No, no soy rubia, tampoco inglesa y mucho menos millonaria, por lo tanto no soy J. K. Rowling y ninguno de estos personajes me pertenece.


CAPÍTULO CUATRO.

Parachute.

(Paracaídas)


No le digas a nadie la manera

en que sostienes mi mano.

No le digas a nadie las cosas

que hemos planeado.


Diciembre, 1999.

Parada frente al espejo, reviso mi cabello una vez más. Normalmente no le doy mucha importancia, pero hoy vamos a salir a cenar y quiero —necesito— verme bien.

El vestido rojo que estoy usando es algo totalmente fuera de mi zona de confort. También lo son los tacones que calzo, la cartera que llevo y en realidad, toda la situación. Si hace seis semanas me hubieran dicho que iba a pasar la noche de Año Nuevo junto a Draco Malfoy hubiera… bueno, en realidad no sé lo que hubiera hecho.

Sin embargo, hoy es sólo eso: "una situación fuera de mi zona de confort."

Cuando llego al restaurante, me toca sentarme sola en la mesa porque soy la primera en llegar. Una parte de mi comienza a preocuparse por la posibilidad de que me vaya a dejar plantada, pero la parte racional de mi cerebro me recuerda que llegué quince minutos antes de lo pactado y él todavía tiene un amplio margen para llegar a tiempo. Tomo agua de mi copa, y mientras las manecillas avanzan, más comensales comienzan a llenar las mesas que están a mi alrededor. Cuando el reloj marca las diez en punto, lo veo entrar por la puerta.

—Pareces ayudante de Santa Claus —dice como saludo. Toma asiento y nuestra mesa está completa.

Sólo somos nosotros dos.

Estar aquí, en noche de Año Nuevo, exclusivamente con la compañía de Draco Malfoy es la última situación que podría habérseme ocurrido cuando decidí contestarle el saludo al encontrarnos en la heladería del Callejón Diagon. Mientras Draco observa su menú, yo lo observo a él, recordando el último mes.

oOo

Cuando Draco me invitó a sentarme en su mesa, pensé que estaba bromeando. Tal vez fue su cara demacrada, el aire solitario que tenía, el hecho de que me llamara Granger a secas (sin ningún tono malicioso) o que acabara de salir de terapia, pero algo terminó por convencerme de sentarme a su lado.

—¿Qué haces aquí? —le pregunté.

Por toda respuesta, él levantó la copa de helado que se estaba terminado.

—¿Y tú? —dijo él.

Señalé la copa de helado de vainilla que el mesero acababa de dejar delante de mí.

¿De qué puedes hablar con una persona que consideraste uno de tus mayores enemigos durante la última década de tu vida? Probablemente, de la razón que los llevó a ser enemigos.

Aquella tarde, Draco (desde ese día lo llamo por su primer nombre) y yo compartimos algunas de las experiencias que vivimos durante la época de guerra, y muchas de las situaciones a las que nos hemos enfrentado desde entonces.

Descubrí que de cierta manera, él también perdió a sus padres. Lucius fue condenado a pasar el resto de su vida en Azkaban, pero apenas llevaba unos meses encerrado en la prisión cuando sus compañeros de celda lo asesinaron. Aún hay un juicio pendiente al respecto, pero la verdad es que nadie le presta mucha atención al homicidio de un ex mortífago. Después de lo ocurrido, Narcissa se exilió a Francia, y Draco apenas recibe noticias de ella. Pareciera que si madre quiso dejar todo tras de sí, su hijo incluido.

Por otro lado, casi la totalidad de sus conocidos también huyeron. Los que no acabaron en Azkaban, decidieron alejarse de su vida en Londres. Algunos, como la familia Greengrass, decidieron mudarse a América. Por lo que me comentó, sólo sigue en contacto esporádico con Nott.

Escuchar su situación hizo que me sintiera mal conmigo misma. Él de verdad se quedó solo después de la guerra, al contrario de mí, que tuve amigos que me cuidaran. Lo que más me dolió fue ver que, en cierta forma, él era más unido a sus padres que yo a los míos. Además, mi madre no decidió abandonarme por voluntad propia.

Esa fue una puñalada de realidad. ¿Tenía derecho a sentirme tan devastada por la muerte de mis padres, cuándo pasaba menos de un mes al año con ellos, desde que tengo once años? La psiquemaga me aseguró que si, que tengo derecho a sentir todos los sentimientos que quiera.

Como el más ridículo de todos, por el motivo más banal: envidia. Aunque yo no tengo que preocuparme por el dinero en este momento, Draco no tendrá que hacerlo probablemente por el resto de su vida. Si a mí mis padres me dejaron una casa y algo de dinero, a él le dejaron una mansión y mil veces más oro que a mí.

—Eso es sólo otro obstáculo —me dice, adivinando lo que pienso —Por lo menos, a ti el hambre en algún momento te haría moverte. Saciar nuestras necesidad más básicas es lo que nos hace humanos funcionales; si yo no tengo que preocuparme ni siquiera por eso, ¿qué me queda?

Guardo silencio, porque no se me hubiera ocurrido pensarlo de esa manera. Luego le tengo que dar la razón. En mi peor momento, Molly se encargó de que por lo menos siguiera comiendo. Si ella no hubiera estado ahí para hacerlo, ¿yo hubiera tenido las fuerzas para hacerme cargo de mí misma? Esa es una pregunta para la que nunca tendré respuesta.

—Necesito algo porque levantarme cada día. —dijo alejando la copa de helado que hacía ya varios minutos se había terminado —Necesito…

—Un propósito —terminé por él. Mi copa también estaba vacía.

A partir de esa tarde, nos vimos varias veces a la semana. Tal vez no teníamos muchos intereses en común, pero después de la plática que tuvimos ese día nos unió la profunda sensación de soledad que ambos sentíamos.

Procuramos evitar el mundo mágico, porque no queríamos llamar la atención de los medios (en especial la de El Profeta, que por estos días esta ávido por cualquier noticia sensacionalista), lo último que necesitábamos, eran rumores acerca de nosotros. Nos dedicamos a recorrer el mundo muggle, al tiempo que lo descubríamos juntos, cada uno de distinta manera. Para él, fue literalmente conocer un mundo nuevo. Para mí, fue cómo regresar a mi infancia. Igual de extraño en ambos casos.

La idea de juntarnos para recibir el Año Nuevo surgió cuando fuimos al cine la mañana después de Navidad. Él se la había pasado solo en su mansión y yo en una cena terriblemente incómoda en la Madriguera, de la cual me tuve que salir antes de tiempo (apenas eran las seis de la tarde) por temor a que me diera un ataque de pánico. Ninguno de los dos quería volver repetir la experiencia, y la idea surgió tan natural que nos sorprendió no haberla pensado antes.

—Pero no quiero ir a tu mansión —dije como única condición.

Él entiendo perfectamente porqué.

—Tu estudio —dijo mofándose de la palabra que normalmente uso para definir a mi habitación en la residencia para estudiantes —Me parece claustrofóbico.

—Entonces vayamos a otro lado —propuse.

—Creí que los restaurantes del callejón Diagon entraban en la zona de peligro para nosotros —contestó él.

—Me refiero a un lugar en el mundo muggle, por supuesto —dije con tono exasperado —Nosotros también festejamos el Año Nuevo, ¿sabes?

Draco hizo un gesto de desagrado, pero al día siguiente, me envió una lechuza para informarme que había conseguido una reservación en un restaurante de Londres.

oOo

Así que, aquí estamos.

Rodeados de muggles, en noche de Año Nuevo, con nuestra mesa para dos.

Mientras esperamos que nos traigan nuestra cena, vemos a las personas que ocupan las mesas cercanas. Algunas son familias enteras, la mayoría parecen ser grupos de amigos y unos cuantas son parejas. Sin embargo, todos tienen la misma cara de felicidad y expectativa, cómo si algo maravilloso estuviera a punto de suceder. Draco y yo debemos parecer los seres más antipáticos del planeta.

—¿Por qué están tan felices? —dice él, después de un rato en que estuvimos comiendo en silencio.

—No lo sé —contesto honestamente.

Ruidos de gritos hacen que los dos nos sobresaltemos, pero es sólo el ruido de las televisiones que hay por todo el establecimiento. En ellas, se muestra la imagen de un país vecino recibiendo el Año Nuevo. Hasta que empiezo a leer los letreros que acompañan las imágenes, es que caigo en cuenta de algo sumamente importante, y a la vez muy obvio.

—Porque es un nuevo milenio —le digo a Draco, señalando la televisión.

"¡Bienvenido 2000!" "¡El 2000 ha llegado!" ¡El fin del mundo ya está aquí!"

—¿Fin del mundo? —pregunta Draco.

—Es algo ridículo que han dicho durante los últimos años —explico, todavía sin separar mi mirada de las imágenes transmitidas por la pantalla. Cientos de miles de personas recibiendo el nuevo milenio alrededor del mundo —La creencia popular decía que cuando llegara el año 2000, el mundo se iba a acabar.

—¿Por qué? —vuelve a preguntar completamente confundido.

Me encojo de hombros por toda respuesta. Nunca me ha interesado buscarle lógica a las cosas sin sentido que la gente dice. Ahora mismo, tengo mi cabeza ocupada en algo más.

Esta noche verdaderamente es el fin. El de año, el fin de siglo, el fin del milenio. ¿Podría ser también el final de la vida que llevaba? ¿Realmente puede ser el fin del mundo cómo yo lo conocía?

—Es que es el fin, Draco —digo sin pensarlo.

—No te entiendo, Granger.

—Sé que todos los propósitos y resoluciones de año nuevo suelen ser algo ridículas —comienzo a explicar —Pero ¿y si lo intentamos?

—¿Intentar qué cosa?

—Olvidar —digo. —Superar nuestras heridas. Podríamos intentar dejar el pasado en el pasado.

Draco no responde. Está jugando con una servilleta y sigue observando a las personas a nuestro alrededor. Algo me dice que les tiene envidia.

—De acuerdo —dice después de un rato —Supongo que no tengo nada que perder. Literalmente.

Su respuesta me hace sentir feliz por un segundo y completamente aterrada al siguiente. "¿Y ahora qué?" pienso. Si de verdad nos estamos proponiendo dejar todo el dolor atrás, ¿con qué nos quedamos? ¿Quiénes somos sin ese dolor? La manera en que él toma mi mano, con un agarre innecesariamente fuerte, me hace darme cuenta de que debe estar pensando lo mismo que yo.

"¿Ahora qué sigue?"

La excitación de las personas que nos rodean comienza a crecer a media que pasan los minutos que faltan para la medianoche. Nosotros seguimos tomados de la mano, callados. Comienza la cuenta regresiva, y nosotros no sabemos si tomarlo como los últimos instantes de nuestra anterior vida o los primeros de una nueva.

El nuevo milenio llega, y la celebración explota. Todos gritan, se abrazan, se besan. La energía a nuestro alrededor es contagiosa.

—Feliz Año —dice Draco.

—Feliz Año —contesto.

Sin pensarlo demasiado, imitamos a las personas que hay a nuestro alrededor y nos besamos.

Es extraño. No fue algo premeditado y definitivamente se siente incorrecto. Creo que ambos somos conscientes de lo mucho que necesitamos a alguien a nuestro lado en este momento, pero definitivamente, ninguno de los dos está buscando una relación romántica. Necesitamos algo más estable, algo más seguro, algo que no drene la poca energía que tenemos.

La solución es tan lógica, que ambos llegamos al mismo tiempo a ella.

—Entonces, ¿amigos? —dice él cuando nos separamos.

—Amigos —confirmo.


No creas las cosas que te dices en medio de la noche.

Tú eres tu peor enemigo, y nunca podrás ganar esa batalla.

Sólo aférrate a mí, y yo me aferraré a ti.


Canción: "Parachute"

Intérprete: Ingrid Michaelson.

Álbum: Parachute – Single.

Traducción: Aliathna