tan apegada a la trama original de las dos series porque he olvidado muchos detalles, y es porque hace mucho tiempo que vi Tortugas Ninja versión 2k3 y a Gárgolas Héroes Góticos.
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N/A:
Al inicio, hay dos personajes que hablan de una guerra entre pandillas y la mafia y que ocurrió hace algunos meses; es la guerra que hubo en la serie de Las Tortugas Ninja, en el capítulo llamado "Guerra en la Ciudad" (City at war) de la segunda temporada. Quizás pienses que entre la segunda y cuarta temporada debió haber pasado más tiempo, años tal vez, pero para efectos de este fic, sólo han pasado algunos meses cuando los Dragones Púrpura y la mafia se enfrentaron al creer que Shredder había muerto y querían adueñarse de su imperio.
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Disclaimer:
LAS TORTUGAS NINJA
no me pertenecen, más bien mi corazón le pertenece a Leo.
GÁRGOLAS, HÉROES GÓTICOS
tampoco me pertenecen;
mucho menos obtengo algún beneficio lucrativo aprovechándome de la fama de estas dos magnificas series animadas.
Yo escribo por puro gusto y para hacer pasar un rato agradable a todo aquel que pase a leer. Lo único que espero ganar son tus apreciados reviews.
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GUERREROS DE LA NOCHE
La Noche ha terminado con su paseo por la bodega celeste de esta ocasión. Lentamente su oscuro manto descubre a una agitada Ciudad de Nueva York.
El día apenas comienza a aclarar y ya hay personas y vehículos yendo y viniendo a toda prisa.
Siendo verano, comienza a sentirse un extremo calor desde muy temprano, lo que hace que los apresurados transeúntes comiencen su día con mal humor. Sólo a algunos habitantes de Nueva York, que viven en las alturas, en una torre que sustenta un reloj antiguo en su campanario, no les inquieta ni el escándalo matutino ni el sofocante calor, porque para ellos es hora de descansar; y para otros habitantes, que viven en las tranquilas profundidades, su jornada comenzará mucho después porque la noche anterior fue muy agitada.
El sol va recorriendo el cielo, incrustando ferozmente su luz por todos los rincones a los que puede llegar. Irradia todo su candente poder como queriendo muy mal intencionalmente sofocar a todos.
- ¡Hace un calor de los mil demonios allá afuera! –
Una hermosa mujer, de piel morena y cabellos de un color negro azulado, va entrando a un despacho.
- Y que lo diga agente Maza. – le responde una mujer madura sentada tras el escritorio.
- Afortunadamente el hombre blanco ha inventado el aire acondicionado, - sacude un poco su larga cabellera para que el frío aire se cuele en su nuca.
- Aunque esto ha ayudado a que el crimen haya aminorado debido a la oleada de calor. -
- Y que se haya intensificado en las noches, obligándonos a trabajar doble turno. – y piensa – "Menos mal que yo cuento con un equipo especial que le encanta trabajar en el horario nocturno." –
-Trabajas demasiado. -
- Si el crimen nunca descansa, tampoco lo haré yo. -
- Pero hay que reconocer que, desde hace algunos meses, la actividad criminal ha permanecido en niveles bajos. Después de la guerra que se desató entre las pandillas y la mafia, todo ha vuelto prácticamente a la calma, por eso he considerado que deberías tomarte unas vacaciones. -
- Sí, tiene razón, - la teniente se sorprende de que la agente Maza haya aceptado su propuesta, pero el gusto le dura poco – con respecto a que ya no hay criminales matándose unos a otros e hiriendo a gente inocente durante el fuego cruzado, pero eso no significa que no siga habiendo robos, tráfico de armas, de drogas… Continúan cometiendo fechorías pero a hurtadillas, así que hay que seguir trabajando. Además, no hemos podido identificar al tercer grupo implicado en la guerra, el grupo que dejó esas extrañas estrellas de metal incrustadas por doquier tras los enfrentamientos, y que infligió precisos cortes, contusiones y fracturas en los pandilleros y mafiosos que conseguimos arrestar, heridas que no se pueden comparar con el daño que provoca un revólver, una navaja o una cadena. -
- Si de algo te sirve, seguimos investigando, pero ni nuestros más confiables informantes nos han podido aclarar la disparatada suposición de que existe una pandilla cuyos integrantes son expertos en artes marciales. –
- Bueno, hay culturas como la China o la Japonesa y muchas otras que han logrado conservar sus costumbres antiquísimas a pesar de que estamos viviendo en la era de la modernidad. Quizás exista una mafia karateca de la que no nos hemos enterado. -
- Y si así fuera, ¿cómo lograríamos detenerlos? -
- ¿Fuego contra fuego? -
- Es una medida muy drástica, agente Maza, pero ya veremos si será requerida su posible puesta en marcha. -
- Si abren un curso para aprender artes marciales, me gustaría asistir. – dice la agente en tono de broma.
- Serás la primera en mi lista. -
- Gracias. – la agente sale del despacho, pero estando en la puerta dice algo más – Debo regresar al horno, pero espero poder asar algunos 'pichones'. -
- Suerte. -
Elisa Maza regresa a su auto a continuar con su labor.
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El sol se esconde tras el horizonte. Conforme desciende, se va tornado de un fiero color naranja, como anunciando que regresará al día siguiente con mayor fuerza.
Elisa contempla el intenso atardecer desde el palco de la torre que hay justo encima de la comisaria en la que ella trabaja.
La Torre tiene incrustado un reloj antiquísimo, pero la mujer no le interesa saber la hora; lo único que a ella le interesa es que ya anochezca.
Se alegra de que esté llegado la noche, no tanto por disfrutar de la frescura que trae consigo la oscuridad, sino porque está en espera de ver a unos amigos, en especial a uno de ellos.
Le da la espalda al malhumorado sol para ver unas estatuas que posan sobre la ancha barandilla de piedra.
Las estatuas son de fieros y monstruosos seres, de gárgolas.
Tras esfumarse los últimos rayos de sol, unos extraños ruidos comienzan a surgir desde el lugar donde están las estatuas de piedra; unos instantes después, justo cuando la noche ha vuelto a cubrir con su manto oscuro a la Ciudad de Nueva York, se aproxima a la mujer, la gárgola de piel violácea.
- Hola Elisa. –
Goliath saluda y le sonríe a la humana, sintiendo cómo esa alegría revolotea en su pecho cada vez que la ve tras caer la noche.
- Hola Goliath. –
Elisa también le sonríe a la gárgola. Su corazón salta de regocijo con sólo ver a tan majestuosa creatura.
- ¿Qué tal tu día? -
- Lo de siempre. – ella se encoge de hombros – Mucho calor y nada de arrestos. -
- Pero en la noche – Brooklyn se aproxima – viene lo más emocionante. –
También se unen a la plática Lexington y Broadway.
Una gárgola de edad mayor y su mascota, tras saludar a la humana con un ademán, desaparecen en el interior de la torre.
- Como sucedió ayer. – dice Elisa al recordar lo que le contaron – Hallaron… tortugas que caminan y hablan. -
- Y justo por ellos - dice Goliath – pospondremos la vigila sobre Nueva York hasta que sepamos quiénes son realmente. Aunque tal vez no suceda esta noche. Creo que uno de ellos resultó herido, y quizás hoy no los veamos, pero intentaremos hallarlos. -
- ¿Y cómo? – pregunta Lexington – ¿Cuántas veces no hemos volado sobre la ciudad y jamás los habíamos visto? De no ser por Xanatos, quizás jamás nos hubiésemos enterado que existían. -
- Algo me dice que ellos nos encontraran. – Goliath camina hacia la balaustrada de piedra y sube en ella – Tienen tantas preguntas sobre nosotros como nosotros sobre ellos. Vamos. – y se lanza al vacío pero enseguida se eleva hacia una Luna tímida que apenas está asomando su menguado rostro.
- ¡¿Pero no podría ser después de desayunar?! – suplica Broadway a gritos, pero Goliath ya va muy lejos.
- No te hace mal un poco de ayuno.- dice Brooklyn al pasar a su lado y palparle la barriga como si intentara que rebotara cual pelota; luego sigue a su líder junto con Lexington.
- ¿Qué no han visto en la tele – voltea hacia Elisa – que para empezar un buen día, en mi caso una buena noche, hay que desayunar bien? -
- Creo que no, pero si no te vas ahora… – lo empuja hacia la balaustrada – te dejan. -
- Ya voy, ya voy. – sube a la balaustrada y echa a volar.
Elisa observa alejarse a esas creaturas con alas que se han vuelto sus amigos.
- Tortugas parlantes y armadas. –
Se dice la mujer a sí misma, y piensa por qué le es tan difícil creer, si después de todo, ha conocido el clan de las gárgolas, o lo que quedó de éste.
– Me preguntó si… -
De su chaqueta, saca una diminuta bolsa de plástico transparente que contiene una pequeña estrella de metal. La mira fijamente.
Ayer sus amigos alados le contaron sobre su encuentro con esas tortugas y sobre las armas que portaban. Después de que sus amigos fueron a descansar, ella se puso a investigar en internet y halló un dato curioso: armas así, sólo las emplean quienes tienen conocimientos sobre artes marciales, en específico el Ninjitsu.
Presiente que pronto descubrirá el misterio que encierra esa estrella que no precisamente cayó del cielo.
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La Luna apenas asoma tímidamente su cara, pero es debido a que la mayor parte de ésta no está debidamente en todo su resplandor.
Hay Luna Menguante, lo que no le preocupa a Goliath; aun con esa débil luz él puede ver perfectamente.
Las gárgolas sobrevuelan los mismos edificios en los que encontraron a las tortugas la noche anterior.
- Mantengan ojos y oídos bien abiertos. - Goliath les pide a sus camaradas – Puede ser que veamos a las tortugas, o para evitar otro encuentro desagradable con Xanatos o con el otro humano. -
- O para ver que alguien nos haga señas. – Broadway señala hacia su izquierda, muy lejos de donde ellos están volando.
Todos ven una pequeña luz que parpadea. La sombra que proyecta el edificio contiguo impide ver si se trata del reflejo de una ventana o si es alguien mandando un mensaje luminoso.
Viran en esa dirección.
- Es clave Morse. – indica Goliath al reconocer que ese parpadeo de luz tiene cierta coherencia – Dice: "Hola. Somos nosotros". El mensaje se repite una y otra vez. -
- ¿Pero cómo saber si son ellos? – pregunta Lexington con cierto recelo.
- Sólo hay una manera de averiguarlo. – es Brooklyn quien responde; desciende sin ninguna cautela.
Las otras gárgolas se miran un instante antes de seguirlo.
Aterrizan sobre el oscurecido techo.
Por más que enfocan la vista, no logran ver nada, ni aun con ayuda de la Luna que, con su escasa luz, despeja algo de las sombras de ese techo, pero entonces, escuchan unos pasos que se acercan. Las pisadas continúan hasta que distinguen una figura.
La figura sigue avanzando hasta que llega al espacio que la luz de la Luna ilumina, revelando a una tortuga que lleva sobre su rostro un antifaz color azul.
La tortuga de la bandana azul camina hacia las gárgolas, y se detiene a un par de metros de la gárgola de piel violácea.
Tres tortugas más, cada uno portando un antifaz de diferente color (rojo, morado y naranja), aparecen, y se reúnen a la otra tortuga.
Goliath se da cuenta que la tortuga del antifaz azul lo mira con sorpresa y fascinación, pero, al ver con más atención a las tortugas, resulta ser él el sorprendido.
Los admirables guerreros de quienes le hablaron sus camaradas, han resultado ser sólo unos niños.
- Mi nombre es Leonardo Hamato. – dice la tortuga del antifaz color azul al tiempo que se inclina breve y levemente ante Goliath – Quiero agradecerle por habernos ayudado a mis hermanos y a mí a no caer en las garras de nuestro enemigo, a pesar de haber expuesto su propia integridad. –
Goliath ahora mira a Leonardo con detenimiento. A pesar del antifaz, puede notar que el cansancio todavía pesa sobre él.
- No hay nada qué debas agradecer, Leonardo. – Goliath también hace una leve reverencia – Nosotros, mi clan, hemos jurado proteger a esta bella y caótica ciudad de Nueva York hasta agotar el último aliento de vida, y dado que ustedes habitan en ella, también están bajo nuestra protección. -
- Bajo su protección… - dice Leonardo, como para asegurarse que escuchó bien.
- Óigame no. – replica Rafael, como si hubiera sido ofendido – Nosotros somos los que protegemos a esta bella y caótica Cuidad de Nueva York. – desenfunda sus sais – Podemos aclarar este punto de una vez. -
Rafael asume una posición ofensiva, pero Donatelo lo toma de un brazo.
- Rafa, ¿por una vez en tu vida puedes dejar de pensar en 'echar pleito'? -
- Sí. Nada más déjame 'despacharlos' y dejaré de pensar en echar pleito. -
Leonardo levanta una mano y hace un tipo de ademán. Con ese simple movimiento, Rafael guarda sus sais.
- Disculpe a mi hermano. – Leonardo vuelve a hacer una reverencia ante Goliath – Él en ocasiones puede llegar a ser muy impulsivo. -
- He aprendido de los humanos que, con un apretón de manos, se puede empezar de nuevo. – le tiende su mano derecha – Mi nombre es Goliath. -
Leonardo mira a la gárgola, algo confundido, luego mira la mano que le tiende, y sonríe con timidez.
- Lo lamento. – estrecha la mano sintiéndose avergonzado – A veces olvido que es en Japón donde se muestra respeto haciendo reverencia, pero en Nueva York se estrecha la mano. -
- Lo he constatado viendo algunas películas orientales. – Goliath suelta la nerviosa mano – A ellos – señala a las otras gárgolas – creo que ya… -
- ¡Uy! – interrumpe Miguel Ángel – No es lo único que olvidas, Leo: tomas té verde cuando podrías tomar un cafecito o un 'chesco'; te relajas con velas e incienso cuando podrías relajarte en una tina de baño con burbujas; duermes en un tufón cuando podrías dormir en un acolchonado colchón. Más bien eres mitad neoyorkino y mitad japonés. -
- Creo que sí. –
- Pero también eres mitad Chopin y mitad Van Gogh. – agrega Donatelo.
-Sí, supongo. -
- Y mitad Sofocado y mitad Tun Tun. – Miguel Ángel agrega algo más.
- Es Sófocles y Sun Tzu, pero… supongo que sí. -
- ¡Y mitad bailarina de ballet y mitad Bruce Lee! ¡Jajajajajaja! – se burla Rafael.
Las gárgolas no entienden nada de lo están hablando las tortugas.
- Oigan. – Leonardo les habla con seriedad – Estamos aquí darle la bienvenida a los nuevos vecinos, no para burlarse de mí y de mis diferentes aficiones. -
- ¿El Ballet es sólo para chicas? – pregunta Broadway confundido, porque él ha visto ballet en la televisión y hay bailarines también, pero la inocente pregunta provoca que Rafael se carcajee más.
- ¡JAJAJAJAJAJA! -
- En realidad no. – le dice Leonardo – Pero este hermano mío dice eso por mi insistencia en conjugar la elegancia y la técnica en el combate. Es algo complicado de explicar. -
- Bueno, – dice Goliath con afabilidad – podemos ir a otra parte para conversar con calma. Aquí no es un lugar muy seguro. – ahora su expresión es más seria.
- Eso quería proponer después de las presentaciones, sólo que… - dice Leonardo, pero de repente frunce el seño porque le ha dado dolor de cabeza – mis hermanos… no siempre me hacen caso. -
- Suele ocurrir en las familias. –
- Nosotros – dice Broadway - conocemos el lugar perfecto para tener una amena charla. -
- Bien. – dice Donatelo y saca algo de su bolsa – Indíquenos el camino y nosotros los seguimos. – saca una especie de cilindro, acciona una parte y se despliega una ala Delta.
- ¡Vaya! - Lexington se acerca a Donatelo – Se parece a los planeadores que he visto en la televisión y que utilizan los humanos para volar, pero su diseño es diferente. -
- Te puedo asegurar – dice Donatelo con orgullo – que mi ala Delta vuela mucho mejor que esos planeadores que has visto. – le arroja un cilindro a Miguel Ángel y otro a Rafael.
- Más te vale Cerebrito. – le advierte Rafael – No quiero que resulte un fiasco como la última vez. – se refiere a que, anoche, el vuelo inicial fue algo agitado.
- Es un diseño nuevo y mejorado. -
- ¿Y cómo conseguiste guardarlos ahí? – pregunta Lexington todavía con más curiosidad y señalando la bolsa que siempre trae consigo la tortuga de la bandana morada.
- Fue sumamente sencillo. Yo… -
- ¡Claro que fue sencillo! – interrumpe Miguel Ángel, otra vez – En su mochila todo cabe, porqueeee... –
- Miguel Ángel... – le dice Donatelo en un tono de advertencia, porque sabe lo que viene a continuación.
- Mochila, mochila. - Miguel Ángel empieza a entonar una cancioncita que ha escuchado en una serie animada infantil – Mochila, mochila. Llena con todas tus cosas, todo lo traigo aquí. Todo lo que necesitas lo llevo dentro de mí. Mochila, mochila. Mochila, mochila. –
- Esa 'rola' tiene ritmo. – dice Brooklyn.
- Sí. – admite Broadway.
- Miguel Ángel, ¿cuántas veces debo repetirte que no es una mochila? Mi BOLSA es un contenedor de un material flexible que utilizo para portar objetos con comodidad. -
- Por eso. Ahí llevas un montón de cosas, entonces, es una mochila. -
- Que no lo es. -
- Hermanos, por favor… - les suplica Leonardo, sintiendo más fuerte el dolor de cabeza – Debemos partir ya. Estamos exponiéndonos demasiado. -
- Lo sé, Leo, pero si Miguel Ángel no hubiese interrumpido… -
- Yo sólo quería explicarle aquí a Lexi cómo le hizo Doni para… -
- Yo soy perfectamente capaz de explicarle, gracias. -
- ¿Pero por qué te enojas? –
- ¿Por qué me preguntas el motivo de mi enojo, si eres tú quien has sido el causante? -
- Y esto es tooooooodoos los días. – dice Rafael divertidísimo de la situación.
Leonardo comienza a impacientarse, pero es más potente el dolor de cabeza al grado de provocarle un mareo, y se tambalea…
Para su suerte, Goliath se da cuenta y lo sostiene por su caparazón.
- ¿Te encuentras bien? –
- S… Sí. –
- ¿Seguro? – Brooklyn le pregunta – Porque no te ves nada bien. -
Donatelo se acerca a su líder, y comprueba que su condición está mucho peor que cuando salieron de la Guarida.
- Le advertí de su estado, pero no me escuchó. – dice con desaprobación – Insistió en salir a encontrarnos con ustedes, a pesar de que aún no se ha recuperado de los efectos secundarios del somnífero; le provocó un intenso vómito apenas despertó, lo que lo ha deshidratado, y las nauseas han persistido, impidiéndole alimentarse correctamente, y por sí fuera poco, apenas si reposó durante el día, y no reposó debidamente por empecinarse en no interrumpir con la rutina de su entrenamiento. -
- No quería demorar en agradecerles la ayuda. – Leonardo se justifica.
- Pero estarías en mejores condiciones de haber descansado y comido correctamente. -
- Sí, pero… -
- El encontrarnos podía esperar, Leonardo. – dice Goliath.
- Sí, pero… -
- Y dices que nosotros somos los que no escuchamos. –
- Sí, pero… -
- A veces eres un necio. – dice Rafael.
- Quizás, pero… -
- Igualito que tú, Rafita. – dice Miguel Ángel – Si serán hermanos. -
- Sí hermanito, yo también "te quiero mucho". – ironiza Rafael y está por ajorrar el cilindro para demostrarle a Miguel Ángel con sus puños el "cariño" que le tiene, pero Goliath toma el control de la situación.
- Leonardo no está en condiciones para volar. Puedo llevarme a su hermano, si me lo permiten. –
Las tres tortugas se miran, luego miran a su líder. Él contesta la petición de la gárgola.
- Creo que no hay opción. –
Entonces, Goliath carga en brazos a Leonardo, camina hacia la orilla del edificio, de un pequeño brinco sube al borde, salta y echa a volar.
Las otras tres gárgolas hacen lo que su líder y también emprenden el vuelo.
Las tortugas deben desplegar las alas Delta, retroceder, echar a correr, y tomando impulso, consiguen volar.
El aire que sopla es deliciosamente refrescante, hasta para las tortugas, que la noche pasada sufrieron bastante durante el vuelo.
La Luna continúa con su apacible recorrido mientras observa a siete peculiares individuos surcar sus dominios, aunque uno de estos individuos parece estar ansioso, y no es por llegar a su destino.
- A que no puedes hacer esto con tu ala Delta, Rafael. – dice Brooklyn; claramente se trata de un desafío.
Lo que hace la gárgola es alejarse rápidamente y elevarse mucho más alto, entonces, da una vuelta de trescientos grados, como la vuelta que da un carro en una montaña rusa.
- Ese truco – habla Lexington – es especialmente difícil: si no logras controlar tus movimientos o no estás atento a las corrientes de aire, puedes desbalancearte y terminarás estrellándote. -
Las otras gárgolas no se preocupan de que Brooklyn realice tan difícil maniobra de vuelo, porque saben que puede ejecutar muy bien el truco, pero sí se preocupa una de las tortugas, y no es quien va viajando en los seguros brazos del líder de las creaturas aladas.
Rafael, Leonardo y Miguel Ángel miran con asombro la ejecución de la gárgola. Donatelo parece inquieto.
Brooklyn, ya que ha demostrado lo hábil que es, planea de regreso al lado de sus camaradas.
La mirada de impaciencia de Rafael alerta a Donatelo.
- No creo que deberías… -
- ¡Pan comido! – dice Rafael.
- ¡Espera Rafa! –
Al ver cómo Brooklyn se desplazó a un alto edificio y repentinamente cobró más altura, Rafael hace exactamente lo mismo; se dirige a un edificio más o menos con altura, y apenas llega por encima del borde de la elevada construcción, su planeador sufre algo así como un empuje desde abajo, y rápidamente se eleva más alto, luego, toma con fuerza el mando del planeador y obliga a éste a dar la vuelta como la que ejecutó Brooklyn.
Donatelo no pierde ni un segundo y comienza a gritarle indicaciones a su hermano de cómo debe guiar el ala Delta para que no termine "estampándose" contra alguna ventana o pared, o en el mejor de los casos, contra el asfalto de la calle.
- ¿No es hacer trampa – pregunta Broadway - que le esté diciendo qué debe hacer? -
- No lo creo. – responde Leonardo – Nosotros no tenemos mucha práctica en los vuelos. Digamos que… lo está asesorando. -
- Entonces, ¿por qué aceptó el reto? – pregunta Goliath.
- Porque ese "cabeza dura" que tengo por hermano – Miguel Ángel es quien responde- nunca piensa antes de actuar. –
- Oh. – es todo lo que dice la gárgola de piel violácea.
Rafael logra dar ese giro aunque no resulta ser un círculo perfectamente redondo, pero lo consigue hacer. Vira, y otra corriente de aire lo empuja a reunirse con el grupo.
- ¡De lujo, hermano! – Miguel Ángel lo felicita.
- ¿'Cómo te quedó el ojo'? – Rafael le restriega sus palabras de victoria en la cara de la gárgola que lo retó.
- Nada mal, - dice Brooklyn - y eso que no tienes muchas horas de vuelo en tu haber. – no se inmuta ante la desafiante tortuga.
- Me toca. – Broadway también quiere imponer un reto.
- Creo que sería más prudente… - comienza a hablar Donatelo, pero Broadway pliega un poco sus alas de tal manera que logra imprimirle más velocidad a su vuelo, dejando atrás a todos.
Lo que hace él, cuando parece que, a la velocidad que va quiere romper la barrera del sonido, es plegar sus alas totalmente y entonces cae en picada directo a un gran anuncio luminoso de una bebida de refresco de cola.
- ¿Qué hace? – pregunta Donatelo muy sorprendido.
Antes de estrellarse contra el anuncio, Broadway estira un brazo, abre su mano, extiende su dedo índice, y con su garra, rompe uno de los centenares de foquitos que iluminan el anuncio, y justo en cuanto estalla el foquito, despliega sus alas en toda su anchura, e inmediatamente una corriente de aire lo eleva.
- El 'chiste' – explica Brooklyn – es romper uno de esos foquitos sin llegar a romper más de uno, y claro, sin que te 'estampes' en el anuncio. -
- ¡Es como el tiro al blanco, – Miguel Ángel dice entusiasmado - pero uno es el dardo! – guía el planeador para intentar la misma maniobra que la gárgola de piel azul aqua.
- Ahí va otro cabeza hueca. – dice Donatelo.
- Si no quieres intentarlo, no lo hagas. – le dice Lexington – Ya que no tienes mucha práctica de vuelo, no puedo culparte por tener miedo. – pero está claro que está buscando "motivarlo".
- Yo no tengo miedo. – dice Donatelo de los más tranquilo – pero realizar este tipo de "acrobacias" no me parece sensato. -
Miran como Miguel Ángel apenas logra superar el reto y es que consiguió romper el foquito con uno de sus chakos, pero no pudo elevarse tras realizar la hazaña; apenas consiguió virar a tiempo para no chocar. Aterriza en un techo, echar a correr y retoma el vuelo.
- Es lo que les digo todos los días, - le dice Leonardo a Goliath - que hay cosas que pueden parecen ser divertidas pero no son sensatas. –
Goliath sonríe al imaginar a esos chicos tortuga hacer alguna travesura estando al nivel del suelo o en el techo de algún alto edificio.
- Si es de lo más fácil, Doni. - dice Rafael - Ni pareces tortuga, sino gallina. – también planea rumbo al anuncio luminoso.
- ¡Yo no dije que fuese complicado! ¡Es un reto interesante! – le grita Donatelo antes de seguirlo.
- Y siempre ha resultado más sencillo – ahora Goliath le dice a Leonardo – que un hermano consiga "motivarte", que alguien que apenas comienzas a conocer. -
- Si lo sabré yo, - Leonardo contesta con una voz cansada - pero si seguimos con retos, no llegaremos a donde debemos llegar. -
- Entre los jóvenes, el juego es la manera más fácil para llegar a conocerse. -
Leonardo se queda pensando en las palabras de la gárgola, palabras que le revelan que posee mucha experiencia en la educación de chicos inquietos; pareciera que Goliath ha tenido bastante tiempo para observar y cuidar a muchos chicos en una gran comunidad de gárgolas, cuando él, únicamente ha tenido a sus tres hermanos.
- Creo que tiene razón. -
Goliath continúa volando en la misma dirección, esperando que los que se quedan atrás noten que se están quedando atrás, y dejen los juegos para otra noche.
Para poder ver a sus hermanos, Leonardo debe mirar hacia atrás, por sobre el hombro de Goliath. Nota lo entusiasmados que ellos están por poder competir con otros chicos, y eso mismo parece sucederles a las gárgolas.
- Nunca está de más la sana competencia. – dice sonriendo pero sin poder sobrellevar por más tiempo el cansancio; recarga su aturdida cabeza sobre el hombro de la gárgola.
Por esto, Goliath decide regresar, y regresa; tiene que pedir a los demás que dejen las competencias para otra noche porque…
- ¡Leo! – Donatelo lo llama con urgencia y acercándose a ellos; Leonardo levanta la cabeza enseguida - ¡Mira! – señala un callejón sumido en las penumbras, pero tanto Goliath como Leonardo logran ver que unas personas están siendo atacados entre muchos delincuentes.
Goliath y Donatelo viran en esa dirección.
Los otros se percatan de que hay problemas y se dejan de "jueguitos"; pronto los alcanzan.
- Creo que tendremos que dejar nuestra charla para otra noche. – dice Leonardo – El deber llama. -
Goliath asiente.
A un ademán de la mano de Leonardo, las tres tortugas se lanzan en picada.
- Aquí bajo. – dice al comprobar que sus hermanos han aterrizado sin problemas.
Goliath le permite a Leonardo saltar desde unos diez metros de altura al ver que, de alguna manera, el cansancio que lo embargaba ha desaparecido, y ahora posee un gran entusiasmo por ir junto a sus hermanos.
Leonardo, apenas sus pies tocan el piso, desenfunda sus katanas, y echando los brazos hacia atrás rectos y rígidos, corre a enfrentar a los maleantes que estaban como buitres en espera de una moribunda presa, pero ahora tienen que pelear contra otro depredador más poderoso y que ha venido a arrebatarles su cena.
Las gárgolas sobrevuelan el callejón, describiendo un círculo.
- Esto tengo que verlo. – Brooklyn vuelve y desciende.
Las otras gárgolas también.
Aterrizan y guardan distancia contemplando con curiosidad la pelea entre las tortugas y los humanos.
Rafael contiene una navaja con su sai de la mano derecha y con la mano izquierda propina un golpe seco al estomago de su rival.
Miguel Ángel salta para evitar el golpe de un bastón de jockey y en pleno aire golpea al delincuente con uno de sus chakos; sus pies vuelven a tocar tierra firme tras una voltereta.
Donatelo, que está rodeado por varios delincuentes, de un ágil movimiento, se coloca su vara bo sobre los hombros, la sostiene con los antebrazos, se acuclilla, gira, y los extremos de la vara bo golpean las piernas de los maleantes derribándolos a todos.
Leonardo corta en pedazos armas de fuego, cuchillos, cadenas, bates de beisbol… lo que sea que usen de arma los humanos las corta como si rebanara un esponjoso pastel, y entre rápidos giros, propina patas para terminar de "rematarlos".
- Pelean igualito que ese chino que sale en esas películas de karate. – dice Broadway.
- Igualito. – lo secunda Brooklyn.
- Probablemente sean originarios de unos de esos países de Oriente. – comenta Lexington.
Donatelo corre, afirma su vara bo en el piso y apoyándose en ésta salta y de una patada golpea a uno, lo lanza lejos y contra varios más que venían corriendo, derribando a sus propios compañeros.
Miguel Ángel corre y se arroja al piso haciendo una maroma, agazapa sus pies y brazos para simular, con todo su cuerpo, una bola de boliche, y hace chuza contra más delincuentes.
Rafael ha enfundado sus armas y pelea a puño limpio con un grandulón.
Goliath observa atentamente Leonardo. Ahora entiende qué quiso decir él con combinar la elegancia y la técnica: más que una pelea, parece que ejecutara una danza, una danza en la que si no conoces bien los pasos puedes perder la vida; pero comprueba que Leonardo ha practicado con ahínco.
- ¿Y si les damos 'una manita'? – propone Brooklyn.
- No creo que sea necesario. – dice Goliath.
En cuestión de segundos, ya no hay ningún delincuente en pie, y tampoco hay tortugas.
Miran a todos lados y Lexington logra ver que las tortugas van subiendo (o más bien, saltando) muy rápido por las escaleras contra incendios que llevan al techo de ese edificio.
Van tras ellos pero deben escalar ayudándose con sus filosas garras de manos y pies, y lo hacen justo a tiempo, porque la sirena de un auto patrulla se oye bastante cerca.
En cuanto llegan al techo, Leonardo se acerca a Goliath.
- No quisiera, pero tenemos que posponer nuestra plática. En estas semanas el crimen ha aumentado particularmente de noche y no creo que debamos, siquiera por hoy, dejar de vigilar a esta caótica pero bella Ciudad de Nueva York. -
- Estoy de acuerdo. Nuestras inquietudes de unos por los otros pueden esperar a ser disipadas. Podríamos vernos más tarde, cuando los maleantes estén menos activos. –
- Se puede. -
- Y haber si son muy 'salsas'. - Brooklyn interrumpe - Veremos qué clan lleva al corralón a más pillos. – lanza un desafío más – La cuenta la llevará el líder de cada clan. –
- El Grandote es de fiar, – dice Rafael; Goliath se desconcierta al escuchar el sobrenombre; Leonardo sólo mueve la cabeza de un lado a otro – y mi líder no 'canta mal las rancheras'. ¿El clan que pierda, qué? -
- ¡Invita la pizza! – sugiere Miguel Ángel.
- ¡Va qué va! – Brooklyn tiende la mano a la tortuga del antifaz rojo.
- ¡Ya rugiste! - Rafael cierra el pacto con un fuerte apretón.
- ¿A qué hora podemos vernos? – pregunta Leonardo a Goliath.
- Dentro de cinco horas. –
- Justo a tiempo para ir a la camita. – dice Miguel Ángel.
- Duermen muy temprano, ¿no? – Broadway pregunta.
- Para nada. ¿Pues a qué hora se van a dormir ustedes? -
- Justo antes del amanecer. – responde Lexington.
- ¡¿ANTES DEL AMANCER?! – dicen las cuatro tortugas bastante sorprendidos que las gárgolas estén despiertos durante toda la noche.
- Sí. – dice Goliath.
- Llevan una vida totalmente nocturna, ¿verdad? - pregunta Donatelo.
- ¿Qué comes que adivinas? – dice Brooklyn.
- Yo no he comido nada. – dice Broadway, y su estomago también se hace oír.
- ¡No se vale! – Rafael protesta. – Así sí nos van a ganar. Nosotros sólo trabajamos medio turno. -
- No preguntaron antes. – Brooklyn se justifica.
- Pero quizás podamos trabajar "horas extras". – Donatelo propone.
- En es caso, - dice Leonardo – ¿qué tal si nuestra charla la dejamos para mañana? Podemos vernos unas horas antes de salir tras los malhechores. –
- De acuerdo – dice Goliath - ¿Qué les parece si nos vemos en la Torre del Reloj que se encuentra en la calle Weisman? –
Donatelo ya tiene en mano su celular que tiene instalado un localizador GPS.
- Justo encima de la Comisaria número 699. – dice al ubicar la calle.
Lexington se le acerca para examinar con más detalle el dichoso aparato.
- Correcto. – confirma Goliath - Espero que no tengan problemas para llegar al palco con todos los policías que concurren en ese lugar. -
- Escabullirnos es nuestra profesión, Grandote. – dice Miguel Ángel.
- Entonces nos veremos ahí. -
- Y entonces trabajaremos horas extras, - dice Rafael - y mañana nos veremos ahí para comparar resultados. – tras hacer una mueca de anticipado triunfo, camina de regreso hacia las escaleras contra incendios.
- ¡Hasta mañana! - Miguel Ángel lo sigue tras agitar una mano a modo de despedida.
- Mañana puedo explicarte con más detalle, Lex. – Donatelo se despide de Lexington y sigue a los otros dos.
- ¿Qué tal si los vemos a las ocho? – dice Leonardo.
- Sería mejor antes de la puesta del sol. – rectifica Goliath.
Leonardo lo piensa un segundo y acepta.
- Bueno. Así tendremos un par de horas para platicar antes de que el crimen se desate y tengamos que interrumpirnos de nuevo. No me despido entonces. –
- Nos vemos. -
Leonardo corre para alcanzar a sus hermanos. Desaparece al bajar la escalera contra incendios.
Broadway, Lexington y Brooklyn se apresuran también a ir al borde del edificio pero del lado contrario, y sin esperar alguna palabra u orden de su líder, despegan.
- No son tan jóvenes como las tortugas – se dice a sí mismo Goliath, al ver que sus camaradas se han ido sin esperarlo – pero conservan el mismo ímpetu. – sonríe por ello.
Mira un momento más hacia el lugar por el que descendieron las tortugas, luego camina hacia el extremo en que echaron a volar las otras gárgolas, entonces, la voz que lo asedió en ese horripilante cuarto blanco lo asalta inesperadamente.
Por tu culpa murieron muchos, muchísimos de los tuyos, y anoche estuviste a punto de perderlos a ellos también.
- No permitiré que vuelva a suceder. -
Y se lanza a los brazos de la fresca y oscura noche.
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N/A:
.La canción de Mochila Mochila la canta el personaje que se llama Dora La Exploradora; es un toon para niños muy pequeños, y me encanta esa canción, hasta escribí un fic sobre lo útil que es la bolsa de Doni como lo es la mochila de Dora. El fic se llama Mochila Mochila.
.Eso de las horas de vuelo, según entiendo, se aplica a los futuros pilotos de aviones: deben entrenar en un simulador de vuelo por varias horas y por varios días, y el tiempo que entrenan en ese simulador se cuenta como horas de vuelo, y cuando llegan a un número determinado, se puede decir que están listos para realizar un vuelo real.
.Como no tengo idea de los nombres de las calles de la Ciudad de Nueva York, pensé en poner como nombre de calle donde está la Torre del Reloj el nombre de Weisman. Greig Weisman es el creador de Gárgolas. Es algo parecido a lo que se ve en el capítulo de Las Tortugas Ninja "Ángel Caído", cuando Casey le pide a Ángel, la niña que quería ser una dragón purpura, que vaya a la bodega abandonada que está en la esquina de Eastman y Laird, y como sabemos, Eastman y Laird son los creadores de Las Tortugas Ninja.
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