No, no soy rubia tampoco inglesa y mucho menos millonaria, por lo tanto no soy J. K. Rowling y ninguno de estos personajes me pertenece.


CAPÍTULO SEIS

Your mess is mine.

(Tu desastre es mi desastre)


Hablando como solíamos hacerlo,

Siempre fuimos tú y yo.


Enero, 2000.

—De alguna manera, me recuerdas a Hagrid durante nuestro primer año —digo mientras Harry me observa levantando las cejas preguntándome a qué me refiero—"¡No debí decir eso, no debí decir eso!"

Él gruñe y hace el amago de lanzarme su almohada. Después, parece pensarlo mejor y se queda quieto. Desde mi posición, no sé si está mirando el techo, o mirándome a mí, que estoy inclinada sobre la cama.

—Estoy segura de que estoy rompiendo alguna regla al dejarte dormir en el suelo —digo, después de un rato de silencio.

—Si, la regla implícita de "no dejaré que a mi mejor amigo le duela la espalda"—contesta.

—A menos que modificara toda la habitación, no hay manera de usar un hechizo para agradar la cama —digo, volteándome y estirándome sobre ella, hasta que yo también quedo observando el techo.

—Gracias por dejarme quedar aquí —dice.

—¿Ya me vas a decir porque prefieres pasar la noche en el suelo que en tu cama en la Madriguera? —pregunto.

Obtengo otro gruñido como respuesta. Desisto de preguntar y estoy empezando a quedarme dormida, cuando él comienza a hablar.

—Empezó con Ginny —dice —No hoy, hace dos días, cuando vine a visitarte y Malfoy estaba aquí. Al verlos, especialmente al verte a ti y ver cuanto has mejorado, cuanto bien te ha hecho vivir sola, empecé a desear eso para mí. Sólo que elegí el peor momento posible (y la peor manera para decírselo a Ginny) y ahora ella cree que me voy a mudar.

Estoy tentada a decirle que él me vio en un buen día. Que aún hay tardes en las que no me puedo mover, noches en las que aún me aterro al oír el reloj. Que ir a terapia no ha sido un paseo tranquilo, que mi recuperación es lenta y que hay momentos en que no he sentido progreso. En vez de eso, me distraigo diciendo otra cosa.

—¿Mudar a dónde, aquí? —me vuelvo a inclinar sobre la cama, para verlo de frente —¿Le has dicho que este lugar tiene cinco metros cuadrados?

—No, no aquí, pero si contigo. —responde.

—¿Por qué piensa eso?

—Porque yo se lo dije —dice con cara de niño al que atraparon haciendo una travesura.

—¿Y cuando me ibas a decir que planeas mudarte a mi suelo? —contesto estupefacta.

—Ya te dije que no aquí, obviamente —contesta mientras se pasa una mano por el cabello —No sé a dónde. Sólo sé que quiero mudarme, que quiero dejar La Madriguera. Y que me encantaría vivir contigo.

No sé qué responder; por un lado, este pequeño lugar ha sido el refugio que necesitaba. Por otro, me encantaría mudarme con mi mejor amigo. Es la fantasía de la mayoría de mis compañeros de residencia. Creo que el sueño universitario es tener el suficiente dinero para poder compartir un departamento con tus amigos.

—Mi contrato es por tres meses —digo, intentando ordenar mis ideas —Al final de este mes tengo que renovarlo o mudarme.

—Creí que los contratos de renta eran por un año —contesta.

—Normalmente lo son, pero como esto es una residencia para estudiantes, las reglas son diferentes —explico —Los contratos son más cortos, porque así, si resulta que eres un desastre, el casero puedo echarte.

—¿Y vas a renovarlo? —dice con un dejo de esperanza.

Me quedo callada, sopesando las posibilidades que tengo ante mí. Si me hubiera preguntado ayer, si, definitivamente hubiera contestado que iba a renovar el contrato de renta. Ahora, con esta nueva opción que se me presenta, no estoy segura de qué decidir.

—No quiero vivir en Grimmauld Place —mi boca habla antes de que mi cerebro termine de pensarlo.

—Tampoco yo —responde.

Creo que ese lugar tiene tantos fantasmas para él como la casa de mis padres los tenían para mí.

—¿Dónde quisieras vivir? —pregunto.

Una parte de mí teme que diga Godric's Hollow y otra parte está segura de que va a decirlo.

—Dónde sea, mientras me permita ir y venir del entrenamiento con los Puddlemere United —la noticia hace que casi me caiga de la cama.

La sonrisa que veo en el rostro de Harry, no la veía desde que Gryffindor se coronó campeón de quidditch durante nuestro tercer año.

—Good les habló de mí y quieren que haga una prueba para su equipo de reserva.

—Sabes que eso es una formalidad y que vas a estar en el equipo nacional para el próximo mundial, ¿verdad? —digo completamente emocionada.

—Oliver me mata si llego al equipo nacional antes que él —dice sin poder ocultar su sonrisa.

Comienzo a reírme y el me sigue. ¿Hace cuánto tiempo que no habías estado riéndonos de nada, en medio de la madrugada? Posiblemente, la última vez que lo hicimos, todavía estábamos en Hogwarts. Es una sensación maravillosa.

Sin ponernos de acuerdo, cuando al otro día terminamos de desayunar, salimos a buscar departamentos disponibles para rentar.

oOo

—Las Spice Girls —digo, como si fuera obvio.

—¿Las qué? —contesta Harry, terminando con su comida.

—Spice Girls —repito, conteniendo una carcajada —Sé que hemos estado ocupados los últimos años con otras cosas, pero no me digas que no conoces Wannabe.

—Me estás hablando en otro idioma —finaliza, mientras pide la cuenta.

Hace unos días encontramos una cafetería, cerca de la nueva atracción llamada London Eye. Es la noria más alta del mundo y está atrayendo a muchas personas. Nosotros por supuesto también venimos a verla, aprovechando para recorrer la ciudad buscando letreros de "se renta".

No tenemos un plan. No sabemos cuál es el mejor lugar para vivir, tampoco sabemos qué queremos que haya cerca. Suponemos que debe haber algún trámite para conectar cualquier chimenea a la red flu, o que hay puntos de aparición autorizados a lo largo de la ciudad, pero no estamos seguros.

Normalmente le hubiéramos podido preguntar al señor Weasley, pero desde mi mudanza y la repentina partida de Harry de la Madriguera, no estamos seguros en que terreno estamos parados con los Weasley.

Ambos somos unos novatos, tanto en el mundo muggle como en el de los magos.

El primer casero que vimos se rio en nuestra cara cuando no pudimos presentar estados de cuenta, comprobantes de pago o algún documento legal que nos ayudara para firmar el contrato de renta. En el Ministerio de Magia no nos fue mucho mejor y en el único sitio donde hicimos algún progreso fue en Gringotts, dónde Harry pudo cambiar galeones por libras esterlinas y así abrir una cuenta bancaria.

—¿Sabes lo que quiero? —dice cuando salimos del banco —¿Lo que realmente quiero?

—Dime lo que quieres, lo que realmente quieres —digo con el tono de la canción, pero él no entiende.

—Un helado de chocolate—dice y nos dirigimos hacia Florean Fortescue.

Los días se convierten en semanas y el tiempo nos apremia, porque mi contrato en la residencia está a punto de vencer y si no encontramos nada pronto, tendremos que pasar (por lo menos) algunos días en Grimmauld place, cosa que ninguno de los dos quiere. Además, vivir compartiendo cinco metros cuadros, se está convirtiendo en un reto más grande de lo que habíamos esperado.

—Podrían simplemente usar un confundus con el siguiente casero que vayan a ver —sugiere Draco, la siguiente vez que lo vemos.

Estoy por recordarle que hechizar a un muggle es ilegal, pero Harry se me adelanta diciendo:

—Créeme, lo estoy considerando.

Yo me sorprendo, pero si Draco comparte el sentimiento, no lo demuestra.

La relación de ellos dos sigue siendo tensa, por decir lo menos. Harry no termina de confiar en Draco y él, a su vez, no tiene mucho interés en volverse amigo del primero. Creo que si ambos se toleran mutuamente, es por la necesidad que tienen de hablar con alguien.

Ambos me tienen a mí como amiga, por supuesto, pero una sola persona nunca es suficiente para satisfacer todas nuestras necesidades. Por ejemplo, yo sigo yendo cada semana con mi psiquemaga.

—Con lo que confiere al Ministerio, yo los puedo ayudar —ofrece Draco —Acompañé a mi padre a resolver cuestiones burocráticas desde que tenía seis años, conozco prácticamente todos los departamentos del lugar.

—¿En serio? —digo y debo admitir que me estoy conteniendo para no abrazarlo —¡Muchas gracias!

—Gracias —dice simplemente Harry, pero noto como algo cambia en él.

A menudo, son los pequeños gestos los que nos dicen como son las personas en verdad.

Como el tiempo nos apremia, al día siguiente seguimos con nuestra búsqueda de departamento. Draco que nos une, alegando que no tiene nada mejor que hacer, y ahora somos tres lo que recorremos las calles de Londres. Es divertido tomar el metro y los autobuses, perdernos por la ciudad, sin realmente preocuparnos por cómo vamos a regresar. Esa tarde pasa algo más, algo que no vi venir, pero esperaba que pasara: Harry y Draco comienzan a hablar.

Al principio, lo haces sobre cosas banales, como lo es su equipo de quidditch favorito. Mientras recuerdan los juegos que tuvieron juntos en Hogwarts (sin pizca de malicia) comentan cómo va la liga de este año. No sé por qué, pero de pronto están riendo juntos. Seguimos caminado, descartando lugares, y ellos se mueven a otros temas, un poco más profundos.

Para empezar, Draco nos rebela que durante los primeros años de Hogwarts, él en realidad estaba celoso del pequeño grupo que formábamos Harry, Ron y yo.

—Lo que en el fondo deseaba —titubea antes de finalizar su frase —era tener amigos.

Harry y yo entendemos a que se refiere. Antes de tenernos a nosotros, cuando asistíamos a la escuela muggle, ninguno de los dos tenía verdaderos amigos con quienes pasar el tiempo. Ambos entendemos lo que es la soledad y el deseo de querer encajar.

—Al menos tenías a tus padres —digo, en un intento por reconfortarlo.

—Mis padres —contesta con un bufido triste.

En un giro inesperado, nos comienza a hablar de cómo fue su infancia. De cómo tanto Lucius como Narcisa, eran más bien distantes y de cómo su amor era condicional, completamente dependiente de los logros de Draco. De cómo la presión incrementó con los años, pero las calificaciones se volvieron lo menos importante, a comparación de los objetivos que los Malfoy tenían en mente.

—Todo se volvió mucho peor al finalizar cuarto año —sigue su narración.

Ni Harry ni yo necesitamos un recordatorio de porqué fue así. Esos fueron los años más oscuros, en los que más miedo tuvimos. Aunque, nosotros, por lo menos nos teníamos los unos a los otros.

—¿Recuerdan sexto? —comenta Draco —Creo que no dormí una noche completa durante ese año.

—Te veías mucho peor que yo —dice Harry —Y yo lo tenía a en mi cabeza, literalmente.

Draco se le queda viendo, confundido.

—¿Alguna vez has oído hablar de algo llamado horrocruxes?

Para este punto, hemos caminado tanto que ya dejamos la cuidad atrás. Ahora lo que nos rodean son casas y algunos parques. Escogemos uno de ellos y nos sentamos en una banca que está disponible. Nadie nos presta atención.

Harry termina su relato y Draco se queda sin habla. Creo que está terminando de juntar las piezas en su cabeza, terminando de comprender todo lo que en realidad estaba pasando justo antes de la batalla final. A veces es muy fácil olvidar lo poco que en realidad sabe la gente, todos los secretos que nosotros tres (Harry, Ron y yo) aún tenemos.

Mientras espero que termine de procesar sus pensamientos, veo como terminan de cargar cosas en una camioneta de mudanza que está cerca del lugar en donde estamos. Cuando la camioneta se aleja, me paro y les señalo la casa.

Harry y yo comenzamos a caminar en dirección a la casa, pero Draco está por marcharse. Nos dice que le mandemos una lechuza cuando queramos ir al ministerio pero Harry lo interrumpe:

—¿Por qué no te mudas con nosotros?


Este desastre era tuyo.

Ahora tu desastre,

es mi desastre.


Canción: Mess is Mine

Autor: Vance Joy

Album: Dream your life away.

Emma Watson es fan de las Spice Girls. Así que decidí que esta versión de Hermione también lo fuera.