No, no soy rubia, tampoco inglesa y mucho menos millonaria, por lo tanto no soy J. K. Rowling y ninguno de estos personajes me pertenece.
CAPÍTULO DOS.
Keep Breathing.
(Seguir respirando)
Quiero cambiar el mundo,
pero en lugar de hacerlo, duermo.
Quiero creer en algo más
que tú y yo.
Octubre, 1999.
La luz comienza a filtrarse por las cortinas de la ventana. Entrecierro mis ojos para protegerlos, pero en lugar de pararme para cerrarlas, lo que hago es rodar en mi cama hasta quedar de frente a la pared. Siento al Sol calentar mi espalda hasta el punto de quemarme, pero no me importa. En estos días, cualquier sensación es gratificante. Me recuerdan que soy algo más que un alma que pena en esta enorme casa.
Hace tres semanas recibí la noticia de la muerte de mis padres. Me dijeron que me desmayé cuando lo oí, pero solo recuerdo la enorme sensación de paz que me embargó cuando el mundo a mi alrededor desapareció. En ese vacío, el alivio que me recorrió cuando por fin pude dejar de pensar, fue lo mejor que he experimentado en semanas. También recuerdo el fastidio que me causaron las lejanas voces, que me llamaban por mi nombre, cuando comencé a recuperar la conciencia.
"¡Cállense!" pedía mentalmente "¡Cállense y déjenme dormir!"
Al abrir los ojos, estaba de nuevo en mi cama y casi logré convencerme de que estaba despertando de una pesadilla. El ruido a mi alrededor descartó esa posibilidad. La señora Weasley estaba sentada junto a mí, poniendo algo sobre mi frente, mientras Harry y Ron estaban parados en la puerta de la habitación, pálidos y con caras de preocupación. Cuando mis sentidos se recobraron un poco más, oí a Ginny en la cocina y a Percy y al señor Weasley despidiendo a los hombres del Ministerio en la entrada de la Madriguera. Ginny subió a los pocos minutos trayendo consigo con una taza de té y la señora Weasley me ayudó a sentarme para beberlo. Lo hice sin protestar, ni decir una sola palabra. Creo que no he hablado desde entonces.
Tampoco he abandonado la cama. Cada día me limito a oír el sonido del reloj. El maldito aparato no deja de marcar los segundos. Desde que amanece hasta que la oscuridad nos embarga, oigo su tic-tac enloquecedor.
En teoría no estoy enferma, pero me siento exhausta a cada momento. Ni siquiera puedo leer porque mis ojos no logran enfocar las letras y mi mente no entiende las palabras. No duermo un carajo, ni de día ni de noche. Mis horarios están completamente estropeados, y si logro a cerrar los ojos, no puedo descansar. Me alimento porque bandejas con comida aparecen regularmente en mi mesita de noche, pero hasta yo noto como mis brazos y piernas están cada vez más delgados. Todo el tiempo hay una presión en mi pecho.
Mantengo la ventana de la habitación permanentemente abierta porque de lo contrario siento que me asfixio. El viento helado se cuela principalmente durante en las madrugadas, aunque no representa una diferencia para mí porque sin importar cuantas mantas tenga encima, siempre me recorren escalofríos. El frío se ha apoderado de mí y siento que nunca me va a dejar. Lo siento en la boca del estómago y al final de la espalda. Aparece en la punta de los pies y debajo de mi cabello. Está dentro de mis pulmones, y no hay forma de expulsarlo, por mucho que me esfuerce intentándolo. Mis dientes castañean y mi piel se eriza.
Miro nuevamente al reloj. Las manecillas han completado su recorrido y yo no me he movido desde que lo iniciaron. Me hacen sentir completamente aterrada.
oOo
—¡Mírala! —se oye la voz de Ron desde el corredor —No habla, no se mueve, cualquiera que la viera dudaría de que está viva.
—Tal vez sea momento de llamar a un doctor —dice Harry —Creo que la situación ya rebasó los conocimientos de tu madre.
El pelirrojo niega con la cabeza y entra a la habitación, sentándose al lado de la muchacha.
—Hermione —dice con voz firme —Despierta.
Ella abre los ojos. Mira fijamente el techo sin moverse. Después de un momento, vuelve a cerrar los párpados.
—¡Hermione! Vamos, es hora de despertar, tienes que moverte —Ron intenta levantarla, sujetándola por la espalda. La castaña opone resistencia, y su propio peso tira de ella con toda su fuerza para permanecer acostada. Al sentir eso, Ron se rinde.
Harry ve toda la escena desde el pie de la cama. Percibe la furia contenida de Ron, por no poder hacer reaccionar a su novia. La imagen hace que sienta pena por él.
Acercándose a Hermione, la toma de la mano y el horroroso recuerdo de ella petrificada en la enfermería del Colegio lo golpea en lo más hondo.
—No sé qué puedas estar sintiendo, Hermione —comienza con voz calmada —Tampoco sé que puedo hacer para ayudarte. Necesito que me lo digas. Necesito que salgas de este estado y me digas que hacer, porque te juro que nosotros ya intentamos todo lo que podemos.
La joven abre los ojos, pero continúa mirando a la pared sin mostrar el menor signo de enterarse de la situación.
—Esto es inútil —sentencia Ron y abandona la habitación, frustrado.
Harry permanece al lado de Hermione, sujetando su mano y acariciándola con el pulgar. Él también se siente enojado, porque sabe que es ahora cuando su amiga lo necesita más y lo frustra no poder ayudarla. Ella siempre estuvo ahí para él en el pasado.
—Estoy aquí, Hermione —dice sin esperar respuesta —Estoy aquí para ti. No estás sola. No tienes que pasar por todo esto sola.
Por primera vez en más de dos semanas, sus ojos se encuentran con los de su mejor amiga.
oOo
No puedo hablar. No quiero.
Los últimos días, me he comunicado a base de señas con Harry, Ginny y la señora Weasley. Creo que Ron está enojado conmigo, porque me evita continuamente. Sé que debería intentar arreglar las cosas con él, pero en este momento no puedo. Tengo muy poca energía, y la necesito toda concentrada en mí. Espero que algún día pueda perdonarme.
Harry hablo con los señores Weasley. Ellos hablaron con alguien del ministerio y ese alguien me consiguió una cita con la mejor y más discreta psiquemaga que San Mungo pudo encontrar. Como seguía sumida en mi mudismo, no le veía mucha lógica el asistir a la cita, pero lograron convencerme de ir.
Durante la primera sesión, no dije nada y ella no me presionó. Pasamos la hora completamente calladas. La segunda sesión, fue igual. Durante la tercera, llegué y todavía no me había sentado cuando lancé la pregunta que había tenido todo este tiempo en mi mente.
"¿Cómo alguien puede llegar a sentirse tan mal y no terminar muerto?"
—Pudiste haberlo hecho —dice ella, sin perder la calma —Pudiste haber muerto.
—Entonces, ¿por qué no lo hice?
—Eso respóndemelo tú.
Me encojo de hombros y ella no me presiona, pero sé que está esperando mi respuesta.
Estamos en una habitación pintada de color crema con cuadros mágicos, que muestran paisajes tranquilos, como decoración. Un escritorio, dos sillas y un sillón son todos los muebles que hay. Ambas estamos sentadas en el sillón y ella tiene una pose relajada. Cuando le pregunto si me tengo que acostar (cómo siempre vi que lo hacían en las películas muggles) ella me contesta que eso depende de mí.
—Te voy a decir algo —ella sigue hablando después de un rato en el que finjo estar entretenida viendo los paisajes de las pinturas —Las personas que de verdad se quieren morir, se mueren.
—Eso significa que entonces yo no me quería morir —conjeturo. Me muerdo el labio antes de continuar hablando —Sólo que no quería seguir viviendo.
En cuanto lo digo en voz alta, sé que tengo razón. Eso es lo que me tiene tan aterrada: la posibilidad de seguir adelante y continuar con mi vida. Sin guerra, sin Voldemort y sin mis padres. Yo sola.
Continuamos hablando pero, contrario a lo que me esperaba, casi no hablamos de la guerra. Nuestra conversación se enfoca en la vida que tenía antes de asistir a Hogwarts. Creo que en algún momento lloro, pero no estoy segura.
El tiempo de la terapia se termina y siento que no tengo nada más que decir, así que me levanto para irme. Antes de salir del consultorio, ella me dice algo más.
—Quisiera ser muy sincera contigo —se acomoda los lentes y junta las manos —Muchos terapeutas prefieren no decirlo, pero creo que tú necesitas saberlo. Este proceso es un poco como sanar una herida infectada: para que se cure adecuadamente, hay que sacar todo el pus primero. Eso quiero decir que es muy probable que antes de mejorar, vas a tener que empeorar.
Asiento con la cabeza, pero no respondo nada. Sé que esta vez ella no espera que lo haga.
oOo
—Ron, ¿podemos hablar?
Las últimas semanas una idea ha estado rondando mi mente. Cuando la advertencia de la psiquemaga se volvió realidad y comencé a sentirme peor de lo que me sentía, me asusté demasiado. Casi quise renunciar al tratamiento. Después, una noche pude dormir tranquila, sin ningún ataque de pánico. Entonces decidí continuar y tuve que tomar una difícil decisión. Y hoy tengo que levarla a cabo.
La cena terminó hace un rato y todos los demás están en sus habitaciones. Ron y Harry jugaron una partida de ajedrez, así que aprovecho el momento en que mi amigo bosteza y dice que se va a acostar para tener un momento a solas con mi novio. Cuando él hace un gesto afirmativo con la cabeza, para responder a mi pregunta, lo tomo de la mano y lo guío hasta el jardín.
Una vez afuera, me cuesta trabajo empezar a hablar. Sé lo que quiero hacer y sé que lo necesito, pero mis cuerdas vocales parecen estar en desacuerdo conmigo y se niegan a hacer su trabajo. Aspiró fuertemente y paso saliva, pero es él quién comienza la conversación.
—Hoy te llegó una carta —me extiende un sobre con el sello del Ministerio de Magia.
—Gracias —la recibo, pero no la abro. Ya tendré tiempo después, cuando regrese al cuarto de Ginny. Me muerdo los labios y decido empezar siendo lo más honesta posible —No sé cómo decirte lo que tengo que decirte.
Sus ojos azules me dicen que tiene toda su atención y sentidos centrados en mí.
—Sólo... dilo —indica.
—En estos últimos meses no me sentido yo —"¿cómo explicarlo?" él me mira alzando las cejas —No sé quién soy. Ya no soy la estudiante modelo, ni la chica que ayuda a su mejor amigo a buscar horrocruxes. Ya no hay un maniático intentando matarnos, ni estamos peleando una guerra. Esa etapa de mi vida acabó pero nada regresó a ser como antes. Mis padres están muertos, y siento que todos están continuando con sus vidas, mientras que yo… no sé qué hacer conmigo misma.
Ron suspira, y parece meditar un poco mis palabras antes de preguntar algo.
—¿Y todo eso cómo nos afecta?
—No sé cómo ser tu novia en estos momentos, Ron. En realidad, tampoco sé si quiero serlo. No puedo sólo ser la novia de alguien, no puedo dejar que esa sea toda mi identidad. Y en esta casa, en estos momentos eso es todo lo que soy. No puedo permitir que eso sea todo lo que me defina, porque eso sería perderme a mí misma un poco más. No te estoy pidiendo que me entiendas, pero...
—Entonces, ¿qué estás pidiendo, Hermione? —su tono de voz es firme, pero no suena como un reclamo.
—Te estoy pidiendo tiempo —contesto, intentando no llorar.
—No —contesta veloz y tristemente —Creo que es lo único que no puedo darte. Ya te esperé demasiado. Te esperé cuando decidiste regresar a Hogwarts. Te esperé cuando te fuiste a Australia sin nosotros. Te esperé todos esos meses en que no querías hablar conmigo, y no me refiero sólo a esas semanas cuando en serio no podías hablar. Te he esperado todo ese tiempo. Sé que no estás bien y reconozco que yo tampoco soy la mejor versión de mí mismo en este momento, pero si atender nuestra relación no es una prioridad para ti, creo que lo mejor es terminarla de una vez y no desgastarla más.
—Ron... —suelto en un suspiro que fácilmente podría confundirse con una súplica, pero él permanece inmutable. No insisto más, sé que tiene razón. Es mejor terminar ahora, e intentar recuperar nuestra amistad sin destruirla más, esperando algo que ninguno de los dos puede dar —Perdóname. Te quiero.
Ron no me responde nada, pero se acerca para abrazarme. ¿Dónde quedó el niño inmaduro que yo conocí?
Ginny ya está dormida cuando entro a la habitación. Procurando no hacer ruido, me quito la ropa y me pongo el pijama. Al doblar mi capa, encuentro en el bolsillo la carta que Ron me dio hace rato. Acercándome a la ventana, saco mi varita y murmuró Lumos para poder leerla. Es de parte de las Oficinas de Notaria del Ministerio. Al parecer, cuando los magos encontraron a mis padres también encontraron sus verdaderos nombres, y ahora quieren verme porque hay un testamento muggle del cual tengo que hacerme cargo.
Ni siquiera me he metido a la cama cuando los escalofríos comienzan a recorrerme. Tomo la manta que está encima de mi cama y bajo las escaleras de nuevo. Me refugio en mi lugar en suelo y ya estoy abriendo la puerta cuando me doy cuenta de que la carta sigue (ahora completamente arrugada) entre mis manos. Pongo la cabeza entre mis rodillas, y comienzo a respirar.
Estoy segura de que esta noche, otra vez no podré dormir.
Todo lo que sé es que
Estoy respirando.
Todo lo que puedo hacer es
Seguir respirando.
Canción: "Keep Breathing".
Intérprete: Ingrid Michaelson.
Álbum: Be Ok.
Traducción: Aliathna.
En este capítulo, Hermione muestra una caída en picada y una mejoría a una velocidad que creo que sólo se da en la ficción. No soy psicóloga, ni nada que se le parezca, así que si ustedes lo son y este relato parece que tiene como única fuente a la fuente de los deseos, les pido su comprensión. Aunque hago mis investigaciones, nada se podrá comparar a estudiar este tema cuatro años en una facultad.
La psiquemaga de Hermione permanecerá como un personaje anónimo, y sus sesiones (las pocas que aparezcan) estarán basadas casi en su totalidad en experiencia personal.
Ahora, un consejo que nunca me pidieron: si algún día se sienten así de mal, por favor, pidan ayuda profesional. Es difícil y a veces da hasta miedo, pero créanme, vale totalmente la pena.
