No, no soy rubia tampoco inglesa y mucho menos millonaria, por lo tanto no soy J. K. Rowling y ninguno de estos personajes me pertenece.


CAPÍTULO SIETE

Home.

(Hogar)


lo recuerda

que no estás solo.


Febrero, 2000.

La mudanza es la primera semana de febrero.

Draco estrena la chimenea, recién conectada a la red flu.

Harry llega usando un taxi, mientras todas sus cosas van en su baúl (convenientemente reducido para que quepa en su bolsillo).

Yo soy la única que se toma la molestia de contratar una mudanza y empacar todas sus cosas de la manera muggle.

Cuando llegamos y comenzamos a cargar las cajas, pienso que será útil para no levantar sospechas de los vecinos. Así, si alguien se pregunta de dónde salieron los tres jóvenes que ahora viven en su cuadra, alguno podrá decir que vio una camioneta llegando con cosas.

La casa parece hecha a la medida para nosotros. Cuenta con tres habitaciones, dos baños, cocina, comedor y un jardín. Cada quién podrá tener su privacidad. Además, con los hechizos que colocamos para ampliar las habitaciones, no tendremos problemas de espacio.

Dividir la renta entre los tres no es un problema. Honestamente, tanto Harry como Draco podrían haber rentado este individualmente, sin necesidad de compartir, pero todos estamos aportando algo.

Ellos pagan un poco más de dinero, yo hago los trámites muggles necesarios para tener luz, agua y un teléfono. Draco se encarga de cualquier cosa que tenga que ver con los permisos que necesitamos del Ministerio de Magia para colocar hechizos en una propiedad muggle. Harry es el encargado de que la casa sea habitable: es él quien inventa las rutinas de limpieza, y quién se encarga de comprar cosas tan necesarias para la vida diaria como lo son la comida o el papel de baño.

Como ninguno de los tres sabe muchos hechizos de limpieza, la mayoría de las cosas las estamos haciendo de la manera muggle. Cualquiera pensaría que Draco se opondría a eso pero, sorprendentemente, él dice que encuentra cierta paz en hacer las cosas usando sus manos.

—Me da la sensación de tener control sobre mi vida —nos dice un día.

Algo me dice que es él quién se va a apoderar del jardín trasero. Estos días lo he notado más tranquilo, casi contento; tal vez sea simplemente el tener que levantarse y hacer algo lo que lo está ayudando.

Al igual que Harry, a quién hace años no veía tan alegre. Habla sobre que cosas preparar de comer, de todo lo que quiere colocar en su habitación, de como será su rutina una vez que comience los entrenamientos con su nuevo equipo de quidditch. Lo veo entusiasmado por el futuro, por primera vez en la vida.

En resumidas cuentas, los tres estamos haciendo un gran equipo en nuestra nueva convivencia.

oOo

—¿Y qué hay de ti? —pregunta mi psiquemaga durante nuestra sesión —Recuerda que aquí vienes a hablar de ti.

—Yo también me he sentido bien últimamente —respondo —Tranquila. Casi contenta. A veces creo que lo único que me falta es… —dudo antes de continuar.

Ella, como siempre, no me presiona y espera pacientemente a que encuentre la palabra adecuada.

—Un propósito —digo —Tengo que encontrar un propósito por el cual trabajar.

—¿Tienes alguna idea en mente?

—Una —digo, intentando no sonrojarme —Pero es ridícula.

—No es ridícula —me contesta, sin siquiera saber de que estoy hablando —¿Por qué no me la dices?

Cuando era una niña, siempre me imaginé asistiendo a Oxford. Antes de que llegara mi carta de Hogwarts, entrar a esa universidad era mi sueño.

Creo que ahora mismo sería un poco (demasiado) complicado para mí querer aplicar, pero estoy segura de que debe haber otra universidad en la que entrar no sea un sueño imposible. En el Ministerio me pueden ayudar para tener un papel que abale mi educación media superior. Tendría que estudiar el currículum muggle por mi parte y hacer el examen de admisión, pero creo que ir a la universidad sería un buen siguiente paso para mí.

Aún no sé en qué me especializaría, pero quiero hacerlo.

—Entonces, ¿ese es tu siguiente paso? —me pregunta cuando termino de explicarle mi idea.

—Acabo de decidirlo —le respondo a la psiquemaga.

—Bueno, creo que estás un paso más cerca de la felicidad —dice murmurando y no estoy segura de que en realidad yo debería haberlo escuchado.

—¿Perdona? —le digo para asegurarme.

—Es una cosa que decía mi abuela y no tiene ningún fundamento científico, pero en lo personal, siempre me ha parecido verdadero —me responde sonriendo —La clave de la felicidad consiste en tener tres cosas: algo que hacer, algo con que soñar y algo que amar.

—Creo que tu abuela era muy sabia —concluyo.

De momento, cumplo con la dos primeras. Sueño con entrar a la universidad y para lograrlo, tengo que estudiar mucho. En este punto de mi vida, tener dos de tres, no suena nada mal.

oOo

—¡Harry! —grito cuando un chorro de agua fría me cae encima —¡No te puedes bañar al mismo tiempo que yo!

No sé cuantas veces les he tenido que repetir el concepto básico de "sólo cae agua caliente en un baño a la vez". Puedo dejar pasar que se le olvide de vez en cuando a Draco, pues al crecer en una casa mágica (dónde el agua caliente era gracias a los hechizos y no a los caprichos del calentador) es normal que a veces no lo recuerde. Pero ¿Harry? Él vivió los mismo años que yo en una casa mugle. ¿Cuál es el pretexto que tiene para dejarme bañar con agua helada día sí, día también?

—¡No soy yo! —oigo su voz a través de la puerta.

—¡DRACO!

—Intenta de nuevo, Granger —me grita él desde el piso inferior.

"¿Cuántos roomies tengo?" pienso mientras termino de bañarme titiritando. Me visto lo más rápido que puedo y bajo hasta la cocina para encontrarme a ambos desayunando tan tranquilos como si no fuera su culpa que acabara de bañarme con hielos en lugar de agua en pleno febrero.

—¿Quién tuvo la culpa? —digo amenazante.

Ambos se miran el uno al otro mientras se encogen de hombros. Debo recordarme a mí misma que usar las maldiciones imperdonables es castigado con tiempo en Azkaban y ahí, definitivamente, no voy a tener agua caliente.

—No sé de qué estás hablando —dice Draco mientras abre la llave del fregadero y espera a que salga el agua —Aquí si hay agua tibia.

—No estoy loca —digo acercándome para colocar mi mano debajo del chorro—Si les digo que se acabó el agua caliente, es porque se acabó.

Ambos contienen la risa cuando aparto la mano rápidamente para evitar quemarme.

—¿Qué demonios?

Después de media hora de experimentos (los que incluyeron incontables subidas y bajadas al segundo piso, varios litros de agua desperdiciados y un par de maldiciones dichas por todos) estamos convencidos de que el calentador funciona. También comprobamos que hay gas, pero de todas maneras no hubo forma de lograr que el agua caliente hiciera acto de aparición en el piso superior.

—No tengo ni idea de qué pueda estar pasando —digo dejándome caer el sillón de la sala —¿Harry?

—De todas las cosas que me hacía cargo en casa de los Dursley, la plomería nunca fue una de ellas —contesta él.

—A mí no me vean —aporta Draco —Lo mejor que se me ocurre, es llamar a alguno de los elfos de la mansión para que nos enseñe el hechizo para calentar el agua.

—No —respondo —Debemos notificárselo al casero para que él nos dé la solución al problema. De otra manera, cuando nos vayamos y note el desperfecto, se lo va a cobrar del depósito.

Tanto Harry como Draco se ve quedan viendo sin moverse de su lugar. Es claro que tengo que ser yo quién se encargue de la situación.

—Voy a hablarle al casero —digo mientras me levanto para buscar el teléfono.

Otra media hora después, estoy más frustrada que al principio, porque la solución que me dio ese señor fue "llámale a un plomero y luego me muestras la factura". No tengo ni idea de dónde conseguir un plomero.

—Siento que necesito a un adulto —digo.

—Tú eres una adulta —contesta Harry riéndose.

—A un adulto más adulto —respondo.

—Dos tercios del trío que derrotó a Voldemort, señoras y señores —dice Draco riéndose.

Harry y yo nos unimos a su risa, pero también notamos algo importante: es la primera vez que Draco dice el nombre de Voldemort en voz alta.

—¿Qué pasa? —pregunta él cuando nota como lo estamos viendo.

—Nada —respondo —Que prefiero mil veces tener este tipo de problemas a los que teníamos cuando él nos estaba persiguiendo.

Los tres nos quedamos callados por un momento.

—Es un cambio agradable —dice Draco.

—Podría acostumbrarme —concuerda Harry.

Después de tener que lidiar con una guerra, tener un problema tan mundano como lo es la plomería de tu casa es casi divertido. Se siente como la clase de problemas a las que unos veinteañeros como nosotros se deberían enfrentar.

oOo

La vida es tranquila de una manera que no me esperaba al mudarme con Harry y Draco. Al igual que en la residencia para estudiantes, puedo oír música saliendo de sus cuartos y nos vemos para comer juntos por lo menos dos veces al día, pero convivimos mucho menos de lo que cualquiera pudiera esperar.

No se parece para nada a esas sitcoms que salen en la televisión, donde los integrantes del grupo de amigos parecieran estar pegados por la cintura los unos a los otros. Platicamos, claro que sí, pero yo sigo yendo a la biblioteca a estudiar, Harry sale casi a diario para ir a entrenar y Draco parece haber encontrado una pasión por elaborar pociones, lo que lo hace salir en viajes regulares al callejón Diagón para encontrar ingredientes para las mismas.

Nos estamos asentando en una rutina y es más de lo que podría pedir. La monotonía es agradable, después de todo. Hay algo relajante en saber cómo van a ser tus días, en lugar de no saber si llegarás vivo a la próxima semana.

Una tarde de jueves, cuando el mes está por terminar, Harry regresa de su entrenamiento con cara de pocos amigos. Espera a que Draco y yo estemos sentados en el comedor, terminado de servir la cena, para decirnos porqué.

—Hoy recibí una lechuza de Ginny.

—¿Todo en orden? —preguntó por cortesía, porque sé que la relación de mis amigos lleva varias semanas sin estarlo.

—Si, es sólo… —Harry duda un momento antes de continuar —Es un recordatorio de que el cumpleaños de Ron es la próxima semana. Ginny dice que Molly nos espera en La Madriguera para festejarlo.

—¿A los tres? —pregunta Draco extrañado.

—No especifica —contesta Harry.

—Entonces, buena suerte con ello —responde él limpiándose las manos, literalmente, con una servilleta.

Un peso se asienta en mi estómago. No he estado en La Madriguera (o visto a Ron) en meses. Sé que Harry está sintiendo lo mismo que yo. Es la extraña sensación de que estamos prácticamente obligados a ir, si queremos seguir conservando la amistad de Ron.


Porque haré de este lugar

nuestro hogar.


Canción: Home

Autor: Phillips Phillips

Álbum: The world from the side of the moon.

Créanlo o no, cuando escribí este capítulo por primera vez (hace cuatro años), vivir en una casa con "con tres habitaciones, dos baños, cocina, comedor y un jardín" al lado de mis dos mejores amigos era un sueño imposible. Hoy estoy viviendo ese sueño.