No, no soy rubia, tampoco inglesa y mucho menos millonaria, por lo tanto no soy J. K. Rowling y nada de esto me pertenece.


CAPÍTULO TRES.

Seven years.

(Siete años)


Cuando tenía siete años,

Mi madre me dijo

"Ve y haz algunos amigos

O estarás solo".


Noviembre, 1999.

Soy una adulta.

Tengo veinte años y eso hace que, tanto en el mundo mágico como en el muggle, se me reconozca como una adulta legal; una que puede votar, hacer trámites, pelear por mi país. Es curioso que justamente sea eso último lo único que he hecho.

Soy una adulta, pero no me siento como una.

En realidad, me siento como una pequeña y asustada niña. Me siento incompetente, casi incapaz de hacer lo que vine a hacer a estas oficinas. Sin embargo, aquí estoy, frente a este notario muggle que no para de abrumarme con términos legales que me son ajenos, intentando explicarme qué es lo que debo hacer para reclamar mi herencia y poner las escrituras de la casa de mis padres a mi nombre.

De entre todas las personas quienes pudieron haberme acompañado, es Harry quién está sentado a mi lado.

No sé si siento más frustrada porque me tengo que enfrentar esta situación a mi edad, o porque el trámite me va a costar casi la mitad del dinero que me dejaron mis padres, que son sus ahorros de toda la vida. Pensar en el esfuerzo que pusieron mis padres trabajando todos esos años, para que este hombre lo cobre sólo por poner un sello en un papel, me da rabia.

Mi enfado debe estarse reflejando en mi cara, porque Harry me toma de la mano. Hasta que siento la suya sobre la mía, no noto que tengo los puños apretados.

Respiro intentando relajarme, y consigo ser lo suficientemente amable como para despedirme cuando salimos del despacho.

—Creo que los duendes de Gringotts fueron mejores —dice Harry.

Eso me hace recordar que él tuvo que enfrentar a algo muy similar, pero con la mitad de mi edad.

oOo

—Es bueno tener perspectiva —le digo a la psiquemaga, durante la sesión de esta semana, después de narrarle mi encontró con el notario.

—Lo es —me confirma ella.

—Dicen que la distancia ayuda a tener perspectiva —digo, retomando una idea que surgió durante nuestra última sesión.

—Podrías hacerlo —me dice ella, en su voz calmada, sabiendo inmediatamente a qué me refiero.

—¿Crees que tengo los recursos necesarios? —le pregunto, dudando de mí misma —Económicamente hablando los tengo, pero ¿qué pasa si vuelvo a caer…?

No se la palabra adecuada para definir como estuve durante esas semanas que no me moví ni hablé.

—¿Temes volver a caer es ese estado?

Miro hacia la pared antes de contestar. Lo que me gusta de venir a terapia es también lo que más odio. Esta mujer no me da ninguna respuesta, hace que las piense todas yo misma. También hace que exprese mis sentimientos y pensares en voz alta, y es cuando lo hago que muchas veces caigo en cuenta de lo que estoy diciendo.

—Si, me da miedo volver a ese estado.

—¿Qué necesitarías para evitarlo? —después de un par de minutos en los que permanezco callada, me da un menú de opciones para que elija —¿Más tiempo? ¿Sesiones adicionales? ¿Otro tipo de terapia? ¿Trabajar más en tu red de apoyo?

—Creo que necesito más tiempo —le digo —No me siento preparada para vivir sola. Creo que viviré un par de meses más con los Weasley, hasta que tenga las energías necesarias para irme.

—¿Lo crees o lo sabes?

—Lo sé —digo firmemente, viéndola a los ojos.

—Muy bien —responde tranquila, regresándome la mirada —Nos vemos la próxima semana.

oOo

Dejar de vivir en la Madriguera para irme sola a casa de mis padres puede ser el impulso que necesito para salir del agujero en el que me metí, o lo que me regrese al fondo del mismo.

La idea de irme a vivir por mi cuenta pasó muchas veces por mi cabeza, pero un problema obvio me detenía: no tenía ni un galeón para mantenerme. Un problema para el que la solución me cayó del cielo, o mejor dicho salió de la boca del notario el día que me informó sobre el contenido del testamento de mis padres. Además de las escrituras de su casa, me dejaron una pequeña suma de dinero, que (una vez pagados los honorarios del notario) me permitirá subsistir sin la necesidad de trabajar por uno o dos años. La solución es tan perfecta, que una parte de mí se alegró que mis padres ya no estuvieran aquí. Sobra decir que me sentí tan culpable por ese pensamiento, que le tuve que mandar una lechuza urgente a mi psiquemaga, pidiéndole vernos de inmediato.

No es que vivir aquí sea horrible, ni nada que se le parezca. La señora Weasley se encarga de que coma, de que mi ropa esté limpia, de que me sienta protegida de algún modo maternal. No le encantó que Ron y yo hayamos terminado, pero intentó entender nuestros motivos.

Además, aquí tengo compañía asegurada de mi mejor amigo y de las visitas de todos los hijos del matrimonio Weasley, quienes parecen turnarse para venir cada semana. Todos ellos (los Weasley y Harry) me hacen sentir cuidada. ¿Tiene algo de malo eso? Siento que la mitad de mi vida he sido yo quién ha tenido que cuidar de los demás.

Pero cuando regreso a la Madriguera, no estoy segura de mi decisión.

Cuando entro, casi no noto quién está sentado en el sillón de la sala. Atrás han quedado las risas y bromas cotidianas que los gemelos solían hacer y provocar; ahora es sólo George, la única persona que (creo) la está pasando peor que yo desde que la guerra terminó.

—Hola —lo saludo mientas paso a su lado.

Él me responde con la sacudida de cabeza, sin mirarme si quiera. Normalmente, pasaría de largo y me iría a la habitación de Ginny pero tal vez sea porque estoy regresando de terapia, siento que debo sentarme a su lado y platicar con él.

Así lo hago, y entonces me encuentro en la disyuntiva sobre qué decirle. Si hay algo de lo que estoy segura, es que la típica pregunta de "¿estás bien?" es un asco y la peor que puedes preguntarle a alguien en nuestro estado. Cada que alguien me la hace a mí, me entran unas ganas terribles de golpearles la cabeza mientras respondo gritando "¡por supuesto que no estoy bien!"

—Hoy no hace tanto frío como otros días —digo.

Genial, hablemos del tema más aburrido en el mundo. George vuelve a hacer un gesto con la cabeza y no me responde

—Aunque no es que importe demasiado —continúo —Yo siempre tengo frío.

George por fin voltea, dudoso.

—¿Tú también lo sientes dentro de ti?

—Todo el tiempo —contesto.

Después de eso, parece que tenemos una conexión inmediata. Esa que sólo tienen quienes han perdido a la persona más importante de su vida. Es extraño que ambos estamos aquí platicando cuando creíamos que, después de lo que nos pasó, deberíamos estar enterrados en la tierra, junto a ellos. Es raro que haya vida después de la muerte.

—Él era mi otra mitad, literalmente —me dice George —Ahora es como si me viera al espejo y mi reflejo no estuviera, ¿entiendes lo que digo?

—No —contestó honestamente —Para mí es como si de repente, mis pies no estuvieran. Aunque no los veía tan seguido, ellos eran mi roca, mi unión con quién era antes de saber que también soy una bruja.

Él asiente, intentando comprender. No tengo ni idea de qué pueda estar pensado. Quizá la posibilidad de que le amputen los pies. Aún sin ellos puedes vivir, ¿no? Puedes seguir haciendo la totalidad de cosas que hacías antes, aunque sea de una manera diferente. Pero si te quedas sin reflejo… te quedas sin la esencia de ti mismo. Un escalofrío me recorre la espalda. Pienso que debo ayudar a George como me sea posible, intentar convencerlo de que él está entero, pero no sé cómo hacerlo, no sé cómo ayudarlo. Una vez más, ya no soy la chica que tiene las respuestas para todo.

—Hablar con ella me está ayudando —digo, mientas escribo su nombre en un pedazo de pergamino y se lo doy —Tal vez deberías intentar ir y ver si puede ayudarte a ti también.

Sn agregar nada más, me retiro a la habitación de Ginny, pesando en dormir. También dejé de ser la chica que salva a todos.

oOo

Días después, sigo pensando en la charla con George. Pienso en cómo me hizo sentir y en la decisión que me hizo reconsiderar. Ahora entiendo que, aunque sea sin pies, debo seguir avanzado.

Sé que debería hablar con los señores Weasley antes que nadie, pero mi instinto me hace buscar a mi mejor amigo en primer lugar. Es a él a quién quiero comunicarle mi elección.

—¿Harry? —digo después de tocar en la puerta de la habitación de Ron. Antes de venir, me aseguré de que el pelirrojo estuviera en la cocina.

—Pasa —contesta Harry desde el interior.

Cuando entro, lo veo acostado en la cama, jugando con la misma snitch que le vi hace semanas.

—Me voy —digo sin rodeos. Él no aparta la vista de la snitch.

—Que te vaya bien —contesta. Me quedo algo descolocada con su respuesta, hasta que él agrega —Creí que hoy no tenías cita con la psiquemaga.

—No la tengo —aclaro —Quiero decir que me voy de la Madriguera. Me voy a mudar a mi antiguo hogar.

Harry se queda quieto, observándome sin contestar. Ahora sí, la snitch logra escapar por la ventana. Por segunda vez, en este par de meses, me identifico con ella.

oOo

Gracias a la magia, (y a los Weasley) una semana después estoy rodeada de cajas, en una habitación diminuta, dentro de una residencia para estudiantes.

Aunque la idea inicial era que regresara a vivir a casa de mis padres, no pude hacerlo. Ahí había demasiados recuerdos, demasiadas emociones. En esa casa, era capaz de sentir los fantasmas de mis padres, que aunque no eran reales como los que había en Hogwarts, no dejaban de ser menos significativos. Ahí también habita mi propio fantasma, el de la chica que solía ser antes de que todo esto comenzara. Antes de la guerra, antes del colegio, antes de mis amistades… antes de la llegada de la carta. Esa niña ya no existe, y percibirla ahí no me podía hacer ningún bien.

Un día, camino a ver a mi psiquemaga en el centro de Londres, vi un pequeño letrero pegado en la ventana de un edificio. Recuerdo con el edifico me llamó la atención por toda la vida que emanaba. Un montón de hombres y mujeres, cercanos a mi edad, entraban y salían por su puerta principal. Como hay una universidad cerca, no me tomó mucho tiempo concluir que era un edificio para estudiantes. Ver sus caras, algunas tranquilas, otras preocupadas, muchas sonrientes, me hizo envidiarlos y querer lo que ellos tenían. Una vida normal.

En aquel momento, me pareció una locura. Pero después de visitar la casa de mis padres, e imaginarme como me sentiría viviendo ahí, no me lo pareció tanto. Después, al recorrer la sala de estar, la cocina, el baño para visitas y las tres recámaras, algo en mi cerebro se aceleró. El dinero por la renta de una casa debería ser lo suficiente para cubrir la renta de un cuarto en una residencia estudiantil, ¿no?

Al otro día, casi brinqué de emoción cuando llegué frente al edifico y en el vidrio de la entrada, seguía pegado el letrero.

"Se renta habitación."

Fue durante la última semana de Noviembre que quitaron el letrero al mismo tiempo que el casero me entregó un juego de llaves. Había algo refrescante en el tono amenazante que usó, advirtiéndome sobre las políticas de no-fiestas y no-ruido-después-de-las-diez-de-la-noche que hay en el edificio. Este hombre no sabía quién soy, ni a qué me he enfrentado. Para él, era sólo una chica normal, una más del montón. Una estudiante cuya única preocupación es aprobar sus materias y tener un techo bajo el cual pasar sus largas noches de estudio.

Me encantó la sensación.

Lo que también me encanta es la habitación. Apenas tiene espacio para mi cama, un escritorio y un librero, pero siento que no necesito nada más. Hay áreas comunes para cocinar y lavar la ropa, pero aún no me atrevo a ir y convivir con extraños así que por ahora me las arreglo con magia. También tengo la enorme ventaja de tener un baño propio y eso hace que no pueda estar más feliz.

Vivir rodeada de jóvenes estudiantes, me ayuda y es lo que motiva a salir cada día de casa. Rápidamente caigo la rutina de ir a diario a la biblioteca del campus cercano, dónde no me piden credencial para sentarme a leer libros dentro de sus instalaciones. Durante los últimos años estuve tan enfocada en aprender todo lo relacionado con el mundo mágico que descuidé terriblemente el mundo muggle. Ahora, me estoy dedicando a redescubrirlo.

Durante las siguientes semanas no he veo a ninguno de mis amigos y con el único que me carteo es con Harry. Estoy aprendiendo a crear mi propia rutina y estoy disfrutando el hacerlo. Es por eso por lo que hoy, saliendo de terapia, me dirijo al Callejón Diagon. Al llegar ahí, entro a Florean Fortescue para comprarme un helado. Cuando estoy ordenando uno extragrande sabor vainilla, noto a alguien que está sentado junto a la ventana, aunque es alguien a quién no hubiese esperado volver a ver.

—Hola —me saluda Draco Malfoy, comiéndose un helado sabor chocolate.


Era un mundo gigante,

Pero nosotros creímos que

éramos más grandes que él.


Canción: "7 years".

Intérprete: Lukas Graham.

Álbum: Lukas Graham.

Traducción: Aliathna.