No, no soy rubia, tampoco inglesa y mucho menos millonaria, por lo tanto no soy J.K. Rowling y nada de esto me pertenece.
Para todos los que en algún momento nos hemos sentido miserables.
CAPÍTULO UNO.
All I Want.
(Todo lo que quiero)
Todo lo que quiero, es simplemente
Oír tu toquido en mi puerta.
Porque si pudiera verte de nuevo
Moriría feliz, estoy seguro.
Septiembre, 1999.
Tres de la mañana. Víspera de mi cumpleaños. La Madriguera está en completo silencio.
Me escabullo desde la suavidad y calidez de mi cama, en la habitación de Ginny, hasta el frío suelo de cemento de la cocina. Una vez ahí, abro la puerta que da al patio trasero y dejo que la brisa nocturna me refresque la cara. Estoy temblando, pero no es de frío.
—¿Dónde están? —pregunto al viento en un susurro.
Ha pasado más de un año desde la batalla final con Voldemort. Yo sigo esperando que "el tiempo lo curé todo" como me lo han prometido. Las pesadillas que tengo no han disminuido, al contrario, han empeorado desde que se agregó una nueva: no puedo encontrarlos.
Todavía con la puerta abierta, me siento en el filo de la entrada, colocando la cabeza entre mis rodillas, encogiéndome sobre mí misma tanto como puedo. El reloj de pared de la cocina continua su marcha. Al oírlo, cada segundo marcado resuena con tanta fuerza que me cuesta creer que no haya despertado a nadie en los pisos superiores. Aunque es mejor así, porque si alguien bajara en este momento no sabría que decir sobre mi actual posición.
Sin mover mi cabeza de lugar, comienzo a respirar lenta y profundamente, intentado lograr que mi cuerpo deje de temblar. Todas las noches me despierto cerca de esta hora completamente aterrada, temblando violentamente, sintiendo ganas de vomitar. Me siento atrapada, casi claustrofóbica y mi instinto me dice que corra. El corazón me late irregularmente y siento la cabeza pesada. La única solución que he encontrado para tranquilizarme es bajar aquí y observar el campo extenso y desierto por horas; intentado convencerme de que no hay nadie escondido entre las sombras esperando por mí.
Todo esto comenzó hace un par de meses, cuando viajé a Australia, unas semanas después del fin de la guerra. Lo hice sola, porque ninguno de mis amigos estaba en condiciones de acompañarme. Al principio no estuvo mal la soledad; me sirvió para relajarme después del año que habíamos tenido. Sin ninguna compañía, pude enfocarme en la búsqueda de mis padres sin ninguna distracción.
Sin embargo, conforme pasaban las semanas y seguía sin obtener ningún resultado, los nervios empezaron a acabar contigo. Cuando el verano acabó y me vi forzada a regresar a Hogwarts para terminar mi último año, tuve que recurrir a las pociones somníferas para poder cerrar los ojos en la noche. Los últimos meses que pasé en el colegio que alguna vez consideré mi hogar, han sido los peores de toda mi vida, superando incluso a los días de acampada que compartí con Harry y Ron, en nuestra búsqueda de los horrocruxes.
Cálmate. Repito como si fuera un mantra, mientras me abrazo a mí misma y me encojo en el suelo. Cálmate, cálmate. Los primeros rayos de Sol se divisan en la cima de las montañas y sé que la señora Weasley no tardará en levantarse. Cálmate, cálmate, cálmate. Me ordeno obligando a mi cuerpo a moverse de regreso a mi cama. Quizá pueda dormir otra hora, antes de que el ruido de la actividad diaria me lo impida.
Hoy es tu cumpleaños. Pienso justo al acomodar la cabeza sobre la almohada y envolverme en las sábanas. Casi lo había olvidado. Hoy cumplo veinte años.
Nunca me había sentido tan miserable.
oOo
—¡Feliz cumpleaños!
Al oír las voces, pretendo despertarme. Ginny, Ron y Harry acaban de entrar a la habitación con un pastel recién horneado, cortesía de la señora Weasley. Me incorporo en la cama y tallo mis ojos. Con las manos, intento peinar un poco mi indomable cabello. La somnolencia es fingida, pero la sonrisa de mis labios es genuina. Ellos se acercan a mí, entonando la típica canción de feliz cumpleaños. Espero a que terminen de cantar para apagar las dos velas, que representan las dos décadas que hoy alcanzo.
—Muchas felicidades —dice Ginny, colocándose a mi lado en la cabecera de la cama y abrazándome.
Harry y Ron están a los pies de la cama y cuando nosotras terminamos nuestro abrazo es el turno de mi novio para acercarse.
—Feliz cumpleaños, cariño —dice Ron. La última palabra le sale forzada y no cuestiona nada cuando evito sus labios apelando a mi mal aliento matutino.
Últimamente los besos entre él y yo son escasos y las muestras espontáneas de cariño prácticamente nulas. Llevamos así desde que cumplimos un año juntos, hace tres meses. Después del beso que compartimos en medio de la batalla de Hogwarts, nunca tuvimos la verdadera oportunidad de hablar sobre nuestros sentimientos, lo que provocó que nuestro "aniversario" coincidiera con el aniversario del fin de la guerra, que además de todo, también es la fecha en que Fred falleció. Eso lo hace insoportable, en vez de una razón para celebrar. Por si eso fuera poco, y para agravar la situación, desde ese día hemos estado bajo la discreta pero constante presión de la familia Weasley, quienes nos piden que formalicemos nuestra relación.
—¿Quieres hacer algo especial para celebrar? —pregunta Harry.
Cuando lo miro, sé que es el único que no pretende hacerse de la vista gorda por las manchas moradas que hay bajo mis ojos. O las diminutas arrugas que hay en la comisura de mis párpados. Sé que él está preocupado por mí, y lo aprecio por eso, pero no he encontrado una forma de hacérselo saber. Sólo espero que él lo entienda.
—No realmente—contesto.
Me siento ridícula. Él es mi mejor amigo, debería tenerle la suficiente confianza para rebelarle todas mis preocupaciones. Si hay una persona que pueda entender cómo me siento al no tener más familia que la de mi novio, es él. Creo que si se apuró tanto a regresar con Ginny después de acabada la guerra es por la oportunidad de finalmente pertenecer a este clan de pelirrojos.
Al menos sé que esa fue la razón de hacerlo yo.
—Avísanos si cambias de opinión —dice Harry.
Él y Ron salen de la habitación para que pueda cambiarme.
—¿Estás bien? —Ginny me mira con sus enormes ojos castaños, que reflejan preocupación.
Tal vez haya notado mis escapadas nocturnas. Tal vez, hoy mi cara luce peor de lo habitual. Tal vez se preocupe genuinamente por mí. O tal vez se preocupa por nuestro futuro perfecto en el que tengo que estar presente, como la esposa de su hermano y mejor amiga de su esposo.
—Es solo... extraño a mis padres —digo para evitar más preguntas. No es que esté mintiendo.
—Oh. —responde ella, mordiéndose los labios, incómoda —Ya verás como todo va a estar bien.
Luego se acerca y me da otro abrazo rápido abrazo.
"Todo va a estar bien" repito en mi mente. Hace tanto tiempo que me vienen diciendo eso que ya no estoy segura de lo que significa. Creo que ya ni siquiera recuerdo lo que se siente estar bien. ¿Cuándo fue la última vez que lo estuve? ¿Hace un año, hace cinco, antes de recibir la carta de Hogwarts?
Suspirando, termino de colocarme un pantalón de mezclilla, el cual desde hace un par de meses comenzó a quedarme grande. Ni la dieta de la señora Weasley logra que recupere los kilos que bajé en mi viaje a Australia.
—Lo sé —respondo —Lo sé. Todo va a estar bien.
oOo
La brisa del viento juega con las hojas del libro que finjo leer. Me di por vencida después de la séptima vez que leí un párrafo y no entendí nada. Estoy en el jardín de la Madriguera, recargada contra un árbol. La luz del sol ya es escasa, pero no pienso entrar a la casa hasta que todas las estrellas brillen en el firmamento.
Las comidas son cada vez más difíciles de afrontar. Aunque tenga hambre, la comida me sabe mal así que como poco y rara vez consigo que permanezca por mucho tiempo en mi estómago. A veces, ni siquiera he terminado mi plato cuando siento el inicio de las arcadas que me estrujan desde dentro.
Antes, en esta casa hubiera sido imposible si quiera pensar en comer a solas. Ahora, la verdad es que nadie se preocupa mucho por tener compañía. Aún vivimos aquí seis personas, pero el señor Weasley se pasa la mayor parte del tiempo en el trabajo y la señora Weasley tiene días que no sale de su cuarto, mientras que en otros le entra la urgencia de limpiar y acomodar toda la casa, incluidos los cuartos de sus hijos mayores, los cuales permanecen vacíos. Si Ginny y yo compartimos habitación al igual que Harry y Ron, fue por lo mucho que la señora Weasley se alteró cuando su hijo menor intentó mudarse al viejo cuarto de Percy.
—¿Algo interesante? —pregunta Harry, sentándose a mi lado e interrumpiendo mis pensamientos.
Tiene una snitch en la mano. Está jugando con ella, soltándola y dejando que se eleve un par de centímetros, para luego volverla a atrapar. Siento pena por mí, cuando noto cuan identificada me siento con ella.
—No realmente —contesto.
Él me observa, y por un momento su mirada me recuerda a la de nuestro antiguo director.
—¿Hay algo que últimamente sea real para ti, Hermione?
No respondo porque no entiendo su pregunta.
—De un tiempo para acá, cada vez que te pregunto algo, solamente respondes dos cosas: "No en realidad" o "No realmente" —explica —¿Hay algo que quieras contarme?
Me muerdo la lengua para evitar que la respuesta salga automáticamente de mis labios.
—Bien —dice después de unos segundos y se levanta para irse —Pero recuerda, cuando quieras hablar, aquí estoy.
Lo veo entrar de nuevo a La Madriguera y por unos momentos deseo gritar su nombre, correr a su lado y contarle todo lo que hay en mi mente. En lugar eso, regreso mi mirada al firmamento, dónde las estrellas ya brillan.
Cuando despierto la mañana siguiente, estoy más cansada de lo habitual. El ataque de ansiedad que sufrí anoche fue particularmente fuerte y aún siento punzadas en mi cabeza. Noto que son casi las nueve de la mañana y me parece extraño que nadie haya ido a despertarme. Cuando bajo las escaleras para ir a la cocina por un vaso de agua, la visión de las personas reunidas en la sala hace que me detenga en seco. Ahí están el señor y la señora Weasley, Ron, Harry, Ginny, Percy y dos hombres con capas negras que tienen todo el aspecto de trabajar para el Ministerio de Magia. No es tanto la presencia de los dos desconocidos, como la mirada que todos mis amigos me están dirigiendo lo que provoca que sienta como mis fuerzas se desvanecen.
—Señorita Granger —me llama uno de los hombres. Nunca creí en el "noble arte de la adivinación" pero sé perfectamente lo que va a decir —Lamento informarle que hallamos los cuerpos pertenecientes al señor y la señora Wendell y Monica Wilkins en un panteón público, en la ciudad de Melbourne, Australia.
Después de eso, sólo hay oscuridad.
Pero si me amas,
¿Por qué me dejas?
Canción: All I want.
Intérprete: Kodaline.
Álbum: In a Perfect World.
Traducción: Aliathna.
